Pachungo, un combatiente del Che - Mario Luis López Isla - E-Book

Pachungo, un combatiente del Che E-Book

Mario Luis López Isla

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Beschreibung

Luego de una acuciosa investigación, Mario Luis López Isla cumplió relatos, reflexiones, comentarios, anécdotas e imágenes para contar, de manera cronológica, una hermosa historia de vida. Carlos Fernández Montes de Oca es su protagonista, llamado desde sus primeros días de nacido por Pachungo o Pacho, seudónimos con los que recorrió escenarios diferentes para ir dejando, como una estela de luz, profundas huellas internacionalistas, de amor, patriotismo y lealtad. A Cuba le entregó su inteligencia y valentía; a sus compañeros de estudio y de lucha, su ideal; y al comandante Guevara, una confianza y probidad infinitas manifiestas en los combates de la región central de la Isla, en su Columna No. 8 Ciro Redondo, en las tareas que al triunfo de la Revolución le asignara y más tarde, en la guerrilla boliviana donde, como él, también diseminó su sangre.

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Seitenzahl: 345

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Edición: Olivia Diago Izquierdo

Diseño de cubierta e interior: Liatmara Santiesteban García

Realización: Liatmara Santiesteban García

Corrección: Olivia Diago Izquierdo

Cuidado de la edición: Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz

© Mario Luis López Isla, 2019

© Sobre la presente edición:

Casa Editorial Verde Olivo, 2022

ISBN: 9789592244597

Todos los derechos reservados. Esta publicación

no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

en ningún soporte sin la autorización por escrito

de la editorial.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916. CP 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

