Vuelo Sanitario - Carlos Miguel Landi - E-Book

Vuelo Sanitario E-Book

Carlos Miguel Landi

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Beschreibung

Muchas personas allegadas, pacientes y familiares, me hicieron la propuesta de por qué no escribir un libro sobre mi trabajo. Luego de mucho tiempo dando vueltas, un día comencé y hoy me parece increíble que se esté por publicar. Mensaje. No todo es malo o funciona mal, en este libro se puede ver claramente cómo instituciones que trabajan en conjunto pueden tener logros a favor de la sociedad y en bien de la comunidad.

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Carlos Miguel Landi

Vuelo Sanitario

Landi, Carlos Miguel Vuelo sanitario / Carlos Miguel Landi. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2286-3

1. Biografías. I. Título. CDD 920

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723Impreso en Argentina – Printed in Argentina

A mis padres, quienes me forjaron con esfuerzo y trabajo.

A mí familia, esposa e hijos por la infinita paciencia y comprensión.

También a todos aquellos que trabajan en silencio haciendo

un gran esfuerzo para que las instituciones, que sirven

a la sociedad puedan hacer su labor.

A ustedes, porque sin vuestra colaboración no hubiera podido

publicar éste libro, y el mensaje que contiene quedaría en el olvido.

Nuevamente gracias a todos por ésta oportunidad.

Prefacio

Me solicitaron varios colegas, como amigos y familiares, como también integrantes de grupos de redes, a las cuales pertenezco de que contara alguna de las vivencias respecto de mi profesión.

Pertenecer a este grupo de médicos especializados en aero evacuación, búsqueda y rescate, traslado de pacientes críticos, es una tarea apasionante, que te lleva a límites inusitados, a que des tu máximo de esfuerzo, a que tengas un estado de salud tanto físico como mental para las diversas situaciones y realidades que toca vivir.

Un día me pregunté si era capaz de escribir algo que no fueran historias clínicas, informes médicos o peritajes para la justicia, o contestar pedidos de informes, etc.

Sorpresa me encontré escribiendo sin darme cuenta, más de lo habitual. Y ese día pensé que escribir es solo para escritores, jamás podré, al menos por ahora tener la capacidad de algo como “cultivo una rosa blanca tanto en julio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca”.

Me pregunté sobre qué escribir, cuál de todas será interesante para los potenciales lectores, y la otra pregunta “por qué escribir”, qué mensaje quiero dar.

También fue mi pensamiento que estoy harto de tanta violencia, de noticieros que rara vez publican algo que sea valorable y no violento.

En una charla con amigos, compartiendo un buen asado, donde había gente de todo tipo de trabajo, médicos, pilotos, ingenieros, literarios, maestros, comerciantes y otro tanto de profesiones y oficios, recuerdo a un mecánico de tren.

Alguien dijo: si quieres cambiar al mundo, debes cambiar tú primero y el mundo cambiará, porque lo ves ya de otra manera, agrego: no te vayas de este mundo sin dejar un mensaje a quienes vienen detrás de ti (nuestros hijos y nietos).

También en esa misma reunión alguien dijo, creo que fue una maestra. Si eres luz tienes la obligación de alumbrar.

Todo eso dando vueltas por mi cabeza, hasta que decidí escribir sobre algo que sé, que es mi trabajo, y que lo podría describir y mostrarle al mundo que hay instituciones que se dedican al bien común, a salvar vidas y que están al servicio de la comunidad. Así que elegí está vivencia porque sus características superan ampliamente la ficción. Espero que lo disfruten. Gracias, a todos, gracias.

Introducción

He cambiado algunos nombres de los integrantes de este relato a fin de evitarles inconvenientes o incomodidades, como también evitar posibles acciones legales.

Este relato transcurre en la República Argentina, en la provincia de Salta, al norte, y al este de la ciudad de Tartagal, más precisamente en el departamento Rivadavia banda norte.

Intento, en este relato dar el máximo posible de realismo, a fin de que puedan imaginar la situación como si fuesen Uds. mismos los protagonistas.

La época en la que transcurre esta situación es en el período de máximas lluvias y temporales que azotan la región.

