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Blue Sumner tenía todo lo que se podía comprar con dinero. Pero, para llegar hasta donde él se había propuesto, le faltaba conseguir una mujer, hijos y la respetabilidad que sus orígenes le habían negado. Allison Lancaster era su pasaporte hacia un mundo de poder y privilegio socialmente aceptable. La hija de un banquero. ¡Ella sería la esposa perfecta! Allison había dicho en numerosas ocasiones que solo se casaría por amor, pero su familia tenía otras ideas al respecto. Ellos necesitaban el dinero de Blue tanto como él codiciaba su condición social. La boda fue concertada, y solo cuando Blue besó a su novia, Allison comprendió que sentía por él una atracción vertiginosa. Pero ¿sería amor?
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Seitenzahl: 202
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 1998 Susan Fox
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Pasaporte al amor, n.º 1394 - diciembre 2021
Título original: An Arranged Marriage
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1105-189-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
A BLUE Sumner nunca le habían dado nada. La muerte de su madre cuando él sólo contaba cuatro años, le privó de la especial dedicación procedente del tierno corazón y manos de una buena madre. Rápidamente aprendió a no esperar de la vida ni amor ni magia, ni nada que no fuera lo necesario para mantener unidos cuerpo y alma. Al ser hijo de un vaquero vagabundo que había pasado más tiempo borracho y sin trabajo que sobrio y con empleo, Blue había crecido a merced de extraños que o bien le compadecían o le despreciaban.
La necesidad de conseguir algo, de matarse a trabajar si era necesario para tener una buena vida y un hogar, se apoderó de él antes de que terminara el colegio. Cuando cumplió los catorce años, había llegado a estar tan obsesionado con esa idea que abandonó el colegio, mintió sobre su edad y se fue a trabajar a uno de los mayores ranchos del país. Después, se puso a estudiar en su tiempo libre y obtuvo el título de educación secundaria casi a la vez que sus antiguos compañeros de colegio estaban en su primer año de universidad.
La falta de estudios le resultó insignificante, ya que siempre se había enfrentado al ridículo diario por la mala calidad de su ropa y su ignorancia social. Su infancia había quedado destrozada por ser el hijo de un borracho. Por tanto tuvo que encontrar el éxito en otra cosa, algo que mejorara el mal concepto que tenía de sí mismo y le diera una razón para dejar a un lado el alcohol y mantenerse al lado de la ley.
Al principio, en ese gran rancho, trabajó doce horas al día siete días a la semana. Los días libres escasearon, nunca tuvo vacaciones, pero él aguantó, ahorrándolo casi todo, hasta que al final pudo tener lo suficiente para alquilar un sitio donde vivir.
Así se convirtió, con ayuda de una hipoteca, en el orgulloso propietario de un modesto rancho. Sudó y sangró por aquel trozo de tierra, viviendo en la pequeña casa en ruinas que tenía sólo una habitación con el suelo de tierra, mientras seguía trabajando fuera para ganarse la vida.
La tierra resultó ser difícil y casi le mató. Crió animales peligrosos, les ayudó a parir, les cuidó y les curó y luego los vendió. Vivió en soledad y con muchas privaciones, persiguiendo el espejismo de un hogar y respetabilidad…
Hasta el día en que descubrió que bajo sus tierras estaba el mayor yacimiento petrolífero de la zona.
A partir de entonces, las cosas con las que había soñado en el pasado podían ser suyas simplemente entregando una tarjeta de plástico o rellenando un cheque. Desde el momento en que empezaron a circular las noticias de su buena suerte, le trataron con una deferencia que al principio le sorprendió.
Fue invitado a todo tipo de fiestas de la alta sociedad, más de un millón de comerciantes le dejaban mensajes en su nuevo contestador automático y cada madre con una hija soltera se aseguraba de invitarle a cenar. Personas que siempre se habían mantenido a distancia de él, iban a buscarlo para hablarle o hacer negocios.
