Don Juan de Castro - Lope de Vega - E-Book

Don Juan de Castro E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Don Juan de Castro es una comedia teatral del autor Lope de Vega. Inspirada po rla leyenda de Oliveros de Castilla y Artús de Algarbe, narra la historia de dos amigos y un muerto que vuelve a la tumba con un admonición, adaptada en el texto a la familia de los Castro, Condes de Lemos.-

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Lope de Vega

Don Juan de Castro

 

Saga

Don Juan de CastroCover image: Shutterstock Copyright © 1917, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616477

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Don Juan de Castro (Primera Parte)

Elenco

PRINCESA DE GALICIA ROSELA, dama DON JUAN DE CASTRO RUGERO DE MONCADA ROBERTO, lacayo FELICIO, villano ENRICO TIBALDO DOS PILOTOS DON PEDRO ALARCOS, príncipe REY DE IRLANDA MAURICIO UN ARMERO FAUSTINO, ermitaño DUQUE BORBÓN REY DE SICILIA EDUARDO, rey de Inglaterra CLARINDA FLORIANA BELARDA, villana FELICIO, villano UN MAYORDOMO ALABARDEROS PÁEZ FENISO FELICIANO

Acto I

Salen la PRINCESA de Galicia y ROSELA, dama.

PRINCESA

¿Nunca has oído decir

esto que llaman amor?

 

ROSELA

Sé que es un dulce dolor,

un regalado morir;

5

sé que es una oscuridad

del alma y su lumbre pura,

y una tema de locura

en que da la voluntad;

sé que es un alegre lloro

10

que ninguna edad reserva,

un áspid en verde yerba,

y un veneno en vaso de oro;

sé que es un traidor leal,

y en el favor y el desdén

15

un mal disfrazado bien,

y un bien disfrazado mal.

Pero tú, ¿por qué razón

tienes de amor sentimiento?

 

PRINCESA

Pues ¿fáltame entendimiento?

 

ROSELA

20

No, más fáltate ocasión.

El príncipe de Galicia

es tu marido, en edad

que a ninguna voluntad

pudiera tener codicia.

25

Pero debes de querer

aquel tu primer amor,

que era el Conde, mi señor,

de extremado parecer.

Mas el haberte casado

30

desdice al amor que digo.

 

PRINCESA

Escucha, hablaré contigo,

Rosela, pues te he criado.

El conde de Barcelona

fue mi marido primero,

35

de quien tuve solo un hijo,

y mil desventuras tengo.

Mirando mis tiernos años

el rey de Aragón, mi deudo,

trató con el de Castilla

40

mi segundo casamiento.

Pensó el Rey, y pensó bien,

que fuera acertado empleo

en quien también me igualase

en hijo y en heredero.

45

El príncipe de Galicia,

el noble español don Pedro,

tenía a don Juan de Alarcos

ese gallardo mancebo.

Y así, a los dos nos casaron,

50

y de Barcelona vengo,

y como sabes, a Galicia,

donde las bodas se hicieron.

Contenta estaba yo entonces

de ver que tal caballero

55

fuese con tan alta sangre

de mis pensamientos dueño,

que estos señores, Rosela,

hasta mi esposo don Pedro,

de la infanta doña Sancha

60

de Castilla procedieron.

Y con gran razón lo estaba

viendo que los hijos nuestros

se criaban como hermanos

y que, como ves, sin serlo,

65

en rostros y condiciones

se parecen en extremo,

y mucho más en quererse,

pues son un alma en dos pechos.

Mas ¡ay de mí, que don Juan

70

en gracia y virtud creciendo,

en donaire, armas y galas,

en gentileza y ingenio,

con se mi alnado, Rosela,

ha sido un rayo, un incendio

75

que me ha vuelto el alma Troya,

de día y de noche ardiendo!

Culparasme porque di

puerta a tan vil pensamiento,

pero es espíritu amor,

80

y como no tiene cuerpo,

entra y sale cuando quiere,

dejando los ojos ciegos,

porque entrando por los ojos,

no puedan los ojos verlo.

85

Que resistí, no lo dudes,

pero su amoroso fuego,

de la misma resistencia

dicen que recibe aumento.

