Muy personal con... Bibiana Belsasso - Bibiana Belsasso - E-Book

Muy personal con... Bibiana Belsasso E-Book

Bibiana Belsasso

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Beschreibung

Las entrevistas de Bibiana Belsasso en Muy personal con… son directas. La autora concede poco espacio de maniobra a sus interlocutores, va al grano, al corazón de las personas. Recoge inquietudes, enfoca la circunstancia, interroga. Analiza el pasado. Exige con elegancia una explicación del presente y mide a su interlocutor de nueva cuenta, a la hora de hacer un pronóstico respecto al futuro del arte, de las comunicaciones, de la política, de la cultura. Bibiana es una periodista aguda e informada, retrata a la persona, dibuja su perfil, narra su trato, describe su físico, su aspecto, su comportamiento, analiza su mirada, sopesa sus actitudes, bascula sus respuestas, pregunta y repregunta. Cuenta con la notable habilidad para extraer lo mejor de las personas con las que se sienta de frente para descubrir qué justifica su existencia, qué las mueve en la vida, qué esperan de ella, cómo piensan influir en la sociedad, en el cambio inaplazable, en la construcción de un mejor futuro para todos –Francisco Martín Moreno

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Veröffentlichungsjahr: 2021

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Prólogo Francisco Martín Moreno

Héctor Aguilar Camín Escritor La guerra de Galio y la memoria mitológica

Pepe Aguilar Cantante Los tatuajes del alma en el cuerpo

Carlos Almada Embajador El embajador de las mil batallas

Hiram Almeida Secretario de Seguridad Pública de la cdmx El abogado y policía que quería ser boxeador

Ricardo Anaya Candidato presidencial El joven “maravilla”, que quiere ser presidente

Óscar Arias Premio Nobel de la Paz y ex Presidente de Costa Rica El estratega de la paz

Guillermo Arriaga Escritor y guionista Letras de un espíritu cazador

Mónica Arriola Senadora e hija de Elba Esther Gordillo Abrazó la vida, hasta el último aliento

Alejandra Barrales Dirigente y candidata del prd La sobrecargo que rompió estereotipos

Raúl Cervantes Andrade Abogado y ex procurador General de la República La política derivada del derecho

Ernesto Cordero Presidente de la Mesa Directiva del Senado Un chico del itam

Lorenzo Córdova Consejero Presidente del ine De la teoría a la práctica del estado

Rubén Cortés Periodista y escritor El mexicano que nació en Cuba

José Ramón Cossío Ministro de la Suprema Corte de Justicia Un justicia con derechos

Santiago Creel Ex Secretario de Gobernación El acuerdo como forma de ser

Pati Chapoy Periodista y conductora de tv Un espíritu indescifrable

Antonio Chedraui Ex Arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de México El poder que trasciende la Fe

Fernando de la Mora Tenor El éxito es la suma de varios fracasos

Juan Díaz de la Torre Líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación El líder que surgió de la raza

Eric Drickersen Agregado jurídico del fbi en México Un méxico-americano en el corazón del fbi

Juan Pablo Escobar Hijo del narcotraficante Pablo Escobar Gaviria El mejor padre y del peor bandido

Paola Espinosa Clavadista olímpica El clavado de su vida

Ramiro Garza Cantú Empresario Amistad, trabajo y lealtad

Francisco Gil Díaz Economista, ex Secretario de Hacienda El presidente económico de Fox

Roberto Gil Zuarth Senador del pan El operador que no se siente

Miguel Ángel Huidobro Cantante del grupo Molotov Una molotov contra los prejuicios

René Juárez Cisneros Ex gobernador y presidente nacional del pri El político que no abandona sus raíces

Tania Libertad Cantante La voz que arma revoluciones

Paola Longoria Campeona mundial de raquetbol La campeona que no se arrepiente de nada

Ignacio López Tarso Actor De María Félix al intérprete irrepetible

Alex Lora Cantante y compositor El sobreviviente de Avándaro

Margarita Luna Ramos Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación El discreto encanto de la justica

Miguel Ángel Mancera Ex Jefe de Gobierno de la cdmx y candidato a Senador El ciudadano que volvió a nacer

Armando Manzanero Compositor y cantante El que hizo de Yucatán un mundo

Jorge Marín Escultor y pintor El escultor de vuelos y victorias

Alejandro Martí Empresario El hombre con sed de justicia

Francisco Martín Moreno Escritor La historia como una novela

José Antonio Meade Ex Secretario de Estado y Candidato Presidencial Cómo ser cinco veces secretario de Estado en dos sexenios

Eduardo Medina Mora Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación El inquieto procurador que se convirtió en ministro

Manuel Mondragón y Kalb Ex comisionado nacional de seguridad Funcionario, médico, karateca, sonero y besucón

Ricardo Monreal Ex gobernador, ex delegado y candidato a senador de morena Un todoterreno del poder

Ignacio Morales Lechuga Notario y ex procurador general de la república De procurador a notario, un hombre de poder

José Narro Robles Ex rector de la unam y secretario de salud El rector que todos quieren

Aurelio Nuño Ex secretario de educación pública Un joven educado en el poder

Enrique Ochoa Reza Ex presidente nacional del pri El técnico para el tricolor

Enrique Peña Nieto Presidente de la República Auténtico

Alberto Pérez Dayán Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación El jurista que conoce todos los datos

Rafael Pérez Gay Escritor El cerebro de Gil Gamés

Alfredo Quiñones Hinojosa Migrante y neurocirujano Doctor Q, el médico de la esperanza

Marcos Ramírez Miguel Director General de Grupo Financiero Banorte El banquero que sueña con ser fotógrafo

Laura Restrepo Escritora La escritora armada

Federico Reyes Heroles Escritor El hijo del mito con personalidad propia

Rosario Robles Secretaria de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano La izquierdista de mil batallas

Ricardo Rocha Periodista y conductor Malo para los madrazos, bueno para las palabras

Vanessa Rubio Márquez Primera mujer subsecretaria de Hacienda y Crédito Público Una mente brillante

Claudia Ruiz Massieu Secretaria general del pri La estirpe y la genética del poder

Alberto Ruy Sánchez Escritor Escritor, editor y amante

Eduardo Sánchez Vocero de la Presidencia de la República Un padre militar, la bohemia y la comunicación

José Sarukhán Ex rector de la UNAM La ciencia, la ecología y el pasado armenio

Claudia Sheinbaum Candidata a Jefa de Gobierno de la cdmx La fiel a Andrés Manuel López Obrador

