Pasqual Maragall y la próxima Europa - Paola Lo Cascio - E-Book

Pasqual Maragall y la próxima Europa E-Book

Paola Lo Cascio

0,0

Beschreibung

Pasqual Maragall i Mira (Barcelona, 1941), alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat de Catalunya, ha sido una figura relevante de la política catalana y española de los últimos cuarenta años. Siguiendo con la voluntad de analizarlo y de darlo a conocer, la Fundació Catalunya Europa ha impulsado la realización de una nueva investigación que se añade a las dos ya publicadas en torno a su figura y su acción política: Pasqual Maragall. Pensamiento y acción y Maragall i el govern de la Generalitat: les polítiques del canvi. Esta vez, para profundizar en su compromiso con el proyecto de integración política europea y su incansable actividad internacional, movida por el convencimiento de la importancia de Europa como arena política fundamental, necesaria y de futuro. En este volumen se plasma y se examina la experiencia del alcalde de los Juegos Olímpicos y la proyección internacional de Barcelona, del hombre y dirigente político conmocionado y comprometido con la paz durante el conflicto de los Balcanes, del impulsor de la diplomacia de ciudades y de la cooperación descentralizada en el Mediterráneo, del presidente del Comité de las Regiones, del professore de la Università Roma Tre que estudia, piensa, debate y reflexiona sobre Europa con académicos y dirigentes políticos.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 421

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Paola Lo Cascio Òscar Monterde Andreu Mayayo

PASQUAL MARAGALL Y LA EUROPA PRÓXIMA

Con el apoyo de:

Este texto forma parte de la investigación «La Europa próxima: la construcción del Municipalismo español a la constitución democrática de la Unión Europea (1977-1998) (EUROPROX) (PID2022-137588NB-I00)».

Título original catalán: Maragall i l’Europa pròxima.

© del texto: Paola Lo Cascio, Òscar Monderde Mateo y Andreu Mayayo Artal, 2024.

© de la traducción: Víctor Manuel García de Isusi, 2024.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2024.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: mayo de 2024.

ref: obdo330

isbn: 978-84-1132-873-9

aura digit • composición digital

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.

sumario

Prefacio,

por Airy Maragall Garrigosa y Dolors Camats Luis

Introducción

1. Europa: un mapa de conceptos

2. La construcción europea: tejiendo redes de ciudades

3. La política territorial de la UE. Del Comité de las Regiones a la Eurorregión

4. Más Europa, más Mediterráneo. La política exterior de la UE

5. La Cataluña de Maragall en Europa

6. La Unión Europea como espacio para la política

Il professore

Pasqual Maragall, un político europeo

Bibliografía

Fotografías

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Índice

Comenzar a leer

Bibliografía

Notas

prefacio

airy maragall garrigosa y dolors camats luis

La Fundación Catalunya Europa es impulsora de obras colectivas que dan a conocer de manera más completa el alcance del pensamiento de Pasqual Maragall. Pasqual Maragall. Pensamiento y acción (2017) nos ayuda a reconocer los temas principales y la vigencia de su ideario. Maragall al Govern de la Generalitat: les polítiques del canvi (2021) presenta la enorme capacidad de transformación social generada en Cataluña durante el gobierno de Maragall.

Este tercer volumen es un complemento necesario a los dos anteriores, porque aborda la dimensión internacional, sobre todo europea y mediterránea, de Pasqual Maragall como ciudadano y político, que es, al mismo tiempo, inspiración y anhelo de toda su trayectoria.

Teniendo en cuenta todas sus responsabilidades, tanto académicas como políticas, el texto que tienes en las manos dibuja un Maragall que conecta como pocas figuras en nuestra historia contemporánea lo que es local con lo que es global.

Así, en el repaso que en el texto se hace del compromiso de Pasqual Maragall con el proyecto de integración europea, constatamos que su aspiración no es la de una construcción institucional sin contenido, sino la de una Europa firme, que pone en valor la diversidad, que garantiza el bienestar de su ciudadanía, que quiere asegurar la prosperidad y la cooperación de sus territorios. La suya es una visión ilusionada de Europa, pero no ilusa. De aquí su intensa actividad para reivindicar el papel de las ciudades en la redacción de los tratados europeos, en el impulso del Comité de las Regiones o de la Eurorregión, en la lucha por una Catalunya con subjetividad y voz propia y, al mismo tiempo, vinculada al proyecto español y europeo, o en la necesidad de impulsar estructuras más allá de las fronteras de los Estados y de sus instrumentos políticos, ya sean instituciones o partidos.

También descubrimos el Maragall tocado y comprometido con la paz en Europa, durante el conflicto de los Balcanes. Esta consternación, lejos del lamento o más allá de la denuncia, se traduce en solidaridad. Así lo expresa ante todo el mundo en el discurso de inauguración de los Juegos Olímpicos de 1992, y lo lleva a cabo con una decisión política tan innovadora como valiente, como es el impulso del Distrito 11, que permitió al Ayuntamiento de Barcelona superar las capacidades institucionales y competenciales de que disponía, hacer efectiva la ayuda a la población de Sarajevo y otorgar un papel distintivo a la diplomacia de ciudades. El alcalde Maragall es también el impulsor del hermanamiento entre las ciudades de Barcelona, Tel Aviv y Gaza, que se materializa en 1998 y que hoy, veinticinco años después, tiene más sentido que nunca. A la luz de la destrucción material y humana que sufre el territorio palestino a manos del ejército israelí, hay que seguir reivindicando, como lo hizo él, la necesidad de instrumentos efectivos de diplomacia y solidaridad entre ciudades.

Queremos destacar que una de las virtudes de Pasqual Maragall: la Europa próxima es la de subrayar la capacidad de anticipación y visión de Pasqual Maragall. En el momento que vivimos, en el que está sobre la mesa el modelo de integración y ampliación europeo, con el trasfondo de un orden mundial en el que está por ver el papel que tendrá la vieja Europa, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia sin perspectiva de solución, en un contexto mediterráneo de tensión por el conflicto entre Israel y Palestina, y por el drama vergonzoso en términos humanitarios de la política migratoria europea, los anhelos, las reflexiones y las acciones de Pasqual Maragall resultan no solo premonitorias, sino también de una vigencia tan acusada que alientan a buscar nuevas propuestas y vías de actuación.

