Vivir según las circunstancias - Noel Fernández Collot - E-Book

Vivir según las circunstancias E-Book

Noel Fernández Collot

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Beschreibung

Para los lectores de memorias, este libro será un regalo. Noel Fernández Collot es un cubano de a pie con una historia singular que, sin embargo, guarda numerosos puntos de contacto con la de muchos. Maestro por vocación, fue contador por necesidad. Activo en la Iglesia Bautista desde su primera juventud, llegó a ser fundador de misiones e iglesias, y pastor. Carente de visión, ha sabido vivir según las circunstancias de su condición especial, sus tiempos y su país. Esta historia del descendiente de un notable revolucionario francés les resultará fascinante a quienes se acerquen a ella.

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Seitenzahl: 365

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografíay el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algúnfragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Coordinación Editorial: Ricardo Leyva / Joel Suárez / Marcel Lueiro

Edición y corrección: Esther Pérez

Diseño y diagramación: Frank Alejandro Cuesta

Conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera

 

Sobre la presente edición:

©Noel Fernández Collot, 2023.

© Editorial Caminos, La Habana, 2023.

 

ISBN 9789593032346

 

Para pedidos e información diríjase a:

Editorial Caminos

Ave 53, nro. 9609 e/ 96 y 98,

Marianao, La Habana, Cuba.

Teléf.: (53) 7 260 3940 / 7 260 9731

[email protected]

www.cmlk.org

Índice de contenido
Prólogo
Vivir según las circunstancias
La familia
Los intermedios
Vocación magisterial
Contador a la fuerza
Ayuda idónea
Las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)
La Asociación Nacional del Ciego
Ecumenismo
El metodismo
La Coordinación Obrero Estudiantil Bautista de Cuba
Llamado al pastorado
La Iglesia Bautista Enmanuel
Obra misionera
La Fraternidad de Iglesias Bautistas de Cuba (FIBAC)
La Pastoral de Personas con Discapacidad
Joni y sus amigos (Joni and friends - JAF)
Allende el mar
La Red Ecuménica en Defensa de las Personas con Discapacidad (EDAN)
Los Pueblos Originarios en América Latina
Mis Cuatro Pastores

Prólogo

 

 

 

 

 

 

 

 

A lo largo de mi vida pastoral y de mi trabajo en el movimiento ecuménico he conocido a muchos hermanos y a muchas hermanas con discapacidad, pero mi fe y confianza en Dios se han fortalecido aún más con la vida, el testimonio y la amistad de una persona excepcional, a saber, el hermano, pastor y licenciado Noel Osvaldo Fernández Collot. De esto dan fe las páginas de este libro, el cual es una referencia obligada para conocer más y de primera mano el testimonio cristiano en una sociedad socialista, sobre el trabajo de las iglesias y, más particularmente, sobre el tema de las personas con discapacidad, no solo en Cuba, sino también en América Latina y a nivel mundial. En este sentido, el volumen es de gran valor formativo, particularmente para las nuevas generaciones de cristianos y cristianas que no vivieron las experiencias de aquellas primeras tres décadas de la Revolución en que se nos imponía un severo ateísmo de Estado, en contraste con la apertura que se produjo a partir de la década de 1990, cuando se adoptó un Estado laico, lo cual propició una participación más plena de las iglesias en nuestra sociedad.

El propósito de esta obra lo define el autor cuando comenta en el primer capítulo: «Aprendí a enfrentar los cambios, aaceptarlos como retos de Dios para mi vida y a encauzarme pornuevos derroteros, buscando y creando las mejores alternativas, no meramente para sobrevivir, sino para servir conexperiencias acumuladas. Eso es lo que intento compartir en este texto». De modo que estamos frente al texto de una persona que, producto de su fe cristiana, ha disfrutado de una vida de esperanza y optimismo, aun en medio de grandes adversidades, algunas de las cuales se explican en este libro.

Con frecuencia he reflexionado sobre la diferencia entreposeer el sentido de la vista, por un lado, y tener visión, por elotro. Esta última se refiere a la capacidad de concebir la realidad futura en tanto se considera el tipo de acción realizadacon imaginación, sabiduría y confianza. La visión motiva unamirada utópica que nos hace avanzar;1es el motor y uno de los fundamentos esenciales de nuestra existencia. Según latradición judeocristiana, esto es crucial, «porque donde no hayvisión, el pueblo se extravía» (Pr29,18a). ¿Cuántas personas conocemos que, disfrutando del sentido de la vista, pierdenel sentido de la vida por carecer de esta visión? He compartido con Noel, que aun cuando perdió el sentido de la vista, prevalece firme su visión, anclada en la fedeCristo (no solo la feenCristo), como él mismo menciona con frecuencia, enfocada en el reinado de Dios, que al decir del Apóstol Pablo es cuestión «...de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Rom14,17).

Noel comienza su libro argumentando sobre la importancia de la familia y la influencia que esta tuvo en su formacióny en su transmisión genética, por cuanto nos informa que «todoshemos perdido el sentido de la vista a consecuencia de una enfermedad degenerativa conocida como retinosispigmentaria».Conocer este trasfondo nos ayuda a entenderlo mejor como persona, y a comprender de manera másclara las ideas de este volumen, especialmente en lo que respecta al tratamiento del tema de las personas con discapacidad. Observamos cómo el autor va desarrollando una seriede labores que dan fe de sus diversas y polifacéticas vocaciones, todas al servicio de un evangelio vivo, presente en lasociedad. Después de compartir en detalle sobre sus estudios, es interesante leer sobre sus diferentes experiencias laborales, comenzando por el trabajo magisterial y después como contador «a la fuerza», como él mismo nos explica.

