Vilma Espín Guillois. El fuego de la libertad - María Yolanda Ferrer Gómez - E-Book

Vilma Espín Guillois. El fuego de la libertad E-Book

María Yolanda Ferrer Gómez

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Beschreibung

La batalla por la plena igualdad de la mujer, por la construcción de una cultura de la igualdad, nos lo han anunciado reiteradamente Fidel y Vilma, es larga y compleja, corre pareja con el desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas para arribar al socialismo. Vilma estará presente en ella en todos sus momentos, pues nos ha legado una concepción política marxista, martiana y fidelista sobre la liberación de la mujer que, por su visión propia de la Patria y del mundo, su genuina interpretación de la situación de las cubanas, de los rezagos ideológicos que todavía limitan el despliegue de todas sus potencialidades, adquiere el carácter científico y la fuerza de un instrumento idóneo para encauzar los objetivos estratégicos y las acciones de la Federación de Mujeres Cubanas, y dar continuidad a nuestro trabajo político-ideológico en las actuales circunstancias del país.

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Seitenzahl: 1027

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Edición y corrección: Jorge Fernández Era

Diseño y emplane digital: Luis E. Mederos Antúnez

Primera edición: 2015

© Federación de Mujeres Cubanas, 2024

© Editorial de la Mujer, 2024

ISBN: 9789597241669

Editorial de la Mujer

Galiano no. 264 e/ Neptuno y Concordia,

Centro Habana, La Habana, Cuba.

Apartado Postal: 2120.

Código Postal: 10200

Correo electrónico: [email protected]

Sitio web: www.mujeres.co.cu

 

Sinopsis

La batalla por la plena igualdad de la mujer, por la construcción de una cultura de la igualdad, nos lo han anunciado reiteradamente Fidel y Vilma, es larga y compleja, corre pareja con el desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas para arribar al socialismo. Vilma estará presente en ella en todos sus momentos, pues nos ha legado una concepción política marxista, martiana y fidelista sobre la liberación de la mujer que, por su visión propia de la Patria y del mundo, su genuina interpretación de la situación de las cubanas, de los rezagos ideológicos que todavía limitan el despliegue de todas sus potencialidades, adquiere el carácter científico y la fuerza de un instrumento idóneo para encauzar los objetivos estratégicos y las acciones de la Federación de Mujeres Cubanas, y dar continuidad a nuestro trabajo político-ideológico en las actuales circunstancias del país.

 

 

Sobre las compiladoras

María Yolanda Ferrer Gómez

Licenciada en Ciencias Políticas. Nace en La Habana, Cuba, el 14 de octubre de 1946. A partir de enero de 1959, siendo una adolescente, se incorpora activamente a las tareas de la Revolución en su centro de estudios, en la comunidad y más adelante en las milicias. En los primeros meses de 1960 convoca y encabeza un pequeño grupo de jóvenes que se organizan para divulgar la realidad de nuestro proceso frente a la campaña de mentiras que se orquestaba por el enemigo, y como consecuencia de esas actividades conoce a Vilma.

Se afilia a la Federación de Mujeres Cubanas en el momento de su fundación y empieza a trabajar de forma voluntaria como integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores de su Dirección Nacional.

Una vez terminados sus estudios de bachillerato, en diciembre de 1963 pasa a ser cuadro profesional de la Organización femenina.

Es fundadora en ese mismo año del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam, en el que representa a la FMC hasta la victoria de ese pueblo hermano. En la actualidad preside la Asociación de Amistad Cuba-Vietnam.

En 1973 es promovida al Secretariado Nacional como secretaria adjunta a la presidenta, lo que se ratifica al año siguiente en el II Congreso de la FMC. Asume después la dirección de la Secretaría de Estudios Políticos y Solidaridad, y más adelante la esfera ideológica. En 1990, en el V Congreso, es elegida secretaria general de la FMC, responsabilidad que ocupó durante veintidós años.

Desde 1997 hasta 2004, en calidad de experta, integra el Comité de Naciones Unidas encargado del seguimiento y evaluación del cumplimiento de la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación de la Mujer.

Militó en la Unión de Jóvenes Comunistas desde 1962 e ingresa en las filas del Partido Comunista de Cuba en junio de 1973. En 1980 es elegida miembro de su Comité Central, y ratificada en los sucesivos Congresos hasta la fecha, además de ser suplente del Buró Político desde 1986 hasta 1991.

Es elegida diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular en 1986 y ha sido ratificada en los siguientes períodos eleccionarios hasta el presente. Integró el Consejo de Estado de la república de Cuba durante la VII Legislatura. Es en la actualidad presidenta de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Es casada, y tiene una hija y un hijo, dos nietos y dos nietas.

María Carolina Aguilar Ayerra

Maestra y Licenciada en Periodismo. Nace el 14 de julio de 1935 en la provincia de Entre ríos, Argentina. En 1958 se vincula en Buenos Aires a las actividades de solidaridad y difusión de las luchas del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

Se une al grupo de combatientes revolucionarios cubanos exiliados en Argentina y participa en todas sus actividades. Después del triunfo del 1ro. de enero de 1959, en el mes de marzo se radica en Cuba al casarse con Santiago Riera Hernández, dirigente de la lucha clandestina en la provincia de Las Villas, quien estuvo exiliado en Argentina. Desde entonces se incorpora a las tareas revolucionarias.

En Cuba forma parte activa de un numeroso grupo de argentinos profesionales que crearon una institución de solidaridad integrada por especialistas de diversas disciplinas que trabajaron con intensidad en los primeros años de la Revolución, estrechamente orientados y asesorados por el Comandante Ernesto Che Guevara.

Participa en todas las reuniones del proceso reflexivo convocado y encabezado por Fidel y Vilma sobre la situación y condición de la mujer, que antecede a la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

Como fundadora de la organización, desde el 23 de agosto de 1960 es elegida para integrar la primera Dirección Provincial de La Habana, responsabilidad que desempeña hasta 1964, año en que es promovida para el trabajo ideológico de la Dirección Nacional de la Federación, en específico en las tareas de divulgación y prensa.

En 1970 es designada para dirigir la revista Mujeres. En 1978 contribuye a la creación de la Editorial de la Mujer, y es su primera directora. En 1980, a sugerencia de Vilma, propicia la salida de la revista Muchacha, especializada en la temática de las jóvenes. También crea un espacio editorial con vistas a la publicación de libros, folletos y otros materiales necesarios para la creciente labor de la Organización. Hasta el VIII Congreso de la FMC es elegida integrante de su Comité Nacional. Formó parte de las Milicias Nacionales Revolucionarias desde su fundación, y desde 1969 milita en las filas del Partido Comunista de Cuba.

Representó a la organización en diversas tribunas y eventos internacionales, entre ellos las conferencias sobre la mujer convocadas por la organización de las Naciones Unidas (1975-1985).

Ha cursado postgrados sobre Comunicación Social y Filosofía, entre otros.

Formó parte del equipo de trabajo de Vilma, especialmente en la labor ideológica y editorial.

Es viuda, y tiene dos hijas y un hijo, dos nietos y una nieta.

 

Índice

Página legal

Sinopsis

Sobre las compiladoras

Agradecimientos

Una introducción necesaria

Capítulo I: El fuego de la libertad

Capítulo II: Unidas por la Revolución: ¡alas desatadas!

