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A partir de amplias entrevistas, remembranzas y una sustanciosa documentación biográfica, el libro presenta una imagen de lo aportado por la primera vedette cubana. . Es un acercamiento amplio y respetuoso a una figura enaltecedora de la cultura cubana.
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Seitenzahl: 218
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición:
Ilaín de la Fuente Guinart
Corrección:
Barbarella D’ Acevedo
Diseño de cubierta:
Ángel Manuel
Diseño de interior y maquetación:
Damaris Rodríguez Cárdenas
Epub:
Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral
© Sobre la presente edición:
© Ángel Manuel Pérez Álvarez y Rosalía Arnáez González, 2022
Ediciones enVivo, 2023
ISBN: 9789597268444
Instituto Cubano de Radio y Televisión
Ediciones enVivo
Edificio N, piso 6, Calle N, No. 266, entre 21 y 23
Vedado, Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba
CP 10400
E-mail: [email protected]
www.envivo.icrt.cu
https://www.icrt.gob.cu/tv/
Mi trofeo más grande es el cariño del público. He vivido en todas partes pero soy artista cubana, aunque no haya nacido en Cuba, porque aquí fue donde me crié y donde me formé.
Rosita Fornés
Cuando conocimos que Rosalía Arnáez y Ángel Manuel tenían la idea de hacer un libro con testimonios personales acerca de Rosita Fornés, cuyo título sería Yo conocí a La Fornés, sentimos una inmensa alegría, pues de Rosita queda aún mucho por escribir. Y ya esa idea se materializó. Como toda obra literaria, requirió mucho esfuerzo, paciencia y sobre todo el deseo de reconocer a aquellos artistas que dedicaron su vida a darlo todo por su público. Y en esta ocasión, recoger los testimonios de aquellos que tuvieron la experiencia de conocerla y compartir momentos en disímiles situaciones. Este libro entraña un gran valor humano, pues nos brinda la mirada del otro hacia la artista. Y cuando se hace un resumen de todas las valoraciones y apreciaciones personales de tan heterogéneo grupo, se llega a la conclusión de que Rosita no solo era la artista con la excelencia demostrada de su arte, sino que también la envolvía una aureola de humanidad, de modestia y sencillez, que calaba en el corazón de los que la conocían. No es menos cierto que Rosita trabajó ininterrumpidamente para varias generaciones de públicos. Pero, eso solo no bastó para lograr su popularidad. Hay que agregar otras cualidades que dan la grandeza a su ser. Como expresan los autores del libro, ella tuvo «“don de gente”, ese estar siempre dispuesta a conversar, a ser entrevistada, a responder con una sonrisa». Y esa fue una constante en su extensa trayectoria artística y personal. Ella no conoció el odio, siempre esparció amor por donde quiera que estuvo. No fue capaz de difamar de otro colega, no le preocuparon nunca las jerarquías, ni la vida material de los que se le acercaron. Siempre vio al ser humano frente a sí. Se entregaba con respeto y brindaba su mano con honestidad. A veces me preguntaba, cómo una artista podía lograr que tantas personas le demostraran cariño y admiración durante muchos años, de tan diferentes edades, incluso niños, que se fascinaban ante su presencia. Y eso se explica sencillamente porque los públicos tienen una misteriosa capacidad de captar la sinceridad y de penetrar en el alma de sus artistas. Y esa huella emocional se va trasladando de una generación a otra. Esa simbiosis de artista-público toma diferentes caminos en la vida real. Unos son más admirados y recordados que otros. Algunos nunca son olvidados y para que eso suceda, no solo bastan las cualidades técnicas y virtuosas del arte, hace falta complementarlas con los valores humanos de manera coherente en todas sus acciones. Y así se comportó Rosita durante toda su vida. En lo personal, tuve la enorme dicha de estar por más de cincuenta años a su lado, me acogió como parte de su familia, fui su yerno y como ella me decía, su “hijo político”. Compartí con ella durante veinticinco años, como su representante y director artístico y pude conocer de cerca la dimensión humana, la línea recta que siempre mantuvo tanto en el desempeño artístico como en su vida personal. Una entrega total al arte y una sinceridad en su trato para los demás, que la hacía grande entre las grandes. Así fue no solo en Cuba, sino también en México, España y finalmente en Estados Unidos. Hasta los pocos detractores que tuvo, la respetaban y nunca le sostuvieron fija su mirada. Por eso un valor extraordinario de este libro, es el de legitimar a través de los testimonios recogidos la grandeza del ser humano que fue Rosita Fornés. Y son testimonios no solo de consagrados artistas y directores que trabajaron con ella, sino también de amigos, unos más cercanos que otros, algunos que integraron su círculo familiar y que siempre la siguieron hasta sus últimos días.
