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Esta vez, volvió su mirada al libro. Las páginas de Radio Tatek acapararon toda su atención para contar, sobre todo a los más jóvenes, la existencia de una emisora radial cubana concebida para tropas nuestras que, cerca de doce años permanecieron en tierra etíope con el objetivo de contribuir, junto a los del terruño, a la preservación de su integridad nacional. Historias que llevan a la reflexión, proezas que incitan a hacer, anécdotas que enorgullecen al cubano, experiencias que ratifican nuestro valor humano y solidario, están dispersas en cada relato que cuenta, en definitiva, de la única emisora internacionalista en la historia mundial de la radio. Devenida la presente en la presencia de locutores y periodistas cubanos de alto rango y prestigio en el medio televisivo y radial.
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Seitenzahl: 269
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Edición:Olivia Diago Izquierdo
Corrección:Maricel Pérez Aguilera
Diseño de cubierta:Gissel Hondal Terrero
Diseño interior y realización:Lozano
Digitalización de imágenes:Lozano
Conversión a ebook:Grupo Creativo RUTH Casa Editorial
© Rafael Ramírez Fernández, 2012
© Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2012
ISBN9789592248380
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, en ningún soporte sin la autorización por escrito de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10693
Plaza de la Revolución, La Habana
www.verdeolivo.co.cu
A todos los combatientes internacionalistas que acudieron, voluntariamente, a defender la integridad del suelo etíope, en especial, a los caídos.
A los hijos de nuestro país que no desaprovechan un segundo para honrar a los hombres y mujeres que hacen del internacionalismo y la solidaridad una de las prácticas más dignas y humanas.
Mis agradecimientos alos combatientes internacionalistas que me brindaron sus testimonios para enriquecer la historia de Radio Tatek, única emisora internacionalista que se conozca en la historia mundial de la radio.
A quienes me alentaron a escribir el libro; ellos también son cómplices de este regalo que hoy llega a ustedes. Algunos nombres indispensables: Isora Gutiérrez Romero —la de la idea original—, José Luis Vidal del Amo —el mejor colaborador—, María Isabel, Roberto, Cartaya, Aida, Francisco, Silvita, Bienvenido, Cary, Elsita,
Oriente, Cachi, Ray, Fello, Sarah Liz, Salé, Víctor, Julio César y Mauro.
A Vianka y Ariamna, mis dos hijas, las principales críticas y asistentas en la escritura y redacción del libro.
¡Tiene tanto el periodista de soldado!
José Martí
Radio Tatek quizás para muchos sea una frase rara, desconocida e intrascendente; cualquier cosa pudiera uno imaginar, menos lo que es; sin embargo, esas dos palabras devenidas símbolo y que nombran a una emisora de radio, también tienen otras interpretaciones, tales como un pedazo del corazón de Cuba; ventana ala patria lejana; parte de la vida misma de lastropas; fuente de inspiración; sedante para los enamorados; antídoto del gorrión; identidad; fragua de combatiente; un rayito de luz caribeña.
Así, con frases metafóricas casi siempre, numerosos cubanos que cumplieron misión internacionalista en Etiopía idealizaron Radio Tatek. Así la vieron, así la pintaron en sus corazones y abrazados a ella cruzaron continentes y estamparon un beso al ser querido que había quedado en la patria. A través de ella, con el oído presto a escuchar cada palabra salida de la emisora, casi todos, unos cuarenta mil combatientes, aprendieron a ser mejores personas, más humanos, más solidarios; aprendieron a enarbolar y defender mejor los símbolos patrios.
“Las ideas son las riendas de las piedras...”. “Toda idea se sanciona por sus buenos resultados”.1Así distinguió José Martí, el Maestro de todos los cubanos, las buenas ideas. Radio Tatek es obra de una brillante idea que alcanzó resultados muy superiores a los esperados.
1 Ramiro Valdés Galarraga: Diccionario del pensamiento martiano, 4ta. edición, ICL, Editora de Ciencias Sociales, 2007, pp. 300 y 327.
De un sencillo y valiente cubano nació esta idea; quizás él nunca pudo imaginar que su iniciativa llegara tan lejos. Por la trascendencia de su iniciativa, por su acierto y resultados, todo el mérito. Hágase, pues, justicia al juicio del general de cuerpo de ejército, Leopoldo Cintra Frías, miembro del Buró Político, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionariasy Héroe de la República de Cuba. De Polito, como le dice cariñosamente todo su pueblo, fue la idea primaria de montaren la ciudad cabecera de la región administrativa de Harar,enEtiopía, la emisora internacionalista que llevaría por nombreRadio Tatek.
