Valor, fortuna y lealtad - Lope de Vega - E-Book

Valor, fortuna y lealtad E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

Valor, fortuna y lealtad es un drama teatral del autor Lope de Vega. Narra una historia de venganzas y traiciones en la familia real de Alfonso III, rey de León, quien rechaza al segundo hijo de su hermana Elvira influido por don Arias, que planea matar al esposo de Elvira y desposarla para abrirse camino a la corona.

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Lope de Vega

Valor, fortuna y lealtad

Segunda parte de los Tellos de Meneses

Saga

Valor, fortuna y lealtad

Copyright © 1946, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont

All rights reserved

ISBN: 9788726618853

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

ALFONSO III, rey de León.TELLO EL VIEJO. TELLO, su hijo.GARCI-TELLO, niño. DON ARIAS, conde. DOÑA ELVIRA, infanta. LAURA, su prima.INÉS, villana. MENDO, gracioso. SANCHO, villano. UN CURA. Soldados.Criados.Música.Moros.Villanos.Acompañamiento.

La acción pasa en las montañas de León y en esta ciudad.

Acto I

Escena I

Campo en las montañas de León.

LA INFANTA, DOÑA ELVIRA y LAURA, con sombreros rebociños; VILLANOS, MÚSICA. Tocan, cantan y bailan.

 

MÚSICA Quien se levanta hermosa

y con salud, parida,

algo adivina.

Quien puede levantarse

con bríos montañeses, 5

volver quiere a enfermarse

por otros nueve meses.

Quien hoy a su Meneses

le pareció tan linda,

algo adivina. 10

LAURA Por muchos años, señora,

de la cama te levantes

a dar envidia a la aurora,

cuando con tiernos diamantes

baña los campos de Flora. 15

Por pizarras desiguales,

viendo que a los campos sales,

tropieza en su misma prisa

la nieve, deshecha en risa,

para que pises cristales. 20

Las flores de la ribera

salen a verte a porfía;

todo se esmalta y espera

de tus ojos alegría

y de tus pies primavera. 25

Todo tu salud lo viste

de contento, hermosa infanta;

hasta la tórtola triste

parece que alegre canta

después que al prado saliste. 30

No hay ave que de su empleo

no muestre dulce deseo;

que, con ser justa su pena,

aún no llora Filomena

los amores de Tereo. 35

Las hiedras, que en verdes techos

prenden acopados colmos,

de ramas y de hojas hechos,

con abrazos más estrechos

han enredado los olmos. 40

Aquesas voces suaves,

que, ya risueñas, ya graves,

con naturales acentos

suenan en dos elementos,

son las fuentes y las aves. 45

INFANTA Laura mía, esos amores

no parecen de cuñada.

LAURA Pues ¿de quién serán mejores

que de una prima, templada

al gusto de tus favores? 50

¡Dichoso Tello, que fue

digno de tan bella esposa!

INFANTA Paso, prima; que vendré

a estar de entrambos celosa.

LAURA Ahora, Elvira, ¿por qué? 55

Ocho años han pasado

que yo los tuve de ti;

pero en viéndole casado,

con las esperanzas di

al vago viento el cuidado. 60

Yo confieso aquel deseo

de que tan lejos me veo;

digno fue de tu valor,

porque le guardaba Amor

para más dichoso empleo. 65

A mucho te aventuraste;

por este bárbaro suelo

muchos trabajos pasaste;

pero ya, gracias al cielo,

en sus brazos descansaste. 70

INFANTA Al mísero navegante

truecan, Laura, en un instante

la alegre color de celos

en tanto luto los cielos,

que no parece un diamante. 75

Sus claraboyas serenas

escupen balas de hielo,

truenan nubes de horror llenas,

que, desquiciando su velo,

van arrastrando cadenas. 80

El uno y el otro polo

parecen que sacudir

quieren la máquina, y sólo

entre nubes de zafir,

no sabe su aurora Apolo. 85

Sube hasta el cielo arrogante

del mar el profundo abismo,

porque no hay sol que le espante;

y cayendo de sí mismo,

es fulminado gigante. 90

Y ansí con las luces bellas

traslada la tempestad

la furia del mar, que entre ellas

ven los peces si es verdad

que los hay en las estrellas. 95

Mas luego en tanta ruina

corre la oriental cortina

la aurora bañada en hielo,

y el sol, corazón del cielo,

la turbia mar ilumina. 100

Así yo tantas crueldades

padecí de mis desdichas

entre aquestas soledades,

hasta que el sol de mis dichas

serenó las tempestades. 105

Así del mar inhumano

mi pobre barca salió,

dándome el cielo su mano,

aunque mi padre murió,

y me aborrece mi hermano. 110

Dos hijos tengo ya, en quien

tengo el alma dividida,

dando su parte también

a Tello, porque no hay vida

adonde los tres no estén; 115

que esa necia presunción

de don Arias es locura.

LAURA Cuéntame por qué razón

volver contra ti procura

león al rey de León. 120

INFANTA A la margen de esa fuente,

que se queja y no lo siente,

quiero contarte su historia,

aunque ofenda la memoria

tan enojoso accidente. 125

LAURA Los necios son atrevidos.

INFANTA De todos le diferencio,

si amaron aborrecidos.