Héctor Suárez Actor El actor espiritual e inconforme

Jorge Valdano Futbolista, cronista deportivo y escritor El futbol como palabras e ideas

Josefina Vázquez Mota Economista y política mexicana Dios mío, hazme presidenta

Xavier Velasco Escritor El diablo guardián que nació del rock

Francisca Viveros Barradas Paquita la del Barrio Cantante “Me estás oyendo, inútil”

PrólogoFrancisco Martín Moreno

A nadie escapa la existencia de un gran número de autores sin obra. Seres humanos con una notable capacidad creativa, dueños de una inmensa erudición y de una gran sensibilidad e imaginación, sí, pero no producen, no proyectan, no componen ni revelan, ni proponen ni aportan. Son observadores lúcidos del acontecer político, científico, cultural, económico y social, en efecto, así es, pero su inexplicable silencio, las sorprendentes dimensiones de su talento, en poco o en nada mejoran las actuales condiciones del hombre ni su experiencia enriquece las diversas fuentes que conforman el conocimiento humano.

Bibiana sí nos deja un testimonio, un ejemplo, un camino. Bibiana nos llena de alternativas con sus luminosas entrevistas, nos plantea la vida de escritores, de políticos, de funcionarios, de presidentes, de titulares de partidos políticos, de cineastas, de líderes sindicales, de directivos de la banca pública y privada, de connotados ministros del poder judicial, de actores, de cantantes, de filántropos, de politólogos, de comentaristas de radio y televisión, de ecologistas y de activistas de diversos grupos sociales.

Su libro Muy personal con... constituye, sin duda alguna, un nítido retrato de diversos personajes de México y del mundo. Bibiana es una viajera incansable en busca siempre de la nota, de la sorpresa, de la revelación. Bibiana es una periodista aguda e informada, retrata a la persona, dibuja su perfil, narra su trato, describe su físico, su aspecto, su comportamiento, analiza su mirada, sopesa sus actitudes, bascula sus respuestas, pregunta y repregunta.

Las autodefiniciones son fuentes vivas para la historia, elementos que el día de mañana serán valiosos para el investigador y para el novelista. Bibiana apunta los detalles del despacho, de la residencia, del palacio, del estudio, del café o del parque, en donde cuestiona, hurga, interroga y examina con la lupa del acucioso inspector amante de la verdad. Todo es importante: las pinturas, las fotografías, las esculturas, los recuerdos, la manera de vestir, los árboles, las flores, la atmósfera en general, todo habla del hombre o de la mujer y Bibiana los delata, los describe, los etiqueta y los precisa. Recaba opiniones, consulta, puntualiza ángulos, acerca enfoques, enmarca posibilidades y alternativas útiles y aprovechables para el lector.

Las entrevistas de Bibiana son directas. Concede poco espacio de maniobra a sus interlocutores, va al grano, al corazón de las personas. Recoge inquietudes, enfoca la circunstancia, interroga. Analiza el pasado. Exige con elegancia una explicación del presente y mide a su interlocutor de nueva cuenta, a la hora de hacer un pronóstico respecto al futuro del arte, de las comunicaciones, de la política, de la cultura, relativas a la cosmogonía de las personas a las que entrevistó en su actual libro.

Bibiana entiende a la perfección el significado de la imagenología, pues si buscamos las raíces etimológicas de dicho término nos encontraremos con un sustantivo latino “imago”, cuyo significado es retrato y la palabra griega “logia”, equivalente al “estudio de”. Bibiana conoce y domina el conjunto de las técnicas y de los procedimientos para obtener radiografías perfectas de sus entrevistados, les retrata el “alma” sin que, en ocasiones, ni ellos mismos lo perciban. Bibiana cuenta con la notable habilidad para extraer lo mejor de las personas con las que se sienta de frente para descubrir qué justifica su existencia, qué las mueve en la vida, qué esperan de ella, cómo piensan influir en la sociedad, en el cambio inaplazable, en la construcción de un mejor futuro para todos.

Bibiana nos sumerge en un mundo mágico, en donde percibimos las verdades ocultas de las diversas personalidades presentes en su trabajo, de la misma forma en que una experta interpreta una radiografía contra una pantalla luminosa y conoce en detalle las inclinaciones y los deseos encubiertos de los entrevistados que ella consigna con exquisita maestría y humor en estas páginas intensas, profundas, emotivas y bien documentadas.

Sólo le pediría un único favor a Bibiana: A tus lectores ya nos urge la edición de un nuevo libro tuyo, “Muy personal ii”.

Héctor Aguilar CamínEscritorLa guerra de Galio y la memoria mitológica

Vamos a platicar de ti, de tu familia, de dónde vienes.

Mi mamá es cubana, hija de españoles, mis abuelos maternos eran asturianos. Tuvieron tres hijos: mi tía Luisa, que fue como mi segunda madre, nacida en Asturias; y mi madre y mi tío Raúl, nacidos en Cuba. Luego de 18 años de crianza en Cuba, vinieron a dar por azares del destino con su padre, que se había ido por segunda vez a hacer la médica. La primera, había ido a La Habana y después de la crisis del 29 en Cuba, tuvo que volver a salir. Anduvo dando tumbos hasta que encontró este pueblo pequeñito de ocho mil habitantes, en donde había mucha obra pública y a él, que era maestro de obras, le dieron un contrato. Construyó una casa privada y luego construyó aljibes. Entonces, decidió traerse a su familia a vivir a Chetumal.

¿Tu madre conoce allí a tu padre?

No, lo conoce en la Ciudad de México, en un lugar donde se reunía gente de Chetumal, que estudiaba o trabajaba aquí. Cuando mi madre llegó a Chetumal, mi padre estaba estudiando aquí y se conocen en una fiesta que hacen unos chetumalenses. Mi padre sabía quién era ella, la traía siempre en el radar, y un día que la vio pasar cuando iba para el baile, la siguió. Entonces, mi abuelo paterno, que era muy mujeriego, vio que estaba bailando con mi mamá y que la hacía reír, y le dijo: “he perdido las dudas que tenía sobre ti, si pudiste hacer bailar y reír a la cubana, vas a poder con cualquier cosa en la vida”.

El abuelo que trastocó la vida de tu padre.

