Una fragua de espíritus - Carlos Manuel Marchante Castellanos - E-Book

Una fragua de espíritus E-Book

Carlos Manuel Marchante Castellanos

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Beschreibung

Conocer la rica historia que atesora una de las más prestigiosas instituciones martianas del país, es la oportunidad que les ofrece a los lectores Carlos M. Marchante con su obra Una fragua de espíritus. Su rigurosa investigación lleva a conocer cómo fueron rescatadas las canteras del presidio donde José Martí cumpliera su condena de trabajos forzados; la construcción de la Fragua y Rincón Martiano; y la funcionalidad del centro desde su instauración, en un proceso cuyos antecedentes datan de 1928, con la fundación del Museo José Martí en la Calzada del Cerro.

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Seitenzahl: 203

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz

Edición:Olivia Diago Izquierdo

Diseño y realización:José Ramón Lozano Fundora

Diseño de cubierta:Yosvani Marchante

Realización de cubierta:José Ramón Lozano Fundora

Fotos:Cortesía del autor

Ilustración:Evelio Toledo Quesada

Corrección:Magda Dot Rodríguez

Emplane para ebook:Idalmis Valdés Herrera

© Carlos M. Marchante Castellanos, 2022

© Sobre la presente edición:

Casa Editorial Verde Olivo, 2023

ISBN 9789592246980

Todos los derechos reservados. Esta publicación

no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

en ningún soporte sin la autorización por escrito

de la editorial.

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916, CP 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

Índice de contenido
Recuento imprescindible
Introducción
Capítulo I
Museo José Martí de la Calzada del Cerro
Capítulo II
Las canteras del presidio
Capítulo III
Estudios sobre la vida y obra del Maestro
Seminario Martiano de la Universidad de La Habana
Asociación Universitaria José Martí
Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano
Estructura de la asociación
Capítulo IV
Fragua Martiana, un sueño hecho realidad
«Agradecer es un gusto»
La Fragua en el Centenario Martiano
La Fragua Martiana entra en revolución
La Fragua Martiana en la actualidad…
Anexos
Anexo No. 1
Anexo No. 2
Seminarios Martianos en la Universidad de La Habana
Resumen de los resultados alcanzados (1941-1962)
Anexo No. 3
Personalidades
Bibliografía
Otras fuentes consultadas
Datos de autor

Al Dr. Gonzalo de Quesada y Miranda, artífice y primer director de este monumento funcional al Maestro.

Al Dr. Eusebio Leal Spengle, ángel de la guarda de esta institución.

A mi padre, por haber despertado en mí el amor a José Martí.

A mi esposa, sin la que nunca hubiese podido llegar hasta aquí.

A mis hijos, coautores de todos mis proyectos martianos.

A Reina Ferro, mi nuerita adorada que una terrible

enfermedad la apartó físicamente de nosotros.

 

Al doctor Armando Hart Dávalos,

martiano de pensamiento y acción, quien desde su juventud

y hasta su desaparición física estuvo vinculado

a la Fragua Martiana, y nos honra con el prólogo a este libro;

A la doctora Juana Lidia Orille Azcuy,

Profesora de Mérito del ISPEJV y fundadora

de la Fragua Martiana;

A los doctores y profesores titulares de la Universidad de La Habana: Marlen Domínguez Hernández, Oscar Loyola Vega y Diana Abad Muñoz, y al profesor Jorge Juan Lozano Ros por sus certeras apreciaciones;

A la doctora Fina García Marruz

por su acuciosa revisión y honrosas palabras,

por su exhortación a la publicación de este libro;

A los trabajadores del museo Fragua Martiana, de ayer y de hoy;

A todos los que me brindaron su incondicional apoyo,

¡Muchas gracias!

 

Una escuela es una fragua de espíritus:

¡ay de los pueblos sin escuela!

¡ay de los espíritus sin temple!

José Martí1

1 José Martí Pérez: «Guatemala», Obras completas, Edicón crítica, t. 5, p. 284.

Recuento imprescindible

No caeríamos en un lugar común si decimos queUna fragua de espíritusresulta solo un libro necesario, habría que añadir que es un recuento imprescindible para el conocimiento de los martianos cubanos —que es como decir todo nuestro pueblo— y de los millones de hombres y mujeres del mundo que son seguidores del pensamiento, la vida y la obra de José MartíPérez.

