Testimonios de una familia muy normal - Ricardo Percovich - E-Book

Testimonios de una familia muy normal E-Book

Ricardo Percovich

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Beschreibung

Él se considera una mezcla "balanceada" de intelecto y emoción. Porque por su formación ha sido al mismo tiempo informático organizacional y filósofo del arte y el pensamiento humano. Y por su vida también. Por una parte ha dedicado su actividad profesional a ayudar a todo tipo de organizaciones a "despertar" a sus mejores posibilidades. Lo cual supone la mejora de las reglas de juego, pero sobre todo la comprensión y el compromiso de las personas. Por otra ha tenido el privilegio de estudiar y hacer teatro en toda la región. Los dos unipersonales que constituyen los dos primeros capítulos de este libro forman parte de ese acerbo. En este libro desnuda su vida y sus pasiones, sus gozos y sus sombras, solo y con esa su amada "familia muy normal". Con la empatía que surge de una vida dura, rica y apasionante. Y el aprendizaje que supone… Se considera un habitante del mundo, pero sobre todo ama su región natal, dado que ha estudiado, vivido y trabajado en Uruguay, Argentina, Chile y Bolivia.

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Seitenzahl: 189

Veröffentlichungsjahr: 2015

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Ricardo Percovich

Testimonios de una familia muy normal

Editorial Autores de Argentina

 Percovich, Ricardo 

    Testimonios de una familia muy normal. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2015.    

    E-Book.

    ISBN 978-987-711-299-3          

    1. Narrativa Argentina. 2.  Novela. I. Título

    CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail:[email protected]

Diseño y diagramación: Juan Gallardo

Diseño de portada: Justo Echeverría

¿Quién es Ricardo Percovich?

Él se considera una mezcla “balanceada” de intelecto y emoción.

Porque por su formación ha sido al mismo tiempo informático organizacional y filósofo del arte y el pensamiento humano.

Y por su vida también.

Por una parte ha dedicado su actividad profesional a ayudar a todo tipo de organizaciones a “despertar” a sus mejores posibilidades. Lo cual supone la mejora de las reglas de juego, pero sobre todo la comprensión y el compromiso de las personas.

Por otra ha tenido el privilegio de estudiar y hacer teatro en toda la región. Los dos unipersonales que constituyen los dos primeros capítulos de este libro forman parte de ese acerbo.

En este libro desnuda su vida y sus pasiones, sus gozos y sus sombras, solo y con esa su amada “familia muy normal”. Con la empatía que surge de una vida dura, rica y apasionante. Y el aprendizaje que supone…

Se considera un habitante del mundo, pero sobre todo ama su región natal, dado que ha estudiado, vivido y trabajado en Uruguay, Argentina, Chile y Bolivia.

Textos

Tanto la “Trova” como “Familia” tienen su origen en dos unipersonales que realizamos con mi esposa Marta Tessi. Yo en el rol de narrador, y Marta en el de técnica de imagen y sonido. Es parte de mi encarnación como actor. Pero, igual que Marta, no por el ego sino por las ganas de decir.

El armado general es mío propio.

Los textos de la “Trova para el universo” también.

En “Familia muy normal” hay cuentos míos y de Marta, en esa doble línea que se va juntando como dos caminos en uno.

En “Sueños del futuro real“ hay textos míos, he adaptado y recopilado textos ajenos de “uso libre” por su condición de cuentos itinerantes.

Imágenes

La mayoría de las imágenes son tomadas del acerbo anónimo de la red.

Las dos excepciones importantes son:

- Todas la imágenes de “Trova para la universo” son diseños de Marta. Ella es pintora, además de música y veterinaria y…

- La imagen que cierra el último cuento del tercer capítulo que representa la “Subida en comunidad” es un cuadro original de mi hija Alina Percovich, artista plástica. Y es la imagen viva del mensaje del libro. La misma idea la volcó en la imagen de portada de mi libro “Innovar sin herir” escrito con Carlos Petrella y editado en Uruguay, y como ebook en Argentina por Editorial Autores de Argentina.

Presentación de la propuesta

Es un gusto estar con cada uno de ustedes en este momento.

Porque quiero compartir, y eso no tiene sentido sin ustedes.

