Soy - Andrés Omar Moreno - E-Book

Soy E-Book

Andrés Omar Moreno

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Beschreibung

Esta colección de relatos ofrece un viaje a través de las vivencias y reflexiones del autor, abarcando desde la juventud en el campo hasta el servicio militar y la vida adulta. Con una prosa evocadora y poética, cada historia captura momentos de lucha, esperanza y descubrimiento personal, invitando al lector a conectar con las emociones y experiencias universales.

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Seitenzahl: 55

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Moreno, Andrés Omar Soy / Andrés Omar Moreno. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5340-9

1. Cuentos. 2. Poesía. I. Título. CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

ANDRÉS OMAR MORENO

Soy

Índice

Soy

Camioncito rojo

1976

Cartas de amor

Dos fantasmas en la ruta

Turismo aventura

Señor Pato

Una mirada del señor

Encuentro con la poesía

Agradezco a la vida por haberme permitido transitar tantos caminos en buena compañía.

Y por levantarme cada día con ganas de ver que hay más allá de los bosques, los ríos y los mares.

SOY

Canción de mi silencio

Tierra fértil para la semilla

Mano tendida buscando amistad

Poeta con sueños de niño

Niño con sueño de poeta

Con todas mis ganas río

Con toda el alma lloro

Busco la verdad que no conozco

Aunque en mí la verdad esté

Soy torrente que busca el río

Río que busca el mar

Soy playa desierta

Arena, ola y mar

Guitarra sin guitarrero

Que solo sabe callar

Pena que se dice al viento

Que el viento llevará

Soy nieve de muchos inviernos

Soy fuego sin apagar

Esperanza que abriga un sueño

Sueño que desnudo está.

CAMIONCITO ROJO

Desde hacía poco tiempo que vivíamos allí, desde que mi padre construyó esa casa, que en realidad, era una humilde casita, pero yo de eso no sabía, yo solo sabía que mi padre había bajado una barranca, al margen de un río seco.

La casa la había construido de ladrillo, que según supe después le habían regalado, pegado con barro, el techo de caña pelada, claro para que no se llenen de bichos y barro con mucha paja y guano (no me pregunten por qué) porque eso yo no lo sé. Era una habitación grande, como de unos cinco por cuatro metros, y allí vivíamos con mis hermanos y padres.

Al principio, mi padre intentó trabajar en las fincas de los alrededores, pero no sé en qué número de crisis estábamos, que empezaron a despedir obreros, eso pasaba antes, y mi padre se quedó sin trabajo y con una familia numerosa que atender.

No sé bien cómo se dio la oportunidad de ir a trabajar a las ripieras, que era un lugar, a unos cinco kilómetros de la casa, allí pasaba un río seco, que cuando había tormentas y mucha lluvia arrastraba piedras, arena entre otras cosas, los camiones ingresaban.

Por el arroyo un tramo corto, y allí en un recodo del cauce se acumulaban los materiales de arrastre, un grupo de personas los cargaban en el camión, con unas palas grandotas en un par de horas y se ganaban unos pesos.

Por aquella época, el encargado y varios obreros eran chilenos, acostumbrados a los trabajos rudos, y mi padre al no tener otra alternativa se unió al grupo, para llegar al río seco, esperaba un camioncito rojo, que cuando lo veía, cruzaba la calle y le hacía señas, este detenía su marcha y lo llevaba a la ripiera, esto ocurría cotidianamente.

Entonces a mis cinco años, crucé la calle, extendí la mano, dudó un tanto el hombre, pero cuando observó de dónde había salido, se detuvo y me subí a esa “nave roja”, arrancó, sin hacer muchas preguntas, supuso el hombre que me habrían mandado a ver a mi padre.

Atravesamos La Forestal, un bosque de eucaliptos y de pinos que rodeaban el camino, abrí la ventanilla y el viento me pegó en la cara, sentí una gran emoción, me sentí un pájaro con alas extendidas luego pasamos la escuela, a la que iba mi hermano más grande, yo iría al año siguiente, la fábrica de aceite de oliva, unos viñedos y al final, el camino se pierde en el río seco, ingresa a la ripiera y vemos un grupo de unos cuatro hombres palas en mano, dispuestos a iniciar la tarea, entre ellos mi padre, que cuando me vio no podía creerlo, me ordenó de inmediato que me quedara en el camión, con un “después hablamos en casa”, yo sabía de qué estaba hablando.

Debí esperar como hora y media, hasta que lo llenaron, no sé qué le dijo mi padre al chofer del camión, pero si antes no me había hablado mucho, ahora ni me miraba, lo mejor estaba por venir, mi madre, me había buscado desesperada por todos lados y nadie me había visto.

Cuando se detuvo el camión frente de mi casa, me vio y en dos pasos estuvo allí, sabía que lo que yo había hecho era grave, pero a pesar de su enojo me miró y me dijo “¿Solo quiero saber por qué te fuiste?”.

“Es que yo quería ver qué había del otro lado del bosque”. Han pasado muchos años y aún hoy sigo queriendo saber qué hay detrás del bosque, la montaña y los mares.

1976

Había cumplido 20 años, eran años duros de poco trabajo, de mucho miedo, él había nacido en el campo y también se había criado allí, en una finca, en otra, siempre trabajó con su padre.

Se habían mudado unos años atrás a la periferia de la ciudad, el paisaje casi rural, viñas, parrales o algunas chacras, inclusive, él algunas veces trabajó en alguna de ellas, estudiaba de noche, en el secundario y cuando podía hacía algunas changas.

Él sabía que ese año cambiaría, estaba “sorteado” para la “colimba” y por el número que tenía, se decía que podía ir a Marina, él soñaba con barcos, con puertos lejanos, siempre fue un soñador, total eso era gratis.

Cuando lo convocaron, casi estaba contento, tal vez sea la puerta para salir del barrio, las chacras, la provincia o tal vez salir de él mismo. Para mejor le dijeron que iba a Marina.

Ese mismo día lo subieron a un camión, que lo trajo a la estación lo subieron a un tren, con las persianas bajas, ahí comenzó el infierno, esos señores de verde, que los trataban tan bien cuando llegaron al lugar donde los habían citado, eran otros, sus caras ya habían cambiado, ya no éramos “ciudadanos”, eran “reclutón, pelotudo, etc.”.

El tren sin escala y sin aire (porque las persianas y vidrios permanecían cerradas) llegó a La Plata, en el medio de la noche y el miedo, los alojaron en un galpón, en cuchetas de tres y a medianoche, no se sabe por qué los levantaron y los llevaron a lo que llamaban la “Plaza de Armas”, hincados en el asfalto les dieron la bienvenida a infantería.