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Victoria al sur de Angola, es en apretada síntesis, el testimonio de un oficial de la defensa antiaérea durante la última etapa de la misión internacionalista en la República de Angola, a raíz de los sucesos de Cuito Cuanavale, enriquecido por vivencias de valiosos compañeros quienes formaban parte del Complejo Cuadrado —sistema coheteril antiaéreo. La obra incluye pasajes de la preparación de la técnica y el personal en nuestro país, el traslado hacia Angola. No le faltaron anécdotas de acciones combativas, humor criollo en medio de la contienda y análisis de diferentes situaciones política-militares. Entre tanto, aparece la geografía africana, costumbres y rasgos culturales de sus habitantes, sin olvidar las secuelas de una prolongada guerra.
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Seitenzahl: 162
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Edición:Olivia Diago Izquierdo
Diseño de cubierta:Lamas
Realización de cubierta:Osmel Barreto Prieto
Diseño interior y realización:Francy Espinosa González
Corrección:Raisa Ravelo Marrero y Olivia Diago Izquierdo
Fotos:Archivos de Verde Olivo, Delfina Díaz, testimoniantes y autor
Conversión a ebook:Grupo Creativo RUTH Casa Editorial
© Pedro Eddy Campos Perales, 2006
© Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2025
ISBN: 9789592248342
Todos los derechos reservados. Esta publicación
no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
en ningún soporte sin la autorización por escrito
de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida de Independencia y San Pedro
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Plaza de la Revolución, La Habana
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A los que no regresaron.
A todos mis compañeros.
A mi padre, militante comunista, combatiente y miliciano de mil movilizaciones que ya no está; pero en los años de mi ausencia, a diario consultaba su viejo atlas buscando mi presencia.
A los que apoyaron la idea de que estas vivencias, no solo mías sino de muchos compañeros, llegaran a convertirse en un libro, especialmente, a los teniente coroneles Jorge Luis Betancourt y Sergio Díaz Mató, primeros en hacer suyo el proyecto; al teniente coronel Roberto Peña, dueño de un impresionante catálogo fotográfico el cual puso a mi disposición; al profesor Fidel Moreno Báez, personaje cuyo humor criollo, conocimientos y pericia técnica lo hicieron imprescindible.
A los testimoniantes: coroneles Amado Moya Enrique, Enrique Miranda Scull, Enrique Messana Valdés y Elier Cabrera Galán; teniente coroneles Juan Marín Ajete, Roberto García Yosef, Armando Choy Rodríguez, Yoel García y Alejandro Piñero Bolaño, mi jefe directo durante muchos años y mi compañero de siempre; a los mayores Luis Torres Betancourt y Wilfredo Castellanos Acosta.
A Orlando Villa Rodríguez y Suhamy Atencio Acosta quienes entendieron mis manuscritos para llevarlos a soporte digital; a Olivia Diago por su decisiva ayuda en el uso del idioma; a mi esposa Maricel Acosta Leyva y a Maylín, mi hija, por el tiempo que antes y ahora les robé.
Al teniente coronel José Benito Reyes Ramos, quien me orientó en mis años juveniles hacia una carrera militar, a través de la cual pudiera prestar servicios a mi pueblo y a las causas justas. Su guía de entonces, hizo posible la existencia hoy de Victoria al sur de Angola.
En el suroeste del continente africano, se encuentra la República de Angola, cuyo nombre proviene del título de uno de los gobernantes locales durante los primeros años de la llegada de los portugueses al país: N’Gola. En la etapa colonial se le conoció como África Occidental portuguesa, en franca alusión a la antigua metrópolis europea. Angola cuenta con un vasto territorio, 1 246 700 kilómetros cuadrados, superior al de Cuba en 10,30 veces. Por su extensión territorial, es el séptimo país del continente.
Desde Sagrés, al sur de Portugal, zarparon las carabelas que abrieron una nueva etapa para este país, ¡cinco siglos y medio de colonialismo! A su llegada, los portugueses encontraron el Reino del Congo, bien asentado con características tribales y este aceptó la presencia de los europeos.
Posteriormente, la colonización del nuevo mundo —América— planteaba un grave problema de mano de obra y la importación de esclavos africanos hacia allá comenzó en 1501. Portugal fue el primer país europeo que inició el tráfico negrero; contó con la ayuda de algunos jefes locales lo que, indudablemente, contribuyó al debilitamiento del Reino Congo, que ya hacia 1567 sucumbió tras el ataque de los jagas, un pueblo nómada al este del continente.
Los portugueses fueron extendiéndose al sur de lo que es hoy Luanda, región en la que muy pronto ejercieron su autoridad colonial. Portugal usó la táctica de apoyar a los gobernadores locales tribales que querían dominar a su población. De esta manera, a través de ellos, ejercieron su voluntad colonial. El rechazo al dominio europeo hubo de prolongarse por muchos años.