Mi abuelo era un hombre de un extraordinario vigor y de un carácter increíble. Llegó a ser uno de los empresarios más fuertes de Chetumal. No es decir gran cosa, salvo porque en esos años llegó una especie de fiebre del oro, bajo la forma de fiebre de la madera, que entonces era muy demandada en el sur de Estados Unidos y en La Habana. Había un gran boom de construcción y mucha necesidad de maderas preciosas, de cedro, de caoba. Esa generación de mi abuelo es la que se rapó todas las maderas preciosas, milenarias, vírgenes que había en los maravillosos bosques centroamericanos y de la Península de Yucatán.

Hicieron muchísimo dinero.

En una temporada buena, un maderero podía levantarse un millón de dólares... era un negocio muy codiciado y muy difícil también: cuesta muy caro iniciarlo y es azaroso; cuando la temporada es buena deja mucho dinero pero, cuando es mala, se lleva todo lo invertido. Se cuenta en Quintana Roo que nadie hizo realmente una gran fortuna con la madera.

¿Tú ya habías nacido?

Nací en el 46, mis padres se casaron en el 44. Mi abuelo inicia su carrera como maderero a finales de los años cuarenta y la dificultad que tiene con mi padre es que, en un momento crítico de sus negocios madereros después del ciclón que destruye el pueblo de Chetumal, en el año 55, mi padre, a imitación del suyo, convertido en maderero también y con las buenas maneras que tenía, consiguió durante su primer viaje a Guatemala una concesión para una muy buena zona de explotación de madera.

Y eso no le gustó al abuelo.

Lo que pasa es que el abuelo le ofreció asociarse con él, le financió parte de la operación. De pronto, hubo una crisis en las finanzas, tanto de mi padre como de mi abuelo, y esa concesión maderera se volvió clave. Él, en lugar de seguirle prestando a mi papá, dejó de hacerlo y compró la concesión. Era muy duro con sus hijos y, al mismo tiempo, los mantuvo todo el tiempo bajo su férula, bajo la casa Aguilar, salvo a mi padre que se salió. Era una manera de disciplinarlo y de regresarlo. Pero las consecuencias que eso tuvo en mi papá fueron devastadoras: le quitó un gran negocio y lo destruyó moralmente.

Antes de llegar a este punto, ¿cómo fueron esos primeros años con tu padre y tu madre juntos?

Tengo una memoria doblemente mitológica de esa infancia en Chetumal. Mi recuerdo más intenso es el de una desgracia, que es justamente la noche del ciclón Janet, en septiembre del 55, que destruye el pueblo y mi casa con nosotros dentro. Mi padre no estaba, pero mi tía, mi mamá, la nana y mis hermanos, sí. Yo tenía nueve años, mi hermana tenía diez, éramos chiquitos, los adultos estaban encima de las mesas. Nos tenían cargados. El agua subió hasta que nos llegó al pecho a todos; ahí se detuvo y empezó a bajar; por 50 centímetros de agua no nos quedamos ahí.

¿Esperabas que tu padre se fuera?

No, esa es una cosa que resulta muy misteriosa cuando sucede. Uno percibe, naturalmente, que algo está roto en la familia. Mi padre se va de la casa en el 59 y esos años son muy malos para mi papá y para mi mamá; él viene con la quiebra psicológica y con la quiebra económica de Quintana Roo. Tiene deudas, está perseguido por la justicia, acusado de no haber pagado cosas…

Con la autoestima hasta el suelo.

No se atreve a ponerse de pie y a gritarle a su padre y a reclamarle el despojo, pero tampoco se pone a trabajar, anda buscando un negocio del tamaño del que perdió y obviamente no lo encuentra.

Eso va desgastando mucho su relación con mi madre y con la casa, y va volviéndolo un poco invisible. Llega un momento que ya no llega más que a dormir y finalmente se va.

Pasa muchísimo con estas figuras patriarcales tan fuertes que acaban, prácticamente, aplastando a los hijos. Tuviste otras figuras maternas, entre ellas, tu tía, la hermana de tu mamá.

Mi madre y mi tía tenían dos temperamentos muy distintos. Mi tía era una mujer muy dura, muy exigente; tenía una lengua de gitana, decía cosas que se cumplían, tenía, digamos, raptos de carácter muy intensos y fue la encarnación de la ley y de la figura de la autoridad. Y mi madre fue la mamá por excelencia: la que consentía, la que arropaba, la que atraía. Hicieron una muy buena pareja, la verdad, desde el punto de vista de la crianza de los hijos. No hace falta que tengas un papá físico o biológico, pero sí que tengas una figura de autoridad, que es la que te define.

Que eso también te lo dieron de alguna manera los jesuitas en todo el tiempo que estuviste en sus escuelas, ¿ya te imaginabas como el gran periodista, como el escritor, como el historiador?

No. Yo estudié en el Instituto Patria desde que llegamos en el 55 hasta el fin de la preparatoria. En la secundaria, cuando mi casa se derrumbó, yo traía una boruca que no entendía, pero que se reflejaba en mí. Andaba todo el tiempo con unos tics raros, sacudiendo la cabeza, había zumbidos, como si estuviera rodeado de insectos. Mi salvación en el colegio fue el basquetbol, jugaba desde la mañana hasta la noche. La pelota de basquetbol fue para mí el refugio. Una cosa tangible, redonda, exigente, que sustituía la inmensa boruca de la otra pelota caliente que tenía yo en la casa, que se estaba desmoronando. Todo ese mundo paradisiaco y feliz de la infancia estaba terminando en la Ciudad de México. Además, yo era un adolescente y traía la propia boruca de la adolescencia metida, incipientemente, en mi cuerpo y en mi cabeza.

¿Cuándo empiezas a escribir?

Muy tempranito y muy pretenciosamente. El Chetumal más intenso, más complejo y más atractivo que yo recuerdo es el de las historias que contaban mi madre y mi tía. Eran grandes contadoras de historias, grandes memorialistas de su propia vida y de la historia de lo que habían vivido en Cuba. La central era siempre, obviamente, la de la pérdida de la fortuna en mi casa.

Tu libro El resplandor de la madera es un poco tu historia, pero más novelada. Y en cambio Adiós a los padres es mucho más autobiográfica.

El resplandor de la madera es la historia ficcionalizada, novelada, de mi casa. Ese despojo de mi abuelo sobre la concesión maderera de mi padre. Adiós a los padres es la historia puntual, hasta donde la pude reconstruir, de lo que efectivamente sucedió. Es mi memoria familiar.

Es para cerrar cuentas... porque finalmente acabaste viendo a tu papá reconstruyendo la historia y escribiendo esta novela.