La fundación ha puesto a disposición del equipo autor del estudio toda la documentación de la que dispone y guarda para que lleve a cabo esta investigación. Queremos agradecerles el cuidado con el que han tratado toda la información, la atención en las entrevistas realizadas y la disposición a compartir y contrastar la evolución del texto con el grupo de seguimiento constituido con este objetivo. A Jaume Bellmunt, a Antoni Castells, a Oriol Nel·lo, a Milagros Pérez Oliva, a Borja de Riquer y a Josep M. Vallès les agradecemos la dedicación y atención para que el texto reflejase el propósito encargado.

Así mismo, queremos mostrar un agradecimiento especial a la editorial RBA y a los editores del libro, por la complicidad a lo largo de todo el proyecto.

El curador del Legado Pasqual Maragall, Fidel Bellmunt, nos recuerda a menudo la imagen que mejor define la idea que Pasqual Maragall tiene de Europa: el mapa que muestra la iluminación nocturna del planeta. Un entramado de puntos de luz juntos o dispersos que conectan pueblos y ciudades, rutas de comunicación y espacios, más allá de los límites físicos o administrativos. Las fronteras de los estados quedan mudas en esta imagen. Lo que se ilumina es la Europa de las ciudades y de los pueblos, la de los territorios y su gente, en definitiva, la Europa próxima.

Barcelona, febrero de 2024

introducción

El estudio que aquí presentamos pretende poner sobre la mesa tres aspectos que se consideran poco tratados de manera sistemática por la historiografía. En primer lugar, queremos dibujar el pensamiento y la acción de Pasqual Maragall respecto a Europa, y, más concretamente, el proyecto de integración política europea que siempre consideró necesario. En segundo lugar, queremos tratar el perfil del exalcalde y expresidente de la Generalitat de Catalunya como político europeo, lo activa que fue su participación y la resonancia que tuvo y las alianzas que trabó, que fueron más allá de Cataluña y de España, en la política institucional de la Comunidad Europea primero y de la Unión Europea después, a lo largo de más de dos décadas y media, en una coyuntura decisiva para el desarrollo del proyecto de integración, al que contribuyó de manera sustancial.

Finalmente, queremos destacar hasta qué punto el pensamiento y la acción maragalliana en Europa consiguieron poner sobre la mesa toda una serie de conceptos no solamente originales, sino anticipados a su época, que son hoy en día verdaderos retos para el futuro europeo.

Estas tres dimensiones responden a la necesidad de focalizar tres grandes tensiones que acompañaron la reflexión y la acción de Pasqual Maragall en el ámbito europeo, y que, en buena medida, son las tensiones que caracterizan el conjunto de su trayectoria intelectual y política.

La primera tiene que ver con la centralidad de la ciudad y, concretamente, de la ciudad metropolitana como núcleo de la vida civil, económica y política, y con cómo esta concepción se puede conjugar en los diferentes ámbitos, en un contexto en el que son los Estados quienes tienen el grueso del poder de articulación institucional. La segunda tiene que ver con la subsidiaridad y la proximidad, entendidas como principios básicos de la acción política y con cómo se pueden aplicar a una visión de la realidad que es conscientemente global. Finalmente, la última tensión se refiere a las identidades y a su articulación de la política. En este sentido, Maragall fue un defensor del reconocimiento de la diversidad, de las identidades múltiples e híbridas y de la impugnación de la identidad nacional como generadora de ciudadanía.

Este libro intenta resolver este análisis a lo largo de seis capítulos, un epílogo y unas conclusiones.

El primer capítulo está dedicado a trazar un mapa de los ejes conceptuales que acompañaron a Pasqual Maragall a lo largo de toda su experiencia política europea y que, en cierta manera, dibujan su concepción de lo que debería ser la integración del continente. Así, tratamos la idea de la Europa de las ciudades —piedra angular de toda su teoría y práctica europea— y la idea de las eurorregiones como nueva forma de concebir el conjunto del territorio europeo a partir de relaciones económicas y culturales reales, más allá de las fronteras estatales; los conceptos de proximidad y subsidiariedad, y, finalmente, la ciudadanía europea, vertebrada a partir del reconocimiento de la diversidad, que defiende las identidades nacionales como derechos humanos, pero no como articuladoras de las demoi colectivas.

El segundo capítulo, en cambio, repasa la actuación europea de Pasqual Maragall como alcalde de Barcelona y máximo dirigente del municipalismo europeo hasta la firma del Tratado de Maastricht. En esta parte se analiza el papel de Barcelona en el contexto europeo antes de la adhesión de España a la CEE, el impulso a la construcción de las redes europeas de ciudades y la conquista de la presidencia del Consejo de Municipios y Regiones de Europa (CMRE).

El tercer capítulo se concentra en el papel de Pasqual Maragall en la política territorial europea a partir del debate y la aplicación del Tratado de Maastricht. Analizaremos aquí tres aspectos básicos. En primer lugar, el proceso que llevó a Pasqual Maragall a la presidencia del Comité de las Regiones, el órgano de representación de ciudades y regiones en la nueva UE creada por dicho tratado. En segundo lugar, nos centraremos en cómo, desde la presidencia del Comité de las Regiones (CDR), Maragall intentó potenciar —sin éxito, dada la resistencia de los Estados— el principio de subsidiariedad en el conjunto del edificio institucional comunitario. Y, en tercer lugar, una vez perdida la batalla tras el Tratado de Ámsterdam, su manera de reformular la aplicación de este mismo principio a través del impulso, que concretaría posteriormente —ya en su etapa de presidente de la Generalitat—, de prácticas de cooperación entre fronteras y territorios, con iniciativas como la de la Eurorregión Pirineos-Mediterráneo o las Agrupaciones Europeas de Cooperación Territorial (AECT).

El cuarto capítulo analiza el pensamiento y la actuación de Pasqual Maragall en relación con la política exterior de la Unión Europea. Así, una primera parte está dedicada a la acción del alcalde Maragall respecto al conflicto de los Balcanes, y una segunda a la política mediterránea —entendida, claramente, como política plenamente europea—, que culminaría con el denominado Proceso de Barcelona. Con estos dos focos de acción como bagaje, una tercera parte del capítulo intenta condensar el pensamiento y la acción de Pasqual Maragall acerca de los límites geográficos de la Unión, entendiendo —en un momento en que se estaba debatiendo la expansión hacia el este debido a la caída del Muro de Berlín— que no se podía prescindir del diálogo y la acción hacia lo mediterráneo; y no solo en términos geopolíticos, sino también económicos y culturales.

