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"Un hombre a contratiempo: René Hernández Gattorno", es un texto que capta la atención de cualquier lector, por la forma amena con que su autor conduce la narración desde un segundo plano, y por dar a conocer las vivencias de un revolucionario, siempre al lado de las causas justas, antes y después del triunfo del Primero de Enero. Dejando a un lado la quietud, los silencios apacibles y familiares, atravesando selvas, montañas y escudriñando aldeas, en Cuba y en países hermanos, el protagonista de estas páginas deja estelas de su ejemplar vida: unas veces como simple soldado de número; otras, inteligente, capaz y certero director de agrupaciones o formaciones militares, en los más disímiles y peligrosos escenarios de combates, en la formación de futuros oficiales, y en la protección de La Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad. La investigación exhaustiva, las numerosas horas dedicadas a entrevistas, revisión de documentos y reconocimientos; más, la alta estima de jefes y compañeros, por la modestia y el valor del hoy coronel Hernández Gattorno, justifican el porqué de este libro.
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Seitenzahl: 167
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Edición y corrección:
Hildelisa Díaz Gil
Diseño y realización de cubierta e interior:
Francy Espinosa González
© Juan Carlos Espinosa Trujillo
© Sobre la presente edición:
Editorial Capitán San Luis, 2023
ISBN: 9789592116375
Editorial Capitán San Luis.
Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly,
Playa, La Habana, Cuba.
Email: [email protected]
www.capitansanluis.cu
www.facebook.com/editorialcapitansanluis
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Conocer la historia es una necesidad humana
imprescindible para iluminar la vida
y abrir paso al porvenir.
Benito LLanes Recino1
A mi amigo Vicente Isla Vinagre, por acceder a prologar estas páginas y por sus valiosas observaciones. Su fallecimiento,
en febrero de 2022, impidió que pudiera disfrutar
de esta publicación.
A la licenciada Esperanza Montero Álvarez, por la revisión
minuciosa y oportunos consejos.
A mi esposa, Lila Castañeda Morell, por el tiempo dedicado a leer mis propuestas y manuscritos, así como ofrecer
sus acertados y críticos comentarios.
A mi hija Sandra, por la ayuda en la reproducción
de materiales de archivo.
A la licenciada Anabel Fontanella Lara, compañera del coronel René Hernández Gattorno, por su inestimable cuidado en la organización y selección de documentos,
fotografías y condecoraciones.
1 Benito Llanes Recino (1901-1984). Nació en Morón, Ciego de Ávila. Doctor, profesor e historiador.
Prólogo
Todo estaba convenido para que el Dr. Eusebio Leal Spengler1 prologara este valioso texto. La enfermedad primero y después, la triste desaparición física del historiador de La Habana malograron el empeño. En todo momento Leal manifestó interés en ofrecer sus sentires por la vida y la labor revolucionaria del coronel René Hernández Gattorno, a quien le unieron fraternales lazos de sincera amistad por más de veinte años. Ante dicha situación, Juan Carlos Espinosa Trujillo, autor de estas páginas, me solicitó acometer tamaña empresa, lo cual agradezco sinceramente con una mezcla de satisfacción y alta responsabilidad no exenta de preocupación, como es lógico suponer, desde la altura de mis noventa años. El reto también lo asumo como un estímulo personal para mantener en activo mis añejas neuronas y tratar así de cumplir con el reclamo y la confianza depositada en mi persona.
En lo adelante se refieren las hazañas de quien puede exhibir con entera justicia su completa consagración a la Revolución. No se trata solo de un moronero quien se puso a disposición de la patria determinado tiempo. No. Se trata del hombre que ha dedicado todos los días, las horas y minutos de su existencia al servicio del país donde tuvo la dicha de ver la luz.
Casi imposible resulta imaginar cómo pudo sortear los constantes peligros en el cumplimiento de las riesgosas misiones y órdenes, además, de las dictadas por su propia conciencia.
Juan Carlos Espinosa, profesor e investigador desarrolló una exhaustiva indagación del quehacer revolucionario y personal de su amigo. Numerosas horas dedicó a entrevistas, revisión de documentos, condecoraciones, reconocimientos y una vasta colección de testimonios, evidencias de los aportes del biografiado en su andar por diversos lugares de la Isla y por lejanas tierras hermanas.
