Con pase y de etiqueta - AAVV - E-Book

Con pase y de etiqueta E-Book

AAVV

0,0

Beschreibung

Las elites han estado en el centro de muchos de los debates de las últimas décadas y a ellas se alude constantemente; sin embargo, la discusión ha estado tradicionalmente constreñida a interpretaciones categóricas que han tendido a criticar la traición de la burguesía a la revolución en pro de su aristocratización. En un momento fundamental de desmantelamiento del Antiguo Régimen y construcción del Estado-nación liberal, este grupo situado en la cúspide social vivió un profundo y radical cambio en su propia naturaleza. Para complejizar este proceso histórico apelando a una interpretación cultural, se estudian una serie de espacios y prácticas de sociabilidad donde se negociaron las fronteras de definición del concepto mismo de elite. Se analizan, así, lugares tradicionales que sufrieron, a lo largo del siglo XIX, una profunda reconfiguración. Es el caso de los salones, las tertulias, los museos, las academias o los teatros de ópera, pero también de una serie de espacios vinculados a nuevos valores burgueses que implicaron una redefinición de las prácticas y los valores elitistas, como sucedió, por ejemplo, con los balnearios, los casinos o los clubes deportivos. Con una perspectiva interdisciplinar, se estudian tanto la escasa sociabilidad institucionalizada de las elites como, particularmente, aquella otra informal en la que se produjo este complejo proceso de formación de una nueva clase dirigente nacida del encuentro entre la vieja aristocracia y la nueva burguesía.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 622

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



HISTÒRIA / 204

DIRECCIÓN

Mónica Bolufer Peruga (Universitat de València)

Francisco Gimeno Blay (Universitat de València)

M.ª Cruz Romeo Mateo (Universitat de València)

CONSEJO EDITORIAL

Pedro Barceló (Universität Postdam)

Peter Burke (University of Cambridge)

Guglielmo Cavallo (Università della Sapienza, Roma)

Roger Chartier (EHESS)

Rosa Congost (Universitat de Girona)

Mercedes García Arenal (CSIC)

Sabina Loriga (EHESS)

Antonella Romano (CNRS)

Adeline Rucquoi (EHESS)

Jean-Claude Schmitt (EHESS)

Françoise Thébaud (Université d’Avignon)

Este libro es resultado del proyecto de investigación «Cultura del honor, política y esfera pública en la España liberal, 1833-1890», financiado por el Ministerio de Ciencia, Investigación y Universidades de España/FEDER (PGC2018-093698-B-I00).

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© Raquel Sánchez y David San Narciso (eds.), 2023

© De esta edición: Universitat de València, 2023

Publicacions de la Universitat de València

https://puv.uv.es

[email protected]

Imagen de la cubierta:

Llegada al teatro en una noche de baile de máscaras de Eugenio Lucas Villaamil, 1895, © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga.

Coordinación editorial: Amparo Jesús-Maria Romero

Diseño de la cubierta: Inmaculada Mesa

Corrección: Letras y Píxeles, S. L.

Maquetación: Celso Hernández de la Figuera

ISBN: 978-84-1118-227-0 (papel)

ISBN: 978-84-1118-228-7 (ePub)

ISBN: 978-84-1118-229-4 (PDF)

Edición digital

ÍNDICE

ABREVIATURAS UTILIZADAS

PRESENTACIÓN, Raquel Sánchez y David San Narciso

La sociabilidad de las elites del siglo XIX: propuestas de análisis en la historiografía contemporánea, Raquel Sánchez y David San Narciso

LOS SALONES COMO ESPACIO NATURAL DE LAS ELITES

Aproximación al estudio de la corte como centro de sociabilidad de las elites: la época de Fernando VII, Antonio Manuel Moral Roncal

Los bailes de trajes en el Madrid del siglo XIX: un modelo de sociabilidad del gran mundo, Cristina del Prado

El Pazo de Lourizán, una quinta política: las casas de campo como un espacio de sociabilidad al servicio del caciquismo, Margarita Barral Martínez

NUEVOS ESPACIOS, NUEVOS VALORES

Los balnearios como espacios de sociabilidad elitista y de segregación social, Carlos Larrinaga

La introducción de los sports en España: un nuevo espacio de sociabilidad de las elites, Aitor Alaña

Grandes o pequeños: la relevancia de los casinos burgueses en España, Rafael Villena

ESPACIOS EN DISPUTA

Los templos del saber. Civilidad y relaciones sociales en los espacios culturales de la España del siglo XIX, Raquel Sánchez

Entre expertos y profanos: museos y exposiciones artísticas como espacios de sociabilidad en España (1833-1875), Ainhoa Gilarranz Ibáñez

Un espacio mixto de civilidad, respetabilidad y modernidad. Los teatros de ópera en la creación de una identidad elitista, David San Narciso

REFLEJOS LITERARIOS DE LA SOCIABILIDAD ELITISTA

Tertulias literarias de la aristocracia en las letras del siglo XIX, Raquel Gutiérrez Sebastián

La nobleza en la novela de la Restauración, Guadalupe Gómez-Ferrer Morant

SOBRE LOS AUTORES Y LAS AUTORAS

Raquel Sánchez es catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid. Sus investigaciones han cruzado la historia política y cultural para analizar el liberalismo español. En esa línea, se ha interesado en especial por la figura del hombre de letras y su papel en la esfera pública durante el siglo XIX. Ha publicado, entre otros trabajos, las monografías Mediación y transferencias culturales en la España de Isabel II: Eugenio de Ochoa y las letras europeas (Iberoamericana Vervuert, 2017) y Alcalá Galiano y el liberalismo español (CEPC, 2005).

David San Narciso es investigador posdoctoral Juan de la Cierva-Formación en la Universitat de València. Sus trabajos se enmarcan en una historia cultural de la política del siglo XIX. Ha estudiado la corte como un espacio de poder informal y la ritualidad política durante la construcción del Estado nación español. Actualmente investiga la conformación de la masculinidad en el siglo XIX a partir del modelo de domesticidad burguesa. Es autor del libro La monarquía en escena. Ritualidad pública y legitimidad política en el liberalismo español, 1814-1868 (CEPC, 2022).

Antonio Manuel Moral Roncal es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá. Sus principales líneas de investigación han girado en torno a la crisis del Antiguo Régimen en España, analizando temas tan variados como la desaparición de los gremios, la configuración del tradicionalismo o la corte de Fernando VII. Entre sus obras destacan su monografía ¡El enemigo en palacio! Afrancesados, liberales y carlistas en la Real Casa y Patrimonio, 1814-1843 (UAH, 2005) y la biografía Carlos V de Borbón, 1788-1855 (Actas, 1999).

Cristina del Prado Higuera es profesora contratada doctora de Historia Contemporánea en la Universidad Rey Juan Carlos, donde también es directora del Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Sus trabajos analizan la nobleza en el siglo XIX, centrándose particularmente en sus espacios de sociabilidad y en el papel de las mujeres. Es autora del libro El todo Madrid. La corte, la nobleza y sus espacios de sociabilidad en el siglo XIX (FUE, 2012).

Margarita Barral Martínez es profesora titular de Historia Contemporánea en la Universidade de Santiago de Compostela. Sus líneas de investigación han estado centradas en el análisis del clientelismo político, de la historia de Galicia y de la monarquía durante la Restauración. Entre otros trabajos, ha publicado la monografía Montero Ríos e Compostela: un feudo clientelar (Sotelo Blanco, 2007) y ha coordinado el libro Alfonso XIII visita España: monarquía y nación (Comares, 2016).

Carlos Larrinaga es profesor titular de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Granada. Ha publicado numerosos trabajos sobre la industrialización, el comercio, la historia ferroviaria, los servicios urbanos y la historia del turismo del norte de España durante el siglo XIX y comienzos del XX. Entre su gran producción destacan sus monográficos Los orígenes del turismo moderno en España: el nacimiento de un país turístico, 1900-1939 (Sílex, 2018) y Diputaciones provinciales e infraestructuras en el País Vasco: el caso guipuzcoano (UPV, 2013).

Aitor Alaña es investigador predoctoral FPU en la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de trabajo son la historia política del siglo XIX y la historia biográfica. Actualmente desarrolla su tesis doctoral sobre la figura de José Osorio y Silva (1825-1909), IX duque de Sesto y XVII marqués de Alcañices. Es miembro de la Sociedad Española de Excelencia Académica (SEDEA) y coordinador del Seminario Permanente de Investigación en Historia Contemporánea de la UCM.

