Psicosoluciones - Giorgio Nardone - E-Book

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Giorgio Nardone

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Beschreibung

Cómo resolver rápidamente problemas humanos imposibles. En el centro de esta breve obra se encuentran abundantes casos clínicos, agrupados por los tipos corrientes de síntomas. Las exposiciones se centran en el síntoma y son breves, claras en la lógica de la estrategia y siempre van acompañadas de una ironía amable que manifiesta el espíritu de este enfoque de la terapia breve: tomar plenamente en serio el síntoma que hace la vida imposible al paciente, pero mostrando al mismo tiempo que no es más que una construcción inadecuada que puede ser desmontadas para dar lugar a otra mejor.

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Cubierta

Giorgio Nardone

PSICOSOLUCIONES

Cómo resolver rápidamente problemas humanos complicados

Herder

www.herdereditorial.com

Portada

Título original: PsicosoluzioniTraducción: Juliana GonzálezDiseño de cubierta: Gabriel NunesMaquetación electrónica: Manuel Rodríguez

© 1998, RCS Libri S.p.A., Milano © 2002, Herder Editorial, S.L., Barcelona © 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN DIGITAL: 978-84-254-3003-9

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Herder

www.herdereditorial.com

Créditos

Índice

Estudios

Prólogo

1. La teoría

Construir realidades patológicas

Construir realidades terapéuticas

2. La intervención clínica

Relatos de terapias aparentemente «mágicas»

Psicosis o supuestas psicosis

Caso 1: Los vecinos quieren verme desnudo

Caso 2: Tengo una serpiente en la barriga

Caso 3: Delirio y contradelirio

Caso 4: El imán que succiona energía

Miedo, pánico, fobias

Caso 1: La fobia a los espejos

Caso 2: El miedo de salir sola

Caso 3: Sin ti me entra el pánico

Caso 4: El incurable miedo de perder el control

Obsesiones y compulsiones

Caso 1: La obsesión de perder el control de los esfínteres

Caso 2: Esterilizarlo todo para evitar contagios

Caso 3: La repetición de fórmulas mentales

Manías y paranoias

Caso 1: El psiquiatra dependiente de la madre

Caso 2: Todos la toman conmigo

Caso 3: Bloquear las respuestas para inhibir las preguntas

Anorexia, bulimia, vómito

Caso 1: Hacer comer negando el alimento

Caso 2: Te ayudamos a hacerlo mejor

Caso 3: Comer y vomitar, ¡qué maravilla!

Caso 4: Si quieres atiborrarte, ¡hazlo bien!

Depresión

Caso 1: Ofrecer un púlpito al depresivo

Caso 2: Sí, vivimos en un valle de lágrimas

Parejas en crisis

Caso 1: La pareja que no lograba dejar de pelear

Caso 2: El muro del silencio

Caso 3: Querido, ¡qué macho eres cuando me maltratas!

Bloqueo de la performance

Caso 1: El bloqueo a hablar en público

Caso 2: Motivar, frustrándolo, al atleta bloqueado

Caso 3: La tesis sin fin

3. El «self-help estratégico»: el autoengaño terapéutico

Identificar las propias soluciones intentadas

Incrementar las posibilidades de elección

Cada cosa conduce a otra cosa

La técnica del escalador

¿Cómo empeorar la situación?

Imaginar el escenario más allá del problema

La técnica del «como si»

Las peores fantasías

Evitar evitar

Esforzarse por no esforzarse

Enmarcar los recuerdos

El «sano egoísmo»

Prescribirse la fragilidad

Epílogo

Bibliografía

Estudios

Los seres humanos poseen una formidable capacidad de complicarse la vida, pero el hecho que puedan manifestar tormentosas, retorcidas y persistentes patologías, no significa obligatoriamente que sean necesarias terapias igual de dolorosas y prolongadas. La experiencia de conocidos estudiosos y terapeutas ha demostrado, de hecho, que es posible mediante terapias psicológicas basadas en sugestivas y bien focalizadas intervenciones estratégicas, conducir a las personas a eliminar rápidamente sus propios sufrimientos.