El autor conduce y guía la narración de forma atractiva desde un segundo plano, y logra un clima agradable e interesante, capaz de atrapar la atención del lector. El contenido, bien estructurado, mantiene un riguroso orden cronológico y reseña con exactitud hechos y sitios imprescindibles para la total comprensión.
Desde las cuartillas iniciales se describe cómo era la vida en las colonias cañeras de los años treinta del siglo xx. Se respira en cada tramo de la lectura, la real pobreza, inseguridad y hasta cierta desesperación en las personas de la época. Los bateyes, prácticamente iguales. Todo giraba alrededor de la bodega, la fonda, el paradero ferroviario, los barracones. El trabajo, casi inexistente, tenía dos caras: la zafra, con una duración de dos a tres meses al año, y el tiempo muerto, con su aterrador nombre, entre nueve y diez meses. El corte y el alza de la caña ofrecían una exigua posibilidad de empleos, cubiertos en su mayoría por braceros que acudían de distantes confines y garantizaban una fuerza de trabajo barata, abundante y altamente competitiva.
El surgimiento y desarrollo del Ferrocarril Norte de Cuba es también abordado en detalles. Se precisan fechas, cifras y acontecimientos de relevancia, ilustrados con imágenes, que dan un valor adicional. Entre ellos destaca la construcción de centrales azucareros y el surgimiento y mejora de nuevos asentamientos poblacionales a lo largo y ancho de algo más de doscientos cincuenta kilómetros de vía férrea, que enlazó las provincias de Camagüey y Las Villas. Y lo que a mi juicio es significativo desde el punto de vista histórico y socio-político: el desarrollo del movimiento obrero ferroviario. En este punto sobresale el tratamiento ofrecido a Enrique Varona González, líder indiscutible del proletariado cubano.
Varona fue capaz de unir a los obreros de dicho sector y, con posterioridad, a los azucareros. La Unión Ferroviaria, organización gremial creada por él, asumió la vanguardia en la parte norte-central de Cuba, a principios de la década del veinte del pasado siglo. La persecución y el artero asesinato del adalid a manos de sicarios machadistas, se ilustran a través de un valioso testimonio fotográfico, donde se aprecia la repercusión popular de su muerte, la cual traspasó fronteras, pues desde México se alzó la voz de Julio Antonio Mella,2 quien se hizo eco del clamor popular denunciando el vil asesinato y pidiendo justicia.
En aquel recuadro, de suma carencia y aislamiento social, se pondera el papel desempeñado por los trabajadores del sector ferroviario en el joven René. Se destacan las enseñanzas para la lucha clandestina, devenida escuela formadora de su carácter y actuar. La resistente voluntad, los avatares y dificultades que tuvo que afrontar hasta conseguir el ingreso en el Ejército Rebelde, muestran la tenacidad del biografiado.
Juan Carlos Espinosa proporciona al lector una documentada información de accidentes geográficos y recursos naturales de las antiguas provincias de Las Villas y Camagüey, desandados por el soldado rebelde. La Lucha Contra Bandidos (LCB) se aborda con sencillez, utilizando los acontecimientos como reflejo de las transformaciones y la madurez de Hernández Gattorno ante las difíciles tareas.
Otro aspecto que se trata de forma minuciosa son las misiones internacionalistas, las cuales nos trasladan a diferentes parajes y donde se expone la participación del protagonista en combates, emboscadas y otras acciones, en las que sobresale por la conducta íntegra, audaz y valiente. Primero en el Congo, donde coincidió en el tiempo con Ernesto Che Guevara,3 aunque en diferentes lugares. De esta nación se brindan datos sobre sus tradiciones culturales, idiosincrasia y exuberantes y ricos paisajes. El río Congo y sus características físico-geográficas son mostrados en toda su magnitud.