Especial es también el mérito del camarada Rafael Ramírez Fernández, autor de este testimonio, quien enalteció la planta, la multiplicó desde su condición de director, como hicieran otros, y quien entregó todo su aliento para hacer de ella un arma poderosa de la Misión Militar Cubana.
Al nacer Radio Tatek, miles de compatriotas pudieron sintonizarla y conocer mejor las razones que los llevaron a allí; pudieron mantenerse vinculados con la isla y realizar una preparación combativa superior.
En la obra no solo se habla de la emisora de radio y de las causas que justificaron su creación, también se diserta sobre los méritos del combatiente etíope, su grandeza y hermandad sellada con la sangre de ambas naciones en el campo de batalla.
Abisinia o Etiopía es un país milenario con características muy propias y una belleza singular. Su gente, ciudades, monumentos, ríos, fauna y flora hacen del lugar un gigantesco jardín. Y para que la geografía sea más completa se erigen montañas de todas las altitudes y aparecen selvas, regiones áridas y desérticas. En este hermoso paraje africano, las ondas hertzianas de una emisora de radio cubana surcaron el espacio para dejar constancia, hasta en las alturas, de la hermandad entre dos pueblos.
Se trata de una novedosa experiencia en el mundo de la radio, de una práctica sin antecedentes similares. No siempre los experimentos tienen resultados exitosos en sus primeros intentos, y requieren de nuevas pruebas, modificaciones; pero en el caso de Radio Tatek, los frutos fueron robustos y provechosos; pronto demostró cuán útil es un medio de este alcance, al lado de tropas en una misión internacionalista. Quizás esta novedad haya sido uno de los principales logros en el perfeccionamiento de las tareas de colaboración. De ellos expresan sus opiniones los principales jefes militares de la misión, quienes la calificaron como aliada insustituible en el cumplimiento de metas esenciales.
Así emergió Radio Tatek para la historia. Así nos entrega ahora su autor esta obra testimonial de igual nombre. Escrito con la palabra ha de quedar para que el tiempo y la prisa no borren un hecho simbólico; para que la juventud cubana sepa que sus análogos de ayer no fueron indiferentes al dolor de los pueblos como tampoco los son ellos hoy.
La invitación a andar por las páginas de este libro está hecha. Al concluir, el lector encontrará reforzado su espíritu solidario e internacionalista.
Las historias, sucesos, testimonios, que se cuentan después de muchos años, en ocasiones no se relatan tal y como sucedieron, sobre todo, cuando nadie se encarga de registrar los acontecimientos según se van produciendo. Si a esta realidad se le une el hecho de que muchos de los que escriben la historia son personas parcializadas con sus ideas, entonces lo que recibe el lector se distancia aún más de lo que exactamente ocurrió.
También la historia de Radio Tatek sale a la luz luego de muchos años de su existencia; pero para corregir lo anterior, ha sido empeño de este autor no traicionar la memoria histórica de la emisora, sino ser consecuente con la veracidad de los hechos. En tal sentido, encontrarán en este libro narraciones, testimonios e ideas; la mayoría, de periodistas, realizadores y algunos colaboradores que laboraron directamente en ella. Otras fuentes enriquecedoras fueron las apreciaciones de los jefes que la utilizaban; de ingenieros y técnicos que tuvieron que ver con su montaje y, muy importantes resultaron los criterios y valoraciones de combatientes que la escuchaban.
La totalidad de estos compañeros conservan una imagen respetuosa de la emisora. Aquellos jóvenes hoy recuerdan a Radio Tatek como el bálsamo para el efecto de la añoranza y afirman que, con la música, poemas, chistes y la programación toda, para entretenerlos y mantenerlos informados, les llegaba la calma. Así le daban paz al gorrión,como le llaman los internacionalistas cubanos a la melancolía por las cosas de la tierra y la familia que quedan lejos, detrás.
Del servicio que le prestó la emisora a la Misión Militar de Cuba en Etiopía, a la propia nación africana y al enriquecimiento teórico del internacionalismo, hablan también las páginas de este libro.Radio Tatek, el relato de la emisora internacionalista en Etiopía, es un testimonio lo más apegado a la realidad, pero es también literatura, cuya existencia ha de prolongarse en el tiempo.