Caetano Veloso tiene un hermoso tema “Fuerza extraña”,

y podría ser el himno que me inspiró y nos convoca,

porque, con su polenta característica, nos canta

“por eso una fuerza

me lleva a cantar,

por eso esa fuerza extraña”.

¿Qué fuerza extraña

me llevó a cantar esta “Trova para el Universo”?

¿Qué siento que pasa en ese universo fascinante

y en mi universo interior de “Familia muy normal”

que me produce una “fuerza extraña que me lleva a cantar,

y no puedo parar”?

¿Qué futuro soñamos?

Es quizá una fuerza de la vida hecha, y las ideas que de allí emanan

que me da unas tremendas ganas de compartir con ustedes

sobre cómo vivo o qué estoy encontrando,

y encuentra cada uno de ustedes

en este infinito universo ...

Porque creo que ese universo sube en una eterna espiral

hacia la comunidad de las consciencias.

Y este es mi testimonio de búsqueda.

Capítulo I: Trova para el universo

A1 El universo fascinante

En el principio

Dicen algunas tradiciones que “en el principio fueron creados los cielos y la tierra”.

Porque en el principio era la nada. O más bien nada era. Y luego fue el caos. Pienso que era el caos de algo. Algo había atravesado la inconsútil frontera del ser, y era. Con toda la potencia del ser. Que nunca más dejará de ser.

¿Y si el ser se disolviera nuevamente en la nada? ¿Acaso empezamos en algún momento? ¿Hubo un principio? ¿Qué es un principio?

Desde mi acantilado del ser miro hacia la nada y le pregunto cómo puede haber parido la riqueza inconmensurable del universo.

Si hubo un principio, hubo un tiempo. ¿Y qué es el tiempo? ¿Es sólo una flecha lanzada entre dos posibilidades? ¿Puedo retrocederlo y entrar a la nada como si cruzara como Alicia un espejo antiguo y primordial?

¿Y cuál sería mi rostro en medio de la nada?

B1 Mi universo interior

Creo que fui un buscador permanente. Me gusta hacer camino. Siento que estoy haciendo uno, y eso me da paz ahora. Esa paz contrasta con la vivencia que yo tenía de bruma de tristeza en mi niñez y adolescencia.

En el principio yo traté de tender a más, a crecer, a ser curioso a cualquier precio. Adolescentemente idealista. Creo que sirvió aunque más no sea para darme una patada en el traste y ponerme en movimiento. Idealista sobre todo, claro. Pretendía ayudar a otros sin poderme contener todavía a mí mismo…

*

Y no era fácil ser curioso y empujador en una familia media típica de hace sesenta años.

Honestamente, en mi adolescencia hui de algo. De esa bruma familiar, donde no vivencié una mamá nutricia o un papá orientador. Y no fue porque les faltara pasión en lo que hicieron. Mamá era una pianista excepcional, y empresaria de artistas, papá fue fundador del balneario Atlántida y tomó en sus manos el proyecto del Hospital de Clínicas Manuel Quintela en Uruguay. Pero fueron más abuelos que padres. Soy el menor de cinco hermanos, y los mayores hicieron de padres en realidad. Uno de ellos - Alfredo – nos enseñó a los menores a mirar por encima del muro en puntas de pie, como si alguna vez pudiese volar.

A2

Qué dice la ciencia

La ciencia ha hurgado con curiosidad en el espejo frontera entre el ser y la nada. Nos dice que en el origen encontró en última instancia sólo energía.

Y que mirando hacia el abismo de lo muy pequeño esa energía parece resolverse en porciones ínfimas de... espacio que vibra.

Que las mal llamadas partículas “elementales” son solo una escala de ese abismo, y serían eso: espacio que vibra.

¿Será que nosotros somos eso? ¿Espacio? ¿Todo el universo y la historia humana, las Pirámides y el telescopio Hubble, Altamira y el barro de las lluvias del verano hechos de casi nada, pequeñísimas cuerdas de una gran arpa cósmica? ¿Es eso el cosmos?

Y a partir de allí la danza. Miríadas de átomos, de moléculas y de organismos. Porque de los pequeños sistemas se integran los sistemas mayores, las estrellas y galaxias, la vida… Y la inteligencia. Que es capaz de interpretar aquel arpa de energía elemental y reconocerla como… una corteza de árbol, o la piel cálida de un rostro.

Claro, todo eso en el universo conocido, o que decimos conocer.

B 2

Y yo traté de volar.