Miraba que era su padre

90

mi esposo, y en conociendo

la fuerza del imposible,

era mayor el tormento.

Porque si la privación

suele hacer tales efectos,

95

un imposible en mujer

no permite el sufrimiento.

Años ha que lo imagino,

años ha que me defiendo,

que no ha meses, que no ha días

100

que con este amor peleo.

Enfermedad es de cuenta

el haber tenido preso

este amor desatinado

en la cárcel del silencio.

105

Candados eché a mis labios,

grillos a mis pensamientos,

cadenas a mis sentidos

y esposas a mis deseos;

y porque es el apetito

110

bestia que no admite freno,

antojos puse a los ojos,

que con los suyos me han muerto.

Mas ya que tantas batallas,

tantos asaltos y encuentros

115

han vencido la razón,

y al amor dado el imperio,

resuelta vengo, Rosela,

en decirte que le quiero.

Preso ha tenido el amor,

120

y amor preso todo es hierros.

Semíramis sujetó

asirios, partos y medos,

y amó después a su hijo,

y lo que yo emprendo es menos.

125

Parte a llamar a don Juan,

y no respondas, te ruego,

que amor sus consejos hace

en la sala del remedio.

 

ROSELA

Ya que consejo no admites,

130

perdonaré tu afición,

si la justa admiración

de tu afición me permites.

Mira que esto no es consejo,

sino admirarte no más.

135

¿Cómo es posible que das

tal golpe a tan limpio espejo?

La misma naturaleza

se ofende de tu afición,

corrida está la razón,

140

y afrentada la nobleza.

Don Juan, por más confusión,

es hijo de tu marido;

bastante causa de olvido

si amor tuviera razón,

145

y bastante ser amigo

de Rugero de Moncada

para quedar obligada

a volver por ti contigo.

De suerte que este amor fiero

150

afrenta y deshonra así

a naturaleza, a ti,

a tu esposo y a Rugero.

 

PRINCESA

Licencia para admirarte

te dejé tomar, Rosela,

155

sin ver que de esa cautela

pudieras aprovecharte.

Ya es tarde para moverme,

mas que me has dicho sé yo

desde que el amor me dio

160

ocasión para perderme.

Mas advierte que la vida

y la honra todo es poco

para un pensamiento loco.

Tengo hasta el alma perdida.

165

Parte, y dile que le espero

en mi aposento.

 

ROSELA

Yo voy.

(¿Cómo le hablaré, si soy

quien más que el alma le quiero?)

 

Vase.

PRINCESA

Como madrastra soy del bien que adoro,

170

hame engañado, amor, tu confianza,

pues ya no deja rastro mi esperanza,

ligera nave por el mar que lloro.

Si lágrimas, si ruegos, si tesoro

alcanzan más que un justo amor alcanza,

175

sobre pórfido y jaspe tu mudanza

levantan a tu nombre estatuas de oro.

Pero quejarme de su amor no es justo

hasta saber su voluntad contraria,

pues nunca he puesto el declararme en obra,

180

que si el deudor no paga por su gusto,

amor es una deuda voluntaria,

que mientras no se pide, no se cobra.

 

Vase. Sale DON JUAN, y RUGERO de Moncada.

RUGERO

Debajo de la amistad

que profesamos los dos,

185

te diré, hermano, verdad.

 

JUAN

Débeslo a mi amor.

 

RUGERO

¡Por Dios,

que la tengo voluntad!

 

JUAN

Pues ella la ha puesto en mí.

 

RUGERO

Ahora la quiero más,

190

pues hizo elección en ti.

 

JUAN

Pienso que celoso estás,

Rugero, hablándome así.

 

RUGERO

Quiérote yo de manera,

que cuando no la tuviera

195

amor cuanto pudo ser,

porque te supo querer

sospecho que la quisiera.

Y ahora sé la ocasión

por que el alma la procura.

 

JUAN

200

Sus partes bastantes son.

 

RUGERO

Yo pensé que su hermosura,

y era tenerte afición.

Mil pensamientos me dan

que al lama diciendo estás:

205

‟Rugero, si has de querer,

quiere bien a esta mujer,

que quiere bien a don Juan”.