Este libro es un reconocimiento y un homenaje a Rosita Fornés, la gran artista de todos los pueblos a los que brindó su arte, a la que supo ser y demostrar lo que es un ícono imperecedero de un verdadero artista. Siempre recordaremos su dulce sonrisa para todo el que se le acercaba y como dice un proverbio indio, “La sonrisa que envías, siempre regresa”. Gracias a Rosalía, Ángel Manuel y a todos los que brindaron sus testimonios, por permitir que devolvamos a Rosita nuestras sonrisas.
José Antonio Jiménez
Miami, septiembre de 2021
Ninguna persona nacida en Cuba duda ante la afirmación de que Rosalía Palet Bonavia, Rosita Fornés para el arte y para todos, es la más versátil y completa artista cubana del siglo xx. La plenitud de su juventud coincide con la época de oro del cine mexicano, ahí nos queda con absoluta nitidez su paso como cantante, actriz y bailarina por más de una veintena de películas de mayor o menor trascendencia. A su regreso a Cuba en la década del 50, desde tierra azteca, es testigo y protagonista del nacimiento de la Televisión, lo que condiciona las exigencias de directores y productores que semanalmente la privilegian con protagónicos en los que estrena temas del momento, y se luce como comediante. Llega el año 59 y un cambio total se opera a nivel de sociedad, estremeciendo también las formas de producción y contenidos en la programación de la Televisión. Sin embargo, Rosita continúa su quehacer artístico sin decaer: teatro, cabaré, giras nacionales e internacionales, homenajes en concursos y festivales se sucederían sin parar.
Pero, ¿qué magia tiene esta artista para ser amada por las multitudes? No es solamente su voz, su ángel, su belleza y prestancia. Es su “don de gente”, ese estar siempre dispuesta a conversar, a ser entrevistada, a responder con una sonrisa. Ella ha dado testimonio de su vida desde diversos documentales, sin embargo, ante la sacudida de su muerte en Estados Unidos, incontables criterios sobre su hondura humana han conmovido las redes sociales y nuestra vida.
Una cubana, amiga virtual, llamada Evelyn Cabrera, a través de internet me sugiere: “¿por qué no hacen un documental sobre Rosa?”, le contesto que ya existen varios. Entonces me propone que se recoja en un libro la visión de muchos que tuvieron el privilegio de compartir su vida y su arte. De inmediato pensé en mi amigo y colega Ángel Manuel, quien ha logrado atrapar vidas de artistas muy queridos en Cuba como Germán Pinelli, Eva Rodríguez, Clara y Mario, Roberto Faz y Gladys Puig, entre otros. Enseguida abrazó la idea con el entusiasmo que lo caracteriza y puso manos a la obra, lo que me llena de alegría.
Esa es la razón de este libro: descubrirnos a la Rosa íntima, amiga, compañera, la que sembró en muchos corazones gratitud y recuerdos perdurables.
Esta es una breve muestra de quienes por una u otra razón coincidieron con ella en su ámbito artístico o personal. Por supuesto nos quedan opiniones que no ha sido posible recoger. Sirva este humilde esfuerzo para prolongar su legado.
Yo conocí a La Fornés, es nuestro homenaje sincero a la Rosa de Cuba.