Índice de contenido
Razones
Prefacio
Capítulo I
Isleña por los cuatro costados
Su familia paterna
Marta, la hermana de Pachungo
La familia materna
Marta, la hermana
Pachunguito
Entorno familiar
Marta, la hermana
Alfredo Martín Fadragas
Marta, la hermana
Francisco Miguel Fernández García, tío paterno
Alfredo Martín Fadragas
Fidel Castro Ruz
Nacimiento
Marta, la hermana
Juana Montes de Oca Benítez, la madre
Niñez y adolescencia
Douglas, Beby, el hermano
Ezequiel, el hermano
Marta, la hermana
Juana, la madre
Marta, la hermana
Joven estudiante
Maestro
Marta, la hermana
Nancy Rivas Cobo, Princesa
Rafael Lechuga Otero
Marta, la hermana
Jorge Ibarra Cuesta
Alberto Fernández, Betico
Marta, la hermana
Víctor Téllez
Octaviano Portuondo
Marta, la hermana
Jorge Ibarra Cuesta
Marta, la hermana
Alfredo Martín Fadragas
Marta, la hermana
Periodista en ciernes
Marta, la hermana
Iliana Llanes y Carmen Díaz
Rafael Lechuga Otero
Marta, la hermana
Iliana Llanes y Carmen Díaz
Exilio
Proyecto expedicionario de la Huasteca mexicana
Marta, la hermana
Jorge Ibarra Cuesta
Bernardo García Díaz
Enio Leyva Fuentes
Bernardo García Díaz
Enio Leyva Fuentes
Rodolfo León Álvarez, Macho
Manuel Santurio
Félix Hurtado Manso
Bernardo García Díaz
Alfredo Martín Fadragas
Bernardo García Díaz
Marta, la hermana
Enio Leyva Fuentes
Bernardo García Díaz
Jorge Ibarra Cuesta
Enio Leyva Fuentes
Oscar Asensio Duque de Heredia
Alfredo Martín Fadragas
Bernardo García Díaz
Oscar Asensio Duque de Heredia
Alfredo Martín Fadragas
Oscar Asensio Duque de Heredia
Gil Lino Suárez
Oscar Asensio Duque de Heredia
La malograda expedición de Campeche
Marta, la hermana
Bernardo García Díaz
Oscar Asensio Duque de Heredia
Alfredo Martín Fadragas
Félix Hurtado Manso
Oscar Asensio Duque de Heredia
Bernardo García Díaz
Félix Hurtado Manso
Bernardo García Díaz
Oscar Asensio Duque de Heredia
Gil Lino Suárez
Oscar Asensio Duque de Heredia
Félix Hurtado Manso
Bernardo García Díaz
Oscar Asensio Duque de Heredia
Félix Hurtado Manso
Oscar Asensio Duque de Heredia
Pedro García Lupiáñez
Gil Lino Suárez
Periódico Diario de Yucatán
Félix Hurtado Manso
Bernardo García Díaz
Oscar Asensio Duque de Heredia
Periódico Diario de Yucatán
Alfredo Martín Fadragas
Oscar Asensio Duque de Heredia
Bernardo García Díaz
Marta, la hermana
Léster Rodríguez
Capítulo II
El regreso
Orlando, el hermano mártir
Bernardo García Díaz
Marta, la hermana
Bernardo García Díaz
Alfredo Martín Fadragas
Marta, la hermana
Alfredo Martín Fadragas
Marta, la hermana
Alfredo Martín Fadragas
Marta, la hermana
Alfredo Martín Fadragas
Marta, la hermana
Nancy Rivas Cobo, la amiga
En el Escambray junto al Che
Léster Rodríguez
Ramiro García Medina
Marta, la hermana
Enrique Oltuski Asaki
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Marta Rodríguez del Pozo
Jesús Parra Barrero, Parrita
Bernardo García Díaz
Reynaldo González Rivera
Efraín Gotera Cruz
Miguel Ángel Manals
José Ramón Herrera Medina, el Policía
Miguel Ángel Manals
Arístides Corrales Cabrera, el Negro
Heriberto Zequeira Díaz
Víctor Bordón Machado
Hornedo Rodríguez Ruiz
Arminda Albert Hernández, la China
Leonardo Tamayo Núñez
Jesús Parra Barrero, Parrita
Marta, la hermana
Juan Alberto Castellanos Villamar
Orlando García Rodríguez
Jorge Ibarra Cuesta
Arístides Corrales Cabrera, el Negro
Bajando al llano
Casiano Olivera Carmona
Raquel Valdivia Cancio
Harry Villegas Tamayo
Casiano Olivera Carmona
Marta, la hermana
Jesús Parra Barrero, Parrita
Jorge Fontela López
Pedro Labrador Pino
José Ramón Herrera Medina, el Policía
Luis Alfonso Zayas Ochoa
Jorge Fontela López
Hugo del Río Guerra
Jorge Fontela López
Jorge Nicomedes Roque
Víctor Rodríguez Quesada
Jorge Fontela López
Batalla de Santa Clara
Ciudad capital de Las Villas
Ernesto Guevara de la Serna, Che
Juan Alberto Castellanos Villamar
Emilio Morales Rodríguez
Jorge Fontela López
Pedro Labrador Pino
Orlando García Rodríguez
Emilio Morales Rodríguez
Orlando García Rodríguez
Jorge Fontela López
Antonio Fonte Carbajo
Orlando García Rodríguez
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Pedro Labrador Pino
Orlando García Rodríguez
Rolando Suárez Alfonso, Guao
Orlando García Rodríguez
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Luis Alfonso Zayas Ochoa
Orlando García Rodríguez
Arístides Corrales Cabrera, el Negro
Orlando García Rodríguez
Enrique Acevedo González
Orlando García Rodríguez
Ernesto Guevara de la Serna, Che
Jorge Fontela López
Roberto A. Espinosa Puig
Ernesto Guevara de la Serna, Che
Jorge Ibarra Cuesta
Orlando García Rodríguez
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Luis Alfonso Zayas Ochoa
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Enrique Acevedo González
Orlando García Rodríguez
Jorge Fontela López
Enrique Acevedo González
Periódico clandestino Patria Órgano Oficial del Ejército Rebelde 26 de Julio en Las Villas
Jorge Fontela López
Orlando García Rodríguez
Marta, la hermana
Luis Alfonso Zayas Ochoa
Bernardo García Díaz
Tras el triunfo, al lado del Che
En La Habana
Jorge Fontela López
Antonio Fonte Carbajo
Marta, la hermana
Víctor Rodríguez Quesada, el Guajiro
Marta, la hermana
Berto Hurtado Manso
Jorge Fontela López
Marta, la hermana
Administrador y delegado del azúcar
Gerónimo Álvarez Batista
Ileana Llanes y Carmen Díaz
Jorge Fontela López
Ángel Arcos Bergnes
Marta, la hermana
Ángel Arcos Bergnes
Jorge Fontela López
Rafael Lechuga Otero
En Pinar del Río
Ángel Arcos Bergnes
Jorge Fontela López
Marta, la hermana
Jorge Fontela López
Orestes García Orea
Luis Alfonso Zayas Ochoa
Rafael Lechuga Otero
Orlando Borrego Díaz
Jorge Fontela López
Ileana Llanes y Carmen Díaz
Ramón Ortega Sánchez
Manuel Santurio
Rafael Lechuga Otero
Orlando Borrego Díaz
Jorge Fontela López
Rafael Lechuga Ortega
Orestes García Orea
Jorge Fontela López
José Ramón Silva Berroa
Jorge Fontela López
Orestes García Orea
Orlando Borrego Díaz
Jorge Fontela López
Capítulo III
De nuevo en La Habana
Director nacional de la Empresa de la Minería
Gil Lino Suárez
Ileana Llanes y Carmen Díaz
Alfredo Martín Fadragas
Ángel Arcos Bergnes
Jorge Fontela López
Ángel Arcos Bergnes
Teresa, la esposa
Ángel Arcos Bergnes
Gil Lino Suárez
Ileana Llanes y Carmen Díaz
Marta, la hermana
René Maztner
Marta, la hermana
Juan Nápoles Martín
Su boda
Marta, la hermana
Teresa, la esposa
Jorge Fontela López
Su pequeño Ernesto
Teresa Seco Mata, la esposa
Alberto Ernesto Fernández Seco, el hijo
Teresa Seco Mata, la esposa
Marta, la hermana
José Gómez Abad
Una vez más junto al Che
Checoslovaquia
José Gómez Abad
Teresa, la esposa
Gil Lino Suárez
Jesús Parra Barrero, Parrita
José Gómez Abad
Leonardo Tamayo Núñez
Alfredo Martín Fadragas
José Gómez Abad
Víctor Dreke Cruz
Alberto Ernesto, el hijo
José Gómez Abad
Marta, la hermana
Preparativos y viajes a Bolivia
Gerónimo Álvarez Batista
Alfredo Martín Fadraga
Alberto Ernesto
José Gómez Abad
Jorge Fontela López
Alfredo Martín Fadraga
Gerónimo Álvarez Batista
José Gómez Abad
Del diario de Pombo en Bolivia
Teresa, la esposa
Marta, la hermana
Nancy Rivas Cobo
Jorge Fontela López
José Gómez Abad
Teresa, la esposa
En la guerrilla boliviana
José Gómez Abad
Del diario de Eliseo Reyes Rodríguez, San Luis
Marta, la hermana
Del diario de campaña del Che
Del diario de Octavio de la Concepción de la Pedraja, Moro
José Gómez Abad
Alberto Ernesto, el hijo
Del diario de campaña del Che
De las cartas de Alberto a su esposa
Marta, la hermana
Del diario de campaña de Pachungo
Teresa, la esposa
Alberto Ernesto, el hijo
De las cartas de Alberto a su esposa
Del diario de campaña de Pachungo
Alberto Ernesto, el hijo
Adys Cupully Froilán González
Del diario de Harry Villegas Tamayo, Pombo
Del diario de campaña del Che
Del diario de campaña de Pachungo
Marta, la hermana
Del diario de campaña de Pachungo
Marta, la hermana
Del diario de campaña de Pachungo
Del diario de campaña del Che
Del diario de Harry Villegas Tamayo, Pombo
Leonardo Tamayo Núñez, Urbano
Del diario de campaña de Pachungo
Marta, la hermana
Leonardo Tamayo Núñez, Urbano
Del diario de campaña de Pachungo
Marta, la hermana
Del diario de campaña de Pachungo
Marta, la hermana
Del diario de campaña de Pachungo
Leonardo Tamayo Núñez, Urbano
Marta, la hermana
Adys Cupull Reyes
Del diario de campaña de Pachungo
Adys Cupully Froilán González
Marta, la hermana
Del diario de campaña de Pachungo
Del diario de Harry Villegas Tamayo, Pombo
Marta, la hermana
Elsa Blaquier Ascaño
Del diario de campaña de Pachungo
Adys Cupull y Froilán González
Del diario de campaña de Pachungo
Caída en combate
Froilán González y Adys Cupull
Guido Álvaro Peredo Leigue, Inti
Froilán González y Adys Cupull
Leonardo Tamayo Núñez, Urbano
Guido Álvaro Peredo Leigue, Inti
Del diario de Harry Villegas Tamayo, Pombo
Froilán González y Adys Cupull
Marta, la hermana
Adys Cupull y Froilán González
Leonardo Tamayo Núñez, Urbano
Alfredo Martín Fadragas
Froilán González y Adys Cupull
Mario Eduardo Huerta Lorenzetty
Adys Cupull y Froilán González
Marta, la hermana
La noticia
Teresa, la esposa
Jorge Fontela López
Félix Hurtado Manso
Luis Alfonso Zayas Ochoa
Gil Lino Suárez
Orestes García Orea
Juan Nápoles Martín
Berto Hurtado Manso
Víctor Dreke Cruz
Alberto Ernesto, el hijo
Sepultura secreta
Marta, la hermana
Froilán González García
Froilán González y Adys Cupull
Marta, la hermana
Froilán González y Adys Cupull
Alberto Ernesto, el hijo
Regreso de sus restos a Cuba
Alberto Ernesto, el hijo
Marta, la hermana
Fidel Castro Ruz
Marta, la hermana
Epílogo
Acerca del diario de Pachungo en Bolivia
Aparición y recuperación
Marta, la hermana
Alberto Ernesto, el hijo
Carlos Soria Galvarro
Marta, la hermana
Alberto Ernesto, el hijo
Marta, la hermana
Leonardo Tamayo Núñez
Alberto Ernesto, el hijo
Fuentes consultadas
Bibliográficas
Documental
Testimoniantes
Anexos
Anexo no. 1
Relación de combatientes del batallón del Tte. Alberto Fernández Montes de Oca (25 de diciembre de 1958)
Anexo no. 2
Acerca de la leyenda sobre la llamada Maldición del Che
Anexo no. 3
«Declaran Monumento Nacional al Complejo Escultórico Comandante Ernesto Che Guevara»
Testimonio gráfico
Datos de autor