LAURA Pide a la fuente silencio

mientras te doy los oídos. 130

INFANTA Presto verás que a ninguna

tanta desdicha importuna,

pues, ni villana ni infanta,

me dejó con fuerza tanta

de perseguir la fortuna. 135

(Vanse.)

Escena II

Salón del alcázar real de León.

El REY, DON ARIAS, acompañamiento.

 

DON ARIAS La muerte del invicto Ordoño, padre

de vuestra alteza, y el debido llanto

a sus claras virtudes, vence tanto

ser vos el heredero,

príncipe soberano 140

de la parte mejor del reino ibero,

que ya el bramido del león hispano,

resucitando en vos su heroico hijo,

las lágrimas convierte en regocijo.

Vos, Alfonso, seréis (en Dios lo espero) 145

de vuestro reino padre y la defensa

de España, vuestra madre,

que oprime el moro con injusta ofensa.

La religión, la paz y la justicia,

la ciencia y la milicia, 150

se verán abrazadas,

de pacífica oliva coronadas.

Vivid siglos, vivid, y ¡plega al cielo

que oyendo el justo celo

y el ánimo devoto, 155

vuestras banderas pongan en el remoto

margen del mar de España,

que las colunas baña

que el tebano llamó fin de la tierra;

pues ya tenéis la torre en que se vían 160

las fuertes naves de la Gran Bretaña

cuando el mar discurrían,

amenazando guerra! Sólo resta

que nos deis sucesión, que os ha faltado

de nuestra gran señora, 165

y un sol leonés de castellana aurora.

REY Ese cuidado solo me molesta,

don Arias, por vivir desconfiado;

y así, prometo al cielo

visitar con piadoso heroico celo 170

al gran Patrón de España,

a cuya espada debe tanta hazaña;

y desde aquí le ofrezco,

si tanto bien merezco,

labrar la parte que a su templo falta. 175

DON ARIAS La sucesión esmalta,

como al gobierno público las leyes,

las coronas y cetros de los reyes.

Escena III

SANCHO; MENDO, con una carta; dichos.

 

MENDO (Aparte a SANCHO al salir.)

Ya no tengo aquel temor,

Sancho, que tener solía 180

cuando labrador vivía;

que ya no soy labrador.

Con reyes trato en efeto;

verdad es que a Dios y al rey

no por tratarlos es ley 185

que se les pierda el respeto.

Quiero decir que he llegado

a hablallos con libertad.

SANCHO ¿No es hombre la majestad?

MENDO Sí; pero es hombre endiosado: 190

un rey es Dios en la tierra.

SANCHO Llega, que es buena ocasión,

pues en su coronación

a nadie las puertas cierra.

MENDO invictísimo Señor, 195

(Arrodíllase.)

que guarde y prospere el cielo...

REY ¿Quién sois? Levantaos del suelo.

MENDO (Aparte.)

Cobrándole voy temor.

Criados somos de Tello,

vuestro cuñado.

REY ¿De quién? 200

(Vuelve a MENDO la espalda.)

SANCHO (Aparte a MENDO.)

No escucha el cuñado bien;

enderezóse de cuello.

MENDO Cuñado, aunque suele ser

tal vez amistad segura,

dicen que es añadidura 205

que dan con propia mujer.

De suerte que es como hueso

del matrimonio un cuñado,

que siempre viene forzado

para hacer cabal el peso. 210

SANCHO Vuelve a hablar.

MENDO (Al REY.)

Tello, señor,

con esta carta, te envía

(Dásela.)

el parabién deste día;

y en prendas de justo amor,

Tello el viejo, y padre suyo, 215

un presente montañés,

que, aunque indigno de tus pies,

ya viene en nombre de tuyo.

Diez potros, que pueden ser

por lo corpulento padres, 220

y cuatro yeguas sus madres,

que las pudiera poner

al carro de oro Faetonte,

a haber moras en el cielo;

porque del áfrico suelo 225

las trasladó nuestro monte.

Trocando el color a veces,

dos son cisnes y dos cuervos,

aunque al correr fueran ciervos,

a no ser por los jaeces; 230

aunque los pies como truenos

corren, y vuelan también;

que apenas ellas se ven,

cuanto más sillas y frenos.

Y un caballo para ti, 235

que parece hijo del toro:

tales son las manchas de oro,

que puedo decirlo así.

Con blanco en lo rojo bebe;

porque, para más belleza, 240

jugando, Naturaleza

le tiró pellas de nieve.

Como liso terciopelo

el pelo vino a quedar,

y sobre lo rojo a estar 245

fondo en oro el blanco pelo.

Y don Tello de Meneses

el mozo, señor, te envía

seis alfanjes de ataujía,

diez jacos, veinte paveses. 250

Los jacos, por más decoro,

tienen, menudas y juntas,

por los collares y puntas,

un dedo de mallas de oro.

Los paveses, todos nuevos, 255

traen pintado el blasón

de Castilla y de León,

y las tortillas de huevos,

para memoria de aquella

en que le puso su hija 260

del rey la oculta sortija,

y sus desdichas en ella.

Diez jaeces recamados

de aljófar y oro...

REY No más;

que parece que me das 265

los dos presentes pintados.

¡Qué gracioso embajador!

Como del dueño en efeto.

MENDO No le hubo allá más discreto

en todo el monte, señor. 270