Con toda justicia y justeza dedica todo un capítulo e innumerables referencias a su compañera de vida, Ormara Nolla Cao, a quien llama «ayuda idónea» (en alusión aGénesis2,18),quien le ha brindado a Noel durante casi sesenta años (desdesu matrimonio en 1965) un apoyo adecuado y fundamental para los diferentes ministerios y tareas que ha desarrollado,a mi entender, asignados por Dios. Indudablemente, ella fue un apoyo vital cuando Noel perdió el sentido de la vista, peroincluso desde antes, como compañera del camino y del servicio, todo esto sin descuidar sus propias responsabilidades en la biblioteca provincial de Camagüey, en la iglesia, en el Consejo de Iglesias de Cuba y en el programa del Día Mundial de Oración, en los cuales jugó papeles muy destacados,entre otras responsabilidades. Cabe notar aquí, de manera similar, la «ayuda idónea» que, estoy seguro, Noel ha sido para Ormara: son una pareja ejemplar que se complementa mutuamente.

Otro aspecto que salta a la vista es lavocación y el compromiso ecuménicos de Noel. Si bien recibió una formación cristiana de carácter denominacionalista, su visión al respecto se fue ampliando gracias a la relación con hermanos y hermanas de varias confesiones. Afirma que llegó a comprender «el valor de la unidad en medio de la diversidad, y la necesidad de un testimonio en el que la aceptación del punto de vista y de la interpretación del otro y la otra se valoraran en lugar de denigrarlos». Como verán, esta lógica de respeto y aceptación de la otra persona incluso va más allá de las relaciones interdenominacionales de las iglesiascristianas para abarcar un ecumenismo más amplio que abraza incluso a instituciones seculares o no gubernamentales.

En este sentido, Noel se manifiesta como un pionero, comofundador o cofundador de varias organizaciones relevantes,al constituirse en coiniciador de la Asociación Nacional delCiego (ANCI) en la provincia de Ciego de Ávila, la CoordinaciónObrero Estudiantil Bautista de Cuba (COEBAC), la Red Ecuménica en Defensa de las Personas con Discapacidad (EDAN,por sus siglas en inglés) y el Consejo Mundial de Iglesias, entre otras.

Un rasgo de la personalidad de Noel que se enfatiza en el libro es su constancia y esperanza. Al describirnos la crudeza de sus experiencias en las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), su primera valoración es de persistenciay de optimismo: en lugar de quejarse, agradece a Dios porla experiencia, por el aprendizaje. Me hizo recordar mi propiaexperiencia en el EJT (Ejército Juvenil del Trabajo), descendiente de las UMAP, en las que, si bien con condiciones devida no comparables –mejoraron en ediciones posteriores–,estuve reclutado por la misma razón que Noel.

De todas las vocaciones mencionadas por el autor, talvez a la que le dedica más tiempo y espacio es a la de pastor.Sobre el particular resalta que «al cabo de muchos años comprendí que ser pastor no es única y exclusivamente estar a cargo de la guía espiritual de una iglesia, sino que es guiar, sobre todo con el ejemplo, a personas que están en el área de influencia del pastor». Vale decir que Noel no solo comprendió esta definición de pastor, sino que la practicó, especialmente entre las personas más marginadas. El hecho de haber sufrido la separación de la membresía de la PrimeraIglesia Bautista de Ciego de Ávila en 1978 y de otras responsabilidades en la Convención Bautista de Cuba Oriental,lollevó a pastorear a otros que habían corrido la misma suerte. Elhecho de haber sufrido la expulsión de ambos niveles de la Iglesia Bautista concientizó aún más al pastor Noel en defensa de las personas vulnerables y marginadas, de quieneshabían sufrido experiencias similares, como lo hizo el propioJesús de Nazaret, y también afianzó en él un mayor compromiso ecuménico.

Significativa es, en este sentido, la fundación de la IglesiaBautista Enmanuel el 13 de noviembre de 1994, y un año después su ordenación y comisión en esta congregación comosu pastor, con un marcado estilo de «cura obrero», noción que menciona tres veces. Me detengo aquí para profundizar en el significado del nombre de la iglesia: Enmanuel es «Dios con nosotros y nosotras».Esto lo resume elocuentementeNoel cuando escribe que la congregación «...cumplió su finalidad con creces y abrió una nueva intencionalidad de servicio y una nueva expresión de la fe, no conocida antes en la ciudad». Y es que, gracias a la obra diaconal, nos sentimosmás cerca de Dios, y nos aproximamos a Dios de manera mástangible a través de otras personas, sobre todo las más vulnerables.

Al respecto, se relaciona en el libro toda una lista de obrasdiaconales desarrolladas por la Iglesia Enmanuel, a saber, la atención a un grupo de Alcohólicos Anónimos (el primero de la provincia de Ciego de Ávila) y, casi paralelamente, un programa que sesionaba cada jueves de atención pastoral a personas de la tercera edad, que recibió el nombre de LaEdad Dorada. Cada año, desde 1997, confeccionan una canastilla que se entrega el 25 de diciembre al primer infante que, necesitándola, nazca ese día. Otras labores de alcance comunitario han sido La Despensa del Buen Samaritano y el tallerde costura, así como una biblioteca especializada en materias relacionadas con la religión, al servicio de investigadoresseculares, líderes religiosos de la ciudad y la gran familia de Enmanuel.

¿Cómo lograr todo esto? Un componente esencial en el trabajo de la Iglesia es una espiritualidad de compromiso. Un ejemplo de ello fue la necesidad de adquirir una nuevapropiedad. Escribe Noel al respecto que «el local se nos hizopequeño y comenzamos a soñar primero, a trabajar despuésy a orar siempre... El 15 de septiembre de 1996 le dedicamos alSeñor el edificio que hoy es nuestra casa de oración... Dios daba respuesta a nuestras oraciones».