A partir de tales consideraciones, se expone en este libro, de manera clara y cautivadora, la forma más evolucionada del modelo de problem solving estratégico de la Escuela de Palo Alto, de la cual el autor es uno de los más acreditados investigadores, en su aplicación a los problemas humanos. Giorgio Nardone guía al lector, mediante anécdotas, metáforas, disertaciones y relatos de terapias aparentemente «mágicas», a través de un placentero y útil viaje al descubrimiento del arte de resolver complicados problemas humanos mediante soluciones «simples».

Giorgio Nardone, psicólogo y psicoterapeuta, es fundador y director del Centro de Terapia Estratégica de Arezzo, docente de Técnica de la Terapia Breve en la Universidad de Siena y representante oficial del Mental Research Institute de Palo Alto. Entre sus obras, traducidas a muchas lenguas, figuran El arte del cambio (con Paul Watzlawick); Miedo, pánico, fobias, y Terapia breve estratégica (con Paul Watzlawick).

Prólogo

Una de las más nefastas convicciones de los últimos cien años, en cuanto a tratamientos terapéuticos, es aquella fundamentada en que si una persona tiene un patología psicológica grave y persistente a lo largo de varios años, su terapia deberá ser igual de complicada y extensa en el tiempo.

Tal creencia pseudocientífica ha resistido durante decenios tanto a la contraria evidencia de los hechos como a la evolución de la ciencia, y todavía persiste en ciertos ambientes, en los cuales quizás es más importante defender la ortodoxia que curar efectivamente los sufrimientos humanos; en estos casos, como dice Hegel, «si los hechos no concuerdan con la teoría, peor para los hechos».

Sin embargo, a lo largo de los últimos treinta años, muchos estudiosos y autores, recuperando antiguos saberes y utilizando las contribuciones de la más actualizada investigación científica, han demostrado y divulgado cómo es posible resolver eficazmente y en tiempo breve la mayoría de las patologías psíquicas y comportamentales. Como afirma Occam: «Todo lo que puede ser hecho con poco, inútilmente se hace con mucho».

En este sentido, quien escribe ha intentado exponer, espero que de forma clara, accesible y de placentera lectura, las ideas y sugerencias derivadas de la experiencia de más de tres mil casos tratados a lo largo de un decenio, la mayor parte de los cuales han sido resueltos en un lapso de pocas semanas. En otras palabras, el propósito de este libro consiste en introducir al lector en este fascinante «arte» de resolver problemas complicados mediante soluciones aparentemente simples.

1. La teoría

Construir realidades patológicas

«Soy como una marioneta rota, con los ojos caídos hacia dentro».

Esta frase de un enfermo mental dice más que la totalidad de los textos sobre la introspección.

E.M. Cioran,Silogismos de la amargura

Con el fin de introducir mis argumentaciones acerca de la forma en que los seres humanos «construyen» sus propias patologías, creo que puede ser útil basarme en una anécdota real que no viene directamente de la práctica clínica, ya que opino que los terapeutas deberíamos aprender mucho no solo de aquello que acontece en nuestras consultas sino sobre todo de lo que sucede en las usuales interacciones humanas; observar cómo cambia la naturaleza de las cosas; cómo los fenómenos sociales e interpersonales, según sus diferentes manifestaciones, producen patologías o estrategias para resolver patologías; y aprender de estas observaciones cómo afrontar los problemas para los cuales los pacientes nos piden soluciones.

Hace algunos años, en Estados Unidos, un hombre tenía un miedo muy grande a volar, casi una obsesión, simplemente porque temía encontrar una bomba en su avión (nos encontrábamos en la época de los atentados aéreos) y, al mismo tiempo, sentía un amor infinito por las capitales del arte europeo, que no podía ir a visitar a causa de su indomable miedo.

Después de muchas reflexiones, el hombre, que era un apasionado de los cálculos de probabilidades, quiso saber cuántas eran verdaderamente las probabilidades de encontrar una bomba en su propio avión.