 

JUAN

Si no supiera, Rugero,

que es verdadero tu amor,

210

pensara que lisonjero

me pedías por favor

lo que ni quise ni quiero;

y así te suplico aquí

que sin encarecimiento

215

–que es hacerte ofensa a ti–

trates de mi pensamiento

como hombre que vive en ti.

No quiero a Rosela bella,

y así, haré poco en dejalla;

220

pero advierte de mí y de ella

que por hacer algo en dalla

me pesa de no querella.

Y así, pues nací obligado

a querer lo que tú quieres,

225

ya la quiero con cuidado

de que lo que quiero esperes

de un pensamiento obligado.

Ya la quiero desde hoy,

y pues queriéndola estoy,

230

darte lo que quiero espero,

que pues lo que quieres quiero,

ya lo que quiero te doy.

 

RUGERO

De tu liberalidad

estaba yo satisfecho,

235

mas en fe de la amistad,

por darme prenda del pecho,

hoy la das tu voluntad.

No me la des, pues con ella

me das celos en amalla;

240

y si amarla tú es perdella,

más bien haces en negalla,

que en dármela y en querella.

Ser Alejandro no esperes

dándome aquesta mujer,

245

ni Apeles me consideres,

porque yo no he de querer

lo que confiesas que quieres.

 

JUAN

De querer has de pensar,

Rugero, a Rosela hermosa,

250

que la quiero para dar,

como el que compra una cosa

que la quiere presentar.

No la quiero para mí,

pues que nunca la he querido,

255

que si la quiero, es por ti,

porque este amor ha nacido

de tu pensamiento en mí.

Vanas tus sospechas son,

que lo que una vez se da

260

no le queda a un hombre acción,

y así Rosela será

tuya en justa posesión.

 

Sale ROSELA.

ROSELA

¿Qué se trata de Rosela?

 

JUAN

Para llamarte no más.

 

ROSELA

265

El murmurar siempre vuela.

 

RUGERO

Segura, Rosela, estás.

 

ROSELA

Tu poco amor me desvela,

 

RUGERO

Desvelarte el mucho mío

está más puesto en razón.

 

JUAN

270

¿Qué temes? Habla con brío.

 

RUGERO

Calenturas de afición

no vienen jamás sin frío.

 

JUAN

Oye, Rosela, a Rugero.

 

ROSELA

Vengo deprisa a llamarte.

 

RUGERO

275

Yo tan despacio te quiero,

que muero por esperarte,

sabiendo que no te espero.

 

JUAN

¿Quién me llama?

 

ROSELA

La Princesa.

 

JUAN

Voy.

 

ROSELA

Y yo te llevaré.

 

RUGERO

280

Tente, aunque sigues tu empresa,

para que razón te dé

de que sin razón te pesa.

 

ROSELA

¿No ves que quien es mandado

ha de volver con cuidado

285

con el recado a que viene?

 

RUGERO

Cuando el recado pies tiene,

queda el paje disculpado.

 

ROSELA

Conozco que sabe andar.

Su prisa me ha dado indicio

290

que no le podré alcanzar,

pero por ley de mi oficio

quisiérale yo llevar.

 

RUGERO

Ya le llevas en el pecho.

Espera, por Dios, un poco,

295

pues le sigues sin provecho;

mira que me vuelvo loco,

y que tú lo estás, sospecho.

Haz cuenta que hablas con él,

pues que me parezco a él,

300

aunque en la ventura no,

y sabrás lo que pasó

para que te canses de él.

Has de saber que me ha dado

licencia para quererte,

305

y aborrecerte ha jurado.

 

ROSELA

Y yo juro aborrecerte

de albricias de ese cuidado.

Si de lo que se presenta

al que lo trae se le da,

310

su olvido tu amor me cuenta:

de lo mismo te doy ya,

pues lo mismo me atormenta.

Que no te canses te pido,

porque don Juan me ha enseñado

315

a olvidarte con su olvido,

porque si me hubiera amado,

también te hubiera querido.

Y no es justo hacer placer

a cambio de tal pesar,

320

que no has visto tú mujer

que, por nuevas de olvidar,

diese albricias de querer.