Mis primeras seudo-decisiones me llevaron al seminario jesuita. Creo que fantaseé una madre protectora, y también una aventura ciclópea. Los sesenta redescubrimos el compromiso y la militancia.

Apareció por primera vez un Ricardito - con armadura de bronce, Excálibur en mano - con el ojo idealista de la razón diciendo: yo les voy a demostrar a todos que yo sé y yo puedo.

Allí empezó una gran búsqueda: una formación intelectual y afectiva que me enseñó a mirar hacia adentro. Pude entender y refundar muchos afectos, verdades y mentiras de mi niñez. Recuerdo que me empezó a fascinar sobre todo el tratar de no mentirme. Los tres ojos del conocimiento querían empezar a abrirse.

A 3

Hubo un tiempo en que nuestro pequeño planeta azul era el centro del universo. Hoy es una masa entrañable de roca y vida que flota alrededor de una estrella menor en el patio de atrás de la galaxia. Y la Vía Láctea es una galaxia en billones.

Y ahora nos propone la ciencia, cuando nace el tercer milenio, que quizá haya incontables universos paralelos, con otras físicas, y otras probabilidades. Dice la ciencia que todo empezó con una gran eclosión. ¿Y no será que sólo fue un volver a empezar, y hubo otras historias anteriores, en otro juego interminable de espejos?

Yo creo que lo que seguramente reventó fue nuestro ego humano, porque se sintió lanzado otra vez más a navegar en un universo cada vez más grande. ¿Galilei, dove sei tu!! ¿Adónde fue a parar la bóveda de los cielos, donde colgábamos todas nuestras certezas...?

Ahora bien, yo suscribo lo que decía Walt Whitman: “Recién ahora el universo es suficientemente grande para nuestras aspiraciones y esperanzas”.

¿Y qué es lo que esperamos desde siempre? ¿Qué hacemos en el cosmos? ¿Tiene sentido que nos preguntemos si tiene sentido?

B 3

Y ese tirón a más que yo experimentaba continuó. Continuó también la formación.

Incluyó una zambullida importante en el ojo del cuerpo y las realidades diarias, muy conmovedoras para mí - giovanotto imberbe - , porque me lanzaban a vivir en un mundo cada vez más grande: ayudé en hospitales a vivir, y no supe cómo ayudar a morir; me llagué los pies como peón de albañil en barrios marginales de Montevideo; hice teatro barrial en Chile con foros de discusión hasta la madrugada donde nos jugábamos hasta el caracú. Todo eso en medio de una fraternidad de afectos que me templó.

También el ojo del conocimiento de la cultura y de la filosofía, de la exploración racional y afectiva en el pensamiento trascendente de la humanidad. Realmente traté de “aprender todo lo bueno, aprender todo lo malo...” como dice el tango.

A 4

Los mitos

La ciencia como curiosidad humana es muy reciente. Abarca sólo los dos o tres últimos milenios. Hacia atrás, por centenas de miles de años, se extiende la niñez y preadolescencia de la humanidad. Sus preguntas mágicas:

“¿querrá el Sol salir mañana?; ¿nos dará la Tierra buena cosecha?”

Y sus respuestas míticas, que nos fascinan todavía hoy:

“Si lo apaciguamos, quizá el Sol vuelva;”

“si vertemos vino para que la Tierra brinde, quizá su buen humor se derrame en mucho grano.”

Los mitos de nuestra infancia son sabios. Hablan de la naturaleza, y saben que venimos de ella. El mundo nació de una gran serpiente marina, matriz oceánica que llevamos en nuestra sangre - que es nuestro pequeño océano interior -. O los días, el tiempo, simplemente se echaron a caminar, y fueron haciendo las cosas.

“La primera mujer y el primer hombre nacieron de un gran huevo brillante, y estaban locos de ganas de nacer.

y dios cantaba y se fumaba su porrito, y agitaba sus maracas, y se sentía feliz, y también agobiado por la duda y el misterio, ...” como quien pare una obra de arte.

Los dioses tenían rostro y lenguaje, el Yahvé del Sinaí, Afrodita olímpica, Palenque o el Ramayana. O no tenían rostro en absoluto y eran un gran todo, del cual venimos y al cual volvemos como a la tierra o al mar.