Otro aspecto importante del trabajo de esta congregación ha sido su extensión misionera. Cuenta el autor que«fueron dieciocho los lugares donde establecimos trabajo misionero en la provincia de Ciego de Ávila entre 1992 y 2001. De esa labor surgieron seis iglesias: La Vid Verdadera en Corojo, Getsemaní en Colorado, Koinonia en Pesquería, Gabaónen La Ilusión, Betania en Chambas y Canaán en Bolivia. Todaslograron adquirir un lugar propio para sus actividades, y en menos de diez años contaron también con un obrero o una obrera fija en el trabajo pastoral.» El pastor y los feligreses no se contentaron con la obra de su congregación, circunscrita a la ciudad de Ciego de Ávila, sino que inspirados enHechos1,8 y otros textos bíblicos misioneros, han sido impulsados por el Espíritu Santo, que les proporciona el poder paraser testigos de Jesucristo no solo en el lugar donde está enclavado el templo «madre», sino en otras localidades que requieren el mensaje de su evangelio.

Noel concluyó su pastorado en mayo de 2009, cuando la Iglesia instaló como pastor, ante su solicitud de cesar en el servicio activo, a Eduardo González Hernández.

A partir de 1989, cuando Noel perdió casi totalmente elsentido de la vista, recibió de Dios un nuevo ministerio. Cuentaque pensó «en la necesidad de incentivar en las Iglesias cubanas una adecuada política de atención pastoral e inclusiónde las personas con discapacidad». En el año 1992 se creó en el Consejo de Iglesias un departamento que se llamó Coordinación para Discapacitados, del que Noel fue nombrado director.

Entre los énfasis de este departamento, uno de los más apreciados es la formación bíblico-teológica de las personas con discapacidad, que ha sido un arduo trabajo llevado a cabo con los seminarios de teología. Como consecuencia del mismo, el tema ha sido una prioridad para nuestro Seminario Evangélico de Teología. Muchos han sido los logros sobre este particular, entre los que se encuentra la revisión del currículo para incorporar de manera más intencional este tema, así como otras actividades especiales como losseminarios de capacitación de los líderes con discapacidad yla formación de guías-intérpretes para personas sordociegasde las Iglesias cubanas, así como eventos y foros nacionales einternacionales. Resaltamos el proyecto conjunto SET, Comisión Bíblica del CIC y las Sociedades Bíblicas Unidas de un trabajo de traducción de la Biblia. Es importante añadir que el SET tiene como parte de su programación anual un día dedicado al tema de la discapacidad con el título de Día de los Dones de las Personas con Discapacidad. El SET valora altamente y reconoce la labor de nuestro hermano Noel y su equipo, que ha influenciado muy positivamente nuestralabor de formar nuevas generaciones de teólogos y teólogas,de pastores y pastoras, que faciliten el trabajo de concientización y de formación en iglesias más inclusivas, que incorporen de manera más integral los dones de todos nuestros hermanos y todas nuestras hermanas con discapacidad.

El 12 de febrero de 2019 la Junta Directiva del Consejo de Iglesias de Cuba recibió, a través del equipo nacional de la Pastoral de Personas con Discapacidad, la solicitud de liberación del coordinador general del programa y la recomendación de nombrar para ese cargo al máster Rolando Verdecia Ávila. Fueron casi veintinueve años de un hermoso quehacer en que este programa logró significativos impactos. Como era miembro de la Junta Directiva, recuerdo vívidamente nuestras discusiones cuando las personas debían cesar por tiempo reglamentario sus trabajos en los distintos departamentos y comisiones del CIC. Siempre encontrábamos argumentos para que, de manera excepcional,nuestro hermano Noel continuara coordinando esta Pastoral, hasta que llegó nuestro hermano Rolando Verdecia, el actual coordinador de la misma.

Ha sido muy importante también la labor de redes delhermano Noel, no solo con las Iglesias –incluso no miembrosdel CIC–, sino con otras instituciones seculares o nogubernamentales como, por ejemplo, la Asociación Cubana de Limitados Físico Motores (ACLIFIM), con la que colaboró en la distribución de sillas de ruedas a más de siete mil personas, cada una de las cuales recibió una Biblia. Este proyecto se realizó con el apoyo del proyecto Joni y sus Amigos (Joni and Friends– JAF) de los Estados Unidos. Noel y su equipo sirvieron de intermediarios entre ambas organizaciones, todo a favor de estas personas necesitadas, la mayoría de las cuales han expresado su agradecimiento e interés por el evangelio de Jesucristo.

Resalto otro perfil no menos importante del servicio deNoel, esta vez como embajador del movimiento ecuménico cubano en el mundo. Solo por citar un ejemplo, tuvo la oportunidad de servir al ecumenismo mundial a través de su participación en tres áreas del Consejo Mundial de Iglesias. La primera, muy destacada, fue la Red Ecuménica en Defensa de las Personas con Discapacidad (EDAN), de la que fuepor espacio de dieciocho años coordinador para América Latina, y durante diez, integrante de su grupo internacional de coordinación. Fue, además, miembro de la unidad Justicia,Paz e Integridad de la Creación (JPC) y de la Comisión deAsuntos Internacionales (CCIA), una importante esfera del mayor movimiento ecuménico del mundo.