Guinea-Bissau, deviene escenario de la segunda misión internacionalista bajo el mando de Raúl Díaz-Argüelles.4 La Operación Amílcar Cabral efectuada desde septiembre de 1973 hasta enero de 1974 fue sin duda una de las más importantes. Así lo reconoce el propio coronel Hernández Gattorno:
Sí, la toma del cuartel de Guilleje y la derrota de las tropas enemigas se puede considerar el colofón de la Operación Amílcar Cabral y la más importante en toda la guerra de liberación en Guinea-Bissau. Estas victorias contribuyeron a levantar el espíritu combativo de la guerrilla, uno de los principales objetivos para lo que fue creada.
Angola recibió al combatiente internacionalista en dos ocasiones.
Me mandaron a buscar de Tropas Especiales. La decisión era constituir un batallón especial para ir hacia Angola. A partir de ese momento comencé su formación con fuerzas de los puntos de técnicas de instrucción, los llamados PETI, y los de la Unidad de Entrenamiento o Cero como se conocía entonces. Se crearon tres compañías reforzadas. Fidel nos habló primero a los oficiales. Luego, en el teatro de la escuela del PCC Ñico López,5la reunión fue más amplia y explicó de forma minuciosa lo que debíamos hacer.
El volumen refiere los preparativos de la tarea que lo llevó de nuevo a tierras africanas. Los combates de Ebo y Medunda, ambos dirigidos por él, son muy bien relatados. La pérdida de excelentes compañeros nos llega con una alta carga de humanismo y dolor. Entre ellas sobresalen las muertes del capitán Estebanel y la del primer comandante Raúl Díaz-Argüelles.
Nicaragua, otro escenario conocido por Gattorno, ocupa un lugar preferencial.
Hablar y recordar aspectos de mi misión en Nicaragua es algo que disfruto. Estuve en Guinea-Bissau en dos ocasiones, en el Congo, en Angola dirigí las Tropas Especiales del Ministerio del Interior hasta la frontera con Namibia; pero, en uno de los lugares donde pensé que me iban a matar fue en Nicaragua, porque la lucha fue difícil y riesgosa. Los caminos por las zonas montañosas estaban en muy malas condiciones. Nos trasladábamos a pie. Mi papel allí fue diferente. Yo no era el guerrillero, era el que perseguía y combatía a los contrarrevolucionarios. Dondequiera teníamos que enfrentar emboscadas, ataques sorpresivos. Recuerdo que un día íbamos en un helicóptero y de pronto nos azotó unatempestad. Nos perdimos y nos tiramos en un lugar desconocido. Por suerte, se acercó un campesino y le pregunté:
—¿Dónde estamos?
—Cerquita de Matagalpa —me respondió. Entonces me vino el alma al cuerpo.
Puedo agregar que conocí mucha gente buena y cariñosa. Tengo excelentes compañeros allá.
Un hombre a contratiempo: René Hernández Gattorno, a no dudarlo, es un libro necesario y justo. Recoge sin medias tintas fases relevantes de la historia de nuestro pueblo. La vigencia de su contenido debe constituir un importante documento de reflexión y consulta para las presentes y futuras generaciones de cubanos.
Vicente Isla Vinagre6
1 Eusebio Leal Spengler (1942-2020). Destacado intelectual cubano. Historiador de La Habana. A su empeño y trabajo se debe una gran parte del rescate del centro histórico de la ciudad. Fue diputado al Parlamento cubano, escritor e investigador. Por la obra de la vida recibió numerosos reconocimientos dentro y fuera de Cuba, y el cariño entrañable de su pueblo.
2 Julio Antonio Mella McParland (1903-1929). Revolucionario cubano. Cofundador del primer Partido Comunista de Cuba, la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), entre otras.
3 Ernesto Guevara de la Serna, Che (1928-1967). Excepcional combatiente revolucionario, estadista, escritor y médico argentino-cubano. Viajó en el Granma y fue el primer comandante del Ejército Rebelde ascendido por Fidel Castro. Llevó a cabo la invasión de Oriente a Occidente al frente de la Columna No. 8 Ciro Redondo. Después del triunfo de la Revolución ocupó diversas responsabilidades. Marchó a Bolivia a continuar la lucha donde fue asesinado. Su vida ejemplar, consecuente con su conducta y su pensamiento, es un paradigma para millones de hombres y mujeres en todo el mundo.