Los mitos intuyen la realidad y también la memoria racial. Venimos de la tierra, del mar, del espacio, esporas de vida desde todas partes. Por eso quizá nuestro alimento y nuestras esperanzas se apoyan en la tierra madre donde pisamos, y luego miramos hacia arriba. La gravedad gravidez nos vincula con la tierra y el crecimiento, y la energía está arriba, en el sol y la lluvia.

B 4

Y junto con todo lo vivido y experimentado por mí, muy pichonamente al principio, tuve una zambullida en prácticas milenarias de quietud y meditación que me introdujeron, sin ser totalmente consciente, al ojo del conocimiento trascendente.

Claro, en ese momento de mi vida, todo estaba demasiado teñido para mí de un folclore y ritual del que me costaba despegar para quedarme con la sustancia. Todavía era un hombre-niño tratando de hablar con un dios padre… Difícil de vivenciar para mí porque de padre había tenido una pobre experiencia. Dios era un patriarca de una especie de mamíferos, cazadores reunidos en tribus paleolíticas.

Pero puedo hablar igualmente de haber experimentado una expansión de conciencia como nunca, porque Alguien personal parecía comenzar a dialogar conmigo en lugar del ruido de fondo de la radiación cósmica.

No sé si fue mi eterna tensión a más, a crecer pero con honestidad interior, que me hizo decir: se acabó, necesito otra búsqueda.

Y corté con el seminario jesuita.

Peleando con el ángel de una orden religiosa que me dio grandes cosas y también juzgó que yo tenía que seguir por un determinado camino, dije que no. Que quería ser auténtico y necesitaba pensarlo.

Claro, yo no sabía bien con qué ojos quería pensarlo.

Mi ojo del cuerpo estaba empapado de horror y belleza por el universo. Mi ojo intelectual estaba enriquecido por años de estudio y profundización, y quería re-pensarme. Y mi ojo trascendente había experimentado... algo. Una fuente de energía, paz y conocimiento como nunca había encontrado.

Pero - pensaba yo, - soy todavía un adolescente sentimental en todos mis rincones. Necesito vivir más. Y saqué la Excálibur y corté.

La Excálibur, la más pesada y densa. Yo les voy a demostrar que yo puedo. Tenía entonces veinticinco años…

A 5

Hay otras leyendas. De los que no están aquí con nosotros. Están del otro lado de la laguna Estigia, más allá de la vida. O más allá de lo conocido.

Con la fuerza de la sangre y de la mente llamamos al cosmos para ver si alguien nos contesta.

Hoy lo seguimos haciendo con nuestros ritos religiosos. Y me parece una coincidencia fascinante que ahora también busquemos CONTACTO con la radioastronomía, enviando mensajes a las estrellas.

¿Quiénes son los que están en ese “más allá”?

B 5

Pelea con qué ángel

Mi primera decisión oscura al salir del seminario fue hacer tabla rasa - barajar y dar de nuevo -. El conocimiento y las vivencias religiosas los creía prestados, no propios, y todavía adolescentes. Tenía que revisarlos con el ojo de la razón. Y así me lancé a la vida diaria, a revisar desde cero los años vividos.

Y viví.

Laburé mucho y de todo, corretaje de imprenta, service de computación hasta la madrugada.... Docente de arte y de filosofía. Informático en la querida Universidad de la República en Uruguay, de la que luego egresé. Leí y pensé mucho, discutí mucho con viejas y queridas barras de mate y vino tinto.

Viví el amor de una mujer y tres hijas - adoro las mujeres, que introducen al hombre en la dimensión del amor creativo -.

Tuve años de fragor político - los setenta - y de compromiso con el sufrimiento, y con los excluidos de este mundo, dondequiera que estuvieran.

Ejercí una carrera profesional, la informática. Carrera muy estructurada si las hay, pero que me nutrió de un pensamiento sistémico que maduró mucho mi ojo de la razón.

También hice terapia, porque por supuesto el mundo no era estructurado, ni regido sólo por la razón, más bien era una jungla... apasionante. Repensé la realidad y continué investigando, sobre filosofía, física, biología, sicología transpersonal. Cosmogonía, los orígenes del cosmos y de la inteligencia. También mucha novelística, mucho Kurosawa y mucho De Filippo. Y una amplia dosis de ciencia ficción - Bradbury y sus doradas manzanas, Clarck y su odisea espacial, Sturgeon con sus cristales soñadores, Solaris de Lem y Tarkoswsky, Blade Runner de Aldis y sus ovejas eléctricas -, chifladura personal que siempre fue para mí como un... por qué no al futuro, y a pensar la vida desde otra óptica totalmente distinta a la usual.