Capítulo III: La educación de las mujeres: el genio florece y el ingenio se multiplica

Capítulo IV: El trabajo productivo social: base irrenunciable de la igualdad de derechos

Capítulo V: Igualdad, familia y socialismo en Cuba

Capítulo VI: La hora de la aurora

Apuntes para una biografía

Fuentes consultadas

Memoria fotográfica

 

Agradecimientos

Lo usual en los libros consiste en situar los agradecimientos en el comienzo. Pero decidimos ubicarlos al final por su extensión, pues se trata del reconocimiento a un grupo numeroso de compañeras y compañeros de gran valor por su dominio de la diversidad de temas que necesariamente deben abordarse cuando se trata del pensamiento y la obra de una revolucionaria de talla excepcional: nuestra siempre presidenta de la FMC Vilma Espín Guillois.

Agradecimientos a todas y todos por la generosa y enriquecedora contribución que nos prestaron con la lectura y análisis de los primeros borradores, trasladándonos sus opiniones, precisiones y sugerencias, lo cual nos permitió no solo ampliar y fortalecer los argumentos y la información, sino, al mismo tiempo, corroborar los enfoques sobre el pensamiento y la prominencia concedida a los acontecimientos, influencias y hechos que signaron la vida de Vilma.

Respeto, admiración y cariño expresamos especialmente a la compañera Asela de los Santos Tamayo, quien dedicó mucho tiempo y esmerada atención a este proyecto. Sus destacados méritos y aportes a la revolución, su papel como dirigente de la Federación y del Estado; el conocimiento y los sentimientos nacidos de esa entrañable y cercana amistad que la unió a Vilma desde su juventud, basados en la comunidad de ideales y en compartidas convicciones de la necesidad de proseguir las luchas para alcanzar la plena independencia y soberanía de la Patria, que vinculó estrechamente a estas dos relevantes mujeres santiagueras, constituye guía, ejemplo y estímulo siempre vigentes y presentes en la cotidiana labor.

Apreciamos también, en toda su dimensión, la inestimable colaboración de una de las personalidades de la intelectualidad revolucionaria más relevantes, especialmente en lo relativo al pensamiento político en el continente americano: de nuestro admirado Eusebio Leal Spengler.

Resultaron esenciales las ideas sugeridas por la querida Doctora Isabel Monal, una de las figuras más sobresalientes en la enseñanza y difusión del marxismo-leninismo en Cuba, que ha contribuido a la sistematización de nuestra concepción revolucionaria martiana, marxista y fidelista.

Consideramos inestimable el aporte y la ayuda que nos prestaron muchas federadas fundadoras, así como otras compañeras que acumularon su experiencia en el desempeño de importantes responsabilidades de dirección en estas cinco décadas de trabajo educacional, político e ideológico de la FMC. Una de ellas, Alicia Imperatori Grave de Peralta, fue secretaria de Vilma desde los primeros tiempos en que se gestaba la Federación, y se convirtió en su más cercana ayudante, custodia del inestimable patrimonio documental devenido testimonio histórico de la revolución de las mujeres en la Revolución cubana.

Igualmente, valiosas consideramos las acotaciones de otra fundadora, colaboradora permanente de Vilma, que desempeñó la importante función de asesora jurídica desde la creación de la FMC, y llegó a ser una experta en derechos y deberes de las mujeres en la legislación cubana: la Doctora Mercedes Garrudo Marañón.

Fueron imprescindibles las observaciones y sugerencias de compañeras que integraron o integran el Secretariado Nacional: Dora Carcaño Araújo —durante muchos años secretaria general—, Esther Velis Díaz de Villalvilla, Nieves Alemañy Aguilera, Magalys Arocha Domínguez, Sonia Beretervide Dopico, Mayda Álvarez Suárez, Arelys Santana Bello, Elsa Rojas Hernández, Teresa Hernández Morejón, Isabel Moya Richard y Alicia Campos Pérez. De igual forma otras que fueron integrantes del Comité Nacional: Martha Casas Mompeller, Tamara Columbié Matos y Yamila González Ferrer, así como la funcionaria Herminia Rodríguez Pacheco.

La cronología fue objeto de revisión rigurosa en todas las Direcciones Provinciales de la FMC. Se destacan los aportes de La Habana, Matanzas, Camagüey y Guantánamo. Surina Acosta Brooks, la entonces secretaria general en Santiago de Cuba, junto con especialistas de investigación histórica de esa provincia, brindaron aportes puntuales que enriquecieron los datos del estudio realizado para este libro. También ofrecieron apreciadas contribuciones las compañeras Aracelis Careaga Hernández y Ana Luisa Expósito Rodríguez.

Muy necesaria y eficiente labor desarrollaron las compañeras y compañeros que contribuyeron en la búsqueda de documentos, digitalización de textos y del archivo fotográfico, diseños de formatos y en todo el proceso de edición requerido para este libro, entre ellas Teresa Martínez Martínez, Odalys Armenguer Estrada, María Elena Pérez Ronquillo y Asela Hidalgo de los Santos, de la FMC; Margarita León Contreras, del Centro de Documentación; y muy especialmente Luis Enrique Mederos Antúnez —quien dedicó muchas horas a la corrección, composición, maquetación y diseño—, Iyaimí Palomares Mederos y Vivian León Pérez, de la Editorial de la Mujer. Igualmente nos brindó apreciado apoyo Elsa Montero Maldonado, de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

Reconocimiento especial hacemos a la Dirección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, particularmente a su jefe, el general de brigada José Carrillo Gómez, y al coronel Francisco Jardines Leiva, por su interés y colaboración en el proceso de edición de esta obra.

Nuestra más profunda gratitud por el inestimable esmero para hacer de este libro un digno homenaje a Vilma expresamos a los compañeros Rolando Alfonso Borges y Alberto Alvariño Atiénzar, jefe y vicejefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido; a Jorge Fernández Era, subdirector de la Editorial José Martí, quien como editor se consagró con elevado profesionalismo; a Juan José Valdés Pérez, director general de la Empresa de Artes Gráficas Federico Engels, y su equipo de trabajo, que hicieron posible esta publicación, así como al Instituto Cubano del Libro.

A todas y todos los que concedieron el enorme valor que merece entregar al pueblo cubano una muestra del pensamiento de nuestra querida Vilma Espín Guillois, les reiteramos el aprecio y el agradecimiento, porque juntos pusimos el mayor empeño: lo hicimos con amor.

Yolanda Ferrer Gómez

Carolina Aguilar Ayerra

 

 

Al caer la noche, cuando el entusiasmo no cabe en las casas, en la plaza es la cita, y una mesa la tribuna: todo es amor y fuerza la palabra; se aspira a lo mayor y se sienten bríos para asegurarlo; la elocuencia es arenga, y en el noble tumulto, una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia del martirio no calientan con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana.

José Martí

 

 

El fuego de la libertad siempre ardió en el corazón rebelde de Vilma y la hizo vanguardia y símbolo en la batalla por conquistar la Patria libre, soberana e independiente por la que lucharon nuestros héroes y heroínas de todos los tiempos.

Fue la llama que templó su recia voluntad, firmeza y confianza en que nada es imposible si tenemos la razón y somos capaces de luchar por la justicia, por los sueños y por los ideales.

Fue la fuerza que la convirtió en ejemplo y guía de las cubanas y cubanos al hacer realidad la Revolución de las mujeres dentro de la Revolución socialista.

El fuego de la libertad es el que inculcó para siempre, como el más hermoso legado, en las generaciones que tuvimos el privilegio de vivir en su tiempo y en las que continuarán su obra.

 

 

Una introducción necesaria

Hoy más que nunca

El ejemplo de Vilma es hoy más necesario que nunca. Consagró toda su vida a luchar por la mujer cuando en Cuba la mayoría de ellas era discriminada como ser humano, al igual que en el resto del mundo, con honrosas excepciones revolucionarias.1

Fidel Castro Ruz

Así, con este discernimiento preciso, lo vaticinó en sus «reflexiones» nuestro Comandante en Jefe apenas unas horas después de la desaparición física de Vilma, ocurrida el 18 de junio de 2007.