En el trabajo con EDAN en nuestro continente, de nuevo,estuvo presente su énfasis en la formación bíblico-teológica por lo que visitó muchos seminarios teológicos de la región. Aquí y en otras áreas, las experiencias con la Pastoral de Personas con Discapacidad del CIC le fue de inmensa ayuda. Así, un objetivo específico que orientó el trabajo de la Red en América Latina fue el de impulsar la inclusión curricular de la discapacidad en las instituciones teológicas. Con ese fin se realizaron actividades y visitas de promoción a varias de ellas.

Vale destacar los esfuerzos del autor a favor de los «doblemente marginados»: En el contexto tradicional latinoamericano, las mujeres ocupan un lugar muy secundario en la sociedad e incluso en las Iglesias, pero si esas mujeres son además indígenas o afrodescendientes, la marginación es mayor. Y, por supuesto, si a esos dos elementos se une el de vivir con una discapacidad, el efecto es inmenso. Ante esta situación, la Red ha realizado diversas labores para tratar creativamente esta situación, reconociendo la dignidad y lacondición de imago Dei de cada ser humano. El compromisoy la solidaridad de Noel a favor de las personas marginadas se constata, además, por su relación con los pueblos originarios en América Latina, a los cuales les dedica un capítulo del libro que termina con esta frase: «Los cristianos latinoamericanos tenemos una gran deuda con nuestros ancestrosoriginarios. Creo que se hace imprescindible pensar en formas, vías y procedimientos mediante los cuales aprendamos de sus culturas, tradiciones y creencias».

Noel y su equipo de EDAN organizaron una serie de consultas regionales, la última de las cuales se realizó en Santiagode Chile en octubre de 2012. Tuve el gran privilegio de que élme invitara, mientras servía al Consejo Mundial de Iglesias como coordinador de las relaciones con las iglesiase instituciones afines en América Latina y el Caribe. Tuve a micargo el sermón en el culto de clausura, el cual titulé«Comunidades inclusivas para realizar la co-misión de Dios». Concluí con una oración en la quecitaba,en relación con EDAN,la declaración«La Iglesia detodos», adoptada en 2003 por elComité Central del Consejo Mundial de Iglesias. Termino, pues,este prólogo repitiendo esta oración, para así encomendar a Dios esta obra de su siervo Noel.

Oremos: «Permite, oh Dios, que nosotros y nosotras que hemos sido creados a tu imagen, reflejemos tu compasión, creatividad e imaginación al trabajar para reorganizar nuestra sociedad, nuestros edificios, nuestros programas y nuestraliturgia para que todos y todas puedan participar. En ti noestamos ya solos, sino unidos en un cuerpo. Confiados en tusabiduría y tu gracia, oramos agradecidos en el nombre de Jesús», Amén.

 

Carlos Emilio Ham Stanard

 

Matanzas

25 de diciembre de 2021

 

1Como dijera el escritor uruguayo Eduardo Galeano,«La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca lo alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Paraeso: sirve para hacernos avanzar». (http://www.goodreads.com/quotes/33846-utopia-lies-at-the-horizon-when-i-draw-nearer-by).

Vivir según las circunstancias

 

 

 

 

 

 

 

 

Me resulta incómodo escuchar a personas que no viven personalmente la experiencia de la discapacidad decir que esta conlleva un sufrimiento. La realidad es que toda persona, con o sin discapacidad, puede sufrir. Las personas con una discapacidad sensorial, física o cognoscitiva podemos ser sufridas o emprendedoras, alegres y joviales. Todo depende de nuestras circunstancias y de la comprensión que tengamos de la vida. La «vida abundante» que ofrece Jesucristo (Juan 10:10) no está circunscrita a los patrones de belleza y calidad que impone nuestra cultura. Vivir siempre con gozo, esperanza y gratitud a Dios por la vida es una actitud adquirida, inculcada, asimilada.

Quienes viven con inconformidad, tristeza y sufrimiento, aun sin que se les considere discapacitados, llevan consigola peor de las discapacidades. Debemos aprender a «reír conlos que ríen», sin olvidar «llorar con los que lloran», a acercarnos a las personas con discapacidad desde la óptica de la igualdad de oportunidades y a entender que estamos en presencia de seres humanos tan diferente como cualquier otro.

Ser una persona ciega, o sorda, o con cualquier otra condición de discapacidad no es sino una de las tantísimas formas de vida que existen en el mundo creado por Dios.  No haydos seres humanos iguales. Apreciar las diferencias y lucharpor entenderlas nos acerca a la compresión de que todos y todas debemos aprender a vivir con o sin discapacidad. En este sentido, la experiencia de san Pablo es paradigmática: preso en una cárcel de máxima seguridad, amarrado con cadenas a un guardia romano, sentenciado a muerte, próximo a la tercera edad y con baja visión, fue capaz de escribir a la iglesia de Filipo: «corona y gozo de su salvación» y «...yo sé vivir cualesquiera que sean las circunstancias...»

La generación de la que formo parte ha vivido situaciones muy cambiantes. Para mí, el «camino de Damasco» no fue, como para San Pablo, el conocimiento de la gracia salvadora de Jesucristo. Cambios políticos, sociales, económicos, religiosos, vocacionales me llegaron en distintos momentos y me enseñaron a vivir en abundancia y en escasez, a vivir cualesquiera que fueran las circunstancias. Aprendí a enfrentar los cambios, a aceptarlos como retos de Dios para mi vida y a encauzarme por nuevos derroteros, buscando y creando las mejores alternativas, no meramente para sobrevivir, sino para servir con experiencias acumuladas. Esoes lo que intento compartir en este texto.

Adentrado ya en la llamada tercera edad, al mirar hacia atrás no me queda sino la satisfacción del deber cumplido, la gratitud al Señor por las capacidades y fuerzas para vivir en las diferentes circunstancias y la certeza de que todo es posible para Cristo que nos da la fuerza.