Y la tensión a más siguió allí, incesante. Y ahora qué, qué más.

A 6

Las religiones

Creo que las religiones del mundo han sido grandes árboles. Crecieron y se apoyaron en los mitos. Algunas fueron revitalizadas por personalidades visionarias, y alimentaron a la humanidad durante milenios.

El ser humano, se paró en las grandes ramas bajas de esos árboles, se rascó su frente chata de homo habilis, miró la realidad, la sabana con su caza y su cosecha, las grandes extensiones de tierra, de espacio, la luna y más allá.

Y se preguntó ¿Estoy solo?

¡No! Si para comer y pararme sobre mis pies hubo siempre manos parentales,

y luego hubo otros con quienes fraternizar o guerrear, el más allá seguro que contiene otros, otras inteligencias poderosas!

Luego la mujer y el hombre siguieron subiendo por el árbol del conocimiento. Y llegaron a ramas de sol donde comenzaron a entender y dominar un pedacito de su bosque.

Aunque los incendios y el hambre se resistían a dejar la humanidad, y las guerras tribales no se iban a ir... nunca...

Y la humanidad trepó hacia su adolescencia. Y en las enseñanzas de las religiones quedó reflejado ese crecer desde la niñez paleolítica donde tanto importaba el miedo.

Los dioses y diosas, sabios o cruelmente humanos fueron desapareciendo detrás de la gran pregunta eternamente reformulada:

¿tenemos en el cosmos algo en quien confiar más allá de toda duda?; ¿hay alguien con quien dialogar mientras amasamos el pan, cuidamos a los niños, o investigamos las praderas de polvo estelar?

Y si no lo hay, ¿hacia dónde vamos como aldea global, y cuál es el sentido?

B 6

Viví algo muy duro. Mi esposa murió, y creí morirme con ella.

Era más blanda que el agua,

que el agua blanda,

era más fresca que el río,

naranjo en flor.

Y en esa calle de estío,

calle perdida,

dejó un pedazo de vida

y se marchó...

Toda mi vida es el ayer

que me detiene en el pasado,

eterna y vieja juventud

que me ha dejado acobardado

como un pájaro sin luz.

¡¡Fue la brutal trascendencia de esa letra de tango la que me sacó del pozo!!!

Se había ido la flor del naranjo. Pero el naranjo estaba siempre allí. ¿Podría… haber nuevas flores … en ese naranjo?

Mis hijas me comenzaron a salvar. Sólo por ellas me animé a seguir. Poder vivir para ellas fue en esa etapa lo único que revelaba algún sentido.

¡Y el naranjo volvió!. Encontré un amor de mujer, tuve otra hija. Todas ellas me ayudaron a buscar otra libertad: independencia laboral, viajar, retomar la polenta, la música, el teatro, las ganas y qué sé yo.

Eran los ochenta. Yo buscaba una salida..., todos la buscábamos, porque éramos muchos los caídos en el camino …

Y en medio de las tensiones de la nueva vida e independencia, el cuerpo y su ojo me hicieron un gran chiste. Fue en la forma de un mareo que me dejaba fuera de combate. Otro Límite.

Allí me di cuenta que el pibe de la armadura dorada, ahora veterano de afectos, guerras y estructuras, sentía muy pesada su Excálibur.

A 7

Los tres ojos del conocimiento

Yo propongo que, más que una respuesta definitiva sobre el sentido, hay caminos de búsqueda permanente. Y depende con que ojos miremos al universo para conocerlo. Claro, lo mío es una propuesta, y suscribo totalmente la frase del físico Nils Bohr - gran ídolo - : “Cualquier afirmación mía debe ser tomada más bien como una pregunta”.

Busquemos entonces.

Si me extasío ante la majestad de un glaciar, ante la Natividad del Giotto, o ante el Preludio para la Siesta de un Fauno lo hago con los ojos y oídos del cuerpo físico. Son los mismos ojos que vieron Auschwitz o Hiroshima. También somos ciegos y sordos a radiaciones o realidades que caen más allá de nuestras posibilidades físicas. No “vemos” las ondas de radio, no oímos más allá de veinte mil ciclos. No podemos tocar el Teorema de Pitágoras y doblarlo “por la línea de puntos”...

