Rebeldes en los lindes del combate - José Ángel Gárciga Blanco - E-Book

Rebeldes en los lindes del combate E-Book

José Ángel Gárciga Blanco

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Beschreibung

Rebeldes en los lindes del combate es un libro de fácil lectura y de una veracidad total sobre hechos que marcaron historias de vida durante la lucha insurreccional, especialmente, en el año 1958, narradas con sencillez por sus protagonistas. Las anécdotas y testimonios pertenecen a integrantes, mujeres y hombres, de la Compañía A Otto Parellada, del Segundo Frente Oriental Frank País, quienes aseguraron balas, armas, medicinas, alimentos. Con ellos el autor resalta experiencias que por estar alejadas de los combates, en ocasiones permanecen en el anonimato, no obstante asegurar de manera significativa el triunfo de la Revolución Cubana.

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Seitenzahl: 106

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición:Hildelisa Díaz Gil

Diseño de cubierta e interior:Bárbara Valdés Carballido 

Corrección:Catalina Díaz Martínez

Revisión técnica:Sarai Rodríguez Liranza

Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero DíazFotos:Internet

Conversión a ebook:Grupo Creativo Ruth Casa Editorial

 

© José Ángel Gárciga Blanco, 2023

© Sobre la presente edición 

Casa Editorial Verde Olivo, 2024

 

ISBN: 9789592246805

 

Nota: El contenido de la presente obra fue valorado por la Oficina del Historiador de las FAR

 

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, en ningún soporte sin la autorización por escrito de la editorial.

 

Casa Editorial Verde Olivo 

Avenida de Independencia y San Pedro 

Apartado 6916. CP 10600 

Plaza de la Revolución, La Habana 

[email protected]

 

Tabla de contenido
Nota al lector
Las victorias de los barbudos
Jorge Raúl Fernández Marrero
Lorenzo Cobos Stable
Mujeres en la antesala de la guerrilla
Mirta Hechevarría Jerez
Nalty González Sigas
Caridad Escobar González
Una escabrosa ruta
Rolando Menéndez Tomassevich
En busca de mi fusil. Onix Regüeiferos Oliva
El mejoramiento humano y la utilidad de la virtud
En Joturo
Lorenzo Sotomayor Reyes
Olga Rodríguez Castro
Campesinos y niños víctimas de los ataques aéreos
Erguidas bajo las bombas
Nalty González Sigas
Marlene Menéndez Tomassevich
Vilma Lussón Batlle
Los chivatos
El brujero
En tierra y aire
De plácemes
Las razones de mi conducta
El trabucazo
Escollos derivados del combate
Juan Antonio Suárez Marrero
Una miliciana y un rebelde sobre rieles de fuego
Desasosiego en dos trenes
De Palmarito a San Nicolás: Un tramo infernal
A solo horas de la victoria
Entrevistados de la Compañía A Otto Parellada del Ejército Rebelde
Otros testimoniantes
Bibliografía
Fuente principal
Libros
Datos de autor

Nota al lector 

Junto a las causales económicas, políticas, sociales y militares de una contienda bélica, la preparación, realización y resultados de las operaciones combativas constituyen elementos esenciales al escribir sobre temas de guerra; con ellos se conforman detalladas monografías y testimonios, y es correcto, a fin de lograr una comprensión objetiva de esas realidades.

Sin embargo, otros acontecimientos, los que por igual forman parte indisoluble de las hostilidades, suelen narrarse de manera resumida y, en ocasiones, la referencia resulta tan efímera que no permite aquilatarlos en toda su magnitud.

Precisamente, Rebeldes, en los lindes del combate aborda algunos de estos eventos durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, que culminaron con el triunfo de las fuerzas rebeldes en 1959.

Las experiencias de las personas que aparecen en las siguientes páginas, son solo una exigua demostración de cuánto hicieron los integrantes de la Compañía A Otto Parellada1 dentro de una limitada zona del territorio del Segundo Frente Oriental Frank País; con ellas, no pretendo referir historias excepcionales, sino ejemplificar hechos, semejantes a los de otras partes de la Isla.

1 A partir del grupo de Alto Songo, el 21 de marzo de 1958, el comandante Raúl Castro Ruz ordenó formar la Compañía A Otto Parellada, la cual integraría la Columna no. 6 Frank País bajo su mando. El 3 de agosto de ese año, fue creada la Columna no. 17 Abel Santamaría y la mayoría de sus efectivos procedía de dicha compañía. El nombre se mantuvo en la nueva columna.

Los relatos se agrupan en tres temas fundamentales:

Primero: Las causas y circunstancias en las cuales hombres y mujeres se convirtieron en combatientes del Ejército Rebelde, así como la entereza individual y vicisitudes afrontadas para lograrlo. Tal es el contenido de «La víspera del soldado rebelde».

