Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Amor, pleito y desafío es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.-
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 83
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Lope de Vega
Saga
Amor, pleito y desafío Lope de VegaCover image: Shutterstock Copyright © 1621, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616286
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen don ÁLVARO, anciano con un báculo, y don Juan de PADILLA
PADILLA: Advierta vusiñoría...
ÁLVARO: Yo no tengo que advertir.
PADILLA: Pues ¿por qué no me ha de oír,
por su honor y en cortesía?
ÁLVARO: ¿Sabéis que esta casa es mía?
PADILLA: Sí, señor.
ÁLVARO: ¿Sabéis quién soy?
PADILLA: Sé que tan lejos estoy
de hacerle agravio, que apelo
de vuestro engañado celo,
y justas quejas os doy.
ÁLVARO: La que yo tengo de vos,
don Juan de Padilla, fuera
menos grave cuando hubiera
la misma edad en los dos.
PADILLA: Mi inocencia sabe Dios.
ÁLVARO: Si el báculo fuera espada,
ya estuviera castigada,
Padilla, vuestra malicia.
PADILLA: A ser vara de justicia,
yo sé que oyera informada.
ÁLVARO: Yo soy Rojas tan büeno
como cuantos Dios crïó.
PADILLA: Lo mismo defiendo yo.
ÁLVARO: Por lo menos ya condeno,
siendo de mi casa ajeno,
el hallaros en mi casa.
PADILLA: ¿Qué ley el respeto pasa?
ÁLVARO: La ley santa de tener
hija, que puedo temer
que por su gusto se casa.
PADILLA: Si yo supe que tenía
unas reliquias, que son
para el mal de corazón,
y a pedírselas venía,
¿qué afrenta o descortesía
halláis en la buena fe
con que en vuestra casa entré?
ÁLVARO: ¿Reliquias para esos males
en casas tan principales?
PADILLA: Pues, señor, ¿qué agravio fue?
ÁLVARO: Allá por los monesterios
se buscan las cosas santas,
que en mi casa no habrá tantas
para tan altos misterios;
afrentas y vituperios
hácense en las casas viles.
PADILLA: Que tú mismo la aniquiles
me ha causado admiración.
ÁLVARO: ¡Qué buen mal de corazón!
¡Qué disculpas tan sutiles!
Aquí no se ha de venir
por reliquias para él,
por corazón sí, que en él
puedo valor infundir;
aquí se pueden pedir
lanzas, paveses y espadas
de tantas guerras pasadas,
que aun las hay, gracias a Dios,
para mozos como vos,
a buena mano enseñadas.
PADILLA: De suerte estáis enojado,
que pienso que mi razón
no os dará satisfacción.
ÁLVARO: Pues ¿qué razón me habéis dado?
PADILLA: Soy yo caballero honrado.
ÁLVARO: Sois Padilla.
PADILLA: Soy igual
a vuestra sangre.
ÁLVARO: Sois tal
que podéis honrarme.
PADILLA: Oíd
un gran remedio.
ÁLVARO: Decid.
PADILLA: Si habéis presumido mal...
ÁLVARO: Ya os escucho.
PADILLA: ...dadme luego
por mujer a mi señora
doña Beatriz. Si ella agora
quiere admitir lo que os ruego,
quedará todo en sosiego,
y yo con ella casado.
ÁLVARO: ¡Buen remedio habéis hallado
para el mal de corazón,
si éstas las reliquias son
que en mi casa habéis buscado!
Siendo quien soy, ¿cómo puedo,
sin la licencia del rey,
pues el ser tan noble es ley
por quien obligado quedo?
Pedídsela, y yo concedo
en que Beatriz vuestra sea,
porque se temple o se crea
vuestro mal de corazón.
PADILLA: Yo sé que en esta ocasión
el rey mi aumento desea,
que no ha tenido soldado
que le sirva como yo.
ÁLVARO: Id a hablarle.
PADILLA: El cielo dio
dulce fin a mi cuidado;
agora a esos pies echado...
ÁLVARO: Teneos, don Juan, que no es justo
sin saber del rey el gusto.
PADILLA: Dios os guarde hasta que os den
nietos mis nietos.
Vase
ÁLVARO: ¡Qué bien!
Quitado se me ha el disgusto.
Bien es verdad que el pedir
que hable al rey achaque ha sido,
que aunque es don Juan bien nacido,
y no se puede decir
que es mejor ningún fidalgo
y caballero en la corte,
voy por diferente norte
y de otra excusa me valgo.
Es pobre, y es el menor
de su casa, y en la mía
bajeza parecería,
y más sospechando amor.
Sale doña BEATRIZ y LEONOR [hablando aparte]
BEATRIZ: (Parece que es ido ya.)
LEONOR: (Sí, señora, ya se fue.)
BEATRIZ: (¿Cómo, Leonor, le hablaré,
si tan enojado está?)
LEONOR: (Finge que lo estás con él.)
A su padre
BEATRIZ: Quisiera en esta ocasión
relevar mi sujeción
de tu término crüel.
No sé si tu entendimiento
tiene el valor que solía,
pues ya tu honra y la mía
pone en tanto detrimento.
¿Era don Juan de Padilla
tan vil, ya que quiso entrar,
que aquí no pudo tomar
honestamente una silla?
¿Hasle visto alguna vez
ni pasear mi ventana?
Que de una cosa tan llana
yo quiero hacerte juez.
Pues si es ésta la primera,
¿cómo le has reñido ansí?