Rosalía Arnáez
El 10 de junio del 2020 es un día en el que la triste noticia del fallecimiento de la vedette Rosita Fornés, deja consternados a todos los cubanos que conocen su arte, a los de otra latitud que disfrutaron de sus actuaciones y a los familiares, artistas, amigos, conocidos y admiradores. El aliento nos falta, la tristeza invade los corazones y un suspiro de tranquilidad llega cuando se hace pública su voluntad sempiterna de descansar eternamente en suelo cubano junto a sus seres queridos, cerca de una parte del público que tanto la venera.
La ciudad de New York la ve nacer el 11 de febrero de 1923, Miami la tiene en su seno cuando a los 97 años le dice adiós a este mundo terrenal. La Ciudad del Sol[1] y sus habitantes ―familiares, artistas, amigos y público― le hacen una despedida. El regreso a Cuba de la venerada artista es muy esperado, con una mezcla de tristeza y satisfacción pues se cumple su decisión de descansar eternamente, en esta tierra que siente como patria.
Los honores propios de su jerarquía artística y de su aceptación popular le son tributados. El aplauso no falta en ningún momento de su desempeño profesional y también está presente hasta el instante en que la “puerta de su casa eterna” queda cerrada el día 16 del propio mes y año.
Hoy 25 de junio 2020, quince días después, transcurre mi vida normalmente, trabajando en un libro dedicado a Celina González, Celeste Mendoza y Celia Cruz, Reinas de cubanía, encerrado por lo que vivimos en este tiempo, la Covid 19, pandemia que ha descolocado a todo el mundo. Alrededor de las dos de la tarde suena el teléfono de casa, nos saludamos, es una admirada y apasionada artista, especial colega, amiga y guerrera en los avatares del arte, Rosalía Arnáez. El objetivo principal de la llamada es proponerme hacer a cuatro manos algo que surge en su mente tras un comentario que le hace una coterránea. Honrado y comprometido, a pesar de estar inmerso en otras dos obras literarias, me he puesto ya a trabajar, no puedo ni quiero negarme.
Estructuro el libro para incluir testimonios de los que conocen el otro lado de Rosita Fornés, los que pueden dar fe del buen ser humano que habitó en ella, que la hace única, humana, sencilla, a pesar de los oropeles, las sedas y las plumas propias de su desempeño profesional. Pienso que el orden alfabético no resta importancia a las valoraciones.
Gracias Rosalía por invitarme a este trabajo-disfrute, es un placentero viaje montado en un carruaje en el que iremos sentados acompañando a “La Fornés”. En eterna deuda con ella y también contigo.
Ángel Manuel
La más popular y querida vedette cubana conocida como Rosa Fornés, ve la luz el 11 de febrero de 1923 en el Womans Hospital de New York, Estados Unidos. Sus padres de origen español, radicados en Cuba, llegan a la llamada Gran Manzana a bordo del barco USS Orizaba el primero de agosto de 1922. La madre, Lupe Bonavia Fornoza, de ascendencia madrileña está embarazada de tres meses. Su padre, Santiago Palet, había nacido en las Islas Baleares. En 1925, la madre de Rosa decide regresar a la Habana en compañía de su pequeña hija. Santiago permanece en New York donde vuelve a casarse y tiene otra hija a la que nombra Elisa Palet.
Luego del divorcio de los padres de Rosa, su madre contrae matrimonio con José Fornés Dolz originario de Valencia de quien nuestra vedette recibe el cariño paternal. Posteriormente nacen José Enrique y Leopoldo, ambos hijos del matrimonio de Lupe y José.
En 1933, la familia emigra a España, se establecen primero en Madrid y posteriormente en Valencia. En este tiempo en la península, aumenta su interés por la canción y Rosita, como ya le dicen, aprende cuplés y coplas en boga por la época. La familia permanece hasta que estalla la Guerra Civil en 1936, entonces regresan a Cuba; en el trasatlántico Manuel Arnús. Es este momento cuando se considera que ocurre la primera presentación de la niña Rosita, con apenas 13 años canta el tango “Silencio” de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, acompañada al piano por otra pasajera que es concertista y vive en Santiago de Cuba.