La mayor enseñanza que recibí de mi madre fue el no rotundo que me dio cuando, en el tercer año de la Universidad le dije que iba a dejar la escuela. Me dijo: “tú haces lo que quieras menos dejar la escuela, tú escogiste ir ahí”. Fue una enseñanza extraordinaria en el sentido de que uno no puede hacer en la vida siempre las cosas que le gustan.

Por eso los cierres son tan importantes para ti.

No hay nada peor que no cerrar algo. Hay que terminar las cosas que se empiezan, los libros que uno empieza a leer o a escribir. He tenido una gran suerte de haber podido ver el regreso de mi padre después de treinta y cinco años de ausencia, de ver el despliegue completo de su vida y de tener el tiempo, la capacidad, de escribirlo con el mayor rigor, en el momento que yo consideraba de mayor dominio de mis instrumentos como escritor. En ese sentido, es una historia terminada. Yo quise contarla desde que tenía quince años, y la pude escribir, cabal y plenamente, medio siglo después.

¿Descansaste cuando lo escribiste?

Descansar es una palabra leve, la verdad. Este libro me cambió el alma, la actitud, me dio una cosa fundamental en la vida, paciencia; me quitó la prisa.

Muchas veces tienes que hacer una gran catarsis, antes de poder llegar a la paz.

Son dos catarsis. Una, vivir las pérdidas: la de mi tía, la de mi madre, la de mi padre. Y una segunda es escribirlas y entenderlas, en el sentido de darles toda la densidad de significados. Cuando escribí este libro, lo que más me gustó y lo que más trabajo me costó fue restituir el sentido a cada momento.

Uno de tus libros que más me gusta es La guerra de Galio, obviamente porque me identifico como periodista. Esta historia del poder con el periodismo, la relación que había hace 30 años cuando se escribió, ¿cómo ves ahora, después de tantos años, esta relación del periodismo con el poder?

Entre el periodismo y el poder hay una competencia y hay unos vasos comunicantes que se espejean entre sí. Cuando oigas a un periodista decir que no le interesa el poder, duda tanto como cuando oigas a un empresario decir que no le interesa el dinero.

O a un político que tampoco le interesa el poder...

Un político dice que lo que le interesa es servir a los demás. En México ha cambiado mucho la prensa. Es mucho más libre, plural, rica…

En casos es mucho más irresponsable. Cualquiera puede escribir lo que quiera de lo que sea.

Más irresponsable y más impune también. La prensa mexicana, que ha hecho del privilegio del periodista de reservarse sus informantes una coartada para no dar nunca las fuentes en donde está fincada, es una prensa que acaba teniendo poca densidad, poca profundidad, poca credibilidad y al final, poca influencia. Una de las grandes deficiencias de la prensa mexicana es que no acabas de creerle lo que te cuenta porque nunca te dice de dónde vienen las cosas. El género por excelencia del periodismo mexicano es el columnismo, en el cual alguien, a título personal, obtiene información y la difunde. Hay dos tipos de columnistas, unos que dicen de dónde viene y hacen una tarea periodística, clásica y respetable; y otros que hacen las revelaciones más increíbles sin citar de dónde viene. Hay un director de periódico en México que hizo una carrera como director sin haber escrito nunca una línea como periodista. Hay un columnista, que tengo en la cabeza en este momento, que ha hecho una carrera divulgando cosas profundísimas y extrañísimas y muy comprometedoras del poder, sin haber citado una sola fuente. Esa libertad extrema acaba volviéndose una impunidad extrema.

También hay otros periodistas serios, columnistas serios, que tienen información que les dio alguien, pero no pueden revelar su fuente.

No creo en esto de que alguien tiene una información que no puede revelar; salvo cuando la vida de la fuente está cabalmente en peligro, lo demás me parecen coartadas mexicanas para no hacer el trabajo de decir realmente de qué se trata para que entendamos de dónde viene eso que puede o no ser cierto, de ese documento que puede o no ser verdadero. La prensa mexicana pasó de estar amordazada, a dar de gritos, pero muy poca de esa prensa hizo el trabajo de escribir con rigor, investigar con exactitud e informar. Ve cualquier periódico hoy y revisa la cantidad de noticias que son dichos.

Y se aprende a leer entre líneas cuál es la postura de cada medio.

Empezamos a leer entre líneas. Y esto qué quiere decir, que no me lo está diciendo todo y eso es una forma de quitarle credibilidad a lo que sí me está diciendo. Como antes, estamos ante la prensa y el poder en un juego de sombras.

¿No has pensado hacer una segunda Guerra de Galio, explicando noveladamente lo que está sucediendo ahora?

No sé si valdría la pena hacer algo así, pero no inventado, tomado de la realidad y documentado. Por ejemplo, tenemos muchos libros sobre el narco, debemos tener como 80 dignos de ser leídos, hechos por periodistas. De todos ellos hay muy pocos en donde tú puedes leer lo que están diciendo como un hecho y obtener el lugar exacto de donde viene esa información; padecen el mismo problema de la prensa, no acreditan sus fuentes y un periodismo sin fuentes es el principio de un género de ficción, yo no tengo nada contra eso, nada más que no me digan que es periodismo.

¿Por eso tampoco has querido hacer novelas, te has querido ir mucho más al periodismo con datos duros, con fuentes específicas?

Trato de hacerlo y trato, también se vale, de dar opiniones. Lo que no se vale es decir: les voy dar una información “que nadie sabe”, pero que sí sucedió, como si fuese un hecho: “así se escapó El Chapo y éstos lo ayudaron”, y no hay una fuente. Hay historias extraordinarias en la prensa sobre el mundo del narcotráfico en México, pero es difícil encontrar historias verdaderamente documentadas. Entonces, pasar de ahí a la novela me parece una ociosidad: no hay novela que pueda vencer a la realidad con la ficción. Lo que tendríamos es que restituir la realidad.

Hay un libro que narra la plática de dos narcotraficantes en privado.

Me interesaría muchísimo que me dijeran, esta grabación me la dio el agente de la dea, fulano, y ellos la hicieron en tal fecha. Me abrirían un mundo y lo primero que yo tendría que preguntarle al reportero es: y cuál es tu relación con la dea y qué más te dan y a cambio de qué te lo dan y tú eres parte o no eres parte de la dea, entonces empezaríamos a entrar en un mundo interesante. Hoy, como ayer, hay una relación, no sólo entre los periodistas y el poder, sino algo más importante, del público, de la sociedad, de la ciudadanía frente a los periodistas y frente al poder. Como público, no tenemos intermediarios confiables. En el gigantesco espacio de la prensa mexicana hay una prensa extraordinaria en la calidad de su opinión, pero no en la profundidad y rigor de sus reportajes. Nuestra prensa no nos ayuda a estar mejor informados y a ser más inteligentes, nos enseña a sospechar, a leer entre líneas.

