Si ellas tienen la palabra… - María Grant González - E-Book

Si ellas tienen la palabra… E-Book

María Grant González

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"Estas diecisiete entrevistas aparecieron originalmente en Opus Habana. La autora quiso para el libro el empaque que tuvieron en la revista, una de las más bellas entre las actualmente editadas en Cuba. Es cierto que pierden esas otras posibilidades, pero ganan, como siempre pasa en el tránsito de la publicación periódica al libro, otras resonancias. Puestas en relación las unas con las otras —amén de que se ha seguido un criterio cronológico— resultan respectivamente iluminadoras y conforman un retrato poliédrico de un grupo de mujeres cubanas en el tránsito entre un siglo y otro. Son muchos los hilos que se tejen entre estas historias, pues historias son, recorridos por existencias marcadas por el trabajo y la pasión por aquello que se hace, devenir de una plática pausada, o la historia de la misma conversación, con mucho de crónica en algunos casos". (María Antonia Borroto Trujillo).

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Seitenzahl: 380

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición y composición: León Estrada

Diseño de colección: Marta Mosquera

Diseño e ilustración de cubierta: Sergio Rodríguez Caballero

Fotografías de las entrevistadas: Jorge García, Víctor R. Moynelo, Miguel Ángel Báez y Archivo de Carilda Oliver Labra Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol

 

© María Grant González, 2020

© Sobre la presente edición:

Editorial Oriente, 2023

 

ISBN 9789591113405

 

Instituto Cubano del Libro

J. Castillo Duany No. 356

Santiago de Cuba

[email protected]

www.editorialoriente.wordpress.cult.cu

www.facebook.com/editorialorienteoficial/

Tabla de contenido
Prólogo
Deudas de gratitud
Marta Arjona
Carilda Oliver Labra. El lugar, el tiempo, el destino… la Poesía
En Los Sitios de Nancy Morejón
Mujeres en Línea con Luisa Campuzano
Oficio de remembranza con Graziella Pogolotti
Latidos para el recuerdo con Ada Kourí
Nara Araújo. Mi huella en la huella
Isavel Gimeno y Aniceto Mario
Magia que cristaliza
Invitación a un recorrido
Isabel Bustos: Retazos de una ciudad en movimiento
Para escribir y leer, con María Dolores Ortiz
Amelia Carballo: La lumbre de la cerámica raku
Terracota 4
La técnica raku
Cámara en ristre con Rebeca Chávez
Ania Toledo. Ser del paisaje
De tú a tú con Nisia Agüero
Los primeros años
Habanera de nacimiento
El arte y la amistad
Alicia de la Campa Pak: puramente habanera
Aimée García, tejiendo como los ángeles
El comienzo
Sus contemporáneas
Etapas no. Mejor: Grupos y series
¿Fotógrafa o pintora?
Madre y artista
Ni postmedieval ni feminista
De Limonar a La Habana
Olga Portuondo, la ciudad de Santiago y el caudal inagotable de lo esencial cubano
Sobre la historia de Santiago de Cuba
Datos de la autora

A nosotros no nos toca todavía —ni aquí, ni en el resto de nuestra América— sumarnos a la pintoresca algarabía de los voceros del apocalipsis editorial; quiero decir, del fin del libro tal como lo conocemos.

Ambrosio Fornet

 

El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor.

Rubén Darío

 

Prólogo

De la conversación se ha dicho que es un arte. Y uno se siente tentado a creer que sí lo es, pues ese hilvanar ideas, seguir el hilo de los pensamientos propios y aun de los ajenos, o saltar con riesgos de equilibrista de un tema al otro, bifurcación que es como la vida misma, es un asunto bien complejo. Se debe escuchar y casi al instante reaccionar, bien con palabras, gestos o inflexiones de la voz, habilidades que ­aunque muy cotidianas devienen todo un desafío para los estudiosos de la comunicación.

Se dice también que es un arte eminentemente femenino, idea de la que discrepo, pues soy enemiga de los esencialismos, de esa reducción tanto de lo masculino como de lo femenino a un repertorio de etiquetas, habida cuenta, además, de que existen hombres parlanchines y mujeres muy calladas. Sí es innegable que hoy en día, bajo el imperio de nuevos dispositivos, en vez de conversar, chateamos otexteamos, neologismos un poco desconcertantes que implican un tipo de roce diferente, sucedáneos de la charla animosa, pues si bien un chat permite acortar distancias —tanto como lo hizo en su momento el teléfono— nunca es igual a esa activación de los sentidos que implica la conversación en vivo.

La entrevista de prensa, forma peculiar de la conversación, entraña otros desafíos. Los teóricos aseguran que cuando surgió en tanto género, se asumió como un aporte a esasensación de verismo tan cara a los periódicos de todas las épocas, sobre todo, en las postrimerías del sigloxix, momento de una verdadera revolución en la idea misma de lo periodístico. Leer unainterview—al ser una práctica importada desde el periodismo anglosajón demoró un poco, al igual quereporter, en tener su equivalente en español—, leer unainter­view, decía, era como ver al personaje. Curioso sería rastrear en la prensa de finales del sigloxixlas declaraciones explícitas de que una necesidad eminentemente informativa obligaba a “uno de losreporters” a realizarle unainterviewa alguien, como mismo sería muy revelador apreciar el uso de las preguntas explícitas, con sus respuestas supuestamente textuales, en tanto garantes de una mayor verosimilitud.