Era una responsabilidad insoslayable y un compromiso con las actuales y futuras generaciones iniciar un recorrido por el breve espacio de medio siglo atrás: volver la mirada hacia su historia, hacia las concepciones teóricas y organizativas de Vilma; a las enseñanzas que nos transmitió en el cotidiano quehacer y a sus valores siempre vigentes; al análisis del contenido del pensamiento que nos legó en su obra escrita y su accionar; a recordar para extraer las válidas lecciones que pudieron apreciar sus colaboradores más cercanos acerca de cada criterio, cada opinión vertida sobre el tema de la mujer y la Revolución que ocupó todos los momentos de su vida desde los primeros pasos, cuando surgía colectivamente el propósito de crear una organización de mujeres unidas para hacer la Revolución que no solo nos incluía, sino que nos priorizaba. Muchas apenas intuimos la envergadura de tal empresa, pero bien pronto se nos manifestó en toda su magnitud. En esa búsqueda fue imprescindible detenerse también en su labor permanente y contribución efectiva a fomentar y forjar cada vez más sólidas bases a la familia en el socialismo y a presentar, al menos, algunas pinceladas de su aporte a la formación de la infancia y la juventud, en su admirable afán de educarlos en los más altos valores de nuestra sociedad, así como la batalla sistemática que impulsó para hacer cada día más fundamentado y oportuno el trabajo preventivo, educativo y de atención social.

Quedará explícita también su inagotable avidez por coadyuvar al desarrollo de las ciencias; a elevar la productividad, incrementar la producción, diversificarla y sustituir importaciones; aprovechar al máximo los recursos naturales, acrecentar el ahorro y preservar el medio ambiente; propiciar las investigaciones en todos los campos del saber, especialmente los relacionados con la producción y la elevación del nivel profesional de la fuerza técnica.

Este ejercicio maravilloso de revisitar muchas de las páginas de un pasado reciente vivido con intensidad, a través de la palabra de Vilma, grabada o filmada, de la relectura de buena parte de sus ensayos, entrevistas de prensa, correspondencia, discursos, tesis, intervenciones en reuniones y eventos, y muchísimos otros documentos, se convirtió de hecho en una oportunidad inigualable para estudiar su pensamiento político, construido por su historia de vida, y su entorno existencial, en su familia, su ciudad natal y su Patria, y por todo el conocimiento y la práctica social adquiridos por ella.

El resultado de esta indagación retrospectiva removió nuestros sentimientos y a la vez nos trajo el recuerdo de acontecimientos memorables estudiados y evaluados magistralmente por Vilma. Por eso llegamos a la conclusión de que, en la medida de nuestras posibilidades, era necesario compartir esta enriquecedora y reveladora experiencia con las federadas y todas aquellas personas de nuestro país o de cualquier lugar del mundo interesadas en los pormenores del proceso revolucionario cubano, y en las mujeres y los hombres reales, pensantes, profundamente afectivos y generosos que iniciaron y desarrollaron la etapa de las transformaciones revolucionarias en nuestra caribeña Cuba, la mayor de las Antillas.

Para ello fuimos conformando el concepto y la estructura de este libro, que reúne fragmentos ilustrativos de la obra escrita o dicha entre 1959 y 2005 por Vilma, la intrépida luchadora por la segunda y definitiva independencia de nuestra Patria, integrante de la vanguardia de la generación histórica que condujo a nuestro pueblo a la victoria, fundadora de la nueva sociedad, mujer ejemplar cuyas ideas revolucionarias se recogen en esta publicación, que refleja, a la vez, parte importante de la obra de toda su vida.

También incorporamos la publicación de algunas copias facsimilares seleccionadas entre decenas de las notas que escribía habitualmente. En ocasiones se trataba de guías para entrevistas, informes o discursos. En otras, anotaba sus reflexiones o criterios sobre temas que requerían o merecían su especial atención, pues entre sus características se apreciaba su gran poder de abstracción, aun en medio de sitios o reuniones sobre asuntos disímiles, y lo más singular es que lo hacía sin perder el hilo de las cuestiones tratadas cuando redactaba sus apuntes en aquellas libreticas que ella llamaba «guardamemoria».

Muchas de esas vivencias invaluables sobre la construcción de una sociedad nueva quedarán impresas con la aspiración de difundir sus relevantes concepciones y las consecuentes acciones que promovió para inculcar en las mujeres un enfoque creador de la realidad social, como parte insustituible de la batalla cubana por el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer. Ese propósito nos llevó a presentar los materiales ordenados en seis capítulos y un anexo final, correspondiente a una cronología que recoge la mayor parte de los acontecimientos familiares, políticos, culturales y sociales que marcaron el derrotero de su vida.

En el primer capítulo nos planteamos esbozar un perfil de su personalidad, una forma de retrato escrito que resulta de la conjunción tanto de los rasgos propios de su carácter como del estudio de las influencias recibidas en sus medios familiar y social, insertados en una época crítica de su país y del mundo.

En el segundo abordamos la complejísima tarea de forjar la unidad de acción de las mujeres en el inicio del camino de construcción de una nueva sociedad, convirtiendo a las beneficiarias en protagonistas de la obra de su propia liberación. Los capítulos tercero y cuarto encaran de forma directa el impacto que significa para la vida y el pensamiento de las mujeres cubanas la Revolución educacional y la garantía del derecho al trabajo productivo social, científico e intelectual, como fundamentos para alcanzar la plena igualdad de género.

Un quinto capítulo trata de analizar la trayectoria de la introducción y comprensión de las ideas de igualdad, en primer lugar, en las propias mujeres, en los hombres, en los ámbitos social y familiar, en las políticas gubernamentales y en la sociedad civil, así como adentrarnos en las vías y formas que adquiere esta batalla contra el pasado, contra los prejuicios y la existencia de una cultura de la discriminación. El capítulo final trata sobre la solidaridad como ética, y las relaciones con organizaciones femeninas y movimientos sociales; con personalidades, organismos y organizaciones gubernamentales, en nuestra región y en el mundo. Enfatiza en la agenda del siglo XXI del movimiento de mujeres del cual formamos parte, y de sus luchas por un mundo de justicia, igualdad y solidaridad.

Acerca de este interesante y complejo fenómeno de rupturas con ancestrales tradiciones y costumbres, con los rígidos patrones culturales sobre los géneros, socialmente asumidos, que caracterizaron a las mujeres cubanas y las situaron entre los grupos poblacionales más pobres, marginados y discriminados, tratan los textos que hemos seleccionado entre las páginas que consideramos más representativas de su pensamiento político y acción militante, lo cual constituyó una ardua y difícil tarea.

Todas las que tuvimos la excepcional oportunidad de aprender a trabajar a su lado desde aquellos tiempos iniciales de la FMC hasta hoy, encontramos vivas y actuales sus lecciones de humanismo y ética, pues de Vilma nunca se podrá hablar en pasado, no es de los seres humanos que desaparecen o pueden ser olvidados. Ella es de la estirpe de las heroínas y héroes que trascienden los tiempos dejando su huella imperecedera. Consideramos también que este libro apenas resulta el comienzo de los estudios sobre el pensamiento de Vilma y la implicación que ha tenido y tendrá en la sociedad cubana.

