Reír es la única salida - Andreu Buenafuente - E-Book
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Reír es la única salida E-Book

Andreu Buenafuente

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Beschreibung

Andreu Buenafuente Ganador del Premio Nacional de Televisión 2020 Y vinieron unos días duros y difíciles. Nuestra profesión nos miró directamente a los ojos y nos preguntó: "¿Qué vas a hacer?" Y entendí que debía sacar lo mejor de mí, seguir comentando todo lo que pasaba con honestidad y sentido del humor.

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ME INTRODUZCO A MÍ MISMO

 

 

 

 

 

Les pedí a las editoras que me permitieran escribir una nota introductoria a mis diarios porque me parecía que debía dar la bienvenida a esta “casa mental” de un par de años de mi vida en la televisión. Las notas de un anfitrión que te abre la puerta y te dice “perdona, que está todo un poco desordenado. Pasa, pasa. Mira, yo vivo aquí, ponte cómodo que te voy a contar algo de lo mío”. Así me siento al redactar estas líneas. Esa persona que entra en mi casa es usted y lo que va a leer es el ejercicio de sinceridad más grande que he escrito hasta ahora. Lo he escrito porque he querido, porque siento algo así como una deuda permanente con este oficio que me permite vivir y reír. Quizás, si cuento cómo lo vivo, entenderán cuánto lo amo y lo respeto.

Lo primero es agradecerle su interés y esas ganas que ha reunido para empezar a pasar páginas y descubrir lo que este comediante televisivo tiene que contarle. Lo segundo es ponerle en antecedentes. He escrito diarios durante muchos años. Sobre todo a partir del año 2000, una época en la que vivía solo y regresaba de la tele con la cabeza en plena ebullición. No podía dormir, así que escuchaba la radio y escribía y dibujaba. Me servía para atrapar (o intentarlo) todo lo frenético y extraordinario de mis días y mis noches. Aquello fue muy terapéutico e incluso adictivo y llegué a reunir unos veinte volúmenes. Libros de papel gustoso al tacto que vivían en mi mesita de noche. Ahora están en un baúl y pocas veces los he repasado. Sé que están ahí, que aquel era yo.

Luego dejé de escribir. La realidad se volvió muy oscura y mi carrera (pegada a mi vida como siempre), un campo de minas. Tenía que solucionar un montón de cosas y llegué a un pacto conmigo: “esto es muy duro y no quiero que quede escrito. No se lo merece.” Visto desde la actualidad me parece un recurso un poco infantil, una suerte de respuesta a las contrariedades, una pataleta. El caso es que dejé de escribir pero no de dibujar (¡eso nunca!) ni de leer. Muchos años después conocí a Bob Pop y sus diarios. El fogonazo de los pensamientos, la crónica de lo vivido y pensado volvió a deslumbrarme. Yo estaba en Madrid, con el programa LATE MOTIV, gracias al cual pude recuperar mi dignidad y mi rumbo. Fue entonces cuando pensé que estaría bien retomar la escritura y quien mejor que Bob (mi influencer personal), para tutelar este retorno a la crónica personal. Pueden imaginarse lo contento que estoy de que esté a mi lado y me anime. Gracias, también, HarperCollins, por creer que esto puede interesar.

P.D.: He seguido escribiendo y eso es que estoy bien. Mi familia, mis compañeros y los espectadores han hecho su trabajo. Yo solo me pongo un traje y me dejo llevar. La risa es la salida sí, pero espero que el camino sea muy largo.

Andreu Buenafuente

2020

MIRAR A ANDREU MIRAR

 

 

 

 

 