Pero ya no estamos en esa época ni es este un libro sobre la historia de la prensa. Ya la entrevista está plenamente constituida en tanto género, se usa —y abusa de ella— y hasta se le llama así a la simple toma de declaraciones. Pero eso tampoco es asunto para estas páginas, muy del sigloxxi, que muestran cómo el género, siempre fecundo, puede contener toda la gracia y sabrosura de la buena conversación. Es cierto que es el remedo de la charla que en algún momento se sostuvo, que transcribir —solo quien lo ha hecho lo sabe— obliga, aun en el más locuaz y correcto de los hablantes, a una labor de poda que reconvierte lo dicho, pues solo así se logra la legibilidad. Sí, porque sin las inflexiones de la voz, los gestos enfáticos y hasta las sonrisas, lo que queda casi siempre es una masa informe que muchas veces desconcierta al propio entrevistador. Y este debe, con paciencia y mucho amor, apropiarse de esas que no son sus palabras pero que es como si lo fueran, para desbrozarlas, acomodarlas, podarlas… Hacer lo que un jardinero. O lo que un traductor: llevar de un código, el de la lengua hablada, al del texto escrito.

Si lo hace bien el entrevistado se verá a sí mismo allí, en ese texto que es y no es suyo, y el lector creerá que frente a él se han descorrido los velos que le permiten atisbar,entrever, al otro. Ese es el sentido que más me gusta para la entrevista: esa suerte de juego propiciatorio, como si de pronto los lectores fuéramos fisgones de esa charla amena donde una de las partes propone el temario.

Eso son, precisamente, estas entrevistas realizadas por María Grant. Y uno, aun sin haberla leído (fue mi caso) puede suponerlo, pues es una excelente anfitriona, la delicadeza misma en el trato, en el reconocimiento de los afectos y en el acortamiento de las distancias. Cómo, entonces, no lograr buenas entrevistas. Pero no bastan estas cualidades personales, me digo al reparar en la minuciosidad con que ha preparado cada charla, tanta que no se nota. Sí, así mismo, porque tampoco abruma a sus entrevistadas con datos que ni ellas mismas recordaban ni cosa por el estilo: el conocimiento previo, o el haber compartido con ellas en otros espacios, es intercalado suavemente para lograr confidencias. La diferencia generacional tampoco implica un alarde de experiencia, que muy bien puede pasar —lo he visto, y sé que usted también, caro lector— que la autoridad del entrevistador abrume alpobreentrevistado.

Estas entrevistas aparecieron originalmente enOpus Habana. Me consta que María quiso para el libro el empaque que tuvieron en la revista, una de las más bellas entre las actualmente editadas en Cuba. Es cierto que pierden esas otras posibilidades, pero ganan, como siempre pasa en el tránsito de la publicación periódica al libro, otras resonancias. Puestas en relación las unas con las otras —amén de que se ha seguido un criterio cronológico— resultan respectivamente iluminadoras y conforman un retrato poliédrico de un grupo de mujeres cubanas en el tránsito entre un siglo y otro.

Son muchos los hilos que se tejen entre estas historias, pues historias son, recorridos por existencias marcadas por el trabajo y la pasión por aquello que se hace, devenir de unaplática pausada, o la historia de la misma conversación, con mucho de crónica en algunos casos. Y uno va suavemente desde la delicadeza con la que Aimée García reivindica oficios muy femeninos y tenidos por conservadores y su forma de transmutarlos en arte, hasta el sobrecogimiento de Carilda Oliver Labra frente a la muerte y el amor, sustancia misma de sus versos; para luego llegar al compromiso feminista de Rebeca Chávez y sus reflexiones sobre cuán difícil es para una mujer hacer cine. Y están también esas palabras en las que Nara Araújo, sin mencionarlo explícitamente, anuncia lo que sería esa novela excelente y apenas valorada por la crítica —hasta dónde sé— que esNavío en puerto. La interculturalidad que atraviesa la obra de Alicia de la Campa, la cercanía a la magia primigenia en el hacer de Amelia Carballo y de Isavel Gimeno, la herencia mambisa de Marta Arjona, las conco­mitancias entre la danza y las artes plásticas en Isabel Bustos, entre el trabajo en favor del medio ambiente y el arte en Ania Toledo, y entre investigación y docencia en Olga Por­tuondo y en María Dolores Ortiz son otros de los entra­mados de este libro.

Ada Kourí evoca a su esposo, Raúl Roa, “antidogmático por naturaleza y antisectario. Insistía en que la gente pensara con su cabeza, sin orejeras, libremente”. Es interesante asomarse a mujeres que como ella, al ser compañeras de grandes hombres, muchas veces no han recibido toda la atención que su propio devenir merece; a las intimidades de Nisia Agüero, a quien sus múltiples tareas de dirección no leimpidieron el goce del hogar; leer —escuchar— a Graziella Pogolotti confesando su terror frente a la excesiva especialización, y a Nancy Morejón reivindicando el uso de la palabrapoetisa,porque no hacerlo implicaría renegar de la condición femenina…

Los desafíos de la Academia y el ir entre las literaturas clásicas y la cubana marcan el itinerario de Luisa Campuzano,según nos cuenta en una charla que deviene una excelente retrospectiva de una época memorable para la cultura cubana, matizada por las confesiones de alguien que “existe por su trabajo, por lo que le interesa en la vida como destino intelectual. En ese sentido, soy lo que he querido ser: independiente, dueña de mi espacio, de mi tiempo y, hasta donde es posible, de mis actos”. Y uno sabe que es la certidumbre de muchas, aun cuando no lo hayan expresado así, tan enfáticamente.

