Un soplo en el polvo del tiempo - Raúl García Riverón - E-Book

Un soplo en el polvo del tiempo E-Book

Raúl García Riverón

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Beschreibung

Narra la dramática historia de nueve niños cubanos que en su más temprana infancia fueron separados de sus padres llevados a la Unión Soviética en las primeras décadas del siglo XX a formarse en las Escuelas Internacionales del Estado Soviético. Las anécdotas son contadas a partir de las evocaciones de protagonistas sobrevivientes y testigos de los sucesos, artículos de prensa, los autores, que la entrelazan con distintos momentos de la historia cubana, la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial.

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Seitenzahl: 463

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Testimonio

Raúl García Riverón / Jorge Alonso Padilla

Raúl Enrique García Riverón (Camagüey, 1952)

Cursa estudios en el Instituto Superior de Cine Máximo Gorki de Moscú. Licenciado en Sociología por la Universidad de La Habana, 1980. Cursa estudios de posgrado en Dramaturgia y Guión, Centro de Estudios del ICRT y en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Se desempeña como profesor de Cine y Televisión en el Instituto de Imagen y Sonido (I.T.E.S.) de Barcelona (1995 -1997), España y posteriormente en la Universidad Veritas, San José, Costa Rica. En coautoría con Jorge Alonso Padilla, ha escrito los artículos «Ellos sintieron el deber de luchar» (Periódico Granma, diciembre 1984) y «Operación encuentro» (Serie de tres artículos para la Agencia de Prensa Nóvosti, Moscú, febrero 1985).

Entre sus reconocimientos se destacan: Premio a la Mejor Adaptación en el iv Festival Nacional de Televisión por Marx en el Soho (2006) y, Premio Especial del Jurado en el Festival Nacional Caracol 1988 y Premio del Instituto Superior de Arte en el Festival Internacional de Cine Latinoamericano 1988, por el guion de Te llamarás Inocencia. Ha sido jurado en varios certámenes de cine y video: XIV muestra de Cine y Video Costarricense, Costa Rica 2005; Jurado de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (1988); en el Festival Nacional de la UNEAC Caracol 1993; y en el Concurso Internacional de Cinema i Video Amateur de Navàs. Barcelona, España (1995). Es miembro de la UNEAC.

Jorge Alonso Padilla (La Habana, 1950)

Cursa estudios de autoría de guiones de Radio y Televisión en 1969 y en 1970 empieza a trabajar como escritor en ICRT. Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana, 1976. Es autor de numerosos audiovisuales entre los que se destacan: Desde mi balcón, Los sitios cubanos de Ernest Hemingway, Pipepa, Réquiem por Yarini, El último round, Marx en el Soho y Polo Viejo bajo mi piel, algunos de los cuales han recibido premios nacionales e internacionales.

Es miembro de la UNEAC, presidente de la Sección de Televisión, posee la Orden por la Cultura Nacional y la condición de Artista de Mérito del ICRT. Ha participado como jurado en varios concursos y festivales de Cine y Televisión: Festival de Cine Deportivo, 1976; Concurso 13 de Marzo, 1978; Premio Espiral de Guiones, 1987; Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, 1988 y 1989; Festival Nacional de Tele Centros, 1994,1995, 2000, 2004 y 2007.

Colaboró en la Televisión de Cabo Verde como profesor, guionista, realizador y asesor de la programación. Ha publicado varios artículos de crítica cinematográfica en la revista VerdeOlivo y Bohemia y varios artículos en coautoría con Raúl García Riverón. Es autor del libro Temas básicos de realización audiovisual, publicado por la editorial En Vivo. Actualmente es profesor del Centro de Estudios de la Radio y la Televisión.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros libros puede encontrarlos en ruthtienda.com

Edición: Natalia LabzovskayaProgramación: Marian Garrido Cordoví Ilustración de cubierta: Raúl García Riverón

Epub Base 2.0

© Raúl García Riverón, 20233 © Jorge Alonso Padilla, 2023 © Editorial José Martí, 2023

ISBN 9789590909009

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial José Martí

Publicaciones en Lenguas Extranjeras

Calzada no. 259 entre J e I, Vedado

La Habana, Cuba

Email: direccion@ejm.cult.cu

Índice de contenido
Preámbulo
Introducción
El llamado de la Internacional
Una experiencia vivida de cerca
Se fue como quien iba a visitar a alguien
El segundo huésped
Preparación de un viaje secreto
El adiós es menos triste cuando se desconoce su alcance
Enrique no llegó en seguida
Mónino
Nos vimos envueltos en todo aquello
Nosotros también éramos parte de ellos
Cuando hablaba, el enemigo dejaba de disparar
Él fue a la guerra por nosotros
Epílogo

A todos los que sienten que Patria es mucho más que un estrecho pedazo de tierra verde.

Queremos agradecer, en primer lugar, a Raúl García Peláez y a Antonio Pérez Herrero por su confianza, apoyo y ayuda en todo momento, por haber valorado desde el primer instante la trascendencia de este trabajo; a Olga Cabrera, por sus consejos y entusiasmo; a Abelardo Placeres Cambra, por el aliento inicial; a los amigos que nos han soportado con indulgencia durante largo tiempo y nos animaron siempre; a todos los colegas, fotógrafos, investigadores, historiadores, trabajadores de archivos y hemerotecas que nos dedicaron muchas horas, hicieron fotocopias y sacaron a la luz innumerables documentos que redescubrimos juntos en la Biblioteca Nacional José Martí, en el Instituto de Literatura y Lingüística, en el Archivo Nacional, en la Dirección de Identificación del Ministerio del Interior, en el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, en la Agencia de Prensa Nóvosti, en la Biblioteca Central Lenin, en Radio Moscú y en el grupo de Estudios Arqueológicos de México.

Nos sentimos muy reconocidos a Obdulia Castillo (Yuya), de la Biblioteca Nacional, quien supo orientar nuestros pasos por la intrincada maraña de informaciones y nos puso en contacto con personas adecuadas para guiarnos en ese laberinto.

Nuestro agradecimiento muy especial a Valentín Tomin y a Elena Kolmakova, por haber depositado desinteresadamente en nuestras manos todo el caudal de información que poseían y haber logrado que, durante nuestra estancia en la Unión Soviética, las jornadas estuvieran repletas de encuentros y atenciones.

Queremos, en fin, hacer llegar el agradecimiento más profundo a cada uno de quienes, con paciencia increíble, nos dedicaron días enteros de agotadoras entrevistas y nos entregaron, junto con sus voces, recuerdos y testimonios, sus casas, su amistad y su afecto familiar.

Gracias a todos por la pasión que lograron transmitir a este libro.

Preámbulo

Estimados lectores:

Este libro los va a introducir en una apasionante historia que debió haberse dado a conocer hace mucho, mucho tiempo, narrada por personas que la vivieron como protagonistas, partícipes o testigos. Nuestra labor como autores consistió, principalmente, en hilvanarla, darle forma coherente, a fin de que estos testimonios se insertaran en el convulso contexto social y político de aquella época.

Quiso la fortuna que lo realizáramos en el momento preciso. De no haber tomado entonces tal determinación, es posible que esta historia se hubiera perdido para siempre. Lamentablemente, la casi totalidad de las personas que accedieron a compartirla con nosotros, ya han fallecido.