Las misiones políticas, culturales y sociales de la Federación están claramente delineadas: llegar a todas las mujeres —amas de casa, trabajadoras, campesinas, jubiladas, jóvenes y adultas mayores, estudiantes, profesionales, científicas, técnicas, militares, deportistas…—, continuadoras del combate para seguir ocupando ese lugar ganado con esfuerzos, decisión y sacrificios, y mantenernos en la primera línea de la Revolución.

La batalla por la plena igualdad de la mujer, por la construcción de una cultura de la igualdad, nos lo han reiterado Fidel y Vilma, es larga y compleja, corre pareja con el desarrollo de las condiciones objetivas y subjetivas para arribar al socialismo. Vilma estará en ella presente en todos sus momentos, pues nos ha legado una concepción política marxista, martiana y fidelista sobre la liberación de la mujer que, por su visión propia de la Patria y del mundo, su genuina interpretación de la situación de las cubanas, de los rezagos ideológicos que todavía limitan el despliegue de todas sus potencialidades, adquiere el carácter científico y la fuerza de un instrumento idóneo para encauzar los objetivos estratégicos y las acciones de la Federación de Mujeres Cubanas, y dar continuidad a nuestro trabajo político-ideológico en las actuales circunstancias que vive el país.

Ahora toca a todo el pueblo de Cuba, pero sobre todo a nosotras, las mujeres, seguir adelante, hacer realidad sus sueños y sus elevadas aspiraciones de alcanzar toda la justicia para las mujeres. Se impone consagrarnos al objetivo fundamental de fortalecer la Federación desde sus bases, renovar la estructura y los contenidos, en concordancia con el propósito de actualizar nuestro socialismo, atemperándolo a las necesidades y condiciones de nuestra realidad social y del mundo de hoy.

Defender nuestra Revolución socialista y trabajar con entusiasmo y creatividad día a día, con la valentía política que Vilma nos inculcó y el optimismo que siempre nos permitió avanzar hacia las metas trazadas: ese es nuestro compromiso mayor. Ser consecuentes con la confianza que ella siempre demostró a cada una de nosotras, la misma que siempre depositó en las federadas, dirigentes de base, activistas y cuadros de las diferentes instancias; en las mujeres cubanas, que sabrán defender los grandes logros alcanzados y trabajarán más preparadas y con el mismo entusiasmo por el porvenir socialista de nuestra Patria.

Por todas estas necesarias metas que nos trazamos ahora, Fidel nos advirtió con su proverbial sabiduría acerca del valor del ejemplo de Vilma.

Siempre, en todas las etapas de la lucha revolucionaria, las mujeres cubanas, especialmente Vilma y nuestra Federación, hemos contado con la máxima comprensión, el consejo oportuno y la guía de Fidel, que ubicó la lucha por la igualdad entre los principios fundamentales de la Revolución. Para las cubanas, la mayor de sus virtudes —como la de nuestro Héroe Nacional José Martí— es la de ser sembrador de ideas, y merece especial reconocimiento como hombre, como revolucionario y pensador excepcional por haber inculcado el profundo sentimiento de justicia que encierra la idea de igualdad para las mujeres y los hombres. Fidel encarna la prédica martiana de «conquistar toda la justicia». Por ello, de forma recurrente nos advierte a las cubanas acerca de los peligros de pérdidas y retrocesos, y de la imperiosa necesidad histórica de no renunciar a ninguno de los logros conquistados.

Nuestro presidente Raúl asumió con empeño y decisión, durante todo el devenir revolucionario, esta línea trazada por nuestro Comandante en Jefe, y hoy, con el mismo ímpetu, dando continuidad a su pensamiento, encabeza, desde el Partido y el Gobierno, la batalla por el ejercicio pleno de la igualdad de género, por el adelanto y la promoción de las mujeres.

Entre los objetivos definidos por la Conferencia del Partido en enero de 2012 se definen clara y concretamente las prioridades identificadas con el fin de eliminar hasta el último vestigio de discriminación que pueda existir en nuestra sociedad y eso, que constituye línea de acción para cubanas y cubanos, en lucha frontal contra prejuicios y atavismos, nos llena de orgullo porque es garantía de que la voluntad política manifestada desde el 1ro. de enero de 1959 nos seguirá impulsando en este decisivo siglo XXI, defendiendo las conquistas, sin retrocesos, honrando la memoria de Vilma con nuevos avances.

Por ello, la convicción de la necesidad de la Federación de Mujeres Cubanas en el proceso revolucionario se hace más patente y se acrecienta ahora, cuando contamos con la experiencia colectiva acumulada en más de medio siglo de existencia. Los desafíos son constantes y renovados. A las actuales generaciones de cubanas corresponde responder, como lo hicieron ayer nuestras antecesoras, abuelas y madres, con su participación consciente para seguir construyendo nuestro mundo mejor, como Vilma predijo en 1985: «En las tareas de la Revolución siempre se vuelve a empezar, se puede empezar y se debe empezar. Nunca se termina».

Yolanda Ferrer Gómez

Carolina Aguilar Ayerra

 

 

Capítulo I: El fuego de la libertad

El fuego de la libertad

Ciudadanos: la mujer, en el rincón oscuro y tranquilo del hogar,

esperaba paciente y resignada esta hora hermosa, en que una

Revolución justa rompe su yugo y le desata las alas.2

Ana Betancourt

Época de sucesos trascendentales la que le tocó vivir a Vilma Espín Guillois desde su nacimiento, el 7 de abril de 1930, y durante toda su juventud. Años de la Segunda Guerra Mundial y del genocidio atómico de Hiroshima y Nagasaki, que costaron decenas de millones de muertos y destrucción en los escenarios europeos y asiáticos. Pero fue también la del florecimiento de la literatura y el arte en la postguerra, cuando comenzaban a materializarse los resultados de la mayor revolución científico-técnica conocida en la historia.

Tiempos de revoluciones liberadoras, de nuevas experiencias socialistas y su contraparte: la aplicación de ensayos y modelos capitalistas de desarrollo que provocaron mayor dependencia económica y política, pérdida de soberanía, pobreza e indigencia, exclusión social y ensanche de las brechas entre dos mundos: el rico y poderoso y el de los pobres de la Tierra, los países del secular subdesarrollo.

Era de contrastes y profundas desigualdades, de injusticias, de irracionalidad, de periódicas crisis económicas y financieras, de creciente, acelerada y depredadora agresión medioambiental, de ocasos dolorosos, de experiencias históricas que crearon la ilusión de un socialismo vencido. Una enrevesada trama social y política que originó a la vez albas y despertares, extendidas rebeliones, y el renacer de la utopía bolivariana y martiana en los países de Nuestra América.

Fue también el período en que tiene lugar uno de los acontecimientos distintivos de la última etapa del siglo a escala mundial: el incremento de la participación de las mujeres en la producción y la política, en la vida cultural, constituyendo una insoslayable arista del desarrollo social, al parecer como cambio irreversible que marca, a la vez que justa reivindicación, la concreta expresión de la necesidad de radicales transformaciones sociales.

En Cuba, la primera mitad del siglo XX constituyó un momento triste y oscuro de nuestra historia. La nación fue gobernada por personeros corruptos y dictadores acólitos de los imperialistas yanquis, que se adueñaron de sus riquezas, de su economía. Fue al mismo tiempo una etapa de enfrentamientos, de rebeldía, de luchas y forja de la Revolución. Dando continuidad al legado de las mambisas, las trabajadoras, estudiantes e intelectuales desempeñaron un papel destacado en todas las luchas políticas de las décadas de los veinte y treinta, con los dramáticos combates antimachadistas.