 

Vase.

RUGERO

Detén el paso, voladora arpía,

que en la mesa del alma te has cebado,

325

pues no tiene el desdén el arco armado,

ni el Hércules de honor te desafía.

Flechas de amor el corazón te envía,

suspiros de mi pecho enamorado

que como tocan en el tuyo helado,

330

vuelven con más furor al alma mía.

Si mi amor de mis lágrimas arguyes,

¿cómo me dejas de la vida incierto,

y a engaños mis tormentos atribuyes?

Pero llamarte ha sido desconcierto.

335

Bien sé por qué te vas, bien sé que huyes

porque sospechas que me dejas muerto.

 

Vase. Sale la PRINCESA, y DON JUAN.

JUAN

No entiendo lo que me dice

vuestra Alteza.

 

PRINCESA

¿No me entiendes,

o de entenderme te ofendes?

 

JUAN

340

Eso a mi honor contradice,

donde tengo por blasón

servirte y obedecerte.

 

PRINCESA

Digo que estoy a la muerte.

 

JUAN

¿De qué mal?

 

PRINCESA

De tu afición.

 

JUAN

345

Se le ha dicho a vuestra Alteza

que voy de noche, que rondo,

que me escriben, que respondo,

que adoro alguna belleza,

que se me atreven vasallos

350

que pretenden mis deseos,

que murmuran mis paseos

hasta los propios caballos,

que desenvainé la espada,

que alguna arrogancia dije,

355

y esto la enferma y aflige,

mire que todo esto es nada;

que, ¡por vida de don Juan!,

que han mentido los espías,

pues son todas niñerías

360

y reventar de galán.

 

PRINCESA

¿Finges el sordo?

 

JUAN

No sé

qué te han contado de mí.

 

PRINCESA

Lo que me cuentan de ti

ahora te lo diré,

365

que naturaleza sabia

te hizo en el mundo solo,

como está en el cielo Apolo,

y el fénix raro en Arabia.

Que naciste de una ingrata,

370

pues que la heredaste luego,

con la condición del fuego,

que tiene hermosura y mata.

Que eres en tus pensamientos

altivo y lleno de honor,

375

y que en tu propio valor

están tus merecimientos.

Que a la vista y los oídos

pareces, sembrando amores,

viento que viene de flores,

380

que entra en todos los sentidos.

Que eres sueño que arrebata

el alma en la fantasía,

y una muerte de sangría

que durmiendo se desata.

385

Que con tu dulce mirar,

amor como lince mira;

que miras como el que tira,

que mira para matar.

Y si el cielo se reparte

390

en cuantas acciones tienes,

que parece que entretienes

toda un alma en cada parte.

Esto me cuentan de ti

los ojos y los oídos;

395

esto dicen mis sentidos,

y a fe que se lo creí.

Vuelve a quererme entender,

o vuelve solo a quererme,

que basta para entenderme

400

considerarme mujer.

 

JUAN

El Príncipe, mi señor,

es tu marido, señora,

y yo soy tu hijo ahora,

y a quien toca vuestro honor.

405

Vuelvo por él y por ti,

y digo que a ti y a él

debo ser, y soy fiel:

a él porque de él nací,

y a ti porque eres mi madre,

410

pues estás en tan lugar,

y porque debo mirar

a Dios, a vos y a mi padre.

Si prueba, señora, ha sido,

habéis probado un diamante;

415

si tenéis pecho de amante,

conmigo le habéis rompido,

que si el mundo se volviese

al principio que tenía,

cada punto fuese un día,

420

cada día un mes se hiciese,

cada mes un año, el año

un lustro, el lustro una edad,

la edad una eternidad,

fuera eterno vuestro engaño,

425

que si el diluvio a los dos

solo entonces dejara,

allí el mundo se acabara

por no juntarme con vos.

 

PRINCESA

Tente y escucha.

 

JUAN

No puedo.

 

PRINCESA

430

¿Quieres bien?

 

JUAN

Quiero una dama.

 

PRINCESA

¿Cómo se llama?

 

JUAN

La fama

que de perder tengo miedo.

No le dé celos hablando

en una cosa tan loca.