El autor
Agustín Díaz Cartaya
Mil veces más vale atrincherarse detrás de un principio que detrás de un grosero interés material.
Fidel Castro Ruz
Para que se den acontecimientos dignos de ser contados, tienen que ocurrir determinadas circunstancias en la vida. Unos pueden ser más interesantes que otros, según la apreciación de cada persona. Sin embargo, existen hechos tan exclusivos que despiertan el interés de muchos y esa generalidad agradece que se les cuente. La existencia de Radio Tatek es uno de ellos. Y quizás entre las cosas más curiosas es narrar cómo lo recuerdan cerca de cuarenta mil cubanos que convivieron con la emisora, a doce mil kilómetros de la isla, allá por el llamado Cuerno de África.
Etiopía es el escenario que dio origen al hecho que se narra, especialmente la ciudad cabecera de la región administrativa de Harar; aconteció entre 1978 y 1989. Allí debutó la única emisora internacionalista que se conozca en la historia de la radio. La planta, identificada como Radio Tatek, a pesar de hallarse en el corazón de África, trasmitía para los cubanos basificados en ese país. Con el objetivo de establecer comunicación con ellos y con todos los requisitos que demanda una planta radial para hacerse al éter e informar bajo principios convencionales, se creó esta emisora.
Los autores de la idea original, motivados por la necesidad de un medio de enlace con las tropas, nunca pudieron imaginar que la emisora llegara a convertirse en el brazo derecho de la Misión Militar Cubana en Etiopía (MMCE). Y es que, aun cuando naciera entre muchas dificultades, las circunstancias la hicieron crecer y la propia vida demostró que una planta radial, también en un lugar como este, brinda infinitas posibilidades, sobre todo, cuando se halla en manos de personas capaces de multiplicar iniciativas.
La riqueza de la vida diaria hizo que la planta se convirtiera en una fortaleza para el cumplimiento exitoso de la MMCE, así se reconoció por altos oficiales y personalidades que prestaron servicio en esa nación.
Desde muy temprano, el mando de la misión se percató de la importancia de este medio de comunicación y de manera permanente le brindó toda la atención. En los éxitos de Radio Tatek mucho tuvo que ver la selección del personal que trabajó allí y la profesionalidad de cada uno: periodistas, locutores, realizadores, operadores de audio y del trasmisor. No menos importante fue el papel que desempeñaron los ingenieros y técnicos que, tras su montaje, lo fueron perfeccionando continuamente.
Alrededor de un centenar de especialistas de la radio y las comunicaciones, en general, contribuyó, entre otros factores, a que los resultados de la emisora fueran positivos.
Acudir al cumplimiento de esta misión siempre fue una decisión voluntaria, de modo que, a todos los que se les propuso en Cuba la tarea podían aceptarla o no. Sin embargo, cerca del ciento por ciento vio esta encomienda como un deber ineludible. A muchos de estos compañeros se les preguntó, transcurridos veinte años, lo que representó para ellos haber asistido a la misión, y respondieron: “¡Útil! ¡Muy útil!”. Manifestaron, además, su orgullo por haberlo hecho.
Miles y miles de kilómetros separan a Cuba de Etiopía; como es de suponer, las señales radiales y televisivas de la isla no llegaban a ese remoto punto de la geografía africana. Radio Habana Cuba, por ejemplo, se oía muy mal, porque los trasmisores no tenían orientadas sus señales hacia esa región. Tampoco su programación estaba diseñada para combatientes internacionalistas en otras tierras. En conclusión, cuando se podía escuchar, se utilizaba de ella muy poco. Para esta fecha (1978-1989), Etiopía no disponía de la infraestructura necesaria, ni radial ni televisiva, sin embargo, la presencia allí de miles de combatientes cubanos, obligaba a contar con un medio que facilitara la comunicación con ellos; la radio era el resorte por excelencia que más se adecuaba, el idóneo; no solo por sus características intrínsecas, sino por la geografía y la dislocación de los efectivos de nuestras fuerzas armadas en la región.