Los puntos candentes de la rebeldía contra el dominio neocolonial y sus cómplices locales se ubican en el período de grave crisis política, económica y social provocada por el golpe de Estado de 1952 y la instauración de la tiranía batistiana, cuando quedó claro que únicamente empuñando las armas podrían conquistarse todos los derechos y los sueños por los que habían caído tantos hijos de la Patria en más de cien años de lucha.

El 1ro. de enero de 1959, el apoyo entusiasta de las cubanas a la Revolución triunfante se torna espacio de toma de conciencia y en breve lapso deviene movimiento social revolucionario que inscribe una singularidad del proceso cubano: la Revolución de las mujeres dentro de la Revolución socialista.

Admirable ha sido la trayectoria de Vilma, su especial vínculo con Fidel, los lazos de amor y de ideales con Raúl, su incesante actividad al frente de la Federación de Mujeres Cubanas, su papel como dirigente del Partido Comunista de Cuba, miembro de su Comité Central y de su Buró Político; como diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, presidenta de su Comisión de Atención a la Infancia, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer e integrante del Consejo de Estado, su labor al frente de la Comisión de Prevención y Atención Social y del Centro Nacional de Educación Sexual, así como su intensa actividad en la arena internacional, entre las más importantes actividades y funciones que desempeñó.

Su familia, sus amistades, sus maestras y profesores, sus compañeros de lucha, su inclinación por la lectura y el estudio, la viva memoria histórica de su natal Santiago de Cuba, contribuyeron a forjar la fuerte personalidad de Vilma, que sobresalió por su espíritu creador y amplia cultura, a la par de un desarrollo armonioso en el que se conjugaban ciencia y conciencia, racionalidad y sentimientos.

El 30 de julio de 1987, aniversario 30 del asesinato del inolvidable Frank País García, jefe de Acción Nacional del Movimiento 26 de Julio, perpetrado por fuerzas del régimen tiránico de Batista en Santiago de Cuba, expresaba:

El pueblo de Santiago, el pueblo oriental, jamás vaciló al llamado de la Patria. La clarinada de Céspedes, como la de los Maceo, o la de Fidel, tuvo siempre en esta tierra oídos receptivos, brazos listos para la acción, respuesta viril. No ha habido hombre o mujer remiso a la lucha, al apoyo, a la participación en cuanta tarea noble y digna se haya planteado. Ser santiaguero, hijo de la Ciudad Héroe, implica un honor que obliga, y ¡hay que merecer ser santiaguero!

Sus convicciones políticas, en las que resalta su identificación con el ideario martiano, su apego a la justicia y la verdad, a las que considera entre los más elevados valores que deben regir las relaciones sociales, su inmensa capacidad de comprensión y de amor, crecieron y se nutrieron de esos extendidos y hondos sentimientos patrióticos, combativos, optimistas y emprendedores que anidaron en el pueblo cubano, nacidos de las ansias independentistas frustradas con la rapaz intervención norteamericana, y de la fuerte experiencia de lucha armada trasladada desde los mambises de alzarse contra todo aquello que intentara oprimir o dominar a la Patria.

La esencia de su identidad y de su compromiso político es, por tanto, principio que no requiere explicación; es el fundamento de la condición que la hace heroína trascendente, sustentado por su decisión de consagrar su vida a la independencia de su Patria. Con sus propias palabras definió su significado una y otra vez:

Ser cubano, ser cubana, es privilegio que honra y compromete a quien nació como tal o recibió este don por sus méritos, e implica seguir las huellas, defender el legado de dignidad y coraje de quienes, al sentir el orgullo de serlo, identificaron su Patria y decidieron hacer a Cuba libre, independiente y soberana.3

Vilma siempre habló de las huellas decisivas que moldearon sus ideas y criterios. José Martí ocupaba el lugar cimero entre sus fuentes de inspiración, designándolo «el ideólogo mayor». A su lado, el más genuino de sus discípulos, Fidel, artífice principal de nuestras victorias, capaz de aplicar las enseñanzas martianas en las luchas por la independencia del dominio neocolonial del siglo XX, al frente de la Generación del Centenario, a la que Vilma se unió con toda la pasión y conciencia de su estirpe cubana.

A nuestro Héroe Nacional José Martí dedicó una pieza oratoria que constituye un retrato exquisito y profundo de su obra. El 28 de enero de 19864 expresó:

Palabra y acción se fundieron en la proeza de su vida. El colosal legado literario de José Martí está elevado con creces por su consagración a cuanto contribuyera a liberar a los pueblos de América del yugo colonial, a llevarlos a la integración latinoamericana frente al poderoso Norte.

A Fidel le expresó en carta de felicitación por su cumpleaños 70, el 13 de agosto de 1996:

Amamos en ti a la Patria porque sintetizas toda la gloria de los próceres de la independencia, la rebeldía con que generaciones de patriotas se lanzaron a hacer realidad los más hermosos sueños, y porque no solo trazaste el camino con la prédica martiana, sino que hiciste nuestra y enriqueciste la teoría marxista-leninista haciéndola florecer en la primera Revolución socialista del hemisferio.

Y más adelante se preguntaba:

¿Qué hubiera sido de nosotras, de nosotros, sin ti, Fidel, sin tus trascendentales condiciones de estratega, sin tu dirección certera? ¡Brillante timonel que en medio de la tormenta sabe enderezar la proa hacia la luz!

Admiraba profundamente a la insigne Mariana Grajales, a quien consideró siempre por su valentía, entereza y estoicismo, por su entrega absoluta a la causa de la libertad, como Madre de la Patria. De ella diría en junio de 1978:5

…representa la rebeldía y el patriotismo de la mujer cubana en todas las épocas, y su historia extraordinaria ha constituido ejemplo y estímulo para las combatientes, para las madres revolucionarias que a lo largo de más de un siglo de gloriosas batallas dedicaron lo mejor de sus fuerzas a las gestas de la libertad y la soberanía de nuestro pueblo.

En Bernarda Toro, Ana Betancourt, Rosa la Bayamesa y Amalia Simoni puso su mirada honda, humana, con esa singular comprensión de quien transitó similares caminos y enfrentó parecidos escollos y peligros.

Dimensionó en toda su magnitud el decisivo papel de las valerosas y sacrificadas familias mambisas que se sumaron al trajín del combate contra el yugo colonial, y puso en su justo lugar el desempeño de las cubanas en todas las etapas de las guerras de independencia. Se trataba de mujeres con criterio propio —afirmaba de forma reiterada—, con opiniones, que no siguieron ciegamente al marido por el deber de esposas, como ordenaban los patrones de la época, sino que compartían ideas, aspiraciones, las luchas en todas las formas y circunstancias.

Firme fue su exigencia cuando se definía el boceto del monumento ecuestre erigido en honor de Rosa la Bayamesa. Vilma solicitó al autor de la obra6 que, junto al jolongo de hierbas medicinales que siempre cargaba para curar a los heridos de la guerra, debía incluirse su machete mambí, pues además de eficaz sanadora fue esencialmente una combatiente por la libertad que supo empuñarlo con bravura en la pelea contra los colonialistas españoles.

El 1ro. de diciembre de 1991, en el homenaje a Amalia Simoni, compañera de Ignacio Agramonte y Loynaz, El Mayor, Vilma apuntó:

Conciencia y valentía es el calificativo que define la conducta de Amalia Simoni, cuando las columnas españolas llegan al rancho de Angostura, en medio del monte, donde con Ignacio celebraba el primer año de vida de su hijo Ernesto.

No hay una sola duda o vacilación: Ignacio debe salvarse. Ellas enfrentarán al español: el deber con la Patria está antes que todo. En esos instantes aciagos, con el enemigo vigilando, todavía Amalia salva, escondiendo entre sus ropas, la bandera cubana.

