Nubes de tormenta - Corazón amado - Allison Leigh - E-Book

Nubes de tormenta - Corazón amado E-Book

ALLISON LEIGH

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Beschreibung

Nubes de tormenta La tormenta estaba a punto de caer sobre Annie Hess... De hecho ya había comenzado con la llegada de su hija secreta, a la que años atrás había dejado al cuidado de su hermano y que ahora necesitaba respuestas. Pero las cosas no habían hecho más que empeorar con la aparición de Logan Drake. El hombre que la había rechazado en otro tiempo ahora pretendía llevarse a la muchacha. Ninguno de los dos esperaba que aquel reencuentro despertaría sus sentimientos del pasado. Lo que todavía no sabían era si las duras decisiones que habían tomado años atrás podrían ahora llevarlos hasta encontrar la felicidad. Corazón amado Tres hombres… ¿Y la mujer perfecta? Si a Micah Muldare le faltaba algo era tiempo. El atareado viudo no tenía horas suficientes para su exigente trabajo y sus dos pequeños hijos. Era evidente que en su vida no había lugar para el amor… hasta que Tracy Ryan llegó a ella. Tracy ya había sufrido una vez por amor, así que había desistido de la idea de encontrar al hombre de su vida y formar una familia, pero le estaba costando mucho trabajo resistirse al guapo Micah, y a sus adorables hijos. Tal vez hubiese llegado el momento de cambiar su manera de ver la vida y de arriesgarse para conseguir tener la familia que siempre había deseado.

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Seitenzahl: 382

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

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© 2025 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

N.º 482 - julio 2025

© 2003 Allison Lee Davidson

Nubes de tormenta

Título original: Hard Choices

© 2012 Marie Rydzynski-Ferrarella

Corazón amado

Título original: Once Upon a Matchmaker

Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2004 y 2012

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 979-13-7000-795-9

Prólogo

BASTA.

Ella se sintió aliviada al reconocer la ronca voz que había surgido de la oscuridad. Aprovechó la momentánea sorpresa de Drago para liberarse y alejarse de la esquina del cobertizo donde la había arrinconado.

Sin embargo, Drago reaccionó enseguida, la agarró del pelo y tiró hacia él. Ella gritó de dolor y se torció un tobillo al retroceder.

—He dicho que basta —repitió la voz.

Se encontraba atrapada entre dos sensaciones: el dolor que le causaba Drago al tirarle del cabello y el alivio al comprobar que su estupidez no iba a suponer, como había pensado, su fin. De su salvador sólo podía ver la punta de un zapato. Pero no necesitaba nada más para recobrar la valentía.

—Suéltame, Drago. Te he dicho que me dejes en paz.

El hombre se rió suavemente.

—Pero si teníamos un trato, pequeña. ¿O es que ya no lo recuerdas?

—Lo teníamos, pero lo he roto. Así que…

Drago volvió a tirarla del pelo, esa vez con más fuerza, y ella tropezó y perdió el equilibrio. Intentó poner las manos para frenar la caída, pero no lo consiguió y el golpe fue tan duro que los ojos se le llenaron de lágrimas. Cuando reaccionó, observó que Drago también estaba en el suelo, intentando levantarse.

El hombre que había golpeado a su agresor era muy alto, más incluso que su hermano, Will, que sobrepasaba el metro ochenta. La tenue luz de la lámpara le permitió observar el color de su cabello, negro como el ébano, y el tono moreno de su piel. Sin embargo, no era un moreno de hombre con dinero y tiempo libre, como el que cultivaba su padre para contrastar con las prendas blancas de jugar al tenis, sino de un hombre que podía tumbar a un matón de un puñetazo sin hacerse una sola arruga en el esmoquin que llevaba.

—No te muevas.

A pesar del sonido de las risas y de la música que llegaba del muelle, donde seguía la fiesta de la boda, su voz se podía oír con toda claridad.

Observó a Drago con miedo, pero él se mantuvo en el suelo y se limitó a mirarla a su vez con gesto de reproche, como si todo aquello fuera culpa suya. Annie Hess pensó que tal vez tuviera razón; últimamente las cosas no le habían salido muy bien y por si fuera poco en ese momento tendría que vérselas con el hombre que la había salvado y al que ya había reconocido: Logan Drake, el amigo de su hermano mayor.

—¿Te encuentras bien?

Annie pensó que aquella situación resultaba muy irónica. Llevaba dos días intentando llamar su atención, pero no había imaginado que lo conseguiría de un modo tan extraño.

—¿Te encuentras bien? —repitió.

Ella asintió.

—Ve a llamar a la policía. Ah, y dile a tu padre o a tu hermano que venga.

—No.

—¿Cómo? —preguntó, sorprendido.

Drago sonrió con satisfacción.

—No quiero estropear la boda a Will.

—Si no querías estropeársela, no deberías haber invitado a tu novio.

—No lo invité. Además, no es mi novio.

—Ya —dijo Logan, con desconfianza.

—Vamos, Annie, no le mientas —intervino Drago.

—Cierra la boca, Drago.

Annie intentó levantarse, pero el largo vestido ajustado que se había puesto no le facilitaba la labor. Logan suspiró con impaciencia, se acercó a ella y la levantó como si ella fuera una niña incapaz de caminar por sí misma.

Lo miró a la cara y casi se estremeció. Logan no sólo era amigo de su hermano, sino que también era su padrino. Lo había visto en infinidad de ocasiones y siempre se había sentido atraída por él. Era diferente a los demás. Más elegante, más peligroso.

—Márchate, Drago —dijo ella—. Si no lo haces, es posible que cambie de opinión y llame a la policía.

Hacía tiempo que Annie quería librarse de él. Le había dicho varias veces que la dejara en paz, que su relación había terminado, pero no hacía ningún caso. Incluso lo había amenazado con contárselo a su padre, el venerable juez George Hess, aunque sabía que la amenaza no podía ser más vana. Aquella misma noche, al ver a Drago en la fiesta, había intentado hablar con su padre; pero ni él ni la madre de Annie, Lucía, demostraron el menor interés por dejar de tomar champán con sus amigos y ayudarla.