Una tarde a finales de 1979, en la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana, mientras revisábamos innumerables periódicos de la época a fin de descubrir algo que nos permitiera acercarnos a las figuras de Enrique Vilar y Aldo Vivó, uno de los empleados de la sala se nos acercó cojeando, a nuestra solicitud, pues él podía aportarnos más información. Era un viejo militante del Partido Socialista Popular.

—Ya es hora de que se cuenten esas historias que permanecen ocultas—, exclamó y, a continuación añadió con el mismo tono bajo, misterioso, algo dolido y, con una cierta complicidad en la mirada: «El nombre de sus padres pesa demasiado sobre ellos».

Este fue el detonante. ¿Qué pudo haber ocurrido a los padres para que se erigiera un muro de silencio alrededor de las vidas de sus hijos, para que de hecho se borraran hasta las huellas de la trayectoria de aquellos dos jóvenes que habían nacido en la Cuba de la segunda década del siglo xx y que murieron en la Unión Soviética, como combatientes, durante la Gran Guerra Patria?

Aquellas frases del empleado de la sala nos parecieron, como mínimo, contradictorias e inverosímiles. ¿No se trataba acaso de rescatar una de las primeras manifestaciones de internacionalismo del pueblo cubano en el país de los Soviets? ¿No eran aquellos muchachos hijos de dirigentes del Partido Comunista y del movimiento obrero cubano en los años 30 y 40?

El análisis del quehacer revolucionario de los padres de los protagonistas, con sus aciertos o errores, su separación o expulsión de las filas del Partido Comunista en dos momentos álgidos de la historia de Cuba, no es objeto del presente libro. No obstante, es lamentable saber que, como consecuencia de esa situación, fueron borradas, con toda intención, no solo sus figuras, sino también las de sus familiares, incluso, las vidas de sus hijos.

Sin ánimo de juzgar las acciones del pasado, consideramos que fue muy injusto, no solamente con ellos, sino con la historia de este país. Por eso creímos trascendental, procedente y necesario hacer que las historias de los protagonistas fueran reveladas al público. Con este fin, decidimos escribir el libro y luchar por que llegara a los lectores.

Pero no fue este el verdadero comienzo de nuestra odisea.

Unos meses antes, el 16 de julio de 1979, habíamos acudido, ansiosos, a un apartamento del Vedado donde una mujer, aún bella en su madurez, nos abrió la puerta con una amable sonrisa. Nos creíamos entonces en el umbral de un gran tema, sin sospechar siquiera por un momento que estábamos pulsando apenas el primer eslabón de una cadena de sucesos que ocuparía largo tiempo de nuestras vidas.

Sabíamos que la azarosa existencia de Nelis Álvarez, aquella mujer que por momentos nos hacía recordar a Elizabeth Taylor, había sido un cúmulo de dramáticos sucesos que merecían darse a conocer por lo poco comunes que eran, sobre todo para alguien que era cubana a pesar de su acento peninsular.

Vinculados como estábamos al mundo del audiovisual en los Estudios Cinematográficos de las Fuerzas Armadas, adonde habíamos llegado a través del Servicio Militar Obligatorio, soñábamos con poder plasmar esta historia subyugante en un documental.

Sin embargo, Nelis no se mostró interesada, quizás por real modestia, o porque prefería olvidar lo vivido. Y puede que tuviera razón, sobre todo si las más remotas remembranzas evocaban la vida de una niña que, por esas coincidencias del destino, se había visto involucrada en la Guerra Civil Española, hubo de sufrir, junto a dos de sus hermanos, la desgarradora separación de sus padres, el exilio, el drama de los refugiados españoles en la Unión Soviética en tiempos de Stalin, la Gran Guerra Patria… Los largos meses de hambre, frío, piojos y muerte.

Era comprensible. Trató por todos los medios de disuadirnos: «Mi vida no le resultará interesante a nadie». Pero insistimos… Seguimos insistiendo hasta que Nelis finalmente accedió, pero con una condición: que tuviéramos un encuentro con un matrimonio de hispano-soviéticos, a la sazón residentes en La Habana. Jesús y Amelia habían pasado la infancia junto a Nelis en varias escuelas para niños españoles refugiados en la URSS y podían aportar muchos datos valiosos, ayudar a despertar recuerdos y, además, hablar sobre otros muchachos cubanos, cuyas vidas sí merecían, según ella, ser tratadas en una película.

La noche siguiente, en un apartamento del habanero edificio FOCSA, que en ese entonces estaba destinado a técnicos extranjeros, se produjo el esperado encuentro. Aquella noche, en torno a una generosa mesa donde convivían fraternalmente el chorizo español con la kolbasá rusa y el vino de la Rioja con el vodka Stolíchnaya, Nelis y sus compañeros evocaron para nosotros aquellos lejanos recuerdos.

No habían transcurrido ni diez minutos de conversación cuando surgieron, ante nuestro asombro, los nombres de Aldo y su hermano Jorge Vivó, ambos cubanos. Los hermanos Vivó, igual que Everardo, el hermano mayor de Nelis, habían participado activamente en la guerra. Para mayor sorpresa, nos contaron que en esos años también se encontraban viviendo en la URSS otros cuatro niños nacidos en Cuba. Eran hermanos y el mayor de ellos, Enrique, había muerto en combate contra los alemanes; desconocían cuál había sido el destino de los demás.

Lo que en un inicio habíamos creído ser un pretexto de Nelis para evadirnos, se transformaba en una historia reveladora y, paradójicamente, desconocida. Cuatro jóvenes cubanos habían luchado contra el fascismo en las filas del Ejército Soviético.

Sentimos como un golpe en el pecho: se nos estaba descubriendo una extraordinaria e inédita historia de internacionalismo, que tenía que ser investigada, revelada y conocida al menos por todos los cubanos. ¡Qué enorme trascendencia podría tener ese hecho que el destino acababa de depositar en nuestras manos! Antes de despedirnos, ya estábamos elucubrando si sería mejor una película o quizás una serie para la televisión. Lo que no llegamos a imaginar entonces es cuántos sinsabores, dificultades, incomprensiones y decepciones nos traería este tema.

Han pasado desde entonces más de cuarenta años.

Este libro se terminó de escribir en 1986. Para entonces, ya habíamos pasado por toda suerte de vicisitudes. Ese mismo año, su texto fue galardonado con una mención en el Concurso Nacional de Literatura 26 de Julio de las FAR.

Sin embargo, en un encuentro privado, Fabio Grobart, que dirigía entonces el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba, nos dijo con una sonrisa que pretendía ser amable:

―No quise tomar una decisión unilateral sobre este asunto. Por eso le envié el proyecto a Blas, para tener su opinión. Él considera, y yo estoy de acuerdo con su parecer, que todavía no es el momento oportuno para tratar este tema. Hay personas que viven aún, sobre todo hay familiares de Enrique que pudieran sentirse lastimados… de cierta forma, y creemos que no es correcto… No se deben abrir viejas heridas que ya están cicatrizadas. Ten en cuenta, además, que no todos los internacionalistas merecen ser considerados como héroes.

De inmediato nos vino a la mente un cintillo del periódico HOY de marzo de 1949, rotativo que editaba el Partido Comunista y que el propio Grobart asesoraba:

«Ha conmovido al pueblo la caída del heroico joven Enrique Vilar».