El quinto capítulo se centra de manera más sistemática en la actuación europea de Pasqual Maragall durante su etapa como presidente de la Generalitat de Catalunya. El capítulo analiza cuatro aspectos fundamentales. El primero de ellos es el peso de la herencia de las políticas europeas del largo ciclo de gobierno nacionalista del líder de la Generalitat. Una segunda parte del capítulo analiza el giro copernicano que se dio a partir de la presidencia de Maragall, con la implicación de fondos de la Generalitat en la formación de las decisiones estatales en el ámbito europeo. Una tercera parte dibuja el proyecto de participación de la Generalitat en las políticas europeas, preconizado por la reforma del Estatut, un proyecto que acabaría consolidándose después de pasar por el cedazo de las Cortes y de la STC del 2010. Finalmente, una última parte está dedicada a la reivindicación de la oficialidad de la lengua catalana en Europa, probablemente uno de los aspectos en los que se ha podido distinguir con más claridad la concepción maragalliana de las identidades y la ciudadanía europea.

El sexto capítulo está dedicado a los proyectos partidistas europeos de Pasqual Maragall, que estaba convencido de la necesidad de construir herramientas de intervención política que fueran transnacionales. En realidad, estos proyectos de construcción de nuevos partidos, que planteó en dos coyunturas diferentes —la primera en el bienio 1997-1998 y la segunda diez años después—, nunca acabaron de cuajar en el plano organizativo, en especial, en la segunda ocasión. Sin embargo, nos ha parecido especialmente interesante arrojar luz sobre estos intentos porque ayudan a esclarecer dos dimensiones sustanciales de su concepción de la actuación política. La primera tiene que ver con la capacidad de plantear el instrumento partidista no solo con rasgos identitarios, sino funcionales. Una lógica que, en buena medida, entronca con la necesidad de superar las formas partidistas tradicionales que hacía unas décadas que se había hecho evidente en Europa y en el mundo. Y la segunda tiene que ver con la convicción de que la arena política europea sería cada vez más central y decisiva, pero desde la tradicional estructura estatal de los partidos, aunque estos estuvieran ensayando formas de cooperación de cariz continental. En este sentido, las propuestas maragallianas plantean una aceleración en clave de superación de cualquier lógica derivada de los Estados nación de Europa, a partir de los espacios desde los que se articulan propuestas políticas.

El epílogo —probablemente la parte más «íntima» de este libro— está dedicado a reconstruir la etapa de Pasqual Maragall durante su estancia en Roma, después de haber dejado el Ayuntamiento de Barcelona y antes de aceptar el reto de presentarse como candidato socialista a las elecciones al Parlament de Catalunya en noviembre de 1999. Acogido por la Universidad de Roma Tre, en los meses que pasó en la capital italiana se dedicó a dos tareas: la organización de seminarios sobre la construcción de Europa a partir de las ciudades y las regiones, y, al mismo tiempo, la vertebración y consolidación de redes de relaciones intelectuales y políticas con personalidades del mundo institucional, pero también académico, de alcance europeo.

Finalmente, en una última parte de conclusiones, trazaremos un balance de las «tensiones» europeas de Pasqual Maragall a la luz del análisis llevado a término en la investigación que ha posibilitado la realización de este estudio, y se singularizarán los elementos más importantes de su pensamiento y actuación, aquellos que se consideran de especial importancia para el presente y el futuro del proyecto europeo.

También se adjunta al final una bibliografía que complementa las referencias bibliográficas que hemos insertado a lo largo del texto, sintetizadas explícitamente para favorecer una lectura más ágil.

Este libro es una investigación realizada con una metodología histórica y, por esta razón, además de valerse de la literatura historiográfica y de las ciencias sociales que tratan del tema, así como de un sustancioso aparato de documentación hemerográfica, es el fruto de la localización y el análisis de documentación primaria presente en diferentes archivos.

Así, para la realización del libro, hemos consultado los fondos del Archivo Digital Pasqual Maragall, que la Fundación Catalunya Europa ha puesto a disposición del público a través de su página web (www.catalunyaeuropa.net). También hemos consultado los fondos de archivo del Comité de las Regiones, custodiados en Bruselas, y los fondos de los Archivos Históricos de la Unión Europea, que se encuentran en Fiesole, en la sede del Instituto Universitario Europeo. Igualmente, hemos analizado la documentación de la alcaldía, tanto la del Archivo Administrativo de Barcelona como la del distrito de Poble-sec. Finalmente, también hemos accedido —gracias al buen hacer de la Fundación Catalunya Europa— al fondo documental de Pasqual Maragall, que se encuentra en el Arxiu Nacional de Catalunya, en Sant Cugat del Vallès. La buena disposición y la ayuda del personal de todos estos archivos merece nuestro agradecimiento más sincero.

También hemos utilizado para realizar el estudio fuentes orales, una serie de entrevistas que hemos realizado a personas con competencias técnicas que acompañaron a Pasqual Maragall en todas sus responsabilidades en las políticas europeas, a personalidades políticas que tuvieron contacto y colaboraron con él en el ámbito europeo y a académicos que se relacionaron con él durante su etapa en la Universidad de Roma Tre. A este respecto, queremos agradecer la disponibilidad y colaboración de Anna Terrón, Anna Repullo, Núria Bedós, Xavier Tiana, Mireia Belil, Maria Àngels Terrats, Antònia Sabartés, Jordi Borja, Oriol Nel·lo, Raimon Obiols, Josep Maria Vallés, Joaquín Almunia, Enrique Barón Crespo, Guido Fabiani y Lucia Nucci.

A todas estas personas, a la Fundación Catalunya Europa, y a su presidenta, Airy Maragall, y a sus equipos directivos —y, concretamente, a Pau Mas y a Dolors Camats—, nuestro mayor agradecimiento por haber facilitado la realización de este estudio. También queremos dar las gracias especialmente al equipo que ha hecho el seguimiento y los comentarios a esta investigación, sobre todo a Antoni Castells, nuevamente a Oriol Nel·lo, a Milagros Pérez Oliva, a Josep Maria Vallés, a Jaume Bellmunt, a Fidel Bellmunt y a Borja de Riquer. Su ayuda ha sido fundamental. Sin embargo, la responsabilidad de las carencias y de los posibles errores de este libro recae, únicamente, en las personas que lo firmamos.

1europa: un mapa de conceptos

La imagen más eficaz de Europa como sistema de ciudades podría obtenerse desde un satélite, de noche, vista como una retícula de luces —unas más intensas y otras menos—, sin que se distinguieran las fronteras políticas y geográficas entre los Estados.

maragall, 1999

Europa es, claramente, un elemento central en el pensamiento y la acción política de Pasqual Maragall. Europa, «la gran patria», como la llamaba a menudo, es el horizonte en el que proyectaba siempre el presente y el futuro político tanto de Barcelona como de Cataluña y de España. Aunque su formación académica está más enfocada a los Estados Unidos, con una experiencia política y profesional temprana en Latinoamérica, Europa —con una mirada mediterránea— es, sin duda, el espacio político propio y, en cierta manera, natural del ámbito político de Pasqual Maragall.