A la memoria de

Alberto Fernández Montes de Oca, Pachungo;

y de su hermano Orlando, también mártir de la Revolución;

A todos los caídos en la guerrilla boliviana,

muy en especial, al Che.

Mis agradecimientos

A Marta, la hermana de Alberto, imprescindible para la elaboración de estas páginas.

Al hijo y esposa de Pachungo, Dr. Alberto Ernesto, y Teresa Seco Mata, por su constante apoyo.

A Jorge Fontela López, amigo de Alberto, por la cantidad de información que llevó a mi pluma. Lamentablemente, sin tiempo para ver concluida la obra.

A Orlando García Rodríguez, el guía de su pelotón durante la batalla de Santa Clara, quien también nos abandonó físicamente; perosus valiosos y pormenorizados recuerdos abundan en el libro; así como a su hija Xiomara, por su incondicionalidad.

A todos los entrevistados que brindaron sus apreciables Testimonios; a los autores de los libros consultados y a quienes ofrecieron de alguna manera su ayuda para este texto.

 

 

Razones

Cuando murió el comandante Ernesto Che Guevara en la guerrilla boliviana, en 1967, tenía yo casi doce años, por lo que solo conocí lo esencial de aquellos acontecimientos. Con el tiempo me fui interesando en el tema y, al estudiar en la universidad la especialidad de Historia, junto a otros alumnos que como yo admirábamos de manera profunda al comandante argentino-cubano, logré acceder a atrayentes informaciones desconocidas por mí hasta entonces.

En cuanto a Alberto Fernández Montes de Oca, Pacho o Pachungo, no puedo precisar el instante en que conocí de su existencia, lo asocio de manera inconsciente a las distintas noticias que oí o leí sobre el combate en la Quebrada del Yuro; sin embargo, sí recuerdo que siendo aún estudiante universitario en La Habana, alrededor del décimo aniversario del asesinato del Che, circuló entre nosotros un libro titulado Ñacahuasú,la guerrilla del Che en Bolivia, publicado en el extranjero, con fotos inéditas de su cadáver y escrito por José Luis Alcázar, un periodista boliviano que se mantenía al tanto de los hechos.

De esa lectura, tengo presente aún, cómo llamó extraordinariamente mi atención, la resistencia y la caída, por un ataque con granadas aquel 8 de octubre, de tres miembros de la guerrilla: los tres cubanos. Grabé para siempre —no sé por qué razón— solo uno de sus sobrenombres: Pachungo.

Muchos años después, fui conociendo a familiares y amigos, a través de los cuales supe detalles de su existencia, mi interéscreció y nació este libro. Permítaseme aclarar que, al escribir acerca de su paso por la vida, su muerte e impronta, no lo hago con la intención de que se aprecie como un repaso provocador de nostalgia y de lágrimas, sino para que constituya un recuento testimonial que, además de estimular anuencia, adhesión y admiración, sea una muestra de cómo este cubano transitó, de forma altruista, por el camino a la gloria.