Drago se levantó del suelo, se pasó una mano por su rubio cabello y sonrió.

—No vas a librarte de mí tan fácilmente. Tú y yo somos iguales.

—No somos iguales en nada.

—Annie, haz lo que te he dicho —insistió Logan.

Miró a los dos hombres y pensó que hablar con su padre sería inútil. En cuanto a Will, ya estaba bastante molesto con ella; siempre habían estado muy unidos, pero al haberse casado con Noelle, había iniciado una nueva vida y la problemática Annie no cabía en ella.

—Está bien, está bien… Ya me voy.

Ella se alejó, clavando los altos tacones de los zapatos en el suelo, aunque no le apetecía volver a la fiesta. Pero se dijo que la situación no era tan mala como podría haber sido; si hubiera aceptado la invitación de Noelle para ser una de las damas de honor, habría tenido que ponerse un vestido de color salmón como las demás.

Al oír que hablaban, Annie se volvió y los miró de nuevo.

—Será mejor que te mantengas alejado de ella — le advirtió Logan en ese instante.

Drago sonrió.

—¿Qué pasa? ¿Tú también quieres aprovecharte de una menor de edad?

Logan respondió dándole un fuerte puñetazo en la mandíbula. Drago retrocedió por el impacto, pero sorprendentemente, mantuvo el equilibrio y se alejó del lugar.

Como Logan parecía dispuesto a seguirlo, Annie decidió intervenir.

—Déjalo, es un idiota.

—¿Qué lo deje? ¿Para que vuelva a pegarte?

—No me ha pegado. En realidad…

Annie se detuvo un momento antes de terminar la frase. Aunque no había ido tan lejos, no sabía lo que podría haber sucedido si Logan no hubiera aparecido a tiempo. Pero hasta esa noche, Drago se había limitado a cumplir el trato: ella había conseguido que entrara en su instituto, para que él tuviera acceso como mecánico a los carísimos coches de sus compañeros, y él se comportaba en público como un novio socialmente inapropiado. En privado, en cambio, no le ponía las manos encima.

—Mira, te agradezco que aparecieras a tiempo. Pero hablaba en serio al decir que no quiero montar una escena en la fiesta.

—Qué curioso. No recuerdo que nunca te haya preocupado montar escenas. ¿Qué han hecho tus padres? ¿Es que te han amenazado con desheredarte si hoy ocurre algo malo?

—Mis padres me amenazan con eso todas las semanas —respondió ella—. En el fondo, creo que se sentirán decepcionados si al final del día no he hecho nada que los avergüence ante los invitados.

En realidad, Annie había sido sincera. No quería estropear la fiesta porque no quería que Will se enfadara aún más con ella.

—¿Y por eso no quieres pedirles ayuda?

—A decir verdad, ya lo he hecho.

Logan arqueó una ceja.

—¿Y qué dijeron?

Ella se encogió de hombros.

—Imagínatelo. Si hubieran hecho algo, Drago no habría estado aquí. Pero vuelve a la fiesta… Supongo que Will estará cortando la liga de su flamante esposa o algo así.

—¿Y tú? ¿No piensas volver?

—Las bodas no son lo mío. No es mi estilo.

—Oh, vamos, sólo tienes diecisiete años. Todavía no tienes ningún estilo propio.

Ella estuvo a punto de reírse.

—En primer lugar, sólo faltan unos meses para que cumpla los dieciocho. Y en segundo, me conoces lo suficiente como para saber que mi estilo es causar problemas.

—¿Eso lo piensas en serio? ¿O te limitas a repetir las palabras de tus padres?

La sonrisa de Annie flaqueó.

—¿Hay alguna diferencia?

—Por supuesto. Y si hay algo que no te gusta en tu vida, debes recordar que eres la única que puede cambiarlo.

—Mis padres dicen que no cambiaré nunca, que siempre seré igual.

Annie se sintió un poco mareada. Había bebido demasiado e intentó concentrar la mirada en la botella que yacía en el suelo.

—Qué lástima de champán. La botella se rompió cuando intenté golpear con ella a Drago.

—De todas formas, ya has bebido bastante por esta noche.

—¿Yo? ¿Beber yo? —se burló—. Pero si soy menor de edad…

—No hace falta que me lo recuerdes. Ya lo sé. Sin embargo, no deberías beber sola. Algo me dice que viniste al cobertizo para hacer precisamente eso.

—Eres muy perceptivo.

—O tú muy evidente —declaró él—. Deberían atarte.

Logan era un hombre impresionante y muy seguro, pero Annie no se sentía incómoda cuando estaba con él. Bien al contrario, le agradaban aquellos intercambios. Y además, lo deseaba.

—Vamos, Logan… Estoy segura de que bajo esa apariencia seria y estirada late un corazón apasionado.

Annie se aproximó a él con la evidente intención de tentarlo. Gracias a sus zapatos de tacón alto, casi le llegaba a la barbilla.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —preguntó él.

—Dándote las gracias de forma apropiada.

Annie se puso de puntillas y lo besó en la cara.

—Ya, bueno… De nada —dijo él, nervioso.

Sin embargo, Logan no se movió. Permaneció allí, como hechizado; y ya estaba inclinándose sobre ella, a punto de dejarse llevar y de besarla, cuando se apartó súbitamente.

—Maldita sea, Annie… Comprendo que pretendas llamar la atención de tus padres, pero no es necesario que me utilices a mí.

—Me deseas, Logan, lo sé.

—Crece de una vez —dijo él, irritado—. Sólo eres una niña guapa y mimada que no piensa en nadie salvo en sí misma.

Annie estaba acostumbrada a que le dijeran cosas similares y nunca se molestaba por ello; pero oírlo de su boca resultó bien diferente.