Pasqual Maragall se define claramente como federalista europeo, siguiendo la corriente política que tiene sus orígenes en el manifiesto de Ventotene de junio de 1941, redactado principalmente por Altiero Spinelli, y que, no por casualidad, tuvo un predicamento especialmente fuerte en el movimiento municipalista. El federalismo europeo de Pasqual Maragall no solo es resultado de su reflexión teórica, sino que también —y sobre todo— lo es de la práctica política en un contexto donde el grueso de su acción política se dio durante los años de la integración de España en la CEE, de la formación de la UE y del desarrollo de los diferentes tratados, así como del proceso de ampliación, que sigue abierto aún hoy en día.

En este sentido, es necesario formular una premisa clara: la acción y el pensamiento político de Pasqual Maragall sobre Europa se basaba en la idea de que el futuro del continente pasaba por su unión y articulación política. En los últimos años de la Guerra Fría y en el fin del mundo bipolar —cuando se concentra la mayor parte de su trayectoria intelectual y política—, este planteamiento tenía más sentido que nunca. El crecimiento del edificio comunitario fue la dinámica constante en un continente que experimentó cambios decisivos entre la mitad de la década de 1960 y la mitad de la de 1990: la consolidación de la democracia en Grecia, España y Portugal estuvo acompañada de un proceso de ensanchamiento de la integración europea, y el fin del mundo bipolar y la unificación alemana sirvieron para intensificar esta tendencia con el inicio del debate sobre la ampliación del Este. La concepción europea de Pasqual Maragall también es hija de un mundo de grandes bloques, donde —en el contexto del final de la Guerra Fría— el continente se podía desarrollar como una nueva gran potencia.

Maragall consideraba Europa la gran arena política fundamental, dada su formación intelectual y profesional, a lo largo de todas las etapas en las que ejerció responsabilidades políticas e institucionales. Empezando por su etapa como discípulo de Jacques Delors en París, pasando por su apuesta europea como alcalde y dirigente del municipalismo continental organizado, y hasta su corta etapa como presidente de la Generalitat. En todas estas experiencias se fue forjando una idea y un pensamiento propio sobre Europa y su articulación política.

En este marco, y en sus diferentes etapas, podríamos afirmar que su acción política europea estuvo marcada, sobre todo, por una preocupación: el alejamiento de las instituciones europeas de la ciudadanía. Con mucha antelación y con un instinto político que lo convierten casi en un visionario, ya desde la entrada de España en la CEE y la construcción de la UE, Maragall detectó esta separación entre instituciones y ciudadanía como la principal amenaza y debilidad del proceso de construcción europeo que se estaba llevando a cabo. Maragall detectó muy pronto que el proyecto institucional europeo, tal y como estaba concebido, no tenía la capacidad ni la organización necesarias para hacerse cargo de los problemas de la ciudadanía y, sobre todo, para que esta última se viese reflejada en sus decisiones.

Maragall piensa en clave europea a partir de esta premisa y esta preocupación. No es casualidad que, para el seminario permanente que organizó durante su etapa en Roma, entre 1997 y 1998, escogiese el título «La Europa próxima», con el subtítulo «La Europa de las regiones, las ciudades y la ciudadanía». Esto respondía a su preocupación de siempre: cómo pensar Europa desde abajo, cómo tener en cuenta Europa desde sus aplicaciones y acciones concretas, más cercanas a la ciudadanía. O, si se quiere, como afirmaba a menudo, desde bien arriba, desde un satélite; es decir, desde donde las fronteras de los Estados no se ven, pero se pueden identificar claramente las luces y las conexiones de las concentraciones urbanas y los diferentes territorios. Este es el punto de partida a partir del que Maragall piensa y actúa en Europa.

En este primer capítulo vamos a desglosar, situar y analizar los conceptos principales alrededor de los que giraba el pensamiento y la acción europea de Pasqual Maragall. Son elementos de reflexión recurrentes, que una y otra vez aparecen en sus reflexiones más personales, como en sus escritos políticos o en sus discursos y guiones, que, a pesar de que responden seguramente a una voz más colectiva de sus equipos y colaboradores, siempre tienen la clara huella de las ideas que el alcalde y presidente perseguía.

Hemos realizado esta aproximación a partir de tres ejes que resumen y engloban tanto los debates de fondo sobre el proceso de construcción europea como la acción política que Pasqual Maragall desarrolló desde las dos responsabilidades institucionales que asumió.

El primer eje conceptual para entender la Europa de Maragall es la Europa de las ciudades y de las regiones. La concepción y articulación de Europa como un sistema urbano marca profundamente su manera de imaginar el proyecto europeo. Las ciudades, los sistemas urbanos y las regiones se muestran como una forma de entender el territorio. Una concepción que choca a menudo con los intereses de los Estados y del proyecto europeo, visto como un mecanismo para fortalecer y salvaguardar los Estados nación. El choque entre áreas y flujos, entre red y territorio, estará muy presente en el pensamiento y la acción de Pasqual Maragall. Será en la idea y en el mecanismo de las eurorregiones donde Maragall buscará aplicar su concepción de la organización territorial a partir de la lógica de las grandes regiones: grandes áreas económicas y metropolitanas articuladas en red que pueden cooperar y competir en el desarrollo, la especialización y la construcción del proyecto común y dar impulso a los procesos de cohesión y ampliación.

El segundo eje es la centralidad de los conceptos de subsidiariedad y proximidad —un posicionamiento que sitúa claramente a Maragall dentro del federalismo europeo— como palancas para intentar superar las duras reticencias que los Estados han demostrado siempre en el proceso de construcción europea y en su vertebración institucional. Maragall aborda de lleno y a fondo la defensa de un término complejo y cuya materialización no estaba exenta de debate y dificultades. Sin embargo, en el pensamiento europeo de Maragall hay una defensa firme de la proximidad, la descentralización y la horizontalidad de todos los niveles de las instituciones y administraciones en su conjunto.