 

PRINCESA

435

Sus ojos cierra y su boca

todo discreto, callando.

Calla, y callará esa dama,

y con un secreto amor

ni yo perderé mi honor,

440

ni tu perderás tu fama.

Llégate a mí, no te aparte

vergüenza; mujer soy yo.

Un toro Pasife amó,

y le dio Dédalo el arte.

445

Menofón gozó a su madre,

a su hermana Tolomeo,

y Mirra tuvo deseo

de ser mujer de su padre.

Ningún ejemplo me toca,

450

ni eres mi padre ni hermano.

Mira, don Juan, cuán en vano

fama injusta te provoca.

Seleuco a su hijo dio

su mujer, viéndole enfermo

455

de amor. Yo, mi bien, no duermo,

ni sosiego, ni soy yo.

Ni vivo, ni quiero vida

ni salud ni alma sin ti.

Llégate a mí. ¿Qué hay en mí

460

que de ser hombre te olvida?

¿Qué tengo que no te mueva,

cuando no a gusto, a piedad?

 

JUAN

Tienes una enfermedad

ahora en el mundo nueva.

465

Si de ti, que eres mi madre,

se viene a pegar en mí,

no habrá hijo desde aquí

que guarde honor a su padre.

 

Vase.

PRINCESA

Espera, que me burlaba.

470

¡Don Juan! ¡Hijo...!

 

Sale RUGERO.

RUGERO

¿Qué es aquesto?

 

PRINCESA

(¡En qué confusión me ha puesto!)

 

RUGERO

¿Quién, madre, con vos estaba?

 

PRINCESA

¿No le conociste?

 

RUGERO

No.

 

PRINCESA

Pues aquí estaba don Juan.

 

RUGERO

475

Tiernos vuestros ojos dan

señal de que pena os dio.

¿Qué fue aquesto, por mi vida?

 

PRINCESA

Curiosidad excusada;

y si esto no importa nada,

480

la discreción se te olvida.

 

RUGERO

Cosas de don Juan, señora,

y que su nombre posean,

aunque las estampas sean

de sus pies que el alma adora,

485

¿no le importan, madre mía,

a Rugero de Moncada?

¿Sabéis vos con qué lazada

amor juntarnos porfía?

Decidme, madre, lo que es,

490

y en qué le distes disgusto,

que él a vos no fuera justo,

y es muy discreto y cortés.

Los ojos tenéis llorosos;

lo que confiesan negáis.

495

Señora, turbada estáis.

 

PRINCESA

Viejos, hijo, al fin... celosos.

Contelo a don Juan aquí...

¡Mira el descanso que medro!,

que sospecho que don Pedro

500

los tiene ahora de mí.

No me habla con el gusto

que solía; heme quejado

a don Juan, y es tan honrado,

que sintiendo mi disgusto,

505

le va a reñir sin que fuese

parte a detenerle aquí.

 

RUGERO

¿Por qué no se queja a mí,

cuando esa ocasión le diese,

vuestra Alteza, y no a don Juan?

 

PRINCESA

510

Por excusar tus enojos.

 

RUGERO

Pues dánmelos en los ojos

los que a mi hermano le dan.

Y del Príncipe me espanto

que tenga celos de vos,

515

pues que de casados Dios

os hizo un ejemplo santo.

Pienso que no es la ocasión

de ese disgusto esos celos.

 

PRINCESA

Pues ¿cuál?

 

RUGERO

Algunos desvelos

520

de cierta conversación.

 

PRINCESA

¿Quiere bien don Pedro?

 

RUGERO

Creo,

si no me engaña la fama,

que quiere bien una dama.

 

PRINCESA

Saber su nombre deseo.

 

RUGERO

525

Yo haré diligencia tal,

que sepas más que deseas.

 

PRINCESA

De don Juan, cuando le veas,

Rugero, encubre mi mal,

que con este desengaño

530

menos tengo que sentir.

 

RUGERO

A buscarle quiero ir.

No resulte en vuestro daño,

si dais al Príncipe enojos.

 

Vase.

PRINCESA

Yo a llorar, para formar

535

con mis lágrimas un mar

donde se aneguen mis ojos.