Y aunque Blue podía comprar todo lo que quería y hacer lo que le apeteciera, había descubierto de repente que lo que más deseaba, un hogar, una familia y respetabilidad, tenía más que ver con la calidad de la mujer con la que eligiera casarse que con el dolor, la sangre y el sacrificio que le habían llevado tan lejos.
Y como a Blue Sumner rara vez le habían dado algo, sabía perfectamente que el tipo de mujer que buscaba sólo podría ser suya a cambio de un precio. Una mujer con clase no estaría dispuesta a casarse con un hombre con su pasado y nunca sentiría interés por un hombre que había crecido de forma tan poco refinada. Y por eso, Blue no tenía la intención de darle una oportunidad.
Allison Lancaster llegó en su coche hasta la mansión del rancho Sumner, pero se detuvo a cierta distancia de la entrada donde había aparcadas varias furgonetas y camiones que supuso serían de los constructores y obreros. Paró su coche a un lado de la carretera y apagó el motor. Recogió el bolso que estaba en el asiento del copiloto y se quedó mirando la enorme casa.
Había oído que Blue Sumner estaba construyéndose una de las mejores casas de esa zona, y aunque aún quedaban semanas para que terminaran las obras, pudo ver que era tan impresionante como decían los rumores.
La enorme casa de dos pisos y medio era de estilo victoriano con una terraza cubierta que recorría toda la primera planta. Allí había dinero y buen gusto, pero Allison no podía conciliar la imagen de la casa con la que tenía del hombre duro y primario que la había mandado construir.
Por centésima vez esa mañana, recordó mentalmente las pocas veces que se había cruzado en su camino Blue Sumner. Nunca había podido olvidar del todo al hombre alto de aspecto duro que inclinaba la cabeza respetuoso cada vez que la veía por la calle. Nunca había entendido las razones del nerviosismo en su estómago cada vez que sus ardientes ojos azules la miraban por debajo de su sombrero mientras le daba una donación para una fundación escolar.
También recordó la vez que se le pinchó una rueda y se quedó tirada en la carretera. ¿Por qué seguía pensando en el olor a sudor, cuero y gravilla caliente y podía recordar esa peculiar sensación que experimentó al verle cambiar el neumático? Algo en las grandes manos llenas de callos de ese guapo y duro ranchero le había fascinado.
De repente, Allison notó que estaba temblando. El increíble mensaje que tío Charles le había dado esa mañana la había perturbado. Y como el mensaje procedía de Blue Sumner, recordar todas esas anécdotas pasadas no servían de mucha ayuda.
Apretó con fuerza su bolso y abrió la puerta para salir del coche. El ruido de martillos y herramientas eléctricas llenó el aire. Los edificios recién construidos del rancho y corrales que podía ver en la distancia parecían igualmente activos, con caballos, ganado y empleados por todas partes. Al menos no estaría a solas con ese hombre.
Intentó tranquilizarse mientras caminaba con paso decidido hacia las enormes puertas de la mansión y luego gimió frustrada cuando se dio cuenta de que tenía gotas de sudor en la frente. Mientras caminaba, sacó un pañuelo de papel y discretamente se secó la cara, horrorizada de notar que le temblaban las manos mientras volvía a guardar el pañuelo en el bolso.
De algún modo, recordar el aspecto de Blue y su reacción femenina a su intensa masculinidad, la había atemorizado. Y en ese momento estaba a punto de hablarle cara a cara, asustada por su escandaloso mensaje. Seguramente, Blue Sumner no había hablado en serio.
Blue observó la llegada de Allison desde una de las habitaciones de invitados sin terminar de la segunda planta de su nueva casa. La mujer era la viva imagen de la feminidad. Desde la brillante melena rubia que le llegaba hasta los hombros hasta los dedos de los pies metidos en unas sandalias de tacón alto. Allison Lancaster era pequeña, refinada y tan elegante como regia.