—Di lo que quieras, pero sé que deseas besarme, tocarme… Créeme, Logan, sé reconocer a los hombres que se interesan por mí.

—¿Eso es lo que haces en ese instituto para niños ricos al que vas? ¿Convencerte de que provocar una reacción física es lo mismo que despertar el interés de un hombre? Espero que no, porque mi hermana es compañera tuya…

En realidad, Annie no era precisamente una devoradora de hombres. Todavía no había hecho el amor con nadie, y por lo demás, su imagen agresiva e independiente era simple y pura fachada.

—No te preocupes por Sara; sigue siendo tan pura como la nieve —dijo, refiriéndose a la hermana de Logan, con quien compartía habitación—. Pero dentro de unos meses terminaré los estudios y podré marcharme de esa prisión… Entonces ya tendré dieciocho años, y tú, ¿cuántos? ¿Veintitrés, veinticuatro? Venga, Logan, ya casi soy mayor de edad. Sólo faltan unas semanas.

Logan entrecerró los ojos.

—¿Qué me estás proponiendo exactamente? ¿Que hagamos el amor en el cobertizo? Mira, eres amiga de mi hermana pequeña y no me importa lo que pienses de mí. Si quieres acostarte con alguien, ve a buscar a ese cretino de Drago; seguramente estará escondido entre los árboles. A mí no me interesa.

Logan se alejó entonces y Annie pensó que había acertado al decir que era una egoísta que sólo pensaba en sí misma.

Miró hacia el muelle, donde continuaba la fiesta, y una vez más se sintió agradecida. Logan la había salvado de una situación muy comprometida. Además, era el único que había advertido su ausencia, el único que se había preocupado por ella y el único que había decidido ir a buscarla.

Algo angustiada, se quitó los zapatos y desapareció en la noche, caminando por el césped. Sabía dónde habían guardado las cajas de champán, así que pensó que nadie echaría de menos una botella.

Capítulo 1

OYÓ claramente el sonido de un cristal roto.

Annie cerró los ojos e intentó tranquilizarse, pero no necesitaba tenerlos abiertos para saber que el ruido procedía de la parte posterior de la tienda; conocía cada centímetro de Island Botanica.

Abrió la puerta que separaba el almacén y su despacho de la zona de venta al público y echó un vistazo a su alrededor. Ramos de espliego, romero y amapolas decoraban la sala, y al fondo pudo ver a una adolescente junto a los restos de un florero.

—¿Te encuentras bien?

—Es el tercer florero que rompo —dijo Riley, a punto de llorar.

Annie se relajó al comprobar que no se había cortado.

—Bueno, son cosas que pasan cuando se tiene un suelo de cemento; todo se rompe cuando se cae. Sara y yo solíamos bromear con ello y decíamos que sería mucho más conveniente un suelo de espuma.

—Lo siento, Annie. Mi padre pagará los desperfectos.

Annie sintió una punzada en el corazón. Desde que Riley había aparecido en la puerta de la tienda, dos días antes, aquélla era la primera mención que hacía de sus padres. De hecho, había tenido que insistir en que llamara a Will y a Noelle para que supieran dónde se encontraba su hija.

—No seas tonta, no hace falta —dijo ella.

—Claro que sí. Papá siempre dice que Sara y tú apenas lográis sobrevivir con el negocio, y no quiero empeorar tu situación con este tipo de cosas.

—Un florero más o menos no cambia nada —comentó con ironía—. En serio, no pasa nada… ¿por qué no vas a descargar las cajas que ha traído el proveedor? Luego podríamos tomarnos un descanso y comer algo.

Annie limpió los restos del florero con una escoba y un recogedor y los tiró a la basura antes de añadir:

—Una de las ventajas de ser tu propia jefa es que puedes comer a la hora que quieras. Podríamos ir al local de Maisy. La comida es magnífica y tal vez podamos sentarnos afuera si deja de llover. Venga, descarga esas cajas y llámame cuando hayas terminado.

Más animada, Riley asintió y se dispuso a cumplir el encargo mientras Annie regresaba a la parte delantera.

Era una mañana bastante tranquila, como casi siempre entre semana. Island Botanica era una tienda de hierbas y flores y sólo funcionaba bien los fines de semana, cuando llegaban los turistas. Por fortuna, tenían bastantes clientes que hacían encargos por teléfono o correo electrónico. De lo contrario la opinión de Will se habría impuesto, dado que poseía parte del negocio, y el establecimiento que compartía con su amiga Sara Drake ya habría cerrado.

Comenzó a limpiar los estantes, corrigió la posición de algunos objetos y luego miró a la calle; se alegró al observar que la acera estaba seca, aunque el cielo, cubierto, amenazaba tormenta.

En la isla Turnabout lloviznaba con frecuencia, pero las nubes que cubrían la zona durante los últimos días no eran tan habituales; habían aparecido justo cuando llegó Riley, como queriendo compartir la turbación que sintió Annie al ver a su sobrina. Se había escapado de casa y había decidido ir con ella a la tienda, aunque todavía no sabía por qué.

Unos segundos después, sonó la campanilla de la puerta, una señal inequívoca de que había entrado un cliente. Y casi al mismo tiempo, Riley salió del almacén y dijo:

—Tía Annie, ya he terminado. Si quieres que…

Riley no terminó la frase.

—Magnífico, Riley. Espera un momento mientras termino lo que estoy haciendo y enseguida…

Annie también se detuvo en seco al ver al hombre que acababa de entrar. Se llevó tal sorpresa que a punto estuvo de tirarlo todo.

—¿Logan?

—Se lo advertí, les advertí que no vinieran a buscarme —intervino Riley, nerviosa—. Así que han decidido enviarte a ti… No soy tonta, ¿sabes? Sé quién eres porque te he visto muchas veces en las fotografías de la boda de mis padres.

Logan arqueó una ceja, como si no supiera a qué se refería.

—¿Logan? ¿Logan Drake? —preguntó a su vez Annie, sin poder creer que estuviera allí.