Grobart hizo un breve silencio como para estudiar la reacción que provocaban sus palabras y, tal vez comprendiendo lo insustancial de sus argumentos, prosiguió en un tono más confidencial:

—…hay momentos en la historia y en los hombres que la hicieron, que son complejos y difíciles de entender y de tratar abiertamente, mucho más cuando han pasado tan pocos años. Es una historia muy reciente y no es oportuno hablar de ellos por el momento. Quizás dentro de veinte o veinticinco años ya se puedan ver las cosas con más claridad.

Palabras más que proféticas.

Antes, en la sede del propio Instituto, luego de varias horas de intercambio, habíamos logrado que accediera a que investigáramos, pero con la «advertencia» de que muchos de los documentos del Partido de aquel entonces se quemaban porque la organización era clandestina. Era no más que un intento por obstruir nuestro empeño, que avanzó gracias a otros trabajadores e investigadores solidarios, y conseguimos consultar aquellos documentos «quemados».

Más tarde, en una oportunidad, al parecer más propicia o políticamente más oportuna, el General de Ejército Raúl Castro recabó de nosotros, a través del Museo de la Revolución, datos de nuestro libro inédito, que necesitaba a fin de apoyar y reconocer con lauros nacionales la heroicidad de aquellos jóvenes cubanos muertos en combate; pero solo ahora los lectores podrán tener acceso íntegro a esta desgarradora historia de amor patrio y voluntad internacionalista.

El camino fue arduo y largo, pero finalmente llegamos.

Los autores

Introducción

Es mediodía ardiente en La Habana. Luego de transitar por aceras sin sombra posible ―hemos dejado atrás los largos portales que amablemente la ciudad nos regala― llegamos por la calle Industria al espacio abierto y magnífico donde se levanta el Capitolio. Increíble abril caluroso que hace confundir el sudor copioso con unas imperceptibles gotas, justo debajo de los ojos, que revelan un ligero temor ante lo desconocido. No obstante, ya sin vacilar, penetramos a través de la ancha puerta de un viejo edificio situado detrás del Capitolio y subimos por la empinada escalera de mármol otrora blanco hasta el tercer piso, un tercer piso alto y apuntalado. El techo, asegurado con una enmarañada estructura de madera amenaza con caer en cualquier momento sobre nuestras cabezas. Así, nos acercamos a la puerta y pulsamos el timbre. La mirilla se abre con lentitud para dejarnos entrever unos ojos azules nublados por los años que nos miran con detenimiento, como examinándonos. Luego de unos segundos, la desconocida se retira hacia el interior de la casa sin decir ni una palabra; momentos después, y siempre a través del pequeño espacio que a duras penas nos permite ver solo parte de su rostro, otra mujer algo más joven nos recomienda regresar al día siguiente. La persona que puede autorizar nuestra entrada no se encuentra en casa y sin ella nadie puede tomar la decisión. Sin decir más, la mirilla se cierra poniendo así el punto final a la conversación.

Confusos y un tanto escépticos salimos del antiguo edificio, pero al caer la tarde siguiente volvimos a tocar el timbre de la despintada puerta que, esta vez, se abrió. La maraña de maderos que recubría la escalera se extendía por las habitaciones evitando un derrumbe que parecía inminente. Entre las largas vigas tres mujeres de distintas edades, como tres espectros venidos de un remoto pasado, clavaban en nosotros sus escrutadoras miradas. La más joven nos invitó a pasar y tomar asiento en la espaciosa sala.

Traspasar el umbral fue como cruzar la imperceptible barrera del tiempo y entrar en otra dimensión, en otro espacio. Por todos los rincones se respiraba un ambiente húmedo, enrarecido. Las ventanas herméticamente cerradas impedían que la brisa fresca proveniente de la bahía inundara los espacios. La casa, mezcla de presidio con instalación militar estratégica, nos envolvió por completo. Sentíamos que cada uno de nuestros movimientos era objeto de estudio. Las miradas que intercambiaban las mujeres al escuchar nuestra explicación nos confirmaban que solo una de ellas era la encargada de tomar las decisiones pertinentes, y a ella dirigimos nuestras palabras. Con atención, cortés pero fría, la más joven de la familia escuchó nuestros requerimientos sin interrumpirnos ni una sola vez. Nos habíamos preparado para el posible «no» que pugnaba por salir de sus labios contraídos. Un «no» que tendría su explicación en el pasado pero que, de ser pronunciado, pondría en juego nuestro futuro. Varios segundos de incómodo silencio que parecieron horas se interpusieron entre nosotros y nuestra interlocutora, pero ante los ojos asombrados de las otras dos mujeres, la más joven dio su consentimiento.

Entrar en el mundo de los recuerdos fue difícil en extremo. Estas mujeres tenían que romper la coraza con la que se habían revestido para enfrentar las calumnias relacionadas con la expulsión del cabeza de familia de la organización partidista en la que había militado por más de dos décadas. Una expulsión, nunca esclarecida, resultante de un complot político interno de la organización, cambió de manera radical la existencia de todos los miembros de la familia. La supuesta traición dejó una mancha indeleble sobre el destino de estas personas, y ya fallecido el hombre, ellas continuaban defendiéndose de los ataques externos. Con el paso de los días y tras largas horas de conversación, la comunicación logró establecerse sin trabas. El dibujo al carboncillo colgado en una de las paredes, que representaba a Enrique Vilar, el hijo muerto, fue cobrando vida. Él era la razón de nuestra presencia en aquella casa.

No fue fácil llegar hasta aquí. Habían quedado atrás un sinfín de preguntas e innumerables personas que nos desorientaban deliberadamente o, por el contario, nos guiaban como lazarillos hacia nuevos nombres, nuevos lugares, nuevas personas y nuevas interrogantes.

No fue fácil seguir adelante. La memoria se esconde, se enreda en el tiempo, se extravía en la ausencia, se oculta tras un buró de madera preciosa o se aplasta bajo la suela de una pesada bota militar. Fue preciso buscarla en diferentes partes de la ciudad, entre los altos edificios de la zona baja del Vedado o en los abovedados archivos secretos de algún palacete de la vieja urbe. Otra puerta se nos abrió inesperadamente, y allí encontramos el recuerdo de otro niño, Aldo Vivó, un chiquillo travieso de diez años que también había emprendido muy temprano su camino. Pero su imagen, una foto amarillenta, aprisionada entre el cristal y la madera de un escritorio de caoba, aparecería mucho después, en un reparto de las afueras.

Se trataba siempre del recuerdo, pero de un recuerdo de cuarenta y tantos años, a veces inconexo, mudo... peligroso; a veces apenas se adivinaba en los ojos gastados de una madre, en la brumosa mirada de unos hermanos, o en la evocación de aquellos que otrora lo conocieron.

Viajamos una y otra vez a través del tiempo sin la máquina fantástica de Wells y no cesamos de asombrarnos de la maravilla de poder reconstruir la historia y adentrarnos en el centro mismo del magnífico espectáculo de la vida.

Seis años de despertar memorias es tarea excitante, pero dura. Seis años en que hemos viajado entre La Habana y Ciudad México, entre Moscú y San Petersburgo, de archivo en archivo y de casa en casa, aprendiendo a reír, a llorar, a sentir la lejanía, la cárcel, el desarraigo, la guerra, el dolor, el heroísmo, el amor y la traición; en que hemos aprendido que la historia está más allá de los libros de texto recomendados, y que para sentirse parte de ella es preciso no solo ser personas adultas, sino, una y otra vez, volver a ser niños.