Cuba llegó a tener en territorio etíope alrededor de dieciocho mil combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que viajaron a ese país por solicitud del gobierno de Etiopía, para de conjunto hacerle frente a una brutal e injusta agresión procedente de su vecina Somalia. Este número de combatientes, después de violentos enfrentamientos y la derrota del agresor en los primeros meses de 1978, pasó a la posición de “guardia”,2 como se les llamó entonces a las ubicaciones permanentes dislocadas en el triángulo: Harar-Dire Dawa-Jijiga y, por consiguiente, necesitaban noticias, informaciones, intercambios, recreación, no solo para retomar hábitos de comunicación establecidos, sino para desarrollar una mejor preparación combativa y política, insertada dentro de la programación. Nada más apropiado para cumplir con esos objetivos que una emisora de radio, un medio de comunicación o propaganda de características excepcionales: económico, inmediato, de largo alcance y masividad.
2 Expresión con que el Comandante en jefe nominó el desempeño de los combatientes cubanos que permanecieron en territorio etíope, luego de derrotadas las fuerzas somalíes. Aquel 26 de abril de 1978, Fidel expresó: “El personal militar cubano estará en Etiopía el tiempo que acuerden los gobiernos de Etiopía y Cuba para apoyar al pueblo etíope contra cualquier agresión exterior […]”.
En la década del setenta del pasado sigloxx, muchas naciones de África se vieron sacudidas por importantes movimientos sociales y procesos revolucionarios que terminaron por ponerle fin al yugo colonial. En el caso de Etiopía, aunque no era colonia, los sentimientos patrióticos y progresistas se extendieron por el país y se encauzó un fuerte movimiento de rebeldía política. Sin lugar a dudas, el grado de miseria y explotación al que había sido sometido el milenario país, propició que varios sectores de la sociedad se enfrentaran decididamente al gobierno y a la burguesía nacional, en busca de mejoras sociales.
Por esa época, el movimiento social de Etiopía quizás fue el más profundo del continente. Allí se desarrolló un proceso revolucionario muy radical que llevó a los promotores a situaciones extremas y difíciles, dada su orientación izquierdista.
En medio de todo este acontecer, habían emergido diferentes fuerzas políticas; pero el sector militar, como parte de ellas, en breve tiempo se hizo del poder. Entre estas tendencias se dieron importantes y cruentas luchas por las riendas del gobierno. Fue así como, lo que más tarde se llamó Consejo Administrativo Militar Provisional (CAMP), conocido popularmente como Derg (Asamblea o Reunión de Pares), logró afianzarse en el control de la nación. Alrededor de ella, se aglutinaron los estudiantes, profesores y gran parte del sector popular. Luego se empezó a hablar de una nueva constitución revolucionaria, de reforma agraria y de la nacionalización de algunos bancos, proyectos que generalmente no se materializaron. En el seno del CAMP también había elementos negativos y una serie de contradicciones que obligó al Derg a expulsar a algunos miembros y a radicalizar el proceso para una mayor estabilidad en la dirección.
Ya en este momento se hablaba de una revolución de carácter socialista. En medio de toda esta lucha, el teniente coronel Mengistu Haile Mariam, de una extracción social más cercana a la clase menos favorecida del país, resultó la primera figura del nuevo gobierno. Mucho tuvo que ver en ese ascenso su decisión y el hecho de ser uno de los factores más radicales.
Una vez lograda cierta estabilidad, el gobierno puso en práctica algunas reformas que beneficiarían al sector más pobre, sobre todo al rural, con cerca de un 90 por ciento de la población. Etiopía alcanzó logros significativos: la monarquía y los restos de la esclavitud fueron abolidos; el feudalismo y sus relaciones de producción desaparecieron del escenario nacional. Sin embargo, no favorecía al proceso iniciado la falta de una clase obrera numerosa y el subdesarrollo en que se hallaba el país.
Las fuerzas de la derecha y el imperialismo desataron acciones contrarias de envergadura ante las medidas del nuevo gobierno; en respuesta creció la radicalización del proceso revolucionario en marcha, y esa inclinación hacia una forma más popular fue vista con simpatía por los países más progresistas del momento.
Preocupado el enemigo, tanto interno como externo, arremetió contra el gobierno. Este acoso y las nuevas circunstancias favorecieron el instinto de preservar las conquistas del pueblo, y su dirección se vio obligada a buscar apoyo exterior. En tal sentido, las autoridades de Etiopía crearon vínculos de amistad y colaboración con la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) y Cuba.
El significativo giro político y rápido acercamiento de la revolución etíope a estos países socialistas sorprendieron al sector más privilegiado de la nación y, por supuesto, desconcertó al imperialismo.