Habían pasado años desde la última vez que lo había visto. Había perdido el contacto con Will después de que se casara y lo único que había sabido de él era lo que le contaba Sara de vez en cuando.

—Hola, Annie. Ha pasado mucho tiempo —dijo, con una sonrisa.

—Sí, mucho tiempo.

Annie intentó mantener la calma, aunque aquellos ojos azules y aquellas largas pestañas apenas se lo permitieran.

—Tú eres amigo de mi padre —insistió Riley.

—¿Quién es tu padre?

La adolescente se cruzó de brazos con desconfianza y Annie decidió intervenir para aclarar la situación.

—Logan, te presento a mi sobrina, Riley.

—¿La hija de Will? —preguntó—. Sí, claro, se parece mucho a él… ¿Está en la isla?

—No. Noelle y él siguen viviendo en Washington —respondió Annie—. Riley, te presento a Logan Drake. Ciertamente, es un viejo amigo de tu padre, pero también es el hermano de Sara y estoy segura de que ha venido a verla a ella y al doctor Hugo, no a buscarte a ti. A fin de cuentas, es de Turnabout. ¿Verdad, Logan?

—Por supuesto. Crecí en la isla —respondió él, sin dejar de sonreír.

—Pero seguro que estabas deseando marcharte. Aquí no hay nada que hacer, aunque nos encontremos en California. Si en toda la isla no hay más que cinco coches… Es muy aburrida.

—Riley… —protestó su tía.

Sin embargo, Annie miró a Logan y sonrió. Riley tenía razón. La isla era muy pequeña, tanto que nadie necesitaba coches para ir de un lado a otro.

—Me temo que Sara se ha marchado a pasar unos días en San Diego —continuó Annie—. No me dijo que te esperara…

Logan la miró con aquella sonrisa permanentemente fija en sus labios. Por alguna razón, la ponía nerviosa.

—Porque no esperaba mi visita —observó él.

A Annie le extrañó un poco su puntualización. Había querido decir que estaba de visita para dejar claro que no tenía intención de quedarse, pero no era necesario en absoluto. A fin de cuentas había ido a ver a su hermana, no a ver a su socia. Aunque habían pasado dieciséis años desde su último encuentro, todavía recordaba que no tenía muy buena opinión de ella.

—Riley y yo estábamos a punto de salir para tomar algo en la taberna de Maisy. Si quieres venir con nosotras…

Logan la miró con gesto pensativo y Annie se preguntó qué diablos estaba haciendo. No tenía la costumbre de invitar a comer así como así a ningún hombre. Aunque fuera uno del que había estado total y locamente enamorada. Aunque fuese el hermano de su mejor amiga.

—Sin embargo, supongo que tendrás prisa por ir a ver a tu padre —continuó ella—. Vi al doctor Hugo esta mañana, cuando abrí la tienda. Su consulta está… Qué tontería, sabes de sobra dónde está.

—No, no hay prisa. Te acepto la invitación a comer.

El corazón de Annie se detuvo durante una milésima de segundo. Al parecer, su presencia seguía afectándola de igual modo.

—Excelente.

Riley suspiró, evidentemente molesta con la invitación a Logan, y Annie pensó que debía mejorar sus modales. Pero acto seguido se dijo que ella había sido aún peor a su edad y recordó las palabras que solía dedicarle su madre, Lucía, para condenar su supuestamente atroz comportamiento.

En realidad, la actitud de Riley no era atroz en absoluto. Simplemente era una adolescente con problemas que se había marchado de casa para ir a ver a una tía a la que apenas conocía. Debía encontrar la forma de convencerla para que volviera con sus padres, tan pronto como fuera posible, pero sin presionarla.

Entonces notó que los dos la estaban observando con atención y sonrió. Resultaba evidente que esperaban que dijera algo.

—Sí, claro, la comida… Esperad un momento.

Annie fue al almacén a recoger el bolso y las llaves del local y regresó en cuestión de segundos. Riley y Logan se miraban el uno al otro con incomodidad y pensó que tenerlos juntos en la misma mesa no iba a ser precisamente fácil.

Riley la miró con ironía, como si fuera perfectamente consciente de lo que estaba pensando, y Annie se estremeció. Por mucho que quisiera negarlo, no había duda alguna de que todavía lo deseaba.

Acababan de salir a la calle, cuando Riley aprovechó que Logan se había adelantado para comentar a su tía, en voz baja:

—No me importa de quién sea hermano. Te apuesto un millón de dólares a que lo ha enviado mi padre para que me lleve de vuelta a casa.

Annie alzó los ojos al cielo. Seguía totalmente cubierto y pensó que no habría sido extraño que un rayo cayera sobre ella en aquel instante; la presencia de su sobrina y de su antiguo amor ya había complicado bastante las cosas.

—No tienes un millón de dólares —le recordó—. Pero sí, es posible que haya venido por tu padre.

—Pues no pienso volver.

A pesar de que Annie había intentado tranquilizarla por la presencia de Logan, nunca había creído en las coincidencias. Resultaba muy extraño que apareciera en la isla en aquel momento, así que supuso que la hipótesis de Riley podía ser correcta.

Pensó que su sobrina volvería a casa por mucho que se empeñara en lo contrario y volvió a mirar al cielo. Acababa de oír un trueno y el ambiente se había cargado de electricidad.

—La tormenta está a punto de alcanzarnos —dijo Logan, que seguía unos metros más adelante.

Annie aceleró el paso hacia el establecimiento de Maisy Fielding. En lo relativo a ella, la tormenta ya había llegado.

Capítulo 2

SERÁ posible? ¿Me engañan los ojos o eres mi sobrino Logan Drake? —preguntó Maisy Fielding, con los brazos en jarras.

Logan sonrió. Maisy era ciertamente tía suya, aunque por los pelos; el marido de la mujer, ya fallecido, era primo de su madre. Pero en cualquier caso, le sorprendió que siguiera tal y como estaba la última vez que la había visto. Tenía los mismos rizos rojizos, llevaba la misma ropa de colores brillantes y seguía siendo una mujer algo exagerada y de fuerte carácter.

