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Descubre el alma de España a través de los versos eternos de Antonio Machado.
En Poesías completas, te sumergirás en un universo poético donde cada palabra es un susurro del viento que acaricia los campos de Castilla. Machado, con su pluma inigualable, te invita a un viaje introspectivo por la esencia de la vida, el tiempo y la naturaleza, sin desvelar todos sus secretos, dejándote siempre con ganas de más.
La obra de Machado es un canto a la melancolía y la esperanza, un reflejo de la España profunda y auténtica. Sus poemas, cargados de simbolismo y emoción, exploran temas universales como el amor, la muerte y la búsqueda de sentido, todo ello con una originalidad que ha marcado generaciones.
El estilo lírico y evocador de Machado ha sido reconocido con numerosos premios y es considerado uno de los pilares de la literatura española. Su capacidad para capturar la belleza en lo cotidiano y su profunda conexión con el paisaje y la cultura española hacen de esta obra un tesoro literario.
Dirigido a amantes de la poesía, estudiantes de literatura y cualquier lector que busque una conexión más profunda con el mundo que le rodea, este libro es una puerta abierta a la reflexión y el autodescubrimiento.
No dejes pasar la oportunidad de enriquecer tu vida con la sabiduría y la belleza de Antonio Machado. Adquiere Poesías completas y déjate inspirar por la magia de sus versos.
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Seitenzahl: 155
Veröffentlichungsjahr: 2025
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POESÍAS COMPLETAS
ANTONIO MACHADO
SOLEDADES
DEL CAMINO
CANCIONES Y COPLAS
HUMORISMOS, FANTASÍAS, APUNTES
GALERÍAS
VARIA
ELOGIOS
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR
En la versión de texto sin formatear, el texto en cursiva está encerrado entre guiones bajos (_cursiva_), las versalitas se representan en mayúsculas como en VERSALITAS y el texto en negritas como en =negritas=.
El criterio utilizado para llevar a cabo esta transcripción ha sido el de respetar las reglas de la Real Academia Española vigentes cuando la presente edición de esta obra fue publicada. El lector interesado puede consultar el Mapa de Diccionarios Académicos de la Real Academia Española.
En la presente transcripción se adecuó la ortografía de las mayúsculas acentuadas a las reglas indicadas por la RAE, que establecen que el acento ortográfico debe utilizarse, incluso si la vocal acentuada está en mayúsculas.
La cubierta del libro fue modificada por el transcriptor y ha sido añadida al dominio publico.
El Índice ha sido reposicionado al principio de la obra.
Se han corregido errores evidentes de puntuación y otros errores de imprenta y ortografía. Las correcciones mencionadas en las ERRATAS no se han enmendado.
Antonio Machado
POESÍAS COMPLETAS DE ANTONIO MACHADO
PUBLICACIONES DE LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES
POESÍAS COMPLETAS
DE
ANTONIO MACHADO
PUBLICACIONES DE LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES SERIE IV.—VOL. 7 MADRID 1917
ES PROPIEDAD QUEDA HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY DERECHOS RESERVADOS PARA TODOS LOS PAÍSES COPYRIGHT 1917 BY RESIDENCIA DE ESTUDIANTES
Imp. de Fortanet, Libertad 29.—Tel. 991.—Madrid
ALGUNAS ERRATAS
PÁGINA
DICE
DEBE DECIR
70
variolaban
bariolaban
94
habitual
usual
164
segundo
segundón
Misterioso y silencioso Iba una y otra vez. Su mirada era tan profunda Que apenas se podía ver. Cuando hablaba tenía un dejo de timidez y de altivez. Y la luz de sus pensamientos Casi siempre se veía arder. Era luminoso y profundo Como era hombre de buena fe. Fuera pastor de mil leones Y de corderos a la vez. Conduciría tempestades O traería un panal de miel. Las maravillas de la vida Y del amor y del placer, Cantaba en versos profundos Cuyo secreto era de él. Montado en un raro Pegaso, Un día al imposible fué. Ruego por Antonio a mis dioses, Ellos le salven siempre. Amén.
Rubén Darío.
1905
ÍNDICE
Págs.
Antonio Machado, por Rubén Darío
7
SOLEDADES
I.
El viajero
11
II.
He andado muchos caminos
13
III.
La plaza y los naranjos encendidos
14
IV.
En el entierro de un amigo
15
V.
Recuerdo infantil
17
VI.
Fué una clara tarde, triste y soñolienta
18
VII.
El limonero lánguido suspende
20
VIII.
Yo escucho los cantos
22
IX.
Orillas del Duero
24
X.
A la desierta plaza
25
XI.
Yo voy soñando caminos
26
XII.
Amada, el aura dice
27
XIII.
Hacia un ocaso radiante
28
XIV.
Cante hondo
31
XV.