Etiopía, en los tiempos del emperador Haile Selassie (1930-1974), estaba asistida y apoyada por occidente, en especial por Estados Unidos. Al emperador, a la élite gobernante y a la burguesía nacional les sobraban riquezas, mientras el pueblo sufría una terrible miseria, pues a pesar de que el país contaba con riquezas potenciales y una tierra muy fértil, predominaba la indolencia de sus gobernantes.
La ayuda que brindaba Estados Unidos no era para el ciudadano común; se concretaba, por lo general, en la venta de armamento y preparación de las tropas para consolidar el poder, como ha sucedido en otros escenarios: mantener un régimen que le garantizara sus intereses en el área. La posición estratégica de Etiopía dentro del llamado cuerno africano, con cientos de kilómetros de costa en el mar Rojo, era un lugar privilegiado.
El despertar social de un pueblo con estos niveles de explotación y sometimiento, a lo largo de cientos de años, parece casi imposible, sobre todo, en un área tan atrasada como África, sin embargo, en Etiopía se dio con un fuerte nivel de explosividad, y llamó la atención su inclinación hacia la izquierda.
Entre los países africanos, Etiopía siempre fue un caso especial. Su pueblo no permitió nunca ser colonia y quizás ese orgullo nacional le permitió ver con más claridad la posibilidad de un mejor estatus social para la nación.
Por esta época de la Guerra Fría (1978-1985), la correlación de fuerzas entre el imperialismo y el socialismo transitaba con cierto equilibrio y las relaciones entre los dos sistemas sociales eran en extremo antagónicas y tensas. La Unión Soviética, aún fiel al legado marxista leninista, seguía siendo fuente de inspiración para los pueblos que veían en el socialismo la única salida digna para el progreso social.
La lucha ideológica que se libraba entonces en el mundo era fortísima y muchas instituciones sociales progresistas no escatimaban esfuerzos al lado del socialismo. No es desproporcionado decir que los sectores más desposeídos de la sociedad se aferraban en sus luchas para alcanzar las reivindicaciones principales. La clase obrera contaba con un poder internacional muy importante y, en muchos países, los partidos de izquierda, socialistas y comunistas se disputaban la mayoría de los escaños en los parlamentos e, incluso, postulaciones al poder.
El relativo equilibrio entre las dos fuerzas ideológicas principales y los dos sistemas de producción imperantes, hacían pensar que el capitalismo salvaje, ese mismo que en miles de años solo le trajo miseria a Etiopía, ya era inoperante, obsoleto, y que se imponía algo diferente: el socialismo, quizás el socialismo del siglo xxi, como algunos lo llaman por estos tiempos.
Cuba, la pequeña isla del Caribe, desde acá, desde un punto sensible del hemisferio occidental, había desafiado la ira del sistema capitalista imperial, como pocos; lo retó a duelo como lo hacen los valientes decididos a defender sus derechos. Desde lo más sublime del Moncada y la Sierra Maestra, juró defender con absoluta fidelidad la causa de los humildes que son mayoría en casi todos los pueblos del mundo.
Ganó su independencia. Luego el amo imperial quiso volverla al redil, y la invadió por Playa Girón. Allí, el David antillano le dio la segunda lección: la primera derrota del imperialismo en América. Más tarde vino la crisis de Octubre, otra prueba que resumía lo más noble de la fidelidad a un mundo más equilibrado y justo. No terminaron ahí los retos, las pruebas, las demostraciones de principios. Las misiones militares en Angola y Etiopía, fueron parte de ese desafío a las fuerzas del mal, resultados y nobleza que se expresan en la muerte delapartheiden Sudáfrica, la liberación de Namibia, la derrota de los invasores somalíes a Etiopía…
Los asistentes del presidente estadounidense, James Carter, como es el caso del señor Zbigniew Brzezinski (asesor para Asuntos de Seguridad Nacional), no dejaron un día de advertirle que la presencia de los soviéticos, primero en Somalia, en la base naval de Berbera, y más tarde en Eritrea, Etiopía, constituía un serio peligro para los objetivos norteamericanos en el territorio. En un memorando del 3 de mayo de 1978, Brzezinski defendió el criterio de que el éxito soviético en Etiopía, aun cuando se limitara a la derrota de los somalíes sin incluir la penetración en Somalia, tendría un efecto demostrativo considerable en el resto de África, pues estimularía a los Estados africanos radicales a actuar con más decisión y dejaría las manos libres a los cubanos.