 

Ciego deÁvila

septiembre de 2019

 

 

 

La familia

 

 

 

 

 

 

 

 

Nací el 28 de febrero de 1942 en el seno de dos familias muy diferentes. Mi padre, Eduardo Eugenio Fernández Borrero, era hijo del matrimonio formado por Eduardo y María, primos hermanos. Dos hermanos de mi abuelo se casaron tambiéncon dos primas hermanas. En resumen, mis bisabuelos tuvierontres hijos Fernández casados con tres hijas Borrero.

Eso dio lugar a una tara que hizo que en la familia –muynumerosa, por cierto– hubiera una gran cantidad de personascon discapacidad visual. Todos hemos perdido el sentido dela vista a consecuencia de una enfermedad degenerativaconocida como retinosis pigmentaria. La enfermedad es incurable, pero generalmente se manifiesta en la edad adulta. En nuestro país, el oftalmólogo doctor Orfilio Peláez Molinadedicó todos sus esfuerzos a la investigación de esta dolencia.En 1987, el doctor Peláez comenzó a realizar un tratamientoquirúrgico que consideraba que podía detener el avance de laceguera en los aquejados de retinosis. Lo logrado por esteeminente hombre de ciencias tuvo un alcance internacional.Un domingo del verano de 1996, al terminar la celebración litúrgica en la Iglesia Northminster, de Monroe, Luisiana, con la que la nuestra tiene un pacto de hermandad, y en la que me encontraba de visita acompañada por mi esposa, me esperaba a la puerta una señora para darme las gracias por el tratamiento recibido en Cuba para su padecimientovisual, que había logrado detener el avance de su enfermedad.

Fui uno de los primeros pacientes del doctor Peláez en el hospital Salvador Allende, de La Habana. Solía ingresar por una semana para recibir el tratamiento. Lamentablemente,no tuve un resultado positivo, porque un agudo de glauco enel ojo izquierdo primero y una semana después en el derecho me llevó a la ceguera completa.

Durante mis internamientos en ese hospital, y posteriormente en la clínica para la atención a personas con retinosispigmentaria, institución de Salud Pública creada en cada capital de provincia por iniciativa del doctor Peláez, tuve muchas relaciones con personas que, como yo, eran atendidas allí. Fue una magnífica oportunidad para compartir el sentimiento de esperanza que aprendemos de nuestro andar por la vida asidos de la mano del Señor.

Pero volvamos a mi familia paterna. Papá era el mayor decuatro hermanos varones –Luis, Carlos, Joaquín y Rubén– y treshermanas hembras: María Rosa, Alicia y Luz Marina. De ellos,Carlos, Joaquín, Rubén, María Rosa y Luz Marina perdieron la vista a consecuencia de la retinosis pigmentaria.

Mi padre, emprendedor, culto y educado, viajó a los dieciocho años junto a uno de sus primos, Mario Herrera Fernández, a los Estados Unidos. Se establecieron en Nueva York, donde profundizaron su conocimiento del inglés y aprendieron de la cultura y las costumbres de ese país. Mi padre contaba de su tristeza por la discriminación imperante, de la que también fue objeto, en la década de los años veinte y parte de la de los treinta cuando trabajó y vivió allí. Nos inculcó, tal vez sin pretenderlo, un sentimiento de rechazo alAmerican way of life.

A su regreso de los Estados Unidos ambos primos se asentaron en La Habana y mi padre contrajo un primer matrimonio, del que casi nunca hablaba. Su fracaso matrimonial lo llevó a Camagüey, su tierra natal, donde conoció a mamá una noche de domingo en el Parque Agramonte.

En esa época, los jóvenes y las muchachas iban a oír la retreta que tocaba la Banda Municipal de Concierto a las siete de la noche. Mi madre, acompañada por otras muchachas de la iglesia, se marchó del parque un poco antes de las ocho para recorrer los cien metros que lo separan de la Primera Iglesia Bautista y llegar a tiempo al culto dominical. Mi padre siguió al grupo de jovencitas... y se produjo el flechazo.

La relación de mamá con un hombre divorciado once años mayor que ella no fue bien vista en la familia, pero la educación de mi padre y la persistencia de la pareja derribaron el muro de incomprensión. Contrajeronmatrimonio civil en Camagüey en 1935, pero efectuaron la ceremonia religiosa en la Primera Iglesia Bautista de Ciego deÁvila, donde yo también celebraría mis nupcias. Habían decidido hacerlo allí porque el reverendo Guillermo Rodríguez, quien había sido pastor por varios años en Camagüey y en ese momento se desempeñaba en Ciego de Ávila, era guía espiritual de ambos.

Mi padre, quien trabajó casi toda su vida laboral en la empresa ferrocarrilera camagüeyana, de capital norteamericano, logró cargos importantes gracias a su inteligencia y el amplio dominio que tenía del inglés. Su prematura jubilación en 1952 debido a la pérdida de la vista nos puso en situación de desventaja económica. Estábamos acostumbrados a vivir con el magnifico sueldo de mi padre más lo que mi madre ganaba como empleada de la Superintendencia Provincial de Escuelas.

A la obligada jubilación de papá siguió el despido de mi madre. Un año después del golpe de estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, se les exigió a todos los empleados públicos que se sumaran a un acto provincial de apoyo al régimen de facto. Mi madre se negó a participar e hizo declaraciones en contra de la dictadura. En menos de veinticuatro horas fue cesanteada. Nuestra situación económica, ya de por sí precaria, empeoró todavía máscuando debido a un desfalco en la Caja de Retiro Ferroviariomi padre no recibió su jubilación durante el último cuatrimestre de 1958.