Al andar, descubrimos que nos hallábamos en los inicios de una historia inabarcable.

Así comenzó todo.

Enrique Vilar Figueredo

Aldo Vivó

I

El llamado de la Internacional

Una coincidencia histórica

Cachita1

El día de San Joaquín, el 16 de agosto del año 1925, nació mi hijo Enriquito, el mismo día que se constituyó el Partido.

Imperaba en la mayor de las Antillas un régimen atado por el amo del Norte, condición neocolonial de los eternos yes-men que seguían las instrucciones precisas de la embajada yanqui y favorecían solo las ganancias de Wall Street. Individuos como esos eran los «elegidos» para gobernar el país. Agunos meses antes, uno de ellos había tomado posesión con la pompa reglamentaria. Su nombre: Gerardo Machado.

Ese día varios hombres, entre ellos el viejo revolucionario y compañero de Martí, Carlos Baliño, y Julio Antonio Mella, el joven valiente que llegaría a ser una de las principales figuras del movimiento, se reunieron en una casona de la calle Calzada en El Vedado habanero para fundar el Partido Comunista, primer partido marxista leninista de nuestra historia. Cercana estaba la influencia de la primera Revolución Socialista en la antigua Rusia de los zares. La voz, extendida a través de los continentes, había llegado a los confines de esta tierra dulce y amarga. Había llegado en forma de folletos que pasaban de mano en mano; por medio de emisarios secretos, agitadores políticos con fachada de comerciantes que ocultaban su verdadera identidad tras un españolizado Juan, Pedro o Pablo, y había hecho latir en los corazones de los obreros, la esperanza de un mundo nuevo. Ese día muchos niños habrían de nacer, pero quizás, ninguno estuvo tan marcado por la coincidencia histórica con el acontecimiento. Los lazos del pequeño Enrique con ese Partido trazarían su trágico destino.

Cachita

Figúrese cómo sería ese día para nosotros: yo dando a luz por una parte y César, por la otra, organizando el Partido en Manzanillo. Vivíamos allí en la calle Sol, número 40.

En Manzanillo, la ciudad-puerto abierta al golfo de Guacanayabo, como en otras regiones del país, el ambiente proletario era fuerte y organizado. Sin embargo, los escasos recursos económicos impidieron a los obreros manzanilleros enviar al menos un delegado a La Habana y eligieron, a cambio, a Julio Antonio Mella como su representante; pero allí los braceros, constructores, jornaleros, aquellos hombres de bien a quienes les tocaba soportar la carga mayor de la explotación, quisieron crear, ellos también, su primer núcleo de base de la nueva organización. Entre ellos estaba César, el padre de Enrique.

Los primeros años de una familia

Cachita

Soy de Campechuela. Quedé huérfana a los siete años y me empezó a criar mi tía Micaela, que era la mamá de César, mi primo, quien después sería mi esposo. A los 16 años ya tenía relaciones con él. Entonces, César trabajaba como albañil porque, aunque era un hombre muy inteligente, por la situación en que se vivía, no tuvo oportunidad de estudiar. Nos casamos el 17 de abril de 1923, en Manzanillo, y al año siguiente nació nuestra primera hija, Georgina. Después de Enrique, que fue el segundo, nació Venturita, a quien perdimos de pequeño, y luego Federico.

Federico2

Yo también nací en Manzanillo, el 8 de noviembre de 1928.

Cachita

Cuando él nació nos fuimos a vivir a otra casa, porque el único privilegio que teníamos los comunistas en esa época, era mudarnos todos los meses. Cuando nos conocían aquí, teníamos que huir para allá, y como nuestros muebles eran tan pocos, los metíamos en una carretilla cualquiera y nos trasladábamos con facilidad.

Muy pronto, el constructor de la preciosa glorieta del parque manzanillero tuvo que dejar a un lado la cuchara de albañil. Los contratistas no le permitían trabajar al agitador de los obreros y optaron por perseguirlo. Sus compañeros de ideología le exigían completa entrega y él no escatimaba tiempo. El sustento de la familia fue cada vez más mísero. Los hijos comenzaron a sentir lo que sería una constante para el resto de su vida: la carencia del padre.

Cachita

Nos fuimos a vivir al reparto Gutiérrez y allí nació Rita el 20 de marzo de 1930. Su nacimiento coincidió con otro suceso. Precisamente esa tarde habían puesto en libertad a César, quien se encontraba preso en el vivac por una actividad del Partido; ese día comenzó la huelga general más grande que se había dado en Manzanillo, ya bajo la dirección del Partido y de la Confederación Obrera,3 y mi esposo me dijo: «La única que ha roto la huelga en Manzanillo has sido tú».

Diario de la Marina, 19 de marzo de 1930

Diversas entidades obreras tomaron ayer el acuerdo de sumarse al paro de 2 horas acordado para mañana

La Sociedad de Torcedores, reunida anoche, sostuvo largo debate, acordando por mayoría adherirse a ese paro. También los motoristas y conductores.

Pararán los cigarreros y personal obrero de la bahía. La Sociedad de Conductores de Carros y Camiones decidió no paralizar sus labores.

Después de las grandes luchas del pueblo cubano por su independencia a finales del siglo xix, el país volvía a conmocionarse. Luego de cinco años de fundado, por primera vez, el Partido Comunista mostraba su fuerza. La consigna de «Huelga General», lanzada en marzo de 1930 contra el régimen machadista, fue acatada por los obreros. El 20 de marzo de ese año, Cuba vivió su primer gran movimiento de masas contra Machado.

Diario de la Marina, 21 de marzo de 1930

El paro obrero en la habana. La asamblea anoche de la CNOC. Su asesosr legal, el dr. Rubén Martínez Villena, explica la génesis, propósitos y desarrollo del paro llevado a efecto ayer4

La respuesta del tirano se abatió ferozmente contra las organizaciones obreras de todas las tendencias y contra sus líderes. La lucha llegó al punto crítico en que la batalla se libraba al precio de numerosas vidas o, al menos, al precio de mucha cárcel y mucho sufrimiento. Y, precisamente, Machado, como buen tirano, no era hombre de ahorrar muertes ni cárceles ni sufrimientos.

Diario de la Marina, 22 de marzo de 1930

Suspende el juez de instrucción de la tercera ocho sociedades obreras. Procesados varios obreros componentes de la CNOC y la FOH5. La causa se radica por delito que compromete la independencia del Estado

Cachita

Figúrese, tuve cinco hijos así, en cinco años, uno por año. A los pocos días de nacida la niña, volvieron a coger a César preso en Manzanillo, junto a Blas, y los trajeron esposados a los dos para La Habana, donde estuvieron un tiempo.

Diario de la Marina, 12 de mayo de 1930

Un obrero fue detenido por fomentar huelgas

Ayer fue detenido por la rural el líder obrero César Vilar y Aguilar, acusándosele de estar fomentando una huelga. Será conducido a La Habana a disposición del Sr. Secretario de Gobernación.