Los avanzados conceptos revolucionarios de Ana Betancourt de Mora llevaron a Vilma a desentrañar de sus textos hasta las palabras más reveladoras de su sólida cultura política, como cuando la valiente patriota expresa que a las cubanas entregadas a la lucha no las detiene ni la perspectiva del cadalso, lo cual, según Vilma, reafirmaba el impacto recibido por Ana al conocer de la muerte en la guillotina de la revolucionaria francesa Olimpia Des Gouches.7

De igual forma evaluó en Ana, como antecedentes de las actuales luchas de las mujeres por la igualdad de derechos y oportunidades, su fervorosa denuncia sobre la condición de esclavitud de las cubanas relegadas al «oscuro rincón del hogar». Y valoró como un aporte teórico el vincular por primera vez en nuestro continente las luchas de las mujeres con el movimiento independentista. Su calificación de «Revolución nueva» a la cubana, distinta a las conocidas —las revoluciones francesa y norteamericana, o las independentistas de Nuestra América—, sumaría a los más altos ideales los conceptos abolicionistas y liberadores de confraternidad, igualdad social y libertad política. Distinguió en Ana no solo preclaros criterios políticos, sino también los elevados ideales de educación que concebía para la mujer, como si quisiera aprisionar en su metafórica frase «Una Revolución que desata las alas» todo el sentido revolucionario que tiene romper las cadenas enajenantes de la ignorancia y la marginación social.

Se admiraba Vilma de que en pocas palabras Ana, en 1869, describiera la situación de la Cuba colonial: «Aquí todo era esclavo: la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color, emancipando al siervo. ¡Llegó el momento de libertar a la mujer!». Su reclamo a consignar constitucionalmente los derechos de emancipación de la mujer la ubican en el sitial de las pioneras, de las precursoras de las luchas que en todo el mundo aún libran las mujeres en el siglo XXI.

En 1968 Vilma integra la Comisión Nacional de Homenaje al Centenario del Inicio de Nuestras Guerras de Independencia, que presidió el destacado combatiente Faustino Pérez Hernández. Entre las acciones que ambos promovieron en dicha Comisión figuran las gestiones para repatriar los restos mortales de Ana, que se encontraban en un cementerio en España. Su retorno a la tierra natal en ese significativo año representó el homenaje de la nación cubana a la grandeza de la patriota camagüeyana. En abril de 1982 fueron trasladados al mausoleo erigido en su honor, ubicado en Guáimaro, lugar donde en 1869 se constituyó el primer Gobierno de la República en Armas.

Otras influencias medulares se fundieron también en su pensamiento: Mella, Guiteras y la generación del 30, las ideas socialistas que le llegaron desde sus días universitarios a través de aquellos admirados profesores, exiliados de la España republicana, entre ellos Julio López Rendueles, Juan Chabás, José Luis Galbe y Herminio Almendros, que marcaron el signo avanzado de la naciente universidad santiaguera.

Vilma sentía especial predilección por la Matemática, la Física y la Química; de ahí que hubiese elegido, como pionera de las mujeres de aquellos tiempos, la Ingeniería Química Industrial como carrera. Pero también le atraía la Historia, en particular la cubana. Los distinguidos historiadores José Antonio Portuondo, Julio Le Riverend, Hortensia Pichardo y la santiaguera Nydia Sarabia figuraban entre sus autores preferidos en esa materia. Y también estudió los sucesos más sobresalientes de la Revolución francesa, sus precursores e ideólogos: los enciclopedistas; profundizó en el análisis de la participación de las mujeres, las experiencias de los clubes femeninos y sus frustraciones; reconoció los aportes teóricos y prácticos, sobre todo los demoledores argumentos para oponerlos al escolasticismo.

Confiaba en las ciencias como básico elemento de desarrollo y progreso, y esta faceta de su personalidad fue distinguida en el valioso claustro universitario.

Pero no fueron solo sus grandes maestros los que marcaron sus pensamientos en esos años, sino también un grupo de compañeros y amistades cercanas que desplegaban una intensa actividad vinculada al movimiento estudiantil, cultural y político de la juventud santiaguera, entre ellos Frank País, un joven maestro que desde entonces despuntó con grandes dotes de dirigente, de organizador, de personalidad ecuánime y reflexiva. Como Vilma misma narra:

Frank fundaba su ideología política en el pensamiento de José Martí y lo traducía en conciencia de la disciplina de la lucha y del sacrificio (…) empezó muy rápidamente a cobrar conciencia de qué cosa era la lucha, qué cosa era una Revolución, a hablar de futuro (…) indudablemente, muchos de los compañeros tenían ideas bastante avanzadas, pero todos abrigábamos la idea de acabar con la corrupción, con el robo, ir a una situación progresista, es decir, hablábamos de reforma agraria y de todas esas cosas.

Estos raigales sentimientos patrióticos y antimperialistas en Vilma, el impacto recibido el 10 de marzo de 1952 con el golpe de Estado y la tiranía de Batista, pero sobre todo el Asalto al Cuartel Moncada en 1953 y la magistral autodefensa de Fidel La historia me absolverá reafirmaron su conciencia sobre la necesidad de reanudar la lucha para el derrocamiento del régimen batistiano, y constituyeron el fundamento para la decisión trascendental de su vida: participar en la Revolución que abriera el camino de la realización de radicales transformaciones económicas, políticas y sociales en el país.

Invaluables fueron también sus experiencias en la acción y dirección del Movimiento 26 de Julio en la entonces provincia de Oriente. Los tiempos compartidos con Frank País, Haydée Santamaría, Armando Hart, Asela de los Santos y tantos otros valerosos y preparados combatientes de la clandestinidad, y luego su vida guerrillera en el II Frente Oriental, comandado por Raúl Castro Ruz, indudablemente contribuyeron a ahondar y ampliar sus convicciones y cultura política.

Su entrenamiento en la conducción, en niveles decisorios, de complejos procesos políticos, militares y sociales en todo el tránsito por la guerra de liberación, en sus diversos escenarios y etapas, fueron incorporando características que identificaron su personalidad, entre las que sobresalen su ecuanimidad, valentía y sentido de la trascendencia de la verdad y la justicia en las actividades de dirección, su afán de encontrar cada argumento válido para adoptar las mejores decisiones y la seguridad en sí misma.

Tan fuertes como estos ascendientes que desplegaron sus inmensas potencialidades fue el influjo recibido por la convivencia con el campesinado serrano. De ahí deriva su especial sensibilidad para captar la magnitud y complejidad de la situación tan lamentable de las campesinas cubanas, y seguramente su poder de comunicación, de interpretación cabal de las ideas de Fidel para concretar los cambios sociales y revolucionarios.

Otro aspecto relevante en la conformación de sus conceptos y criterios acerca del período de edificación del socialismo en Cuba fue el conocimiento adquirido sobre la concepción marxista de la sociedad y de la historia. El estudio de la filosofía marxista y la lectura de las obras fundamentales de Marx y Engels enriquecieron su pensamiento político. Particularmente se dedicó a conocer a fondo la teoría marxista acerca del problema de la mujer y el origen de su desventajosa condición y situación social. También profundizó en el análisis de la obra de Lenin y la singular experiencia de las mujeres en la construcción socialista en la Unión Soviética.

Entre sus lecturas de los clásicos identificó un fragmento de Carlos Marx que consideraba una de las definiciones más sobresalientes acerca de la liberación de la mujer:

El cambio de una época histórica puede determinarse siempre por la actitud de progreso de la mujer ante la libertad, ya que es aquí, en la relación entre la mujer y el hombre, entre el débil y el fuerte, donde con mayor evidencia se acusa la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad.