Comenzó a llamar a agentes de viajes esperando que estuviesen informados y preguntó:

–Disculpe: ¿me puede decir cuántas probabilidades tengo de encontrar una bomba en el vuelo de Nueva York a París?

Como se puede suponer, la mayoría de los agentes de viaje le contestó:

–¡No tengo tiempo de pensar en esas estupideces!

Hasta que, casualmente, por cuestiones del azar, encontró a un agente de viajes tan apasionado como él del cálculo de probabilidades, que le respondió prontamente:

–Una probabilidad entre cien mil.

Él pensó un poco en esto, y después preguntó:

–Pero permítame, ¿cuántas probabilidades tengo de encontrar dos bombas en el mismo avión?

Y el agente de viajes dijo:

–Pues se tendría que hacer un cálculo exponencial, llámeme dentro de media hora y lo habré hecho.

El hombre llamó después de media hora exacta, y el agente afirmó:

–Bien, he hecho el cálculo exponencial: hay una probabilidad entre 100.000.000 de que usted pueda encontrar dos bombas en el mismo avión.

El hombre respondió:

–Bueno, entonces reservo un billete para el vuelo de la próxima semana de Nueva York a París.

El hombre fue arrestado en la puerta de embarque de la TWA: llevaba una bomba dentro de su maletín, y sostenía que obraba de ese modo por el bien de todos porque reducía así, en gran medida, las probabilidades de encontrar otra bomba en el avión.

Esta anécdota extravagante introduce claramente un concepto de fondo, ya bien conocido por el filósofo Locke, quien afirmaba que, en realidad, nosotros consideramos «insensatos a quienes, partiendo de premisas equivocadas y usando una lógica correcta y convincente, llegan a conclusiones erróneas». Hoy diremos, de acuerdo con la moderna filosofía de la ciencia, que cada persona crea su propia realidad sobre la base de lo que hace, guiada por la perspectiva que asume en la percepción de la realidad con la cual interactúa. El lector puede, esforzándose, asumir el punto de vista del hombre de la anécdota y llegar, así, a la comprensión del proceso lógico mediante el cual fue impulsado a construir racionalmente una acción tan irracional como la de llevar una bomba para evitar encontrar otra.

Cada realidad cambia según el punto de vista de quien la mira: esto conduce a reacciones diversas sobre la base de las diferentes atribuciones que se pueden hacer a la misma realidad.

En este sentido es iluminadora la historia que sigue:

«En un día muy caliente, en una ciudad del sur de Italia, un padre y su hijo emprenden un viaje, con su asno, para visitar a unos parientes que viven en una ciudad lejana de su comarca.

El padre va montado sobre el asno y el hijo camina a su lado; los tres pasan delante de un grupo de personas, y el padre escucha que éstos dicen:

–Miren eso, ¡qué padre tan cruel!: va sobre el asno y su hijito debe andar en un día tan caliente.

Entonces el padre baja del asno, hace subir al hijo y continúan así el camino.

Pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha que éstos dicen:

–Pero miren: el pobre viejo camina, en un día tan caliente, y el joven va muy cómodo sobre el asno; ¡qué clase de educación es ésta!

El padre, entonces, piensa que lo mejor es que los dos vayan sobre el asno, y así continúan el camino.

Un poco después pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha:

–¡Observen qué crueldad!: esos dos no tienen ni un poco de misericordia con ese pobre animal que debe cargar tanto peso en un día tan caliente.

Entonces el padre se baja del asno, hace bajar también a su hijo y continúan caminando junto al asno.

Pasan enfrente de otro grupo de personas, que dicen:

–¡Qué imbéciles esos dos!: en un día tan caliente caminan a pesar de que tienen un asno sobre el cual montar...».

Como el lector puede comprender, la historia podría continuar hasta el infinito: lo que nos muestra es cómo de la misma realidad se pueden tener percepciones y opiniones muy diversas, y cómo, sobre la base de cada una de éstas, las reacciones de las personas cambian.

«No existe una realidad verdadera, sino tantas realidades como se puedan inventar», afirmaba Oscar Wilde.