—Bueno, creo que eso es lo que dice mi carnet de conducir.

Maisy se rió, se acercó a él y lo abrazó.

—Por lo visto, no perdiste tu sentido del humor cuando te marchaste de Turnabout. Pero me asombra que te permitan tener carnet de conducir. Los árboles contra los que estrellaste tu coche aquel día han tardado diez años en recuperarse.

Logan y Riley se rieron.

—No esperaba que me fallaran los frenos, Maisy —se defendió—. Al menos lo estrellé contra los árboles y no contra tu local.

Maisy volvió a reírse y al hacerlo dejó bien claro que había olvidado el asunto. Ya habían pasado veintitrés años desde el día en que Logan, entonces un adolescente de dieciséis, perdió el control del vehículo que su padre le había prohibido que se comprara. Maisy se enfadó mucho y le obligó a pagar los daños con su trabajo, así que se pasó todo el verano pintando muebles y paredes, limpiando e incluso cuidando a la hija de su tía, Tessa; pero prefería cualquier cosa antes que cuidar de la niña.

Logan se sintió súbitamente culpable por no haber estado en la isla cuando Tessa falleció. Pero ni siquiera se había enterado; lo había sabido tiempo después gracias a un comentario de Sara en una carta.

—Pero bueno, entrad… Supongo que habréis venido a comer —dijo la dueña del establecimiento—. Me extraña que te hayas presentado así, de sopetón. Hugo no me dijo que estuviera esperando tu visita.

Logan se apartó de la entrada para dejar entrar antes a las mujeres, hizo caso omiso del comentario de Maisy y cambió de conversación.

—Veo que el negocio te va bien. Antes no dabas comidas, sólo desayunos…

—Ahora vienen muchos turistas a la isla y naturalmente tienen que comer —dijo, mientras los conducía a la terraza posterior—. En fin, sentaos donde queráis y disfrutad de la comida. Si empieza a llover, os buscaré un sitio dentro.

Maisy dio una palmadita a Logan en la espalda y volvió al interior del local.

—¿Dónde queréis que nos sentemos?

Como Riley no se dio por aludida y Annie se encogió de hombros, Logan decidió sentarse en el extremo más alejado de la terraza, lo más lejos posible del resto de los comensales. No quería correr el riesgo de encontrarse con más conocidos. Estaba en la isla para limpiar su conciencia, no para renovar viejas relaciones.

Acababan de sentarse cuando una joven camarera se acercó a la mesa, sirvió agua y les tomó nota. En cuanto se alejó, Logan echó un vistazo a su alrededor. Había una pareja de mediana edad, claramente turistas; otra más joven que parecía estar de luna de miel y una mujer sola que mostraba más interés por el resto de los comensales que por su comida.

Riley, mientras tanto, se estaba mirando las uñas con expresión despreocupada. En cuanto a Annie, permanecía en silencio.

Al verla allí, a su lado, recordó la fotografía que Will le había enseñado el día anterior; al contemplar la imagen se había dicho que se parecía notablemente a su hermano, pero en ese momento, cara a cara, pensó que tenían muchas diferencias.

Annie notó que la estaba observando y se cruzó de brazos. Logan pensó que era una típica reacción defensiva.

—Supongo que ya no necesito preguntarte si Sara y tú mantuvisteis el contacto cuando terminasteis los estudios en Bendlemaier…

Logan decidió hablar con Annie, pero era muy consciente de la reserva y la desconfianza de Riley. Will ya le había advertido al respecto.

—Yo no terminé mis estudios en Bendlemaier, pero efectivamente mantuvimos el contacto. Habíamos hablado muchas veces sobre la posibilidad de abrir una tienda y decidimos hacerlo cuando se presentó la oportunidad.

Al pensar en lo mucho que había cambiado Annie, Logan se preguntó si Sara también lo habría hecho. Estaba deseando ver a su hermana pequeña.

En los últimos años había hablado bastantes veces con ella por teléfono, pero no la había visto desde hacía una década y todavía recordaba su gesto de confusión y dolor cuando le dijo que no pensaba regresar a Turnabout. Se sentía culpable por ello y la llamaba siempre que podía o le enviaba dinero cuando lo necesitaba. Era una forma como otra cualquiera de aliviar su conciencia. Y durante mucho tiempo casi había conseguido convencerse de que funcionaba.

Sin embargo, no había regresado a la isla por su familia; de modo que volvió a observar a Annie. Llevaba un vestido de color caqui bajo el que se veía una camiseta blanca sin mangas. No llevaba más objeto que un reloj en la muñeca izquierda y habían desaparecido todos los brazaletes, los pendientes y los collares que solía ponerse en la adolescencia.

Will le había advertido que tendría que verla porque Riley estaba en su casa, pero Logan no esperaba sentirse atraído por ella.

—Antes llevabas el pelo más largo, ¿verdad?

Logan recordaba perfectamente aquella melena de color rubio platino, brillante y tan bella que volvía locos a los hombres.

—En efecto —respondió, ligeramente ruborizada—. En cambio, tú estás como siempre. Algo más viejo, claro, pero como todos.

—Tantos recuerdos del pasado me están produciendo ganas de vomitar —intervino Riley.

—Pues contén las ganas —dijo Logan—. No me gustaría que nos arruinaras la comida.

Riley lo miró con cara de pocos amigos y Logan sonrió. La joven le recordaba mucho a la Annie que había conocido.

—Oh, piérdete —protestó Riley.

Annie miró a su sobrina y acto seguido a Logan. Cuando sus miradas se encontraron, se ruborizó de nuevo y se humedeció los labios con la lengua para decir algo, pero la camarera regresó en aquel momento con la comida que habían pedido.