Zona de monte espeso, aguadas y quebradas que cuando llueve son difíciles de cruzar cuando no imposibles, además de las alimañas, arañas, zancudos, mosquitos, avispas de varias clases que van desde el rojo oscuro hasta el amarillo, y una infinidad más de insectos que no es el objetivo describirlos en este libro. Como tampoco los animales salvajes con los que uno se puede topar, entre ellos el chancho del monte y el león americano o puma, en algunas zonas yacarés, que suelen estar a la orilla de las lagunas muy quietos asoleándose plácidamente, y es difícil verlos, salvo cuando algún animal entra al agua; eso se vuelve un infierno y lógicamente el ganado vacuno, caprino, porcino y ovino, como algunas aves de corral. Asimismo debemos contar con algunos reptiles y roedores como serpientes venenosas, yarará cascabel y coral, que son las más comunes de ver.

También los árboles y arbustos forman parte del paisaje, como el quebracho, tanto blanco como el colorado, urundel, cebil, afata palo blanco; palo amarillo; lanza y otros muchos más.

Capítulo primero

Aproximadamente, en el rancho de doña María, una lugareña, que vivía de este lado del río y muy conocida por todos, pues es paso obligado para todos transitar por el frente de su rancho.

A las 2:30 h. Dos horas antes de lo habitual. María se aprestaba a preparar el desayuno, como todos los días, sin embargo, refunfuñando por las condiciones climáticas que imperaban en la zona; viento sur, llovizna que hasta una hora atrás eran lluvias copiosas con tormentas eléctricas que iluminaban el monte.

¿Sintió un ruido muy lejano y se preguntaba si alguien podría andar con este tiempo del otro lado del río?

Siguió con sus quehaceres domésticos sin prestar más atención al lejano ruido.

Buscó unos palos secos debajo de la cocina y los arrimó a unos tizones que dejaba de noche a noche.

Buscó el café, en una alacena chica y también sacó unos bollos de pan, que diariamente amasaba y a veces vendía a los transeúntes que pasaban circunstancialmente. Tomó un cuchillo, que era un machete ya gastado y convertido por su marido en un gran cuchillo que manejaba con maestría, mientras cortaba rodajas de pan para su marido, ella y un par de empleados que vendrían momentos más. Se paró y se puso a escuchar concienzudamente el ruido y le dijo a su marido: Parece que alguien anda con un tractor, y por cómo ruge debe ser algún maderero, pero qué carajo anda haciendo con este clima y a esta hora.

Pensaba para ella: Espero que no se les ocurra cruzar el río, porque viene rugiendo desde ayer tarde.

Esposo: Muy fuerte y viene trayendo árboles enteros. María, nadie es tan loco como para meterse en el río con un tractor.

Sin embargo, se escuchaba aún lejos y en un momento pareció que, con el motor en marcha, no avanzaba, pues el ruido era sereno y como si hubiera parado cerca de las huellas hondas o por ahí cerca, seguro que se han encajado o colgado, lo más que podrán avanzar si salen será hasta el páramo abandonado que está más adelante y luego tienen el río, no hay más dónde ir.

Ya habiendo terminado el desayuno, escucharon ese motor rugir nuevamente, a lo que acotó de nuevo el esposo de María: Les queda un largo trecho todavía, como para llegar hasta el río. Bueno, María, me voy, cuando vengan los otros a buscar los animales, antes de que se pierdan, así que no me esperes al mediodía, tal vez a última hora de la tarde o a la noche. Me avisaron que están para el lado del río arriba.

Nuevamente sola, María prendió la radio y lo primero que escuchó fueron las descargas de la tormenta, a esa hora es muy difícil escuchar algo en esa zona, sin embargo, alcanzó para escuchar que el temporal continuó por varios días aún.

Con su fino oído María imaginaba esa pobre gente en el tractor y se decía para sí están trayendo madera por cómo suena ese tractor, y están lejos del páramo. Hay que ser muy ducho para andar y no quedarse, es la parte más fea del camino. Y, bue, Dios dirá.

Mientras pensaba qué prepararía para más tarde, buscaba las cosa para alimentar el farol con querosén, que ya prácticamente estaba vacío su tanquecito y tenía miedo de que se apague.

Después de una hora más o menos escuchó que nuevamente el tractor había detenido su marcha.

Dijo María: Dentro de todo no debe estar muy feo, has llegado bastante rápido para este tiempo y por las dudas me aseguro, no creo que ningún loco cruce el río como está ahora, pero uno nunca sabe.