Hay un momento precioso cada noche, cuando empieza LATE MOTIV, cuando todos miramos a Andreu. Todos miran a Andreu. Suena la banda del programa, Litus tira de vozarrón para anunciar quiénes nos visitan hoy y termina rugiendo: «¡Bienvenidos a LATE MOTIV, de Andreu Buenafuente!». Entonces se abre la cortina roja y Andreu sale al escenario. Las cámaras le enfocan, el público le aplaude en pie y todas las miradas, también fuera del plató, son para Buenafuente: entre bambalinas, el equipo de maquillaje y peluquería observa a Andreu a través de un monitor para comprobar que va bien peinado y sin brillos en la cara. Las responsables de vestuario comprueban que la corbata no está torcida, sonido confirma que el micro está en su sitio y se escucha bien; el departamento de arte del programa se cerciora de que la cortina ha quedado perfectamente cerrada a la espalda de Andreu, la ayudante de dirección, guion en mano –impreso en papel–, observa a Andreu y se ríe de los chistes, sonríe a la coordinadora de guion porque siente que ambas notan que esta noche el jefe también ha salido con ganas, se lo está pasando bien. A veces son tantas esas ganas de diversión que, desde la sala de control (justo encima del plató, una planta más arriba repleta de pantallas y equipos de edición), el subdirector advierte a la realizadora y a la ayudante de realización para que estén atentas porque esta noche parece que Andreu trae cuerpo de jarana y puede que improvise durante el monólogo más de lo habitual. Ellas también lo tienen claro y no apartan su mirada de los monitores que muestran a Andreu capturado en los diferentes planos que ofrecen los operadores de cámara desde plató. El iluminador, el responsable del teleprompter, el mezclador, la jefa de postproducción, la delegada de contenidos de Movistar+, los productores ejecutivos del programa miramos a Andreu Buenafuente durante ese instante preciso y decisivo de cada noche, cuando empieza LATE MOTIV. Y así han pasado cinco años, cinco temporadas.

Y después de cinco años, de cinco temporadas, es Andreu quien ahora nos mira a todos y mira hacia sí mismo en este apasionante diario de dos años en LATE MOTIV (temporadas 2016/2017 y 2017/2018) donde descubrimos con emoción y algo de orgullo que Andreu nos mira y nos ve, y se ve. Y que Andreu –como tan acertadamente ha diagnosticado en varias ocasiones el siempre certero Miguel Maldonado– es «un máquina». Una máquina con dos motores que funcionan a la vez. Mientras uno de los motores de Buenafuente ejecuta comedia –siempre en modo manual, nunca automático–, busca el remate ingenioso, la carcajada cómplice o un momento de emoción, el otro motor rota en el sentido contrario para ralentizarlo todo y que, casi frame a frame, se vaya almacenando en su depósito de vida y oficio, que ocupa el mismo espacio sin divisiones. Estos diarios son el retrato personal y profesional de Andreu Buenafuente durante dos años de su vida que fueron también dos años de la nuestra. Este Reír es la única salida es una larga instantánea de una cabeza que dibuja corazones anatómicos, que echa un vistazo a la empinada cuesta desde arriba y sabe que aún queda trecho por ascender. Estos diarios son Andreu, que es mejor cuanto más completo se lee. Y aquí está todo él: su entusiasmo, sus bajones nocturnos, su insomnio, sus reflexiones sobre la profesión, la procesión que va por dentro y la que pasa debajo de su balcón. Andreu escribe, piensa, dibuja y colorea desde todos los espacios que abarca y hacia todos aquellos seres queridos que le ocupan, que le cambian el humor, la vida y las circunstancias. Los diarios de Andreu le contienen a él mirando, pensando, buscando soluciones para un mundo que cada día le interpela y le interesa más. Buenafuente no es de los que valen más por lo que callan; es de quienes cada vez valen más por todo lo que han decidido no callarse, no temer pensar o mirar desde otras perspectivas: el conflicto catalán, Trump, Rajoy, Pedro Sánchez, el feminismo, el poder, la fama, el talento o el dolor, entre otros muchos asuntos de los que trata este diario donde Reír es la única salida porque es verdad.

Bob Pop

2020

 

 

 

 

 

 

12 de septiembre

Empezamos la segunda temporada de LATE MOTIV. El año de la consolidación. Una temporada para disfrutar. Tenemos medios, un contrato de tres años y un equipo inmejorable. Todo tiene que ir bien. Y así va a ser.

Tenemos la sensación de que este proyecto es sólido y de calidad. Hace solo unos días que el Festival de Vitoria nos ha premiado. Lo han hecho los críticos. He dicho que me he reenamorado de la tele y es muy cierto. Los cómicos necesitamos estar bien, sentir que tu proyecto tiene sentido para desde ahí dar lo mejor de nosotros. Como una bola de nieve que crece cada noche. Siento agradecimiento y bienestar y lo digo en todas las entrevistas. Tenía muchas ganas de sentir esto. Cuando estás bien se nota en antena.

El ciclista colombiano Nairo Quintana y Leiva, primeros invitados. El ganador de la Vuelta a España no nos conoce. Está cansadísimo (¡normal!) y guarda toda la energía para el programa. Lanza unos chispazos de ironía, sabe de qué habla. Un líder tímido. Leiva es otra historia. Es el roquero listo. Hace buenas canciones y las sabe vender. Está produciendo y componiendo para Sabina y eso le hará más grande.