A todo lo largo del siglo xix continuó el comercio de esclavos, actividad que contribuyó a mantener en agitación constante a toda la región. Se dice que para mediados de siglo habían enviado como esclavos para América, a algo más de tres millones de personas en condiciones forzosas.
Portugal no obtuvo un verdadero control del interior del país hasta inicios del siglo xx. En 1921, a solicitud de los portugueses delimitaron las fronteras de Angola y África Sudoccidental alemana, conocida hoy por Namibia. Como resultado se obtuvo una frontera colonial recta desde el Atlántico hacia el este, sin considerar las características de poblaciones donde, a uno y otro lado, quedaron razas, etnias, tribus y familias divididas.
En 1951, se cambió el rango oficial de Angola, de colonia a provincia de ultramar. El régimen de indigenato fue el sistema colonial impuesto hasta 1961. Se caracterizó por el saqueo económico, el abandono cultural y la represión política a los ciudadanos.
La década de los cincuentas fue de un amplio movimiento nacionalista: en 1956 se fundó el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), primera organización con el objetivo de luchar por la independencia de la nación y que desencadenó en una guerra de guerrillas, en 1961, contra la dominación colonial portuguesa. Así surgió la guerra de independencia.
En un extenso recorrido del comandante Ernesto Guevara por países africanos, a partir de los primeros días de enero de 1965, se entrevistó con dirigentes de varios estados y líderes de movimientos independentistas de la región, incluyendo el MPLA. Este contacto fue el punto de partida de los angolanos para solicitar, posteriormente, ayuda militar cubana. En mayo de este propio año, llegó la columna dos al Congo Brazzaville por solicitud de este gobierno y el MPLA, a la que también se le nombró Batallón “Patricio Lumumba”, en honor al mártir congolés. Esta fuerza la dirigía el compañero Jorge Risquet Valdés.
A partir del proceso de descolonización liderado por los pueblos, tomando como tribuna la Organización de Naciones Unidas (ONU), y el ascenso indetenible de los movimientos de liberación de Angola, Guinea Bissau y Mozambique, se produjo un movimiento en las fuerzas armadas portuguesas conocido como la Revolución de Portugal de 1974, fecha desde la cual el régimen colonial empezó a decaer y dado los rápidos acontecimientos de la guerra en Angola, el nuevo régimen decidió el traspaso de poder a los angolanos.
Se estableció entonces un Gobierno Provisional, representado por las tres organizaciones que luchaban contra el régimen: MPLA, Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). El Gobierno Provisional tomó posesión en enero, pero de inmediato aparecieron las traiciones y el enfrentamiento del FNLA y UNITA contra el MPLA, de orientación marxista, la más radical y fuerte, cuyo líder y presidente era el doctor en medicina y poeta Antonio Agostinho Neto.
Los norteamericanos, representados por John Stokwell, el jefe de la CIA en Kinshasa, capital de Zaire, calificaron de inmediato a Agostinho Neto, como poeta psicópata, borracho y “marxista”, por lo tanto no idóneo para sus fines. Desde estos momentos EE.UU. intensificó su ayuda en armas y asesoría al FNLA y a la UNITA, con el marcado propósito de que el MPLA no asumiera el poder de la nación. Aparecieron entonces dos nuevos actores: Zaire, que apoyaba con hombres y logística al FNLA, y Sudáfrica, a la UNITA. Neto, máximo dirigente del MPLA, en virtud de las viejas relaciones con Cuba, iniciadas en 1965, solicitó su apoyo, en el que incluía instructores y armas para organizar sus fuerzas armadas (FAPLA).
Ante la gravedad de la situación política de Angola y por petición de la dirección del MPLA, el 5 de noviembre de 1975, la dirección del país acordó iniciar la Operación “Carlota”, denominada así en honor a una esclava que, traída de aquellas tierras, formó un palenque hasta ser apresada y muerta violentamente por sus captores españoles. Esta operación consistió en el traslado de un fuerte contingente de tropas cubanas para ayudar al MPLA a mantener la soberanía de la nación, que de conjunto con las noveles Fuerzas Armadas (FAPLA) rechazarían el ataque del enemigo y permitirían que, el 11 de noviembre de 1975 —como estaba anunciado—, el comodoro Leonel Cardoso, alto comisionado de Portugal para Angola, leyera solemnemente la proclamación de la independencia del país; arriara la bandera portuguesa que por más de 500 años había ondeado en el cielo angolano y partiera hacia Portugal en un navío de guerra, surto en la bahía.
Y así sucedió. Ese día Agostinho Neto, médico de profesión y revolucionario convencido, fue proclamado presidente de la República.