Autor

Prefacio

El escritor, acompañado de su esposa, Ester Lidia Vázquez Seara, descendió del auto. Raudo sintió la brisa de una tarde de mayo. Corría 1997.

Mientras se acercaba a una enorme mansión de campo, sintió el obligado placer de detenerse ante la imponente y típica casona canaria de amplios portales corridos, con barandas, y atestados de plantas ornamentales de los más disímiles tipos y colores. Las anchas paredes exteriores, construidas con piedras, todas de origen volcánico, se encontraban perfectamente aprisionadas por macizas viguetas de alguna madera perdurable, imposible de identificar por su desconocimiento sobre el tema. Por su parte, el alto techo, inclinado a cuatro aguas y de tejas rojas, completaba un golpe de vista digno de una postal para promocionar el turismo rural, tan extendido en la isla canaria de La Palma.

Ambos visitantes subieron las escaleras de tablas, cuyo material cubría, igualmente, todo el piso bajo el cual se adivinaba un amplio sótano.

La amiga cubana, que laboraba en el hogar, los recibió a la altura del portal. Tras el afectuoso saludo, avanzaron hacia un enorme salón lleno de antigüedades, que incluían el mobiliario ideal para un museo. Los esperaba el anciano, antiguo emigrante a la Mayor de las Antillas, que deseaba, cual necesidad impostergable dada su avanzada edad, extraer de su interior recuerdos que, como torbellinos, revoloteaban en su pensamiento desde hacía mucho más de medio siglo.

Envuelto en una manta lo acogía su mullida butaca de siempre. Así y medio dormido quizás, Leoncio Felipe Fernández García, el propietario de la espaciosa mansión de El Llanito en el municipio de Breña Alta, les dio la bienvenida a los recién llegados.

Inició una conversación que, de manera admirable, el nonagenario anciano mantuvo por más de una hora. Solo el celoso horario de la merienda advirtió su traslado a otra habitación. Para entonces, de sus labios habían brotado innumerables anécdotas propias y familiares, relacionadas con su lejana Cuba, su segunda patria que tantos años lo amparó luego de atravesar el Atlántico. «Allá aún vive uno de mis hermanos y aquella tierra me guarda los restos de otro, porque el tercero regresó a La Palma», nos dijo Leoncio en un momento del divino intercambio. Los llamó por sus nombres en el mismo orden en que habló de ellos: Ezequiel, Miguel y Benito.

En Canarias había quedado su única hermana, Enriqueta, hasta que él decidió regresar; después Benito siguió sus pasos. Los cinco habían nacido allí, en la algo más de centenaria casona, erguida aún para ser testigo de este encuentro.

Llegó la hora de la despedida, y el matrimonio cubano se retiró del viejo caserón satisfecho de haber compartido con tan afable anciano lleno de historias y recuerdos de su país, pero sin imaginar siquiera que había conocido al tío de uno de los héroes de la guerrilla del Che en Bolivia —sobre quien escribiría este libro mucho tiempo después— y permanecido unas horas en la mismísima cuna de su padre, en la auténtica raíz paterna e isleña de un titán caído en la Quebrada del Yuro.1La vida depara sorpresas y esta visita fue una de ellas.

1 Varios escritores y en algunos países sudamericanos se le menciona también como Quebrada del Churo.

 

Capítulo I

Memoria

El pichón de isleño, recién llegado, miraba asombrado los extensos campos de aquella zona cubana, a la cual llamaban Vueltabajo; su pensamiento se concentraba en la extensión de tierra cultivable, la humedad y el aire puro, pero sobre todo, lo cautivaba el verdor, la energía, la vida que exteriorizaban todas las plantas, especialmente las de tabaco.

Nadie recuerda el nombre del dueño de aquella finca o del sitio, como le decían, pero la anécdota del abuelo todavía recorre la familia; aquel señor le hizo una seña y el joven acudió presuroso; su primera tarea como mozo en Cuba al parecer era sencilla: ordeñar una vaca. Simultáneamente a la orden pusieron en sus manos un pequeño banco de madera y un cubo.

Al rato regresó sudado, sucio y con hedor a orine; casi sin respirar le dijo al dueño:

—Señor, he intentado sentar la vaca en el banco para ordeñarla, pero la muy condenada se resiste. ¡Mire cómo me ha puesto!

Isleña por los cuatro costados

Su familia paterna

En el caso particular de la expedición de 1957-1958,1varios de ellos son cubanos de primera generación como Pedro Miret, hijo de catalán; Jesús Suárez Gayol, de padres asturianos; Tony Espino, también de padres asturianos; Vicente Alba, de padre catalán, y Alberto Fernández, hijo de canarios.

1 Hace referencia a una expedición revolucionaria que se preparó y se frustró en México entre 1957 y 1958, sobre la cual, más adelante, se ofrecerá abundante información. Al usar la palabra ellos, se refiere a los expedicionarios.

[García Díaz, 2008: 115]

Marta, la hermana de Pachungo

Mi abuelo don Gerónimo, en su juventud fue atraído por anécdotas y experiencias personales, las cuales pasaban de boca en boca, de un isleño a otro. Por esas historias supo que Cuba tenía tierras muy fértiles, rayando lo bendito; que a «fulano» se le había caído del bolsillo un grano de maíz y a su regreso encontró una espigada planta que crecía libremente... que existían agua abundante, ríos cristalinos y verdes campiñas... que el cielo y el mar eran muy azules, tanto, como solo se veían en los sueños...

Sin pensarlo mucho, en 1895 subió a un barco. Pisó tierra cubana por Vueltabajo, que es como decir Pinar del Río. Llegó a la zona de San Juan y Martínez donde se cultivaban buenas vegas de tabaco; trabajó duro y ganó unos centenes de oro, hasta irse con las fuerzas insurrectas cubanas que combatían contra el colonialismo español. De esta manera, también pudo contar sobre las luchas por la independencia de Cuba.