Al historiar detalladamente los orígenes y la trayectoria —en ocasiones azarosas— de la Fragua Martiana y otras instituciones precursoras en la labor de preservar, estudiar y difundir este legado fundamental de la Patria que es el ideario martiano, Carlos M. Marchante Castellanos cumple dignamente con esa tarea hasta hoy pendiente.

Reconozcamos por tanto su labor y la de quienes han colaborado para hacer realidad un libro como este que tenemos en nuestras manos. Recordemos en estos momentos al doctor Gonzalo de Quesada y Miranda, promotor incansable que dedicó la vida entera a la herencia espiritual martiana —recibida de su padre—, y al doctor Emilio Roig de Leuchsenring, insigne y recordado Historiador de la Ciudad de La Habana, luchador antimperialista y martiano fervoroso.

Una fragua de espíritus, al mostrar el itinerario fructífero de esta institución, que se mantuvo firme e incontaminada en medio de la demagogia, la simulación y el engaño con que pretendieron manchar la figura excelsa de José Martí los politiqueros y tiranos, coloca en su justo lugar los elementos que —de una forma u otra— influyeron o intervinieron en ese largo camino, respetando la verdad histórica.

Confío en expresar el sentimiento generalizado de los martianos y sus instituciones cuando expreso mi felicitación al autor, a la vez que hago un llamado a cuidar, desarrollar y proteger la Fragua Martiana y sus instalaciones colaterales, teniendo en cuenta que —por las muchas razones que aquí se recogen— son lugares venerados en la Patria nueva que surgió el 1.° de enero de 1959.

Hasta la victoria siempre

 

Armando Hart Dávalos

Director de la Oficina del Programa Martiano

y presidente de la Sociedad Cultural José Martí

La Habana, 18 de octubre de 2012

Introducción

Fundada el 28 de enero de 1952 y edificada al pie de las ruinas de las canteras del presidio, donde cumpliera su condena de trabajos forzados el joven José Julián Martí Pérez, la Fragua Martiana ha sido reconocida como una de las más importantes instituciones y lugares históricos directamente vinculados al Apóstol.

En sus salas se exhibe una valiosa colección de objetos y pertenencias relacionadas con la vida de Martí y, desde su apertura, ha realizado una sostenida labor patriótica, educativa y cultural a favor del pueblo que la han hecho acreedora de numerosas distinciones; destacan entre ellas, la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez, otorgado por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; el Premio Nacional de Trabajo Comunitario, que confiere el Ministerio de Cultura; la distinción La Utilidad de la Virtud, que concede la Sociedad Cultural José Martí; y Honrar es Servir, máximo galardón que confiere el Centro de Estudios Martianos. No obstante, sus memorias no habían sido objeto de una investigación científica.

A diario acuden a este museo, adscrito desde el 22 de noviembre de 1962 a la Dirección de Extensión Universitaria de la Universidad de La Habana, una cantidad considerable de personas en busca de información especializada para elaborar un ejercicio de clase, explorar sobre la historia de la localidad o conocer sencillamente el origen y la importancia de la institución. Tras un análisis del comportamiento estadístico de visitantes, llamó mi atención el incremento de 1790 usuarios en solo un año: entre septiembre de 2005 y agosto de 2006 alcanzó la cifra de 21 317, mientras en el curso académico 2010-2011 ascendió a 23 107 personas.

La relación que se establece entre quienes acuden a un centro de este tipo y los objetos que allí se exhiben, viabiliza el desarrollo de una especial labor docente-educativa, al entrar en contacto directo con José Martí, a través de sus reliquias. Es una experiencia de profundo valor patriótico, que instruye y simultáneamente trasmite principios éticos, valores morales y convicciones revolucionarias a las nuevas generaciones.

Todo ello ha dado lugar a la aparición de un problema científico originado por la contradicción existente entre las necesidades actuales que demanda el desarrollo social, derivadas del perfeccionamiento del sistema educacional cubano y la cultura alcanzada por nuestro pueblo, y las posibilidades reales de brindar una información efectiva que satisfaga dichos intereses. Por estas consideraciones decidimos un primer acercamiento a su historia con el rigor que nos impone el tratamiento de un tema vinculado con José Martí.