4 Raúl Díaz-Argüelles García (1937-1975). Joven revolucionario cubano que se destacó en la lucha contra la tiranía de Batista, en medio del proceso revolucionario en la Lucha Contra Bandidos y el cumplimiento de misiones internacionalistas en Angola. Fue ascendido póstumamente a general de brigada.
5 El Partido Comunista de Cuba (PCC) creó en diferentes lugares escuelas para la preparación político-ideológica y general de sus militantes, los de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y las organizaciones de masas.
6 Vicente Isla Vinagre (1925-2022). Intelectual moronense, combatiente del Ejército Rebelde. Asumió la alcaldía de Morón al triunfo de la Revolución. Se desempeñó como profesor universitario de Literatura Universal y redactor de la Editorial José Martí por varios años.
Génesis
La anochecida de aquella impuntual temporada lluviosa pudo ser una más. Sin embargo, marcó un antes y un después en nuestra amistad. La admiración que por ti sentía desde niño, aumentó en grado superlativo al conocer interioridades de tu escabrosa vida colmada de hechos, episodios y, por qué no, de atrayentes aventuras.
Seguro estoy que impresionar al coro de amigos y familiares, que seguíamos con avidez tus palabras exactas y llenas de nostálgicos y amados recuerdos, no fue el propósito.
Intenso y vital te desplazabas por la espaciosa terraza, devenida escenario de las interesantes e inolvidables narraciones. Sin darnos cuenta, viajamos contigo por tierra, mar y aire a recónditos y peligrosos parajes. Conocimos la existencia de personajes reales, casi mitológicos, que te acompañaron y compartieron juntos arriesgadas misiones.
A pesar del acento convincente empleado al mostrar cada foto, extraídas con celeridad de descoloridos álbumes y amarillentos sobres, el tono y la tesitura de tu voz variaba. Era la emoción que apretaba tu garganta al rememorar lo ocurrido. Parecía que concurrían a tu evocación compañeros entrañables caídos en el cumplimiento del deber.
Tras una pausa, que aprovechamos para un merecido brindis y retomar el cauce inicial de la tertulia familiar, te pregunté si con anterioridad no se había recogido en un documento, libro testimonial, biografía, o como quiera llamarse, tus históricas y ricas vivencias. Dijiste que no. Te propuse hacerlo. Te motivó la idea. Por diversas razones se dilató el comienzo en el tiempo, que implacable continuó.
Hoy, después de dos décadas, decidimos retomar la iniciativa. Ahí está la génesis de estas cuartillas que, sin mayores pretensiones literarias ni estilísticas, y a modo de conversación, ponen al descubierto las cualidades, los aportes y el ejemplo que ha sido, es y será tu vida, y que sin duda te convierte en uno de los tantos imprescindibles de nuestra historia revolucionaria.
La colonia Delia en el barrio Cupeyes, del término municipal de Morón, antigua provincia de Camagüey conoció de tu nacimiento el 4 de enero de 1939, fruto de la unión de Elba Gattorno Reyes y Eusebio Octavio Hernández Niebla, quienes sintieron la alegría del segundo hijo. El hecho no tuvo nada de extraordinario en la vecindad, fue uno más de los tantos guajiritos que vieron la luz en una colonia cañera de la Cuba republicana. Inocencia Leiva, comadrona de la comarca, sin otro aval que el de centenares de partos a su haber dirigió el alumbramiento. La ascendencia familiar era europea: el abuelo materno italiano, y el paterno un aplatanado guanche de Islas Canarias.
Aquel lugar era un pequeño batey muy pobre, al lado de la línea norte, de Morón a Nuevitas. Todos lo conocían como Kilo veinte o El veinte a secas. Una tienda de chinos en un área muy grande abastecía a los obreros, pequeños campesinos y demás moradores. En Violeta,1hoy Primero de Enero, a nueve kilómetros de distancia, se podían comprar también los abastecimientos.
En el caserío la escuela rural No. 33 construida por los propios vecinos, se impartía la enseñanza primaria. Cuando terminé, empecé a trabajar ayudando a mi padre, quien manejaba un buldózer propiedad de la Asociación de Colonos del central Pina, ahora Ciro Redondo. Las labores que realizábamos era abrir trochas para caminos, limpiar maniguas. El salario, aunque no suficiente para cubrir todas las necesidades del hogar, permitía vivir en la pobreza, pero no en la miseria.