Por tanto, se debe constatar que no existe un conocimiento realmente verdadero de las cosas, solamente puede existir un conocimiento idóneo, o bien un conocimiento instrumental que nos permita administrar la realidad con la cual interactuamos. Lo anterior, que caracteriza el punto de vista de la filosofía de la ciencia actual, conduce a tomar distancias de las tesis deterministas o positivistas que quisieran defender la posibilidad de un conocimiento científicamente verdadero, optando por el estudio de los modos más funcionales de proceder con relación a una realidad nunca del todo verdadera, ya que ésta es fruto de los puntos de vista que adoptamos, de nuestros instrumentos cognoscitivos y de nuestros modos de comunicarnos. Este enfoque, denominado constructivismo, sobre la base de la conciencia de la imposibilidad de lograr una verdad definitiva, se encamina hacia el perfeccionamiento de nuestra conciencia operativa; o sea de nuestra capacidad de administrar estratégicamente la realidad que nos circunda. Éste, sin embargo, no es un conocimiento del todo moderno; ya Epicteto, el filósofo de la antigüedad, afirmaba: «no son las cosas en sí mismas las que nos preocupan, sino la opinión que tengamos de ellas».

Kant, en su Crítica de la razón pura, aseguraba que muchas veces los seres humanos confunden los resultados de su modo de definir, deducir o clasificar los conceptos con las cosas en sí mismas.

En el antiguo budismo zen se tienen dos concepciones de la verdad: la verdad de esencia y la verdad de error. La verdad de esencia se alcanza mediante la iluminación, o bien trascendiendo la realidad concreta, porque la esencia está en lo trascendente y no en la vida terrena; por tanto, tal verdad no puede ser alcanzada en el curso de la vida de un ser humano.

Las verdades de error son, en cambio, aquellas verdades instrumentales parciales que se construyen en la relación con las cosas terrenales para incrementar nuestra capacidad de gobernarlas. Los seres humanos, en la mejor de las hipótesis, podemos perfeccionar nuestra capacidad de inventar «verdades de error».

Como se puede ver, la moderna epistemología constructivista, o mejor la contemporánea filosofía de la ciencia, reúne antiguos saberes de Oriente y Occidente, aunque llega a tales consideraciones mediante la evolución experimental de la ciencia aplicada. Es, de hecho, gracias a las ciencias «exactas» que se llega a la constatación de la absoluta imposibilidad de tener certezas científicas definitivas.

Desde que Einstein y Heisenberg iniciaron la revolución científica de la física contemporánea, introduciendo la relatividad y el principio de indeterminación, la ciencia moderna se ha orientado hacia la búsqueda de un conocimiento instrumental y operativo y ha dejado de lado la búsqueda de verdades absolutas. De la misma forma, desde que Gödel (1931) con su tratado sobre las Proposiciones indecidibles demolió la posibilidad de una lógica rigurosamente racional, la lógica matemática ha evolucionado hacia el desarrollo de modelos que contemplan la contradicción, el autoengaño y la paradoja como procedimientos rigurosos y predictivos en la construcción de las creencias y del comportamiento humano.

En palabras de Von Glasersfeld (1995), hoy se debe adaptar nuestro conocimiento a las realidades parciales, construyendo, frente a los problemas, estrategias que se basen cada vez más en los objetivos que nos trazamos, y que se adapten paso a paso al desarrollo de tales realidades. De modo que la transición es de un conocimiento que pretende describir la verdad de las cosas, el positivista y determinista, a un conocimiento, el constructivista, que nos permite adaptarnos eficazmente a lo que percibimos y cuyo desarrollo se presenta mediante un conocimiento operativo que nos enseña a gobernar la realidad del modo más funcional posible.

Después de estas divagaciones teoréticas, quizá tediosas pero indispensables para dejar claro al lector el rigor científico de las afirmaciones presentadas, podemos retornar al ejemplo del hombre que carga en su maletín una bomba para reducir la probabilidad de encontrar una bomba terrorista en su avión, ya que este ejemplo introduce otro aspecto fundamental para el conocimiento de los problemas humanos, para saber cómo se construyen, y de qué manera pueden ser resueltos; es decir que lo que construye una patología y la mantiene es precisamente lo que las personas intentan hacer para resolverla.

