Al pasar del arroyo - Lope de Vega - E-Book

Al pasar del arroyo E-Book

Лопе де Вега

0,0

Beschreibung

Al pasar del arroyo es una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 91

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Lope de Vega

Al pasar del arroyo

 

Saga

Al pasar del arroyo

Lope de VegaCover image: Shutterstock Copyright © 1619, 2020 SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616231

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Hablan en ella las personas siguientes

JACINTA, labradora TERESA, labradora DORENA, labradora BENITO PASCUAL LAURENCIO SILVIO UN HORTELANO LISARDA, dama ISABEL DON LUÍS DON CARLOS MAYO, criado ANTÓN MENDO, viejo GUZMÁN

Acto I

(Salen JACINTA, y TERESA, labradoras.)

JACINTA.

En mi vida tuve amor.

 

TERESA.

Para ser tan entendida,

mucho admira tu rigor.

 

JACINTA.

Yo paso mejor mi vida.

 

TERESA.

5

La sola no es la mejor.

 

JACINTA.

El que dio su voluntad,

ya no goza libertad;

luego vivir en prisión

no parece discreción,

10

sino fina necedad.

 

TERESA.

No ha dado el cielo a la tierra

otro bien como el amor:

todos los bienes encierra.

 

JACINTA.

Mas antes todo el rigor,

15

toda la discordia y guerra,

y el mas soberbio enemigo.

 

TERESA.

Antes su descanso y paz.

 

JACINTA

Yo le huyo.

 

TERESA.

Yo le sigo.

 

JACINTA

Yo pienso estar pertinaz.

 

TERESA.

20

(Salen PASCUAL, y BENITO, labradores.)

Y yo esperar tu castigo.

 

BENITO.

Esto que digo, me cuesta.

 

PASCUAL.

Tu pasas vida inhumana.

 

BENITO.

Y con un ‟no”, por respuesta,

sin sol toda la semana,

25

hasta que llegue la fiesta.

Aunque ya el tiempo me vale,

no porque el torno solar

días y noches iguale,

mas porque a ver vendimiar

30

tal vez a las viñas sale.

 

PASCUAL.

Vendrá a matar labradores;

mas, siendo alegre dolor

el amor en sus rigores,

en parte es hacer favor

35

Benito, el matar de amores.

Pero, ¿no es Jacinta aquella?

 

BENITO.

Teresa, su grande amiga,

a la fe, viene con ella;

pero déjame que diga

40

que es de sus rayos estrella.

 

JACINTA.

¿Que hay, Benito?

 

BENITO.

¡Dafne esquiva!

 

PASCUAL.

¿Teresa!

 

TERESA.

¡Pasqual, hermano!

 

JACINTA.

¿Qué se trataba?

 

BENITO.

Así viva

la luz de ese soberano

45

sol, que al sol de rayos priva,

que de un monstro se trataba,

de cuya pintura brava

tiembla, Jacinta, la villa:

que si hay de ellos maravilla,

50

eres maravilla octava.

Monstros son tus bellos ojos,

contradiciéndose en ellos

las paces y los enojos:

tan bellos, que el ir a vellos

55

se lleva el alma en despojos.

¿Que monstros hay en el suelo

como ver sus luces puras,

dar fuego entre nieve y hielo,

con que parecer procuras

60

cielo, mas airado cielo?

¿Cuándo ha de llegar el día

que a algún dichoso himineo

rindas tu helada porfía?

Que verte de otro deseo

65

si es imposible ser mía.

 

JACINTA.

Benito, si cada cual

sigue bien su inclinación,

no haces bien en sentir mal

de mi esquiva condición.

70

Por decreto celestial

esto quieren las estrellas,

y yo lo que quieren ellas.

Nunca su Autor las crio

para forzarnos, que yo

75

bien puedo librarme de ellas.

 

JACINTA.

Pues ¿cuál es tu inclinación?

 

BENITO.

Quererte.

 

JACINTA.

O fuerza, o padece.

 

BENITO.

No puedo.

 

JACINTA.

Luego ellas son

quien fuerzan al que aborrece,

80

como al que tiene afición.

 

BENITO.