Terminada la guerra y con el dinero ahorrado, regresó a Canarias. Allí se casó. Mi familia era isleña por los cuatro costados. Todos por vía paterna vivían en Breña Alta, ahí mismo nacieron —frutos del matrimonio de mis abuelos Gerónimo y María García Santos— papá y otros cuatro hijos: Leoncio, Miguel, Benito y Enriqueta. A quien sería nuestro padre le pusieron por nombre Ezequiel. Así lo recoge su inscripción de nacimiento:

En el pueblo de Breña Alta, provincia de Canarias, a las tres de la tarde del día diez de abril de mil ochocientos noventa y ocho, ante Don Tomás Padrón Felipe, Juez municipal, y Don Pedro Mederos Díaz, Secretario, compareció Don Gerónimo Fernández Martín, natural de la Villa y término municipal de Los Llanos en esta provincia, de veintinueve años de edad, casado, de oficio del campo y vecino de este pueblo, domiciliado en el cuartel del Llanito, según consta personalmente [...] con el objeto de que se inscriba en el Registro Civil un niño, y al efecto como padre del mismo declaró:

Que dicho niño nació en la casa habitación del declarante en el día de ayer a la una de la tarde.

Que es hijo legítimo del declarante y de su mujer Doña María Gerónima García Santos, natural de este pueblo, de veinte ocho años de edad, dedicada a los quehaceres propios de su sexo y domiciliada en el del referido marido.

Que es nieto por vía paterna de Don Domingo Fernández González, natural de la expresada Villa de los Llanos, mayor de edad, casado, de oficio del campo y domiciliado en el de su naturaleza y de Doña Manuela Martín Álvarez, de igual naturaleza y domicilio, mayor de edad, dedicada a los quehaceres propios de su sexo y por línea materna de Don Pedro García González, natural de este pueblo, mayor de edad, casado, propietario y de este domicilio y de Doña BernardaSantos Fernández, de igual naturaleza, mayor de edad, dedicadaa los quehaceres propios de su sexo y domiciliada en el de su marido.

Y que al expresado niño se le pondría por nombre Ezequiel.

Todo lo cual presenciaron como testigos Don José Miguel de la Concepción Martín y Don Antonio González Guerra, naturales de este pueblo, mayores de edad, casados, de oficio del campo y de domicilio.

Leída íntegramente esta acta e invitadas las personas que deben suscribirla a que la leyesen por sí mismas, si así lo creyesen conveniente, se estampó en ellas el sello que usa el Juzgado municipal y la firman el Señor Juez y los testigos [...] y haciéndolo por el dicente que dijo no saber Don Manuel Martín, de este vecindario, de todo lo cual yo, el Secretario certifico,

[Aparecen varias firmas]2

2 Una copia de la inscripción de nacimiento se encuentra en el archivo personal del autor.

 

Papá llegó a Cuba el 6 de julio de 1915, con diecisiete años. Vino, como otros, huyéndole al servicio militar. En ese momento España sostenía una guerra en Marruecos, y de Canarias mandaban a losjóvenes como carne de cañón; de paso, traía la ilusión de hacer dinero.Cuentan que en aquella época en este país se ganaba mucho, aunque realmente necesidad no tenía tanta: su padre, Gerónimo Fernández y Martín, en La Palma, era propietario de tierras, disfrutaba de buena posición económica y se había ocupado de que sus hijos estudiaran. Aquí vivió una larga vida: amó, sufrió y tuvo satisfacciones como todo ser humano; falleció en La Habana el 18 de noviembre de 1980.

La casa natal de mi padre

Aún se conserva bastante bien la casona de Canarias. Aunque poseen bienes materiales y otras viviendas, esta es la habitada actualmente por la familia de mi tío Leoncio Felipe. Ya el falleció en febrero de 2005.

La planta inferior siempre les trae recuerdos a todos, ese espacio se usa como graneros, además de contar con un cuarto para los aperos de labranza. Se comunica con el piso principal de la vivienda a través de una escalera exterior por donde de chicos retozaban los hermanos.

Papá nos contaba cómo cargaban la tierra de un lugar a otro en grandes cestas para aumentar su fertilidad. Los niños ayudaban en esas labores, pero también se divertían muchísimo pisoteandola uva para extraer su jugo; luego venía el proceso de fermentación, con vistas a obtener el codiciado vino, un trabajo ya para los adultos.

Los abuelos se esforzaron mucho para que sus hijos estudiaran y se superaran para el futuro. Mi padre aprendió las cuatro reglas de aquellos tiempos en una escuelita. Según él mismo decía: «leer, escribir, aprender con el conocido método de «la letra con sangre entra» y los reglazos del maestro en las palmas de sus manos».

Allí conoció sobre los aborígenes y sus costumbres, especialmente acerca de la larga vara que utilizaban para cruzar de un risco a otro, con la cual ahorraban tiempo, pero también les servía como instrumento de defensa. Él sabía de cabras, pájaros, conejos, barrancos, pinos, gofio, papas, pescados, uvas, romerías y otras cosas originarias de su isla. La música le resultaba algo especial. A menudo se le escuchaba entonar:Folías, tristes folías,/ alma del pueblo canario/ voces de guanches que sueñan, /todavía en nuestros campos. Él amaba la historia de su isla natal con forma de corazón.

La familia materna

La familia Montes de Oca Benítez,con dos pequeños niños, viene desde Canarias a Cuba, otros nacerían aquí, entre ellos Juana Montes de Oca Benítez.

[Fadragas, 2008: 166]

Marta, la hermana

Nuestra familia materna también es isleña: mis abuelos, Antonio Montes de Oca Melo y Marta María Benítez de la Fe, de quien heredé su nombre, eran de Moya, al norte de Gran Canaria. Esa isla no se parece en nada a La Palma, su vegetación no es verde; y el clima, seco y soleado porque llueve poco. Numerosos barrancos dan al mar. Pese a todo posee muchos encantos. Tiene forma casi circular y es una de las dos islas más importantes —junto a Tenerife—, de toda Canarias. Su capital es la ciudad de Las Palmas.