El grado de la emancipación femenina constituye la pauta natural de la emancipación general.8

No solo alcanzó sólidos conocimientos sobre estos temas, sino que promovió su estudio entre los cuadros de la Federación; incluso consideró necesario difundirlos también entre las federadas. Su mayor preocupación se relacionaba con prever los serios riesgos que en la economía, la política y la cultura tiene la interpretación y aplicación mecánica y descontextualizada de las ideas liberadoras del socialismo científico y revolucionario de Marx y Engels, advirtiendo sobre la necesidad de evitar que algunos de sus postulados puedan convertirse en dogmas, tal como aconteció con muchos aspectos teóricos y prácticos después de la muerte del fundador del primer Estado socialista: Vladimir Ilich Lenin.

Siguiendo la proyección de Fidel supo, en su concepción y praxis, imbricar creadoramente el legado de Martí con el de Marx y Engels.

En las fértiles jornadas de la clandestinidad para cumplir las órdenes que Fidel da a Frank País sobre el alzamiento armado de Santiago de Cuba; en los azarosos días posteriores al desembarco del Granma; en toda la imprescindible actividad para el aseguramiento del naciente Ejército Rebelde; en los dramáticos sucesos del asesinato de Frank País, el 30 de julio de 1957; en su intensa labor en el II Frente Oriental Frank País, a partir de junio de 1958, y después, en los decisivos años de la edificación socialista, en los momentos heroicos de fundación y en la cotidiana labor para conquistar los derechos, crear las bases y desarrollar una vida nueva, Vilma, la legendaria Alicia, Mónica, Mariela, Déborah, fue ganando la admiración y el amor que los pueblos solo depositan en sus elegidos. Su siempre compañera y amiga Asela de los Santos lo describió con palabras sencillas y sabias: «Vilma pensó y actuó como la vida misma a la cual se entregó desde su juventud con la confianza en el porvenir de su Patria».

Se integró a la vanguardia de la generación histórica a plena conciencia, como lo hicieran Haydée, Celia y Melba; como cientos de mujeres cubanas de avanzada que se incorporaron a las fuerzas guerrilleras del Ejército Rebelde, a la lucha en la clandestinidad urbana, a los núcleos de la resistencia Cívica.

¡Cuánto orgullo sentimos las mujeres cubanas al ver brillando en su pecho la estrella del título honorífico de Heroína de la República de Cuba, y la orden Playa Girón, otorgados por el Consejo de Estado, que les fueran impuestos por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz el 2 de diciembre de 2001 en Santiago de Cuba, en ocasión de celebrarse el aniversario 45 del desembarco del Granma!

El fuego de la libertad, advertido por Martí, iluminó sus rumbos para convertir en realidad la martiana sentencia: «Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti».

En enero del año 2001, al recibir de la Sociedad Cultural José Martí el Premio La Utilidad de la Virtud, Vilma enfatizó:

Esos mismos principios guiaron nuestros pasos, los de mi generación, que fue y siempre será la del Centenario del Apóstol, que encabezó Fidel frente a los muros del Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba (…) la generación de Frank País y de tantos héroes y heroínas que retomaron las banderas de Dos Ríos y San Pedro hasta la victoria, porque inspirados como estábamos en el ideario martiano, nos impelía a la acción revolucionaria la fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, que ya hoy es presente, y en la utilidad de la virtud, desde las lecciones morales y patrióticas de nuestros fundadores, de aquellos hombres y mujeres que en los días de La Demajagua y Guáimaro crearon la Patria, constituyeron la República en Armas, con los principios de la justicia social, que entonces fue la abolición de la esclavitud, paso insoslayable para alcanzar la independencia y constituir la nación cubana. Si algún mérito personal me corresponde es haber sido fiel a esos ideales, de ser martiana de raíz, de sentir en mi mejilla la injusticia, de amar, como amo desde que nací, a mi pueblo.

En un párrafo del artículo titulado «Siempre entre nosotras, querida Vilma», publicado en la revista Mujeres, queda sintetizado el propósito de reflejar con palabras su carismática personalidad:

Así queda su imagen, brillando con luz propia, erguida como las palmas reales, linda como las orquídeas, las buganvillas, los gladiolos y las rosas que tanto le gustaban, firme como el acero, como sus montañas orientales; dulce, tierna, soñadora, audaz, vibrando con su canto en los hermosos acordes de El mambí y en las más bellas canciones tradicionales cubanas, como una leyenda hecha mujer, siempre joven, aún en la madurez de sus 77 años.9

 

 

¡Fidel, como siempre, ya desde entonces lleno de optimismo y confianza en el porvenir!

Quisiéramos que nos hablara de los primeros tiempos de la Universidad de Oriente y de los inicios de la lucha política entre los estudiantes.

No teníamos ni siquiera local. Prácticamente la Universidad era una gestión. Cuando yo ingresé llevaba un año de trabajo, tenía un alumnado pequeño, y atravesábamos por muchas dificultades. Esos primeros años fueron muy interesantes, porque comenzamos a crear la Universidad. Los estudiantes y profesores venían a La Habana a batallar para lograr que se oficializara: ya empezaban una serie de luchas. Me acuerdo de que teníamos varias coplas hechas por José Luis Galbe, con música española, donde le decíamos horrores al Gobierno porque no nos acababa de oficializar la Universidad, y en definitiva, estuvimos apretados hasta que nos dieron un viejo hospital militar que estaba medio destruido, en el lugar en que está hoy la Universidad de Oriente.

Hasta ese momento había estado en el local de la Escuela de Comercio, y para los de Ingeniería Química era muy difícil trabajar allí, por la situación tan apretada en que estábamos. Me acuerdo que con un profesor, un ingeniero, en el carro de él, que era una cuñita convertible roja, salimos para la loma de Quintero con escobas y cubos y limpiamos aquello y empezamos a trabajar allí. Montamos las tuberías nosotros mismos —no había ni tuberías de agua ni nada— y empezamos a improvisar laboratorios. No había campana; sacábamos los gases con tubos por la ventana. Esa fue una etapa de pioneros muy atractiva, muy agradable, que nos permitió comenzar una lucha ahí mismo, iniciándose la Universidad. Fuimos también pioneros en esa carrera que no existía en Cuba hasta entonces. El programa era muy violento, hubo que modificarlo posteriormente, porque en realidad estudiábamos mañana, tarde y noche. Después vinieron todos los planes de extensión universitaria, cultural, el deporte obligatorio, ideas que en aquel momento eran muy progresistas comparadas, por ejemplo, con la Universidad de La Habana. El ambiente era el de una Universidad muy diferente, de concepciones avanzadas.

Con posterioridad vinieron profesores como José Luis Galbe —bueno, ya él estaba allí—, López Rendueles, Chabás, Almendros, Griñán, Portuondo, una serie de catedráticos que ayudaron mucho a darle un carácter progresista a la Universidad, aunque para eso tuvieron que batallar bastante, porque no todo el mundo tenía esas ideas progresistas. No hay que olvidar que la embajada norteamericana trataba constantemente de influir en la Universidad por todos los medios, incluso colándonos profesores. Teníamos un rector que era pura fachada, era un individuo de sainete, y toda una serie de gente muy débil. En aquellos momentos solo la minoría del alumnado tenía la conciencia política necesaria para saber qué cosa eran los norteamericanos en cuanto a su posesión de Cuba, su dominio económico y político, y para percatarse de sus maniobras, pero sí había un cierto rechazo en el pueblo, ese sentimiento antiyanqui que siempre hubo y que hacía que alguna gente nos cayera un poco pesadita porque la veíamos americanizada, por ejemplo, un profesor colombiano americanizado. Nos caían pesados por extranjerizantes, pero no nos dábamos cuenta del fondo y la importancia que tenía aquello, o sea, que las primeras luchas fueron por la oficialización y el desarrollo de la Universidad.