Lo mejor del programa: la imitación de Echenique de Raúl Pérez, impecable, arriesgada. Los pasos, en comedia, se dan con piezas así y siempre se lo agradezco –mucho– a los compañeros que lo hacen posible.

Hemos empezado con la sensación de no haber parado.

 

 

13 de septiembre

La noche de Sílvia Pérez Cruz.

Todos nos enamoramos de ella. Es especial, «un género en sí misma», según Bob. Tiene razón. Sílvia ya es una de las más respetadas aunque siga pareciéndole todo muy raro.

El éxito es raro para los que no lo buscan.

Ella habla de la emoción. De buscarla, de cantarla. Y lo consigue. ¡Vaya si lo consigue! Ahora ha debutado como actriz en una peli sobre los desahucios. Le pone luz al drama. Canta a mi lado con su guitarra. Entra en un dulce trance y el público la aplaude de pie como a los grandes. Luego –en los pasillos– hablamos de nuestras hijas, sigue sonriendo, se fuma un cigarrillo de liar y se va.

Yo no tenía un buen día, por otros motivos, y espero que no se haya notado.

La comedia cura. Hacerla cura. Ahí me agarro. Con fuerza.

Mientras comía he pensado que todo esto que hacemos…, contar verdades, aunque sea a través de la risa, dar escaparate a gente honesta, a proyectos honestos, se lo debemos a nuestros hijos.

 

 

15 de septiembre

Ayer estaba tan cansado al terminar que no pude ni escribir.

Viggo Mortensen es el invitado. Y también el violinista Ara Malikian. Dos asignaturas pendientes.

Queríamos a Viggo desde Alatriste. Mortensen se lo pasa bien y viene con ganas. Me regala un pin del Real Madrid por sorpresa. Sabe jugar cuando hace falta y ponerse serio –un poco– si es necesario. Expresa su desencanto por la política norteamericana. «La gente ve a Trump como el malo, pero a mí tampoco me gusta Hillary. Es la Rita Barberá americana». ¡Toma ya! Quedamos en que un día voy a invitarle a ver al Barça. Acepta. «Yo compro los nachos».

Malikian es una fiesta. Toca el violín, explica su historia, se ríe. Un buen invitado. Es su cumpleaños y le regalamos un cepillo enorme, acaso insuficiente para ese pelazo suyo perfectamente desordenado.

Otra historia. Otro registro. Otro reto. La semana no termina. Vuelo a Barcelona por la noche y el viernes por la mañana ya estoy a punto para entrevistar al presidente catalán Puigdemont para un nuevo programa en TV3. Me parece necesario hablar con el máximo mandatario catalán sobre esta época convulsa y extraordinaria. Una época repleta de reivindicaciones, desafíos y cambios históricos. La planteo como una charla –que no una entrevista– donde pido aclaraciones y expreso discrepancias, todo sin acritud. Hablando con ganas de entender. Con ganas de escuchar y de que me escuche.

Puigdemont hizo de president. Dijo lo que tenía que decir pero también escuchó y se dejó interrumpir. Nos sentamos en un bar del mercado de Cornellà y hablamos sin tapujos de la necesidad de un debate transversal sobre la independencia, de escuchar todas las voces, de eliminar la superioridad moral de los independentistas, de la única salida (a mi modo de ver): un referéndum aceptado por el Estado español. Estoy convencido de que llegará. Antes o después, llegará. Creo que lo hicimos bien. Veremos.

 

 

19 de septiembre

Todo va bien cuando viene Javier Cámara. Es el invitado perfecto. Trae alegría, motivación, ganas de jugar… Todo. Todo lo que necesitamos y valoramos y agradecemos. Así lo hago vía WhatsApp. Me encanta Javier y quiero que todo le vaya bien. Vino con Félix Sabroso, a quien tenía ganas de conocer. Félix ha sacado adelante El tiempo de los monstruos, una peli personal y diferente. Tomamos un café en el camerino (esos momentos de conocimiento mutuo exprés) y hablamos sobre el cine en España. Ahora, A3 y Tele 5 marcan la pauta. Producen obligados por la ley y han formateado el sector. O estás con ellos o te quedas fuera. Nunca fue tan difícil ir de independiente. Bajo presupuesto, promo escasa y mucho esfuerzo para sacar la cabeza en una despiadada cartelera. Me pregunto si vale la pena, si compensa. Pienso en eso porque estamos planeando con Berto nuestra nueva peli. Ya escribiré sobre el tema.