Ya casados, mis abuelos emigraron a Cuba con sus dos hijos, José y Carmen. Llegaron en 1903, cuando iniciaba la República y gobernaba el primer presidente cubano Tomás Estrada Palma, había tomado posesión el 20 de mayo del año anterior. Como la pareja entró al país por el puerto de Santiago de Cuba, se asentaron en una finca llamada La Gloria, cerca de San Luis. Con el devenir de los años, el hogar quedó poblado con quince hijos, trece de ellos, cubanos. Una de estos era mi madre, Juana Montes de Oca Benítez, la cual vino al mundo el 12 de febrero de 1908 y murió en La Habana a los ochentaiséis años.

Mi abuela, a pesar de que no cursó estudios, sabía leer y escribir. Era una mujer seria, muy recta e inteligente. Pensando en el futuro hizo una foto casi completa de la familia, por suerte ha llegado hasta nosotros.

El abuelo era reconocido en la zona; sin faltar el respeto gustaba de hacer jaranas. Laboró duro desde su llegada a Cuba; comenzó lavando las telas con que colaban el guarapo de caña, las cuales eran enormes, más grandes que las sábanas; después fue cochero y finalmente colono. Llegó a poseer muchas tierras con ganado vacuno y caballar. Su familia no hubo de enfrentar necesidades, todos sus miembros fueron muy dados al trabajo.

Entre mis recuerdos de la casona siempre aparece el comedor, con su mesa larga rodeada de taburetes y aquellos en que la A (de Antonio) y la M (de Marta) identificaban el puesto del matrimonio. No olvido unas enormes tortas de gofio, leche, sal, huevo y azúcar, que se hacían para el desayuno. Quien comiera una sola de ellas y tomara un vaso de café con leche, trabajaba el día entero sin pensar en alimento alguno; también se comía el rico pan isleño, especialidad de mi abuela, lo elaboraba en un horno junto a una vieja mata de güira, que todavía existe. Esas cosas nunca se me han olvidado y supongo que Pachungo, de igual manera, las recordaba con cariño.

Memoria

—¡Qué niño más lindo! —dijo una de dos hermanas vecinas mientras delicadamente rozaba las mejillas del recién nacido.

—¡Está de comer! —exclamó la otra joven que osadamente lo tomó de los brazos de su madre y acurrucó contra su pecho—. ¡Mi Pachunguito lindo! —siguió diciendo mientras lo arrullaba intentando aplacar su repentino llanto.

—¡Es nuestro Pachunguito! Préstemelo doña Juana, para que le demos un paseíto —solicitó gozosa la primera en celebrar al pequeño.

Las dos jóvenes vecinas de la familia Fernández-Montes de Oca corrieron, entre risas, con el quinto hijo del matrimonio en brazos. Iban repitiendo el sobrenombre que tan espontáneamente se les ocurrió sin imaginar que así le dirían siempre. No se les ocurrió decirle Puchinguito, que era la manera más común de oír el apelativo. Lo cierto es que desde ese instante, solo para asuntos oficiales y referencias respetuosas lo llamaron Alberto. Luego, con el paso del tiempo y los cambios corporales de la adultez, sustituyeron el diminutivo por Pachungo, así lo llamaban hasta sus amigos de la Escuela Normal.

 

Pachunguito

Entorno familiar

El ambiente familiar de Alberto fue muy positivo, había a su alrededor mucha unión y cariño, aunque el padre era muy exigente.

[Martín Fadragas]

Marta, la hermana

Mi familia materna desde que llegó de Canarias se estableció en la provincia de Oriente, en una finca llamada La Gloria, ubicada entre Dos Caminos de San Luis y Santiago de Cuba; allí tenía sus propiedades un pariente, también de Moya en Gran Canaria, de apellido Almeida —medio hermano de mi abuelita materna María Benítez—, poseía muchas tierras que dedicaba al cultivo de la caña, y ayudaba a parientes y compatriotas que arribaban al lugar.

Mi padre, que había llegado procedente del centro de Cuba, de pueblos con gran presencia de canarios como Placetas, Cabaiguán y Guayos, era propietario de un comercio de víveres, precisamente en Dos Caminos. Una visita a la casa de la muchacha, advirtió que sería su futura esposa. El amor llamó a las puertas de ambos, y en ese lugar contrajeron nupcias el 7 de febrero de 1926, en plena dictadura de Gerardo Machado.

La boda fue suntuosa, dicen que papá iba muy elegante, con traje de pajarita1y mamá toda de encaje y velos. Obano, el cura que ofició la ceremonia, se trasladó desde San Luis hasta la finca.

1 Expresión metafórica que describe el saco por la cola que se extiende desde la espalda hasta descansar sobre los glúteos.

Casi todos nacimos en San Luis

Nosotros éramos seis hermanos: Orlando, el mayor, nació el 23 de enero de 1927; Ezequiel, el 1.o de mayo de 1928; yo, el 4 de julio de 1929; Douglas, a quien le decíamos Beby, el 25 de marzo de 1931; Alberto, ya saben que le decíamos Pachungo, el 28 de diciembre de 1935; y Elsa, la más pequeña, abrió sus ojos el 2 de noviembre de 1939. Casi todos nacimos en San Luis; las excepciones fueron Orlando —nacido en Dos Caminos— y Elsa es natural de Santiago.

Alfredo Martín Fadragas

Marta María de los Milagros, como aparece en su inscripción de nacimiento, ya tiene ochentaidós años; es la única de los seis hermanos que aún vive y posee una memoria asombrosa; ella es una especie de cronista de la familia.

Marta, la hermana

También vinieron para Cuba dos hermanos de papá, Benito y Miguel.Trabajaron en un montón de empleos en casi todo el país; la verdad es que anduvieron media isla «buscándose la vida». Benito se estableció en La Habana hasta su regreso a canarias, y los últimos días de Miguel transcurrieron, hasta hace poco, en el poblado de San Gerónimo, cerca de Florida en Camagüey.