Papá se complacía en atender a su familia, visitarla, animarla y colaborar en lo posible con los que vivían en situaciones más desventajosas que nosotros. Recuerdo que cuandoya estaba ciego salía todos los días, de lunes a viernes, a visitar a un familiar diferente. Aún hoy no sé como papá, siendoun ciego total, había adquirido tanta capacidad de orientación y movilidad sin pasar ninguna escuela. Visitaba en especial a sus hermanos y hermanas ciegos y a sus muchos primos que también vivían en total oscuridad. Sus visitas eran más que familiares, pastorales, porque siempre les llevaba un mensaje de aliento y esperanza. Todos disfrutaban de su optimismo y su sentido positivo de la vida. Nunca le escuché renegar de su situación ni mostrarse desesperado. Infundía paz y serenidad.

Luego de su jubilación, papá tenía un residuo visual con el que se defendía. Lo perdió el día en que acompañó a pie, desde el reparto Guernica, en el norte de la ciudad, hasta el cementerio general, en el sur, el cadáver de su cuñada Zenaida Pérez, la esposa de su hermano menor, Rubén. Mi padre comentaba que el sol de frente en ese largo viaje lo deslumbró de tal modo que al llegar al cementerio no veía naday tuvo que pedirle a su hermano Luis, que nunca padeció de la vista, que lo acompañara a casa.

Recuerdo que el día siguiente sucedieron dos cosas que me marcaron. La primera fue que, luego de almorzar, papáse levantó de la mesa en busca del refrigerador para servirse un vaso de agua. Mi hermano corrió a hacerlo por él. Mi padre,con su habitual dulzura, le dijo: «No, déjame solo. Hoy tú puedes ayudarme, pero no siempre voy a tener quien lo haga por mí». Esa misma tarde papá salió a la acera y con un bastón que temprano en la mañana le había traído de regalo mi tío materno, Juan Collot, llegó frente a la puerta de la farmacia que ocupaba la esquina. Se quedó parado allí, intentando cruzar la calle. El farmacéutico dueño del establecimiento, el doctor Pío Delio González, dejó su trabajo y vino en auxilio de mi padre, quien le dijo amablemente: «Muchas gracias, Pío, pero déjeme hacerlo solo. Tengo que aprender a valerme por mí mismo». Yo, que había salido de la casa detrás de papá por temor a que le pasara algo, no me atreví a intervenir. Me limité a observar y orar.

La familia de papá era de hombres y mujeres trabajadores,amantes de las relaciones de compañerismo y fraternidad y con un gran sentido de la honestidad y el amor a las grandes causas. Algunos se confesaban católicos. Rubén fue hasta su muerte, ocurrida en los Estados Unidos, un fiel Testigo de Jehová. Mi padre era el único que tenía una interpretación de la vida acorde con las enseñazas de las iglesias evangélicas y protestantes, aprendida en su juventud, durante su residencia en los Estados Unidos.

La familia de mi madre era muy diferente. Mamá era hija deJuan Collot Montejo y América Pérez Guzmán. Los antecedentes de la familia Collot se remontan a fines del siglo XVIII.Según historias que nos han llegado por trasmisión oral, mitatarabuelo, Jean Marie Collot (aún no había incorporado el D’Herbois a su apellido) se imbuyó del espíritu iluministadel siglo XVIII y terminó estudios secundarios siendo asiduolector de Voltaire y los enciclopedistas, hábito en el que lo inició un vecino parisino.

En esa época prerrevolucionaria se unió a teatros ambulantes de provincia y llegó a ser director teatral en Ginebra.Se unió a una joven con aspiraciones artísticas –una cómica,habrían dicho en la época– oriunda de Niza. Esa relación no tuvo descendencia conocida, lo que no invalida la muy probable existencia de hijos «naturales» de nuestro antepasadoacogidos por su «legítima» esposa ya en época de su meteórico ascenso político durante la Revolución.

Al triunfar la Revolución Francesa, Jean Marie apareció enParís y comenzó una evolución paralela a la radicalización del proceso: desde el parlamentarismo monárquico hasta la presidencia de la Asamblea Nacional y la solicitud de guillotina para Luis XVI, pasando por etapas de popularidad literaria, activismo político jacobino, estrecha relación con Robespierre y muy fraterna amistad con Billaud-Varenne, incluido un fallido intento de asesinato en su apartamento por un terrorista contrarrevolucionario, del que salió bienlibrado porque se atascaron los detonadores de los dos revólveres del homicida.

Dos hechos significativos en esa época fueron el éxito publicitario de suAlmanaque ateísta, que ganó un concurso paracatequizar a los campesinos en los ideales de la RevoluciónFrancesa y la masacre de los sublevados de Lyon, con artilleríapesada, en la época del terror, con el patrocinio y la siniestra compañía de Fouché.

Luego, junto a Billaud-Varenne, salvaría la cabeza de laguillotina al ser deportado a Cayena escasos momentos antesde que los acólitos de turno del Terror firmaran su sentencia de muerte. En Cayena, nuestro antepasado se ganó a la guarnición revolucionaria, fraternizó con las hermanas del hospital en época de fiebres, fue considerado un héroe porel capitán de la guarnición y hasta logró involucrarse en unasublevación de esclavos con la sublime retórica de libertad, igualdad y fraternidad de laDeclaración de los derechos del hombre y el ciudadano.