Logan se sorprendió. Nunca la había visto ruborizarse de aquel modo, aunque no se habían encontrado desde la fiesta de la boda de Will. Todavía recordaba lo mucho que se había enfadado con ella por su actitud provocativa, pero recordaba aún más lo mucho que se había enfadado consigo mismo. A fin de cuentas, la juventud de Annie excusaba sus acciones. En cambio, él no podía apelar a la falta de experiencia.

—¿Podrías pasarme el tomate? —preguntó Riley.

Logan se lo pasó.

—¿Te gustan las patatas fritas con tomate?

—Sí.

—A mí también.

Riley lo miró con desdén. Annie, mientras tanto, ya había empezado a dar buena cuenta de la ensalada que había pedido.

—¿Cómo es que no vives en Turnabout si naciste aquí? —preguntó Riley.

—Mi trabajo no me lo permite.

—¿En qué trabajas?

—Riley, eso no es asunto tuyo —intervino Annie.

—No, no me importa contestar —dijo Logan—. Soy espía.

—Sí, ya… —se burló Riley, sin creerlo.

—Está bien, está bien… —dijo Logan, con una sonrisa—. En realidad soy asesor.

Logan había sido sincero al afirmar que era espía, pero la gente no lo creía y prefería una mentira a la verdad.

—¿Asesor? ¿Qué tipo de asesor?

Logan notó que la chica sólo le estaba haciendo preguntas para evitar que la preguntara a ella o a su tía, y le pareció muy inteligente por su parte.

—¿Dónde has aprendido la técnica del interrogatorio? ¿Te la ha enseñado tu padre? Siempre pensé que si no hubiera estudiado Derecho, Will habría sido un excelente policía.

—Todavía no me has contestado… —dijo Riley, sin dejarse engañar.

Annie decidió intervenir y se sumó al peculiar turno de preguntas.

—¿Qué pasó con tu licenciatura en Derecho?

—Nada. Tengo el título guardado en un cajón, acumulando polvo.

En ese momento apareció una segunda camarera y los interrumpió.

—¿Queréis tomar algo más?

—No, gracias, Janie —respondió Annie.

La camarera se marchó enseguida.

—¿Quién es? Me resulta vagamente familiar — observó Logan.

—Es Janie Vega. Ayuda a Maisy cuando tiene muchos clientes, aunque en realidad es artista. Fabrica vidrieras de colores y tiene su propio estudio en la isla.

—¿Vega?

—Sí. La hermana de Sam Vega. Creo que lo conociste…

—Por supuesto. Estudiamos juntos en el colegio.

—Pues ahora es el sheriff.

Logan pareció sorprenderse.

—No puedo creerlo. De niños, no dejaba de repetir que quería marcharse de esta isla tan pronto como pudiera.

—Por lo visto, Sara no mintió al decir que sólo habláis de vez en cuando. De otro modo, habrías sabido que Sam es el sheriff.

—Perdonadme, pero me marcho de aquí —dijo Riley—. Me aburre vuestra conversación de los viejos tiempos.

—¿Y adónde vas a ir?

—No sé, a tu casa o a alguna otra parte.

Annie le dio las llaves a su sobrina, resignada.

—Toma. Ve a la tienda y quédate allí hasta que regrese.

—¿Me das las llaves? ¿Confías en mí? —preguntó Riley, sorprendida.

—Claro que confío en ti. No piensas irte a ninguna otra parte, ¿verdad?

—No.

Logan pensó que, en cualquier caso, a Riley no le resultaría fácil salir de la isla. Ya había hablado con Diego Montoya, dueño del único transbordador que hacía el trayecto entre el continente y la isla, y le había dicho que no dejaría que subiera a él. Además, los residentes de Turnabout mostraban un curioso desprecio hacia las cosas del mar y nadie poseía más embarcación que alguna barca.

Riley ya se había marchado cuando Annie dijo:

—Mi sobrina está en lo cierto. Will te ha enviado a buscarla. No sabía que siguieras en contacto con él.

—Nos encontramos por simple casualidad y me contó que Riley se había escapado.

Annie arqueó una ceja.

—¿Os encontrasteis por casualidad? Qué curioso. Y supongo que también es casualidad que tu trabajo de asesor te permita hacer viajes a pequeñas islas como ésta cuando quieres.

—Ahora estoy de vacaciones.

Logan sólo había dicho parte de la verdad. Efectivamente le había pedido a su jefe, Cole, que le diera unas vacaciones porque necesitaba un descanso. Pero la petición de ir a buscar a Riley no había partido de Will, sino del propio Cole. Al parecer, él y el hermano de Annie tenían negocios en común.

—Pues creo que habría sido más apropiado que viniera Will en persona.

—Tal vez. Pero tu hermano tiene miedo de que su presencia empuje a Riley a hacer algo aún más drástico que escaparse.

—Sí, bueno… amenazó con marcharse si venía a buscarla. Sin embargo, tendrá que volver a casa en algún momento.

—¿Te ha dado problemas?

—No, ninguno.

—¿Te ha contado por qué se escapó?

—No. No confía en mí.

Logan frunció el ceño.

—Eso no es verdad. Riley no se escapó de casa para marcharse a cualquier sitio. Vino a verte.

—Pero lo hizo por curiosidad. Supongo que quería ver cómo vive la oveja negra de la familia.

—Will y Noelle me han dicho que quieren enviarla a Bendlemaier.

—Es una institución muy buena.

—¿Muy buena? Pero si tú la odiabas… Decías que era una especie de prisión.

—Es un buen sitio. Riley es una chica brillante y aprenderá mucho allí —insistió ella.

—Claro, por eso lo abandonaste sin terminar los estudios. Me sorprende que tengas tan mala memoria… Hablas exactamente igual que tus padres.

—Ya sé que nunca te gusté mucho, Logan. Pero, ¿realmente me estás comparando con George y Lucía?

Logan la miró con impaciencia.

—¿Se puede saber qué te ha pasado, Annie?

—Nada. Simplemente he crecido —respondió—. ¿Y a ti? ¿Qué te ha pasado? Eres tú quien desapareció tras la boda de Will y Noelle.

