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Antonio Machado Ruiz fue un poeta español. Su obra inicial, de corte modernista, evolucionó hacia un intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de compromiso humano, de una parte, y de contemplación casi taoísta de la existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la sabiduría popular más ancestral.
Las composiciones de este primer libro, publicado en enero de 1903, fueron escritas entre 1899 y 1902. Esta obra fue refundida en 1907, con adición de nuevas composiciones. También contiene una breve autobiografía del autor.
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Veröffentlichungsjahr: 2020
AUTOBIOGRAFÍA DE ANTONIO MACHADO ESCRITA EN BAEZA EN 1913
PRÓLOGO
Soledades
1. El viajero
2. He andado muchos caminos
3. La plaza y los naranjos encendidos
4. En el entierro de un amigo
5. Recuerdo infantil
6. Fue una clara tarde, triste y soñolienta
7. El limonero lánguido suspende
8. Yo escucho los cantos
9. Orillas del Duero
10. A la desierta plaza
11. Yo voy soñando caminos
12. Amada, el aura dice...
13. Hacia un ocaso radiante
14. Cante hondo
15. La calle en sombra. Ocultan los altos caserones
16. Siempre fugitiva
17. Horizonte
18. El poeta
19. ¡Verdes jardinillos!
Del camino
1. Preludio
2. Daba el reloj las doce... y eran doce
3. Sobre la tierra amarga
4. En la desnuda tierra del camino
5. El sol es un globo de fuego
6. Tenue rumor de túnicas que pasan
7. Oh figuras del atrio, más humildes
8. La tarde todavía
9. Crear fiestas de amores
10. Arde en tus ojos un misterio, virgen
11. Algunos lienzos del recuerdo tienen
12. Crece en la plaza en sombra
13. Las ascuas de un crepúsculo morado
14. ¿Mi amor?... ¿Recuerdas, dime
15. Me dijo un alba de la primavera
16. Al borde del sendero un día nos sentamos
17. Es una forma juvenil que un día
18. Oh, dime, noche amiga, amada vieja
Canciones
1. Abril florecía
2. Coplas elegiacas
3. Inventario Galante
4. Me dijo una tarde
5. La vida hoy tiene ritmo
6. Era una mañana y abril sonreía
7. El casco roído y verdoso
8. El sueño bajo el sol que aturde y ciega
Humorismos, fantasías, apuntes (Los grandes inventos)
1. La noria
2. El cadalso
3. Las Moscas
4. Elegía de un Madrigal
5. Acaso...
6. Jardín
7. Fantasía de una noche de Abril
8. A un naranjo y a un limonero
9. Los Sueños Malos
10. Hastío
11. Sonaba el reloj la una
12. Consejos
13. Glosa
14. Anoche cuando dormía
15. ¿Mí corazón se ha dormido?
Galerías
1. Introducción
2. Desgarrada la nube; el arco iris
3. Y era el demonio de mi sueño, el ángel
4. Desde el umbral de un sueño me llamaron
5. Sueño infantil
6. Y esos niños en hilera
7. Si yo fuera un poeta
8. Llamó a mi corazón un claro día
9. Hoy buscarás en vano
10. Y nada importa ya que el vino de oro
11. Tocados de otros días
12. La casa tan querida
13. Ante el pálido lienzo de la tarde
14. Tarde tranquila, casi
15. Yo, como Anacreonte
16. ¡Oh tarde luminosa!
17. Es una tarde cenicienta y mustia
18. ¿Y ha de morir contigo el mundo mago?
19. Desnuda está la tierra
20. Campo
21. A un viejo y distinguido señor
22. Los sueños
23. Guitarra del mesón que hoy suenas jota
24. El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma
25. La primavera besaba
26. Eran ayer mis dolores
27. Renacimiento
28. Tal vez la mano, en sueños
29. Y podrás conocerte recordando
30. Los árboles conservan
31. Húmedo está, bajo el laurel, el banco
Varia
1. Pegasos, lindos pegasos
2. Deletreos de armonía
3. En medio de la plaza y sobre tosca piedra
4. Coplas Mundanas
5. Sol de Invierno
Biografía
Nací en Sevilla el año de 1875 en el Palacio de la Dueñas. Anoto este detalle no por lo que tenga de señorial (el tal palacio estaba en aquella sazón alquilado a varias familias modestas) sino por la huella que en mi espíritu ha dejado la interior arquitectura de ese viejo caserón. En mi próximo libro hablo de él, sin más datos que mis recuerdos infantiles.
Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico. He asistido durante veinte años, casi diariamente a la Biblioteca Nacional. En 1906 hice oposiciones a cátedras de francés y obtuve la de Soria donde he residido hasta agosto de 1912, con excepción del año 10 que estuve en París, pensionado para estudiar filología francesa. Estudié en el Colegio de Francia dos cursos (Bedier y Meillet). En 1909 me casé en Soria (Iglesia de Santa María la Mayor) y enviudé en 1912. En 1º de noviembre del mismo año fui trasladado a Baeza donde actualmente resido. No tengo vocación de maestro y mucho menos de catedrático. Procuro, no obstante, cumplir con mi deber. Mis lecturas han sido especialmente de filosofía y de literatura, pero he tenido afición a todas las ciencias. Creo conocer algo de literatura española. Tengo una gran aversión a todo lo francés, con excepción de algunos deformadores del ideal francés, según Brunetière. Recibí alguna influencia de los simbolistas franceses, pero ya hace tiempo que reacciono contra ella.
Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible. Siento una gran aversión a todo lo que escribo, después de escrito y mi mayor tortura es corregir mis composiciones en pruebas de imprenta. Esto explica que todos mis libros estén plagados de erratas.
Mi gran pasión son los viajes. Creo conocer algo algunas regiones de la Alta Castilla, Aragón y Andalucía. No soy muy sociable, pero conservo afecto a las personas. He hecho vida desordenada en mi juventud y he sido algo bebedor, sin llegar al alcoholismo. Hace cuatro años que rompí radicalmente con todo vicio. No he sido nunca mujeriego y me repugna toda pornografía. Tuve adoración a mi mujer y no quiero volver a casarme. Creo que la mujer española alcanza una virtud insuperable y que la decadencia de España depende del predominio de la mujer y de su enorme superioridad sobre el varón. Me repugna la política donde veo el encanallamiento del campo por el influjo de la ciudad. Detesto al clero mundano que me parece otra degradación campesina. En general me agrada más lo popular que lo aristocrático social y más el campo que la ciudad. El problema nacional me parece irresoluble por falta de virilidad espiritual; pero creo que se debe luchar por el porvenir y crear una fe que no tenemos. Creo más útil la verdad que condena el presente, que la prudencia que salva lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y el dogma de la utilidad me parecen peligrosos y absurdos. Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo de hierro. Para ello no hay más obstáculos que la hipocresía y la timidez. Ésta no es una cuestión de cultura —se puede ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan. Admiro a Costa, pero mi maestro es Unamuno.
Bibliografía
He publicado un tomito de versos en 1903 refundido con nuevas composiciones en 1907 Soledades, Galerías y otros poemas y otro volumen Campos de Castilla en 1912. Tengo casi terminados tres volúmenes Hombres de España, Apuntes de paisaje, Cantares y proverbios, que irán saliendo sucesivamente.
Se han ocupado de mis versos con elogio muy superior a mi mérito Unamuno, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, Marquina, Acebal, González Blanco, Carner, Baquero, Candamo en periódicos y revistas y Rubén Darío en su libro El Canto Errante.
Las composiciones de este primer libro, publicado en enero de 1903, fueron escritas entre 1899 y 1902. Por aquellos años, Rubén Darío, combatido hasta el escarnio por la crítica al uso, era el ídolo de una selecta minoría. Yo también admiraba al autor de Prosas profanas, el maestro incomparable de la forma y la sensación, que más tarde nos reveló la hondura de su alma en Cantos de vida y esperanza. Pero yo pretendí —y reparad que no me jacto de éxitos, sino de propósitos— seguir camino bien distinto. Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta al contacto del mundo. Y aun pensaba que el hombre puede sorprender algunas palabras de un íntimo monólogo, distinguiendo la voz viva de los ecos inertes; que puede también, mirando hacia dentro, vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento. No fue mi libro la realización sistemática de este propósito; mas tal era mi estética de entonces.
Esta obra fue refundida en 1907, con adición de nuevas composiciones que no añadían nada sustancial a las primeras, en Soledades, galerías y otros poemas. Ambos volúmenes constituyen en realidad un sólo libro.
1917
Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.
Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente,
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.
Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo.
El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?
¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó —la pobre loba— muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?
¿Sonríe al sol de oro
de la tierra de un sueño no encontrada;
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?
Él ha visto las hojas otoñales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucalipto, los rosales
que enseñan otra vez sus blancas rosas...
Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tictac del reloj. Todos callamos.
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.