Francisco Miguel Fernández García, tío paterno

Nací en Breña Alta, La Palma. Acá llegué en 1929 por Santiago de Cuba, y mis primeros vínculos de trabajo fueron en San Luis, en la antigua provincia de Oriente, en este lugar radicaba mi hermano Ezequiel, el cual tenía una tienda en esa época. Trabajéen ella como nueve meses, fui dependiente y luego comencé a independizarme,me trasladé a Cabaiguán y conocí a otros paisanos. En la zona me empleé en una casa, en el campo, donde había catorce isleños más. Ordeñaba vaquerías, chapeaba potreros, molía harina y fui partidario de tierra.

Un buen día regresé a San Luis, llegué a tener una tienda;pero después fui para Santiago, arrendé el teatro Victoria en el paseo Martí, tampoco me fue bien. Volví a Las Villas, esta vez a Guayos, y trabajé como mayoral —unos tres años— en fincas dedicadas al ganado.

En 1947 compré un camión: en tiempo de zafra azucarera me defendía con la caña y en tiempo muertohacíalo que apareciera. Mantuve el camión hasta 1977.Antes de que Fidel ganara la guerra compré dos caballerías y media de tierra. Con el tiempo me quedé atendiendo la finquita, hasta que el Gobierno Revolucionario me ofreció comprármela o darnos pensión vitalicia a mi esposa y a mí. Nos acogimos a la última opción. [GARCÍA, 1995:190]

Alfredo Martín Fadragas

Como se sabe, el pueblo cubano es un mosaico de nacionalidades, incluso aún existen en zonas orientales, como Yateras, descendientes de aborígenes; desde África también fueron traídos a la fuerza cientos de hombres y mujeres para esclavizarlos, los cuales han dejado extensa descendencia en nuestro país. Ellos, al igual que los chinos, algunos peninsulares de zonas muy pobres y los isleños, fueron generalmente personas humildes y sumamente trabajadoras y explotadas hasta la saciedad. Es una realidad reconocida por cubanos ilustres, como nuestro Héroe Nacional y el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, además de historiadores nacionales y extranjeros. Por eso, el origen canario de la familia Fernández Montes de Oca, en este caso de Pachungo y su hermano Orlando —mártir de la Revolución—, merece destacarse. Es la misma procedencia de grandes hombres y mujeres de nuestra historia; un rápido repaso por ella, nos hace pensar en José Martí Pérez, los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz, Faustino Pérez Hernández, Víctor Bordón, Alberto Delgado, Gerardo Hernández Nordelo entre muchos otros.

Fidel Castro Ruz

Cuando Cuba era colonia de España, y Canarias considerada parte de la metrópoli, nunca se les ocurrió a los cubanos incluir a los canarios entre sus dominadores.

El canario fue por excelencia el más humilde de los inmigrantes. Él no marchó a Cuba en plan de opresor o de explotador. Vino a trabajar y a luchar a nuestro lado, ayudó a forjar el país con su laboriosidad proverbial, sufrió con nosotros, combatió, creó una familia, y se dignificó también al fin, junto a todo el pueblo, en la patria libre y revolucionaria de hoy.

Es más, hizo un aporte al carácter del cubano.[Martín y Hernández, 1986: VIII-IX]

Nacimiento

Alberto Fernández Montes de Oca era oriental, del poblado de San Luis, cercano a la ciudad de Santiago de Cuba.

[Martín Fadragas]

Marta, la hermana

Mi hermano Pachungo, el quinto de nosotros, nació el 28 de diciembre de 1935 con mucha satisfacción por toda la familia. La casa No. 49 en las esquinas de Barceló y General la O, en San Luis, entonces provincia de Oriente, lo acogió desde el mismo momento en que su llanto inundó todo el espacio.

Juana Montes de Oca Benítez, la madre

El día que se le puso nombre nos encontrábamos en la finca de papá y un amigo de nosotros, de Santiago, que estaba allí, lo cargó y empezó a pasearlo a caballo por el patio. De pronto preguntó:

—¿Cómo se llama este niño?

—Sin nombre —le dijo mi hermana.

—¿Sin nombre? ¿Cómo que no tiene nombre? —sorprendido primero, pero eufórico después, exclamó—: ¡Se llamará Alberto! ¡Alberto como yo!

Esa es la historia del nombre de mi hijo. Increíblemente, por esa época se escuchaba una novela que se llamaba así, Sin Nombre.2

2 Información tomada de Llanes y Díaz, 2003, p. 11.

En virtud de la declaración del padre, esta es su inscripción de nacimiento:

Nombre (s) y apellidos:Alberto Fernández Montes de Oca

Lugar de nacimiento:San Luis

Municipio: ____________ Provincia:Oriente

Fecha de nacimiento:28 - 12 - 1935Sexo:Masculino

Nombre (s) y apellidos del padre:Ezequiel Fernández García

Natural de:Islas Canarias, España

Nombre(s) y apellidos de la madre: Juana Montes de Oca Benítez

Natural de:San Luis, Oriente

Abuelos paternos:Gerónimo y María

Abuelos maternos:Antonio y Marta

Inscripción practicada en virtud de:Declaración del padre

EL REGISTRADOR DEL ESTADO CIVIL DE:

San LuisSantiago de Cuba

MunicipioProvincia

Niñez y adolescencia

Era un niño lindo, gordito, en el barrio las muchachas lo cargaban mucho.Era bueno, tranquilo, todos lo querían.