Claro que después del 10 de marzo10 empezamos a notar que sí había presión por parte de la embajada y hubo una persecución de los profesores del Partido Comunista español o cubano, o de la gente que tenía ideas de izquierda.

Cuéntenos sus experiencias personales a partir del 10 de marzo.

Cuando el 10 de marzo, en lo personal, podría decir que yo tenía escasa preparación política, era poco consciente de la situación del país. Entonces veía la corrupción con mucho escepticismo, un poco con la idea de que yo no podía hacer nada contra ese estado de cosas. Incluso me tocaba votar ese año. Yo no quería sacar la cédula porque pensaba: ¿qué voy a hacer?, votar por uno o por otro da lo mismo. En realidad, tenía una posición muy escéptica, muy poco clara de que pudiéramos hacer algo, salvo alguna contribución mía al desarrollo tecnológico del país, derivada de mi carrera.

En cuanto al 10 de marzo, creo que puedo agradecerle a Batista que ese día resultara para mí explosivo. Sin tener mucha conciencia de qué estaba pasando en el mundo, adquirí la decisión de acabar con eso que estaba pasando. Me parecía una ofensa personal aquello de violar incluso hasta las vías legales de la «democracia representativa», eso me pareció ya el colmo, fue la gota que, colmando la copa, me creó un espíritu de rebeldía. Recuerdo que ese día, poco después de las siete de la mañana, llegó alguien y dijo: «oigan, dicen que Batista dio un golpe de Estado». El profesor que teníamos en aquel momento tenía un hermano postulado para representante y dijo: «Si eso es verdad, aquí hay que alzarse». Y a mí me pareció la cosa mejor del mundo aquello que había dicho. Yo creí que lo hacía muy en serio y ahí mismo decidí que había que alzarse. Y entonces empecé a dar unos brincos altísimos de la felicidad que me produjo la idea. En realidad, una siempre había tenido unos anhelos muy románticos de poder participar en luchas heroicas como la Guerra de Independencia, las luchas contra el machadato, etc. En ese momento me pareció que eso era lo que había que hacer, y me puse de lo más contenta, como un muchacho con una fiesta, y quería en ese mismo momento agarrar los fusiles e ir a pelear.

Salimos hacia el centro de Santiago y fuimos al parque Céspedes; dondequiera se hicieron mítines-relámpago, la gente se arremolinaba y hablaban los politiqueros de entonces. Uno de ellos fue Laureano Ibarra —un tipo que a las pocas horas planteaba: «Batista es el hombre»—, encaramado en un farol del parque Céspedes, con un revólver viejo, de esos 45 de cowboy, parado ahí en la farola: «Vamos para el cuartel, no se puede permitir esto». Entonces arrancamos para allá.

El jefe de la plaza no había querido rendirse al golpe, pero a mitad de camino nos enteramos de que ya Chaviano había tomado el mando de la fortaleza y partimos para la Universidad.

Por la mañana, estando en la Universidad, empezaron a subir unos guardias. Aún actuábamos puramente por apasionamiento; yo me sentía ese día tan furiosa que me puse a provocar a los guardias y a decirles cosas. Un grupo de compañeros preparó barricadas con unos sacos de cemento de las construcciones que estaban haciendo detrás y colocamos altavoces con unos discos del poema de Guillén: «No sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo». Allí estaba el grupo de la gente más progresista y combativa de la Universidad, todo el mundo indignado, con los soldados allí abajo y lanzando discursos y consignas el día entero.

El Consejo Universitario estaba reunido arriba cuando llegaron de momento unos guardias. Asela de los Santos y yo estábamos solas, sentadas abajo, y los guardias entraron con una cara de pena y de susto, los pobres, y nosotras enseguida de frescas, molestas porque habían pisado el suelo universitario: «¿Y usted qué quiere?», y nos pusimos a discutir, y entonces avisaron que yo estaba peleando con un guardia —mentira, yo estaba discutiendo con el hombre—, pero el Consejo en pleno bajó la escalera corriendo, y en definitiva el guardia, que era un pobre infeliz, quedó tan asustado que se fue para abajo otra vez y no pasó nada, pero en realidad se planteaba ya la cuestión de qué hacer, la actitud de rebeldía. A las cuatro de la tarde estábamos en una oficina oyendo el discurso de Batista por radio, y yo estaba que me parecía que estallaba allí mismo. Cuando terminó de hablar Batista yo quería hacer algo en ese mismo momento y le pregunté al profesor que había dicho lo de alzarse, pensando ya en preparar los planes: «Bueno, ¿y ahora qué hacemos?», y entonces el hombre me echó una carcajada y me dijo: «¿Qué tú quieres, que yo le mande un rayo a Batista para que lo mate?». Aquello me desilusionó tanto, me dio una indignación tan grande que se me salieron las lágrimas y salí de allí. Este hombre me defraudó; yo creí que él había hablado en serio. Fue la primera experiencia.

Después de eso nosotros mismos empezamos a escribir panfleticos y a mimeografiarlos con la ayuda de los bedeles de la Universidad, con Salas, Justino y la abuela Evelia. A la hora del almuerzo, cuando todo el mundo se había ido, nos metíamos en el mimeógrafo y tirábamos los panfletos, y muy ingenuamente, como si fueran programas de cine, los repartíamos por las casas de Santiago de Cuba. La primera vez que lo hicimos así, masivamente, fue muy organizado: esa noche nos reunimos un grupo de compañeros en mi casa, cogimos un plano y nos dividimos la ciudad por zonas. En ese grupo estaban Nilsa, Leyla Vázquez, Asela de los Santos y algunos compañeros… después, porque al principio lo hicimos un grupo de muchachas. Es que pensábamos que era más fácil porque teníamos faldas y llevábamos los papeles bajo ellas.

Esa primera vez que hicimos la repartición masiva, Cowley cogió presas a Asela, a Leyla, como a tres o cuatro compañeras. Las tuvieron en el vivac y después las llevaron para la Universidad. Me acuerdo de que habíamos tirado un panfleto chiquito en que se utilizaban unos versos patrióticos de Heredia, agregándole unos comentarios sobre la situación del momento y una frase de exhortación a la lucha. Aquello no tenía gran contenido político, pero sí mucha rebeldía, y Cowley trajo los manifiestos a la Universidad. Yo estaba sentada allí en una ventana y Cowley hablaba con uno de los profesores: «No, no, no, si lo que nos interesa es saber quién escribió esto», y cuando le contestaban que Heredia: «No, no, no; lo otro».

En definitiva, las primeras luchas fueron de ese tipo: tirar panfletos a escondidas con la ayuda de los bedeles. Después comenzaron las primeras manifestaciones en la calle. Creo que la primera fue cuando mataron a Rubén Batista en La Habana, que se hizo un entierro simbólico en Santiago y fue una verdadera batalla. La idea era llevar flores al cementerio, y en definitiva terminamos metidos dentro de los cafés, tirando azucareras a la policía. Luego vino el problema del Canal Vía Cuba, contra el cual trabajamos mucho y trajo manifestaciones, líos, mucha actividad en la Universidad. Ya se había hecho también aquel acto nuestro, después del 10 de marzo, de la jura de la Constitución contra los estatutos de Batista; mucho tiempo después me enteré de que Raúl había participado también en este acto en la Universidad de Oriente.