El vestido blanco de lino que llevaba con el bolso y zapatos a juego, posiblemente costaban más que los beneficios que él había obtenido en cualquiera de los años anteriores al descubrimiento del petróleo. Blue no podía imaginar lo que costarían sus pendientes, collar o reloj de oro. Lo único que sabía era que en ese momento él podía comprar todos sus collares y relojes y demás complementos y no notarlo en su economía.
Ese orgulloso pensamiento le inquietó. Allison Lancaster tenía clase. Estaba acostumbrada a lo mejor. Él podría darle cualquier cosa que quisiera simplemente chasqueando los dedos.
Cualquier cosa excepto un caballero por esposo.
Ese recuerdo debilitó un poco el placer que había sentido al verla. Pero Blue había aprendido que un hombre no tenía que ser un caballero para conseguir lo que quería en la vida si tenía dinero y si era implacable.
Blue se apartó de la ventana y salió de la habitación.
Allison vaciló frente a las puertas abiertas de la enorme mansión, reacia a entrar sin ser anunciada. Aunque su tío le había dicho que Blue la había invitado allí para verla, los buenos modales y la precaución evitaban que se comportara con excesiva familiaridad.
Un hombre pequeño y enjuto apareció frente a ella.
–Usted debe ser la señorita Lancaster –declaró haciendo un gesto para que entrara–. El señor Sumner la espera.
Allison sonrió débilmente y entró, muy nerviosa. Una vez en el enorme vestíbulo, el hombre empezó a gritar, sobresaltándola.
–¡Muchachos, ha llegado la hora del descanso, así que todos fuera!
En un tiempo sorprendentemente corto, aparecieron obreros de todas direcciones y rápidamente salieron de la casa.
–El señor Sumner vendrá en seguida, señorita –le dijo el hombre antes de marcharse también.
Allison miró hacia las ventanas y vio que todos los obreros iban hacia los edificios del rancho que ella había visto antes. Pensar que pudieran irse a almorzar aumentó su nerviosismo. De repente, la enorme casa le pareció bastante aislada, y miró con nerviosismo hacia las puertas abiertas.
Pero la frase dura y ronca que resonó en las enormes salas vacías, no le dio tiempo a que intentara escapar.
–Le agradezco que haya venido.
Allison se sobresaltó al oír la voz y dio media vuelta para verlo.
La mirada dura de Blue Sumner pareció engullirla por completo mientras se acercaba a ella. De repente, Allison tuvo la impresión de que él veía todo en ella, incluido el pequeño estremecimiento que le había puesto la piel de gallina.
Blue era un hombre grande y fuerte, con el pelo negro demasiado largo que le rozaba el cuello y un rostro duro y curtido que proclamaba que era un hombre igual a los elementos. El profundo azul de sus ojos bajo su sombrero se encontró con la mirada de Allison con una fuerza brutal. Con su sombrero de vaquero, camisa a cuadros, pantalones gastados y botas, sólo le faltaba la pistola para hacerle parecer un forajido de las películas.
Cuando Blue se detuvo a menos de un metro de ella, Allison volvió a estremecerse. Ese hombre era más masculino que ninguno de los que ella había conocido nunca, y de repente, toda la feminidad reaccionó con una sorprendente mezcla de atracción y miedo.
Allison estaba mirando fijamente, algo mareada, cuando Blue sonrió. Al instante, Allison se dio cuenta de que la estaba mirando de forma descarada y grosera, así que forzó una débil sonrisa mientras se esforzaba por recuperarse.
–Me… sorprendió la invitación, señor Sumner –empezó con dolorosa formalidad.
Él se quedó mirándola con intensidad.
–La invitación la sorprendió –declaró con tono bajo y duro–. ¿Y la proposición de matrimonio?
–La proposición me… preocupó –admitió temblorosa–. Pensé que aclararíamos las cosas si venía a hablar con usted.