La influencia alcanzada por la Unión Soviética, en los alrededores de la principal vía marítima del petróleo, no fue nada despreciable y se sintieron aterrados ante el desafío. Sin embargo, esos niveles políticos se vieron frustrados por varias causas, entre otras, la enérgica reacción del imperialismo, por el garrafal fracaso de los soviéticos en la guerra de Afganistán y, finalmente, por el derrumbe del campo socialista.
Estas mismas fuerzas imperialistas, un tanto envalentonadas, ocuparon en un tiempo récord las principales posiciones o puntos estratégicos de la región. De manera que se establecieron en los puertos de Mombasa (Kenia) y de Berbera (Somalia), así como en las islas de Diego García (colonia británica)y Masira (Omán), todos ellos en el océano Índico. No es un secreto que la separación de la provincia etíope de Eritrea, como país independiente, fue estimulada y apoyada por occidente. Esta nueva situación privó a Etiopía de litoral con el mar Rojo. Lo cierto es que pasan los años y el Cuerno de África continúa siendo una región en la que no desciende la temperatura.
Desde estos territorios limítrofes con la vía acuática del mar Rojo —Eritrea, Djibouti y Somalia— se puede controlar gran parte de la ruta marítima que une el mar Mediterráneo con el océano Índico, en el golfo de Adén, a través del canal de Suez y el mar Rojo —más de ochocientos kilómetros de litoral con el mar Rojo—. Cualquier armamento convencional de alcance medio, emplazado en la costa del cuerno, domina la vía.
Al principio de este período —finales de la década del sesenta a 1977—, Somalia era un país fuerte desde el punto de vista militar, tenía uno de los ejércitos más numerosos y poderosos del área; la mayoría de los oficiales y especialistas militares se preparaban en escuelas y academias de la Unión Soviética, también contaba con un sostenido apoyo de esta nación. Las relaciones con Cuba eran muy buenas; sin embargo, mientras se mostraba como un país progresista y no alineado, coqueteaba en secreto con el imperialismo. El objetivo cumbre del régimen de Mogadiscio era anexarle a Somalia Djibouti, parte de Kenia y la provincia etíope del Ogaden. La consolidación de esta pretensión daría lugar a un nuevo Estado al que llamaría la Gran Somalia. Ese era el sueño del general Mohamed Siad Barre, quien gobernaba el país después de un golpe de Estado, en 1969. Este señor compensaría luego a sus aliados imperialistas con la custodia del litoral oeste de la importante vía marítima del mar Rojo.
Desde los tiempos más remotos las fuerzas del mal y de la justicia se vienen enfrentando en distintos terrenos y formas; por ello no fue una casualidad que el general Mohamed Siad Barre, soñara con ser amo del Cuerno de África y establecer allí lo que su mente idealizara como la Gran Somalia. De manera muy sutil se preparó para alcanzar su objetivo y para ello no solo engañó a muchos países y gobiernos, también traicionó a su pueblo. En su delirio de grandeza intentó convertirse en punta de lanza del imperialismo norteamericano en la región. Lo creyó todo perfectamente calculado.
La esencia del conflicto con Etiopía era estratégica. Desde tiempos atrás, Mogadiscio —la capital de Somalia— venía estimulando el llamado Frente de Liberación de Somalia Occidental (WSLF), en la frontera común, que pretendía adueñarse de la región del Ogaden. A tono con los deseos e intenciones del imperialismo de abortar el proceso revolucionario en etíope, el señor Mohamed Siad Barre decidió atacar abiertamente al país vecino y aliarse aEstados Unidos. Por otro lado, occidente sabía que el presidente deSomalia, soñaba con hacerse de un vasto dominio territorial a costa de países comoDjibouti, Kenia, y de Etiopía, la provincia del Ogaden.
El general se hizo fuerte en el país y en la región. Con toda intención Mogadiscio se hizo la desentendida ante las advertencias de Etiopía por los problemas fronterizos que fueron ganando intensidad hasta volverse graves. Fue así como entre el 11 y 13 de julio de 1977, las fuerzas regulares somalíes irrumpieron en territorio etíope en una guerra de conquista abierta.
No fue una sorpresa el comienzo de la contienda. Si bien el gobierno de Somalia lo tenía todo calculado, igual que sus amos imperialistas, la dirección de la revolución etíope y sus amigos tampoco ignoraban las intenciones de Siad Barre. Prueba de ello es que por el desarrollo de las tensiones entre los dos países, Cuba había tratado de mediar, teniendo en cuenta que Somalia también mantenía relaciones con La Habana y Moscú.