Se nota en algunas entrevistas la voluntad editorial de acompañar las imágenes escogidas paraOpus Habana, revista que deviene unasui génerisgalería. En todas, el reconocimiento a la belleza de La Habana, bien en forma de recuerdos, reencuentros tras experiencias en otros lares o resonancias en la obra propia. Uno siente la brisa que acompaña a Luisa en las primeras horas del día, por ejemplo, o los recuerdos de una Nara niña a quien se adivina inquieta, o respetuosamente mira a Ada caminando del brazo de Raúl Roa mientras la tarde cae en el malecón… Algunas ya no están físicamente entre nosotros, así que las entrevistas adquieren otras dimensiones: aprehensión delélanno ya de la charla, sino de la persona misma, reencuentro propiciatorio que invita a revisitar obras y trayectorias, que aclara, cuando ya ellas no pueden hacerlo, detalles, o que también suma incógnitas para hacer de la hermenéutica de sus obras una tarea exquisitamente desafiante.

Pero están, de una forma u otra están,siguen estando, que esa es la gracia de la entrevista, como lo es también de la fotografía: esa suerte de dialéctica entre una ausencia y una presencia. Se produce la charla a sabiendas de que va a ser publicada. Ese segundo momento da nueva vida a ese instante único e irrepetible, instante de dos, mediado a veces por ángeles guardianes que ayudan a concertar cada cita. Lo salva sin repetirlo, lo preserva sin congelarlo: lo vuelve materia fecunda para otras indagaciones.

¿Qué une a estas entrevistas más allá de una misma firma al pie de cada una? ¿O más allá del hecho de ser unlibro de mujeres? ¿Qué las une más allá de la circunstancia de desempeñarse todas en eso que llamamosmundo de la cultura? ¿Del hecho de ser casi todas habaneras y referir sus remembranzas de la ciudad? Las une, sobre todo, el hilo de simpatía entre la entrevistadora y cada una de sus interlocutoras; la certidumbre del crecimiento personal, vivenciado muchas veces con dolor; el desafío de existencias marcadas por búsquedas en varios ámbitos a la vez, por pérdidas, renuncias, dilaciones, esperanzas… Lo que a cualquier mortal. Y ello hace que aun cuando no se sepa a ciencia cierta quién es la entrevistada —puede perfectamente pasarle, lector, no se avergüence, disfrute incluso esa incógnita—, usted pueda saborear cada texto y sentirse instado a querer saber más de la persona en cuestión. Puede ser, pero no es eso lo más importante, sino que de seguro va a reconocer gestos, actitudes, anhelos que son también los suyos. Verá aquí más cercana y palpable a cada autora —pues cada una a su modo lo es, sobre todo de su propia vida—, querrá saber más de cada una, tendrá el diagnóstico también de una época —lo que quizás ahora mismo no veamos cabalmente—, sí, todo eso es posible, pero se verá también a sí mismo.

Tiene ante sus ojos un libro humano, muy humano. Y auténtico. Como uno siente que fue cada charla, ganancia que permeará sus sucesivos encuentros con las obras de las personas aquí iluminadas e incluso con usted mismo.

 

María Antonia Borroto

Deudas de gratitud

El primero en sugerírmelo fue mi querido y respetado escritor bayamés Ambrosio Fornet. Hace más de diez años, en un mensaje de felicitación me instó a compilar mis entrevistas deOpus Habanaen un volumen, quizás, dada su desmedida pasión por el libro. Para él, es mi pensamiento inicial cuando de saldar deudas de gratitud se trata.

Y por supuesto, también para Eusebio Leal Spengler y Argel Calcines, mis guías primordiales en aquella hermosa y gratificante aventura que resultó para la ya entonces experimentada periodista —más de dos décadas en la Agencia Latinoamericana de Noticias Prensa Latina— la revistaOpus Habana, de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Fue volver al periodismo cultural practicado con esmero de principiante enEl Caimán Barbudo, a finales de la década de los 60 y principios de los 70, del pasado sigloxx.

Sumo a tales adeudos a mi familia originaria, a la manzanillera, a mis raíces; y a la familia fundada: a mi esposo y a mi hijo; al primero por ser mi más severo censor y eficiente colaborador; al segundo, por las horas que le escatimé, únicamente salvadas con la dedicación de su padre-formador.

Y cómo no agradecer a mis inconmensurables entrevistadas, incluso a aquellas que, sin estar ya físicamente presentes, estoy segura que, desde cualquier dimensión,  podrán unirse al gozo de verse reunidas en letra impresa. Sin sus potencialidades, competencias y vivencias compartidas, nunca hubiera logrado tales resultados.

A Osmany Romaguera y Susell G. Casanueva, mis jóvenes colaboradores y amigos, quienes sin escatimar tiempo no dudaron en hacer por mí el arduo trabajo de imágenes y textos.

A Julio Larramendi, por su foto oportuna.

Para mis colegas y amigos que me animaron a convertir en realidad este sueño, que ahora se hace posible gracias a la Editorial Oriente, de la región de la Isla de la que nunca han logrado desprenderme.

La Habana, diciembre de 2019.

Marta Arjona

Escultora y ceramista de mérito, no se arrepiente de haber encauzado su temperamento creador hacia el estudio y defensa del patrimonio cultural.

A su juicio, ¿cuáles son los principales puntos de referencia históricos que han de identificarse para un estudio de nuestra herencia cultural?

Son muchos los puntos de referencia que han de tenerse en cuentapara un estudio de la herencia cultural. En el caso de Cuba, yo diría que la geografía, las fundaciones, las poblaciones, las etnias y los procesos históricos en general deben ser esos puntos fundamentales, sin los cuales no podríamos organizar un criterio ni adquirir conciencia de lo que la naturaleza y el hombre han ido conformando, hasta establecer la imagen que nos identifica como grupo humano y cuyo producto, tangible o intangible, en un proceso histórico de asimilación y decantación, se va a convertir en herencia cultural. Herencia que, por otra parte, no es estática, o sea, que no será siempre la misma, sino que crecerá según evolucione la vida del grupo. Quiere decir que la herencia cultural cubana de finales del sigloxxno será igual que la de finales delxxipues, sin duda, surgirán descubrimientos, evolucionará el arte, se establecerán nuevos hábitos que irán a nutrir la herencia ­cultural del futuro. 