Allison realmente quería hablar de eso del modo más amable posible. Tío Charles pensaba que tener el dinero de Blue en su banco era crucial para la supervivencia del banco, así que Allison no se atrevía a ofender a ese hombre. Y sin importar lo duro y macho que pareciera, no tenía intención de insultar su orgullo ni herir sus sentimientos. Pero, desde luego, no podía casarse con un extraño o con un hombre al que no amara, sin importar lo rico que fuera.
Cuando Blue continuó mirándola fijamente, moviendo los ojos sobre su cara como si estuviera analizando en detalle sus facciones, Allison sintió que se quedaba sin respiración. Pero cuando esa mirada bajó despacio desde la barbilla hasta los pies, deteniéndose de forma casi indecente en cada curva, a ella casi se le paró el corazón.
Al instante, se puso colorada. Y en ese mismo instante, Blue volvió a mirarla a los ojos.
–Entonces, no quiere casarse conmigo –declaró con un tono sorprendentemente tranquilo que contrastaba con la tensión que Allison notaba en él.
El instinto le avisó que fuera cautelosa. No conocía a ese hombre ni a nadie que lo conociera. Blue Sumner nunca había formado parte del círculo social de su tío y de su tía ni parecía haberse relacionado con nadie en la ciudad. Había oído rumores sobre él, sobre su reciente riqueza y lo que estaba haciendo con su dinero, pero no sabía nada personal sobre ese hombre aparte del hecho de que en ese momento era el soltero más codiciado de la zona.
Allison se obligó a sonreír débilmente.
–No lo conozco, señor Sumner.
La tensión en Blue pareció calmarse ante su suave respuesta.
–Eso tiene solución –declaró dando un paso hacia ella y haciendo que se pusiera muy rígida.
Escudriñó el rostro de Allison como si sintiera que estaba a punto de salir disparada, y le puso la mano en el codo de forma tan repentina y con tanta suavidad, que ella no pudo evitarlo.
La sensación de sus dedos ásperos cerrándose con firmeza en su brazo le hizo estremecerse. Allison intentó soltarse, pero él no la dejó. Ese pequeño tirón le acercó un paso más, y Allison no pudo evitar que su mano libre cayera y aterrizara sobre la camisa de Blue.
El algodón azul estaba caliente por la piel del hombre que llevaba la prenda puesta. Bajo los dedos de Allison, el corazón de Blue latía con ritmo regular mientras el suyo estaba descontrolado. Y mientras miraba su rostro duro y atractivo, sintió las rodillas debilitarse y empezar a temblar.
Blue no se perdió ni un detalle en los cambios de expresión de Allison. Sorpresa, cautela, atracción, miedo… no exactamente la aprobación y el deseo que él quería ver. Pero esa mano pequeña apretada contra su pecho directamente sobre su corazón era como un hierro candente. Aunque ella no lo pretendiera, estaba marcándolo.
–Me gustaría enseñarle la casa –gruñó Blue, apartándose para que cayera la mano de Allison.
Pero a ella no la soltó hasta que salieron del vestíbulo para comenzar el recorrido.
Allison sintió alivio cuando pudo volver a mover su brazo con libertad. En una situación normal, habría aceptado la invitación por pura cortesía, aunque en ese momento lo hizo para tener algo de tiempo y poder calmarse los nervios.
Seguía sintiendo los dedos calientes de Blue sobre su piel, y aún temblaba por las sensaciones que le habían provocado. Y darse cuenta de que ella misma le había puesto la mano en el pecho, un gesto bastante íntimo, la había alterado. Incluso las veces que sus miradas se encontraban mientras recorrían la enorme casa, hacían que se estimulara su sexualidad.