Rafael Villena Espinosa es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha. Se ha especializado en el estudio del Sexenio Revolucionario, periodo al que ha dedicado monografías como El Sexenio Democrático en la España rural (Instituto de Estudio Manchegos, 2005). Asimismo, ha estudiado el asociacionismo, ha colaborado con el Grupo de Estudios de Asociacionismo y Sociabilidad (GEAS) y ha publicado, entre otros, el libro Sociabilidad fin de siglo: espacios asociativos en torno a 1898 (UCLM, 1999).

Ainhoa Gilarranz Ibáñez es investigadora posdoctoral María Zambrano en la Universidad Complutense de Madrid. Sus trabajos se han centrado en el estudio de la historia cultural de la España del siglo XIX, analizando las conexiones de las bellas artes con el poder político. Actualmente investiga el papel de la cultura visual en la construcción de los imaginarios nacionales. Es autora del libro El Estado y el arte. Historia de una relación simbiótica durante la España liberal, 1833-1875 (PUV, 2021).

Raquel Gutiérrez Sebastián es profesora titular de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Cantabria y vicepresidenta de la Sociedad Menéndez Pelayo. Ha estudiado la literatura del siglo XIX, especialmente la obra de algunos escritores románticos y de los grandes narradores de la Restauración. Entre sus trabajos destacan Patricio de la Escosura (1807-1878). Armas, política y letras de un romántico español (Tirant, 2022) o El reducto costumbrista como eje vertebrador de la primera narrativa de Pereda, 1876-1882 (Ayuntamiento de Santander, 2002).

Guadalupe Gómez-Ferrer Morant es catedrática emérita de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid. Sus trabajos se han centrado en la historia social y cultural de la España de la Restauración. Ha analizado particularmente la literatura y los escritores de esta época, así como la historia de las mujeres y la lucha por la igualdad. Es autora, entre otros, de los libros Vida, literatura e historia en la España de la Restauración (UCM, 2008) o Palacio Valdés y el mundo social de la Restauración (Instituto de Estudios Asturianos, 1983).

ABREVIATURAS UTILIZADAS

ACDA

Archivo Casa Ducal de Alburquerque

AFCA

Archivo Fundación Casa de Alba

AFMR

Archivo Familiar Montero Ríos

AGP

Archivo General de Palacio

AMP

Archivo del Museo del Prado

AMT

Archivo Municipal de Toledo

BFM-UCM

Biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid

CECLM

Centro de Estudios de Castilla-La Mancha

DSC

Diario de Sesiones del Congreso

RMG

Registro Mercantil de Guipúzcoa

PRESENTACIÓN

Raquel Sánchez

Universidad Complutense de Madrid

David San Narciso

Universitat de València

Aludidas constantemente cuando se habla del siglo XIX, las elites han estado, y siguen estando, en el centro del imaginario cultural contemporáneo. Basta con acercarse a una buena parte de las producciones literarias y audiovisuales actuales, desde películas hasta series, pasando por novelas de todo tipo, para constatar la atracción que este grupo social ha tenido y sigue teniendo entre el público. Cuando nos acercamos a la producción historiográfica, en cambio, las elites han despertado menos interés que otros objetos de estudio, como la nacionalización, la monarquía, la politización de las clases populares, la construcción del Estado liberal, etc. Una gran parte de ellos focalizados, en suma, en aspectos eminentemente políticos, aunque en ocasiones también han incorporado perspectivas socioculturales de análisis. En todo caso, a la hora de estudiar la conformación de la sociedad española en el siglo XIX, no podemos perder de vista el papel desempeñado por estos grupos sociales privilegiados en la gestión de los asuntos políticos y económicos. Se trataría de unas elites cuya definición resulta compleja por su constante cambio y evolución en procesos de integración y expulsión en función de los valores imperantes en cada momento histórico y que definen en realidad quién forma parte de ella. Hablamos de una elite difícilmente comprensible como un todo homogéneo, sino formada por distintos grupos que luchan por imponer su hegemonía y que, a la vez, conviven compartiendo espacios, valores y prácticas.

Una parte de la historiografía ha tendido a estudiar la elite compartimentándola en dos grandes bloques, muchas veces antagónicos, que competían por el poder (entendido en sentido genérico): una vieja aristocracia con dificultades para adaptarse política y económicamente a los desafíos del liberalismo y una emergente burguesía llamada a desbancarla de su preeminencia. Una burguesía que, sin embargo, habría traicionado una parte significativa de sus valores en los procesos revolucionarios acontecidos en la primera mitad del siglo XIX para integrarse en ese caduco mundo aristocrático y perpetuar, así, las situaciones de privilegio. Los últimos estudios al respecto, en cambio, complejizan este proceso social para mostrarnos una realidad más plástica, versátil y dinámica acontecida durante el desmantelamiento del Antiguo Régimen y la construcción del Estado nación liberal.

El presente libro busca contribuir a la revisión historiográfica de este proceso histórico apelando a una interpretación cultural de la historia en la que se combinan fuentes diversas y perspectivas metodológicas interdisciplinares y flexibles. Se trataría de incidir en el análisis de la reconfiguración de las elites e, incluso, en su propia definición, valiéndonos para ello de los espacios y las prácticas sociales que viejas y nuevas elites compartieron. Es decir, pretendemos servirnos aquí de la sociabilidad no como objeto de estudio en sí misma, sino como una categoría de análisis que nos permita examinar las dinámicas de inclusión y exclusión de la elite. Este trabajo aborda, por tanto, algunos de estos espacios en los que se negociaron las fronteras de definición del propio concepto de la elite en la España del siglo XIX. Se analizan, así, lugares tradicionales de la aristocracia que sufrieron a lo largo del siglo XIX una profunda resignificación. Es el caso de los salones, las tertulias, los museos, las academias o los teatros de ópera. Pero también una serie de espacios vinculados a nuevos valores burgueses que implicaron una redefinición de las prácticas y los valores elitistas, como sucedió, por ejemplo, con los balnearios, los casinos o los clubs deportivos. No hemos pretendido llevar a cabo una relación exhaustiva de todos ellos. Buscamos presentar, por el contrario, algunas muestras que, siendo heterogéneas, ofrezcan un panorama amplio de las posibilidades analíticas que ofrecen. Asimismo, hemos tratado de combinar perspectivas de estudio plurales: desde enfoques más consolidados hasta nuevas miradas. Con un enfoque interdisciplinar, se propone estudiar tanto la escasa sociabilidad institucionalizada de las elites como, particularmente, aquella otra informal en la que se produjo este complejo proceso de formación de una nueva clase dirigente del encuentro entre la vieja aristocracia y la nueva burguesía.

El libro se estructura en torno a cuatro ejes temáticos. En primer lugar, se dedica un bloque a los salones como espacios de sociabilidad por excelencia de las elites. Se analizan, así, desde los salones de la corte –Antonio Moral Roncal– hasta los de la nobleza –Cristina del Prado–, sin olvidar los de nuevos estratos de la elite liberal –Margarita Barral– en sus casas de campo. A esta sección le sigue otra donde se estudian lugares especialmente significativos del encuentro entre viejas y nuevas elites creados ex novo, como los balnearios –Carlos Larrinaga–, los clubes deportivos –Aitor Alaña– y los casinos –Rafael Villena–. Si estos espacios remitían a nuevos valores que se negociaron en la demarcación de los contornos sociales de la elite, el bloque siguiente analiza el combate encarnizado por resignificar lugares propios y tradicionales de la aristocracia. Se produjo, así, un debate entre estas elites sociales y los poseedores de saberes especializados por apropiarse de los espacios, lo que nos habla de la importancia que tuvieron en su definición como espacios exclusivos. Este fue el caso de las academias, liceos y ateneos –Raquel Sánchez–, los museos –Ainhoa Gilarranz– y los teatros de ópera –David San Narciso–. Finalmente, por su incidencia en la época, el último bloque está dedicado al reflejo de esta realidad en la literatura –Raquel Gutiérrez Sebastián y Guadalupe Gómez-Ferrer–. Nuestro objetivo ha consistido no solo en mostrar las líneas de trabajo ya asentadas en la historiografía sino también en abrir líneas de investigación para analizar un proceso social complejo en la redefinición de la elite durante el siglo XIX. En él, la sociabilidad, como esperamos mostrar, jugó un papel determinante

La calidad de las fuentes y el nivel de profundización varían mucho a lo largo de los capítulos, condicionados, precisamente, por las problemáticas que acabamos de comentar. Algunos espacios, como los casinos, las fiestas, la corte, los balnearios o los museos, cuentan con algún estudio previo que ha permitido a sus autores llegar a un nivel de análisis mayor o más complejo.1 Otros, como los clubs deportivos, los teatros de ópera o las casas de campo, han podido ponderarse mediante marcos comparativos anteriores o posteriores. Pero todos remiten a las tensiones internas en la elite por significar y redefinir sus contornos sociales. Somos conscientes de que faltan algunos espacios, como la beneficencia o los jardines públicos. Pero consideramos que el libro cubre un amplio abanico de ellos con el objetivo primordial de abrir líneas de investigación, más que cerrar categóricamente el debate. Desde este punto de partida, podremos acercarnos a una realidad difícil de aprehender con las herramientas historiográficas más tradicionales, es decir, las formas de relación y trato entre las personas, así como los cambios para regular el acceso a estas prácticas y entornos de sociabilidad. Todo ello son expresiones de unos códigos de conducta propios de las elites, interiorizados y convertidos en referentes de comportamiento para el resto de la sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

AFINOGUÉNOVA, Eugenia: El Prado. La cultura y el ocio (1819-1939), Madrid, Cátedra, 2019.