Quién sabe si el ejemplo más evidente para nosotros sea lo que nos ha aportado la Revolución, que ha sido un fenómeno histórico que nos ha trasmitido nuevos valores, nuevos conceptos, que ha hecho florecer la creación, que nos ha ofrecido nuevos hábitos de vida.

¿O es que alguien puede dudar que a partir de 1959 nuestra herencia cultural ha tomado otra dimensión?

¿Cuán importante ha sido para usted descender de una familia de tradición mambisa?

Para mi formación como ciudadana, como cubana, fue muy importante. No quiere decir que haya que tener estos antecedentes para ser buen ciudadano o un buen patriota, pero —en mi caso— creo que el amor por la Patria, el respeto a los símbolos, el rechazo al colonialismo, al imperialismo y todos los ismos que comporten la fuerza represiva de la libertad del hombre… sí tienen que ver con mis antecedentes familiares.

Mi abuelo fue capitán prefecto de las tropas de Antonio Maceo y Máximo Gómez, además de ser un destacado médico en San Nicolás de Bari, donde comenzó su vida política editando con Juan Gualberto Gómez dos periódicos que después ocuparon los españoles. Al quedar en la ciudad como un vigilado político, enesas circunstancias, mi abuelo escapa a la manigua con su mujer ehijos y crea, por orden de Maceo y Gómez, la prefectura de Nueva Paz. Mi madre tenía nueve años y estuvo con él hasta su muerte, a causa de fiebre y extenuación, ocurrida poco tiempo después de que falleciera Maceo.

No conocí a mis abuelos, pero la huella que dejó en mi madre la Guerra del 95 fue tan profunda que nos trasmitió sus vivencias con realismo fotográfico. Cuando Maceo y Gómez se reúnen en la prefectura de Nueva Paz, ella conoce a Maceo y, al dar sus impresiones sobre la imagen que de él guardó, siempre lo describía como un hombre excepcional.

Mi padre, por su parte, se había incorporado al Ejército Libertador, y su hoja de servicios y licenciamiento luego de terminada la guerra está firmada por el general Roloff.

Mi madre y él se conocieron después de la guerra y se casaron en 1909; su primer hijo nace en Güines en 1910. Así se fundó mi familia, de la cual yo soy su último testimonio.

¿Pudiera referirse a su formación profesional?

Nací en 1923. Recorrí todas las etapas escolares. Fui estudiante de música por interés materno, pero me convencí de que una cosa es que a uno le guste un oficio, una profesión o un arte, y otra es la condición, el virtuosismo para lograr la gran expresión espiritual y mecánica que se requiere para trasmitir con genio un arte. Segura de que yo no tenía nada de eso para ser músico, me dediqué a la plástica, a aquello que por lo menos no solo me gustaba, sino en lo que creía tener empuje para desarrollar una expresión convincente.

Así fue como en 1941 me matriculé en la Escuela Nacional de Bellas Artes San Alejandro, fundada por la Sociedad Económica de Amigos del País en 1818, cuyo primer director fue el pintor Juan Bautista Vermay.

San Alejandro, ubicada entonces en un edificio colonial de la calle Dragones entre Rayo y San Nicolás, era una típica “academia” de pintura, escultura, dibujo y grabado. Recuerdo mi paso por sus aulas como una etapa fundamental en mi vida. No solo por lo que me aportó como adolescente desconocedora del mecanismo mínimo para plasmar cuanto deseaba expresar en un papel o en el barro, sino porque encontré un mundo nuevo de relaciones que ha dejado en mí grandes recuerdos.

Recuerdo con admiración y gratitud a profesores como Juan José Sicre, Armando Maribona, Manuel Vega y Florencio Gelabert; mis fraternales relaciones con compañeros como Roberto Diago, Luis Alonso, Hernando López y muchos otros, con quienes mantuve durante cinco años encuentros cotidianos hasta mi graduación en 1945.

A partir de entonces participé en varias exposiciones y salones, organizados por el Círculo de Bellas Artes, el Centro Nacional Antifascista y el Lyceum de La Habana. En los bajos del Centro Gallego se organizó una importante muestra con el título “Menores de 30”. En 1950 se lanzó la convocatoria para una beca que ofrecía el Lyceum Tennis Club, una sociedad cultural que representó un papel muy importante en el desarrollo de la cultura de la época. Me presenté y me la gané por reunir todos los requerimientos. Cursé la especialidad de cerámica en París, durante el período comprendido entre 1951y 1952. Regresé a Cuba en noviembre de ese último año, trayendo conmigo el resultado de mi estudio y trabajo en el Taller del profesor Roger Plin, ubicado en la Rue des Boulets.

En su juventud estuvo vinculada a la sociedad cultural NuestroTiempo. Desde la madurez, ¿cómo valora hoy esta etapa de su vida?

Cuando regreso de París ya se había producido el golpe del 10 demarzo. Me encontré una ciudad alterada, reprimida por nuevas disposiciones, con nuevos personajes, de evidente mala calaña, que personificaban a chivatos, esbirros y politiqueros de toda laya, pero también se había hecho presente una efervescente oposición en respuesta a un proceso que cada vez se hacía más represivo.