La calle en sombra
32
XVI.
Siempre fugitiva y siempre
33
XVII.
Horizonte
33
XVIII.
El poeta
34
XIX.
¡Verdes jardinillos!
37
DEL CAMINO
XX.
Preludio
38
XXI.
Daba el reloj las doce... y eran doce
39
XXII.
Sobre la tierra amarga
40
XXIII.
En la desnuda tierra del camino
40
XXIV.
El sol es un globo de fuego
41
XXV.
¡Tenue rumor de túnicas que pasan!
42
XXVI.
¡Oh, figuras del atrio, más humildes!
42
XXVII.
La tarde todavía
43
XXVIII.
Crear fiestas de amores
44
XXIX.
Arde en tus ojos un misterio, virgen
45
XXX.
Algunos lienzos del recuerdo tienen
45
XXXI.
Crece en la plaza en sombra
46
XXXII.
Las ascuas de un crepúsculo morado
47
XXXIII.
¿Mi amor?... ¿recuerdas, dime?
47
XXXIV.
Me dijo un alba de la primavera.
48
XXXV.
Al borde del sendero un día nos sentamos
49
XXXVI.
Es una forma juvenil que un día
48
XXXVII.
¡Oh!, dime, noche amiga, amada vieja
50
CANCIONES Y COPLAS
XXXVIII.
Abril florecía
51
XXXIX.
De la vida
54
XL.
Inventario galante
56
XLI.
Me dijo una tarde
58
XLII.
La vida hoy tiene ritmo
60
XLIII.
Era una mañana y abril sonreía
61
XLIV.
El casco roído y verdoso
62
XLV.
El sueño bajo el sol que aturde y ciega
63
HUMORISMOS, FANTASÍAS, APUNTES
XLVI.
Los grandes inventos: la noria
65
XLVII.
El cadalso
66
XLVIII.
Las moscas
67
XLIX.
Elegía de un madrigal
69
L.
Acaso
70
LI.
Jardín
71
LII.
Fantasía de una noche de abril
72
LIII.
A un naranjo y a un limonero
76
LIV.
Los sueños malos
77
LV.
Hastío
78
LVI.
Sonaba el reloj la una
79
LVII.
Consejos
80
LVIII.
Moneda que está en la mano
80
LIX.
Glosa
80
LX.
Anoche cuando dormía
81
LXI.
¿Mi corazón se ha dormido?
82
GALERÍAS
Introducción
83
LXII.
Desgarrada la nube
85
LXIII.
Y era el demonio de mi sueño, el ángel
86
LXIV.
Desde el umbral de un sueño me llamaron
87
LXV.
Sueño infantil
87
LXVI.
Si yo fuera un poeta
89
LXVII.
Llamó a mi corazón, un claro día
89
LXVIII.
Hoy buscarás en vano
90
LXXI.
Y nada importa ya que el vino de oro
90
LXX.
¡Tocados de otros días!
91
LXXI.
La casa tan querida
92
LXXII.
Ante el pálido lienzo de la tarde
92
LXXIII.
Tarde tranquila, casi
93
LXXIV.
Yo, como anacreonte
93
LXXV.
¡Oh, tarde luminosa!
94
LXXVI.
Es una tarde cenicienta y mustia
94
LXXVII.
Y no es verdad, dolor, yo te conozco
95
LXXVIII.
¿Y ha de morir contigo el mundo mago
?
96
LXXIX.
Desnuda está la tierra
96
LXXX.
Campo
97
LXXXI.
A un viejo y distinguido señor
98
LXXXII.
Los sueños
99
LXXXIII.
Guitarra del mesón que hoy suenas jota
99
LXXXIV.
El rojo sol de un sueño en el oriente asoma
100
LXXXV.
La primavera besaba
101
LXXXVI.
Eran ayer mis dolores
102
LXXXVII.
Renacimiento
103
LXXXVIII.
Tal vez la mano, en sueños
104
LXXXIX.
Y podrás conocerte recordando
104
XC.
Los árboles conservan
105
XCI.
Húmedo está, bajo el laurel, el banco
105
VARIA
XCII.
Caballitos
106
XCIII.
Ruidos
107
XCIV.
Pesadilla
108
XCV.
De la vida
108
XCVI.
Sol de invierno
110
XCVII.
Retrato
111
XCVIII.
A orillas del Duero
113
XCIX.
Por tierras de España
116
C.
El hospicio
118
CI.
El dios ibero
119
CII.
Orillas del Duero
122
CIII.
Las encinas
124
CIV.
Caminos
130
CV.
En abril, las aguas mil
130
CVI.
Un loco
132
CVII.
Fantasía iconográfica
134
CVIII.
Un criminal
135
CIX.
Amanecer de otoño
137
CX.
En tren
138
CXI.
Noche de verano
140
CXII.
Pascua de resurrección
141
CXIII.
