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El caballero del milagro es un texto teatral del autor Lope de ega. Ambientada en Roma en el s. XVI, sigue las aventuras y desventuras del pícaro Luzmán, que intenta ganarse la vida con su ingenio a medida que sube en el escalafón social.
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Seitenzahl: 99
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Lope de Vega
Saga
El caballero del milagroCover image: Shutterstock Copyright © 1593, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726617016
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Comencé esta décima quinta parte de mis comedias con el nombre del insigne jurisconsulto don Francisco de la Cueva y Silva, y doyle fin con el de V. M., para engastarla en dos tan preciosas piedras, y porque entre los dos, como en tan alta esfera, sirva mi voluntad de línea equinoccial, círculo verdadero, y no imaginario, como el celeste que pasa por medio mundo de Levante a Poniente, en igual distancia de los dos Polos, para que el sol de tales ingenios iguale en mi amor el suyo, como el del Cielo, en ella, los días y las noches. He deseado a V. M. sumamente el premio de sus estudios y de ese raro entendimiento; pero confieso que le he dudado, porque ya para él son rodeos los méritos, no por defecto de los príncipes, de quien dijo quien pudo: In quibus non est salus, sino de la fortuna, que por opinión del filósofo, los desampara. Preguntó a un hombre Júpiter, en las antiguas fábulas, por un agradable sacrificio que le había hecho, cuál quería más, riqueza o ingenio, el hombre –más codicioso de honra que de tesoros, pues él alcanza a ser inmortal y ellos no pasan, con el dueño, del límite de la vida–, respondió que más quería el ingenio; diósele Júpiter; fue gran filósofo y astrólogo y aritmético; más viendo que pocos entendían sus estudios y que ninguno se los premiaba, alzando los ojos al cielo dijo:
¡Oh, Júpiter; si dieras
a todos un ingenio como el mío,
premiaran mis estudios!
Más, ¡ay!, que es desvarío,
pues si lo mismo que yo sé supieran,
ningún premio me dieran.
¡Dame riqueza, Júpiter divino!
Pues el que ignora, sea bajo o grave,
está contento con saber que sabe.
Y aquí me parece que los dos versos de Virgilio en la Geórgica –allá verá V. M. la ocasión porque los dijo–, si quiere aplicarla a los poderosos –tomando la alegoría de aquellas aves–, vienen muy a propósito:
Haud equidem credo, quia sit divinitus illis,
Ingenium, aut verum fato prudentia maior.
Los escritos de V. M. ya tienen premio, o impresos o manuscritos, entre los hombres doctos y que con desapasionados juicios advierten la doctrina, la elegancia, la locución, el ornamento, la copia de tanta variedad de letras humanas e inteligencia de negocios, así extranjeros como nuestros, así del Estado como de la guerra, políticos y eclesiásticos; pero tal vez la naturaleza, en su divina música, no tiene por menos arte dar una consonancia en vacío; V. M. me entiende:
Qui fit Moecenas, ut nemo quam sibi sortem,
Seu ratio dederit, seu fors obiecerit illa
Contentus vivat.
Y lo demás de aquel elegante discurso del poeta Horacio, en esta parte moral filósofo; pero, realmente es bueno para la especulación y el desengaño; mas no me conformo con que, habiéndose de vivir a la puerta del premio y de la honra, veáis que se da a quien no la merece, y que falta a la virtud y estudios, pues también toca a la opinión que os estimen si la multitud más juzga por los lugares que por los méritos.
Povera e nuda vai Philosophia,
dijo el Petrarca; mas, porque no me obligue a represión de mí mismo, lo que Garcilaso dijo a Boscán:
Que a Sátira me voy mi paso a paso,
y aquesta que os escribo es Elegía.
Reciba V. M. en su protección al Caballero del Milagro, que no lo será pequeño tener para sus fábulas tan excelente Demóstenes por oyente, que, con respeto suyo, no solo se levanten los demás, pero le den aplauso. Dios guarde a V. M. con los bienes que le deseo.
Su capellán y aficionado servidor.
Lope de Vega Carpio
Salen Luzmán, gentilhombre, y Tristán, criado
LUZMÁN
¿Vengo bien puesto, Tristán?
TRISTÁN
Peregrino talle tienes.
LUZMÁN
Si vengo bien, digo.
TRISTÁN
Vienes
por todo extremo galán.
LUZMÁN
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Eso solo te pregunto,
que ya yo sé que en mi talle
puso, el que pudo formalle,
su poder y gusto junto.
Errar vestirme recelo,
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que lo hecho mal podría:
vestirme es a cuenta mía,
el talle, a cuenta del Cielo.
Y el Cielo no pudo errar,
que cuando tomó consejo
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con el cristal del espejo,
el sol no pudo envidiar.