[Llanes y Díaz, 2003: 11]

Douglas, Beby, el hermano

Como Alberto era el más pequeño fue centro de atención de nosotros. Apenas yo había cumplido los cuatro años y medio cuando una mañana me quedé mirando con curiosidad una criatura de pelo arrubiado que agitaba constantemente sus piernas y brazos, me acerqué y lo tomé en mis manos alzándolo hasta mi pecho como si fuera un juguete. Mi madre aparecióen medio de mi contentura, no sé si porque me puse nerviosoo porque de pronto no atinaba qué hacer con él, lo lancé como un muñeco, con tan buena suerte que cayó sobre un colchón. Se echó a llorar; mi madre se acercó, lo tomó en sus brazos y dirigiéndose a mí me dijo con voz dulce, pero firme: «¡Eso no debes hacerlo!», me acarició el pelo y se fue con él para la sala a darle su alimento. Así recordamos mamá y yo mi primer encuentro con Alberto. [Llanes y Díaz, 2003: 10]

Ezequiel, el hermano

Su primera herida no fue en combate, sino siendo muy pequeño y producida por mí. Ese día, como de costumbre, la vieja estaba ocupada en los quehaceres de la casa, y yo para ayudarla, intentaba entreteneral niño: animadamente lo mecía en un sillón; perode pronto empezó asentirse molesto y seguido se le oyó un llanto desesperado.Yo no sabía por qué; mamá tampoco hasta que pudimos percatarnos de que la hebilla de uno de los tirantes del pantalón mecánico que llevaba puesto, la tenía «clavada» en la parte izquierda del labio superior.Rápido se le hinchó y de qué manera. Ya adulto,nunca le salió el bigote en ese lado. [Información tomada deLlanes y Díaz, 2003: 10]

Marta, la hermana

Tenemos muchas anécdotas en conjunto. Desde pequeños fuimos muy unidos. Por el año 1936, papá se enfermó muy grave, tenía bronconeumonía, y mi abuelita nos llevó para su finca, a media hora de camino, para que mamá se pudiera dedicar solo a él.

Nuestras tías, jóvenes y aún solteras, nos cuidaban; pero Pachunguito extrañaba mucho,sobre todo la primera noche,lloróy gritótanto que ninguna de ellas podía calmarlo. Yo tendría solo unos siete años, perolo cargué y empecé a darle balance; milagrosamente terminó la «perreta». En aquel instante me sentí madre, lo apreté contra mi pecho con todas las fuerzas, pero con mucho cariño, y así sucedió cada noche. ¡Hay que imaginarse cómo éramos, que en esos días lo enseñé a caminar, con la ayuda de mi hermano Douglas!

Aprincipios de 1937, tenía más o menos un año, nos fuimos para Santiago de Cuba. Vivimos en Cuevitas, en la calle Santa Rosa, nos quedaba por un lateral la Carretera Central.

Mis cuatro hermanos tenían edades cercanas —el mayor, Orlando, le llevaba ocho años a Pachungo, que era el más chiquito. Yo ayudaba a mi mamá en el cuidado de los más chicos, porqueElsa nació después de Pachungo. A veces me hacía cargo de los dos. Uno de esos días más complicados para mí, perdí de vista a mi hermano; lo busqué a mi alrededor y no lo veía, tampoco estaba dentro de la casa. Corrí como loca a la puerta y lo descubrí subiendo una lomita, iba desnudo, casi llegando a la carretera, peligrosísima por el exceso de tráfico. Sin decir ni una palabra, eché a correr a lo que daban mis pies. Lo agarré en el mismísimo borde.

Frente por frente a la casa nuestra había una escuela pública. Eso propició que desde muy pequeño mi mamá lo matriculara en el kinder garten. En esa época no se tenía en cuenta la edad.

Era un chiquillo muy educado, disciplinado; le atraía la compañía de los demás niños y la música, porque aquella maestra tocaba el piano; pero no había manera de que Pachunguito aprendiera a marcar los pasos en el baile. Nos reíamos de lo lindo cuando intentaba moverse con un caballito de palo, al compás de la canción que dicearre caballito, arre sin cesar; nunca cogió el ritmo como los demás, solo lograba trotar. Era «gallego» para eso.

Anteriormente había estado enfermo con gastroenteritis, estuvo tan grave que todos lo creyeronmuertecito, no se contaba con él. Una vecina hasta le encendió una vela, porque antes era así y,como morirse un niño resultabatan corriente... Yo también estuve grave y me contaron que igual me prendieron una velita, porque me iba... A Albertoese día lo bautizaron de corre corre para que no muriera sin la ceremonia, pero después revivió y le hicieron otro bautizo como Dios manda. De aquella enfermedad por la que estuvo muy malito, no quedó ni rastro. Creció robusto,a simple observación, inteligente pero también demasiado inquieto.

Un mediodía, al bajarme de la guagua de regreso de la escuela, una vecina muy alarmada me grita: «¡Oye, corre que a tu hermano lo llevaron para el hospital!». Yo no sabía a cuál de los cuatro se refería. Corrí desesperadamente. Se trataba de Pachungo: se había subido, gateando, a un poste de la luz y con las astillas de la madera, producto de los pinchos que usan los electricistas en su trabajo, se había destrozado los testículos. Afortunadamente solo fue la piel, no obstante necesitó siete puntos de sutura, un reposo prolongado para su inquieta edad y, además, soportar el choteo de los hermanos. Finalmente rebasó aquello. Parece que eso de los testículos lo perseguía, porque en Bolivia recibió un tiro, también en esa parte viril del cuerpo. Él llegó a pensar que había perdido la hombría para siempre.

Mi hermano siempre fue muy intranquilo. De una cosa salía para otra: le gustaba mucho jugar a la pelota, al baloncesto, también le encantaba correr a caballo, bañarse en el río. Sin duda, tanta actividad lo fue fortaleciendo.

Juana, la madre

Le gustaba montar a caballo, correr, nadar en los ríos, jugar a la pelota, montar bicicleta, todo esto le fue dando un cuerpo sano y fuerte. Era común verlo encaramado en los palos, árboles y en las barras de las puertas, era muy ágil [...] Como niño al fin era travieso y en una oportunidad se me escapó para la playa Los Coquitos y mi hija Marta lo protegió para evitarle el castigo. [Llanes y Díaz, 2003: 11]

Marta, la hermana