Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Al pasar del arroyo es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.-
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 91
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Lope de Vega
Saga
Al pasar del arroyo
Lope de VegaCover image: Shutterstock Copyright © 1619, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616231
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
(Salen JACINTA, y TERESA, labradoras.)
JACINTA.
En mi vida tuve amor.
TERESA.
Para ser tan entendida,
mucho admira tu rigor.
JACINTA.
Yo paso mejor mi vida.
TERESA.
5
La sola no es la mejor.
JACINTA.
El que dio su voluntad,
ya no goza libertad;
luego vivir en prisión
no parece discreción,
10
sino fina necedad.
TERESA.
No ha dado el cielo a la tierra
otro bien como el amor:
todos los bienes encierra.
JACINTA.
Mas antes todo el rigor,
15
toda la discordia y guerra,
y el mas soberbio enemigo.
TERESA.
Antes su descanso y paz.
JACINTA
Yo le huyo.
TERESA.
Yo le sigo.
JACINTA
Yo pienso estar pertinaz.
TERESA.
20
(Salen PASCUAL, y BENITO, labradores.)
Y yo esperar tu castigo.
BENITO.
Esto que digo, me cuesta.
PASCUAL.
Tu pasas vida inhumana.
BENITO.
Y con un ‟no”, por respuesta,
sin sol toda la semana,
25
hasta que llegue la fiesta.
Aunque ya el tiempo me vale,
no porque el torno solar
días y noches iguale,
mas porque a ver vendimiar
30
tal vez a las viñas sale.
PASCUAL.
Vendrá a matar labradores;
mas, siendo alegre dolor
el amor en sus rigores,
en parte es hacer favor
35
Benito, el matar de amores.
Pero, ¿no es Jacinta aquella?
BENITO.
Teresa, su grande amiga,
a la fe, viene con ella;
pero déjame que diga
40
que es de sus rayos estrella.
JACINTA.
¿Que hay, Benito?
BENITO.
¡Dafne esquiva!
PASCUAL.
¿Teresa!
TERESA.
¡Pasqual, hermano!
JACINTA.
¿Qué se trataba?
BENITO.
Así viva
la luz de ese soberano
45
sol, que al sol de rayos priva,
que de un monstro se trataba,
de cuya pintura brava
tiembla, Jacinta, la villa:
que si hay de ellos maravilla,
50
eres maravilla octava.
Monstros son tus bellos ojos,
contradiciéndose en ellos
las paces y los enojos:
tan bellos, que el ir a vellos
55
se lleva el alma en despojos.
¿Que monstros hay en el suelo
como ver sus luces puras,
dar fuego entre nieve y hielo,
con que parecer procuras
60
cielo, mas airado cielo?
¿Cuándo ha de llegar el día
que a algún dichoso himineo
rindas tu helada porfía?
Que verte de otro deseo
65
si es imposible ser mía.
JACINTA.
Benito, si cada cual
sigue bien su inclinación,
no haces bien en sentir mal
de mi esquiva condición.
70
Por decreto celestial
esto quieren las estrellas,
y yo lo que quieren ellas.
Nunca su Autor las crio
para forzarnos, que yo
75
bien puedo librarme de ellas.
JACINTA.
Pues ¿cuál es tu inclinación?
BENITO.
Quererte.
JACINTA.
O fuerza, o padece.
BENITO.
No puedo.
JACINTA.
Luego ellas son
quien fuerzan al que aborrece,
80
como al que tiene afición.
BENITO.
No dices bien, porque yo
amo, y el amar es bien,
y al bien nadie resistió;
pues siendo mal el desdén,
85
tú has de resistir, yo no.
JACINTA.
Forzándome aborrecer
el cielo a todos los hombres,
resistir a su poder
fuera locura.
BENITO.
¿Qué nombres
90
fuerza tu mismo querer?