Finalmente, el último eje, pero no por eso el menos importante, gira en torno a la construcción de ciudadanía y su importancia en la definición del proyecto europeo y en la misma idea de Europa. Esta reflexión marca una línea de mucho calado que impacta en toda su práctica política. Maragall, consciente de la importancia de la globalización, busca en las ciudades y en la suma de identidades la fórmula para definir la ciudadanía europea.

la europa de las ciudades y las regiones. articular territorial y económicamente un continente urbano

Estudiar qué Europa tiene en la cabeza Pasqual Maragall significa enfrentarse a uno de los ejes más importantes, si no el más relevante, de toda su reflexión política: la interrelación de ámbitos territoriales e institucionales situados a diferentes escalas. Para Maragall, las ciudades y las metrópolis son los núcleos económicos, demográficos y culturales propios de nuestro tiempo y, por eso, son también el punto de partida de la articulación institucional y política.

Como destaca Oriol Nel·lo,1 el fenómeno metropolitano había marcado su etapa de formación universitaria y la economía urbana fue el tema de sus estudios de doctorado en los Estados Unidos. El mundo del siglo xxi era el resultado de un proceso de urbanización que había hecho que las áreas urbanas integrasen territorios cada vez más amplios, con una urbanización más dispersa y especializada. Esto concedía a las grandes áreas urbanas un nuevo potencial económico, pero, al mismo tiempo, comportaba enormes problemas que afectaban la calidad de vida de sus habitantes. En un tiempo en el que la demonización de la ciudad estaba a la orden del día —el alcalde a menudo citaba la famosa portada de la revista The Economist de noviembre de 1993 con el título «Hell is an American city»—, Maragall, contrario a esta idea, apunta a una perspectiva optimista en la que la ciudad no es responsable de generar los problemas de desigualdad, segregación, etc., sino que es un lugar donde se expresan, donde se contienen y donde se pueden encontrar soluciones a estos problemas. La ciudad hay que entenderla como el principal lugar de innovación y de producción, al tiempo que representa la escala ideal para la distribución y la promoción de la cohesión social. Esta visión se inscribe, así, en una tradición en la que se incluyen referentes como Gabriel Alomar, Antoni Rovira i Virgili, Jaume Vicenç Vives u Oriol Bohigas. Todos ellos interpretan Barcelona y el fenómeno urbano como un elemento de modernización y transformación, que, sin renunciar a denunciar los aspectos problemáticos, reivindica las oportunidades. La cuestión, entonces, es aprovechar el potencial económico con el que cuenta el proceso de urbanización, articular el territorio y hacer frente a los problemas de la metropolización con un sistema de gobierno adecuado.

Cuando Maragall reflexiona y actúa en el ámbito europeo, lo hace a partir de esta idea lógica metropolitana, donde las ciudades y su ámbito económico pueden ser el núcleo fundamental a partir del que articular Europa y solucionar los problemas fundamentales de la ciudadanía. La idea de Europa de Pasqual Maragall entronca así con este optimismo y oportunidad del factor urbano y metropolitano. Europa es, fundamentalmente, un sistema urbano y así hay que interpretarla. O, quizá, para ser más precisos, podríamos considerarla un sistema formado por sistemas de ciudades.

Su reflexión partía de la observación de una realidad evidente: Europa es, básicamente, un continente urbano. Ya en 1992, el 80 % de la población de la UE recientemente creada en Maastricht vivía en áreas urbanas. Sin embargo, Europa no es un modelo de urbanización de grandes megalópolis; las grandes ciudades como París o Londres son una excepción. De hecho, la norma europea es la existencia de ciudades o conurbaciones urbanas medianas o grandes en todo el territorio y que, de alguna manera, articulan realidades y oportunidades económicas a escala continental.

Tenemos que entender Europa, por tanto, en el marco de las reflexiones de Pasqual Maragall, como un sistema urbano. Como destaca Cappellini (1999), este sistema no puede estar representado por una pirámide con pocas ciudades grandes y ciudades cada vez más pequeñas, sino como una red en la que cada ciudad representa un nudo, que tiene una función y un papel complementario al de los demás nudos. Esta red, por tanto, es una forma de articulación que se repite a diferentes escalas. Así, la dimensión metropolitana de la ciudad y la vertebración europea tienen, en el fondo, una conexión y un punto en común. Esta perspectiva representa una verdadera visión alternativa del proyecto europeo: Maragall no entiende Europa como la unión de diferentes Estados, o le parece una idea muy limitada o destinada al fracaso. De manera coherente con su pensamiento y su práctica política, entiende Europa a partir de una tradición federal, a partir de una perspectiva descentralizada o distribuida. Esta concepción, en el fondo, encaja con la idea de la red de ciudades, que es la piedra angular de su manera de pensar sobre la articulación y el gobierno institucional y territorial en general. Esta forma de entender el territorio se basa en los flujos y las realidades económicas del territorio y la población. En cierta manera, esta concepción surge de la observación empírica: la realidad del sistema urbano europeo no siempre responde a las lógicas nacionales o estatales. El sistema de ciudades y conurbaciones de ciudades europeas sobrepasa —podríamos incluso decir que ignora— las fronteras estatales: conforman sistemas coherentes ciudades situadas en zonas fronterizas y ciudades de diferentes Estados. Así, los sistemas de ciudades que componen Europa son, por su propia naturaleza, transnacionales. En consecuencia, es necesario dotarlos de recursos políticos y herramientas institucionales de carácter transnacional.

La concepción maragalliana de Europa como sistema urbano sirve, al mismo tiempo, para afrontar los grandes retos de las sociedades del siglo xxi y para aprovechar las grandes oportunidades. La internacionalización y la especialización creciente de la economía y la unificación del mercado interior conducen a una intensificación de la competencia entre ciudades. Así, Maragall creía que una articulación de redes de ciudades podría conducir a una cooperación competitiva y abrir y aprovechar nuevas oportunidades. Por tanto, se podría entender este fenómeno como una oportunidad para construir redes de cooperación con realidades económicas similares y complementarias entre sistemas urbanos, y construir Europa a partir de la distribución y la cooperación.

La concepción de Europa como sistema urbano da centralidad a la necesidad de articular instituciones y territorios a partir de nuevas necesidades y retos, como las comunicaciones, las desigualdades o el medioambiente; retos que hoy en día parecen aún especialmente decisivos e irresueltos.