Estaba finalizando el año 1952, y comenzaban los preparativos para la conmemoración del centenario del natalicio de José Martí. La dictadura organizaba como acto central la inauguración del Museo Nacional de Bellas Artes, junto a la Bienal de La Habana patrocinada por el gobierno de Franco, más conocida como Bienal franquista. Yo me había vinculado ya a la Comisión de Cultura del Partido Socialista Popular, que atendían Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Nicolás Guillén y Mirta Aguirre. Ofrecí colaborar y, bajo su orientación, comencé a trabajar en la reorganización de la sociedad cultural Nuestro Tiempo, institución quedesempeñó un rol muy importante en esa época entre escritores, artistas y otros creadores. Dentro de ella, yo dirigía la galería de artes plásticas con Eugenio Rodríguez y Cundo Bermúdez.

Al triunfo de la Revolución, casi todos los que colaboraban allí tuvieron la tarea de organizar y desarrollar diversas ramas de la ­cultura. Por ejemplo, atendían la sección de cine: Alfredo Guevara, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea; la de teatro: Raquel y Vicente Revuelta; la de música: Harold Gramatges, Juan Blanco, Manuel Duchesne Cuzán y Carlos Fariñas, entre otros compañeros cuyo aporte a la cultura durante todo el proceso revolucionario ha sido muy importante.

Por mi parte, tuve una tarea principal en el frente de oposición a la bienal oficial por el Centenario de José Martí: trabajé con un grupo de pintores y escultores para evitar que los creadores cubanos participaran, y redactamos un manifiesto para que fuera firmado por todos, el cual se divulgó ampliamente, lográndose la ausencia de los mejores artistas cubanos en la inauguración de Bellas Artes.

Pero la gran respuesta a los actos oficiales por el Centenario, frente a la manipulación de la acción martiana y contra lo que significó el 10 de marzo, se produjo el 26 de julio de 1953 con el asalto al cuartel Moncada. A partir de entonces, comenzó a organizarse, a gestarse la Revolución dirigida por Fidel, hasta el Primero de Enero de 1959, Día de la Liberación.

Precisamente, el 27 de enero, Ernesto Che Guevara pronunció en Nuestro Tiempo una conferencia que tituló “Proyecciones sociales del Ejército Rebelde”.

Hasta cerrar sus puertas ese mismo año, Nuestro Tiempo desarrolló un programa de total apoyo al proceso revolucionario; creó una revista, que desde el punto de vista cultural e ideológico fue un aporte insustituible durante ese período.

Hoy valoro la obra de aquella sociedad cultural de muy importante tanto para mí como para gran parte de mi generación. Creo que algún día habrá que hablar mucho más de ese tema.

Cuéntenos sobre sus relaciones con figuras tales como Amelia Peláez, René Portocarrero, Mariano Rodríguez...

Yo hacía cerámica y escultura, participaba en exposiciones y,por eso, los conocía a todos. Trabajé muchísimo con ellos, y atraje ese importante grupo de artistas hacia Nuestro Tiempo, pues esta sociedad nucleaba a personas que, sin ser comunistas, tenían una concepción progresista de la vida y de su función como artistas. Entonces todo ese grupo empezó a colaborar con nosotros; esa era la finalidad de nuestro trabajo. Nosotros hicimos en esa época la Contrabienal; formamos un grupo muy importante desde el punto de vista político. Recuerdo especialmente a Amelia, con sus características muy personales, una mujer muy íntegra, muy sincera, no tenía preocupaciones políticas pero sí una actitud muy hermosa ante la vida y ante los compañeros y las cosas. Fui amiga de ella, de Mariano también, así como de Portocarrero, de todo el grupo de esa época y de los que vinieron después.

¿No se arrepiente de haber renunciado a su vocación artística para dedicarse por entero a la promoción de la cultura?

No, no me arrepiento. Esa pregunta me la han hecho en otras oportunidades y siempre tengo que decir lo mismo: yo hacía cerámica y escultura, pero al triunfo de la Revolución no había muchas personas que se ocuparan de dirigir galerías, grupos artísticos... y por eso yo, que además tenía mi profesión, me dediqué a hacer este otro trabajo de creación, a crear cosas para la comunidad, lo que para mí era importantísimo. Por lo tanto, no lo he sentido, honestamente. Aunque a veces sí tengo ganas de hacer cosas como las que hacía, muchas de las cuales todavía están por ahí, entre otros lugares, en el Museo de la Cerámica. Pero este tipo de labor, que comencé después del triunfo de la Revolución, ha sido también un trabajo creador. Yo me siento tan realizada como cuando hacía cerámica o escultura.

En materia de conservación y restauración del patrimonio edificado, ¿qué ejemplos señalaría como más relevantes en nuestropaís?

En primer lugar, el grupo de las fortalezas coloniales, pues no lo hay en casi ningún país de América Latina. Hay una fortaleza, dos, o tres, pero el sistema de fortificaciones de la isla de Cuba es importantísimo, y yo creo que es un patrimonio edificado de alto valor.

El Castillo de la Real Fuerza inicia en 1577 el proyecto general para el sistema defensivo de la ciudad. Entre finales del sigloxviy mediados delxviise concluye la primera etapa con la construcción del Castillo de los Tres Reyes del Morro y el de San Salvador de la Punta, con el propósito de proteger la entrada de la bahía. La primera línea de defensa se completa con el torreón de San Lázaro, el Castillo de la Chorrera y el Castillo de Cojímar, además de otros torreones, polvorines y fuertes. En el sigloxviiise completa el sistema con la construcción de las fortalezas de San Carlos de la Cabaña, y los Castillos del Príncipe y de Santo Domingo de Atarés.

Este cinturón defensivo creado para La Habana constituyó en su época el sistema más importante de Iberoamérica, y ha conservado su integridad hasta el presente.

Por su valor arquitectónico —nivel estético y funcional— y por la relación indisoluble con el Centro Histórico de La Habana, las construcciones militares que componen dicho sistema fueron incluidas en la lista de Patrimonio Mundial.