Fue a buscar el treinta y ocho que tenía arriba del ropero, constató que estuviese cargado y sacó algunas balas más, las guardó en un bolsillo de su ropa, luego verificó que el seguro estuviera puesto y se lo cruzó en la falda, así, sintiéndose más segura, continuó con sus tareas.

Ya cerca de las cuatro de la mañana, nubes bajas y truenos lejanos, que de vez en cuando observaba algunos relámpagos.

Cuando se dispone a tirar la harina en la mesa para hacer el pan, se sorprendió de que el tractor arrancara nuevamente, más aún, que bramara como lo hacía.

María pensó: “Algo malo pasa”.

Llegan Matías y Gustavo al rancho en sus montados.

Matías: Buenas, doña María, disculpe la demora, es que está muy feo para andar, su marido nos dijo que viniéramos como a las dos, pero está muy complicado para los animales.

Doña María: Mi esposo ya se fue y me dijo que ustedes dos fueran por el otro camino que va a la alambrada, así le cortan el paso, si es que andan por ahí los animales, él está para el lado del río arriba, así que tomen el café y vayan, tengan mucho cuidado, del otro lado parece que hay gente, sienta cómo brama ese tractor.

Matías: Sí, doña María, tiene razón, parece que estos inconscientes quieren cruzar el río, y eso no es nada bueno, hay que ser muy loco para intentarlo y más a esta hora y cómo viene rugiendo desde ayer a la tarde. Doña María, debe tener cuidado. ¿No quiere que nos quedemos por las dudas vengan para acá?

Doña María: La verdad es que no creo que pasen, si se meten el río los lleva, vienen árboles, troncos, ramas y animales.

Matías: Como usted diga señora.

Se escuchó mucho más fuerte el sonido y parecía rugir como un león.

Gustavo se refirió a Matías: Che, por el ruido que se apagó estos se metieron al agua, avísale a doña María, nada bueno ha de ser para que vengan cruzando el río, seguro que se robaron una carga con tractor y todo porque para meterse así tienen que conocer muy bien y saber dónde va a entrar, erra la huella y adiós, te tragó el río.

El silencio de la noche se hacía cómplice de los oídos de Gustavo que sorprende a todo el mundo con su capacidad auditiva, y manifiesta en voz alta: El único loco, chiflado hijo e pu…, que puede hacer esto es el “loco de Rogelio”, pero ellos estaban del otro lado del río, en la finca de don Moreno, andaban con dos chatas y llevan dos ayudantes, uno creo que es Jacinto.

Ese tractor bramaba a toda furia, no aflojaba ni por un segundo, Gustavo se montó en su animal y rumbeó para el lado del río que queda unos quinientos metros más o menos. Tenía prácticamente la certeza de que era Rogelio, se decía: no puede ser otro, el único lo suficientemente corajudo y loco es el.

¿Qué habrá pasado para que se arriesgue así?

Mientras cada vez más cerca el ruido se hace más intenso y ya no le quedan dudas, cuando apenas llega a la orilla. Sí, es él, vamos, muchacho, te falta poco, vas con medio tractor en el agua, ve las llamaradas que salen por ese caño de escape, señal de que está entregando toda la potencia que puede ese motor.

Ya solo treinta más y llegas a la orilla, piensa Gustavo, vamos.

Un árbol que daba tumbos en el agua golpea la última chata y casi la saca de la huella, advertido Rogelio, el chofer del tractor, nuevamente y aun con más potencia y prácticamente parado en los pedales hace su último intento por no dejarse ganar por el río, la furia de ese motor que entregaba todo lo que tenía logró que ya el morro comience a salir fuera del agua y poder ver las ruedas delanteras, lo que indicaba el fin del cauce y que está correctamente ubicado en la salida. Ahora le queda la tarea de sacar las chatas cargadas de rollos de cebil, dando todo de sí y a pesar del frío y estar empapado, sudaba a más no poder, por el inmenso esfuerzo que está haciendo.

Gustavo, “solo este loco puede hacer eso” pensó, viendo que ya prácticamente salía del agua sin mayores inconveniente y que la última chata mostraba ya el lomo de las ruedas fuera del agua, dio media vuelta en su montado y se dirigió al rancho.

Doña María: Es Rogelio y viene para acá, yo lo conozco, lo crucé el otro día, iban para lo de don Moreno.