Campos de Soria
142
CXIV.
La tierra de Alvargonzález
149
CXV.
A un olmo seco
182
CXVI.
Recuerdos
184
CXVII.
Al maestro «Azorín», por su libro Castilla
186
CXVIII.
Caminos
187
CXIX.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería
189
CXX.
Dice la esperanza: un día
189
CXXI.
Allá, en las tierras altas
189
CXXII.
Soñé que tú me llevabas
190
CXXIII.
Una noche de verano
191
CXXIV.
Al borrarse la nieve, se alejaron
191
CXXV.
En estos campos de la tierra mía
192
CXXVI.
A José María Palacio
194
CXXVII.
Otro viaje
195
CXXVIII.
Poema de un día
197
CXXIX.
Noviembre, 1914
205
CXXX.
La saeta
206
CXXXI.
Del pasado efímero
207
CXXXII.
Los olivos
209
CXXXIII.
Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido
213
CXXXIV.
La mujer manchega
218
CXXXV.
El mañana efímero
219
CXXXVI.
Proverbios y cantares
221
CXXXVII.
Parábolas
239
CXXXVIII.
Mi bufón
244
ELOGIOS
CXXXIX.
A don Francisco Giner de los Ríos
245
CXL.
Al joven meditador José Ortega Gasset
247
CXLI.
A Xavier Valcarce
247
CXLII.
Mariposa de la sierra
249
CXLIII.
Desde mi rincón
251
CXLIV.
A una España joven
255
CXLV.
España, en paz
256
CXLVI.
Flor de santidad
260
CXLVII.
Al maestro Rubén Darío
261
CXLVIII.
A la muerte de Rubén Darío
262
CXLIX.
A Narciso Alonso Cortés, poeta de castilla
263
CL.
Mis poetas
265
CLI.
A don Miguel de Unamuno
266
CLII.
A Juan Ramón Jiménez
267
POESÍAS COMPLETAS
(1899-1917)
I EL VIAJERO
Está en la sala familiar, sombría, y entre nosotros, el querido hermano que en el sueño infantil de un claro día vimos partir hacia un país lejano.
Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mechón sobre la angosta frente; y la fría inquietud de sus miradas revela un alma casi toda ausente.
Deshójanse las copas otoñales del parque mustio y viejo. La tarde, tras los húmedos cristales, se pinta, y en el fondo del espejo,
El rostro del hermano se ilumina suavemente. ¿Floridos desengaños dorados por la tarde que declina? ¿Ansias de vida nueva en nuevos años?
¿Lamentará la juventud perdida? Lejos quedó—la pobre loba—muerta. ¿La blanca juventud nunca vivida teme, que ha de cantar ante su puerta?
¿Sonríe al sol de oro de la tierra de un sueño no encontrada; y ve su nave hender el mar sonoro, de viento y luz la blanca vela hinchada?
Él ha visto las hojas otoñales, amarillas, rodar, las olorosas ramas del eucaliptus, los rosales que enseñan otra vez sus blancas rosas...
Y este dolor que añora o desconfía el temblor de una lágrima reprime, y un resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea todavía. Nosotros divagamos. En la tristeza del hogar, golpea el tic-tac del reloj. Todos callamos.
II
He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas, he navegado en cien mares y he atracado en cien riberas.En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra,y pedantones al paño que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas.Mala gente que camina y va apestando la tierra...Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra.Nunca, si llegan a un sitio, preguntan adónde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja,y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino, donde no hay vino, agua fresca.Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra.
III
La plaza y los naranjos encendidos con sus frutas redondas y risueñas.Tumulto de pequeños colegiales, que al salir en desorden de la escuela, llenan el aire de la plaza en sombra con la algazara de sus voces nuevas.¡Alegría infantil en los rincones de las ciudades muertas!... ¡Y algo nuestro de ayer, que todavía vemos vagar por estas calles viejas!
IV EN EL ENTIERRO DE UN AMIGO
Tierra le dieron una tarde horrible del mes de julio, bajo el sol de fuego.A un paso de la abierta sepultura, había rosas de podridos pétalos, entre geranios de áspera fragancia y roja flor. El cielo puro y azul. Corría un aire fuerte y seco.De los gruesos cordeles suspendido, pesadamente, descender hicieron el ataúd al fondo de la fosa los dos sepultureros...Y al reposar sonó con recio golpe, solemne, en el silencio.Un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio.Sobre la negra caja se rompían los pesados terrones polvorientos...El aire se llevaba de la honda fosa el blanquecino aliento.—Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa, larga paz a tus huesos...Definitivamente, duerme un sueño tranquilo y verdadero.
V RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales.Es la clase. En un cartel se representa a Caín fugitivo, y muerto Abel junto a una mancha carmín.Con timbre sonoro y hueco truena el maestro, un anciano mal vestido, enjuto y seco, que lleva un libro en la mano.Y todo un coro infantil va cantando la lección: mil veces ciento, cien mil, mil veces mil, un millón.Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de la lluvia en los cristales.
VI
Fué una clara tarde, triste y soñolienta, tarde de verano. La hiedra asomaba al muro del parque, negra y polvorienta...La fuente sonaba.Rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave golpeó el silencio de la tarde muerta.En el solitario parque, la sonora copla borbollante del agua cantora, me guió a la fuente. La fuente vertía sobre el blanco mármol su monotonía.La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, un sueño lejano mi canto presente?... Fué una tarde lenta del lento verano.Respondí a la fuente: No recuerdo, hermana, mas sé que tu copla presente es lejana.Fué esta misma tarde: mi cristal vertía como hoy sobre el mármol su monotonía. ¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares, que ves, sombreaban los claros cantares que escuchas. Del rubio color de la llama, el fruto maduro pendía en la rama, lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?... Fué esta misma lenta tarde de verano.—No sé qué me dice tu copla riente de ensueños lejanos, hermana la fuente.Yo sé que tu claro cristal de alegría ya supo del árbol la fruta bermeja; yo sé que es lejana la amargura mía que sueña en la tarde de verano vieja.Yo sé que tus bellos espejos cantores copiaron antiguos delirios de amores: mas cuéntame, fuente de lengua encantada, cuéntame mi alegre leyenda olvidada.—Yo no sé leyendas de antigua alegría, sino historias viejas de melancolía.Fué una clara tarde del lento verano... Tú venías solo con tu pena, hermano; tus labios besaron mi linfa serena, y en la clara tarde, dijeron tu pena.Dijeron tu pena tus labios que ardían: la sed que ahora tienen, entonces tenían.—Adiós para siempre, la fuente sonora, del parque dormido eterna cantora. Adiós para siempre, tu monotonía, fuente, es más amarga que la pena mía.Rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave sonó en el silencio de la tarde muerta.
VII
El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta, sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan los frutos de oro...Es una tarde clara, casi de primavera; tibia tarde de marzo, que al hálito de abril cercano lleva; y estoy solo, en el patio silencioso, buscando una ilusión cándida y vieja: alguna sombra sobre el blanco muro, algún recuerdo, en el pretil de piedra de la fuente dormido, o, en el aire, algún vagar de túnica ligera.En el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia, que dice al alma luminosa: nunca, y al corazón: espera.Ese aroma que evoca los fantasmas de las fragancias vírgenes y muertas.Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara, casi de primavera, tarde sin flores, cuando me traías el buen perfume de la hierbabuena, y de la buena albahaca, que tenía mi madre en sus macetas.Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo de la fuente sueñan...Sí, te conozco, tarde alegre y clara, casi de primavera.
VIII
Yo escucho los cantos de viejas cadencias, que los niños cantan cuando en coro juegan, y vierten en coro sus almas que sueñan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra: con monotonías de risas eternas, que no son alegres, con lágrimas viejas, que no son amargas y dicen tristezas, tristezas de amores de antiguas leyendas.En los labios niños, las canciones llevan confusa la historia y clara la pena; como clara el agua lleva su conseja de viejos amores, que nunca se cuentan.Jugando, a la sombra de una plaza vieja, los niños cantaban...La fuente de piedra vertía su eterno cristal de leyenda.Cantaban los niños canciones ingenuas, de un algo que pasa y que nunca llega: la historia confusa y clara la pena.Vertía la fuente su eterna conseja: borrada la historia, contaba la pena.
IX ORILLAS DEL DUERO
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario. Girando en torno a la torre y al caserón solitario, ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno, de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.Es una tibia mañana. El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.Pasados los verdes pinos, casi azules, primavera se ve brotar en los finos chopos de la carretera y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente. El campo parece, más que joven, adolescente.Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido, azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido, y mística primavera!¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera, espuma de la montaña ante la azul lejanía, sol del día, claro día! ¡Hermosa tierra de España!
X
A la desierta plaza conduce un laberinto de callejas. A un lado, el viejo paredón sombrío de una ruinosa iglesia; a otro lado, la tapia blanquecina de un huerto de cipreses y palmeras, y, frente a mí, la casa, y en la casa, la reja, ante el cristal que levemente empaña su figurilla plácida y risueña. Me apartaré. No quiero llamar a tu ventana... Primavera viene—su veste blanca flota en el aire de la plaza muerta—; viene a encender las rosas rojas de tus rosales... Quiero verla...
XI
Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... —La tarde cayendo está—. «En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón».Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río.La tarde más se obscurece; y el camino que serpea y débilmente blanquea, se enturbia y desaparece.Mi cantar vuelve a plañir: «Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada».
XII
Amada, el aura dice tu pura veste blanca...