Vamos de nuevo a la relación prensa-poder: detractores han dicho que fuiste el intelectual de cabecera del presidente Salinas; que eres el intelectual de cabecera del presidente Peña, ¿cómo ha sido esta relación a lo largo de tantos años con los distintos presidentes?

Quienes tendrían que explicar eso son los que lo dicen, yo no sé de dónde lo sacan. Con el presidente Peña Nieto no me he reunido una sola vez, pero, escribí un libro con Jorge Castañeda que después fue, en buena medida, la base de las reformas que puso en su propio libro, y que, por cierto, son las reformas que se han hecho, es verdad. Y es verdad, también, que en el 88 publiqué un libro que se llama Después del milagro, en donde estaban esbozados muchos de los cambios y muchas de las políticas que, durante su gobierno, Salinas llevó a la práctica. Tuve una relación personal, muy larga, muy intensa con Salinas, pero si alguien me dice que Salinas hizo algo porque yo se lo dije, lo único que me va a dar es risa. Salinas iba varios pasos adelante de mí en sus decisiones y, como todo político serio, consultaba las opiniones, pero decidía por sí mismo. Yo, lo más cerca que estuve de diseñar algo interesante para que un gobierno, el gobierno de Salinas, pudiera hacer algo, es lo que escribí en Después del milagro.

En el tema de las reformas has hecho dos declaraciones importantes. Una es, precisamente, la de los candidatos independientes y, luego, en esta Ley Electoral, has hablado de la segunda vuelta.

Eso está pendiente en la política mexicana, porque tenemos una democracia que no genera mayorías absolutas en el Congreso y, por tanto, genera gobiernos débiles, una y otra vez. La segunda vuelta sería una manera de que al presidente, por lo menos, se le eligiese siempre por mayoría absoluta, eso le podría dar una legitimidad mayor.

Lo vimos en Argentina.

Naturalmente, trae un conflicto adentro, porque un presidente con la mayoría absoluta y un Congreso fragmentado es una garantía segura de choques, pero sería una manera de fortalecer un poco el sistema presidencialista. Si no nos gusta el sistema presidencialista, pues cambiémonos a un parlamentario, pero, mientras tengamos uno presidencialista, hay que tratar de que lo sea con eficacia. Tenemos un presidente, desde el año 97, que tiene minoría en el Congreso. En el Congreso lo bloquean, lo bloquean y lo bloquean, no tiene capacidad de defenderse del Congreso, ¿qué hacen los presidentes que están así, como están en Brasil, como estuvieron mucho tiempo en Perú...? Normalmente, tratan de convencer, o mejor, de comprar al Congreso, y entonces, la relación se vuelve una relación subterránea y medio corrupta, por eso la segunda vuelta puede ser una forma de fortalecer la figura presidencial.

Y los candidatos independientes se imponen como un derecho constitucional, como un derecho humano. Un sistema de partidos no tiene por qué coartar el derecho constitucional de un ciudadano a votar y ser votado por sus conciudadanos. Salvo porque se ha quedado con este privilegio una red de partidos, de instituciones políticas, que no deja pasar y que no nos está entregando buenas cuentas, ni buenos gobiernos; nos está entregando espectáculos, a veces, de corrupción intolerables y está impidiendo que a través de sus filas aparezca lo mejor y más interesante de lo que podría ser el liderato mexicano, por tanto, hay que romper también eso.

¿Cuál ha sido el día más feliz en tu vida?

El día que nació mi hija Catalina.

¿El día más triste?

El día que murió mi mamá.

¿El amor de tu vida?

Ángeles Mastretta.

¿Qué te gusta comer?

Bueno, me gusta comer… para empezar, un whisky.

¿Para divertirte?

Para divertirme… conversar, leer, y ver series con Ángeles.

Completa esta frase, Héctor Aguilar Camín es…

Un escritor chetumalense, contra todos los pronósticos.

Pepe AguilarCantanteLos tatuajes del alma en el cuerpo

Todo cambia todo el tiempo. Que uno no se dé cuenta es otra cosa. Pero cuando los cambios se hacen con un propósito, a veces salen bien. Y el rodearme de gente tan capaz para este proyecto fue una gran decisión. El salirme un poquito de la zona de confort, para meterme a un lugar donde puedo crecer y aprender más.

Carlos AlmadaEmbajadorEl embajador de las mil batallas

Tú eres de Sinaloa, creciste y estudiaste la carrera ahí, ¿cómo fueron esos años?

Fueron años muy gratos, en provincia, muy tranquila, pequeña, agrícola. Mis recuerdos más entrañables son de cuando tenía cinco años y en el pueblo de Guasave caminaba de mi casa al kínder. El pueblo entero me cuidaba, me regalaban un veinte o un dulce. Recuerdo ahora el proverbio africano que dice: “para educar a un niño se necesita toda una aldea”, fui educado por una aldea y una familia entrañable.

A Lolita, tu mamá, todo el pueblo la conocía.

Todo el pueblo conocía a mi mamá y a mi papá.

¿Lolita, sigue allá o ya está en la Ciudad de México?

Tiene una casa allá, tiene 93 años, por su edad no puede viajar; pero no le duele nada; Lolita siempre fue muy alegre, querida, simpática, y bailadora como buena sinaloense, también guapa.

¿Y tu papá?

Era un ingeniero muy lector, y agricultor. Un apasionado por la educación, cuando lograba que un muchacho saliera de aquellos pueblos y viniera a estudiar al Politécnico, le conseguía una beca, era el hombre más feliz de la vida.

Estudias la primaria, la secundaria, incluso Administración de Empresas allá en tu tierra. ¿Qué tal eran esos años de estudiar en Sinaloa?

Soy egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa y eran años muy gratos, a mí me tocó todavía la Vieja Casona, en la que estaba la pequeña universidad entonces, no me tocó la Ciudad Universitaria, fueron años muy felices, pero también turbulentos, de agitación social, eran los años del 68 y posteriores a éste, esos ánimos revolucionarios los había también en la universidad, una gran radicalización.