La traición del dictador de Somalia se volvió más grave, porque desoyó importantes llamados a la reflexión para evitar la guerra entre dos países vecinos. El más significativo de estos reclamos había sido el realizado por Fidel Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, quien propició un encuentro con los dos gobernantes: el etíope teniente coronel Mengistu Haile Mariam y el somalí, general Mohamed Siad Barre. El tope tuvo lugar el 16 de abril de 1977, en Adén, la capital de Yemen. También asistió Alí Rubayi, el presidente de esta nación.
Según algunas referencias, el dirigente etíope le había prometido a Fidel Castro dialogar todo lo que fuera necesario para mejorar las relaciones y llegar a un entendimiento digno, es decir, había una disposición por parte de Etiopía para evitar conflictos en el futuro. Más tarde, el general Siad Barre se mostró intransigente, prepotente, no pudo disimular sus pretensiones expansionistas. Por eso, a pesar del compromiso de respetar la integridad de Etiopía, el dirigente cubano no fue víctima de su hipocresía.
Como se esperaba, Somalia no cumplió su compromiso y justo a los dos meses y veinticinco días arremetió contraEtiopía. Con el propósito de alcanzar su objetivo expansionista, puso en marcha todo el poderío de su maquinaria castrense. Su corta visión política no le permitió ver más allá de sus pretensiones de grandeza y tampoco pudo tener en cuenta las raíces históricas que unen al cubano con los hermanos pueblos de África. Por su parte, el imperialismo norteamericano, desesperado por lo que dio en llamar “la presencia soviética en la zona”, se precipitó con el objetivo de hacer de Somalia un aliado poderoso e incondicional en esta convulsa región del mundo.
Luego los hechos demostraron que Mogadiscio no había madurado lo suficiente, en el orden militar, para satisfacer los apetitos hegemónicos del imperialismo en esta área estratégica. Así se expresaron algunos observadores; otros consideraron que Somalia estaba persuadida de la no participación de la Unión Soviética y Cuba a favor de Etiopía.
Somalia arremetió de forma abierta contra Etiopía con el apoyo del Frente de Liberación de Somalia Occidental que ya combatía en parte del Ogaden. El ejército invasor contaba con treinta y cuatro brigadas de infantería motorizada y de tanques y trescientos cincuenta mil hombres. Los medios eran trescientos cincuenta tanques T-55 y T-34, trescientos cincuenta blindados y seiscientas piezas de artillería. Sus fuerzas estaban apoyadas por unos cincuenta Mig-17 y Mig-21, así como diez helicópteros Mi-8. Por su parte, las fuerzas etíopes contaban en la región atacada con unos diez mil hombres, cuarenta y cinco tanques, cuarentay ocho piezas de artillería y diez cañones antiaéreos; treintay cinco aviones de combate formaban su fuerza aérea.
La invasión somalí fue condenada por la opinión pública internacional, sobre todo, por las fuerzas más progresistas del planeta. El avance de las tropas enemigas fue arrollador a pesar del coraje y la firmeza del combatiente etíope. Un baño de sangre corría en casi toda la geografía del Ogaden. El ejército atacante no escatimaba esfuerzos para conseguir su objetivo. Su conducta moral no era distinta a la del invasor fascista tradicional; de modo que la agresión fue vista por el pueblo etíope y sus amigos como una gran traición.
La escalada agresiva del general Mohamed Siad Barre no se limitaba al marco de la acción militar, quería también granjearse toda la confianza de los imperialistas y cumplir el legado de aliado fiel; para ello necesitaba el apoyo logístico a su cruzada. Luego, y como testimonio de su lealtad al imperialismo, tomó la decisión de expulsar de su país a los asesores cubanos y soviéticos. Este personal había permanecido en Somalia a petición de las propias autoridadesde Mogadiscio. Es oportuno decir que en los primeros años dela década del setenta, el gobierno de Mogadiscio emprendió numerosas reformas sociales de tendencia socialista. Entre las más destacadas estuvo la nacionalización de algunas empresas y estructuras económicas.El acercamiento de este gobierno a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética alcanzó un significativo nivel; miles de ciudadanos de ese país, tanto civiles como militares, fueron a estudiar a Moscú y a otras ciudades. También recibió de la URSS una gran asistencia técnica, incluyendo medios militares modernos.