En el desarrollo de la investigación, se pudo contar con un reducido grupo de fundadores, colaboradores y testigos presenciales de diferentes acontecimientos de relevancia nacional en los que se vio enfrascada o relacionada la Fragua Martiana. Sus testimonios orales propiciaron el esclarecimiento de diversos aspectos, cuyas historias han sido involuntariamente tergiversadas con el paso del tiempo.

Aunque los marcos cronológicos de esta investigación comprenden el periodo transcurrido entre el 28 de enero de 1952 —día de su inauguración—, y el 22 de noviembre de 1962 —fecha en que la Fragua Martiana pasó a ser atendida por la Universidad de La Habana— resultó imprescindible contemplar el estudio de sus antecedentes directos los cuales se remontan al año 1928, así como otros hechos que, con posterioridad, constituyen momentos de singular importancia para la conformación del patrimonio martiano de la nación.

EnUna fragua de espíritus,el lector podrá distinguir a un grupo de reconocidos martianos y de otros admiradores del Apóstol quienes, con independencia de género, procedencia social o credo político, realizaron valiosos aportes de manera desinteresada y sin afán de lucro, solo con el propósito de fundar una institución que promoviera lo mejor del pensamiento del Maestro y contribuyese a perpetuar en el pueblo su imagen. De igual manera, al recorrer sus páginas, comprobará cómo mientras diversos sectores de la población cubana se mostraban inmersos en la tarea de promover una conducta patriótica y conmemorar festividades martianas, políticos y gobernantes en la neocolonia, con gestos aparentemente demostrativos de devoción a Martí, intentaban confundir a la ciudadanía con el único propósito de mantenerla sometida a los intereses de la burguesía cubana.

Redimir al más universal de los cubanos se había convertido en una tarea de primer orden para diferentes generaciones de nacionales, encabezada por el líder universitario y comunista Julio Antonio Mella hasta la del joven abogado Fidel Castro Ruz, momento en el que alcanza su más alta expresión al ser inspiración de las acciones revolucionarias que protagonizara la juventud cubana frente al artero golpe militar del 10 de marzo de 1952.

En medio de esta última coyuntura política, la Fragua Martiana, recién inaugurada, recibió su bautismo revolucionario, al convertirse en escenario de dos significativas acciones de repudio contra la dictadura batistiana: el entierro simbólico de la Constitución de 1940, protesta cívica estudiantil ante la injuria de abolir la Carta Magna e imponer los mal llamados Estatutos Constitucionales y, posteriormente, la Marcha de las Antorchas, manifestación en la que más de mil jóvenes que integraban el naciente movimiento revolucionario que organizaba Fidel Castro para tomar el cielo por asalto en el Moncada, se unieron a los estudiantes universitarios en la emotiva y gran manifestación popular en honor al Maestro.

De entre la penumbra de la República neocolonial, cuando parecía que el Apóstol moriría en el año de su centenario, resurgió como autor intelectual de la nueva revolución que se gestaba; y su pueblo, encabezado por una generación que hacía honor a su memoria, reiniciaría seis meses más tarde la lucha armada.

Este libro ha sido estructurado en cuatro capítulos:

«El Museo José Martí de la Calzada del Cerro» refiere un hecho olvidado y prácticamente desconocido que constituye el antecedente histórico de lo que, en 1952, cristalizara como la Fragua Martiana.

«Las canteras del presidio» aborda un conjunto de valoraciones acerca del lugar, composición y espacio que ocupaban estas pequeñas elevaciones rocosas en la ciudad, conocidas como canteras de San Lázaro,donde cumpliera la pena de trabajo forzado nuestro Héroe Nacional; también ha de apreciar la perseverancia de un grupo de personalidades empeñadas en salvaguardar sus ruinas y evitar que desapareciera este patrimonio de la nación, ante el insaciable apetito de desarrollo urbanístico manifestado en la zona. Gracias al esfuerzo de tantos, devino años más tarde fundamento histórico para construir en él la Fragua Martiana.