Diario de la Marina, 14 de mayo de 1930

Tres obreros que serán expulsados. Están acusados de perturbar la tranquilidad en manzanillo

En horas de la tarde de ayer llegaron a esta capital procedentes de la ciudad de Manzanillo en la provincia de Oriente y conducidos por números de la guardia rural, tres obreros cuyos expedientes de expulsión están listos en la Secretaría de Gobernación para redactar los correspondientes decretos de expulsión por perturbadores, según informes oficiales que se tienen. Se nombran los detenidos Francisco Calderío, César Vilar y Mario Rodríguez. Los detenidos que se encuentran actualmente en el calabozo de la Policía Secreta para ser expulsados, están acusados de perturbar la tranquilidad pública en aquella ciudad oriental. (…) Cuando eran conducidos dichos obreros por los miembros del Ejército, uno de ellos, el apellidado Vilar, manifestó ser nativo de Cuba, no explicándose el propósito de expulsársele del país.

Cachita

Después de preso César, yo me fui con los niños para casa de mis suegros en Río Cauto, porque a César, una vez en libertad, el partido y la Confederación lo mandan a buscar a reuniones a La Habana.

Diario de la Marina, 9 de julio de 1930

Se produce una manifestación en el puerto por despedida de españoles expulsados

El orden se mantenía bien en Port Dock y la Plaza de San Francisco hasta que la detención efectuada por el detective Pantaleón Gutiérrez del obrero polaco Jona Chazan para conducirlo a la Secreta, dio origen a protestas y silbidos. Se formó una manifestación con cartelones. Cerraron las puertas del muelle y se cargó sobre la multitud.

Miembros de la policía recogieron de la plaza cuando huían de los muelles a César Vilar, albañil, de Dragones 104...

Cachita

César tenía sangre para la cárcel. Creo que fue uno de los comunistas que estuvo preso más veces.

Diario de la Marina, 25 de septiembre de 1930

Un líder obrero ha sido detenido. César Vilar está complicado en la causa por conspiración contra la seguridad de Estado

Pocos días después, como un río desbordado, San Lázaro abajo, los estudiantes del Ala Izquierda, repitiendo de boca en boca el grito de «¡Muera Machado!», manifestaban su oposición al régimen, una repulsa ya general y creciente. Pero cada acción de las masas era de hecho una acción de guerra que cobraba nuevas víctimas, como en aquella jornada del 30 de septiembre, en que estudiantes y obreros, a una sola voz extendida como pólvora, se lanzaron a las calles. Frente a ellos, la fuerza represiva, dispuesta a no dejarlos avanzar aun a costa del derramamiento de sangre, disparó a mansalva. Allí cayó Rafael Trejo, allí fueron heridos Pablo de la Torriente Brau y el líder sindical Isidro Figueroa. Así pretendían acallar el clamor popular; pero la muerte de Trejo sumó más y más voces que gritaban su odio al tirano.

Cachita

Esa vez, César estuvo preso varios meses y cuando lo soltaron volvió para Manzanillo, hasta que un buen día lo mandaron a buscar, así, tranquilamente.

Diario de la Marina, 26 de diciembre de 1930

José Pilar Herrera, secretario de la CNOC, ha renunciado a su cargo

Cachita

Me acuerdo como si fuera ahora, que él me estaba pintando la cama y llegaron y le dijeron que tenía que irse para La Habana a hacerse cargo de la Confederación.

En Compostela y Acosta

Cachita

Yo vine para La Habana... figúrense, que Rita estaba sin caminar, con eso se lo digo todo. Sería a principios del 31.

Georgina6

Vinimos todos menos Federico, que se quedó con los abuelos en Río Cauto.

Cachita

Vinimos directamente a vivir a Compostela y Acosta, en la Habana Vieja, en un apartamentico que había alquilado César. Era una accesoria muy sencilla... una sala-comedor, un aposento, la cocinita y un patio. Al fondo teníamos otros vecinos que vivían allí pobremente, pero que eran muy buenos y decentes. A Enrique enseguida le cogieron mucho cariño. En esos momentos frecuentaban la casa Fabio Grobart, que le decían Otto Modley; Beba, una polaca cuyo apellido no recuerdo; Isidro Figueroa; el hijo de Ramiro Guerra, el historiador; y un grupo más de compañeros.

Georgina

Ellos en casa elaboraban documentos, los procesaban. Después, muchas veces Carlos Fernández7 era quien los escribía a máquina. Si no, lo hacía Jorge Vivó.

Cachita

La casa era un centro de reunión de la Confederación; pero las cosas ahí se hacían con mucha discreción. Cuando había algún intercambio de opiniones, ellos entraban uno por uno en dos o tres horas y después no salían juntos tampoco.

Georgina

La vida de nosotros era como la de los adultos; no nos dejaban salir a la calle porque era peligroso. Nos fuimos criando entre las personas que visitaban nuestra casa.

Cachita

Llevaba muy pocos días de vivir en ese lugar; una noche César no regresó.

Por la mañana llegó un vecino y me dijo: «Mire, señora, yo sé que usted está preocupada. No me conoce, pero yo sé que está esperando a su esposo. Mire, aquí en el Diario de la Marina se dice que su esposo fue detenido por actividades comunistas. Yo no soy comunista ni nada, pero estoy dispuesto a ayudarla en lo que usted necesite».

Diario de la Marina, 11 de marzo de 1931

El teniente Calvo se personó en el Centro Obrero de Revillagigedo 8, sorprendiendo a cinco personas que se encontraban en el interior del mismo. Se les ocupó proclamas de subido tono, el mimeógrafo en que las imprimían, una máquina de escribir y varios cartelones.

Los detenidos, que pertenecen a la Defensa Obrera Internacional, se nombran César Vilar y Aguilar, líder obrero de Manzanillo...8

Cachita

Se llamaba Manolo. Vivía en el fondo y se dedicaba a hacer zapatos. Me alegré muchísimo, figúrense, porque estaba completamente sola con los niños y, bueno, aquello se presentó como una tabla de salvación, y más tratándose de lo que se trataba, pues ayudar a un comunista era como hoy ayudar a un contrarrevolucionario, significaba la cárcel y muchas veces la vida.

Información, 12 de marzo de 1931

Estudiantes y presos politicos son llevados a la Isla de Pinos

Esposados, y bajo una constante vigilancia, embarcaron los jóvenes revoltosos a la Isla, separada del sur de La Habana por estrechos canalizos y bajos fondos, ricos en crustáceos y escualos. La travesía se realizaba entonces en un ferrie de poco calado. Allí Machado había hecho construir el llamado Presidio Modelo, de altas naves circulares, como grandes jaulas repletas de celdas vigiladas desde una torre central. El proyecto no era original. Al igual que el Capitolio era idéntico al de Washington, así también esta cárcel estaba construida en una isla de la que era prácticamente imposible evadirse, al estilo del presidio norteamericano de Alcatraz. Allí estaban confinados los delincuentes más peligrosos y también los presos políticos que representaban una amenaza demasiado grande para la estabilidad del país. El Presidio Modelo le brindaba seguridad al régimen de Machado y permitía aliviar las cárceles de La Habana, desbordantes de agitadores «pagados» por Moscú. El 12 de marzo, hacia ese lugar olvidado fueron conducidos 150 reos, entre los cuales, además de César, iban hombres de gran talla, como Raúl Roa y Pablo de la Torriente Brau. Esta vez, César permaneció preso poco tiempo. El señor presidente de la República desidió mostarse «magnánimo».