Su acta de defunción es tan ambigua que más parece unsalvoconducto para la fuga, y no la firmó el médico oficial delfuerte, sino alguien que casualmente lo sustituía ese día. En ese punto es donde se encuentran leyenda y realidad. La historiografía francesa culmina la historia de este personaje en Cayena, antigua Guayana Francesa, pero desde mi infancia escuché diversas historias familiares de Jean Marie. Según la tradición oral, se cambió de ropa e hizo un periplo «de contrabando» por el Caribe hasta llegar a fundar su familia cubana. En Puerto Príncipe contrajo matrimonio con Ángela de Miranda, hija ilegal de un sacerdote católico. Allí construyó la casa que sería refugio de la familia durante más de dos siglos –y que aún sigue en pie– en la calle deAstilleros número 53 entre San Miguel y Lugareño, y bautizó a sus cuatro hijos en la parroquia de Santa Ana, a dos cuadras de su casa.2

Tal vez la prueba más evidente de que mi familia maternadesciende de tan complicado personaje es el carácter impetuoso, arrojado, dinámico e intransigente de sus miembros, a lo que se une su afición por la política.

Mi madre tuvo tres hermanos: Prisciliano, Juan y Enrique.El primero y el último fueron representantes a la Cámara por el Partido Revolucionario Autentico. Mi tío Enrique había sido antes consejero municipal en el Ayuntamiento de Camagüey y tuvo una floreciente vida política, radical y auténticamente revolucionaria. Siempre estuvo, como luego Prisciliano, en el ala más de izquierda del Partido. Lamentablemente, el 16 de abril de 1950 murió en un accidente ocurrido al despegar el avión en que volaba de la ciudad de Morón a la de Camagüey, en el que iban otro legislador, Carlos Álvarez Recio, así como Mario Fernández, candidato a la alcaldía de Santa Cruz del Sur, y otras cuatro personas. El sepelio, al que acudió el presidente Carlos Prío Socarrás, y al que fueron enviadas ciento cincuentaiséis ofrendas florales, sacudió a toda la ciudad, y muy especialmente a mi familia. Todavía en la Plaza de San Ramón, muy próxima a la vivienda donde nacieron él, sus dos hermanos y mi madre,se levanta un monumento a su memoria, construido por suscripción popular poco tiempo después de su muerte.

La desaparición física de mi tío Enrique afectó sensiblemente a mi abuela y a mi madre, quien comenzó a padecer dedepresiones frecuentes. Por tal motivo, el especialista en vías nerviosas, como se denominaba entonces a los psiquiatras,le recomendó unas vacaciones y un cambio de actividad.Fuimos por segunda vez a los Estados Unidos al año siguiente,lo que la animó bastante y le permitió incorporarse de nuevoa su trabajo. Ese viaje sirvió también para acompañar a mihermano hasta elToccoa Fall Institute, institución de la IglesiaPresbiteriana donde cursaría estudios dehigh school. Dos añosantes, en 1949, habíamos viajado por primera vez a ese país para ser atendidos por el doctor Castro Viejo, un famoso oftalmólogo neoyorquino de la época. Este diagnosticó que ni mi hermano ni yo teníamos ninguna afección de la vista,pero que para el avanzado deterioro de la visión de mi padreno había solución.

Prisciliano, mi otro tío representante, tenía un carácter muy diferente al de Enrique: era locuaz, amistoso, popular, pero también intransigente y transformador. Fue un combativo legislador que se afanó por conseguir los derechos,arrebatados aun por su propio partido, a las clases populares, especialmente a los obreros. Le sorprendió en el desempeñode su cargo el nefasto golpe del 10 de marzo de 1952 con el que Fulgencio Batista se instaló en el poder. Una llamadatelefónica a su casa de la calle Lugareño esquina a la Avenida de Rancho Boyeros, en La Habana, en la madrugada esedía, del Ministro de Educación del gabinete deCarlos Prío, Aureliano Sánchez Arango, lo impuso de loque estaba sucediendo en Columbia. Sin pensarlo dos vecesse encaminó al Palacio Presidencial para conocer la opinión del presidente. Al Palacio fueron llegando otros integrantes de la vida política del país. Algunos de ellos, entre los que se encontraba mi tío Prisciliano, votaban por resistir el golpe e impedir la asunción de Batista. Prío, vacilante y tímido les dijo: «No quiero un baño de sangre en Cuba, lo que ustedes proponen es eso». El presidente abandonó el Palacio Presidencial en el Buick negro de mi tío Prisciliano con destino a la embajada de los Estados Unidos, en la Plaza de Armas de la Habana Vieja, donde se acogió al asilo político.

Mi tío Prisciliano luchó junto a otros políticos de su misma tendencia durante los primeros años de la dictadura, luego se refugió en su casa de Santa Cruz del Sur rodeado de amistades y libros, para vivir con tranquilidad y siempre con optimismo. Incontables son las anécdotas que guardo de él, llenas del humor criollo que lo caracterizó. De él y de Enrique guardo recuerdos y grandes enseñanzas.

Mi otro tío, Juan, quien no se destacó en la vida política, era un personaje importante en la familia por su austeridad y creatividad. Al igual que Enrique, no tuvo hijos, pero hizode sus cuatro sobrinos –Juan Oscar e Isabel América, hijos dePrisciliano, y mi hermano Eduardín y yo– sus más preciados tesoros. No tengo queja de ninguno de los tres.

No sería justo si no menciono a mis tías políticas. Las tres eran muy diferentes: Rosa Carmenate también estuvo involucrada en la política, aunque luego de la muerte de mi tío Enrique, cuando lo más honesto de la vida pública del paísrechazaba esa opción como solución a la impronta dictatorial de Batista. Luz Sánchez, la esposa de Prisciliano, erapopular, expresiva y osada. Giselda Rodríguez fue mi segunda madre: nos quiso a todos de un modo muy singular y fue alguien cuyos consejos y orientaciones siempre eran tenidos en cuenta en la familia.