MOLINA, Álvaro: «Las exposiciones de la Academia de San Fernando. Espacios y prácticas de saber artístico y sociabilidad», Cuadernos de estudios del siglo XVIII 30, 2020, pp. 447-468.

PRADO, Cristina del: El todo Madrid. La corte, la nobleza y sus espacios de sociabilidad en el siglo XIX, Madrid, FUE, 2012.

SÁNCHEZ, Raquel: «Sociabilidad cortesana y modelos de monarquía en España (1833-1872)», Libros de la Corte 20, 2020, pp. 235-259.

ZOZAYA, María: Del ocio al negocio: redes y capital social en el Casino de Madrid, 1836-1901, Madrid, La Catarata, 2007.

ZOZAYA, María: Identidades en juego. Formas de representación social del poder de la élite en un espacio de sociabilidad masculino, 1836-1936, Madrid, Siglo XXI, 2015.

1 Véase al respecto María Zozaya: Del ocio al negocio: redes y capital social en el Casino de Madrid, 1836-1901, Madrid, La Catarata, 2007, e Identidades en juego. Formas de representación social del poder de la élite en un espacio de sociabilidad masculino, 1836-1936, Madrid, Siglo XXI, 2015; Cristina del Prado: El todo Madrid. La corte, la nobleza y sus espacios de sociabilidad en el siglo XIX, Madrid, FUE, 2012; Raquel Sánchez: «Sociabilidad cortesana y modelos de monarquía en España (1833-1872)», Libros de la Corte 20, 2020, pp. 235-259; Eugenia Afinoguénova: El Prado. La cultura y el ocio (1819-1939), Madrid, Cátedra, 2019; y Álvaro Molina: «Las exposiciones de la Academia de San Fernando. Espacios y prácticas de saber artístico y sociabilidad», Cuadernos de estudios del siglo XVIII 30, 2020, pp. 447-468.

LA SOCIABILIDAD DE LAS ELITES DEL SIGLO XIX

Propuestas de análisis en la historiografía contemporánea

Raquel Sánchez, David San Narciso

En 1898 salía al mercado un nuevo libro titulado Los salones de Madrid. El objetivo era retratar, fotográfica y literariamente, unos espacios centrales de las casas de la elite tanto por los objetos que allí atesoraban como por las funciones sociales que representaban en sí mismos. En su prólogo, la ya célebre Emilia Pardo Bazán vinculaba estos espacios de sociabilidad elitista con un concepto clave del siglo XIX: el de civilización.1 Desde esta perspectiva, los salones «de la gente rica, generosa y de buen gusto» eran importantes por varios motivos. En primer lugar, porque «el refinamiento social» ayudaba «a pulir y refinar la vida» en general debido a la influencia de estas elites en la sociedad. Además, los salones tenían un puesto central en el «florecimiento artístico» en una época en la que «el arte ha perdido su carácter colectivo». Pero, ante todo, frente al gusto importado de los clubs británicos masculinos, cada vez más pujantes en España, estos espacios eran los únicos refugios donde «se encuentran y conversan hombres y mujeres». De esta forma, dirá, los salones contribuían «a la dulzura de las costumbres» y a la creación «de afinamiento y cortesía, aun cuando en este tiempo de deportes y automovilismo, andemos a cien leguas del tono, los modales y la distinción del reinado de Luis XV».2

Reconocía Emilia, con todo, una fuerte corriente de opinión que pretendía mostrar a la «sociedad elegante» como «la zona social donde mayor densidad presentan los vicios, las maldades y las debilidades».3 En ese sentido, clamaban los críticos contra un género –la crónica de salón– y una categoría autorial –el cronista– que entendían como algo banal y superficial, como algo mundano focalizado en las fiestas, saraos, vestidos y comidas de las aristocracias sociales. Pardo Bazán cogió la pluma en defensa de ambos, pues no era «necesariamente más frívola y menos instructiva que, verbigracia, una revista de toros, de frontones o de teatros». Ella, que como muchos otros autores de la época había hecho sus pinitos en el género,4 entendía que la crónica social conseguía unir el periodismo con la novela. Pero además guardaba un sentido civilizador, por cuanto en «sus dominios abarcan la inmensidad de la vida, y no únicamente la vida social, que al fin es una mínima parte de la vida propiamente dicha, y sólo corresponde a su exterioridad».5 Igualmente, el género tenía un valor histórico innegable. De esta forma, concluía Emilia, «la chismografía de hoy es la historia de mañana. Mucho diera Clío por conocer lo que se charló en los rincones, hace cuatro o seis siglos».6

Ciento veinticinco años después, aquellos críticos se asustarían al ver los límites a los que ha llegado aquella frívola y mundana crónica de salones. El género, conocido como prensa rosa o del corazón, tuvo en el siglo XX una auténtica explosión vinculada con la expansión de la sociedad de masas, el auge de la publicidad y el nacimiento del star-system.7 Una plétora de actores y actrices se sumaron, entonces, al elenco de celebridades de las elites sociales que llenaban las páginas de los diarios: aquellos mundos de la realeza, la aristocracia, las letras o la política.8 La popularidad del género rosa hizo que saltase del papel a las ondas radiofónicas, y de estas a las pequeñas pantallas, tan pronto como las tecnologías fueron haciéndose más comunes en la vida cotidiana de la gente. Incluidos en los infoshow, aquellos formatos televisivos de entretenimiento, la crónica rosa desgranó a finales del siglo XX la vida privada e íntima de estas elites sociales, explotando la emotividad del público mediante su espectacularización y dramatización.9 La vida de las personas famosas, donde se mezclaban aristócratas, folclóricas, integrantes de familias reales, toreros, actrices y un largo etcétera, explotó los propios límites del sensacionalismo.10 Una evidencia, especialmente elocuente además, de aquella sociedad del espectáculo en que vivimos donde, como dijo Guy Debord, la vida social ha sufrido una «degradación del ser en tener» y «del tener al parecer, del cual extrae todo “tener” efectivo su prestigio inmediato».11 En ese sentido, dirá este autor, el espectáculo, «como inversión concreta de la vida», «no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes». Es en sí misma la propia sociedad.12

El medio, sin duda, ha cambiado en estos siglos. Tanto más lo ha hecho su recepción, que ha llegado e impactado a una amplísima gama de perfiles sociales en una dimensión desconocida e inimaginable. Del desarrollo televisivo de estos programas rosas hemos llegado a un estadio nuevo con el uso que las personas famosas hacen de su propia espectacularización en redes sociales como Instagram o TikTok. Y del consumo televisivo hemos llegado a uno mucho más banal que permea la vida social y digital de la gente. Pero en 1898, como en 2023, la crónica de salones o rosa nos habla de la sociedad, forma parte intrínseca de aquellos rastros históricos en la línea apuntada por Emilia Pardo Bazán. Podemos consumirla o no, pueden gustarnos más o menos sus formas y objetivos, pero lo que resulta innegable –tanto ahora como en el pasado– es que nos habla de la sociedad que la demanda y la consume. Y, ante todo, nos habla constantemente de referentes, de aquellas elites que sirven como modelo aspiracional, como condensadores de una serie de valores y de una variedad de tensiones sociales que pugnan por significar la vida de las personas. También nos habla, desde luego, del papel que tiene la vida privada en la legitimidad pública de los individuos, de los dobles juegos del sensacionalismo en la transmisión y recepción de la información. Pero el problema principal, a nuestro entender, está en el propio concepto de elite, en su constante redefinición histórica, en su forma de legitimación, en sus dinámicas internas, en su impacto en las sociedades y lo que todo ello puede contarnos acerca de determinadas problemáticas actuales y/o históricas.

Han sido especialistas de la sociología y la politología quienes más han reflexionado acerca de su conceptualización, su caracterización, sus dinámicas y problemáticas.13 A comienzos del siglo XX, los primeros teóricos del llamado «elitismo clásico» contrapusieron la realidad frente a la utopía igualitarista –liberal o marxista– defendiendo la inevitabilidad de las elites en la organización de las sociedades. Partían, así, de la existencia –para ellos natural– de una minoría dirigente que tenía y ejercía el poder, imponiéndose sobre una mayoría gobernada.14 El padre fundador del concepto, Vilfredo Pareto, criticó duramente la teoría marxista de la lucha de clases por ignorar este hecho, así como por la influencia que habrían tenido los ciclos económicos en los cambios internos de estas elites. De esta forma, dirá: «guste o no guste a ciertos teóricos, es un hecho que la sociedad humana no es homogénea, que los hombres son distintos física, moral e intelectualmente».15 Estas elites legitimarían su poder o prestigio en la posesión de una serie de habilidades o capacidades excepcionales que les elevarían en la jerarquía. Con todo, para mantener el equilibrio social, se produciría una continua circulación entre viejas y nuevas elites. Desde esta perspectiva, dirá, la historia no sería una lucha de clases sino «un cementerio de aristocracias», una lucha entre las elites para sustituirse apoyándose en la masa.16 Unos pocos años después, Gaetano Mosca matizó y complejizó este esquema al introducir condicionantes sociales en el origen de estas elites. Su éxito, con todo, se debía a la cohesión que mostraban en su organización basada en vínculos de interdependencia. Su discípulo, Robert Michels, llegaría a decir que toda organización, incluidas aquellas con unos fundamentos y prácticas democráticas, tenderían inevitablemente a ser gobernadas por una oligarquía, por una elite que se perpetúa en el poder mediante la especialización de los líderes en la captación y guía de las masas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el debate no giró tanto en torno a la existencia o caracterización de estas elites como en su integración y dinámicas dentro de regímenes democráticos. Surgieron entonces dos tendencias: una que seguía esa línea elitista clásica, defendiendo que los estados estaban dominados por un reducido número de gente interconectada –el establishment, el sistema o la clase dirigente–, y otra pluralista que abogaba por una pluralidad de elites que ejercían su influencia en determinados sectores. El cambio conceptual determinante vendría tras la caída de la URSS y en el contexto de progresiva democratización de muchos estados. El llamado «nuevo paradigma de la elite» buscó entonces unificar algunos de estos presupuestos teóricos presentando un modelo de cambio de régimen basado en la unidad o no de sus elites. La historia jugaría en todo ello un papel clave por cuanto los estudios comenzaron a basarse en modelos históricos comparativos. Así, en función de cómo estaban organizadas estas elites –desunidas, unidas por consenso o por ideología–, se desarrollarían unos estados democráticos inestables, estables o totalitarios, respectivamente.17 Se llegó a defender, siguiendo este paradigma, que las democracias estables eran el resultado de un consenso entre sus elites.

El contacto entre disciplinas, sin embargo, continuó siendo escaso y precario, cuando lo hubo. Aunque estos estudios sociológicos y politológicos recurrieron con frecuencia a la historia en sus argumentaciones,18 apenas introdujeron los matices en los términos y los conceptos de las nuevas tendencias historiográficas. Por su parte, la disciplina histórica fue sorda a muchos de los debates sobre las elites que estaban teniendo lugar en el seno de dichas ciencias sociales. De esta forma, se asumieron –en ocasiones acríticamente– algunos de sus conceptos, expresiones y tesis, particularmente aquellas más clásicas, ignorando los avances epistemológicos de la disciplina. El estudio de las elites en la historia ha tenido una particular incidencia para época moderna, siguiendo en parte la estela de Norbet Elias, y con un énfasis en el papel que estos agentes sociales tuvieron en la construcción del Estado.19 Para épocas más recientes, sin embargo, apenas se han desarrollado trabajos en esta estela. En gran medida, la historiografía sigue constreñida dentro de los márgenes y procesos que Max Weber conceptualizó acerca del nacimiento del Estado moderno según la lógica de una progresiva racionalización de la administración y burocratización de su componente social.20 El proceso de cambio radical en el sistema político iniciado con las revoluciones de finales del siglo XVIII y, particularmente, de la primera mitad del siglo XIX discurrió de forma paralela a unas transformaciones, igual de intensas, en el orden socioeconómico y cultural que afectaron a las elites. Con ello habrían emergido nuevos agentes sociales –provenientes del mundo económico y financiero, militar, político e intelectual– que habrían amenazado la permanencia de las elites tradicionales, que forzaron una completa reestructuración de la categoría. El desarrollo académico del marxismo habría incluido a esta interpretación la lucha de unas clases homogéneas por la hegemonía.

De esta forma, el estudio de las elites del siglo XIX ha estado condicionado por un análisis fraccionado de estas en el que no se perciben los trasvases entre ellas, más allá de políticas matrimoniales. Igualmente, se han priorizado análisis locales o nacionales, así como de sagas familiares, pero apenas se han desarrollado estudios comparados o transnacionales. Pero, más importante aún, ha estado limitado a una clasificación social excesivamente simplificada –aristocracia, burguesía, proletariado y campesinado–, entendida aún en términos de lucha de clases –entre una aristocracia decadente y una burguesía pujante– y encerrada aún en un debate, en parte estéril, sobre la imposición de una sobre la otra o viceversa. Así, aunque contamos con estudios interesantes sobre la burguesía21 y con muchos menos –y algo más desfasados– sobre la aristocracia22 del siglo XIX, aún pueden explorarse interesantes vías –particularmente en su dimensión más social y cultural,23 mucho menos trabajadas que la política y económica– para entender en toda su complejidad un proceso histórico que debe huir de afirmaciones categóricas, dicotomías radicales y prejuicios ideológicos.

El debate historiográfico estuvo –y continúa en parte– muy influenciado por el trabajo de Arno J. Mayer acerca de la persistencia del Antiguo Régimen en Europa hasta la Primera Guerra Mundial. Enfatizando las continuidades, Mayer subrayaba «la incapacidad congénita de los grandes de los negocios y las profesiones para fusionarse en un estamento o una clase cohesiva» capaz de hacer frente a la aristocracia tradicional e imponerse social, cultural e ideológicamente, sustituyéndola como elite dirigente.24 Mayer criticaba a la burguesía considerando que no solo carecía «de una base social y cultural propia firme y coherente», sino que «siguió dudando de sí misma y autonegándose» pues «en el fondo nunca había dejado de dudar de su propia legitimidad social».25 Su interpretación era categórica: la nobleza tradicional había sido mucho más fuerte que las nuevas burguesías industriales y financieras, manteniendo su liderazgo político y social mediante la cooptación selectiva de determinados miembros. Una consecuencia lógica, en su opinión, del carácter «singularmente impresionable y débil» de la burguesía debido «a su adulación, a su obsesión por escalar socialmente y ennoblecerse».26 De esta forma, «la fusión de los dos estratos siguió siendo manifiestamente asimétrica: la aristocratización o ennoblecimiento de la burguesía dócil fue mucho más penetrante que el aburguesamiento de la nobleza imperiosa».27 Así, «tras haber asimilado las ideas culturales y los objetivos sociales» de la nobleza, estos «advenedizos imitaron el acento, el porte, el comportamiento, la etiqueta, el atavío y el estilo de vida» para «superar el estigma de sus orígenes sociales humildes y sus vocaciones económicas carentes de honorabilidad».28 A finales de siglo, sus descendientes –educados ya en escuelas elitistas, socializados en sus instituciones culturales y con sus formas culturales aprehendidas– perdieron cualquier trazo burgués y se integraron en los círculos sociales más elevados.

Las tesis de Mayer tuvieron entonces un enorme impacto historiográfico y suscitaron profundos debates teóricos. Fue particularmente en Inglaterra donde estos estudios tuvieron mayor desarrollo, ligando la progresiva aristocratización de estos hombres de negocios con el declinar del poder económico y político británico en el cambio de siglo.29 Se argumentó, así, que estos «caballeros capitalistas» habrían desarrollado una mentalidad menos competitiva e ingeniosa que sus padres, siendo peores gestores y fracasando en reinvertir los beneficios de sus empresas. Las generaciones que sucedieron a los pioneros del capitalismo se habrían contentado con las ganancias económicas en vez de esforzarse por crear nueva riqueza. Algunos de ellos, incluso, se alejaron del mundo de los negocios para entrar en el de la política, las profesiones o la especulación bursátil. En todo caso, sus recursos se habrían dirigido hacia formas no productivas de prestigio social que simbolizaban su pertenencia a aristocracia, como el lujo, los viajes, el arte, la moda y, en particular, la adquisición de grandes tierras.30 Como sintetizó Eric J. Hobsbawm, «en gran medida, la burguesía de finales del siglo XIX era una “clase ociosa”» para la que «gastar dinero pasó a ser una actividad cuando menos tan importante como ganarlo».31 Inmersa en una profunda crisis de «su ideología identificadora», la burguesía iba «apartándose de su destino histórico».32 En consecuencia, «su objetivo, cada vez más frecuentemente, era coronar el éxito en los negocios integrándose en la clase de la nobleza, al menos a través de sus hijos e hijas y, si no, adoptando el estilo de vida aristocrático».33 Con todo, Hobsbawm advirtió que estos valores aristocráticos se asimilaron «a un sistema moral pensado para una sociedad burguesa» donde fue imponiéndose progresivamente «un estilo de vida disoluto y lujoso que exigía por encima de todo dinero».34

En España, las discusiones también giraron entonces alrededor del impacto que estos grupos emergentes tuvieron en el desarrollo político, social, económico y cultural del país. Estas ideas reafirmaban las teorías que muchos historiadores españoles venían desarrollando acerca de la revolución liberal. En los años ochenta y noventa, un nuevo paradigma derivado de la teoría de la modernización interpretaba la historia del siglo XIX español como el resultado del retraso en experimentar esta triple revolución política, económica y social. La burguesía se encontraba, aquí también, en el propio centro del debate. Contenidas sus inclinaciones iniciales hacia la revuelta contra las elites del Antiguo Régimen, estas clases emergentes habrían pactado con ellas para frenar los excesos democráticos de la revolución. Así, la reticencia de la burguesía a desafiar a la vieja aristocracia, y su voluntad de incluirse en ella renunciando cada vez más a sus orígenes humildes, sería vista como una traición por parte de las clases populares.35 Al igual que en el caso británico, la alianza entre la aristocracia y la burguesía habría tenido consecuencias políticas –con un sistema cada vez menos representativo del que la gente se sentía alejada–, pero también económicas, siendo un factor clave en el fracaso de la modernización de España.

Fueron muchas las personas que criticaron esta interpretación, principalmente por su carácter reduccionista y teleológico, y que abogaron por complejizarla e incluirla dentro de unas dinámicas que transcendían el marco nacional para encontrar en el contexto europeo su espacio de comprensión.36 Hablando sobre el estudio de las elites en el caso español, Javier Moreno Luzón hacía en 2008 un análisis historiográfico muy atinado que mantiene aún toda su vigencia. Decía este historiador que los trabajos se habían caracterizado por la predilección de los ámbitos políticos y económicos, la escasez de diálogo con otras ciencias sociales, el peso de la biografía frente a la prosopografía, el papel de los análisis locales y la centralidad un periodo histórico: la Restauración.37 Además, advertía Pedro Carasa, parecía que las investigaciones desconocían muchos de los fundamentos ideológicos, las implicaciones teóricas y los métodos analíticos de toda una corriente de pensamiento en torno a las elites proveniente de las ciencias sociales.38 Unos cuantos años después podemos decir que la historiografía ha avanzado lentamente en este campo. Aunque se han publicado algunos nuevos trabajos sobre el tema, muchos de los presupuestos teóricos y las perspectivas heurísticas han variado poco. Además, sigue recurriéndose a ideas generales acerca de una aristocracia apenas estudiada y una burguesía, muchas veces apelada, pero aún bastante desconocida. No digamos ya de análisis que integren una perspectiva teórica de las elites.39 Tras la eclosión de los años ochenta, los estudios sobre la burguesía apenas han avanzado.40 Aún en peor estado se encuentran los de la aristocracia, necesitados de una renovación tanto de la perspectiva política y económica,41 algo más desarrollada, como de una ampliación sociocultural apenas trabajada.42

Los análisis, así, siguen limitados localmente o a sagas familiares, sin apenas reflexionar en la reconfiguración de las elites a lo largo del siglo XIX. Además, temáticamente, continúan circunscritos a aspectos políticos y económicos, dejando en un segundo plano los cambios en las estructuras socioculturales. Y ello pese a que Jesús Cruz ya advirtiera hace años de que, en realidad, «elementos pertenecientes a ambos grupos estaban ya unidos en una comunidad de intereses, si no sociales al menos sí políticos y económicos, antes de que se iniciaran estos cambios».43 Siguiendo a este historiador, la novedad estuvo sobre todo en la creación de una sociedad de notables en el sentido más weberiano del término. Es decir, unas personas con una alta reputación social y una poderosa posición económica que actuarían como líderes a tiempo parcial de una organización política debido particularmente a su extensa influencia en la comunidad.44 Esta sociedad se caracterizó, como escribió Jesús Cruz, «por combinar los nuevos hábitos surgidos del cambio político liberal con comportamientos y estructuras tradicionales que solo la transformación económica pudo hacer desaparecer».45 Sin embargo, lejos de pugnar por la mera imposición de unas sobre otras, su marco de relaciones sociales favoreció «la reproducción más que la renovación y la cooptación en lugar de la sustitución».46 En ese sentido, como observó Jorge Luengo, las estrategias de las elites crearon una sociedad donde el parentesco y la amistad soportaron el sistema político, definiendo los límites conyugales de los notables.47 Una categoría que, desde luego, trascendía su definición en términos de clase entendida desde parámetros meramente económicos.48 Culturalmente, todo ello se manifestó en una fusión de valores, pautas culturales y formas de vida evidenciadas, por ejemplo, en las bibliotecas y salones aristocráticos.49

Emergió, así, una elite social cuyos criterios de pertenencia ya no estarían solamente determinados por la herencia sanguínea y la antigua riqueza, sino que debieron dialogar con otros nuevos. Para tratar de entender en toda su complejidad esta recomposición de las elites, es interesante introducir el concepto de la respetabilidad. Aunque el honor pervivió en el siglo XIX como un ideal totalizador, la respetabilidad actuó como un modulador de las prácticas, valores y actitudes de los agentes históricos en su dimensión más cotidiana. En consecuencia, fue un elemento central en esta redefinición de las clases dirigentes. La respetabilidad establecía, como dijo Geoffrey Best, «la línea más fina de todas las divisiones sociales, entre aquellas personas que eran o no respetables; una línea más nítida, con mucho, que la que separaba entre ricos y pobres».50 De esta forma, como ha subrayado recientemente el historiador Woodruff D. Smith, la respetabilidad fue «un elemento básico de la construcción de la clase como categoría», principalmente porque algunas de estas «fueron definidas por sus miembros en parte en términos de una respetabilidad atribuida».51 Esta habría sido, así, «un amplio constructo con el que conectar y dar sentido a una gran variedad de prácticas, ideas, estructuras sociales, convenciones discursivas y mercancías», formado «por la convergencia de unos patrones culturales más o menos separados y preexistentes».52 Estos serían, en su opinión, tres: «uno que construía el estatus social en torno al concepto de elegancia, otro que englobaba la sensualidad en un marco de lujo limitado estética y moralmente, y un tercero que definía la virtud en términos materiales».53

Estas teorías descansan, de una u otra manera, en los estudios de Pierre Bourdieu sobre los campos sociales y la lucha simbólica por la dominación que se desarrolla entre los distintos grupos que conforman la elite por imponer su hegemonía. Frente a la conceptualización tradicional de la clase en términos meramente económicos, Bourdieu propuso entenderla de forma relacional. Así, la percibía como un espacio social multidimensional formado por «conjuntos de agentes ocupando posiciones similares que, situados en condiciones similares y sometidos a condicionantes similares, tienen todas las probabilidades de tener disposiciones e intereses similares».54 Ello generaría diversas facciones dentro de la elite que lucharían por imponer su definición del mundo social, su orden epistemológico y sus principios de jerarquía. Es decir, en palabras de Bourdieu, que competirían por imponer la «jerarquía de los principios de jerarquización» y «la legitimidad de su dominación mediante su propia producción simbólica».55 En esta lucha entre facciones, el capital simbólico sería tanto o más importante que el económico por cuanto, una vez adquiridas, estas formas de distinción serían reconocidas como legítimas por sus pares. Las elites emergentes estarían luchando, así, por la hegemonía, por el dominio social en su versión más gramsciana. Cada grupo intenta afirmar su posición como líder social tratando de reconfigurar las sensibilidades públicas, de definir los límites de lo que es socialmente posible, legítimo y aceptable. Desde esta perspectiva, la respetabilidad sería el fundamento sobre el que se construyeron nuevas actitudes y normas de comportamiento en la definición de las elites. Definiendo lo que es o no respetable, cada fracción trató de imponer su cosmovisión social que podía ser aceptada o rechazada por los otros grupos miembros de la elite. En ese sentido, decía Antonio Gramsci, «cuando se logra introducir una nueva moral conforme a una nueva concepción del mundo, se acaba por introducir también esa concepción, es decir, se produce una reforma filosófica completa».56 De esta forma, aquellas personas de la burguesía fueron capaces de negociar con y hacer concesiones a las antiguas elites, obteniendo así su aprobación y llegando a ejercer un liderazgo intelectual y moral.

Los grupos emergentes lucharon, así, por imponer su hegemonía y redefinir el propio concepto de pertenencia a la elite sobre la base de nuevos valores, de nuevos criterios de selección y exclusión. En la España Moderna, el honor era el principal elemento que definía la preeminencia social y mantenía unida la estructura jerárquica estamental.57 El siglo XVIII, sin embargo, marcó un giro radical en su propia definición, se pasó de legitimar sus orígenes en el linaje y la herencia a la reputación individual. Siguiendo el discurso social de la Ilustración, el honor comenzó a entenderse cada vez más «como una recompensa a acciones, méritos y servicios destacables de carácter personal», y recuperó así su sentido original, además de desechar su sentido como algo heredado de la familia.58 Más importante aún, el honor comenzó entonces a mezclarse con el concepto de honestidad que había surgido como una de las características definitorias del «hombre de bien».59 Todo ello generó un cambio en el sentido de la virtud de la jerarquía social durante el siglo XIX, definido ahora por la respetabilidad. La cultura del honor pervivió en el siglo XIX como un ideal totalizador, como un marco referencial que, apelado discursiva y simbólicamente a menudo, servía de anclaje mental a las personas de la elite. Esto se evidenció, sin duda, no solo en la permanencia de una práctica aristocrática como el duelo, sino en su expansión a nuevos actores sociales y su legitimación desde nuevos presupuestos ideológicos.60 La búsqueda o defensa del honor, además, se extendió a estas nuevas pujantes elites económicas y profesionales, como médicos, ingenieros e, incluso, periodistas.61 De ahí la importancia de justificar y legitimar su posición en un marco, no olvidemos, de expansión imparable de la esfera pública.62

Con todo, la respetabilidad actuó como modulador en la vida cotidiana de aquella cultura del honor. Sin duda, este concepto moderno fue creado a partir de ciertos elementos culturales de la antigua nobleza, de su sistema de valores, sus prácticas sociales y sus atribuciones simbólicas tradicionales. Sin embargo, enfatizar estas continuidades al estilo de Mayer nos lleva a obviar una realidad histórica mucho más compleja y diversa. La respetabilidad mantuvo muchos elementos aristocráticos, pero también incluyó ideas «burguesas» respecto a qué comportamientos se consideraban aceptables e, incluso, deseables. Es más, estas ideas acabaron imponiéndose como hegemónicas entre la elite y se adoptó, así, el sistema burgués de creencias y valores, muchas de sus normas de comportamiento, sus formas de socialización y organización simbólica, y su estilo de vida basado en el consumo y el confort. En ese sentido, como manifestó Jesús Cruz, el nuevo orden social se configuró como «una amalgama entre antiguos ideales y prácticas aristocracias con nuevas normas burguesas».63

Es en este cruce de caminos conceptuales y prácticos donde el estudio de los espacios y las prácticas de sociabilidad de las elites encuentra todo su sentido. En tanto que construcción histórica, el proceso de constante redefinición de la elite como clase dirigente exigió unos símbolos y espacios de identificación. El propio Edward P. Thompson ya dijo que la clase solo «cobra existencia cuando algunos hombres [y mujeres], de resueltas de sus experiencias comunes –heredadas o compartidas–, sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos y frente a otros» grupos con intereses distintos.64 De esta forma, su pertenencia no solo estaría determinada por una serie de condiciones económicas, sino particularmente por compartir una identidad propia, un habitus en el sentido dado por Bourdieu –como «estructura estructurada y estructurante» del mundo social– que necesariamente debía representarse, exhibirse entre los pares para recibir su aceptación como iguales.65 Estos lugares de reunión, esparcimiento y socialización mundana fueron unos elementos centrales en el propio proceso de redefinición de la elite, de negociación y de delineación de sus contornos. En tanto que miembros en términos de igualdad, a sus instituciones formales y eventos informales acudían prestigiosos y vetustos títulos nobiliarios, junto con los empresarios, políticos, militares o gente de las letras. El criterio de acceso e invitación a ellos ya no era aquel honor de nacimiento, sino el moderno concepto de respetabilidad. En sus salas y salones, en sus pistas de baile y mesas, se trazaron no solo los comportamientos admisibles y deseables, sino particularmente se mostraba quiénes lo poseían y cómo se negociaban por parte de los sujetos.

Utilizamos aquí la palabra sociabilidad no tanto como un objeto de estudio en sí mismo sino en su aplicación al análisis de las elites y la reconfiguración de estas en el siglo XIX. Un análisis descriptivo y événementiel de círculos y clubes sociales, de fiestas y saraos, de hoteles, restaurantes y palacios no aportaría a la investigación más que una enumeración simplista y banal de la historia. Se trataría de hacer de la sociabilidad aplicada al estudio de las elites una categoría analítica que nos permita observar viejos problemas con una nueva mirada, que nos ayude a complejizar los procesos sociales insertando estos espacios y prácticas de sociabilidad en un cruce de problemáticas históricas. Como ya dijo Alberto Banti, este concepto «ha demostrado un enorme poder evocador, llamando la atención sobre una dimensión de la experiencia –los modos y formas de construir las relaciones sociales–» clave para entender los procesos sociales.66 A la postre, nuestra intención es entender las relaciones entre los miembros de la elite, estudiando cómo estos coadyuvaron a conformar su identidad. Todos estos espacios servirían, así, como símbolos a la vez que instrumentos de cooptación y expulsión de sus miembros, de marcación del ethos y habitus de una elite nueva que fundía valores y prácticas sociales tanto de la aristocracia como de la burguesía. El propio Maurice Agulhon entendía la sociabilidad como «los sistemas de relaciones que relacionan a los individuos entre sí o que los reúnen en grupos más o menos naturales, más o menos restringidos, más o menos estables, más o menos numerosos».67 Corregía, así, su primigenia categorización de la palabra, pues había tendido a llamar sociabilidad «a lo que era historia y funcionamiento de las asociaciones; mientras que la sociabilidad era más bien un encanto de lo cotidiano».68 La sociabilidad, por ende, remite tanto a la capacidad de las personas para organizarse en instituciones formales como a manifestaciones más informales de la vida social que tienen ese mismo objetivo.

Pese a lo determinante que fueron estos espacios para conformar la identidad de la elite, huelga subrayar un hecho insoslayable: el escaso tratamiento historiográfico que han merecido. Las razones son variadas. En primer lugar, cabe decir que, aunque existieron algunas instituciones elitistas, algunas asociaciones formales según su conceptualización tradicional, el ámbito de actuación principal de las elites estuvo en espacios y prácticas de sociabilidad informal.69 Esas que, como dijo George Simmel, nacen de la necesidad más elemental de los seres humanos por interaccionar entre sí, por compartir experiencias, sin necesidad de producirse en entornos institucionalizados.70 En ese sentido, nos encontramos con un problema de difícil solución: su huella en la historia. Nuestra búsqueda ha de dirigirse necesariamente a archivos privados de estas familias, muchos de los cuales han sido destruidos por el tiempo o apenas han sido abiertos al público. La propia naturaleza de estos eventos, considerada por muchas personas –aún hoy día– como algo superficial o mundano, también ha podido llevar a la destrucción documental. A ello se suma el rastro, casi siempre disperso, que han podido dejar estos actos y estas prácticas en la prensa, diarios personales o memorias. Una dificultad añadida si tenemos en cuenta que estos eventos sociales, por su propio sentido, dejan sus huellas en la historia en forma de recuerdos y crónicas, muchas veces trasladadas a la ficción en forma de novela. Como recordaba Emilia Pardo Bazán, «la vida social, en su más refinada y elevada expresión, es algo efímero, pasajero, que apenas se recuerda».71 Pensemos, en un ejercicio de imaginación histórica, en las innumerables fiestas, comidas y reuniones sociales que se desarrollaron entonces donde interaccionaron estas elites. El contacto personal en estos círculos no dejaba apenas rastro y, en ocasiones, se utilizaba esta forma de sociabilidad informal para evitar dejarlo.

En tercer lugar, y desde un punto de vista más teórico, las dificultades se encuentran en que apenas contamos con estudios que hayan abordado esta cuestión, ni siquiera en el ámbito intelectual francés, donde los trabajos sobre la sociabilidad de las elites cuentan con un gran arraigo.72 En el caso de España, el silencio sobre estos espacios de sociabilidad y la importancia del establecimiento de estas relaciones interpersonales son aún mayores. Las investigaciones han estado enfocadas, en primer lugar, a la reflexión teórica sobre el concepto y al análisis historiográfico de su aplicación.73 Los estudios, además, se han centrado principalmente en las clases populares, muchas veces con una perspectiva que equiparaba, como hiciera el primer Agulhon, sociabilidad y asociacionismo.74 La investigación ha profundizado en esta dimensión institucional y la ha vinculado con la politización de estas clases sociales, en particular con el propio desarrollo del concepto de ciudadanía.75 Con todo, no han faltado trabajos sobre espacios de sociabilidad informales, como las tabernas, los burdeles o las plazas públicas.76 De los lugares de encuentro de estas viejas y nuevas elites, en cambio, y salvo algún trabajo puntual, la historiografía ha guardado casi siempre silencio.

BIBLIOGRAFÍA

AGULHON, Maurice: «Les associations depuis le début du XIXE siècle», en Maurice Agulhon y Maryvonne Bodiguel: Les Associations au village, Le Paradou, Actes Sud, 1981, pp. 9-38.

AGULHON, Maurice: Pénitents et francs-maçons de l’ancienne Provence. Essai sur la sociabilité méridionale, París, Fayard, 1968.

ALMUIÑA, Celso; Ricardo MARTÍN DE LA GUARDIA y José VIDAL PELAZ (eds.): Sensacionalismo y amarillismo en la historia de la comunicación, Madrid, Fragua, 2016.

ALÓS, Fernando de: La nobleza en el estamento de próceres, 1834-1836, Madrid, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, 2000.

ANDERSON, Perry: «The figures of descent», New Left Review 161, 1987, pp. 20-77.

ARNABAT, Ramón y Montserrat DUTCH (eds.): Historia de la sociabilidad contemporánea. Del asociacionismo a las redes sociales, Valencia, PUV, 2014.

ARNABAT, Ramón: Asociaos y seréis fuertes. Sociabilidades, modernizaciones y ciudadanías en España, 1860-1930, Zaragoza, PUZ, 2019.

ARTOLA, Miguel: La burguesía revolucionaria, 1808-1874, Madrid, Alianza, 1973.

BAHAMONDE, Ángel: «Crisis de la nobleza de cuna y consolidación burguesa (1840-1880)», en Ángel Bahamonde y Luis Enrique Otero (eds.): Madrid en la sociedad del siglo XIX, Madrid, Comunidad de Madrid, 1986, vol. 1, pp. 325-375.

BAILEY, Peter: «“Will the real Bill Banks please stand up?” Towards a role analysis of mid-Victorian working-class respectability», Journal of Social History 12, 1979, pp. 336-353.

BANTI, Alberto: «Sociabilità e associazionismo in Italia: anatomia di una categoria debole», Passato e presente 26, 1991, pp. 17-42.

BERENSON, Edward y Eva GILOI (eds.): Constructing Charisma: Celebrity, Fame, and Power in Nineteenth-Century Europe, Nueva York, Berghahn, 2010.

BERKEL, Maaike van y Jeroen DUINDAM (eds.): Prince, Pen, and Sword: Eurasian Perspectives, Boston, Brill, 2018.

BEST, Geoffrey: Mid-Victorian Britain, 1851-1875, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1971.

BOLÍVAR MEZA, Rosendo: «La teoría de las elites en Pareto, Mosca y Michels», Iztapalapa 52, 2002, pp. 386-407.

BOLUFER, Mónica: «Hombres de bien: modelos de masculinidad y expectativas femeninas, entre la ficción y la realidad», Cuadernos de la Ilustración y Romanticismo 15, 2007, pp. 7-31.

BOURDIEU, Pierre: La distinción. Criterios y bases sociales del buen gusto, Madrid, Taurus, 2012.

BOURDIEU, Pierre: Poder, derecho y clases sociales, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2001.

BOURDIEU, Pierre: «El espacio social y la génesis de las “clases”», Estudios sobre las Culturas Contemporáneas 7, 1989, pp. 27-55.

BURDIEL, Isabel: «Morir de éxito: el péndulo liberal y la revolución española en el siglo XIX», Historia y Política 1, 1999, pp. 181-203.

BUSSY-GENEVOIS, Danièle: «Por una historia de la sociabilidad femenina: algunas reflexiones», Hispania 214, 2003, pp. 605-620.

BUSSY-GENEVOIS, Danièle: (ed.): Les Espagnoles dans l’histoire. Une sociabilité démocratique (XIX-XXe siècles), Saint-Denis, Presses Universitaires de Vincennes, 2002.

CAESAR, Mathieu (ed.): Factional Struggles. Divided Elites in European Cities & Courts (1400-1750), Boston, Brill, 2017.

CANAL, Jordi: La Historia es un árbol de historias. Historiografía, política, literatura, Zaragoza, PUZ, 2014.

CANAL, Jordi: «La sociabilidad en los estudios sobre la España contemporánea», Historia Contemporánea 7, 1992, pp. 183-208.

CÁNOVAS, Francisco: «La nobleza senatorial en la época de Isabel II», Hispania 141, 1979, pp. 51-100.

CARASA, Pedro: «De la burguesía a las elites: entre la ambigüedad y la renovación conceptual», Ayer 42, 2001, pp. 213-237.

CARMONA PIDAL, Juan: Aristocracia terrateniente y cambio agrario en la España del siglo XIX. La Casa de Alcañices (1790-1910), Ávila, Junta de Castilla y León, 2001.

CARRERAS, Mercedes: «Elitismo y democracia: de Pareto a Schumpeter», Revista de Estudios Políticos 73, 1991, pp. 243-260.

CRUZ, Jesús: El surgimiento de la cultura burguesa. Personas, hogares y ciudades en la España del siglo XIX, Madrid, Siglo XXI, 2014.

CRUZ, Jesús: Los notables de Madrid. Las bases sociales de la revolución liberal española, Madrid, Alianza, 2000.

CUENCA, José Manuel y Soledad MIRANDA: «Nobleza y poder ejecutivo en la España contemporánea», Historia Contemporánea 17, 1998, pp. 159-168.

DALMAU, Pol: «La reputación del notable. Escándalos y capital simbólico en la España liberal», Historia y Política 39, 2018, pp. 79-107.

DALOZ, Jean-Pascal: Rethinking Social Distinction, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2013.

DAUNTON, Martin J.: «“Gentlemanly capitalism” and British industry, 1820-1914», Past & Present 122, 1989, pp. 119-158.

DEBORD, Guy: La sociedad del espectáculo, Valencia, Pre-Textos, 2002.

DEJUNG, Christof; David MOTADEL y Jürgen OSTERHAMMEL (eds.): The Global Bourgeoisie: The Rise of the Middle Classes in the Age of Empire, Princeton, Princeton University Press, 2019.

DOGAN, Mattei y John HIGLEY (eds.): Elites, Crises, and the Origins of Regimes, Lanham, Rowman and Littlefield, 1998.

DOYLE, William: Aristocracy and its Enemies in the Age of Revolution, Oxford, Oxford University Press, 2009.

EZAMA, Ángeles: «Emilia Pardo Bazán, revistera de salones. Datos para una historia de la crónica de sociedad», Espéculo. Revista de Estudios Literarios 37, 2007, en línea: <https://webs.ucm.es/info/especulo/numero37/epbazan.html> (consulta: 21/6/ 2022).

FALCÓN, Pilar: El imperio rosa: evolución de la prensa del corazón en España, desde sus orígenes hasta nuestros días, tesis doctoral dirigida por Jesús Timoteo Álvarez, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1997.

FLORES RUIZ, Eva María (ed.): Casinos, tabernas, burdeles: ámbito de sociabilidad en torno a la Ilustración, Córdoba, Editorial Universidad de Córdoba, 2017.

FONTANA, Josep: Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX, Barcelona, Ariel, 1975.

FRADERA, Josep M. y Jesús MILLÁN (eds.): Las burguesías europeas del siglo XIX. Sociedad civil, política y cultura, Valencia, PUV, 2000.

FRIEDEBURG, Robert von y John MORRIL (ed.): Monarchy Transformed: Princes and their Elites in Early Modern Western Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 2017.

FRIEDMAN, Sam y Aaron REEVES: «From Aristocratic to Ordinary: Shifting Modes of Elite Distinction», American Sociological Review 85(2), 2020, pp. 323-350.

FUENTES, Juan Francisco y Lluís ROURA (eds.): Sociabilidad y liberalismo en la España del siglo XIX, Lleida, Milenio, 2001.

FUMAROLI, Marc; Gabriel de BROGLIE y Jean-Pierre CHALINE (dirs.): La sociabilité des élites dans la France contemporaine, París, Perrin, 2003.

GARCÍA MARTÍNEZ, Alejandro Néstor: «¿Distinción social o sociabilidad pura? El impulso civilizador en los salones aristocráticos y burgueses, según Elias y Simmel», Papers 96(2), 2011, pp. 389-408.

GIL NOVALES, Alberto: Del antiguo al nuevo régimen en España, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1986.

GILES, David C.: Twenty-First Century Celebrity. Fame in Digital Culture, Bingley, Emrald, 2018.

GONZÁLEZ CUERVA, Ruben y Alexander KOLLER (eds.): A Europe of Courts, a Europe of Factions. Political Groups at Early Modern Centres of Power (1500-1700), Boston, Brill, 2017.

GRAMSCI, Antonio: Escritos. Antología, Madrid, Alianza, 2017.

GUEREÑA, Jean-Louis (ed.): Cultura, ocio, identidades. Espacios y formas de la sociabilidad en la España de los siglos XIX y XX, Madrid, Biblioteca Nueva, 2018.

GUEREÑA, Jean-Louis: «El burdel como espacio de sociabilidad», Hispania 214, 2003, pp. 551-569.

GUEREÑA, Jean-Louis: «Espacios y formas de la sociabilidad en la España contemporánea», Hispania 214, 2003, pp. 409-413.

HAMAD, Hannah: «Celebrity in the contemporary era», en Anthony Elliott (ed.): Routledge Handbook of Celebrity Studies, Londres, Routledge, 2018, pp. 44-57.

HIGLEY, John y Michael BURTON: Elite Foundations of Liberal Democracy, Lanham, Rowman and Littlefield, 2006.

HOBSBAWM, Eric J.: La era del imperio, 1875-1914, Barcelona, Crítica, 1998.

JOVER, José María: «El papel de la nobleza en la sociedad isabelina», Cuadernos de Historia Contemporánea 9, 1988, pp. 147-156.

KOCKA, Jürgen y Allen MITCHELL (eds.): Bourgeois society in nineteenth-century Europe, Oxford, Berg, 1993.

LEUWERS, Hervé; Jean-Paul BARRIÈRE y Bernard LEFEBVRE (dir.): Élites et sociabilité au XIXe siècle. Héritages, identités, Villeneuve d’Ascq, Publications de l’IRHIS, 2001.

LILTI, Antoine: Figures publiques. L’invention de la célébrité, 1750-1850, Paris, Fayard, 2014.

LILTI, Antoine: «Sociabilité mondaine, sociabilité des élites? Les salons parisiens dans la seconde moitié du XVIIIE siècle», Hypothèses 5, 2001, pp. 99-107.

LUENGO, Jorge: «Las élites liberales: una sociedad conyugal», Historia Social 86, 2016, pp. 91-108.

LUIS, Jean-Philippe: «La fin de l’Ancien Régime en Espagne (des an-nées 1780 aux années 1840): une crise des élites?», en Laurent Coste et al. (eds.): Le concept d’élites en Europe de l’Antiquité à nos jours, Bordeaux, MSHA, 2014, pp. 187-198.

MALCHOW, Howard L.: Gentlemen capitalists: the social and political world of the Victorian businessman, Stanford, Stanford University Press, 1992.

MARAVALL, José Antonio: Poder, honor y élites en el siglo XVII, Madrid, Siglo XXI, 1979.

MARTIN-FUGIER, Anne: Les salons de la IIIe République. Art, littérature, politique, París, Perrin, 2003.

MARTÍNEZ, Jesús Antonio: «La cultura nobiliaria: sociabilidad cultural y lecturas de la nobleza en la España del siglo XIX», Historia Contemporánea 13/14, 1996, pp. 267-280.

MARTYKÁNOVÁ, Darina y Víctor Manuel NÚÑEZ: «Ciencia, patria y honor: los médicos e ingenieros y la masculinidad romántica en España (1820-1860)», Studia historica. Historia contemporánea 38, 2020, pp. 45-75.

MAYER, Arno J.: La persistencia del Antiguo Régimen. Europa hasta la Gran Guerra, Madrid, Alianza, 1984.

MAZA, Elena (ed.): Sociabilidad en la España contemporánea. Historiografía y problemas metodológicos, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2002.

MERCADO-SÁEZ, María Teresa: «La crónica rosa en la Neotelevisión española como formato del infoentretenimiento», Estudios sobre el Mensaje Periodístico 26(2), 2020, pp. 665-677.

MOLINA, Álvaro: «Las exposiciones de la Academia de San Fernando. Espacios y prácticas de saber artístico y sociabilidad», Cuadernos de estudios del siglo XVIII 30, 2020, pp. 447-468.

MORAL RONCAL, Antonio Manuel: «Las Juntas y Diputación Permanente de la Grandeza de España (1815-1833): un intento de intervención política conjunta de la alta nobleza», Historia y política 43, 2020, pp. 159-191.

MORAL RONCAL, Antonio Manuel: «La nobleza española en la política y diplomacia durante la edad contemporánea», Aportes 89, 2015, pp. 81-113

MORENO LUZÓN, Javier: «La historiografía sobre las élites de la España liberal», en Renato Camurri y Rafael Zurita (eds.): Las élites en Italia y en España (1850-1922), Valencia, PUV, 2008, pp. 27-42.

ORTEGA DEL CERRO, Pablo: «Del honor a la honradez: un recorrido por el cambio de valores sociales en la España de los siglos XVIII y XIX», Cuadernos de la Ilustración y Romanticismo 24, 2018, pp. 597-618.

PAKULSKI, Jan: «The Development of Elite Theory», en Heinrich Best y John Higley (eds): The Palgrave Handbook of Political Elites, Londres, Palgrave Macmillan, 2018, pp. 1-16.

PARDO BAZÁN, Emilia: «Prólogo», en Monte-Cristo [Eugenio Rodríguez de la Escalera]: Los salones de Madrid, Madrid, Publicaciones de «El álbum nacional», 1898.

PRADO, Cristina del: El todo Madrid. La corte, la nobleza y sus espacios de sociabilidad en el siglo XIX, Madrid, FUE, 2012.

PRO, Juan: «Las élites de la España liberal: clases y redes en la definición del espacio social (1808-1931)», Historia Social 21, 1995, pp. 47-69.

PRO, Juan: «Aristócratas en tiempos de constitución», en Javier M. Donézar y Manuel Pérez Ledesma (eds.): Antiguo Régimen y liberalismo. Homenaje a Miguel Artola, Madrid, Alianza, 1994, vol. 2, pp. 615-630.

REINHARD, Wolfgang: Las elites del poder y la construcción del Estado, México, FCE, 1997.

ROJEK, Chris: Celebrity, Londres, Reaktion, 2001.

ROMEO, María Cruz y Jesús MILLÁN: «¿Por qué es importante la revolución liberal en España? Culturas políticas y ciudadanía en la historia española», en Mónica Burguera y Christopher Schmidt-Novara (eds.): Historias de España contemporánea. Cambio social y giro cultural, Valencia, PUV, 2008, pp. 17-43.

RUEDA, Germán (ed.): Nobles, negociantes, políticos y redes cortesanas (España, 1788-1931), Madrid, Ediciones 19, 2018.

RUEDA, Germán (coord.): La nobleza española, 1789-1930, Madrid, Rh+, 2014.

SAN NARCISO, David: «Honourable Businessmen. Respectability and ‘Gentlemanly Capitalism’ in Spain, 1840-1880», The Historical Journal 65(5), 2022, pp. 1285-1309.

SÁNCHEZ MARROYO, Fernando: Los grandes cambios económicos y sociales en el grupo nobiliario en España: una aproximación a la dinámica de mediados del siglo XIX, Madrid, Rh+, 2013.

SÁNCHEZ, Raquel y José Antonio GUILLÉN (coords.): La cultura de la espada. De honor, duelos y otros lances, Madrid, Dykinson, 2019.

SÁNCHEZ, Raquel: «“El duelo es una necesidad de los tiempos presentes”: opiniones sobre el carácter civilizador del duelo en la España del siglo XIX», Memoria y Civilización 23, 2020, pp. 725-745.

SÁNCHEZ