 

Vase, y sale DON JUAN.

JUAN

Desesperado deseo

de una mujer atrevida,

voluntad determinada,

540

causa de tantas desdichas,

pensamiento descubierto

que atropellan honra y vida,

amor loco despreciado

que truecas el gusto en ira,

545

quédate en paz, que el huir

del peligro de tu vista

es el más alto remedio

que la inocencia imagina,

que cuando una mujer llora y suspira,

550

¡ay de la libertad de quien la mira!

Fértiles y hermosos campos

de lo mejor que en Galicia

baña el noble mar de España,

solar de mi casa antigua,

555

honor de Castros y Andradas;

padre ilustre, a quien inclinan

sus cabezas estos montes

desde el Ferrol a Castilla;

Ruger de Moncada, en quien

560

lo más del alma tenía,

que quien me parece tanto

debe de tener la misma;

adiós, que me parto huyendo

de un basilisco en la vista,

565

de un cocodrilo en el llanto,

y de una mujer fingida;

que cuando una mujer llora y suspira,

¡ay de la libertad de quien la mira!

Grandes males me viniera

570

de poner las fuerzas mías

a sus lágrimas o ruegos,

que al hombre más grave hechizan;

y cuando más resistiera,

¡qué llovieran de mentiras

575

sobre mi pecho inocente,

sobre mis entrañas limpias!

Salgamos de España, en duda,

que en abreviar la partida

consiste una gran victoria

580

y una divina conquista.

Ningún sabio se ha fiado

de las palabras fingidas

de una mujer, porque hay pocos

que sus lágrimas resistan,

585

que cuando una mujer llora y suspira,

¡ay de la libertad de quien la mira!

 

Sale ROBERTO.

ROBERTO

El caballo está ensillado,

y a la huerta lo llevé.

 

JUAN

¿Viéronle?

 

ROBERTO

De nadie fue,

590

a lo que siento, mirado

que como me lo mandaste

le lleve, señor, en pelo.

 

JUAN

¿Cuál sacaste?

 

ROBERTO

El castañuelo.

 

JUAN

Pues ¿adónde le ensillaste?

 

ROBERTO

595

Dejele atado, y volví

por la silla y por el freno.

 

JUAN

Este hasta el mar será bueno;

naves habrá desde allí.

Mucho, Roberto, he fiado

600

de ti en el punto a que vengo,

y es la causa que te tengo

en opinión de hombre honrado.

Mira que no digas nada

a mis padres ni a mi hermano.

 

ROBERTO

605

¿Que, en fin, te vas?

 

JUAN

Pon la mano

sobre la cruz de la espada.

 

ROBERTO

¿Para qué?

 

JUAN

Para jurar

que no dirás que me voy

hasta que sepas que estoy

610

de esotra parte del mar.

 

ROBERTO

Juro por aquesta cruz,

y a fe de hidalgo, señor,

[...]

por esta divina luz,

615

por la bella Estefanía,

ninfa gallega más bella

que una potranca doncella,

por su amor, por mi hidalguía,

por las armas que me dan

620

en paveses, en corazas

–que son cincuenta almohazas

en el campo de un zaguán–,

de no decir tu partida

a los Príncipes ni a quien

625

tu mal estorbe o tu bien,

tu bien o tu mal impida.

 

JUAN

¿Lloras?

 

ROBERTO

Pues ¿he de cantar

cuando te vas de esa suerte?

 

JUAN

630

No pronostiques mi muerte.

 

ROBERTO

¿Que, al fin, te vas a embarcar?

 

JUAN

No excuso, Roberto amigo,

esta partida cruel,

mas porque fuiste fiel

635

por tantos años conmigo

y tengas de mí memoria,

toma esta cadena.

 

ROBERTO

El cielo

te guarde, y me dé consuelo

en tan lamentable historia.

640

Pero espántome de ti,

que te tuve por discreto,

en tener tan buen conceto...

 

JUAN

¿De quién, Roberto?

 

ROBERTO

De mí,

pero debes de querer

645

dar en casa algún picón,

si te mueve la afición

de alguna ingrata mujer;

pues con avisarme a mí