La concepción de la articulación territorial a partir de redes nos sitúa frente al reto de tejer nuevas conexiones de transporte y telecomunicaciones. De hecho, la conexión de Barcelona con las ciudades europeas fue una de las grandes obsesiones de Maragall en los años que pasó en la alcaldía. La concepción urbana de Europa permite tener en consideración el riesgo de marginalización espacial de las ciudades medianas y pequeñas y la necesidad de modernizar y crear un transporte secundario y complementario para conectarlas. Al mismo tiempo, la concepción de Europa como sistema urbano permite poner sobre la mesa el problema de la marginalización de las áreas suburbanas que rodean las grandes conurbaciones urbanas. La segregación y la exclusión social son, seguramente, dos de los grandes retos que Maragall debe superar, porque impactan de forma más directa sobre la calidad de vida y la creación de ciudadanía.

Aquí también podemos partir de una observación empírica: el ciclo neoliberal abierto a finales de la década de 1970 incrementó las bolsas de marginalización, el empobrecimiento de la población y una tendencia a una mayor exclusión social, que, además, se concentra en los márgenes de las ciudades. A eso se le añade la creciente inmigración extracomunitaria que se acumula en las periferias de las grandes ciudades, que incrementa las tensiones sociales y económicas. Las ciudades son las que hacen frente de forma directa y diaria a los problemas derivados de las grandes desigualdades globales. Revertir y hacer frente a esta desigualdad creciente y promover la cohesión social son los grandes retos que, precisamente, se manifiestan en las ciudades y exigen una agenda política clara para hacerles frente. En este sentido, Maragall creía que, en Europa, igual que ha tenido y tiene una Política Agraria Común, había que poner en marcha una política económica distributiva común también para las grandes acumulaciones urbanas. La realidad europea no puede estar caracterizada por grandes bolsas de segregación social, de marginalización y de exclusión en las ciudades, que es donde vive la mayoría de su población. Finalmente, el medio ambiente y la emergencia climática son también grandes retos del sistema urbano a los que debe hacer frente Europa. Ya en la década de 1990, la cuestión del medio ambiente estaba en la agenda de las ciudades; temas como la contaminación y la gestión de los residuos. Todas estas problemáticas globales están a la orden del día en las ciudades.

Sin embargo, a la hora de pensar y reflexionar sobre la articulación territorial y la realidad europea, Maragall lo hace a partir de una lógica urbana, donde las ciudades, las áreas metropolitanas y los sistemas urbanos no pueden quedar excluidos del entramado territorial ni ser considerados actores secundarios. Por lo tanto, hay que tejer y fortalecer este entramado urbano, estas redes, y explorar caminos para la cooperación. Una cooperación que Maragall no entiende solo entre gobiernos locales, sino partiendo de su visión más amplia de la ciudad, que incluye el conjunto de actores que viven y operan en ella.

Europa, por tanto, debería responder al reto de adoptar una visión estratégica urbana común, porque esta es la manera de dar respuesta a los grandes retos que afectan a la mayoría de su ciudadanía, y también porque el gobierno urbano permite la participación de múltiples actores —empresas, organizaciones, etc.— y favorece la participación de la propia ciudadanía. Esto contribuye a alejar el peligro de desafección en Europa, que es el punto de partida central de la reflexión de Pasqual Maragall.

Entendiendo Europa desde esta perspectiva, cambia de golpe la manera de leer el mapa del continente y el proceso de construcción europea. Maragall busca superar la lógica que ha imperado en el proceso de construcción europea desde finales de la Segunda Guerra Mundial —una alianza para fortalecer los intereses de los Estados— y trabaja en una lógica que prioriza la construcción de un nuevo sistema político y ciudadano común, federalista e integral. Para Maragall, la construcción europea jamás fue únicamente un acuerdo o un proyecto entre Estados.

La concepción de un sistema de redes marcado por los flujos choca, por tanto, con una articulación del territorio muy arraigada y marcada por el modelo westfaliano de Estados, fronteras y áreas bien determinadas. En este marco, y en su obstinación por explorar y poner en práctica sus concepciones políticas, Maragall encontró en la idea de las eurorregiones una fórmula para articular las realidades territoriales y económicas dentro de la Unión Europea. Las eurorregiones tuvieron aplicación práctica y sirvieron, como vamos a ver, para construir circuitos de políticas de cooperación económica y territorial dentro del nuevo marco institucional que ofrecía la UE. Sin embargo, en la reflexión maragalliana, la idea de las eurorregiones se presenta mucho antes de su concreción y conecta con su manera de concebir Europa, tanto desde la vertiente territorial como desde la económica.

Como ya hemos dicho, para Maragall la construcción europea no podía ser el resultado de la suma de unos Estados entendidos como compartimentos estancos, ni la suma —o equilibrio— de unos Estados que partían siempre de lógicas competitivas, o de una idea del proyecto europeo como respuesta únicamente a los intereses nacionales. Al contrario, la Unión Europea tenía que ser el resultado de articular y potenciar una realidad territorial y económica ya existente: las redes de ciudades y de áreas metropolitanas. El reconocimiento del potencial que ofrecían las redes urbanas fue lo que lo llevó a desarrollar diferentes iniciativas, tanto de cooperación institucional como de territorial y económica.

Si bien ya hemos visto cómo la concepción de Europa que tiene Maragall como sistema urbano otorgaba a las ciudades un rol importante en el proceso de construcción europeo, la manera de articular este sistema de ciudades a escala territorial era algo más complejo, pues implicaba que las ciudades y las grandes áreas metropolitanas tuvieran voz y voto en los nuevos marcos institucionales europeos. En la concepción de Maragall, en definitiva, se trataba de estructurar y potenciar una realidad territorial que, aunque ya existía sobre el mapa y en la economía, carecía de instrumentos institucionales en la UE.

A menudo se ha querido interpretar el pensamiento maragalliano de Europa como red de ciudades como algo opuesto al reconocimiento de la importancia de las regiones. Los conflictos entre el Consejo de Municipios y Regiones Europeas, encabezado por Maragall, y la Asamblea de las Regiones de Europa (ARE), hegemonizada por Pujol, en el debate sobre el Comité de las Regiones, como ya veremos, parece que abone esta tesis. Sin embargo, en la reflexión y en la práctica política europea de Pasqual Maragall, estos dos elementos no son dicotómicos. Al contrario, la idea de las eurorregiones permitía incluir las realidades no metropolitanas y coser, en cierta manera, el «territorio».

En el fondo, la idea de la eurorregión de Pasqual Maragall liga con el núcleo de su pensamiento político y de sus principales líneas de investigación y reflexión: la ciudad y el fenómeno metropolitano. La relación entre ciudad y ámbito metropolitano era una cuestión clave para abordar aspectos como el desarrollo y las desigualdades. Si a la hora de abordar las políticas urbanas había que desarrollar instrumentos y políticas de alcance metropolitano a otra escala, era necesario estudiar y tejer fórmulas que relacionaran el ámbito metropolitano dentro de un sistema territorial urbano más amplio. Y es esta perspectiva la que nos ayudará a entender algunas de sus iniciativas, como la red C-6 o la eurorregión.