¿Y es ahí donde te empieza a interesar la política?

Sí. Inicio en el Ayuntamiento de Culiacán trabajando con una persona que ya murió, el doctor Mariano Carlón, de quien guardo un recuerdo entrañable. Puedo decir que mis cariños más profundos, a pesar de que he viajado mucho por el mundo y he vivido en muchos lugares, están en mi infancia y en mi juventud en Sinaloa.

Y también es la cuna del narcotráfico.

El narcotráfico en Sinaloa empieza desde la Segunda Guerra Mundial, cuando los norteamericanos le piden al gobierno mexicano que, en el llamado Triángulo de Oro, entre Chihuahua, Sinaloa y Durango, que reúne condiciones óptimas, se produzca opio para producir morfina para los heridos de guerra. Así inicia históricamente el narcotráfico en Sinaloa. Cuando termina la guerra, los norteamericanos dijeron “ya no produzcan”, pero ya la gente se había acostumbrado.

Sin duda llegaste a convivir y a ver a muchos narcotraficantes, porque convivían con toda la sociedad.

Era algo relativamente normal en aquella época. No había los niveles de violencia que posteriormente se dieron. En alguna zona de Tierra Blanca, en Culiacán, sabíamos todos que esto ocurría, algunas familias lo hacían y era parte del paisaje en el que vivíamos. Afortunadamente no había episodios tan duros como los que hoy conocemos.

Terminas la carrera, eres un hombre, muy culto, preparado, llegas a la Ciudad de México y después te vas a París.

Llego a la Ciudad de México y prácticamente de inmediato me voy a París. Llego a trabajar primero, por cierto, con Dionisio Meade, padre de José Antonio Meade, cuando de pronto surge una convocatoria para ir a estudiar a Francia y de inmediato presento mi solicitud.

¿Qué estudiaste en Francia?

Administración Pública. Estudié allá más de tres años, primero en el Instituto Internacional de Administración Pública y después en La Sorbona, en la Universidad de Derecho. Fueron años felices, de educación y de pobreza. Decía Hemingway que “París es el único lugar del mundo donde se puede ser pobre y feliz a la vez”, yo digo que para eso hay que ser joven y hay que ser estudiante también.

¿Fue espectacular estar allá?

Fue espectacular, el mejor campus del mundo, la ciudad de París.

¿Y regresas a México a trabajar en la función pública?

Regreso a México para ser secretario ejecutivo del Instituto Nacional de Administración Pública, en 1979. Lo hago con mucho entusiasmo cuando había aquel Programa de Reforma Administrativa, en el que se creía profundamente. Ingreso a la vida académica, soy profesor y después me voy al Banco Obrero, luego al Estado de México, como secretario de Administración.

Te conocí cuando trabajaba en Estados Unidos para cbs y tú eras vocero del presidente Zedillo.

Conocía a tu familia, como he dejado testimonio de ello, y le tuve gran aprecio y, efectivamente, ahí nos conocimos. Fui vocero del presidente, dicen que el primer vocero o el primero que tuvo tal título de manera oficial, fueron años muy intensos.

Y debe haber sido muy difícil porque el presidente Zedillo odiaba las entrevistas y no le gustaba hablar ante los medios de comunicación.

La comunicación social siempre es difícil y es complicada la Presidencia de la República, pero es un gran honor. Siempre digo, que es probablemente el más grande honor de mi vida pública, pero no quisiera volver a ser vocero.

¿Cómo le decías al presidente Zedillo “tenemos que hablar de tal tema, tiene que hacer tal entrevista”?

Había forma de comunicarme con él, había disponibilidad. Hay diferentes temperamentos en los presidentes, creo que él fue respetuoso de los medios y de la libertad de expresión.

Platícame anécdotas de esta época.

Hubo muchas, recuerdo en particular el levantamiento del epr, por ejemplo. Fue un momento de gran tensión y también recuerdo la Reforma Política, la Constitucional, el gran propósito de fortalecer la vida democrática del país. Por supuesto que el 95 fue un año durísimo.

El año de la crisis económica terrible, sobre todo para poderlo comunicar porque la gente estaba furiosa.

Efectivamente, en particular el primer semestre de 1995 fue muy duro. A partir del segundo semestre de 1996, cuando la economía empezó a repuntar, también empezaron a repuntar los números del entonces presidente.

¿Cómo se vivía en el cuarto de guerra, sobre todo el tema de comunicación?

Se vivía con gran dificultad, fueron años muy complicados, el país vivió una caída del Producto Interno Bruto, si mi memoria no me falla, del ocho por ciento, una cosa espantosa, una inflación muy alta, elevación de impuestos, pérdida de empleos, intereses altísimos; afortunadamente se superó. Pienso que las reformas que se hicieron desde el sexenio del presidente Salinas, durante el de Zedillo que fueron continuadas muchas de ellas, nos han convertido en un país con gran capacidad exportadora, manufacturera. Dependíamos en un 80 por ciento del petróleo para nuestras exportaciones, hoy dependemos en un ocho por ciento, creo que hay cosas que son difíciles en México, pero también hay éxitos, hay claros, hay puntos brillantes y éste es uno de ellos.

Si a la fecha continuáramos dependiendo del petróleo de esa manera, ahora con el precio que tiene, sería una tragedia.

Habría sido una verdadera catástrofe. Mis amigos en Japón, y los empresarios con los que trato ven a México con una óptica de simpatía y mucha confianza de largo plazo.

Termina la administración del presidente Zedillo, hay alternancia en el gobierno, ¿qué pasa contigo?

Voy a trabajar al Instituto Nacional de Administración Pública, me dedico a la academia, a algunas cosas de carácter personal y finalmente trabajo durante siete años en Nuevo León, donde tuve años muy gratos. Monterrey es una gran ciudad, la cual vivió momentos muy difíciles en los que me tocó estar presente, asumir situaciones, diría yo, de elevado riesgo.

También fuiste embajador en Portugal,¿eso cuándo fue?

Fue al final de la Presidencia de Zedillo, tuve ese gran honor. Fui antes director general de un pequeño organismo internacional de Ciencias Administrativas, el inap del mundo, digamos, en Bruselas, en años anteriores, de 1988 a 1991. Es un puesto internacional de cierta relevancia, pero embajador de México solamente lo he sido dos veces.

Estuviste como subsecretario de Comunicaciones y Transportes en México, ya en el gobierno del presidente Enrique Peña.