Deja la vana aspereza
con que me tratas así,
que ofende tanta belleza;
¿Cómo el cielo puso en ti
95
tan bárbara rustiqueza?
Escoge en todo Barajas
el mozo de más ventajas,
o algún criado del Conde,
si más a tu humor responde
100
la seda, que no las pajas.
Toma ejemplo en la azucena,
que, de granos de oro llena,
al aurora resplandece,
y que, marchita, anochece
105
llena de tristeza y pena.
Mira los lirios al alva,
cuando al padre de Faetón
hacen los pájaros salva,
que no en balde a la ocasión
110
pintaron desnuda y calva.
Si cuando verte no quieras,
piensas que te han de querer,
yerras loca, y necia esperas,
que en belleza de mujer
115
pasan las horas ligeras.
JACINTA.
Ya tu mucha libertad
con mi paciencia se mide:
que es dar, aunque haya amistad,
consejo a quien no le pide,
120
bachillera necedad.
Para lo que yo profeso
no es mi soledad exceso,
ni esquiva mi condición,
pues que ya la inclinación
125
de mi aspereza confieso.
Más precio en el soto o selva
seguir de Atalanta el paso,
sin que al oro el rostro vuelva,
hasta que el Sol al ocaso
130
en oro y sangre se envuelva.
Y en aqueste manantial
que riega con varias venas
el prado, a un jardó igual,
ver retozar las arenas
135
con los golpes del cristal.
Más precio coger las flores
de quien la Naturaleza,
y el Cielo fueron pintores,
y que ciñan mi cabeza
140
las cintas de sus colores.
Más precio ver susurrando
las abejas codiciosas
su arquitectura formando,
y en estas selvas quejosas
145
los ruiseñores cantando,
que tus penas y cuidados,
amores ciegos y locos,
buenos sólo imaginados,
donde ay dichosos tan pocos
150
y tantos son desdichados.
(Vase.)
BENITO.
A tanta resolución
y furia, yo no aconsejo:
que donde ay obstinación
sirve el más cuerdo consejo
155
de espuela a la ejecución.
Mucho en casarte acertaras,
que mal tu belleza empleas,
si en selvas y aguas reparas:
después que casada seas
160
serán tan verdes y claras.
No ay bien que pueda llamarse
bien, faltando compañía,
que es fuerza comunicarse.
PASCUAL.
Deja esa vana porfía,
165
que es ignorancia cansarse.
Después, en otro lugar,
podrás a Jacinta hablar,
y merecer sus favores:
que no andan bien los amores
170
en cestos de vendimiar.
Mira cómo tus criados
cogen racimos opimos,
de que van carros cargados,
para colgar de racimos
175
tantos lagares lavados.
Que, si no fue con ventajas
la cosecha deste agosto,
agora en toda Barajas,
con la abundancia del mosto
180
rebosarán las tinajas.
¡Ea, pues, vamos de aquí!
BENITO.
Vamos, y plega a los cielos,
pues no te dueles de mí,
que quieras con tantos celos
185
como yo tengo de ti.
Que supuesto que te vea
como dices, no querer,
no es posible que lo crea:
que es condición de mujer
190
negar lo que más desea.
(Vase, y salen LISARDA y ISABEL.)
ISABEL.
Esto responde al papel.
LISARDA.
Muestra, que ya estoy turbada.
ISABEL.
Si ya estás desconfiada,
¿qué temes que venga en él?
195
Demás que ya son excesos
tanto cuidado y temor.
LISARDA.
Desconfianzas de amor
no mejoran los sucesos.
(Lee) ”En mi enfermedad hice una promesa a San
Diego, y así me parto a Alcalá. Holgárame que
hubiera en ella qué traeros; pero, como su tra-
to es estudiantes, no pienso q serán a pro-
pósito para regalaros. Pasaré con el coche por
vuestra puerta para llevar más presentes vues-
tros ojos en esta ausencia.”
ISABEL.
Donaire tiene el papel.
LISARDA.