«Estudio sobre la vida y obra del Maestro»cuenta el inicio en la instalación docente, en 1941, a propuesta del doctor Gonzalo de Quesada y Miranda, de los estudios académicos sobre la vida y obra del Apóstol; la fundación de la Asociación Universitaria José Martí —hasta hoy prácticamente desconocida— por un selectivo grupo de la Facultad de Derecho y, cómo esta, junto al doctor Quesada se propusieron crear un museo martiano adscrito a la Casa de Altos Estudios. En ese entorno nació la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, sobre cuyos miembros recayó en gran medida, no solo la fundación de la Fragua, sino su funcionamiento futuro hasta poco después del triunfo de la Revolución.

«La Fragua Martiana, un sueño hecho realidad» nos traslada al contexto histórico que enmarca las celebraciones del centenario del natalicio de José Martí, unidas al reclamo popular y al sostenido esfuerzo del doctor Quesada, de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano y del doctor Emilio Roig de Leuchsenring, Historiador de la Ciudad. Todas estas acciones compulsaron a las autoridades gubernamentales a edificar la Fragua Martiana. En este capítulo se describe, además, el impacto que causaron en ella el golpe militar del 10 de marzo de 1952, las luchas estudiantiles y el triunfo de la Revolución en 1959, así como los aportes a la educación y a la cultura nacional en los primeros diez años de su existencia hasta que, en 1962, pasó a la custodia de la Universidad de La Habana.

Revelar el papel histórico que le correspondió desempeñar al doctor Gonzalo de Quesada y Miranda en este proceso, quien deviniera en director de la Fragua desde su fundación hasta el año 1976 que se produjo su fallecimiento, fervoroso martiano que constituyera el eje central a cuyo alrededor se agruparon sus discípulos y amigos para fundarla y garantizar su funcionamiento, es un modesto y merecido homenaje que le debemos los cubanos.

Un importante compendio de imágenes y documentos muy poco divulgados, y en su mayoría inéditos, propiciarán al lector viajar en el tiempo y entrar en contacto directo con nuestro Héroe Nacional a través de la Fragua Martiana, institución que, en la trayectoria ascendente de la herencia cultural de José Martí, se ha insertado en nuestra identidad nacional.

El autor

Capítulo I

Museo José Martí de la Calzada del Cerro

La admiración de los cubanos por José Martí Pérez tiene su origen desde su más temprana juventud. Con justeza, epítetos para siempre lo identifican: su maestro Rafael María de Mendive lo distinguió al decir del joven, «discípulo predilecto»; Fermín Valdés Domínguez, «hermano del alma»; Nicolás del Castillo, «compañero de penas y dolor»; Manuel Antonio Mercado de la Paz, «entrañable amigo»; Gonzalo de Quesada y Aróstegui, «Apóstol»; el bayardo nicaragüense Rubén Darío, «Maestro»; y todo su pueblo, «Héroe Nacional».

A partir de su caída en combate, aquella devoción por el Delegado, en su inicio «romántica e inconsciente», como apuntara el doctor Emilio Roig de Leuchsenring, comenzó a transformarse por voluntad popular en un culto patriótico, a pesar de quienes olvidaron sus postulados, tergiversaron su ideario o utilizaron su ejemplo como pedestal para satisfacer ambiciones personales en una república devenida en neocolonia yanqui.

Convencidos de su trascendencia histórica, familiares y amigos salvaguardaron una cantidad importante de sus documentos y pertenencias y lucharon desinteresadamente por rescatar lugares vinculados de manera directa con su vida, lo que daría lugar a la conformación del patrimonio martiano de la nación.

La voluntad de aquellos hombres y de quienes les sucedieron constituyó un generoso servicio al país, era la posibilidad de que vestigios de inestimable valor patrio pudiesen ser posteriormente consultados, exhibidos y conservados en los museos y otros centros especializados.

Recuperar sus restos mortales, erigirle modestos monumentos, estatuas, bustos en los principales parques y hasta en lugares recónditos del país; editar sus obras, nominar con su nombre calles, avenidas, entidades y lugares públicos, se convirtieron en las principales y más queridas iniciativas acariciadas por el pueblo, al que le estaba impedido construir la patria soñada por Martí. Fue el 28 de enero de 1925, cuando la casa donde viera por vez primera los rayos del sol, se convirtió en el Museo Biblioteca y Galería Iconográfica José Martí —en la actualidad Museo Casa Natal José Martí—, primero en su honor.