Por un lado, el concepto de red o región le permite articular o impulsar territorialmente sistemas urbanos o lógicas económicas de ámbito no solo metropolitano, sino regional. La idea de un sistema de ciudades le llevan a hablar de una Barcelona como centro de un sistema de ciudades mucho más amplio dentro del Mediterráneo occidental. A partir de esta lógica de sistemas de ciudades, por tanto, entenderá y desarrollará la idea y la acción de la eurorregión. En 1996, lo resumía así en el seminario «Barcelona, the Gateway to Southern Europe»:

Within a frame of international economic activity, new regional subcentres emerge around urban agglomeration which have been able to adapt to the new situation. I am talking of Barcelona, the centre of a European network region with 15 million people. Barcelona takes part of six European cities embracing Toulouse, Montpellier in southern France, Zaragoza, Valencia and Mallorca. This is the natural market of our city and the suitable framework to develop a series of activities and projects that would otherwise be unthinkable.2

La red C-6, como veremos, fue la primera fórmula que ponía en práctica desde la ciudad esta idea de construcción regional europea, basada en la lógica económica. Una lógica que superaba la configuración regional que tenían muchos de los Estados miembros, ya que apostaba por unidades pertenecientes a diferentes Estados. Una vez más, para Maragall, superar las fronteras estatales y establecer marcos de cooperación económica transfronteriza es la vía ideal del proyecto europeo. De hecho, la aplicación de la idea de las eurorregiones, como veremos, pretende dar sentido, institucionalizar y desarrollar nuevas realidades territoriales ligadas al territorio y a realidades económicas concretas.

En los años que han pasado desde el inicio de la descentralización de España y Francia, hemos constatado que los gobiernos regionales juegan un papel insustituible a la hora de generar un desarrollo económico que tenga en cuenta las especificaciones de su territorio. Sin embargo, la escala regional no siempre es suficiente para afrontar los nuevos retos de una Europa ampliada y de una economía mundial globalizada. Desde hace años, en Europa, algunas regiones han dado un paso importante: la creación de eurorregiones que trascienden las fronteras estatales, uniendo las fuerzas de sus territorios y de su ciudadanía para obtener un potencial mucho mayor. 3

Maragall, no obstante, tampoco delimita claramente estas regiones transfronterizas, si bien la red C-6 y la eurorregión tienen los territorios bien delimitados y definidos. A menudo, en sus reflexiones, Maragall ofrece una perspectiva más amplia de su idea eurorregional. El eje y la lógica de la articulación mediterránea toman fuerza en esta concepción más amplia, traspasando los límites geográficos de Europa y, con esta idea, redefine el propio concepto de Europa, incluyendo regiones que forman parte de Estados que no son miembros de la UE, pero que comparten intereses y dinámicas políticas, culturales y económicas comunes.

Maragall no solo planteaba la construcción de una Europa a partir de estas macrorregiones o sistemas de ciudades bajo lógicas económicas, de cooperación y de desarrollo como una fórmula de articulación territorial, sino, sobre todo, económica.

¿Cómo se crea una región europea? Y pretendo remitirme a lo práctico, no solo a lo romántico. Primero: mejorando las infraestructuras, acelerando el TGV Perpiñán-Nimes y acelerando también el de Tolosa-Narbona, porque esto también religa la Eurorregión. [...] Si no tenemos vasos sanguíneos, si no hay comunicaciones, si no hay conexiones que irriguen este corazón que nosotros formamos sentimentalmente, pues mal, porque los sentimientos son muy importantes, pero la física también cuenta y, si la física no aguanta, los sentimientos tampoco pueden continuar.4

El sistema de ciudades y de eurorregiones no se entiende sin una fuerte red de comunicaciones, que Maragall ligaba al desarrollo económico, a la apertura de nuevas oportunidades y al impulso económico: «Acelerar las comunicaciones, favorecer la alianza logística y apostar por el Airbus».5 Estas son las apuestas que dibuja en 2007 para impulsar la Eurorregión.

De esta manera, Maragall piensa y desarrolla las iniciativas de carácter territorial en Europa con la convicción de que la cooperación es imprescindible para el desarrollo económico.

Debemos tener presente que la competitividad y la excelencia pasan muchas veces por la cooperación previa. Entendemos, así, el espacio regional europeo como un marco en el que la colaboración y la cooperación serán la base para crecer y alcanzar un papel clave en los procesos legislativos de la Unión y para superar ese nivel crítico que permite transformar una región en un actor relevante con auténtica capacidad de incidencia.6

Y la cooperación y el desarrollo aportarían una mayor cohesión social y territorial, tal y como se simboliza en el caso de la Eurorregión Pirineos-Mediterráneo:

La Eurorregión es un primer paso esperanzador para alinear ideas, proyectos e instituciones. Además, fortalecerá la cohesión social y territorial, como demuestra el primer hospital transfronterizo de Europa que se está construyendo en Puigcerdà.7

Por tanto, la idea y la concepción de la eurorregión nos acercan a elementos muy concretos de la gestión política de Pasqual Maragall, donde la ciudad y el territorio juegan un papel fundamental. De hecho, podríamos decir que concibe estas nuevas estructuras que desdibujan o superan las fronteras estatales a partir de una lógica de los instrumentos que ha puesto en práctica en la ciudad: la planificación estratégica, donde no solo tienen un papel importante las administraciones, sino también las empresas, la sociedad civil y el conjunto de actores que configuran un territorio. Esta es una idea que vemos plasmada también en su idea de eurorregión:

En este campo nos podemos plantear si las fronteras administrativas estatales europeas no solo se están desdibujando, sino que es cierto que se empieza a ver también la necesidad de superar otros límites, como el que separa el ámbito público del sector privado, el que enfrenta innovación e investigación, o los que oponen competitividad y cohesión. Si superamos estas limitaciones, podremos aportar innovación y ampliar conocimientos al tiempo que practicamos una política de proximidad.8