Una tentativa de solución que no funciona, si es reiterada, no solo no resuelve el problema, sino que lo complica, hasta inducir a la construcción de un verdadero círculo vicioso, en el interior del cual lo que se hace para cambiar alimenta la persistencia de lo que debería ser cambiado.

Esta idea, formulada por primera vez por los teóricos de la Escuela de Palo Alto (Watzlawick y otros, 1974), puede aclararse mejor mediante un ejemplo concreto: la persona que sufre un trastorno fóbico intenta usualmente evitar las situaciones que le desencadenan el miedo, pero es precisamente el evitar tales situaciones lo que incrementa la reacción fóbica. Cada fuga, de hecho, confirma la peligrosidad de la situación evitada y conduce a una nueva fuga, hasta que, en virtud de este círculo vicioso de soluciones intentadas que aumentan el problema, el sujeto fóbico llega a sumirse en un aislamiento casi total. Llegados a este punto habrá literalmente «construido» un trastorno fóbico generalizado.

Si a la estrategia de fuga personal de tales sujetos, como es usual en estos casos, se añade la tentativa de solución del soporte y de la ayuda ofrecida por los que viven en torno a ellos, el problema se complica ulteriormente. La ayuda recibida por quien tiene miedo de afrontar determinadas situaciones, de parte de personas queridas que lo acompañan y lo apoyan, tiene el efecto de confirmar a éste, aún más, que solo no lo habría logrado (Nardone, 1993).

Así que la suma de un intento de solución personal y una tentativa de solución relacional, reiteradas en el tiempo, conducen al efecto final de un incremento formidable de la patología que habrían debido atenuar.1

Lo que es sorprendente para muchos es que lo que guía a las personas a reiterar la práctica de actitudes y comportamientos disfuncionales no es un freudiano «instinto de muerte» y mucho menos una «propensión genética» a la patología, sino el aplicar, de manera rígida, soluciones que anteriormente habían funcionado en problemas del mismo tipo; pero una buena solución, empleada para un mismo problema en tiempos diferentes puede convertirse en una pésima solución, asimismo un comportamiento adecuado en una determinada circunstancia puede ser completamente inadecuado en otra muy similar a la anterior. El problema, por lo tanto, radica en aplicar tentativas de solución aparentemente adecuadas y sobre todo en insistir en su aplicación incluso después de comprobar el fracaso.

Los seres humanos, como demuestra la moderna psicología cognitiva y de las atribuciones, tienen dificultad en cambiar sus puntos de vista y sus esquemas comportamentales aun cuando éstos resultan inadecuados. Se dice, en efecto, que el hombre desea más reconocer que conocer. En otros términos, todo esto reconduce a una antigua fábula griega que narra la historia de «una mula que todas las mañanas llevaba una carga de leña desde la granja en el valle hasta la cabaña en la montaña, pasando siempre por el mismo sendero a través del bosque, subiendo por la mañana y regresando al anochecer. Una noche, durante una tormenta, un rayo derribó un árbol que obstruyó el sendero. A la mañana siguiente la mula, caminando por su habitual trayecto, tropezó con el árbol que le impedía el camino. La mula pensó: “El árbol no debe estar aquí, está en un lugar equivocado” y continuó hasta golpear su cabeza contra el árbol, imaginando que éste se desplazaría, ya que ése no era su puesto. Entonces la mula pensó: “Quizá no he dado un golpe lo suficientemente fuerte”; pero el árbol no se movía. La mula insistió repetidamente». Dejo intuir al lector el trágico final de la antigua fábula griega.

Encuentro en esta metáfora una excelente analogía con aquello que los seres humanos ponen en práctica cuando crean una patología; y pensar que como en el caso de la mula la mayoría de las veces bastaría poco, solo algo de elasticidad mental, para evitar construir el problema.