Así es, dos años, un tema muy complejo, la logística es fundamental para el funcionamiento de la economía, transporte ferroviario, autotransporte, aviación, aeropuertos, control de tráfico aéreo. Dos años de intenso aprendizaje.

¿Por qué te designan embajador de México en Japón?

Entiendo que las consideraciones que se hicieron es que tenía ya una experiencia internacional, me gustan mucho los proyectos estratégicos, trabajar con los empresarios extranjeros y los mexicanos.

Hay una relación muy importante entre México y Japón.

Es una relación estratégica. Japón es uno de los socios más importantes de México, 930 empresas niponas funcionan u operan en nuestro país. Han invertido mucho en la industria eléctrica, electrónica, automotriz, y también en algunos sectores de energía. La inversión japonesa en el país es de 20 mil millones de dólares, les vendemos cada año cuatro mil millones de dólares, entre ellos, mil millones de productos agropecuarios. Son socios muy importantes, gente muy seria. Vienen pensando en México con confianza a largo plazo.

¿México qué exporta a Japón?

Fundamentalmente productos agropecuarios, también algunos camiones y componentes que ellos mismos procesan en México, y productos pesqueros. Poca gente sabe que nueve de cada diez aguacates que se consumen en Japón son mexicanos.

Sí, sin duda están introduciendo muchísimo dinero a México todos estos productos agrícolas que mandamos a países tan lejanos, ¿cuánto cuesta un aguacate, un melón en Japón?

Los melones pueden parecer prácticamente obras de arte o piezas de joyería, un melón puede costar 20 o 30 dólares, ¡un solo bello melón! Pero el tema obviamente está en la cantidad, en la calidad, es un mercado, el más grande del mundo en la importación de productos agropecuarios, del mundo desarrollado, pero también es muy exigente en los temas fitosanitarios y, por ejemplo, ahora tenemos una muy buena noticia: Japón considera que toda la república Mexicana está libre de fiebre aftosa del puerco, por lo que podremos elevar sustancialmente nuestras exportaciones de carne de puerco desde toda la República a Japón, en donde ya somos uno de los principales proveedores.

Te vas a Japón, una sociedad mucho más conservadora incluso que la mexicana, tienes una novia de la cual te enamoras perdidamente y te casas rapidísimo.

Me casé por esa razón. La gente se casa porque se enamora y afortunadamente elegí bien, me casé con Mara Madero, estamos muy contentos en Japón, compartimos una experiencia y una oportunidad maravillosa y trabajamos duro, no es turismo, no es socialité, es un esfuerzo muy serio por representar dignamente a nuestro país y por trabajar en todos los temas de la relación bilateral.

A Mara, ¿cómo la conoces?

Llegué a casa de mi hermana inocentemente a comer una pizza y salí prendado de una de las chicas, y resulta después que hay un café, después una copa y después todo lo demás.

¿Cómo fue haber llegado a Japón juntos, estos primeros meses? Porque me imagino que no hablas japonés.

Unas pocas palabras, el japonés es un idioma muy arduo. Han sido meses muy interesantes, es un gran país, en el que México es muy apreciado, muy valorado desde hace siglos.

Incluso el arte mexicano es muy valorado en Japón.

El arte mexicano es muy conocido, por ejemplo, el gobernador de Tokio empieza a ser un amigo personal porque a él le interesan Siqueiros, Tamayo, Toledo, Frida Kahlo, Sergio Hernández, y está atento a la pintura mexicana. A su majestad, la emperatriz de Japón, le interesa y le gusta mucho, asombrosamente, la pintura mexicana. Hay presencia nuestra en museos, nos quieren, nos respetan, los queremos, los respetamos.

Vamos a hablar de preguntas más personales, ¿qué te gusta leer?, ¿qué estás leyendo ahora?

Estoy leyendo en este momento una historia de Japón, que es el quinto o sexto libro que leo sobre este tema, he tratado de leer sobre historia de Japón desde perspectivas diferentes, una obra de un americano, de un francés, ahora estoy leyendo la de unos profesores australianos. Soy aficionado a la lectura y siempre estoy leyendo dos o tres cosas adicionales, también estoy leyendo a Kawabata, que es uno de los grandes escritores, premio Nobel japonés, una novela sobre la antigua ciudad de Kioto.

¿En música?

En música, para nosotros, Tokio es un paraíso. Nos gusta toda la música, la popular, la internacional, la clásica. En Tokio se presentan las mejores orquestas del mundo, las mejores óperas y por alguna razón, les gusta invitar a los embajadores y siempre estamos presentes, a cinco o siete minutos de la residencia de México, en la Suntory Hall, escuchando lo mejor del mundo. Es un prodigio.

¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?

El día que nació mi nieto Mateo, ahí sentí que mi esfuerzo por sacar adelante a mis hijos, todo el amor que les había dado, se prolongaba en una generación, que seguramente llegará, así lo espero, al siglo xxii.

¿El más triste?

El más triste es el inverso, es el día en que perdí a un hijo.

Completa esta frase, Carlos Almada es…

Un mexicano de clase media que pretende ser ilustrado y servir a su país.

Hiram AlmeidaSecretario de Seguridad Pública de la cdmxEl abogado y policía que quería ser boxeador

¿Qué me quita el sueño? Que no haya control en algunos temas de la delincuencia, que no alcancemos las metas como institución, pero en eso estamos trabajando, para que las cosas no me quiten el sueño y las metas sí las logremos, para que combatamos a la delincuencia.

Ricardo AnayaCandidato presidencialEl joven “maravilla”, que quiere ser presidente

Creciste en Querétaro, ¿cómo fueron esos años?

Nací en la Ciudad de México y muy chiquito me fui a vivir a Querétaro, me siento queretano, porque en esa entidad estudié la primaria, la secundaria, la prepa, estudié en la universidad pública del estado. Le debo todo a Querétaro y le tengo una enorme gratitud.

¿Tus abuelos y tu familia se quedan aquí en la Ciudad de México?

No, eventualmente ellos también se van a Querétaro, mis abuelos maternos, dos arquitectos ya retirados. Y mis abuelos paternos, ellos sí se quedan en la Ciudad de México.

¿Tu papá en qué trabajaba en Querétaro?

Es ingeniero químico, se dedicó a esto al inicio de su profesión, después incursionó en la industria del calzado; fabrica y vende, sobre todo, zapatos. Mi mamá es arquitecta, durante muchísimos años se dedicó fundamentalmente a construir y vender casas habitación. Curiosamente en mi familia nadie se dedicaba a la política, ni se imaginaban que alguien se iba a dedicar a esto.