 

 

20 de septiembre

Ha vuelto Bob Pop (aunque nunca se fue). Ha vuelto a la pantalla. Se vistió con un traje rosa chicle y desgranó su tesis sobre cómo explicar España a través de la prensa del corazón. Impecable, incontestable. No queríamos un repaso típico de la prensa rosa. Bob lo sabía y trabajó para marcar diferencias. Y lo consiguió. Tengo debilidad por Bob. Es un hombre culto, listo, sarcástico y enamorado de la tele. Es una pieza clave en LATE MOTIV. Juntos decidimos los invitados, marcamos –de alguna manera– la línea editorial. Le dije hace tiempo: «Tú estás aquí para que yo parezca más inteligente». Nos reímos. Le va a ir bien con su sección.

 

 

Hoy se ha estrenado Loco Mundo, el programa de David Broncano que producimos desde El Terrat. Le he apoyado desde el primer minuto porque creo que David es uno de los mejores de su generación. Nos ha salido un programa de autor, con buen guion y más adulto. Le queda mucho camino, pero yo creo que está aquí para quedarse. Ojalá. Eso sería bueno para todos.

En una entrevista para Esquire,Nick Cave –el «crooner gótico» lo llaman. ¡Me encanta!– revela un consejo de su padre. «Hagas lo que hagas, hazlo bien». Perfecto. No hay que hacer nada a desgana. Nada que no quieras hacer. Nada de lo que llaman «alimenticio». Odio esa expresión. Eso es muerte en vida.

Mi madre decía:

«Solo hay dos maneras de hacer las cosas: bien o mal».

Ahí me lo dejaba. Como diciendo: tú sabrás. Espero haber escogido bien. Al menos lo intento.

 

 

21 de septiembre

¿Se puede hacer entretenimiento con un escritor y académico como invitado? Si se trata de Álvaro Pombo, sí.

Álvaro estuvo divertido, una mezcla de tímido/gamberro y erudito con ganas de reírse. Cuando sucede algo así, me siento especialmente satisfecho. Si arriesgas y sale bien, tienes la sensación de que avanzas más, ganas territorio, confianza con el espectador. Ese espectador que espera cosas así, aunque no sepa exactamente cuáles.

Me recuerda la noche –hace mucho tiempo– en la que trajimos a Saramago. El equipo dudaba: «¿Saramago en un programa de humor?» Aposté mucho por ello, lo correcto sería: «Saramago en un programa sobre la vida», así de genérico. Un late cuenta la vida, se ríe de ella y, a poder ser, con sus protagonistas.

Saramago cautivó a todo el mundo, consiguió una buena audiencia. Tuvimos a un Premio Nobel y yo, un cómico sin estudios superiores, sentí que había hecho bien mi trabajo.

 

 

26 de septiembre

La noche en la que Chicho Ibáñez Serrador nos bendijo.

Se lo he dicho nada más verlo, en maquillaje: «No sabes lo importante que es para nosotros, para todos, que hayas aceptado venir». Me maquillé rápido para visitarle en el camerino donde le escondimos para que Bayona no lo viera.

Espero no haber dicho muchas tonterías. Cuando estoy nervioso hablo mucho. Le dije que era como un papa que nos bendecía. Me miraba. Sonreía. Le comenté que, para mi gusto, los directivos actuales solo buscan el resultado.

Yo creo que no les gusta la televisión. No disfrutan ni los éxitos.

«Vas a reuniones» –dijo Chicho– «en las que piensas: ‘¿por qué tengo que contarle a este hombre mi idea?’. Así que sonríes y callas, por no mandarle a la mierda».

Un poco cascarrabias estábamos y yo fui el que empezó. Pero se nos pasó pronto. Todo era demasiado bonito y no se merecía el menor atisbo de malhumor. Unos minutos antes, pedí a sonido que buscaran una música emocionante para la entrada de Chicho. No tocaríamos la del 1, 2, 3, sino algo más «grande».

Cuando Chicho salió, todo cambió. Bayona decía: «¡Es de verdad!», creo que se esperaba a un imitador.

Chicho, a pesar de sus limitaciones, conserva la rabia, la ironía, las ganas…

–¿Qué debe tener un programa de televisión?