Información, 18 de marzo de 1931

El secretario de la Federación Obrera de Manzanillo en libertad

Ayer fueron puestos en libertad los dos obreros y el estudiante detenidos hace algunos días en el Centro Obrero de Revillagigedo 8 por los expertos. Los libertados fueron Carlos Martínez, estudiante; Felipe Gutiérrez, tipógrafo; y el líder obrero César Vilar...

Cachita

Se me veía por encima de la ropa que yo era una bisoña. Estuvimos en Compostela un tiempo no muy largo, porque, como les decía, nos mudábamos así, del día a la noche. De allí, naturalmente, tuvimos que salir huyendo.

Yo no recuerdo a Papi en el hogar

Solamente unos días y, de ellos, los pocos minutos que le permitía su actividad, pudieron compartir los niños la compañía del padre.

Machado era alérgico a las huelgas. Ese era su punto débil, su «talón de Aquiles». Había prometido que en su gobierno no las permitiría. Pero los obreros sabían que la huelga no solo era posible, sino necesaria; que en ella radicaba su fuerza y la organización de su lucha, la manera de ejercer presión para obtener sus demandas. Por eso Machado, que olfateaba en el aire la ola revolucionaria, encarcelaba a diestra y siniestra, sin mirar tendencias o partidos, a todo lo que traía ese olor. Durante las actividades de preparación de la nueva huelga, varios líderes obreros, entre ellos César, fueron hechos prisioneros. Otra vez el camino ya recorrido. Ante ellos, y ahora por un largo tiempo, las oscuras celdas del Presidio Modelo.

Información, 1ro. de agosto de 1931

Huelga general del día 3

En reunión efectuada anoche en el Pleno de la CNOC se acordó fijar para pasado mañana día 3 a las 12 de la noche para iniciar la huelga de 24 horas, acordada desde el 20 en una reunión del Pleno. Se trató de las reivindicaciones que se pedirían: libertad de palabra y reunión, libre funcionamiento para todos los centros obreros, libertad para los estudiantes y obreros presos actualmente, entre los cuales se encuentran César Vilar, secretario de la CNOC...

A pesar de la represión y el encarcelamiento de los principales dirigentes obreros, la huelga general de agosto de 1931 no pudo ser frenada.

Cachita y sus hijos Georgina, Rita y Enrique quedaron solos. El Partido se ocupaba de sostener a la familia, pero de manera precaria. Las condiciones económicas de la organización eran muy difíciles en medio de la crisis general que atravesaba el país. Sin embargo, aún estando César preso, la casa siguió sirviendo como centro de reunión de la Confederación.

Georgina

Teníamos una vida muy azarosa. La misma Rita casi no sabía quién era su papá, porque cuando se alquilaba una casa, mi mamá tenía que decir: «Fulano es mi marido», y resultaba que era un compañero del Partido al que le habían dado esa tarea para que se pudiera alquilar la casa.

Rita9

No recuerdo la persona de Papi cuando yo era chiquita en el hogar. Sí recuerdo a Mima, que cuando limpiaba cantaba mucho las cosas de Imperio Argentina: «El día que nací yo...» Ella era una mujer muy enérgica, viva, despierta. Cada vez que Papi caía preso, se movía para saber dónde estaba.

Un nuevo secretario general

La política venal del tirano prorrogador de sus propios poderes generó oposición también en los sectores burgueses, ansiosos de un «chance», ahora vedado, de enriquecerse a costa del erario público; una oposición cargada de insurreccionalismo patriotero, cuya última intentona armada fue la llamada «Guerrita de Agosto» de 1931, con el general Menocal y el coronel Mendieta al frente. La «Guerrita» fue rápidamente sofocada y todos los implicados, hechos prisioneros.

«Considero terminada la revolución», declaró el general Machado. Sin embargo, conocedor de quiénes eran sus verdaderos enemigos, tras el escudo de la insurrección abortada de los politiqueros, desató una feroz persecución contra los elementos simpatizantes con la causa de los obreros, totalmente ajenos a la intentona. Poco a poco todos los dirigentes fueron encarcelados.

Información, 13 de noviembre de 1931

Un centro comunista descubre la policía en Alambique 21. Detenidos los dirigentes de esa entidad

Información, 20 de noviembre de 1931

Detenidos por la judicial hoy setenta obreros que simpatizan con Rusia

Información, 2 de enero de 1932

Son detenidos Joaquín Valdés y Severo Aguirre, otros dos hombres y una mujer, acusados de comunistas. Se les ocuparon documentos subversivos

Con la detención del secretario general de la organización, Joaquín Valdés, la situación del Partido Comunista cubano se volvió sumamente crítica.

Isidro Figueroa10

Por eso, a Jorge Vivó lo mandan del Buró del Caribe11 a ocuparse de la Secretaría General y entra clandestinamente a La Habana.

Loló de la Torriente12

Conocí a Jorge en la Universidad. En ese entonces yo estudiaba Derecho y él ya era abogado. Trabajaba con Mella en la Universidad Obrera y me metí. Ahí fue donde trabamos amistad. En 1923 se celebró el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, que fue organizado y presidido por Mella. Este congreso marcó en Jorge un rumbo más definido. Hasta entonces, él había sido secretario del Club Socialista, era un intelectual de izquierda, anticlerical; pero todavía no era marxista. En el Congreso se adoptó el acuerdo de crear la Universidad Popular José Martí, donde se alfabetizaba a los obreros y se impartían estudios marxistas. Como es natural, las autoridades universitarias y los estudiantes reaccionarios se opusieron. Entonces, Mella planteó trasladar las clases a los sindicatos y gremios, y es Jorge quien lleva eso a la práctica. Era alto, delgado, rubio, usaba espejuelos y lo recuerdo siempre con un montón de libros bajo el brazo.

Sara Pascual13

Era medio bizco, blancuzo, de pelo ralo, rubio claro y muy fanático, muy metido en todo. Era muy persistente y organizado.

Isidro Figueroa

Pablo14 era un compañero muy desarrollado políticamente y muy extemporáneo muchas veces. En ocasiones, tenía un trato muy bueno con todos los compañeros; pero otras veces, se mostraba hostil.

Loló de la Torriente

Mella tuvo que exiliarse15 y lo dejó como responsable.

Ya en esta época se le empieza a conocer como el compañero Pablo. Ya es militante comunista y miembro del Comité Central del Partido.

Bohemia, 29 de octubre de 1933

Carta de José Soler16 a Saul Herrera, jefe de la Policía Secreta Nacional. Abril de 1932.

... (Jorge A. Vivó) En 1927 ocupaba la secretaría auxiliar de la CNOC. Tuvo que salir por Cienfuegos hacia Costa Rica.

Sara Pascual

En el año 27 vino el proceso de la Universidad Popular, durante el cual todos tuvimos que ocultarnos porque ocuparon los lugares, rompieron los libros y nos expulsaron. Entonces estaban Raúl Mestre, que resultó más tarde traidor, y Raúl Roa, que nunca lo fue; también estaban Rubén, Vivó y otros.

Entonces la gente de Mestre formó un «aguaje» de que iban a alquilar una goleta; guardo una carta de Vivó donde plantea que debemos irnos; yo no me quise ir. Estaba escondida en una casa de la calle 12. No quisimos irnos ni Rubén, ni Roa ni yo. Creo que es entonces cuando se va Vivó.17

Loló de la Torriente

Jorge había escrito un documento donde relacionaba todos los crímenes de Machado con el nombre de las víctimas y todo eso... Entonces los obreros norteamericanos de la Federación de Trabajadores de Estados Unidos se interesaron, lo publicaron y amenazaron con un paro portuario. Por supuesto, el FBI metió sus narices en el asunto e hizo recaer las sospechas en Jorge, a quien calificaban de «abogado que se mueve entre los obreros», y es en ese momento cuando el Partido Comunista tomó el acuerdo de que saliera del país.