Por otra parte, están las grandes construcciones coloniales de los centros históricos, no solo el de La Habana, sino en otras provincias: la antigua villa de la Santísima Trinidad, en el sur de la región central de Cuba, declarada en 1988 Patrimonio de la Humanidad, así como las siete primeras villas declaradas monumentos nacionales, además de otros componentes de la arquitectura cubana del sigloxxque han alcanzado también categoría de monumento.

Desde que fuera designada miembro del ICOM y de Icomos, ambas pertenecientes a la Unesco, usted ha mantenido una estrecha relación con esa institución, que se prolonga hasta nuestros días. Si tuviera que rememorar los momentos más trascendentales de ese vínculo, ¿cuál escogería y por qué?

Hay muchos procesos trascendentales en toda la evolución de la Unesco y la mía como estudiosa de la misma. Pero, lo más trascendental que me sucedió fue cuando en 1982 el Centro Histórico de La Habana y su sistema de fortificaciones fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Este fue el primer momento importante, porque el segundo resultó el caso de Trinidad, y el más actual, el Morro de Santiago de Cuba, que es una pieza única de la arquitectura militar del sigloxviien el Caribe. Ambos declarados posteriormente Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

En su momento, usted preconizó la creación de los museos municipales. ¿Cree que han cumplido con la función que se les había previsto como fuentes de cultura a nivel comunitario? ¿Conoce la experiencia de las aulas museos en el Centro Histórico?

Los museos municipales se empiezan a construir tras la aprobación de la Ley No. 23. Se hizo uno en cada municipio, donde han venido a resolver una enorme cantidad de problemas, sobre todo desde el punto de vista de la comunicación en esas comunidades. En los municipios, el museo hoy día es el centro de trabajo de los escolares, de los estudiosos de la historia y de toda una serie de personas que funcionan alrededor de esa institución, la cual les ofrece una variada información, como asistencia para sus estudios, además de placer, pues se hacen actividades recreativas. El museo ha cumplido una gran función en ese sentido.

Por otra parte, conozco las aulas museos del Centro Histórico. He visitado varias de ellas —incluso, con su creador, el compañero Eusebio Leal— y creo que son un acierto. Es decir, lo que surgió como una necesidad para que, en medio de la restauración, no se detuviera el curso escolar, se ha convertido ahora en una experiencia pedagógica válida que funciona maravillosamente bien. Los pequeños están en contacto diario con una u otra colección de arte, lo cual —además de instruirles— constituye una experiencia cultural enriquecedora. Los museos ponen sus potencialidades específicas en función de apoyar el proceso docente-educativo, mediante la promoción de talleres de artes plásticas, encuentros con los protagonistas de la historia contemporánea, aprendizaje de juegos tradicionales de otros pueblos de América Latina…

¿Considera, como algunos, que nuestro patrimonio cultural se encuentra amenazado?

Los patrimonios siempre están amenazados; es un peligro que corre no solo el nuestro sino el de todo el mundo. Porque hay mucha gente inconsciente, que no tiene un sentido claro del valor de las cosas, y menos de su historia. Por eso es tan importante la divulgación, la promoción, la difusión de lo que en realidad comporta el patrimonio cultural para la identidad y la vida de una nación. Es necesario que se haga hincapié en ello para sensibilizar a más gente sobre este asunto, porque muchas veces se pierden cosas, incluso no por hacer daño, sino por inconsciencia, por ignorancia... Siempre estamos amenazados de que haya una expoliación en algún monumento, por lo que tenemos que estar alerta para impedir que esto suceda. Es una función que debe asumir todo trabajador de la cultura, y buscar la manera de que aquellos que laboran en otras esferas puedan darse cuenta de cuando se cometen agresiones al patrimonio. He tenido experiencia de compañeros que, sin trabajar en esta rama, en un momento determinado prevén que puede pasar algo de ese tipo y nos avisan, porque están sensibilizados. Sí, estamos amenazados, y está amenazado el patrimonio de todo el mundo.

Hay muchas fuentes de amenazas, una de las más preocupantes es el uso de construcciones para cosas que no se avienen con el monumento. Hay personas y grupos que las saben usar, pero otros no. Se utiliza el edificio para algo, pero entonces lo adaptan a lo que quieren, en vez de ellos adaptarse al edificio. Y ahí es donde viene el peligro de que una edificación se pueda destruir por una intervención de ese tipo. Hay más, existe la Ley No. 2 sobre los Monumentos Nacionales; también funciona una comisión que la regula y aplica, pero las personas que cometen esos errores no consultan el texto ni a los especialistas.

¿Cuáles monumentos nacionales lamenta hayan desaparecido o no se hayan podido rescatar?

En particular, quisiera referirme a un lugar muy chiquito y nomuy relevante desde el punto de vista patrimonial, pero que es importante por el interés histórico y local que tiene: hablo de lo que era el hotel Trotcha, que no se ha podido recuperar. Lo que queda prácticamente es ya un esqueleto, ubicado en Calzada casi llegando a Paseo, en el Vedado. Hay otros inmuebles que desgraciadamente se han perdido porque han estado en malas condiciones, o se han caído por el paso de los ciclones... pero en general, yo quiero decir que el Centro Histórico de La Habana es uno de los más completos que hay en América Latina. En él se puede ver la historia de la arquitectura en Cuba desde el sigloxviihasta elxx. Se puede hacer un panorama de la arquitectura cubana en esta área. Hemos perdido algunas cosas que, aunque sea lamentable, no son representativas de una evidencia imprescindible en ese lugar. Todas las evidencias de todos los siglos que han pasado por La Habana, están ahí. Se han perdido algunas, pero hay otras.