200
Y tiene tanto donaire,
que le ha de llevar el aire,
y al mismo dueño con él.
ISABEL.
Yo me acuerdo que algún día
fuera reliquias, colgado
205
del cuello.
LISARDA.
No se ha pasado
la misma necia porfía:
Pero un disgusto de amor
al más tierno pensamiento
obliga a desabrimiento,
210
y el enojarse, a rigor.
Vuelve a coger los papeles,
que así, rotos como están,
mis celos estimarán
sus desengaños crueles.
ISABEL.
215
Bien dicen que es niño Amor,
pues lo mismo que tú has hecho,
suelen hacer, con despecho,
y con infante furor.
Que aunque pidiéndole están
220
con notable desconsuelo,
arrojan el pan al suelo,
si no les dan presto el pan.
¿Qué haré de aquestos pedazos?
LISARDA.
En esta manga los pon,
225
que si del alma lo son,
bien andarán con los brazos.
Espera, ¿qué dice aquí?
ISABEL.
Tú propia enciendes tu fuego.
LISARDA.
En esta parte, ‟San Diego”;
230
¡buen agüero para mí!
No miro más, Isabel.
ISABEL.
Ni ay para qué mirar más.
LISARDA.
¿Es coche aquel?
ISABEL.
Buena estás.
LISARDA.
Tengo el pensamiento en él.
ISABEL
235
Coche pienso que ha parado.
LISARDA.
Antes, en mi pensamiento,
anda más que el mismo viento.
(Salen DON CARLOS, galán, de camino, y MAYO, criado.)
MAYO.
¿Sin licencia te has entrado?
CARLOS.
Cuando la vengo a pedir,
240
¿cómo la puedo tomar,
y no me vengo a mudar,
aunque me vengo a partir?
LISARDA.
¡Jesús! ¿Carlos tan galán
a cosas de devoción?
245
¿A tan divina estación,
cosas tan humanas van?
Plumas, colores. ¿Qué es esto?
Don Carlos, no me agradáis;
a diverso intento vais
250
con esas galas dispuesto.
Si no es que a imitar venís,
temiendo mi desconsuelo,
al arco hermoso del cielo,
y tras las aguas salís.
255
Que las disculpas mejores
es serenar de mis ojos
las tempestades de enojos,
vuelto en arco de colores.
Pero, más que de un abril,
260
vuestro campo, Carlos, es,
pues en el del cielo hay tres,
y vos venís con tres mil.
CARLOS.
Si añadís las que me salen
al rostro, de que os quejéis,
265
bien decís: ni aun hallaréis
arco o campo a quien se igualen.
Mas como naturalmente
todas las mujeres son
quejosas, su condición
270
nunca dice lo que siente.
Aquí no hay de qué tener
celos; yo voy a cumplir
lo que, llegando a morir,
después de Dios, pude hacer.
275
Que fué rogar a su Santo,
por cuyo medio cobré
salud.
LISARDA.
¿Niego yo que fue
justo, ni me alargo a tanto?
Mas pienso yo que San Diego
280
sayal pardo se vistió,
y no muy nuevo, que yo
bien sé que era pobre y lego.
Y como ir a visitar
a un hombre en una prisión
285
con galas no era razón,
o algún muerto acompañar
con plumas hasta el entierro,
paréceme que no vais
a propósito.
CARLOS.
Vos dais,
290
Lisarda, en un grande yerro,
pues no voy a visitar
preso, ni muerto: pues vive
en Dios, adonde recibe
parabién, que no pesar.
295
Pues quien goza tanta gloria,
con colores se ha de ver.
LISARDA.
Ya sé que habéis de vencer.
CARLOS.
Será la primer vitoria,
pues no tengo cosa en mí
300
de que vos no hayáis triunfado.
MAYO.
Y ella que, en fin, ha callado,
¿qué es lo que dice de mí?
Si se visten los criados
lo que los amos desechan,