¿De dónde surge tu interés por la política?, porque tampoco empiezas estudiando Ciencias Políticas, inicias estudiando Derecho.

Siempre tuve claro que a eso me quería dedicar. Cuando escogí ser abogado me estaba preparando para el servicio público. Siempre pensé que desde cualquier profesión se puede hacer el bien: el médico puede curar a los pacientes que lo van a ver, y el arquitecto puede construir casas para que la gente viva. Siempre he creído que el espacio desde el que se puede hacer muchísimo bien a los demás, donde realmente se le puede cambiar la vida a miles y millones de personas desde algunas responsabilidades, o dicho al revés, donde quien ejerce mal la profesión afecta y destruye la vida de miles y de millones, es desde la política.

¿A los cuántos años acabas la carrera?, porque a los 21 años ya eres diputado.

En realidad entré a los 18, siempre combiné el trabajo con la política y muchas cosas las hice siendo estudiante.

Antes de los 21 años, para llegar a ser diputado, ¿qué hiciste?

Cuando entro a la carrera, esto es a los 18 años, trabajo con quien fue el primer presidente municipal panista en Querétaro, Paco Garrido, yo era el director del Instituto Municipal de la Juventud. Muy temprano en las mañanas iba a la facultad y saliendo me iba a la oficina. Después, en el propio gobierno municipal, en la siguiente administración, fui director de Vinculación Social de Seguridad Pública, una responsabilidad que me marcó mucho porque era responsable de hacer todas las reuniones con los vecinos, de escuchar los problemas de seguridad que vivían, toda la instalación de los módulos con un modelo que teníamos en aquel entonces que se llamaba Policía de Barrio. Me permitió entender el problema de la seguridad, no en macro sino en el problema diario, lo que la gente vive y padece todos los días.

Después llegas a la Ciudad de México, haces una maestría en Derecho Fiscal, terminas también un doctorado en Ciencias Políticas en la unam. ¿Con mención honorífica? ¿Eras muy nerd o qué?

Sí, la verdad es que siempre he sido estudioso. Soy apasionado, me meto en las cosas y cuando me propongo algo, lo hago a fondo y lo hago en serio, entonces, sí fui medio nerd en mis épocas de estudiante.

Ahora te has propuesto a hacer ejercicio, vi unas fotos tuyas donde te sostienes con una mano haciendo yoga.

Me gusta mucho, creo que el yoga es una buena combinación porque es un balance de tres cosas. No hago yoga desde ninguna creencia sobrenatural, lo hago por el ejercicio de concentración que permite el tema de la respiración; por la elasticidad, la flexibilidad que es buena para el cuerpo; y la fuerza. Creo que es un ejercicio muy completo y sí, procuro practicarlo con la mayor frecuencia posible.

También es un tema de retos, “Me voy a concentrar para poderme parar de cabeza”, así eres en la vida real, “me voy a concentrar y quiero ser diputado, quiero acabar la carrera con mención honorífica”, eres muy tenaz. ¿Se tienen que hacer las cosas como tú quieres?

Estoy convencido de que en la vida un tema fundamental es, además de ser apasionado, ser muy perseverante, creo que hay que tener objetivos clarísimos y perseguirlos con toda fuerza. Si algo pudiera transmitirles a mis tres hijos sería eso, que escojan en absoluta libertad lo que les guste y lo hagan con muchísima pasión; que cuando empiecen las cosas las terminen y que hagan un esfuerzo serio por dar lo mejor de ellos mismos en lo que quieran y, es lo que intento en mi propia vida.

¿A los cuántos años te casaste con Carolina?

Me casé joven, a los 26, fuimos novios desde la prepa.

Es administradora.

Sí, estudió Administración de Empresas, trabajó mucho con su papá al principio, él se dedica al ámbito de los hoteles y restaurantes, y ahora ella se dedica ciento por ciento a la familia, a estar al pendiente de los hijos, a la casa, eso es a lo que se dedica de tiempo completo.

¿Le gusta la política?

Le apasiona ver lo que hago, pero en la casa no nos dedicamos a hablar de eso, hablamos de otros temas, la conversación central suelen ser los niños, eso te da un buen balance.

¿Llegas en la noche, y ya a punto de dormirse no te pregunta, si has pensado en el 2018?

Siempre me pregunta y le platico muchísimo de lo que hago, se involucra en términos de apoyo, pero me permite tener el balance de poder cambiar de tema, es una relación muy equilibrada la que tenemos.

¿A qué hora ves a tus hijos?

Esa es mi fascinación en la vida. Mi debilidad, en el buen sentido de la palabra, es mi familia, el espacio, el refugio, lo que más cuido. Yo, francamente, no creo en esta idea del político tradicional, de que hay que trabajar hasta altísimas horas de la noche, tener a la familia completamente descuidada y cada vez que dan un informe abrir pidiéndole perdón por todo el tiempo que le han quitado. Creo que hay que ser equilibrados y que la familia requiere tiempo, esfuerzo, que, si uno quiere ayudar al país, lo primero que tiene que hacer es formar bien a sus propios hijos para que sean buenos ciudadanos. De tal manera que, para mí, es una altísima prioridad, en términos de convicción. No disfruto nada más en la vida, si ahorita me dijeras “tienes un día libre, ¿qué quieres hacer con él?” estar con mi esposa y con mis tres hijitos.

¿En dónde?

Nos gustan muchísimo las actividades en el exterior, si ahorita tuviera que escoger algo, se me antojaría un paseo largo en bicicleta. Santiago y Mateo, aunque están chiquitos son buenos para la bici, tienen sus bicis de velocidades y toda la cosa; Carmen en mi bici tiene una sillita especial.

¿Quiénes han sido tus grandes maestros políticos?

Sin duda, el gran ejemplo para mi generación en el pan fue don Luis H. Álvarez, porque era un político muy bien formado y que toda su vida se mantuvo con una rectitud absoluta, es decir, murió a sus más de 90 años después de haber ocupado distintos cargos importantísimos. Fue presidente nacional del pan, fue alcalde en su municipio, fue candidato a presidente de la República, sin una sola acusación de corrupción, un hombre que jamás se enriqueció de manera ilícita, no tendría duda en decirte, don Luis, como el gran referente de a lo que yo aspiraría.

Pero eso es aspiracional, generacionalmente es muy distinto, por ejemplo, alguien con quien hayas trabajado.