¿Cuál es el panorama cultural cubano que influye en la pequeña artista? No puede dejar de mencionarse la aparición de un programa de aficionados el primero de diciembre de 1937, su creador el conocido artista José Antonio Alonso, ese concurso lo trasmite la radioemisora cubana CMQ-Radio y queda para la memoria el nombre de esta competencia: La Corte Suprema del Arte. En esa lid surgen numerosos talentos que con el tiempo llegan a convertirse en verdaderas estrellas nacionales por mencionar algunos célebres Merceditas Valdés, Elena Burke, Celia Cruz, Tito Gómez, Xiomara Fernández, Raquel Revuelta y muchas con alcance internacional. Nuestra artista se presenta allí el 12 de septiembre de 1938, canta la milonga “La hija de Juan Simón”, acompañada en la guitarra por el andaluz Manolo Tirado. Gana el concurso y ese es el momento de la adopción de su nombre artístico, Rosita Fornés.
La joven recibe clases con algunos de los más prominentes maestros de distintas disciplinas como Juan Antonio Cámara, Margarita Lecuona y Enriqueta Sierra.
Como estrella naciente, categoría de los ganadores aficionados, trabaja en programas de radio y en giras nacionales, al frente de las cuales va Germán Pinelli. Participa en el coro y baila en la contradanza en un montaje de la zarzuela cubana Cecilia Valdés, con texto de Agustín Rodríguez y música del compositor Gonzalo Roig, en el Teatro Nacional (hoy Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso). Este es el primer escenario que recibe su talento.
Gracias al cine, podemos apreciar el desempeño de la joven cantante, actriz y bailarina cubana. Su debut ocurre en 1939 en el filme Una aventura peligrosa de Ramón Peón García donde canta por primera vez una canción cubana, “Intrusa de amor”, compuesta por Ramiro Gómez Kemp.
Es un empresario artístico nombrado Heliodoro García, quien la invita a trabajar en el cabaré Sans Souci[2], donde permanece durante seis meses. Y son sus primeras actuaciones en cabaré.
En el género lírico donde tanto se destaca en toda su trayectoria artística, hay que considerar su primera actuación en 1940, a través de la radio en la revista Las musas latinas, del español Manuel Penella Moreno con libreto de Manuel Moncayo Cubas y en la zarzuela Los gavilanes con música de Jacinto Guerrero Torres (1895-1951) y texto original de José Ramos Martín. Allí la descubre el tenor cómico español Antonio Palacios.
Tiene Rosita 18 años cuando de la mano del español Antonio Palacios, radicado en Cuba, interpreta el rol de Sobeida en la Opereta El Asombro de Damasco en el Teatro Principal de la Comedia, el 28 de junio de 1941. En tan temprano momento, ocurre el encuentro con el maestro Ernesto Lecuona quien la invita a participar en su compañía lírica. Interviene como tiple cómica en el estreno en Cuba de: La del manojo de rosas, el 9 de octubre de 1941 y la reposición de Los gavilanes. En este propio año actúa en su segunda película, Romance Musical.
El 15 de enero de 1942 se estrena en Cuba la zarzuela Luisa Fernanda, ella, en el rol de la duquesa Carolina, en el Teatro Principal de la Comedia, junto a la llamada Alondra de Cuba (Zoraida Marrero), Miguel de Grandy, Paco Obregón, Antonio Palacios y Rolando Ochoa quienes también integran el elenco. Títulos como: La verbena de la Paloma (Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón) en el Teatro Nacional; La viuda alegre (Música de Franz Lehár y libreto en alemán de Víctor Léon y Leo Stein), La duquesa del Bal-Tabarin, (texto de A. Francis y Carlo Lombardo y música de Leo Bard Carlo Lombardo, Leo Bard), La casta Susana (Gilbert), La princesa del dólar (Fall), Doña Francisquita (textos de Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw Iturralde y música del maestro Amadeo Vives), La princesa de las Czardas (música de Imre Kálmán Koppstein y libreto en alemán de Leo Stein y B. Jenbach), Lola Cruz (Ernesto Lecuona y Gustavo Sánchez Galarraga), el sainete lírico María de los Ángeles (Lecuona); así como en innumerables revistas, entre las que sobresalen Las Leandras (Francisco Alonso-José Muñoz Román) y El regreso de Tito (C. Robreño), bajo la dirección musical de Rodrigo Prats, unas veces por el Teatro Principal de la Comedia, el Teatro Campoamor o el Teatro Martí y en las compañías de Antonio Palacios, Ernesto Lecuona o Miguel de Grandy. Así, indetenible va conformando su sólida carrera.