Cuando observamos a los mercenarios actuales, asalariados del imperialismo mundial sembrando el terror por doquier, cimentando su bravuconería en ultramodernos medios de combate, y lo comparamos con ese humilde guerrillero que de múltiples formas arriesgó su vida con el fin de adquirir un arma, para incorporarse a un ejército donde no ganaría ni un centavo, resultan innecesarias las explicaciones adicionales para distinguir de qué lado estaban la razón, la verdad y la justicia y reconocer cuán auténtica era la Revolución Cubana.

Segundo: «Bombas y chivatos» muestra dos puntos de apoyo de la tiranía, los cuales en múltiples ocasiones se combinaban, no solo para proceder contra el adversario insurgente, sino contra la población lugareña.

Según cuentan, el emperador romano Vitelio solía decir que el cadáver de un enemigo siempre olía bien, y estas palabras se han tomado como patrón de crueldad. No obstante, el imperio moderno ha subido la parada a nivel planetario, pues asimismo le huelen los despojos de civiles inocentes a quienes asesinan, apoyándose en gobiernos lacayos en los países objeto de sus invasiones.

A Batista —pupilo de administraciones yanquis— igualmente le agradaba ese olor, incluido el de los párvulos y abuelos víctimas de los bombardeos.

En el tercer tema, con el mismo nombre que se identifica el volumen, se pone de manifiesto la entrega incondicional a la lucha del cubano humilde: hombre, mujer o todo un núcleo familiar. Actitudes heroicas y abnegadas no solo en el combate, sino en los lindes: antes y después; siempre asidos al objetivo de liberalización de la patria. De ahí le viene a esta la fortaleza raigal que la sustenta.

Los relatos son tan sencillos como sus protagonistas. Respecto a lo vivencial, apenas tenía diez años cuando la victoria del primero de enero y conocerlos sirvió de mucho para reafirmar mis convicciones; por tal motivo, la percepción de que pueden resultarles útiles al amable y joven lector, me condujeron a ponerlos en redondillas.

 

El autor

 

Las victorias de los barbudos 

Al finalizar el año 1957, las victorias de los barbudos en la Sierra Maestra elevaron la simpatía de los cubanos hacia la causa emancipadora y el espíritu de lucha a lo largo de todo el país.

Cientos de jóvenes se integraron al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y realizaron tareas clandestinas; la mayoría, en espera del momento oportuno para alzarse, en especial, quienes tenían una dinámica participación en las labores urbanas y, perseguidos por las fuerzas represivas, estaban obligados a permanecer ocultos. En Oriente, durante aquellos meses, la clamoreada insurgente ascendió al cielo desde cada montaña, valle, pueblo, cuadra y hogar.

La dirección del 26 de Julio decidió crear grupos que establecieron bases guerrilleras al noreste de la provincia. Uno de ellos, bajo el mando del teniente Raúl Menéndez Tomassevich, se organizó en la región de Alto Songo, en la segunda quincena de enero de ese año; con sus fuerzas, después se formó la Compañía A Otto Parellada y más tarde, en marzo de 1958, el Segundo Frente Oriental.

Algunos de sus integrantes en entrevista con el autor, dejaron para estas páginas sus vivencias, que no son más que lecciones de valentía y patriotismo. 

Jorge Raúl Fernández Marrero

Fue segundo jefe de la Compañía A Otto Parellada del Segundo Frente Oriental Frank País; resultó herido en los combates de Songo y Palma Soriano, el 1.ode noviembre y el 26 de diciembre de 1958, respectivamente. Al triunfo del primero de enero, ya con grados de capitán, no se había restablecido aún de la última lesión. Desempeñó diferentes cargos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y por su destacada labor fue ascendiendo hasta alcanzar los grados de general de brigada.

En interés por conocer qué sucesos antecedieron a su incorporación a la guerrilla, rememoró:

Nos informaron que por disposición de la dirección del Movimiento 26 de julio, saldríamos a quitarles las armas a unoscolaboradores de la tiranía. En la acción participaríamos cuatro integrantes de la célula clandestina: José Benítez Hernández,Pepín;Jesús Benítez Pérez; Francisco Benítez Perera, Paco, y yo. Según nos dijeron, los individuos eran obstinados defensores del régimen, lo que haría más difícil la misión. La casa estaba en una finca cercana al central Santa Ana de Auza, a unos treinta kilómetros al noroeste de Dos Caminos de San Luis, de donde saldríamos.

La tarea consistía en sorprenderlos en horas tempranas de la noche, cuando no se hubiesen retirado a descansar; pues así, como es habitual en el campo, la mayoría de los moradores estarían en la sala y la puerta delantera abierta.