Ese primer lustro de la década del veinte, había transcurrido en Cuba bajo la presidencia del doctor Alfredo Zayas Alfonso;2 un gobierno caracterizado por la corrupción político-administrativa y por una subordinación extrema a los mandatos de Washington que, unido a la mutilación de la soberanía nacional desde 1902, la deuda económica de la nación y a la acumulación de una cantidad considerable de problemas sociales desde el inicio de la República neocolonial, dio lugar a la irrupción y activa participación de diversos sectores de la sociedad cubana en la política y en las luchas sociales.

La celebración del Primer Congreso Nacional Obrero, la constitución en 1920 de la Federación Obrera de La Habana y de la Federación de Estudiantes Universitarios en 1922; el Primer Congreso de Mujeres en 1923, y la fundación del Partido Comunista en 1925, entre otras importantes acciones políticas y revolucionarias, así como la aparición en la palestra pública de relevantes figuras jóvenes entre las que se destacan Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, evidenciaban a todas luces un despertar en la conciencia nacional, que puso en guardia al imperialismo norteamericano y a la burguesía cubana.

Alarmados ante el auge del movimiento social y revolucionario que amenazaba la propia existencia del sistema republicano implantado en Cuba, se hizo imprescindible, para quienes detentaban el poder y el imperio estadounidense, reformular el sistema neocolonial. Para ello necesitaban un hombre de mano dura capaz de conducir los destinos de la nación y reprimir con fuerza cualquier intento de socavar el régimen impuesto. Fue así como el 20 de mayo de 1925 asumió la presidencia el general de brigada del Ejército Libertador Gerardo Machado Morales.

Desde hacía mucho tiempo, Machado se había alejado de sus orígenes como luchador independentista y se hallaba inmerso en cargos de la naciente neocolonia, entre ellos resalta el de secretario de Gobernación de 1909 a 1912 durante el gobierno de José Miguel Gómez, reconocido este por su represión y la masacre perpetrada contra el Movimiento de los Independientes de Color, además de su alto grado de corrupción política y administrativa. También había devenido miembro de la alta burguesíay hombre de negocios vinculado a las transacciones de azúcar yelectricidad, al área de influencia del National City Bank y el Grupo Morgan, dos vigorosos tentáculos de los grupos de poder estadounidenses.

Luego de sus primeros años de gobierno y en medio de una convulsa situación nacional, provocada por la anunciada prórroga de poderes el 28 de junio de 1928, aparecía en la primera página del periódico Excélsior, uno de los de mayor circulación en el país, la información a la ciudadanía de que el doctor Gonzalo de Quesada y Miranda había resuelto ceder a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, la propiedad literaria de las obras y del resto de la documentación de José Martí que mantenía en su poder, con el propósito de fundar un nuevo museo martiano.

Quesada y Miranda había nacido en Washington D. C., Estados Unidos, el 2 de marzo de 1900, fruto de la unión de Gonzalo de Quesada y Aróstegui —quien se desempeñaba en esa ciudad como comisionado especial del gobierno interventor de Estados Unidos en Cuba— y Angelina de Miranda de Quesada.

Cuando apenas había cumplido diez años, su padre fue nombrado ministro plenipotenciario de Cuba en Alemania, donde transcurrieron otros nueve años de su vida. Durante esa estancia, se graduó de bachiller en Letras e inició la carrera de Ingeniería Civil. Allí le sorprendió la Primera Guerra Mundial y la muerte repentina de su padre, en 1915. Cuatro años más tarde, al cesar los peligros del conflicto bélico, la familia trasladó los restos de Quesada y Aróstegui a Cuba para cumplir con su voluntad. Entonces fijaron residencia permanente en la Isla. De esta forma el joven Gonzalo, que apenas rebasaba diecinueve años, inició su trayectoria en Cuba como un estudioso investigador del legado martiano.