A pesar de la intensa labor teatral Rosa Fornés no descuida sus actuaciones en radio, contratada con espacios fijos, ya fuera en CMQ, COCO o en RHC Cadena Azul.
Si algo es sobresaliente en la artista es que a pesar de su desempeño en el teatro lírico, hace teatro dramático. En noviembre de 1942 debuta como actriz en el Teatro Nacional en el rol de Doña Inés de Don Juan Tenorio (José Zorrilla), junto al actor Otto Sirgo.
Más tarde actúa en el Teatro Campoamor en La novela de un joven pobre y La dama de las camelias (Alejandro Dumas), en el elenco: Otto Sirgo, Concha Pascual, Pedrito Fernández entre otros actores. Y en el Teatro Principal de la Comedia: Casa de muñecas (Ibsen), junto a Carlos Badías. Además, actúa en La papirusa, Dios se lo pague, Nuestra Natacha, Doña Diabla, La danzarina roja (Hirsh) y Dueña y señora.
No podemos obviar su desempeño en el género de la comedia, con el elenco de Mario Martínez Casado en el Teatro Principal. Hace “alta comedia”, desde Topacio (Pagnol), Morena Clara (Quintero), La chica del gato, Las don Juanes, Amo a una actriz, Yo le cedo a mi mujer, Mis tres mujeres, junto a Enrique Santisteban, uno de los grandes actores cubanos de todos los tiempos. Participa en dos de las primeras comedias musicales cubanas, Vivimos hoy y Hotel Tropical de Olga de Blanck en el Teatro Auditórium.
Con apenas 22 años de edad, y una carrera considerable, busca nuevos horizontes en el país azteca en el que ya han triunfado numerosos músicos, bailarines y actrices del patio. La joven artista se adueña del público mexicano. Debuta en la cinematografía azteca en la película El deseo, de Chano Urueta una adaptación de la novela homónima del escritor alemán Hermann Sudermann. Cuando termina el rodaje regresa a Cuba donde continúa su ritmo habitual. Meses más tarde es contratada por el empresario argentino Roberto Ratti para debutar en el Teatro Arbeu de Ciudad de México, como primera vedette de la Compañía de Revistas Modernas, junto con artistas argentinos, mexicanos y cubanos, presentan en diciembre la revista Ritmos y canciones de América, con gran éxito. Como vedette protagoniza innumerables revistas en los Teatros Arbeu, Lírico y Follies. El 15 de septiembre de 1946 inaugura el Teatro Tívoli, con la representación de la revista Chofer al Tívoli. Con 23 años de edad Rosa Fornés es proclamada Primera Vedette de México por la Asociación de Periodistas Mexicanos, este galardón vuelve a otorgársele entre los años 1946 y 1950; mientras que en 1951 y 1952 es declarada Mejor Vedette de América. Ella ha sido la única artista cubana distinguida con tan sobresaliente condición.
Interviene en cinco películas: Se acabaron las mujeres (1946), La carne manda (1947), Cara sucia (1948), Mujeres de teatro (1951) y Del can can al mambo (1951). Además actúa para la Radio Mexicana.
No se detiene en tierra mexicana, en 1948 viaja hacia los Estados Unidos, debuta en el Teatro Madison de Los Ángeles, recorre San Francisco, San Diego, San Antonio y Texas. El 20 de diciembre del propio año contrae nupcias con el actor y comediante mexicano Manuel Medel Ruiz, fruto de esta unión llega su única hija, Rosa María, que nace el 10 de marzo de 1949.
América sigue rindiéndose a los pies de Rosa. En 1950, alza el vuelo a Venezuela al frente de una compañía de operetas para debutar en el Teatro Nacional de Caracas junto al afamado tenor Luis Sagi Vela. Este mismo año, vuelve a los Estados Unidos, donde debuta en el Teatro Latino de New York.