–Que atraiga, que cuente algo. En broma o en serio, inteligente o no. Y ya está.

Se identifican los momentos especiales (todos lo sabemos) y aquel lo era. Todo el respeto que se respiraba era nuestra manera de darle las gracias por el inmenso legado emocional que nos ha dejado.

Más tarde, escribí al equipo en nuestro chat: Somos buscadores de momentos y hoy lo hemos conseguido, felicidades.

Me acosté feliz. Completo. Me gusta esa sensación. Este es nuestro «índice de audiencias» más íntimo y real. Lo has hecho bien, normal o muy bien. Tú lo sabes y lo disfrutas o lo sufres.

Anexo: ahora los programas no terminan cuando acaban de emitirse, ahora «colean» en las redes sociales (mucho más en nuestro caso, ya que emitimos desde el pago. Buscamos y necesitamos trascender. Algo nuevo para mí que vengo del abierto). J. Bayona publica en Twitter un día después: Anoche Chicho me aconsejó «haz que el gran público sienta lo que tú sientes». Y de golpe todo cobró sentido.

Eso es maravilloso. Conseguir influir de esta manera, real y emocional, en alguien como Bayona es sencillamente magnífico.

 

 

27 de septiembre

¡Ha venido Joaquín Reyes! Hoy me acordaba del día en que visité Lo + Plus hace muchos años. Al salir, un chaval me buscó para darme unas cintas VHS de su proyecto Muchachada Nui. Solo en ese primer y rápido contacto ya me pareció diferente. Las primeras impresiones… Luego veías su programa y no dabas crédito. Pero ¿de dónde habrán salido? Reyes y su gente han sido lo más nuevo y sorprendente del humor español en los últimos diez o quince años. Siempre quise trabajar con ellos. Me hubiera encantado producirles un programa desde El Terrat. Les propuse hacer una versión española de Little Britain (de lo mejor que he visto en mi vida). Lo tenía clarísimo. Hasta pensé un nombre: Mientras tanto en España. Quedé con Joaquín, se lo propuse, pero declinó la oferta muy amablemente. «Es que nosotros hacemos nuestras cosicas, así tranquilos y tal». Me sorprendió, pero lo respeté como no puede ser de otra manera. Por eso estoy tan contento de que, finalmente, Joaquín esté en LATE MOTIV.

Se completa el dream team del humor de los colaboradores: Berto, Broncano, Joaquín Reyes, Ignatius Farray, Javier Coronas, Raúl Pérez, David Fernández, Sílvia Abril.

Soy un privilegiado.

Dani Martín es el invitado. Canta y explica su último disco. Me sorprende que me hable de inseguridades y de vulnerabilidad. Un chaval que lo tiene todo, siempre acompañado de un público devoto y fiel. Lo mejor fue la visita de Raúl Cimas –otro Muchachada–, que ha trabajado en la promo del disco con unas piezas paródicas sobre Dani. Me hace ilusión reencontrarme con Raúl. El «Michael Moore» manchego –así le llamamos– sigue construyendo su propio estilo y cada vez hace cosas más originales e interesantes.

Otra gran noche seguida de una cena de trabajo. El tren no para.

 

 

28 de septiembre

Hoy me he sentido muy cansado durante todo el programa.

Me faltaban las fuerzas. Cuando esto sucede no hay otra solución: levantar el culo del sillín, apretar y seguir.

Esperar que no se note demasiado y seguir.

Por suerte estaba Berto –en su estado de gracia habitual–, y eso ayuda mucho. Berto es de los pocos que practica un humor –a veces– escatológico y sale siempre impoluto. Tiene tantos matices, lo sirve tan bien que puede hacerte olvidar que, en realidad, acaba de hablar de colonoscopia forense. Por poner un ejemplo.

 

 

29 de septiembre

Hoy lo mejor ha sido Javi Coronas y su After Late. Una pieza delicatessen semanal en la que Javi despliega todo su repertorio, sus recursos, ese surrealismo faltón e incorrecto que conecta a la primera. Es un lujo tener a Coronas. Yo afronto cada encuentro casi como un espectador más. «¿Qué tienes hoy?», le pregunto. Y me da dos o tres claves, un «pie» para que él remate o siga con lo suyo. Así de fácil (para mí).

 

Yo creo que lo único que nos puede salvar es el humor. Bueno o malo.