No dices bien, porque yo

amo, y el amar es bien,

y al bien nadie resistió;

pues siendo mal el desdén,

85

tú has de resistir, yo no.

 

JACINTA.

Forzándome aborrecer

el cielo a todos los hombres,

resistir a su poder

fuera locura.

 

BENITO.

¿Qué nombres

90

fuerza tu mismo querer?

Deja la vana aspereza

con que me tratas así,

que ofende tanta belleza;

¿Cómo el cielo puso en ti

95

tan bárbara rustiqueza?

Escoge en todo Barajas

el mozo de más ventajas,

o algún criado del Conde,

si más a tu humor responde

100

la seda, que no las pajas.

Toma ejemplo en la azucena,

que, de granos de oro llena,

al aurora resplandece,

y que, marchita, anochece

105

llena de tristeza y pena.

Mira los lirios al alva,

cuando al padre de Faetón

hacen los pájaros salva,

que no en balde a la ocasión

110

pintaron desnuda y calva.

Si cuando verte no quieras,

piensas que te han de querer,

yerras loca, y necia esperas,

que en belleza de mujer

115

pasan las horas ligeras.

 

JACINTA.

Ya tu mucha libertad

con mi paciencia se mide:

que es dar, aunque haya amistad,

consejo a quien no le pide,

120

bachillera necedad.

Para lo que yo profeso

no es mi soledad exceso,

ni esquiva mi condición,

pues que ya la inclinación

125

de mi aspereza confieso.

Más precio en el soto o selva

seguir de Atalanta el paso,

sin que al oro el rostro vuelva,

hasta que el Sol al ocaso

130

en oro y sangre se envuelva.

Y en aqueste manantial

que riega con varias venas

el prado, a un jardó igual,

ver retozar las arenas

135

con los golpes del cristal.

Más precio coger las flores

de quien la Naturaleza,

y el Cielo fueron pintores,

y que ciñan mi cabeza

140

las cintas de sus colores.

Más precio ver susurrando

las abejas codiciosas

su arquitectura formando,

y en estas selvas quejosas

145

los ruiseñores cantando,

que tus penas y cuidados,

amores ciegos y locos,

buenos sólo imaginados,

donde ay dichosos tan pocos

150

y tantos son desdichados.

 

(Vase.)

BENITO.

A tanta resolución

y furia, yo no aconsejo:

que donde ay obstinación

sirve el más cuerdo consejo

155

de espuela a la ejecución.

Mucho en casarte acertaras,

que mal tu belleza empleas,

si en selvas y aguas reparas:

después que casada seas

160

serán tan verdes y claras.

No ay bien que pueda llamarse

bien, faltando compañía,

que es fuerza comunicarse.

 

PASCUAL.

Deja esa vana porfía,

165

que es ignorancia cansarse.

Después, en otro lugar,

podrás a Jacinta hablar,

y merecer sus favores:

que no andan bien los amores

170

en cestos de vendimiar.

Mira cómo tus criados

cogen racimos opimos,

de que van carros cargados,

para colgar de racimos

175

tantos lagares lavados.

Que, si no fue con ventajas

la cosecha deste agosto,

agora en toda Barajas,

con la abundancia del mosto

180

rebosarán las tinajas.

¡Ea, pues, vamos de aquí!

 

BENITO.

Vamos, y plega a los cielos,

pues no te dueles de mí,

que quieras con tantos celos

185

como yo tengo de ti.

Que supuesto que te vea

como dices, no querer,

no es posible que lo crea:

que es condición de mujer

190

negar lo que más desea.

 

(Vase, y salen LISARDA y ISABEL.)

ISABEL.

Esto responde al papel.

 

LISARDA.

Muestra, que ya estoy turbada.

 

ISABEL.

Si ya estás desconfiada,

¿qué temes que venga en él?

195

Demás que ya son excesos

tanto cuidado y temor.

 

LISARDA.

Desconfianzas de amor

no mejoran los sucesos.

(Lee) ”En mi enfermedad hice una promesa a San

Diego, y así me parto a Alcalá. Holgárame que

hubiera en ella qué traeros; pero, como su tra-

to es estudiantes, no pienso q serán a pro-

pósito para regalaros. Pasaré con el coche por

vuestra puerta para llevar más presentes vues-

tros ojos en esta ausencia.”