De su gran empeño nace la Compañía de Teatro Lírico Medel-Fornés, con la que recorren todo el país. Representan: El soldado de chocolate, El encanto de un vals, La gatita blanca, La verbena de la Paloma, La revoltosa, La marcha de Cádiz, Luisa Fernanda, Los gavilanes, La viuda alegre y Doña Francisquita, entre otras. Es tanto el éxito de la compañía, que necesitan contratar a una figura que pudiera alternar con ella; entran entonces la soprano española Pepita Embill y su esposo, el barítono Plácido Domingo Ferrer, padres del tenor Plácido Domingo.
Desavenencias matrimoniales la traen de regreso a La Habana en febrero de 1952 junto a su hija. La naciente Televisión Cubana la reclama, su debut tiene lugar en el espacio Gran Teatro Esso en CMQ-TV con la zarzuela española La casta Susana, bajo la dirección musical del maestro Gonzalo Roig y nuevamente reunida con Antonio Palacios, Miguel de Grandy, Maruja González y los Martínez Casado. Conoce a Armando Bianchi, con quien a partir de este momento uniría profesión y poco más tarde, toda su vida. En la Televisión Cubana, Rosita consolida su carrera, medio que la convierte en una de las artistas más aclamadas y queridas. En resumen, no puede hablarse de la historia de la Televisión Cubana sin mencionar a quien fue una de sus predilectas. Ante las cámaras interpreta: dramas, revistas musicales, operetas, zarzuelas, comedias y un amplio repertorio de canciones. Tiene largas temporadas en las que protagoniza espacios fijos, otras veces se destaca en apariciones esporádicas, pero siempre cuenta con el beneplácito de la teleaudiencia, que la distingue junto a Armando Bianchi con los títulos de Miss y Míster Televisión 1953.
Ya en Cuba regresa a la zarzuela, la opereta y la canción lírica. En esta etapa debuta en el Teatro Martí junto a Miguel Bodegas, Miguel de Grandy (padre e hijo), Zoraida Beato, Armando Bianchi y Conchita Brando, con dirección musical de los maestros Gonzalo Roig y Rodrigo Prats. Se reponen Las Leandras, junto a Rolando Ochoa; Los gavilanes, La verbena de la Paloma, La Revoltosa, Luisa Fernanda, La duquesa del Bal-Tabarin; zarzuelas y operetas que Antonio Palacios y Miguel de Grandy dirigen nuevamente para ella.
Talento, juventud y belleza hacen que la reclame también el cabaré. Estrena en Tropicana, un show inspirado en operetas con el título de Las Viudas Alegres. Interviene también en cuatro coproducciones con los estudios fílmicos mexicanos en los que se desempeña como figura de cabaré: Piel canela (1953), donde coincide con la futura estrella Sarita Montiel; Tin Tan en La Habana o El mariachi desconocido (1953); Hotel Tropical o Me gustan todas (1954) y No me olvides nunca (1956).
Realiza temporadas de vodevil junto a Mario Martínez Casado. Viaja a Honduras para inaugurar Radio Tegucigalpa invitada por Aramís Del Real. Actúa nuevamente en Venezuela, Estados Unidos y México. Graba sus primeros long play. Uno en solitario y otro junto a Armando Bianchi.
El ritmo de la Televisión es asumido por La Fornés intensamente. Espacios fijos como, Video-Revista La Corona, La canción cuenta su historia y Mi esposo favorito, inspirado en la comedia estadounidense I love Lucy, se mantuvo varios años en el aire, allí estuvo siempre de pareja con Bianchi. Aparecía frecuentemente en los estelares: Un romance cada jueves (teatro), La comedia del domingo, Jueves de Partagás, Cabaré Regalías y Festival RCA Víctor (musicales). Por esta época, recibe consecutivamente por varios años, el Premio a la mejor vedette del año, otorgado por la ACRI (Asociación de la Crítica Radial e Impresa), el Gran Premio Avellaneda en la categoría Artista Versátil; y también el Trofeo PANART.