En 1979, ante su fallecimiento, el liderazgo político recayó en su sucesor, Eduardo do Santos. Tiempos difíciles vendrían luego para mantener el caro empeño de la libertad. Más bien se engrasaron las maquinarias de guerra, el apoyo a la contrarrevolución, la destrucción de recursos y continuas incursiones profundas en el territorio angolano por las Fuerzas de Defensa Sudafricana (SADF) con el pretexto de luchar contra la Organización del Pueblo de África Sudoccidental (SWPO), y con el público propósito de destruir las fuerzas cubana-angolanas, como lo intentaron a partir del 1ro de septiembre de 1987, en la zona de Cuito Cuanavale.
Por el empuje de nuestras fuerzas, a pesar del poderío de las SADF que contaba hasta con armas nucleares, se establecieron, en 1988 con la participación de Cuba, Angola y Sudáfrica, auspiciadas por la ONU y con EE.UU. como mediador, las negociaciones tripartitas, las cuales consideraban la retirada de Sudáfrica del territorio angolano, la independencia de Namibia en virtud del cumplimiento de la Resolución de la ONU tomada como acuerdo desde 1978 y el regreso a la patria de las fuerzas y medios cubanos.
En mayo de 1991, tras quince años en tierra angolana, con la conclusión de la Operación Tributo, que consistió en la repatriación de nuestros caídos en el deber, concluyó la Operación “Carlota”.
El Autor
Los cubanos hemos ayudado
a nuestros hermanos angolanos,
en primer lugar por un principio revolucionario,
porque somos internacionalistas, y
en segundo lugar porque nuestro pueblo
es […] latinoafricano […] una parte importante
de la sangre cubana es sangre africana […]
Fidel Castro Ruz1
Esta vez volví a mi segunda misión internacionalista en la República Popular de Angola con mi unidad: la Brigada de Cuadrado, una potente unidad coheteril de defensa antiaérea (DAA), formada por cinco grupos de lanzamiento (GCAA-P), un grupo técnico (GT), el grupo de mando y dirección (GD) y otras pequeñas unidades de aseguramiento, dotadas de equipos modernos y con personal muy capaz. Entonces yo era primer teniente y casi recién graduado del Instituto Técnico Militar (ITM); me desempeñaba como jefe de la primera sección del grupo técnico, el cual está designado para realizar los trabajos reglamentarios a los cohetes: el montaje de las alas y timones, comprobación de los parámetros de vuelo, trabajo de la radio espoleta, turbogenerador, abastecimientos de aire seco y el acoplamiento de los pirocartuchos, entre otras actividades. También era responsabilidad de este grupo la conservación y almacenamiento de los cohetes de la Brigada y el abastecimiento a los grupos de fuego.
El Cuadrado es un sistema coheteril de fabricación soviética, de mediano alcance y montado en máquinas orugas que le imprimen gran movilidad y capacidad de maniobra. Su nombre real es 2K-12; la OTAN lo ha clasificado como SAN-20. Uno de nuestros antiguos asesores soviéticos no consideraba que fuera el mejor complejo, aunque sí el mejor cohete fabricado por la URSS, pues supera con dos cohetes el 92% de probabilidad de destrucción del tiro.
Esta agrupación pertenecía a las tropas de la DAAFAR y por decisión del alto mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Comandante en Jefe, participaron en la contienda angolana, dada la situación crítica que se había presentado a inicios del segundo semestre de 1987, en el sur del territorio de la hermana República. Todos los oficiales de la unidad nos encontrábamos preparándonos para la nueva misión; la edad promedio era de 28,6 años; el jefe de la Brigada contaba entonces con 36 y los que integraban el Estado Mayor oscilaban entre 30 y 33 años. En nuestra unidad el grado militar más alto era el de teniente coronel y lo ostentaba nuestro jefe, Amado Moya Enrique. Ser capitán tenía un especial significado, era casi un sueño para aquel grupo de jóvenes allí destacados.
Los oficiales de nuestra agrupación se habían formado en magníficos centros militares. Allí teníamos egresados de la Escuela de Artillería “Comandante Camilo Cienfuegos” (EACCC), del Instituto Técnico Militar “José Martí” (ITM), de la Escuela Militar Superior de Ingeniería Coheteril de Minsk, de la Academia Militar Soviética “M. V. Frunce” y del Instituto Superior de Ingeniería Coheteril “S. M. Kirov”, ambos en la ciudad de Kiev, en Ucrania —antigua Unión Soviética—. También contamos con varios egresados del Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría” (ISPJAE), de las carreras de Telecomunicación e Ingeniería Eléctrica, los cuales estuvieron movilizados en nuestras unidades por varios años. Y el teniente coronel Amado Moya, nuestro jefe, había sido galardonado con la Medalla de Oro en la graduación de 1981, de la Academia de las FAR “Máximo Gómez”. La preparación de todo este personal en el manejo del armamento y la técnica se había realizado en el Centro de Estudios de la Defensa Antiaérea (DAA) de la URSS, ubicado en Marí, la segunda ciudad en importancia de la República de Turkgmenia.