La vida está llena de eventos problemáticos para cualquiera; la diferencia está en «cómo» cada uno de nosotros afronta estas realidades, ya que esto conducirá a aplicar tentativas que pueden llevar no solo a la no-solución del problema que se quería resolver sino, incluso, a su complicación. Por tanto, lo que construye un problema no es tanto un error de percepción y de reacción sino la rígida perseverancia en la posición asumida y en las acciones que derivan de ésta. Como ya fue referido, las patologías psicológicas, usualmente, se construyen por la utilización, por parte de la persona, de una o más soluciones que a menudo son reconocidas por el mismo sujeto como no funcionales pero que no logra modificar. Tal rígido sistema de percepciones y reacciones, con relación a una determinada realidad, mantiene el problema, lo complica, y con frecuencia conduce al sujeto a desconfiar de la posibilidad de un cambio.

De modo que las «soluciones intentadas» disfuncionales se convierten en el problema (Watzlawick y otros, 1974).

En otros términos, errar es humano pero es la incapacidad de modificar los propios errores lo que vuelve las situaciones irresolubles. Tal dificultad de cambiar nuestras estrategias, a la que he aludido anteriormente, reside en el hecho de que éstas derivan de experiencias precedentes de resultados favorables al afrontar problemas de la misma tipología. En otras palabras, como dice Oscar Wilde: «es con las mejores intenciones que se producen los peores efectos».

La demostración experimental de este asunto se deriva de los famosos experimentos realizados en la universidad de Stanford por el psicólogo Bavelais, que sometió a varios sujetos al experimento que sigue: el investigador dice al sujeto:

–Ahora leeré un cierto número de cifras de dos en dos; usted debe decirme si las cifras de las parejas se relacionan o no entre sí».

Invariablemente, al inicio de la prueba el sujeto quiere tener información más precisa respecto a cómo estos números deberían relacionarse.

El investigador le explica que la tarea es precisamente descubrir tales nexos.

De esta manera, se induce al sujeto a creer que su tarea está vinculada con los experimentos de prueba y error, y que puede, por lo tanto, comenzar a dar respuestas, que serán gradualmente más precisas, hasta alcanzar la correcta.

Al comienzo, el investigador declara siempre incorrectas las respuestas del sujeto; después, sin ningún nexo con la respuesta, empieza a declarar acertadas algunas respuestas. A medida que avanza el experimento, el investigador incrementa la frecuencia de las respuestas consideradas acertadas, de manera casual, sin ninguna valoración efectiva de la respuesta, y así procede el experimento, de modo que el individuo tenga la impresión de incrementar progresivamente la certeza de sus respuestas.

Cuando se ha llegado a un buen nivel de esta artificiosa y falsa corrección, el psicólogo interrumpe el experimento y pide al sujeto que le explique cómo ha formado en su mente los modelos lógicos que lo han llevado a avanzar en el experimento.

Normalmente, las explicaciones ofrecidas son complicadísimas, a veces absolutamente incomprensibles. En este momento, el investigador revela el truco y manifiesta que al declarar correctas o incorrectas las respuestas no había ningún sentido lógico, se trataba solo de un guión prestablecido. No existía ninguna coherencia real entre las preguntas y las respuestas, ningún nexo matemático, lógico, figurativo, etc. La definición de los éxitos y los fracasos había sido independiente de las respuestas.

Lo que es oportuno para nuestro tema, es que en este punto la mayor parte de los sujetos rehúsa creer al psicólogo y manifiesta una grandísima dificultad en abandonar la visión que se ha construido en su mente. Algunos tratan, incluso, de convencer al investigador de que existen verdaderamente nexos lógicos de los cuales él no se ha dado cuenta aún.

Este experimento, como muchos otros del mismo tipo, demuestra claramente cómo una persona tiene grandes dificultades en cambiar una convicción propia, después de haberla creado mediante un proceso experiencial vivido como eficaz. Todo esto deja claro cómo, aún teniendo pruebas concretas, las personas insisten en aplicar estrategias de soluciones disfuncionales con relación a una determinada realidad, y cómo lo que mantiene los problemas es lo que hacemos, sin éxito, para resolverlos.

Construir realidades terapéuticas