— Carlos Boyero

 

 

3 de octubre

Otro programa para «examinarnos», para saber quiénes y cómo somos. Creo que lo hemos hecho bien, que ha quedado adulto y digno de una televisión de pago. Había que hablar del referéndum sobre la paz en Colombia, la debacle del PSOE, entrevistar a Boyero y, luego, a Amarna Miller, actriz porno y protagonista de un vídeo promocional –llamado Patria– para el Salón Erótico de Barcelona. El vídeo es sobrecogedor pero el Salón es un evento deleznable y yo quería decírselo en antena.

Reescribimos el monólogo sobre Colombia. No se trata de que «Colombia ha elegido la guerra». Se trata de que la mayoría ha dicho «no» a los términos del acuerdo de paz. Quería transmitir, en el monólogo, que a veces nos dejamos llevar por un discurso periodístico sospechosamente sesgado y apocalíptico. El mismo que han usado en el pasado y esperpéntico fin de semana con motivo de la crisis en el PSOE. Se han cargado a Sánchez y ahora la izquierda está más fragmentada que nunca. Los tiempos están cambiando, que cantaba Dylan. Lo que no sabemos es si cambian para bien.

Carlos Boyero es un buen invitado. Según él ha estado un par de veces en el programa cuando lo hacíamos en Barcelona. Yo no me acuerdo (empieza a pasarme, son diez años), pero no voy a discutir. La conversación fluye y fluye. El crítico implacable muestra su lado más humano, más frágil y vulnerable. Queda claro que él mismo es su peor enemigo. Ahora en El País solo le dejan hablar de cine y esa es una señal más de la caída del periódico. Boyero evita hablar mal de su empresa. Tiene 65 años y no es tonto. Al contrario.

 

 

4 de octubre

Raúl Pérez lo ha vuelto a hacer. Su imitación de un hiperactivo Antonio García Ferreras levanta todos los aplausos y una oleada de admiración. Podríamos estar ante el imitador del momento. Ferreras okupa mi posición de monólogo y empieza a hablar de periodismo, a gesticular con las manos: «Puedo generar energía eólica». ¡Periodismo! «Pude ser ministro, pero elegí periodismo». Ha nacido un gran personaje y, de alguna manera, estaba cantado. La sobreexposición de Ferreras en antena (horas y horas) estaba pidiendo una parodia a gritos. Vendrán más.

 

 

5 de octubre

La noche la protagonizan Juan Diego Flórez, el tenor peruano y Teresa Perales, la leyenda del deporte paralímpico. Cuando tienes invitados así, se genera una energía que te mantiene arriba, alerta y alegre. Es mágico. El tenor inunda el plató con su voz cuando canta canciones populares a la guitarra. El público se pone en pie. Me sorprende la naturalidad con que lleva su leyenda a cuestas. Un tenor del siglo xxi que manifiesta «buscar tiempo para estar con mis hijos pequeños». Agenda llena hasta el 2023, grandes teatros, pero… tiempo para mis niños. No puedo estar más de acuerdo con esa prioridad. En los camerinos hablamos brevemente de nuestros proyectos solidarios. Él con su Sinfonía por el Perú. Niños estudiando música, son cerca de seis mil, y quiere llegar a los veinte mil. Yo le cuento nuestra historia de amor con Madagascar y Yamuna.org. Desde hace cinco años apoyamos la creación de una escuela, de los talleres para que las mujeres abandonen la calle y aprendan un oficio. ¡Cómo nos llena a Sílvia y a mí! Queremos dedicarle más tiempo en el futuro.

Teresa Perales es la sonrisa más bonita que he visto en años. Los ojos más vivos y felices. No es solo una campeona deportiva. Es muchas cosas más. Es sentido común en estado puro. Es una mujer superior a la mayoría que, a pesar de eso, transmite con humildad y generosidad todo lo que aprende. Y yo he aprendido con ella. Como cuando dice: «Descarta de tu lado todo lo que no te hace feliz». ¡Claro! Hay que hacerlo. No relajarte nunca. De vez en cuando parar y pensar: «¿Qué es lo que no me gusta? ¿Quién está a mi lado sin aportarme luz, pasión o alegría?». Detectarlo y apartarte de todo ello. Con discreción y con determinación.

Como me dijo una vez una espectadora –se lo cuento a Teresa–:

«La desgracia viene sola, pero la alegría hay que buscarla. Gracias por dárnosla».

¡Joder! Es lo más bonito que me han dicho nunca.

 

 

6 de octubre

No sabía yo que las vidas de Flippy