Desesperada por distraerse, miró alrededor, obligándose a concentrarse en cada habitación y hacer las preguntas apropiadas. Pero no tuvo que forzarse para admirar la enorme mansión. La planta principal albergaba el gran vestíbulo con una escalera hasta la segunda planta, un cuarto de estar, un comedor, un estudio, una salita, un salón, una cocina enorme y habitaciones para la cocinera y el ama de llaves.
En la segunda planta había una habitación grande que comunicaba con una habitación infantil y un vestidor la mitad de grande que el dormitorio principal. Había otros seis dormitorios y unas habitaciones junto a la escalera trasera para un mayordomo.
–¿Un mayordomo? –preguntó Allison con curiosidad.
Blue la miró.
–Me invitaron a una fiesta en una casa en Dallas donde tenían mayordomo y me pareció admirable el modo en que mantenía todo en orden.
Finalmente terminaron en la cocina de la planta baja.
–La decoradora ya ha elegido las cortinas y alfombras –le dijo Blue mientras se apoyaba en el mostrador cruzándose de brazos sobre el pecho–, pero puede hablar con ella mañana para ver si está de acuerdo con todo –añadió ignorando la mirada sorprendida de Allison–. Puede elegir los muebles, siempre que nuestra cama ni nada que yo tenga que usar sea recargado, muy femenino o blanco. Aún soy un ranchero y siempre lo seré.
Allison se quedó mirando perpleja mientras él le explicaba todo eso. Ella había esperado que durante la visita de la casa, Blue recuperara la sensatez y se diera cuenta de lo tonto que era que cualquiera de ellos se tomara en serio esa proposición de matrimonio.
Pero en lugar de eso, parecía que para Blue, aceptar la invitación de ver la casa, había sido algo así como dar su consentimiento. Allison negó con la cabeza.
–Señor Sumner, por favor, entiéndalo. Aunque su proposición me halaga, no puedo casarme con usted.
Él la miró con dureza.
–No soy lo suficiente bueno, ¿eh?
Ella tardó unos instantes en recuperarse de la pregunta tan directa y un instante más en darse cuenta de la emoción oculta bajo esas palabras.
–No tiene nada que ver con eso, señor Sumner. Nosotros no nos conocemos –declaró con énfasis y suavidad.
–¿Y si nos conociéramos?
La pregunta la perturbó, y Allison se esforzó por reprimir su reacción repentina y secreta a la idea, mientras intentaba ofrecerle una respuesta serena.
–Podríamos conocernos bien y no tener el tipo de amor que requiere un matrimonio. No puedo casarme con un hombre del que no estoy enamorada. Y no creo que usted fuera realmente feliz casándose con una mujer de la que no está enamorado.
–Amor… –declaró Blue con cinismo–. El amor no es más que un arranque de lujuria y hormonas que los tontos confunden con los sentimientos. En cuanto se satisface la lujuria, las hormonas se tranquilizan. Y entonces es cuando esos mismos tontos piensan que se han desenamorado –terminó con sarcasmo.
Allison estaba sorprendida.
–¿No cree en el amor?
Blue la miró.
–El amor es igual que Santa Claus, señorita Lancaster, un mito infantil –explicó melancólico–. Yo no nací rico y no tengo estudios universitarios, pero soy constante, de confianza y trabajador. Seré un marido fiel y serio, un buen padre para mis hijos y una buena fuente de ingresos para una esposa fiel.
Allison apartó la mirada, desprevenida por la intensidad de su declaración, pero impresionada por su sinceridad. El amor era un mito para él, pero las cosas que deseaba no podían lograrse sin él.
Entonces, pensó en el matrimonio sin amor de su tía Petula con Charles. El tío Charles nunca le había sido fiel a Tía Pet y no le había dado nada a Pet que no hubiera procedido originariamente de la gran herencia de su tía. Y como Charles nunca había amado a su tía, nunca le había interesado tener hijos con ella. Y como nunca la había amado, su hogar no era un lugar cálido ni acogedor.