Bohemia, 29 de octubre de 193318

...De Costa Rica, Vivó pasa a Colombia, donde fue miembro y organizador del Partido Comunista de Colombia.

Loló de la Torriente

En Bogotá, Jorge fue miembro del Círculo Socialista y organizó la filial del valle del Cauca. Cuando estalló la huelga bananera, y las autoridades ametrallaron en la plaza de Cali a los huelguistas, Jorge, que también era director del periódico El Socialista, denunció la masacre. El Gobierno lo arrestó y ordenó su deportación. El 2 de febrero de 1929, después del asesinato de Mella, Jorge logró llegar a México y hacerse cargo de la ANERC.19 De México pasó a Nueva York, donde comenzó a trabajar en el Buró del Caribe de la III Internacional, hasta que fue enviado para La Habana.

Bohemia, 29 de octubre de 193320

...este individuo se encuentra dirigiendo el Partido desde hace más de tres meses. Su llegada a Cuba fue motivada por las divergencias en el seno del Partido, debido a la actuación del secretario general Otto Modley.21

Sara Pascual

Cuando Vivó se fue, él ya tenía hijos, porque empezó a tenerlos como a los catorce años.

Los hijos de Vivó

Jorge22

Cuando nací, mis padres tenían 16 años: mi padre, Jorge Vivó, y mi madre, Silvia Laurent, se casaron de 15 años. Ella le llevaba solamente horas de edad a mi padre. Nací en diciembre de 1922, y mi hermano Aldo el 21 de enero de 1924. Después viene Silvia, la menor que, si mal no recuerdo, nació en 1926.

De pequeños vivíamos en el Vedado hasta que fallecieron mis abuelos paternos. Después nos quedamos viviendo con mamá y mi abuela Teresa. En ese entonces, la familia empezó a dividirse.

Mi abuela, que era de origen español, tenía un carácter muy fuerte, más recio incluso que el resto de mis abuelos. Mi padre, cuando nos veía de vez en cuando ─porque siempre estaba perseguido─ no quería enterarse de que nos hubiera pegado. Decía que el golpe no enseña, sino que da rebeldía. Ni él ni mi madre nunca nos pegaron. Es más, mi padre odiaba eso. Estuvimos sin verlo durante unos cinco años. Sabíamos que estaba en el Partido, que era dirigente; pero no que era secretario general. En casa hablábamos muy poco de eso. Preferíamos no hablar del tema por la manera de ser de mi abuela, y por mi mamá. La familia de mi padre era más liberal que la de mi madre, que era derechista.

Isidro Figueroa

Silvia, la esposa, no asimilaba mucho la actividad de Pablo y había resistencia por parte de ella, no comprendía la actitud de Pablo, entregado por completo al trabajo del partido. Según ella, él estaba destinado para mejores cosas.

Josefina Maderos23

Cuando conocí a Pablo ya él estaba separado de Silvia, y empecé a trabajar en el movimiento de la Juventud en el año 31.

Jorge

Vivían separados, pero oficialmente, jurídicamente, no se habían divorciado todavía.

Cachita

Yo viví en una casa junto con Carmen Blanco, que se tiene que acordar, porque ya entonces ella estaba unida a Vivó.

Carmen Blanco24

Era por la Calzada del Cerro. Para ir a la casa había que pasar por el sindicato de los guagüeros, que hacía esquina, y bajábamos por la cuadra siguiente.

Cachita

Me suena el nombre de la calle Cristina, que es por donde está La Lechera. Siempre que paso por allí me acuerdo de una barbería, que todavía existe, donde pelaba a Enrique.

Nunca se me olvida que a Vivó le gustaba, aunque no siempre se podía, tomarse un jugo de naranjas con una yema de huevo por las mañanas y, cuando Carmen no podía preparárselo, él me lo pedía a mí.

Jorge

Sabíamos que estaba perseguido y lo veíamos muy poco. Entonces se llamaba Pablo Marín. Como eran muy jóvenes, Aldo y yo no tratábamos a nuestros padres de mamá y papá. A ella la llamábamos Silvia y a él no le decíamos Jorge, sino Pablo.

Mi hermano Aldo era bastante sociable. Tal es así que la gente lo conocía y lo quería, enseguida hacía amistad; pero era muy inquieto.

Loló de la Torriente

Era un muchachito así, de pelo castaño claro, ojos claros, muy vivo, muy inteligente. Todo lo captaba enseguida.

Engracia Ortiz25

De los hijos de Vivó recuerdo especialmente a uno de ellos. Aldo era muy impetuoso, muy activo, de mucho temperamento. En clase daba la sensación de ser muy inteligente. Resaltaba más que Jorge, que era más ecuánime. Aldo se parecía a su padre.

Jorge

Siempre fue más alto que yo y de tez más oscura. Era inteligente, pero a la escuela no le ponía mucha atención.

Yo tenía pocos amigos. En la familia me llamaban «el abuelo prematuro» porque era muy quieto, casi no salía y jugaba poco. Mi madre tenía una subvención por el Partido que le daba mensualmente para pagar la renta e íbamos a una fonda que estaba en un primer piso y hacía esquina, con una cantina, a recoger la comida diaria. Yo iba como a las doce o a la una del día y estuve buscando la cantina hasta que me fui de Cuba, hasta el año 35. La fonda era de unos polacos26 y tenía un nombre que no recuerdo.

La cooperativa hebrea

Isidro Figueroa

A la cooperativa de los polacos le decían en forma de jarana, entre los comunistas, «El Pote Hebreo».

Josefina Maderos

Allí se le resolvía a la mayor parte de la gente del Partido. Era un edificio de puntal alto con una escalera de entrada que daba por la calle Compostela. Arriba había un salón ancho y largo donde estaban situadas las mesas. La comida que se hacía era polaca, porque ahí comían muchos polacos. Los que servían, que eran comunistas, también eran polacos. Yo no sé cómo estaba organizada la cooperativa. Debe de haber sido organizada como un sindicato, con un consejo de dirección, un comité... pero eso debió haber sido orientado por el Partido.

Panchita Batet27

Fue organizada por la célula de comunistas polacos, orientada por la dirección del Partido y era una sucursal del Partido, como el Jurídico, que era una sucursal de los médicos comunistas. Se hacía para ayudar a los comunistas y para mantener al Partido.

Georgina

Mima no cocinaba, porque comíamos de la cantina de la fonda de los polacos.

Cachita

Por cierto, que la cantina era muy espléndida. A veces alcanzaba para darles a los vecinos. La comida de la cantina era criolla: sopa, carne, coco rallado con plátanos manzanos... Se traía dos veces al día. Muchas veces quien nos la traía era San Antonio, un compañero muy valioso y al que Rita le llamaba «mi hermanito», porque ella era muy chiquita y lo veía siempre en casa.