Mi madre era una suma del carácter indomable, inquieto, dinámico y arrojado de la sucesión familiar de los Collot. Muchas veces me he preguntado cómo mis padres, con una formación y unas características tan diferentes, pudieron amarse y compenetrarse tanto. Mamá fue la única que siguió las enseñanzas evangélicas de mi abuela América, una de las primeras mujeres bautizadas en la Primera Iglesia Bautista de Camagüey a principios del siglo XX. Mamá sebautizó a los catorce años y fue fiel a las enseñanzas recibidas hasta que partió a la presencia del Señor en septiembrede 1999.

Mamá trabajó en la Superintendencia Provincial de Escuelas. Había intentado graduarse en la Escuela Normal deMaestros, lo que no logró, pero su trabajo fue, mientras pudodesempeñarlo, en la rama de la educación.

La muerte de papá el 2 de abril del 1975, y la de mi únicohermano, Eduardín, a las pocas horas de haber regresado delentierro de papá, volvieron a agudizar sus depresiones nerviosas y su permanente tristeza. Creo que fueron muchas las razones: la infidelidad de su padre a mi abuela, las penurias de un hogar dividido, la estrechez económica que obligóa sus hermanos a hacerse tabaqueros y a ella anilladora ensu primera juventud, la pérdida de su hermano más pequeño,y de su esposo y su hijo casi simultáneamente afectaron su mente y su corazón.

La educación cristiana que recibí fue fundamentalmentela que mi abuela materna, América Pérez Guzmán, me transmitió. Acorde a su época, era una recalcitrante bautista: no había más salvación que profesar la tradición, los principios y las doctrinas predicados por su denominación, era profundamente anticatólica. Muchas veces contó que su padre,quien había salido de Cuba al concluir la Guerra de los DiezAños y regresado durante la Paz del Zanjón, había contraídomatrimonio, y su primera hija había sido ella. Al no existir en el país el Registro Civil, tuvo que bautizar a la niña en la iglesia católica de Güines. El sacerdote le impidió ponerle elnombre de América, como él deseaba: para poderla bautizar debía optar por un nombre del santoral católico. Indignado, mi bisabuelo le dijo al sacerdote «pues póngale MaríaFrancisca Paula de la Caridad América», y así se llamaba mi buena abuela.

Mi bisabuelo, como dije, aparentemente se vio obligado a abandonar el país al finalizar la Guerra de los Diez Años, pero regresó durante el período conocido como la tregua fecunda, en el que muchos de los emigrados retornaron, en su mayoría con la intención de continuar la lucha patriótica contra la dominación ibérica. Fue detenido por conspirar contra el dominio español, pero, liberado poco antes de la Guerra de Independencia, se sumó a sus filas. Los «guerrilleros» (aliados voluntarios a las fuerzas españolas) le quemaron la casa y la hacienda campesina, por lo que el restode la familia tuvo que fijar su residencia en la ciudad de Camagüey, no lejos de la finca. Mi bisabuelo murió en combate contra el ejército español a las pocas semanas de su alzamiento. A su esposa, Magdalena, entonces enferma, no le quisieron dar a conocer la nefasta noticia, pero alguien quela visitaba indiscretamente lo comentó, mi bisabuela fallecióa los pocos días, y mi abuela América, la mayor de las hijas,se hizo cargo de sus hermanos y hermanas: Recaredo, Oscar,César Augusto, Emma, Ofelia, Amanda, Zelmira y Adela, quefue adoptada por un matrimonio norteamericano durante la primera intervención de ese país en el nuestro, viajó con ellos a aquel norteño país y nunca más se tuvieron noticias de ella.

Mi único hermano, cinco años mayor que yo, formado bajo los mismos conceptos y la misma disciplina, era diametralmente opuesto a mí. Concluidos sus estudios en laEscuela Primaria Superior número 5 abandonó la Primera Iglesia Bautista de Camagüey, en la que participaba toda la familia, para unirse a la congregación de la Iglesia Evangélica Pentecostal, Asambleas de Dios, que estaba en el proceso de levantar su templo en la Plaza de La Habana. Su justificación, aunque creíble, no tenía peso para los integrantes de la familia: «Quiero ser parte de una iglesia donde se sientael fuego del Espíritu Santo.» A los pocos meses de su ingresoen esa congregación mi padre decidió que fuera a hacer su bachillerato a los Estados Unidos. A mediados del curso escribió a casa solicitando autorización para matricular en el seminario: «Quiero hacerme pastor.» Papá lo felicitó por su iniciativa, pero le dijo que no vería ni un centavo si dejaba sus estudios de bachillerato: «Al concluir tuhigh schoolveo con beneplácito que curses estudios en el seminario, antes, no cuentes con nosotros», le escribió mi padre.

Al finalizar el curso, cuando vino de vacaciones, mi hermano no volvió a la iglesia ni se interesó más por el tema religioso. Le dijo a mi tía Giselda cuando lo increpó por esa decisión: «Quiero conocer el mundo, quiero gozar la vida, quiero tener una experiencia de conversión, algo digno de qué arrepentirme...»

El tercer y último año dehigh schoolno lo hizo mi hermano en los Estados Unidos. Papá quiso que incorporara el acento británico del idioma inglés y para ello lo matriculóenCalabar School, en Kingston, Jamaica. No obstante, no culminó el bachillerato en esa institución, porque enfermó de tifus y regresó a Cuba. A partir de entonces la salud de mihermano estuvo siempre muy quebrantada, a lo que se unióuna juventud llena de desajustes emocionales. Alguien dijo