Con una mezcla de gratitud y nostalgia recordaste a Migdalia Cervantes, la maestra que te llevó de la mano hasta el sexto grado. Ella provenía de una familia de genuina estirpe de educadores moronenses. Aseveras haber tenido la suerte de contar con sus saberes y pedagogía. Han pasado varias décadas, no obstante, asoma en tu memoria el tono suave y melodioso de su voz. El amor y agradecimiento que llevas muy adentro y que conforman tu archivo de valiosas vivencias infantiles y juveniles, afloraron una vez más en la intimidad de la charla, devenida confesión de inolvidables enseñanzas.
De la familia a la que tanto le agradeces, me cuentas:
Éramos cuatro hermanos: Rafael, el mayor, y dos hembras menores, Estrella y Eida. El primogénito cuando se hizo un joven trabajaba en una tienda en Los Naranjos. Las muchachitas estudiaban. Mi padre, después de lograr con mucho sacrificio unos ahorros compró un pedacito de tierra; pero, con la enfermedad de una de mis hermanas tuvo que hipotecarlo para poder llevarla a La Habana donde podían curarla, según le dijeron. Al regreso, ya estaban vencidos los plazos de la hipoteca. Así es que perdimos la parcela y tuvimos que entregársela a quien nos había prestado el dinero. Al final mi hermana falleció con solo doce años, lo que afectó a todos, en especial a mi madre.
Delia, pudo haber sido el nombre de alguien allegado al dueño de la colonia de marras, no puedo afirmarlo. Lo que sí sé es que aquel apeadero no pasaba de ser un breve andén, con un pequeño espacio para taquilla y teléfono de manivela. Surgió de la nada. Bueno, de la nada no es exactamente lo que quise decir.
Este y una veintena de asentamientos poblacionales, fábricas de azúcar y otros importantes centros económicos deben su origen al Ferrocarril Norte de Cuba, que tanto aportó al desarrollo de Camagüey y Las Villas y del cual, años más tarde propiciara una influencia positiva en tu conciencia revolucionaria, pues sus trabajadores, con una tradición de lucha contra las injusticias, víctimas al igual que el resto de los obreros y campesinos del país de la explotación de las clases mayoritarias, crearon en ti, siendo casi un niño, un sentimiento de rechazo a tales situaciones.
El 5 de junio de 1912 el presidente de la República, general José Miguel Gómez, firmó la ley votada por el Congreso en la cual, en su primer artículo adicionaba a la Ley de Obras Públicas de 5 de julio de 1906 un párrafo que expresaba, que la línea férrea debía unir los puertos de Caibarién y Nuevitas, pasando por el poblado de Morón y por la parte sur de la cordillera de Bamburanao.
La ley mandaba sacar a subasta 150 000 pesos en acciones. El 5 de octubre de 1912, por el Decreto Presidencial No. 912, se concedió a la Compañía de Ferrocarril de la Costa Norte de Cuba, presidida por el coronel del Ejército Libertador José Miguel Tarafa Armas, la subvención de 6000 pesos por kilómetro, para construir dos líneas férreas: una de Nuevitas a Caibarién y la otra de Nuevitas a Santa Cruz del Sur. La concesión a Tarafa estuvo sujeta a las siguientes condiciones: levantar en el puerto de Nuevitas en un plazo de cinco años, un muelle con almacenes para el comercio marítimo y, además, hacer que otras compañías levantaran, en cualquier punto de la línea, dos o más centrales azucareros que debían fabricar no menos de cuatrocientos mil sacos por zafra.
Para el 21 de noviembre del propio año se inscribió en Dover, Delaware, Estado Unidos, la Compañía de la Costa Norte de Cuba con un capital de 20 millones de pesos. José Miguel Tarafa fue el único cubano que apareció en la nómina de directivos. Haber estudiado en aquel país, dominar el idioma inglés y conocer el modo de vida norteamericano fueron suficientes para avalarlo en tamaña empresa.
Finalizada la contienda independentista de 1895, Tarafa fue licenciado del Ejército Libertador con los grados de coronel. Había perdido la fortuna familiar como muchos cubanos dignos que lo dieron todo por la libertad de la patria.