No cocinábamos, pero teníamos una cocinita de alcohol. Nos levantábamos temprano, a eso de las siete. Hacíamos una vida, por una parte, muy rutinaria y, por la otra, muy activa, porque lo mismo llegaba Chelala que cualquier otro compañero... Como les decía, nos levantábamos temprano e íbamos a comprar la leche; aunque en esa época se usaba que te traían la leche, el pan, el carbón, el hielo y todo eso a la casa, mientras menos gente nos tocara a la puerta, mejor. Entonces, como todo el mundo, tomábamos el café con leche y pan con mantequilla.

No tuvimos infancia

Cachita

Todavía los muchachos no habían empezado la escuela, porque teníamos un grave problema: los niños crecían y todavía no estaban adiestrados como logramos adiestrarlos después. Teníamos miedo de que hablaran. Y entonces, figúrense... lo primero que teníamos que decirles era que ellos no eran hijos de César. Eso era lo primero que tenían que aprender. Como la casa era una oficina de la CNOC, tenían que quedarse sin poder ir a la escuela para que no pudieran hablar.

Georgina

No tuvimos infancia, no podíamos ir al parque, no nos dejaban, y nadie nos podía llevar. Nuestra vida se desarrollaba dentro de la casa. Jugábamos con los papeles y con los compañeros, porque ese era nuestro mundo. Yo recuerdo haber tenido una muñeca, muy linda, que me regaló Guerrita, el hijo de Ramiro Guerra, porque tampoco había dinero para comprarnos juguetes ni nada de eso.

Una vez, como la situación económica era tan mala, Enriquito, que todavía estaba muy chiquito, fue a escondidas a pedirle trabajo a la gente que hacía expendio de café, que vendía el café semanalmente a domicilio —entonces se usaba aquello— y el hombre le dijo: «Qué va, chico, si tú eres muy chiquito, cómo te voy a...». Fuimos todos creciendo en eso y Enrique siempre lo captaba todo. Mi papá seguía preso en la Isla de Pinos y la situación era muy difícil.

Cachita

Enrique en Cuba nunca fue a la escuela. Aprendió a leer en la casa, con los manifiestos del Partido. Todo lo que hacían los compañeros, él lo quería hacer. Aprendió a leer y a escribir prácticamente solo.

Georgina

Enrique no jugaba. A lo mejor se ponía a «decir un discurso», a «escribir a máquina». Tenía su archivo particular, que era una gaveta del buró y ahí guardaba sus papeles. Jugábamos un poco la vida de los mayores. Imitábamos esa vida.

Cachita

Recuerdo que Rita se ponía un trapito por encima de los ojos como si fueran los espejuelos y «escribía a máquina». Decía: «Punto, punto y aparte, entre paréntesis...» y otras cosas por el estilo.

A veces los compañeros estaban buscando algún manifiesto o un documento que se había perdido y no sabían dónde estaba y entonces resultaba que Enrique lo tenía en su archivo —que no lo podía tener porque era muy peligroso si venía la policía, pero muchacho al fin...—, y aparecía con el documento o el manifiesto en la mano. Esa era su vida.

El llamado de La Internacional

Cachita

En medio de toda esta situación en que vivíamos, vino un delegado soviético que estuvo en la casa. Era un hombre de estatura mediana, tirando a lo bajito, gordito, blanco y de poco pelo. Para mí, podría tener unos cuarenta años. No necesitaba intérprete. Hablaba español, aunque con el acento de ellos. Su seudónimo era Juan. Trajo una carta del Socorro Rojo Internacional que decía que los padres que estuvieran perseguidos y en disposición de separarse de sus hijos, la Unión Soviética estaba dispuesta a socorrerlos. Esa carta la recibió el Partido.

Isidro Figueroa

Fue en un viaje de Juan, a principios de 1932, en que se plantea la decisión de la Internacional Comunista, apoyada por el Buró del Caribe, de enviar niños, hijos de comunistas perseguidos, a estudiar en la URSS.

En esta época los dirigentes del partido eran: Pablo, secretario general; en el Buró estaban Joaquín Ordoqui,28 que era el responsable del aseguramiento de actividades; Severo Aguirre, que atendía la Juventud; yo, que era el secretario organizador, y Fabio Grobart. En la Confederación estaban, entre otros, César Vilar, secretario general, Miguel Montero, por la FOH; Gumersindo Montero, José Pilar Herrera, Mendoza, de La Havana Electric; Piedra, que era zapatero; Vicente Álvarez, cigarrero; Miguel Rodríguez, tabaquero; y Pedro Pérez Crespo.

La decisión de la Internacional se trata en una reunión del Partido, donde nos encontrábamos Pablo, Ordoqui, Severo, Fabio, Carmen Blanco, que era la secretaria de la Defensa Obrera Internacional y yo. En esta reunión se discutieron asuntos de importancia para el Partido en aquel momento, como el problema de la faja negra de Oriente, que fue una tesis planteada por Martín Castellanos.29 También se debatió sobre la estrategia de lucha contra el Plan de Desarrollo Industrial de Boyeros, de Machado. El llamamiento de la Internacional se trató como otro punto del orden del día.

Entonces, estaban los hijos de Vivó y los hijos de César. Pablo, naturalmente, quería mandar en esa oportunidad a alguno de sus hijos, pero como era secretario general... Por otro lado, César hacía tiempo que estaba preso en Isla de Pinos, ellos eran muchos y al Partido le era muy difícil mantenerlos ─el Partido estaba para que lo mantuvieran—. Pasaban mucho trabajo y los muchachos no podían estudiar. Tenían que vivir encerrados. Entonces se decidió que, en primer lugar, fuera Enriquito.

Georgina

Se decidió que fuera él porque era el varón, era el segundo y, en general, el más conflictivo en todo. Me imagino que nada más se podía enviar a uno; si no, a lo mejor, nos hubieran enviado a todos para allá desde un inicio.

Cachita

Nos decidimos a mandar a Enrique... no sé... parece que veíamos en el niño aquel interés por las cosas del Partido a pesar de su corta edad... Veíamos en él a un futuro comunista.

Vi a mi hijo hasta lo último

Isidro Figueroa

César estaba preso, y se decidió que Pablo, Joaquín y yo fuéramos a hablar con Cachita. Ella, al principio, no estuvo de acuerdo y hubo que convencerla. Se le dijo que no era una separación definitiva, que allá el chiquito podría estudiar.

Cachita

Yo, como madre al fin... separarme de mi hijo era una cosa terrible. César estaba en Isla de Pinos y entonces yo pensaba... Además, yo era comunista también. No era líder ni nada de eso, pero mi compañero lo era, y yo entonces tenía las mismas ideas que mi esposo. Natural, que la separación era muy dura, y él tan chiquito... Enriquito tenía seis años. Iba a cumplir siete el 16 de agosto y aquí no había podido ir a la escuela.

Rita

Es que en aquella época irse a Rusia era como irse para el cosmos. Hay que tener una imagen de eso, situémonos en la época.

Pravda, 3 de julio de 1932

Terror fascista en Alemania

Pravda, 19 de julio de 1932

Domingo sangriento en Alemania

Como resultado de una provocación política fascista en Hamburgo y otras ciudades, tuvo lugar una encarnizada lucha entre fascistas y trabajadores revolucionarios ―decenas de muertos y más de 200 heridos―. La burguesía utiliza la provocación fascista como preámbulo para fortalecer el acoso al Partido Comunista y exigir su prohibición.

Diario de la Marina, 10 de agosto de 1932



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