Los recuerdos de sus propios padres que murieron cuando ella tenía nueve años, eran de dos personas completamente enamoradas que se adoraban la una a la otra y adoraban a la hija que su amor había creado. Y Allison anhelaba ese tipo de amor y esa clase de matrimonio.
La alternativa, representada por la fría relación formal de Charles y Petula, era inaceptable. No importaba lo maravilloso que sonara en ese momento la promesa de Blue. ¿Cuánto tiempo tardaría en ir mal el matrimonio sin amor que él quería?
Allison se obligó a mirar a Blue directamente.
–Ésas son metas honorables, señor Sumner. Usted debe ser un buen hombre al pensar así –vaciló, apretando el bolso para evitar mover las manos–. Pero yo no puedo casarme con un hombre que no da valor al amor.
Blue habló en seguida, sin pensar.
–Entonces su respuesta es no.
Allison mantuvo la mirada.
–Mi respuesta es no.
Blue bajó los ojos brevemente antes de volver a mirarla con determinación.
–Entonces, tendré que encontrar el modo de hacer que cambie de opinión –declaró con voz ronca.
Allison se acaloró. Blue la estaba mirando como si estuviera a punto de tomarla en brazos y llevársela a alguna cueva.
Se ruborizó, confusa entre el miedo y la excitación. No podía hablar ni moverse. La atracción peculiar que había sentido por Blue en el pasado ascendió repentinamente a algo sensual e irresistible. La idea de que pretendiera hacerla cambiar de opinión para que se casara con él, era vertiginosa.
Pero pensar que de algún modo pudiera conseguirlo, la aterrorizó. Estaba segura de que nunca podrían convencerla para que se casara con un extraño que no creía en el amor. Pero mientras estaba ahí de pie, paralizada, incapaz de apartar los ojos del duro y atractivo rostro de Blue Sumner, se dio cuenta de que estaba en peligro de aceptar.
De algún modo recuperó la compostura.
–Buenas tardes, señor Sumner –dijo muy seca y se giró y salió de la enorme cocina, aunque eso no sirvió para romper la atracción sensual entre ellos.
Y aunque sabía que Blue la iba siguiendo por el largo pasillo hasta la entrada, consiguió mantener el paso tranquilo.
No respiró con normalidad hasta que salió y se dirigió hacia el lugar donde había aparcado su coche.
ALLISON seguía con los nervios alterados cuando regresó a la ciudad. Para su sorpresa, tío Charles había vuelto temprano a casa del banco y estaba esperando en el salón con tía Petula.
–Hola, querida –le dijo Pet cuando Allison entró.
Petula estaba sentada en uno de los tres sofás blancos que había agrupados alrededor de la mesita baja de cristal. Charles estaba de pie junto al mueble bar, con expresión expectante. En un botellero de plata había una botella de champán metida en hielo picado.
–Hola a todos –saludó Allison con suavidad, deteniéndose junto al sofá.
Vio en seguida que la expresión de tía Pet era tensa. Charles casi nunca estaba en casa a esas horas. Y el champán y la mirada cálida que le estaba dirigiendo su tío la alarmaron.
–Confiamos en que el señor Sumner y tú hayáis fijado la fecha –declaró él.
Allison se quedó mirando fijamente con una extraña sensación de irrealidad. Charles estaba claramente satisfecho y emocionado. Una rápida mirada a tía Pet la sorprendió sonriendo nerviosa. De pronto, se dio cuenta que los dos querían que ella hubiera aceptado la sorprendente proposición de matrimonio de Blue Sumner.
Aunque Charles había dejado claro anteriormente que estaba a favor de esa proposición a pesar de las protestas de Allison, no fue hasta ese momento cuando ella se dio cuenta de lo mucho que deseaba ese matrimonio y de lo seguro que estaba de que había aceptado. Y era increíble, ya que él y Blue Sumner eran auténticos extraños que no tenían nada en común.
Allison respondió vacilante.
–Bueno tío… pues no.