Un Decreto Presidencial3 dejaba oficialmente constituido el Museo José Martí. En la ley se expresa con claridad, que el Dr. Gonzalo de Quesada y Miranda «…conviene exponer al pueblo cubano, sin costo alguno para el Gobierno, los documentos, fotos y objetos de José Martí que tenía en su poder, deseando conservar la propiedad de dichos documentos y de otras valiosas reliquias históricas».4

El mencionado precepto desmentía lo publicado enExcélsior,acerca de la decisión de Quesada de concederle al Gobierno la custodia de los bienes patrimoniales del Apóstol. La instalación, adscrita a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, funcionaría bajo la dirección de Gonzalo por tiempo ilimitado, cargo que desempeñó gratuitamente, e incluía organizar, clasificar y preparar para uso público la documentación y objetos que serían expuestos.

Para la creación del Museo José Martí, quedaron reservados dos salones anexos al edificio destinado al Instituto de Investigaciones Científicas y Museo de Historia Natural, creado por Decreto No. 352, del 31 de enero de 1928, e instalado en la casa No. 534 en la Calzada del Cerro, propiedad del Dr. Mario Sánchez Roig, quien tendría a su cargo el funcionamiento de ambas instituciones, mientras no estuviese terminado el edificio que para el Museo y la Biblioteca Nacional, figuraban en los Planos Generales de Obras Públicas.

De acuerdo con lo informado por el doctor Quesada, solamente se exhibirían ciento treinta y seis reliquias, pues, para exponer el patrimonio en su poder, se necesitaban no menos de ocho galones amplios.5

 

Dr. Gonzalo de Quesada y Miranda, fundador del Museo José Martí. 1928.

 

Casa del Dr. Mario Sánchez Roig en Calzada del Cerro No. 534, donde fue instalado en 1928 el Museo José Martí.

 

Reportaje aparecido en el periódicoExcélsior,del jueves 8 de noviembre de 1928, que informa la próxima inauguración del museo.

 

Objetos y documentos en exposición.

 

El ofrecimiento de crear este centro de exposición por Gonzalo de Quesada se sumaba al interés creciente de otras destacadas personalidades e instituciones que ya habían logrado exhibir las reliquias martianas que poseían; entre ellas, el Primer Museo y Biblioteca Pública fundado el 12 de febrero de 1899 en la casa de vivienda de los esposos Emilio Bacardí Moreau y Elvira Cape, en la provincia de Santiago de Cuba;6 el Museo Oscar María de Rojas, de Cárdenas, en Matanzas, y el ya mencionado Museo Biblioteca y Galería Iconográfica José Martí, primer museo martiano de la República, conocido popularmente como la Casita de Paula (hoy Museo Casa Natal), fundado y dirigido por el doctor Arturo R. de Carricarte. De igual manera, el doctor Antonio Rodríguez Morey, de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, custodiaba otras pertenencias y objetos de José Martí o relacionados con él, que se hallaban registrados en su inventario martiano, publicado en 1921 por la revista de la Sociedad Martiniana, y el capitán Joaquín Llaverías realizaba una encomiable labor en el Archivo Nacional.

A su fundación el 10 de noviembre de 1928, como ya era tradicional en la República neocolonial, asistieron las más altas personalidades del Gobierno; en esta oportunidad, el presidente Gerardo Machado Morales estuvo acompañado por una nutrida comitiva. Si bien algunos medios de prensa lo presentaban como una muestra de la importancia que el Gobierno le otorgaba a la figura de José Martí, su presencia en el lugar solo constituía un ejemplo de falso patriotismo y la marcada intención de desviar la atención de la sociedad, de la prórroga de poderes que se consumaría luego del visto bueno del Congreso, el 20 de mayo de 1929. No obstante, el regocijo popular que despertaba apreciar las reliquias martianas que custodiaba Gonzalo de Quesada y Miranda, hasta entonces nunca exhibidas, ocupaba los cintillos de las primeras planas de los medios de información nacionales, los cuales, con lujo de detalles, describían las diversas piezas y documentos en exposición.

El museo podía ser visitado los martes, viernes y domingos entre las diez de la mañana y las cinco de la tarde. A los primeros mil visitantes les fue entregado un catálogo provisional del centro, y a todas las representaciones cubanas en el exterior (250) les fueron enviados ejemplares para su promoción internacional.7

Justo al medio del primer salón, se ubicó una gran vitrina con documentos oficiales de la vida de José Martí, una colección completa del periódico Patria y otros órganos de prensa en los que había artículos, fotos, documentos y obras editadas del Maestro.