He visto muchos centros históricos en el mundo y muy buenos. Por ejemplo, el de Roma, muy bien conservado; París, un gran centro histórico; en México (no tanto en el Distrito Federal) hayverdaderas joyas de conservación de núcleos, como Guadalajara, y se atesoran elementos que no hay en otros lugares, incluidas las precolombinas, las pirámides... También en Perú, el famoso Valle de Nazca, Machu Pichu...

He trabajado en las presentaciones de los proyectos cubanos de La Habana Vieja, Trinidad y el Morro de Santiago de Cuba. Además, he colaborado con otros países en la exposición de sus proyectos. No obstante esos ejemplos magistrales, La Habana Vieja comparte con ellos su maestría.

¿Hasta dónde siente que su trayectoria como promotora de la cultura cubana ha sido debidamente reconocida?

Nunca he pensado si he sido o no reconocida. Lo importante es sentirse o no satisfecho; yo me siento satisfecha por mi trabajo, y creo que he sido reconocida.

¿Cuál considera su principal legado a las generaciones futuras?

Mi principal legado es haber creado un interés por los museos, la conservación del patrimonio y de los bienes, y por los antecedentes históricos. Cuando triunfó la Revolución había muy pocas personas que se ocuparan de esa labor y ahora hay muchas, y esto se empezó a promover en el Museo Nacional con cuatro o cinco compañeros. Entonces había, por ejemplo, dos restauradores, y ahora hay una infinidad. Se empezaron a formar en una escuela y hubo un momento de tener 45 restauradores en el Museo, todos muy bien preparados, porque iban a estudiar a Polonia, a la URSS, Italia…

Ahora están también los que trabajan en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (Cencrem) y los que estudian en las Escuelas de Oficios de la Oficina del Historiador. Empezamos casi sin nada y, en este momento, hay un gran núcleo no solo de interesados sino de ejecutores de ese trabajo, con gran oficio e interés. Ya han sobrepasado lo que nosotros le hubiéramos podido enseñar, ya saben más de lo que pudimos enseñarles en un momento determinado. Reitero, entonces, que no me duele haberdejado mi quehacer creativo, porque es un modo de proyectar la ideología de la Revolución a través de la cultura y de sus instituciones, que son las que han legado nuevas características a la identidad cubana.

Este trabajo muchas veces no se comprende bien, sobre todo por otras personas que quieren usar lo que nosotros protegemos. Eso nos ha acarreado muchos problemas y preocupaciones. Lo que más ansío es que la gente comprenda la importancia que tiene la protección de estos bienes, de modo que puedan llegar a las generaciones futuras y que no se destruyan. Es una labor muy difícil e incomprendida cuando se tiene que lesionar, sin querer, los intereses de otras personas e instituciones.

Ponerse de acuerdo para lograr un trabajo en conjunto no es fácil, y creo que esto es algo que si no se hace colectivamente, no se logra. No es como un investigador que en solitario busca algo en un microscopio... Tenemos que trabajar con muchas personas y, además, oír criterios también de otras; eso es muy difícil, esa colectividad a veces resulta difícil.

También nos ocupamos del patrimonio natural. En estos momentos estamos incorporando a los museos municipales el estudio del medio ambiente y, como elemento fundamental, la biodiversidad, de modo que no solo se protejan los bienes culturales, sino del hombre que vive en esa comunidad.

El museo tiene la responsabilidad de decirle a esa comunidad lo que significa la biodiversidad y su pérdida, lo que significa para los bienes que usufructúa y para él mismo. Por eso se trabaja en la protección de los paisajes, de la imagen de nuestro país.

Mantenemos relaciones con instituciones como el grupo de Áreas Protegidas de la Academia de Ciencias y con el Instituto de Ecología y Sistemática, para que los museos tengan también dentro de su misión el promover y divulgar la protección de la naturaleza.

El patrimonio está vinculado con todo. Tenemos que ver con lasbibliotecas, con el uso de los instrumentos musicales importantes, instrumentos que hayan pertenecido a músicos famosos... El patrimonio es la memoria y herencia de nuestros antepasados, de ahí que llevemos el registro de bienes culturales para protegerlos, con tal de que no salgan del país sin una autorización o evitar que intenten llevárselos en forma clandestina. Es una batalla difícil.

Hoy, por ejemplo, cobra actualidad el decreto sobre la salida de los libros, el cual habrá que volver a revisar, pues se hizo de primera intención tras comprobarse que se estaban sacando del país muchos libros de importancia.

Cuba es firmante de la convención de la Unesco sobre el tráfico ilícito de bienes culturales y falsificación de obras de arte. Esto último nos lesiona mucho porque, primero, empobrece la imagen de un artista; además, desde el punto de vista económico, constituye una estafa, es decir, un delito común. ­Ahora queremos revisar la Ley No. 1 referida a la protección del patrimonio cultural, ya que no comprende cuestiones que resulta necesario incluir, como son las falsificaciones. Los nuevos tiempos han traído un alerta frente a fenómenos que nosotros anteriormente desconocíamos, pero que ahora se presentan y tenemos que reflejar en la ley para impedir que sucedan. Antes, nadie se robaba un cuadro porque no sabía el valor que tenía. La gente aprendió que poseer esas obras equivale a adquirir dinero sin tener que trabajar, y eso hay que penalizarlo.

Publicada en la Sección “Entre cubanos” de la revistaOpus Habana, Vol. II, No. 2, 1998.