 

ISABEL.

Donaire tiene el papel.

 

LISARDA.

200

Y tiene tanto donaire,

que le ha de llevar el aire,

y al mismo dueño con él.

 

ISABEL.

Yo me acuerdo que algún día

fuera reliquias, colgado

205

del cuello.

 

LISARDA.

No se ha pasado

la misma necia porfía:

Pero un disgusto de amor

al más tierno pensamiento

obliga a desabrimiento,

210

y el enojarse, a rigor.

Vuelve a coger los papeles,

que así, rotos como están,

mis celos estimarán

sus desengaños crueles.

 

ISABEL.

215

Bien dicen que es niño Amor,

pues lo mismo que tú has hecho,

suelen hacer, con despecho,

y con infante furor.

Que aunque pidiéndole están

220

con notable desconsuelo,

arrojan el pan al suelo,

si no les dan presto el pan.

¿Qué haré de aquestos pedazos?

 

LISARDA.

En esta manga los pon,

225

que si del alma lo son,

bien andarán con los brazos.

Espera, ¿qué dice aquí?

 

ISABEL.

Tú propia enciendes tu fuego.

 

LISARDA.

En esta parte, ‟San Diego”;

230

¡buen agüero para mí!

No miro más, Isabel.

 

ISABEL.

Ni ay para qué mirar más.

 

LISARDA.

¿Es coche aquel?

 

ISABEL.

Buena estás.

 

LISARDA.

Tengo el pensamiento en él.

 

ISABEL

235

Coche pienso que ha parado.

 

LISARDA.

Antes, en mi pensamiento,

anda más que el mismo viento.

 

(Salen DON CARLOS, galán, de camino, y MAYO, criado.)

MAYO.

¿Sin licencia te has entrado?

 

CARLOS.

Cuando la vengo a pedir,

240

¿cómo la puedo tomar,

y no me vengo a mudar,

aunque me vengo a partir?

 

LISARDA.

¡Jesús! ¿Carlos tan galán

a cosas de devoción?

245

¿A tan divina estación,

cosas tan humanas van?

Plumas, colores. ¿Qué es esto?

Don Carlos, no me agradáis;

a diverso intento vais

250

con esas galas dispuesto.

Si no es que a imitar venís,

temiendo mi desconsuelo,

al arco hermoso del cielo,

y tras las aguas salís.

255

Que las disculpas mejores

es serenar de mis ojos

las tempestades de enojos,

vuelto en arco de colores.

Pero, más que de un abril,

260

vuestro campo, Carlos, es,

pues en el del cielo hay tres,

y vos venís con tres mil.

 

CARLOS.

Si añadís las que me salen

al rostro, de que os quejéis,

265

bien decís: ni aun hallaréis

arco o campo a quien se igualen.

Mas como naturalmente

todas las mujeres son

quejosas, su condición

270

nunca dice lo que siente.

Aquí no hay de qué tener

celos; yo voy a cumplir

lo que, llegando a morir,

después de Dios, pude hacer.

275

Que fué rogar a su Santo,

por cuyo medio cobré

salud.

 

LISARDA.

¿Niego yo que fue

justo, ni me alargo a tanto?

Mas pienso yo que San Diego

280

sayal pardo se vistió,

y no muy nuevo, que yo

bien sé que era pobre y lego.

Y como ir a visitar

a un hombre en una prisión

285

con galas no era razón,

o algún muerto acompañar

con plumas hasta el entierro,

paréceme que no vais

a propósito.

 

CARLOS.

Vos dais,

290

Lisarda, en un grande yerro,

pues no voy a visitar

preso, ni muerto: pues vive

en Dios, adonde recibe

parabién, que no pesar.

295

Pues quien goza tanta gloria,

con colores se ha de ver.

 

LISARDA.

Ya sé que habéis de vencer.

 

CARLOS.

Será la primer vitoria,

pues no tengo cosa en mí

300

de que vos no hayáis triunfado.

 

MAYO.

Y ella que, en fin, ha callado,

¿qué es lo que dice de mí?

Si se visten los criados

lo que los amos desechan,