Paco tenía un revólver 38 y yo un 45, con sendas cargas de seis proyectiles; los otros, armados con pistolas de pequeño calibre y pocos cartuchos. Esto nos obligó a situarnos a corta distancia del objetivo, que tenía de acuerdo a lo informado, además de armas cortas, al menos, un fusil y escopetas.

Oscureció y en la camioneta de Pepín salimos de Dos Caminos, pasamos por San Luis y luego torcimos al norte para, sin entrar al batey del central Santa Ana, llegar por un terraplén hasta nuestro objetivo; deseábamos que la suerte nos acompañara y no se produjera durante la travesía ningún encuentro con la Guardia Rural u otro de los cuerpos armados delejército.

Desde semanas atrás realizábamos, entre otros aspectos de nuestra preparación, entrenamientos de tiro, en dos fincas ubicadas en el cañón de Boniato, cerca de Santiago de Cuba. Esto nos permitiría el enfrentamiento con el enemigo armado.

El último medio kilómetro del itinerario lo hicimos con las luces apagadas hasta que Jesús, quien fungía como chofer, detuvo la camioneta y dijo: «Esa es la casa».

A unos doscientos metros del lugar y con mucha precaución, ocultándonos tras los arbustos, nos aproximamos. A treinta metros de la vivienda nos paramos y le dimos tiempo a que Pepín, mediante un rodeo, pudiera cubrir el fondo; en tanto, Paco y yo actuamos por la parte de alante. Según el plan, Jesús permanecería en la camioneta para asegurar la retirada.

Un portal cubría el frente de la casa y a continuación la sala completamente alumbrada. Con sigilo rebasamos los últimos metros sin ser vistos. Ellos estaban absortos con un programa de televisión, casi todos sentados y de espaldas a la entrada; por ello, no advirtieron nuestra presencia.

«¡Quietos, somos del 26 de Julio y no les haremos daño; solo queremos las armas!» irrumpimos y de un tirón solté el discurso predeterminado. Quienes estaban sentados se pusieron de pie y observé las armas cortas que tenían en la cintura. Por la izquierda me deslicé hasta la puerta de un cuarto, Paco lo hizo por la derecha.

«¡Aay, aay!, ¿qué es esto?», gritó una señora gorda y cincuentona. Dos niños muy asustados se aproximaron al hombre más viejo, quien se mantuvo inmóvil como una estatua. Velozmente, uno de los individuos entró por otra puerta, la cual comunicaba con las habitaciones traseras y lo perdimos de vista, pude dispararle, pero… ¿y los niños?, ¿y las mujeres? A Paco le sucedió lo mismo. Por muy preparados, en circunstancias como esta, se interpone un infranqueable muro de humanismo.

Un tercer hombre, también de manera rápida, solo atinó a ocultarse detrás de la gorda, al tiempo que desenfundó el revólver y me apuntó. Salté al suelo por la puerta del cuarto y el sujeto disparó, aunque no me alcanzó. En un santiamén culebreo por debajo de la cama y escucho una segunda detonación a mis espaldas, tampoco hizo blanco, pues él no sabía el lugar exacto donde me encontraba. Por el lado opuesto salí del camastro, levanté la cabeza y lo vi moviendo el arma y buscándome aún detrás de la señora, al parecer su madre.

Sin levantarme le apunté y... ñoo, la vieja se interpuso.

El cuarto se hallaba en penumbras, no obstante, distinguió mi cabeza y tiró; el miedo le impidió afinar la puntería. Con el movimiento, el hombre sacó un poco el cuerpo y aproveché para dispararle; el arma se le desprendió de la mano y cayó. De inmediato me puse de pie.

—¡Mató a mi hijo, ha matado a mi hijo!

—¡Oiga, él se lo buscó!, ¡me disparó primero tres veces!, ¡no grite más y atiéndalo! —le indiqué y obedeció. El tiro fue en el abdomen, sin peligro para la vida.

Los de la sala gritaban; pero, Paco los tenía controlados.

Acto seguido, destruimos el teléfono de magneto que utilizaban para comunicarse con el cuartel de Santa Ana y requisamos las armas: dos revólveres, igual número de escopetas, un fusil Mendoza y apreciable cantidad de municiones.

Sin pérdida de tiempo salimos por donde habíamos entrado y en breve llegamos adonde nos esperaba Jesús con la camioneta.

Luego de acomodar en el carro el botín de guerra, pregunté:

—¿Y Pepín?

—¿No sé, para acá no ha venido? —respondió Jesús.

Decidimos esperarlo y aguardamos unos minutos, hasta que llegó moviéndose con lentitud.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tardaste?

—¡Estoy herido!

—¡Ah! Pepín, no es momento de bromas —le dije.