—Pero no estamos hablando de mí.

—Ni de mí. Hablamos de Riley y de que has venido para llevártela porque Will no se ha atrevido a venir en persona.

—Sabes de sobra por qué. Noelle y él prefieren actuar con cautela.

—Lo comprendo, pero a Riley le gustaría que vinieran a buscarla, aunque diga lo contrario. Sólo intenta llamar la atención —comentó—. De hecho, me sorprende que Will te haya enviado a ti y no haya venido a salvar a su hija de mi terrible influencia.

—Dime una cosa, Annie… ¿Cuánto tiempo hace que no ves a tu hermano?

Annie se enderezó en el asiento.

—¿Eso importa?

Antes de que Logan pudiera contestar, apareció alguien que no esperaba. Su padre, Hugo Drake.

—Maisy me ha dicho que estabas aquí y he venido a verlo con mis propios ojos —dijo el hombre—. Supongo que en el infierno deben de estar construyendo muchos iglús, porque dijiste que no volverías a Turnabout hasta que el infierno se congelara.

Logan miró a su padre, un hombre al que había odiado durante tanto tiempo que no recordaba haber sentido nada distinto por él. Seguía siendo tan alto y fuerte como siempre, aunque su pelo había adquirido el color de las canas y sus ojos ya no brillaban del mismo modo. En cuanto a lo demás, seguía con la costumbre de llevar un puro en el bolsillo de la camisa.

Annie se levantó entonces y dejó unos cuantos billetes sobre la mesa, para pagar la comida.

—¿Te vas? —preguntó Logan, sin hacer caso a Hugo.

—Sí, voy a casa y luego iré a la tienda.

Logan se levantó de la silla, tomó los billetes y se los devolvió. Después, se apresuró a pagar de su propio bolsillo y a dejar una generosa propina para evitar que Annie tuviera ocasión de protestar.

—Déjame que te invite yo —dijo—. Te veré más tarde en la tienda.

Annie se marchó y Logan se preguntó qué habría pensado al ver a Hugo Drake. Sin embargo, no supo por qué le importaba lo que pudiera pensar al respecto.

Aquel hombre había convertido la vida de su esposa en un infierno; hasta el punto de que había decidido suicidarse con una sobredosis de pastillas antes que seguir casada con él.

Logan odiaba ser hijo de Hugo. Suponía que en los veinte años transcurridos desde su marcha habrían cambiado muchas cosas en Turnabout, pero nada que pudiera cambiar el pasado.

Estaba en Turnabout por una razón concreta: porque su jefe, el responsable de Hollins—Winword, se lo había ordenado. Y esa razón no incluía la obligación de comportarse como el hijo pródigo con Hugo Drake, el culpable de la muerte de su madre.

Capítulo 3

ANNIE se sintió sorprendida, aliviada y algo decepcionada cuando llegó a la tienda y vio que Logan no estaba allí. Pero no quiso pensar en ello; sabía que se encontraba en la isla con el único propósito de lograr que su sobrina volviera con sus padres y que no permanecería mucho tiempo.

Riley, en cambio, estaba sentada encima del mostrador, junto a la caja registradora, mascando chicle y observando sus botas mientras movía los pies.

—¿Ha venido algún cliente?

—No.

—¿Ha llamado alguien?

—Tampoco.

—¿Has visto a algún gorila vestido con un tutú rosa?

Riley levantó la mirada y sonrió.

—Sí.

Annie devolvió la sonrisa a su sobrina y decidió que aquélla era una buena ocasión para sacar el tema de su huida.

—Riley…

—No quiero hablar de ello —la interrumpió—. No pienso volver.

—Mira, no he querido presionarte con ese asunto; pero tal vez si le dieras una oportunidad a Bendlemaier…

—¿Una oportunidad? ¿Como tú se la diste? Oí cómo le decías a ese viejo que ni siquiera terminaste tus estudios allí.

—Se llama Logan, no es viejo, y yo aguanté tres años en Bendlemaier antes de marcharme. Pero no se trata de mí, sino de ti.

Riley negó con la cabeza, saltó del mostrador y se dirigió a uno de los estantes. Una vez allí, tomó uno de los objetos en venta y lo miró con curiosidad.

—¿Cómo es que no te has casado, tía Annie?

—No lo he hecho porque nadie me lo ha pedido.

—¿Es que crees que hay que esperar a que te lo pidan? Mi madre se lo pidió a mi padre, por ejemplo.

Annie no lo sabía, pero no le sorprendió en absoluto. Noelle siempre había sido una mujer independiente que no esperaba a que otros tomaran decisiones por ella.

—No, claro que no creo que haya que esperar. Pero en cualquier caso, no he conocido a la persona apropiada.

—¿Tienes novio o amante?

—No. ¿Y tú?

—Tampoco. Pero de todas formas, mis padres no dejarían que saliera con nadie. Temen que me acueste con alguien y me quede embarazada como una chica de mi instituto… Qué estúpida. ¿Es que no había oído hablar de la píldora ni de otros métodos anticonceptivos? —se preguntó en voz alta—. Pero volviendo a ti, tengo la impresión de que le gustas a Logan.

—Esta conversación empieza a incomodarme. Logan no está interesado en mí, y por otra parte, no se va a quedar en la isla.

—Pero no ha dejado de mirarte durante la comida…

Annie pensó que no la miraba porque se sintiera atraído por ella, sino porque estaba sorprendido y se preguntaba qué había pasado con la adolescente atrevida, independiente y original que había conocido.

—Riley…

—¿Fuisteis novios?

—No, no lo fuimos. Es amigo de tu padre, Riley.

Riley no hizo ningún comentario al respecto. Se limitó a inflar una pompa con el chicle y a reventarla en el interior de la boca.

—¿Qué te parece si hablo con tu padre e intento convencerlo para que no te envíen a Bendlemaier? —continuó Annie—. ¿Volverías entonces a casa? Ten en cuenta que estamos en mitad del curso académico y estás perdiendo muchas clases.