Hay un ojo del cuerpo físico, que hay que alimentar y vestir.

Pero hay un “ojo” que sí ve el Teorema. Es el ojo de la mente, o de la razón. Ese ojo se maneja con comodidad en el terreno de los conceptos. Puedo extasiarme ante la perfección de las ecuaciones cuánticas. O puedo estar satisfecho con la clase que debo dar el lunes.

Porque creo que los modelos que me construyo sobre la realidad son mis vías para caminar por el universo, disminuir el miedo ancestral a lo desconocido, y construirle un piso a la felicidad.

Ambos ojos trabajan juntos. El “ojo de la mente” puede adelantarse a la realidad, comprender y proponer cómo funcionará la naturaleza palpable que veo con el “ojo del cuerpo”. Y ambos ojos se felicitan juntos de haber podido comprender un peldaño más en la complejidad del cosmos.

¿Y eso es todo? ¿Es el ojo del cuerpo y de la razón todo lo que podemos conocer?

B 7

Fue el mismo veterano de la Excálibur el que se reencontró, justo en ese momento - no creo que por azar - con el ojo trascendente escondido detrás de una técnica objetiva de relax - la meditación trascendental -, pero con toda la fuerza ya experimentada en el pasado. Y esa isla de silencio y reencuentro postergó los mareos y las tensiones...

Y marcó un cambio. Un nuevo despertar.

Porque no volví a ser el mismo. Me di permiso para meditar, solo, en pareja, en familia, sin el ritual. Simplemente el reposo del continuo discurso interior de la cabeza que todos llevamos tanto adentro. Y entonces uno se reencuentra con lo mejor de uno. Sin voluntarismo. Sin los dientes apretados por el esfuerzo.

A partir de allí empecé a experimentar el cambio. Ya no solo de trabajo y compromiso, sino de pensamiento y de actitud. Hacia una mayor flexibilidad y creatividad. Y hacia una mayor conexión con otros. Total, la vida me había mostrado ya que yo podía, mucho más allá de demostrarlo a mí o a cualquiera.

Entonces... empecé a soltar la Excalibur. Y me gustaría invitar a todos los que les duele el cuerpo por el esfuerzo a hacer un montón con las armaduras aquí delante... y donarlas para discos de arado.

A 8

Recién salimos de la duda tribal, y nos encaramamos a penas en las estrellas y los quarks. Y ya la realidad se nos muestra inmensa, a contrapelo del sentido común muchas veces. En la escala de lo muy pequeño las leyes familiares de la física no funcionan. ¿No será que el resto del cosmos requiere de otros ojos que no aparecen todavía en forma clara? ¿Es el cuerpo y la mente y su doble ojo todo lo que podemos llegar a ser? ¿No pasamos ya por acá, poniendo el mojón de “este es el límite del universo” cuando en realidad estamos en la puerta de otro infinito, con todas sus invitantes posibilidades?

¿Con qué ojo podríamos investigar el delicado terreno de la pregunta humana por el sentido del cosmos, y nuestra felicidad personal dentro de él?

B 8

Yo Ricardo, un profesional del pensamiento empírico y de la razón, empecé a cerrar el círculo. En el meridiano de los cincuenta, sentí que estaba integrando el ojo de la ciencia y el de la trascendencia.

Que trataba de repensar el cosmos, mis relaciones con el mundo y con todos aquellos con los que comparto mi vida, a través de todos los ojos posibles.

A 9

Creo que tenemos que integrar una larga tradición sobre “el ojo que mira” las realidades que trascienden a los otros dos ojos.

Hay científicos que investigan ya si es posible que fenómenos cuánticos de nuestras neuronas estén relacionados con un preconocimento del futuro, o de otros fenómenos que mucho antes dimos en llamar “sobre-naturales” y hoy la ciencia llama - por ahora - “estados alterados de conciencia”.

El cosmos parece tan viejo, si no es infinito, que seguramente puede albergar otras físicas, otras inteligencias mucho más sabias y sutiles, o estados de conciencia y conocimiento que serían para nosotros lo que nosotros somos a los cromagnones de los que descendemos. Esas inteligencias quizá superaron la carne y la sangre como asiento de la conciencia.