Marta Arjona Pérez (La Habana, 1923-2006). Escultora y ceramista. Graduada en 1945 en la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana. El triunfo de la Revolución la sorprende recién llegada de París tras haber aprobado, exitosamente, los estudios cursados de cerámica en la capital de Francia. Marta había estado ligada a lo mejor de la joven generación de artistas de la plástica y, además, a los intelectuales y artistas más importantes de la época en Cuba, a partir de instituciones como la sociedad cultural Nuestro Tiempo, que reunió a figuras de la talla de Carlos Rafael Rodríguez, Harold Gramatges, Julio García Espinosa, Santiago Álvarez… A partir de 1959, asume responsabilidades diversas durante el proceso de fundación del Consejo Nacional de Cultura, tareas que fueron desde la dirección del Museo Nacional de Bellas Artes, la Dirección de Artes Plásticas y Museos, la creación del Taller de Montaje… Años más tarde, en 1995, asume la Presidencia del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, adscrito al Ministerio de Cultura. La creación de la red de museos de Cuba y la puesta en ejecución de la legislación nacional de protección al patrimonio cultural y natural, se suman a los grandes logros de la doctora Arjona. Fue distinguida con el Premio Internacional Melina Mercouri por la Salvaguardia y Administración de Paisajes Culturales de la Unesco, y nombrada Miembro de Honor del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos).

Carilda Oliver Labra. El lugar, el tiempo, el destino… la Poesía

Abogada y maestra, Carilda Oliver Labra siempre encontró en la poesía el cauce ideal para conducir su vida. Con la antologíaErrorde magiavio consumado el sueño de reunir cincuenta años de creación poética, que equivale a decir de prácticamente toda su existencia.

Creo que, en algún momento, cuando hacia las cinco de la tarde suene el teléfono en la casa de la calle Tirry número 81,en Matanzas, involuntariamente su propietaria va a pensar en mí. Otro tanto me sucederá, allá en La Habana. Y es que durante varias semanas, la única forma de comunicarnos fue esa. Ya desde entonces, sentí que sucumbía ante su distinguida manera de hablar, sus dotes de conversadora locuaz, hacedora incansable de anécdotas, de exquisito trato... Ahora que está frente a mí, comprendo que a semejanza con esos personajes de los cuentos infantiles, Carilda Oliver Labra es capaz de encantar por sus modales, la amena charla y el infinito cúmulo de vivencias que cuenta con picardía y un fino sentido del humor.

En su antigua casona matancera, se mantiene vital y creativa; entusiasmada, sobre todo, por las inminentes novedades­editoriales:Prometida al fuego, una recopilación de versos de amor, a cargo de la editorial Matanzas;Antología de décimas, en proceso por la Casa Maya de la Poesía, Campeche, México, ySombra seré, que no dama, otra compilación, de la Fundación Italo Calvino, Italia, con prólogo de Miguel Barnet. Especial lugar ocupaError de magia, una antología de toda su obra que, integrante de la Colección Premio Nacional de Literatura, se presentará en La Habana durante la Feria del Libro de 2001. Con exordio de Virgilio López Lemus y selección de Mayra Hernández Menéndez, el volumen reúne en su última sección (“Otros poemas”) veinte textos, inéditos en su mayoría, dos de los cuales [“Sombra seré, que no dama” y “Error de magia”] me entrega generosamente para publicar en exclusiva en este número deOpus Habana.

Pero ella, obnubilada, vuelve del futuro y regresa al pasado. Juntas comenzamos a hojear su álbum familiar y me devela, foto a foto, subyugantes facetas de su vida o, lo que es lo mismo, de su prolífera obra poética...

Usted ha dicho que lo primero que la movió hacia un atrevimiento lírico mayor fue la muerte de su abuela Mercedes, hecho que le sirvió de inspiración para escribir la “Elegía por Mercedes”. ¿Qué edad tenía usted entonces? ¿Existe en su álbum familiar alguna fotografía de esa época?

Acababa de cumplir los veintitrés años cuando por primera vez conocí de cerca la muerte; nunca había visto a una persona con los ojos cerrados para siempre. De modo que sufrir esta experiencia —nada menos que conuno de mis familiares más queridos— fue terrible. Mercedes, mi abuela materna, que convivía desde antes de mi nacimiento con mis padres, ayudaba en mi crianza y educación. Había sido un ser extraordinario. Sin darme cuenta, poco tiempo después escribí “Elegía por Mercedes”, que —por supuesto— no le hizo justicia. Existe una foto mía en el álbum de familia, pues precisamente por esa fecha me gradué de abogada en la Universidad de La Habana.

Usted ha sido colocada junto a Gabriela Mistral, Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou… en un grupo de mujeres poetas de las cuales la poesía hispanoamericana no puede prescindir. ¿En qué momento de su vida usted estuvo vinculada con esas figuras? ¿Cuáles aspectos de su poesía coinciden con las de ellas y cuáles la diferencian?

Admiro a esas mujeres que son figuras capitales de la poesía contemporánea y no imagino que tengamos algún talento común. Es difícil dar satisfacción, con suerte, a interrogante tan peregrina.

Me relacioné con Gabriela Mistral cuando Dulce María Loynaz nos invitó a varias poetisas jóvenes para que nos conociera la ilustre Premio Nobel. Sucedió en el primer lustro de la década de los años cincuenta. Gabriela me condujo hasta el jardín y fue muy generosa conmigo. Yo estaba temblando y sin saber qué decir. Guardo ese recuerdo entre los más gratos.

Su modo de dirigirse en verso al “Señor” contagiaron mi “Elegía por Mercedes” y otro de mis poemas: “Elegía por mi presencia”, del libroAl sur de mi garganta. Pero fuera de ese giro —más bien de la época, que característico de la poetisa, pues ya nunca volvió a usar esas expresiones—, no creo parecérmele ni en la temática ni en la factura; quizás, sí en cierto aliento maternal, a veces.