—Bueno, puedo ir a clase aquí.

—Eso no es lo que…

—Creo que esta tarde hemos pasado por delante de un instituto, ¿verdad?

—Sí, pero es para los chicos que viven en la isla..

—Vaya, ya veo que tú también quieres librarte de mí.

Annie suspiró, desesperada.

—Riley, nadie quiere librarse de ti, pero tu sitio está con tus padres. Sea cual sea el problema, seguro que se puede encontrar alguna solución.

—Mi padre dice que no has hablado con los abuelos desde hace más de diez años.

Annie pensó que Will y Noelle hablaban demasiado.

—Es verdad, pero tus padres no se parecen nada a George y Lucía. Por fortuna para ti, debo añadir.

—Puede ser. Pero si encontrar soluciones es tan fácil como dices, ¿por qué no has solucionado tu problema con ellos?

—Riley….

—No importa. Si quieres que me marche, me iré.

Riley salió de la tienda y su tía la siguió. Había empezado a llover y el aire se había cargado.

—Yo no he dicho que quiera que te marches.

—Pensé que yo te importaba… pero está visto que no le importo a nadie.

Riley hizo ademán de alejarse, pero Annie la agarró de los hombros y la detuvo.

—Le importas a todos, Riley. Tus padres estaban muy preocupados cuando hablé con ellos.

—Oh, sí… Por eso han venido a la isla —dijo con ironía.

Annie pensó que había acertado con ella. Aunque se hubiera escapado de casa, en el fondo esperaba que sus padres fueran a buscarla.

—Les has asustado, Riley, porque han creído tus amenazas. Pero no te equivoques al respecto: están deseando que vuelvas con ellos, que regreses a tu hogar.

Riley movió la cabeza en gesto negativo. La lluvia había oscurecido su cabello rubio, que ahora tenía pegado a la cara. Parecía increíblemente joven y vulnerable.

—¿Por qué? De todas formas, nunca están allí. Se pasan la vida trabajando.

La sobrina de Annie se alejó entonces.

—¿Adónde vas?

Riley siguió andando y ni siquiera se volvió.

—No irá lejos, tranquila. Además, Diego no saldría con el transbordador con un tiempo como éste.

—¿De dónde has salido? —preguntó sobresaltada, al oír la profunda voz de Logan.

Logan sonrió.

—Me detuve un momento en la oficina del sheriff para saludar a Sam y os he visto por la ventana.

—Tal vez debería ir a buscarla…

—Tal vez. Busca un paraguas y vuelve pronto. Sam me ha dicho que el tiempo va a empeorar.

Annie dudó.

—Venga, no te preocupes. Ve a buscarla y yo cerraré la tienda.

Veinte minutos más tarde, cuando Annie entró en su casa, estaba lloviendo a cántaros. Todavía no había encontrado a su sobrina, pero se sintió enormemente aliviada al oír que alguien estaba en la ducha.

Agotada, se apoyó en la pared para intentar tranquilizarse. Estaba temblando y no sólo porque se había empapado, sino porque el pasado parecía perseguirla.

Permaneció allí unos segundos y después se dirigió a la cocina, donde todavía estaba cuando Riley apareció. Entonces, le tendió una taza con un líquido humeante.

—¿Qué es? Espero que no sea uno de esos repugnantes tés de camomila que te preparas.

—Es chocolate caliente.

Riley no lo dudó. Se acercó y tomó la taza.

—Está muy bueno…

—No deberías sorprenderte.

—Ten en cuenta que el chocolate que prepara mi madre es asqueroso. Chocolate sin cafeína, sin grasa, sin cacao, sin nada.

Annie alzó la taza que se había preparado y sonrió. Noelle estaba obsesionada con su figura y alguna vez, estando de visita en su casa, Will se había quejado amargamente de la dieta que mantenían.

—Pues cuando era pequeño, a tu padre le encantaba. Era muy goloso.

—Sí, mi madre siempre dice que me parezco a él. De hecho, lo dice todo el tiempo.

—Will es una gran persona. Parecerte a él no es malo.

—¿Por qué no has tenido hijos? —preguntó la adolescente, de sopetón.

Annie tomó un poco más de chocolate y encendió la luz de la cocina. Empezaba a oscurecer.

—Hay gente que no ha nacido para ser padre. Pero por fortuna para la especie, Will y Noelle no pertenecen a mi grupo.

Riley se tomó el comentario de Annie como una referencia a las dificultades que daban los hijos y se marchó sin terminar el chocolate. Unos segundos después, oyó que entraba en su habitación dando un portazo.

Annie se maldijo por haber metido la pata y decidió salir al pequeño muelle. El mar, gris oscuro , resultaba amenazador; además, el cielo estaba completamente cubierto y la temperatura había bajado varios grados desde la mañana.

Quiso sentarse en una de las tumbonas, pero estaba mojada y antes tuvo que limpiarla con un paño. Ya se había acomodado cuando, de repente, apareció Logan.

—Tal vez deberías ir dentro. Hace frío —dijo.

—Entonces, ¿qué haces dando vueltas por los alrededores de mi casa?

Logan caminó hacia ella, con el pelo revuelto por el viento. Entre su oscura melena se veían algunas canas, y una vez más se fijó en el moreno de su piel.

—¿No sientes curiosidad, Annie?

—¿Curiosidad? ¿Por qué? ¿Por la fuga de mi sobrina? Sospecho que hay algo más que su negativa a estudiar en Bendlemaier. Noelle me dijo que es una chica muy difícil.

—¿Sólo sientes curiosidad por Riley? —preguntó, acercándose un poco más.

En ese momento, una ráfaga de viento arrastró un papel por la cercana playa. Aquel detalle bastó para que Annie fuera más consciente que nunca de la soledad en la que vivía. De hecho, los vecinos más cercanos se encontraban a dos kilómetros de la casa.