Que se ofendiera de ti,
si quien es don Juan no fuera;
¿es bien que hablen de los dos
en palacio de este modo?
ÁLVARO: Yo tendré culpa de todo,
ríneme tú; bien, por Dios.
BEATRIZ: ¿Era mucho que viniera
por unas cartas aquí,
que hoy a mi prima escribí,
y esta visita me hiciera?
ÁLVARO: ¿Por cartas vino?
BEATRIZ: Leonor,
di tú en esto la verdad.
LEONOR: Y con cuánta honestidad,
que yo se las di, señor.
ÁLVARO: Santa serás a mi cuenta,
Beatriz, si esas cartas son
para el mal de corazón
de que don Juan se lamenta;
por reliquias me decía
que vino para este mal,
tú por cartas; ¡oh qué igual
disculpa, por vida mía!
Concertaos en disculparos,
aunque ya no habrá ocasión.
BEATRIZ: Tan ciertas entrambas son,
que son los efectos claros.
Cuando las cartas le di,
unas reliquias me vio,
lo que eran me preguntó
y "reliquias" respondí.
Díjome que padecía
en el corazón dolor,
¿fue dárselas mucho error,
o fue justa cortesía?
ÁLVARO: Dejará el mar de tener
agua, el campo hierba y flores,
primero que en sus errores
falte disculpa a mujer.
Ahora bien, él te pidió,
y yo al rey le remití,
estas reliquias le di,
que también las tengo yo.
Mas como en esta ocasión
sin esta licencia venga,
aunque más reliquias tenga,
tendrá mal de corazón.
Vase
BEATRIZ: Cogido nos ha en la liga.
LEONOR: ¿Para qué te disculpabas?
BEATRIZ: Corrida estoy.
LEONOR: Ya que dabas
disculpa, a que no te obliga,
pintárasle tu valor,
discreción y honestidad.
BEATRIZ: No sabe tratar verdad,
cuando es verdadero, amor,
pero si de haber errado
nace casarnos los dos,
nunca, Leonor, me dé Dios
suceso más acertado.
LEONOR: ¿Podréte pedir aquí
que si te casas me des
a su escudero?
BEATRIZ: Después
hablaré a don Juan en ti.
LEONOR: También yo tengo por él
cierto mal de corazón.
BEATRIZ: Reliquias del cielo son,
y amor veneno crüel.
No hay corazón descontento
que no salga consolado
en poniéndole en el lado
reliquias de casamiento.
Vanse. Salen don Juan de PADILLA y MARTÍN, escudero suyo
PADILLA: Yo tiemblo de hablar al rey
en materia de casar,
viniendo de pelear.
MARTÍN: Pues ¿hay en el mundo ley
que te lo puede estorbar?
PADILLA: Por la guerra quise honrarme,
de que Alfonso tantas tiene;
si la opinión me conviene
de ser soldado, el casarme
mal a propósito viene.
MARTÍN: Antes muy bien.
PADILLA: ¿De qué modo?
MARTÍN: Porque guerra y casamiento
es un propio pensamiento;
todo es guerra, y si lo es todo,
no sales del mismo intento.
Pero si por ser soldado
y gallardo capitán,
con la opinión que te dan
la batalla del Salado
y la toma de Almazán,
no quieres darle ocasión
a que entienda que la espada
cuelgas cuando va a Granada,
oye un consejo, en razón
de tu vergüenza engañada:
don Juan de Aragón, que priva
con el rey, se lo dirá,
licencia el rey te dará,
que no está agora tan viva
la guerra.
PADILLA: Harto viva está,
pero yo le serviré
casado, si el rey quisiere,
donde la jornada hiciere.
MARTÍN: Él viene.
PADILLA: Yo le hablaré.
MARTÍN: ¿Dónde quieres que te espere?
PADILLA: Aquí te puedes estar.
MARTÍN: Tiene don Juan de Aragón
justa fama y opinión;
no puedes hombre buscar
de mayor satisfacción;
es gallardo caballero.
PADILLA: Espero con su favor
gozar de Beatriz.
MARTÍN: Leonor
me mata; a tu sombra quiero
casarme también, señor;
basta el tiempo que he traído
las armas, pues no me han dado
oficio que haya intentado.
PADILLA: El haberle merecido,
Martín, te le habrá quitado.
Sale don JUAN de Aragón
JUAN: Yo le hablaré después con mucho gusto.
PADILLA: Por buen agüero tomo la respuesta
de lo que aun no sabéis, puesto que es justo.
JUAN: Mi voluntad su afecto os manifiesta.
PADILLA: Si no tenéis acaso por disgusto
hablar al rey, aunque es la causa honesta,
quiero decir que es fácil, hoy querría
le hablásedes por mí y en cosa mía.
JUAN: Ya, don Juan de Padilla, estaréis cierto
del deseo que tengo de serviros.
PADILLA: Siempre me hacéis merced, y así os advierto,
sin que de nuevo intente persuadiros,
que trato de casarme, y que el concierto,
después de muchas ansias y suspiros,
hoy hice con el padre de mi dama.
JUAN: No hay otro mayor bien para quien ama.
PADILLA: Sois tan galán que os hablo en mis congojas.
Finalmente licencia del rey falta;
ésta pide don Álvaro de Rojas;
mirad si es prenda generosa y alta.
Podréis decirme vos: ¿tú, que despojas
tanto moro andaluz, cuando se asalta
fuerte o ciudad, sin ánimo te hallas?
Ay, sí, que tiene amor flacas batallas.
No me atrevo del rey a la grandeza,