A partir de la lógica de la planificación estratégica, Maragall concibe la planificación de la eurorregión. Compartir recursos e información, distribuir funciones e impulsar proyectos comunes son las lógicas que sustentan el proyecto de las eurorregiones. La idea de gestión y planificación de las ciudades —o, mejor dicho, de las áreas metropolitanas— se aplica, así, a un concepto territorial más amplio que entiende la ciudad y piensa la ciudad no como un límite territorial, sino como un principio de ordenación. Maragall concibe, en el fondo, la Europa de las ciudades y las regiones a partir de los conceptos de la planificación urbana, tanto de la forma y de la función como de la cohesión. Como veremos, concibe la eurorregión como un instrumento para conectar las ciudades, no tanto para expandirlas, sino para conectarlas con la idea de optimizar su función y para reforzar el desarrollo y la cohesión, la redistribución y la cooperación.

subsidiariedad y proximidad: la articulación de las instituciones europeas

El principio de subsidiariedad ha sido objeto de numerosos e intensos debates políticos y disertaciones filosóficas, y no es el objetivo de este estudio profundizar en estos debates, en su articulación jurídica o en sus múltiples prácticas o acepciones. Lo que nosotros nos proponemos es entender qué lectura hace Maragall del concepto, qué papel ocupa en su pensamiento político y, sobre todo, cómo se plasma en sus reflexiones en el contexto del proceso de la construcción de la UE y del pensamiento y la acción en Europa.

El concepto de subsidiariedad tiene una centralidad absoluta en el pensamiento político de Pasqual Maragall y aflora siempre en los diferentes ámbitos políticos a partir de los que actuó. Se trata de un concepto complejo, de doble filo, que, a pesar de ser uno de los núcleos del pensamiento federalista, a menudo es utilizado por nacionalistas y euroescépticos para defender, conservar y no compartir esferas de decisiones y compromisos. En realidad, Maragall entiende la subsidiariedad no como algo jerárquico, sino partiendo de una concepción más horizontal, donde la defensa de la dignidad y la importancia de todos los niveles institucionales juega a favor de la eficacia y al servicio de la ciudadanía. Así, desde esta perspectiva, cumplía con la propia razón fundamental por la que las sociedades se han dotado de administraciones y organizaciones.

Maragall identifica los orígenes del concepto de subsidiariedad en Aristóteles, cuando este habla de la necesidad de poner el Estado al servicio del ciudadano. También lo vincula a pensadores como Hobbes, Locke, Tocqueville y Proudhon. Sin embargo, en su concepción de subsidiariedad, sobresale la reflexión de Johannes Althusius, un jurista de principios del siglo xvii considerado uno de los primeros federalistas, que fue alcalde de Emden y defendió la autonomía de la ciudad frente al príncipe soberano.9 Su obra puso de relieve la importancia de la complementariedad de los diferentes niveles de competencias y su justificación en relación con la ciudadanía.

La subsidiariedad —más allá de la teoría— tiene aplicaciones en diferentes ordenamientos institucionales como principio jurídico que organiza los sistemas federales, como en el caso alemán. Este sistema regula las relaciones entre la autoridad estatal y los poderes locales, e intenta individualizar cuál es el mejor nivel de gobierno para asumir las decisiones en cada una de las situaciones. La subsidiariedad cuenta en sí misma con el concepto de subsidio, o de soporte, entendido como que un organismo puede intervenir para ayudar, complementar o suplir a otro. Para Maragall, este principio jurídico reconoce la importancia y la dignidad de los diferentes niveles de la Administración y la calidad de su acción política. A partir de la perspectiva adoptada por el federalismo moderno, entiende que cada nivel delega al nivel superior aquello que no puede hacer o resolver bien, y que puede resolver o asumir mejor un nivel más cercano a la ciudadanía. En términos políticos, Maragall será su firme defensor y, de hecho, lo considera el concepto esencial para articular los diferentes niveles y ámbitos de la Administración y, lo que es más importante, la guía para acercar la política a la ciudadanía.

De hecho, según Pasqual Maragall, la subsidiariedad es el principio jurídico que posibilita dar respuestas a dos de sus grandes preocupaciones: el alejamiento de la ciudadanía de la política y de las instituciones —en el caso que nos ocupa, concretamente de las europeas— y la afirmación de las ciudades en el mapa de la organización institucional para reivindicar su importancia y su protagonismo, pensando en la colaboración entre las diferentes administraciones con una lógica horizontal y no jerárquica. Maragall defiende así la subsidiariedad en la tradición del federalismo moderno y la resume como un principio filosófico:

En términos muy generales, subsidiariedad significa que aquello que se hace desde cerca de casa es mejor que aquello que se hace desde lejos. Subsidiariedad significa que la sociedad existe antes que el Estado. El Estado es un instrumento que la sociedad ha creado para tirar adelante, pero el Estado no es una condición de la sociedad (Maragall, 1999).

Es decir, que defiende claramente que el principio de subsidiariedad sitúa la sociedad en el centro de las preocupaciones de los poderes públicos —de todos ellos, también del Estado—. En esta visión, el objetivo final de la política es satisfacer las necesidades de la ciudadanía y buscar soluciones a los problemas. La concepción de la subsidiariedad de Pasqual Maragall es la que pone más cerca de la ciudadanía la mayor cantidad de competencias posibles.10 En este marco, es natural que al concepto de subsidiariedad se le añada el de proximidad, que también estuvo muy presente en su acción política, de clara vocación municipalista. Como ya hemos comentado, Maragall defiende la ciudad como el núcleo, el ámbito más cercano a la ciudadanía, donde se pueden atender los problemas y las soluciones desde la proximidad. Esta idea es una constante en un pensamiento y una acción política que otorga a la ciudad y a los gobiernos locales un papel central en la articulación y el desarrollo de la política local, catalana, estatal y europea, pues considera que pueden hacer frente de manera más efectiva a los retos de la sociedad actual.

Sin embargo, Maragall no evita la complejidad de los conceptos de proximidad y subsidiariedad: «La proximidad es la subsidiariedad con un cierto sentido de responsabilidad», sintetiza (Maragall, 1999). Es decir, entiende que la subsidiariedad asume y privilegia el valor de la proximidad, pero no ignora sus límites. De manera reiterada destaca la importancia de aplicar la subsidiariedad con el complemento de los criterios de eficacia y de seguridad; es decir, pone igualmente límites a la proximidad.

Es probablemente en este punto donde encontramos las aristas del concepto. ¿Qué entendemos por eficacia? ¿Qué es lo que hay que federar? ¿Qué competencias? Maragall no se esconde y reconoce riesgos y límites, pero no por eso deja de considerarlo un valor primordial, o incluso el valor fundamental que debe guiar la articulación institucional. Entre otras razones, porque considera que el poder más próximo es, sin duda, el más comprensible para la sociedad. Consciente de todos los límites, propone una metodología de reflexión para los diferentes niveles: