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Don Juan de Castro es una comedia teatral del autor Lope de Vega. Inspirada po rla leyenda de Oliveros de Castilla y Artús de Algarbe, narra la historia de dos amigos y un muerto que vuelve a la tumba con un admonición, adaptada en el texto a la familia de los Castro, Condes de Lemos.-
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Lope de Vega
Saga
Don Juan de CastroCover image: Shutterstock Copyright © 1917, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616477
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Salen la PRINCESA de Galicia y ROSELA, dama.
PRINCESA
¿Nunca has oído decir
esto que llaman amor?
ROSELA
Sé que es un dulce dolor,
un regalado morir;
5
sé que es una oscuridad
del alma y su lumbre pura,
y una tema de locura
en que da la voluntad;
sé que es un alegre lloro
10
que ninguna edad reserva,
un áspid en verde yerba,
y un veneno en vaso de oro;
sé que es un traidor leal,
y en el favor y el desdén
15
un mal disfrazado bien,
y un bien disfrazado mal.
Pero tú, ¿por qué razón
tienes de amor sentimiento?
PRINCESA
Pues ¿fáltame entendimiento?
ROSELA
20
No, más fáltate ocasión.
El príncipe de Galicia
es tu marido, en edad
que a ninguna voluntad
pudiera tener codicia.
25
Pero debes de querer
aquel tu primer amor,
que era el Conde, mi señor,
de extremado parecer.
Mas el haberte casado
30
desdice al amor que digo.
PRINCESA
Escucha, hablaré contigo,
Rosela, pues te he criado.
El conde de Barcelona
fue mi marido primero,
35
de quien tuve solo un hijo,
y mil desventuras tengo.
Mirando mis tiernos años
el rey de Aragón, mi deudo,
trató con el de Castilla
40
mi segundo casamiento.
Pensó el Rey, y pensó bien,
que fuera acertado empleo
en quien también me igualase
en hijo y en heredero.
45
El príncipe de Galicia,
el noble español don Pedro,
tenía a don Juan de Alarcos
ese gallardo mancebo.
Y así, a los dos nos casaron,
50
y de Barcelona vengo,
y como sabes, a Galicia,
donde las bodas se hicieron.
Contenta estaba yo entonces
de ver que tal caballero
55
fuese con tan alta sangre
de mis pensamientos dueño,
que estos señores, Rosela,
hasta mi esposo don Pedro,
de la infanta doña Sancha
60
de Castilla procedieron.
Y con gran razón lo estaba
viendo que los hijos nuestros
se criaban como hermanos
y que, como ves, sin serlo,
65
en rostros y condiciones
se parecen en extremo,
y mucho más en quererse,
pues son un alma en dos pechos.
Mas ¡ay de mí, que don Juan
70
en gracia y virtud creciendo,
en donaire, armas y galas,
en gentileza y ingenio,
con se mi alnado, Rosela,
ha sido un rayo, un incendio
75
que me ha vuelto el alma Troya,
de día y de noche ardiendo!
Culparasme porque di
puerta a tan vil pensamiento,
pero es espíritu amor,
80
y como no tiene cuerpo,
entra y sale cuando quiere,
dejando los ojos ciegos,
porque entrando por los ojos,
no puedan los ojos verlo.
85
Que resistí, no lo dudes,
pero su amoroso fuego,
de la misma resistencia
dicen que recibe aumento.
Miraba que era su padre
90
mi esposo, y en conociendo
la fuerza del imposible,
era mayor el tormento.
Porque si la privación
suele hacer tales efectos,
95
un imposible en mujer
no permite el sufrimiento.
Años ha que lo imagino,
años ha que me defiendo,
que no ha meses, que no ha días
100
que con este amor peleo.
Enfermedad es de cuenta
el haber tenido preso
este amor desatinado
en la cárcel del silencio.
105
Candados eché a mis labios,
grillos a mis pensamientos,
cadenas a mis sentidos
y esposas a mis deseos;
y porque es el apetito
110
bestia que no admite freno,
antojos puse a los ojos,
que con los suyos me han muerto.
Mas ya que tantas batallas,
tantos asaltos y encuentros
115
han vencido la razón,
y al amor dado el imperio,
resuelta vengo, Rosela,
en decirte que le quiero.
Preso ha tenido el amor,
120
y amor preso todo es hierros.
Semíramis sujetó
asirios, partos y medos,
y amó después a su hijo,
y lo que yo emprendo es menos.
125
Parte a llamar a don Juan,
y no respondas, te ruego,
que amor sus consejos hace
en la sala del remedio.
ROSELA
Ya que consejo no admites,
130
perdonaré tu afición,
si la justa admiración
de tu afición me permites.
Mira que esto no es consejo,
sino admirarte no más.
135
¿Cómo es posible que das
tal golpe a tan limpio espejo?
La misma naturaleza
se ofende de tu afición,
corrida está la razón,
140
y afrentada la nobleza.
Don Juan, por más confusión,
es hijo de tu marido;
bastante causa de olvido
si amor tuviera razón,
145
y bastante ser amigo
de Rugero de Moncada
para quedar obligada
a volver por ti contigo.
De suerte que este amor fiero
150
afrenta y deshonra así
a naturaleza, a ti,
a tu esposo y a Rugero.
PRINCESA
Licencia para admirarte
te dejé tomar, Rosela,
155
sin ver que de esa cautela
pudieras aprovecharte.
Ya es tarde para moverme,
mas que me has dicho sé yo
desde que el amor me dio
160
ocasión para perderme.
Mas advierte que la vida
y la honra todo es poco
para un pensamiento loco.
Tengo hasta el alma perdida.
165
Parte, y dile que le espero
en mi aposento.
ROSELA
Yo voy.
(¿Cómo le hablaré, si soy
quien más que el alma le quiero?)
Vase.
PRINCESA
Como madrastra soy del bien que adoro,
170
hame engañado, amor, tu confianza,
pues ya no deja rastro mi esperanza,
ligera nave por el mar que lloro.
Si lágrimas, si ruegos, si tesoro
alcanzan más que un justo amor alcanza,
175
sobre pórfido y jaspe tu mudanza
levantan a tu nombre estatuas de oro.
Pero quejarme de su amor no es justo
hasta saber su voluntad contraria,
pues nunca he puesto el declararme en obra,
180
que si el deudor no paga por su gusto,
amor es una deuda voluntaria,
que mientras no se pide, no se cobra.
Vase. Sale DON JUAN, y RUGERO de Moncada.
RUGERO
Debajo de la amistad
que profesamos los dos,
185
te diré, hermano, verdad.
JUAN
Débeslo a mi amor.
RUGERO
¡Por Dios,
que la tengo voluntad!
JUAN
Pues ella la ha puesto en mí.
RUGERO
Ahora la quiero más,
190
pues hizo elección en ti.
JUAN
Pienso que celoso estás,
Rugero, hablándome así.
RUGERO
Quiérote yo de manera,
que cuando no la tuviera
195
amor cuanto pudo ser,
porque te supo querer
sospecho que la quisiera.
Y ahora sé la ocasión
por que el alma la procura.
JUAN
200
Sus partes bastantes son.
RUGERO
Yo pensé que su hermosura,
y era tenerte afición.
Mil pensamientos me dan
que al lama diciendo estás:
205
‟Rugero, si has de querer,
quiere bien a esta mujer,
que quiere bien a don Juan”.
JUAN
Si no supiera, Rugero,
que es verdadero tu amor,
210
pensara que lisonjero
me pedías por favor
lo que ni quise ni quiero;
y así te suplico aquí
que sin encarecimiento
215
–que es hacerte ofensa a ti–
trates de mi pensamiento
como hombre que vive en ti.
No quiero a Rosela bella,
y así, haré poco en dejalla;
220
pero advierte de mí y de ella
que por hacer algo en dalla
me pesa de no querella.
Y así, pues nací obligado
a querer lo que tú quieres,
225
ya la quiero con cuidado
de que lo que quiero esperes
de un pensamiento obligado.
Ya la quiero desde hoy,
y pues queriéndola estoy,
230
darte lo que quiero espero,
que pues lo que quieres quiero,
ya lo que quiero te doy.
RUGERO
De tu liberalidad
estaba yo satisfecho,
235
mas en fe de la amistad,
por darme prenda del pecho,
hoy la das tu voluntad.
No me la des, pues con ella
me das celos en amalla;
240
y si amarla tú es perdella,
más bien haces en negalla,
que en dármela y en querella.
Ser Alejandro no esperes
dándome aquesta mujer,
245
ni Apeles me consideres,
porque yo no he de querer
lo que confiesas que quieres.
JUAN
De querer has de pensar,
Rugero, a Rosela hermosa,
250
que la quiero para dar,
como el que compra una cosa
que la quiere presentar.
No la quiero para mí,
pues que nunca la he querido,
255
que si la quiero, es por ti,
porque este amor ha nacido
de tu pensamiento en mí.
Vanas tus sospechas son,
que lo que una vez se da
260
no le queda a un hombre acción,
y así Rosela será
tuya en justa posesión.
Sale ROSELA.
ROSELA
¿Qué se trata de Rosela?
JUAN
Para llamarte no más.
ROSELA
265
El murmurar siempre vuela.
RUGERO
Segura, Rosela, estás.
ROSELA
Tu poco amor me desvela,
RUGERO
Desvelarte el mucho mío
está más puesto en razón.
JUAN
270
¿Qué temes? Habla con brío.
RUGERO
Calenturas de afición
no vienen jamás sin frío.
JUAN
Oye, Rosela, a Rugero.
ROSELA
Vengo deprisa a llamarte.
RUGERO
275
Yo tan despacio te quiero,
que muero por esperarte,
sabiendo que no te espero.
JUAN
¿Quién me llama?
ROSELA
La Princesa.
JUAN
Voy.
ROSELA
Y yo te llevaré.
RUGERO
280
Tente, aunque sigues tu empresa,
para que razón te dé
de que sin razón te pesa.
ROSELA
¿No ves que quien es mandado
ha de volver con cuidado
285
con el recado a que viene?
RUGERO
Cuando el recado pies tiene,
queda el paje disculpado.
ROSELA
Conozco que sabe andar.
Su prisa me ha dado indicio
290
que no le podré alcanzar,
pero por ley de mi oficio
quisiérale yo llevar.
RUGERO
Ya le llevas en el pecho.
Espera, por Dios, un poco,
295
pues le sigues sin provecho;
mira que me vuelvo loco,
y que tú lo estás, sospecho.
Haz cuenta que hablas con él,
pues que me parezco a él,
300
aunque en la ventura no,
y sabrás lo que pasó
para que te canses de él.
Has de saber que me ha dado
licencia para quererte,
305
y aborrecerte ha jurado.
ROSELA
Y yo juro aborrecerte
de albricias de ese cuidado.
Si de lo que se presenta
al que lo trae se le da,
310
su olvido tu amor me cuenta:
de lo mismo te doy ya,
pues lo mismo me atormenta.
Que no te canses te pido,
porque don Juan me ha enseñado
315
a olvidarte con su olvido,
porque si me hubiera amado,
también te hubiera querido.
Y no es justo hacer placer
a cambio de tal pesar,
320
que no has visto tú mujer
que, por nuevas de olvidar,
diese albricias de querer.
Vase.
RUGERO
Detén el paso, voladora arpía,
que en la mesa del alma te has cebado,
325
pues no tiene el desdén el arco armado,
ni el Hércules de honor te desafía.
Flechas de amor el corazón te envía,
suspiros de mi pecho enamorado
que como tocan en el tuyo helado,
330
vuelven con más furor al alma mía.
Si mi amor de mis lágrimas arguyes,
¿cómo me dejas de la vida incierto,
y a engaños mis tormentos atribuyes?
Pero llamarte ha sido desconcierto.
335
Bien sé por qué te vas, bien sé que huyes
porque sospechas que me dejas muerto.
Vase. Sale la PRINCESA, y DON JUAN.
JUAN
No entiendo lo que me dice
vuestra Alteza.
PRINCESA
¿No me entiendes,
o de entenderme te ofendes?
JUAN
340
Eso a mi honor contradice,
donde tengo por blasón
servirte y obedecerte.
PRINCESA
Digo que estoy a la muerte.
JUAN
¿De qué mal?
PRINCESA
De tu afición.
JUAN
345
Se le ha dicho a vuestra Alteza
que voy de noche, que rondo,
que me escriben, que respondo,
que adoro alguna belleza,
que se me atreven vasallos
350
que pretenden mis deseos,
que murmuran mis paseos
hasta los propios caballos,
que desenvainé la espada,
que alguna arrogancia dije,
355
y esto la enferma y aflige,
mire que todo esto es nada;
que, ¡por vida de don Juan!,
que han mentido los espías,
pues son todas niñerías
360
y reventar de galán.
PRINCESA
¿Finges el sordo?
JUAN
No sé
qué te han contado de mí.
PRINCESA
Lo que me cuentan de ti
ahora te lo diré,
365
que naturaleza sabia
te hizo en el mundo solo,
como está en el cielo Apolo,
y el fénix raro en Arabia.
Que naciste de una ingrata,
370
pues que la heredaste luego,
con la condición del fuego,
que tiene hermosura y mata.
Que eres en tus pensamientos
altivo y lleno de honor,
375
y que en tu propio valor
están tus merecimientos.
Que a la vista y los oídos
pareces, sembrando amores,
viento que viene de flores,
380
que entra en todos los sentidos.
Que eres sueño que arrebata
el alma en la fantasía,
y una muerte de sangría
que durmiendo se desata.
385
Que con tu dulce mirar,
amor como lince mira;
que miras como el que tira,
que mira para matar.
Y si el cielo se reparte
390
en cuantas acciones tienes,
que parece que entretienes
toda un alma en cada parte.
Esto me cuentan de ti
los ojos y los oídos;
395
esto dicen mis sentidos,
y a fe que se lo creí.
Vuelve a quererme entender,
o vuelve solo a quererme,
que basta para entenderme
400
considerarme mujer.
JUAN
El Príncipe, mi señor,
es tu marido, señora,
y yo soy tu hijo ahora,
y a quien toca vuestro honor.
405
Vuelvo por él y por ti,
y digo que a ti y a él
debo ser, y soy fiel:
a él porque de él nací,
y a ti porque eres mi madre,
410
pues estás en tan lugar,
y porque debo mirar
a Dios, a vos y a mi padre.
Si prueba, señora, ha sido,
habéis probado un diamante;
415
si tenéis pecho de amante,
conmigo le habéis rompido,
que si el mundo se volviese
al principio que tenía,
cada punto fuese un día,
420
cada día un mes se hiciese,
cada mes un año, el año
un lustro, el lustro una edad,
la edad una eternidad,
fuera eterno vuestro engaño,
425
que si el diluvio a los dos
solo entonces dejara,
allí el mundo se acabara
por no juntarme con vos.
PRINCESA
Tente y escucha.
JUAN
No puedo.
PRINCESA
430
¿Quieres bien?
JUAN
Quiero una dama.
PRINCESA
¿Cómo se llama?
JUAN
La fama
que de perder tengo miedo.
No le dé celos hablando
en una cosa tan loca.
PRINCESA
435
Sus ojos cierra y su boca
todo discreto, callando.
Calla, y callará esa dama,
y con un secreto amor
ni yo perderé mi honor,
440
ni tu perderás tu fama.
Llégate a mí, no te aparte
vergüenza; mujer soy yo.
Un toro Pasife amó,
y le dio Dédalo el arte.
445
Menofón gozó a su madre,
a su hermana Tolomeo,
y Mirra tuvo deseo
de ser mujer de su padre.
Ningún ejemplo me toca,
450
ni eres mi padre ni hermano.
Mira, don Juan, cuán en vano
fama injusta te provoca.
Seleuco a su hijo dio
su mujer, viéndole enfermo
455
de amor. Yo, mi bien, no duermo,
ni sosiego, ni soy yo.
Ni vivo, ni quiero vida
ni salud ni alma sin ti.
Llégate a mí. ¿Qué hay en mí
460
que de ser hombre te olvida?
¿Qué tengo que no te mueva,
cuando no a gusto, a piedad?
JUAN
Tienes una enfermedad
ahora en el mundo nueva.
465
Si de ti, que eres mi madre,
se viene a pegar en mí,
no habrá hijo desde aquí
que guarde honor a su padre.
Vase.
PRINCESA
Espera, que me burlaba.
470
¡Don Juan! ¡Hijo...!
Sale RUGERO.
RUGERO
¿Qué es aquesto?
PRINCESA
(¡En qué confusión me ha puesto!)
RUGERO
¿Quién, madre, con vos estaba?
PRINCESA
¿No le conociste?
RUGERO
No.
PRINCESA
Pues aquí estaba don Juan.
RUGERO
475
Tiernos vuestros ojos dan
señal de que pena os dio.
¿Qué fue aquesto, por mi vida?
PRINCESA
Curiosidad excusada;
y si esto no importa nada,
480
la discreción se te olvida.
RUGERO
Cosas de don Juan, señora,
y que su nombre posean,
aunque las estampas sean
de sus pies que el alma adora,
485
¿no le importan, madre mía,
a Rugero de Moncada?
¿Sabéis vos con qué lazada
amor juntarnos porfía?
Decidme, madre, lo que es,
490
y en qué le distes disgusto,
que él a vos no fuera justo,
y es muy discreto y cortés.
Los ojos tenéis llorosos;
lo que confiesan negáis.
495
Señora, turbada estáis.
PRINCESA
Viejos, hijo, al fin... celosos.
Contelo a don Juan aquí...
¡Mira el descanso que medro!,
que sospecho que don Pedro
500
los tiene ahora de mí.
No me habla con el gusto
que solía; heme quejado
a don Juan, y es tan honrado,
que sintiendo mi disgusto,
505
le va a reñir sin que fuese
parte a detenerle aquí.
RUGERO
¿Por qué no se queja a mí,
cuando esa ocasión le diese,
vuestra Alteza, y no a don Juan?
PRINCESA
510
Por excusar tus enojos.
RUGERO
Pues dánmelos en los ojos
los que a mi hermano le dan.
Y del Príncipe me espanto
que tenga celos de vos,
515
pues que de casados Dios
os hizo un ejemplo santo.
Pienso que no es la ocasión
de ese disgusto esos celos.
PRINCESA
Pues ¿cuál?
RUGERO
Algunos desvelos
520
de cierta conversación.
PRINCESA
¿Quiere bien don Pedro?
RUGERO
Creo,
si no me engaña la fama,
que quiere bien una dama.
PRINCESA
Saber su nombre deseo.
RUGERO
525
Yo haré diligencia tal,
que sepas más que deseas.
PRINCESA
De don Juan, cuando le veas,
Rugero, encubre mi mal,
que con este desengaño
530
menos tengo que sentir.
RUGERO
A buscarle quiero ir.
No resulte en vuestro daño,
si dais al Príncipe enojos.
Vase.
PRINCESA
Yo a llorar, para formar
535
con mis lágrimas un mar
donde se aneguen mis ojos.
Vase, y sale DON JUAN.
JUAN
Desesperado deseo
de una mujer atrevida,
voluntad determinada,
540
causa de tantas desdichas,
pensamiento descubierto
que atropellan honra y vida,
amor loco despreciado
que truecas el gusto en ira,
545
quédate en paz, que el huir
del peligro de tu vista
es el más alto remedio
que la inocencia imagina,
que cuando una mujer llora y suspira,
550
¡ay de la libertad de quien la mira!
Fértiles y hermosos campos
de lo mejor que en Galicia
baña el noble mar de España,
solar de mi casa antigua,
555
honor de Castros y Andradas;
padre ilustre, a quien inclinan
sus cabezas estos montes
desde el Ferrol a Castilla;
Ruger de Moncada, en quien
560
lo más del alma tenía,
que quien me parece tanto
debe de tener la misma;
adiós, que me parto huyendo
de un basilisco en la vista,
565
de un cocodrilo en el llanto,
y de una mujer fingida;
que cuando una mujer llora y suspira,
¡ay de la libertad de quien la mira!
Grandes males me viniera
570
de poner las fuerzas mías
a sus lágrimas o ruegos,
que al hombre más grave hechizan;
y cuando más resistiera,
¡qué llovieran de mentiras
575
sobre mi pecho inocente,
sobre mis entrañas limpias!
Salgamos de España, en duda,
que en abreviar la partida
consiste una gran victoria
580
y una divina conquista.
Ningún sabio se ha fiado
de las palabras fingidas
de una mujer, porque hay pocos
que sus lágrimas resistan,
585
que cuando una mujer llora y suspira,
¡ay de la libertad de quien la mira!
Sale ROBERTO.
ROBERTO
El caballo está ensillado,
y a la huerta lo llevé.
JUAN
¿Viéronle?
ROBERTO
De nadie fue,
590
a lo que siento, mirado
que como me lo mandaste
le lleve, señor, en pelo.
JUAN
¿Cuál sacaste?
ROBERTO
El castañuelo.
JUAN
Pues ¿adónde le ensillaste?
ROBERTO
595
Dejele atado, y volví
por la silla y por el freno.
JUAN
Este hasta el mar será bueno;
naves habrá desde allí.
Mucho, Roberto, he fiado
600
de ti en el punto a que vengo,
y es la causa que te tengo
en opinión de hombre honrado.
Mira que no digas nada
a mis padres ni a mi hermano.
ROBERTO
605
¿Que, en fin, te vas?
JUAN
Pon la mano
sobre la cruz de la espada.
ROBERTO
¿Para qué?
JUAN
Para jurar
que no dirás que me voy
hasta que sepas que estoy
610
de esotra parte del mar.
ROBERTO
Juro por aquesta cruz,
y a fe de hidalgo, señor,
[...]
por esta divina luz,
615
por la bella Estefanía,
ninfa gallega más bella
que una potranca doncella,
por su amor, por mi hidalguía,
por las armas que me dan
620
en paveses, en corazas
–que son cincuenta almohazas
en el campo de un zaguán–,
de no decir tu partida
a los Príncipes ni a quien
625
tu mal estorbe o tu bien,
tu bien o tu mal impida.
JUAN
¿Lloras?
ROBERTO
Pues ¿he de cantar
cuando te vas de esa suerte?
JUAN
630
No pronostiques mi muerte.
ROBERTO
¿Que, al fin, te vas a embarcar?
JUAN
No excuso, Roberto amigo,
esta partida cruel,
mas porque fuiste fiel
635
por tantos años conmigo
y tengas de mí memoria,
toma esta cadena.
ROBERTO
El cielo
te guarde, y me dé consuelo
en tan lamentable historia.
640
Pero espántome de ti,
que te tuve por discreto,
en tener tan buen conceto...
JUAN
¿De quién, Roberto?
ROBERTO
De mí,
pero debes de querer
645
dar en casa algún picón,
si te mueve la afición
de alguna ingrata mujer;
pues con avisarme a mí