A pesar de la juventud, varios de los oficiales se disponían ya al cumplimiento de su segunda misión internacionalista; sin duda esto reforzaba la preparación técnica y táctica en la explotación y empleo combativos del complejo. Esta aseveración la avalan, oficialmente, las calificaciones sobresalientes que se alcanzaron en los tiros combativos que la unidad hubo de realizar en el polígono estatal de la URSS, de forma sucesiva, durante los años 1985, 1986 y 1987. Todos disfrutábamos con orgullo el hecho de pertenecer a la antigua unidad 2123, que hasta ese momento, para la luz pública era la unidad de comunicaciones de Loma Negrín.
Una de las muy activas tardes de octubre, cuando casi terminábamos la preparación de la técnica y el personal, llegó un grupo de compañeros de la Sección Política de nuestro mando con el Libro de Honor, el que debíamos firmar todos los que partiríamos ala misión. Este documento recoge, para la historia, la decisión de muchísimos hombres, casi todos muy jóvenes, de apoyar una noble y justa causa; para nosotros, incluyendo a los oficiales, este aparentemente simple hecho de firmar, fue un acto que nos colmó de regocijo.
Durante este breve período vivimos días muy emotivos, en los que no faltó nunca mucho trabajo. Fue necesario reparar y ajustar motores, agregados, la electricidad de cada vehículo y técnica de combate, cambiar gomas, revisar diferenciales, cabrestantes y sistema de freno, entre otras tareas. Trabajo aparte y destacado realizaron los ingenieros sintonizando cada radar y estaciones de radio, así como los compañeros que se ocuparon de la comprobación, los trabajos reglamentarios y el embalaje de los cohetes hasta el momento de montarlos en los barcos.
Mientras nos preparábamos no se salía de pase. Las esposas y familiares, sin una total información aún, se preocupaban por la intensidad de nuestra labor. Mi jefe, otros dos compañeros y yo nos la ingeniábamos después de la una o las dos de la mañana para darnos una “escapadita” en una moto Ural, nuevecita, que pertenecía al jefe de campamento. Durante el día la escondíamos como un valioso tesoro. Estuvimos resolviendo con ella hasta que apareció un nuevo técnico de transporte, Ramón Mena. El Chino, como le decíamos, nos “tumbó” la bendita moto. Después fue nuestro amigo durante la misión, pero en aquellos días le pedíamos la cabeza como Pompeyo a César.
En el transcurso de estas jornadas, varios de nuestros soldados nos sorprendieron con su brillante actitud y no menos disposición. Algunos, que teníamos como problemáticos y se encontraban a tres o cuatro meses de su licenciamiento, nos llenaron de regocijo con su firme decisión de partir a cumplir esta misión; otro tanto nos sucedió con cinco soldados, todos de nuestra capital, que faltándoles solo dos meses para concluir sus tres años de Servicio Militar, se presentaron para dar el paso al nuevo frente de combate. Fueron días de unión, de conversaciones efusivas y de mítines que enaltecieron el espíritu humano y revolucionario de aquellos muchachos.
La salida hacia Angola se realizó por grupos; a cada uno lo despedía algún jefe o trabajador político de nuestra unidad o del mando superior. El grupo en el que yo partí lo despidió un compañero que siempre admiré y hoy seguimos respetándolo todos los que de alguna forma tuvimos relación con él, fue el mayor Roberto García Yoseff, jefe de Estado Mayor adjunto de nuestra unidad, un hombre que influyó mucho en mi formación militar y en la de numerosos compañeros míos.
En este acto no hubo comunicados, ni discursos ni exhortaciones; fue una despedida simple pero muy conmovedora. Roberto nos saludó a cada uno de nosotros con un característico apretón de manos, de esos que el paso de los años no borra; luego unas palmadas en los hombros y algunas palabras, escasas pero que penetran, buscan fondo y allí quedan para siempre. Tiempos después él me ofreció su propio testimonio de aquellos momentos.
Entonces yo era recién graduado de la Academia Militar Soviética “M. V. Frunce” y desde el cargo que desempeñaba participé en la preparación del personal y la técnica. Fue una tarea titánica, siempre con la idea de que yo también partiría; pero no fue así, se me planteó por el jefe de la Defensa Antiaérea que mi misión era otra. “No te apures”, me dijo en una ocasión.