En una borrada copia,
para hacer mi gentileza,
dio el Cielo a Naturaleza
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su poder en causa propia.
Fue como diestro pintor:
diseñome al natural
y dejome al oficial
que me acabase mejor.
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Es del cielo el artificio,
el borrón y la destreza,
y de la Naturaleza
las colores y el oficio.
TRISTÁN
Has hecho un discurso breve
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del Cielo y de tu hermosura.
LUZMÁN
Creo que a la compostura
alguna cosa se debe;
y aun es razón que le den
lo que yo pienso dalle,
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que mil hombres de mal talle
vestidos parecen bien.
¡Así durara el estado
de nuestros padres primeros,
que andando todos en cueros
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se viera el mejor formado!
Cuál hay que con calza larga
encubre lo que es mal hecho,
y cuál con lana del pecho,
o de la espalda, la carga;
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cuál el brazo, cuál la pierna
con el jubón o la calza,
porque así la baja y alza
como a ser de cera tierna;
cuál el pie con la chinela
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y con el corcho lo falto,
y cómo a parecer alto
el que es bajo se desvela.
Pues en llegando a las damas,
no hay fea, no hay fiera o mostro
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que no curen más del rostro
que de sus obras y famas.
Cuál, con unto de caballo,
crece el pelado cabello;
cuál quita con hilo el vello,
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que es lo mismo que pelallo;
cuál, con canas, lo ennegrece,
y si por dicha está calva
deste peligro se salva
y con cabello amanece;
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cuál lo enrubia si está cano,
o, por quererse alegrar,
con jengibre de dorar,
oro chico y palo indiano.
Ver las vanas composturas
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del rostro, las redomillas,
tuétanos de manecillas,
unto de gato y criaturas;
las mudas para trocarse
de aquel ser en otro ser,
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cual si fueran menester
achaques para mudarse;
zumo de zadiva y lirios,
de avenate y limón agro,
que para hacer un milagro
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pasan doscientos martirios.
Verlas hacer serafines
con mil pomos y bujetas
del aceite de violetas,
de almendras y de jazmines;
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el mostillo y vinagrillo,
taragontía, dormideras…
TRISTÁN
Deja estas vanas quimeras,
que no es de tu honor decillo,
ni se puede comprender
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proceso tan infinito.
LUZMÁN
¿Yo qué les pongo ni quito?
TRISTÁN
Más sabes que una mujer,
y callar fuera mejor,
porque alguna no disfame
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los hombres, si algún infame
se ha puesto afeite y color;
que más de alguno habrá sido
de Heliogábalo retrato.
LUZMÁN
¿Cuándo tú me has visto ingrato
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al ser de que fui nacido?
TRISTÁN
¿Cuándo? ¡Oh, qué bien lo acomodas!
Mas cuándo tú no lo fuiste,
que solo dellas naciste
para burlarte de todas:
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que habiendo nacido de una,
y que alguna te da ser,
yo no te he visto querer
de veras mujer ninguna.
Esto es más claro que el sol,
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y que muchas que te aman
por toda Roma te llaman
el arrogante español.
¿De qué sirve componerte?
¿Para quién te vistes galas,
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si no es que a Narciso igualas,
como en el talle, en quererte?
No te quieras tanto a ti
que a ninguna mujer quieras,
pues que gozarte no esperas
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si alguien no goza de ti.
No hay cosa que más desee
ser vista y comunicada
que la hermosura extremada
en aquel que la posee.
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Por hallarse una mujer
en el espejo hermosa,
viene a ser tan amorosa
al que la viene a querer.
De modo que no eres bello,
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pues que no te comunicas.
LUZMÁN
Tarde consejos me aplicas.
TRISTÁN
Matarte tiene el cabello.
Morirás como Absalón,
pues que de tantas mujeres
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ninguna estimas ni quieres,
siendo el quererlas razón,
y aborrecerlas repugna
la naturaleza del hombre.
LUZMÁN
No es razón que eso te asombre
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pues no me agrada ninguna,
y el querer no es elección,
porque ha de ser accidente.
TRISTÁN
Quererte tan tiernamente
¿no ha de moverte afición?
145
¿El Amor no obliga a amor
y a justa correspondencia?
LUZMÁN
En mí verás la experiencia,
Tristán, de tu falso error:
yo aborrezco siendo amado,
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y a quien me adora desprecio.
TRISTÁN
Mucho es porque no eres necio,
si no lo es ser confiado.
¿Cómo no quieres a quien
con tanto extremo te adora?
LUZMÁN
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Direte la causa ahora,
y la disculpa también.
Considero en las mujeres
mil faltas y liviandades,
locuras y libertades
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y diversos pareceres.
Las que para ser queridas
exterior belleza tienen,
ya por el alma a ser vienen
justamente aborrecidas.
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Las que el alma tienen tal
que sus malicias reforma,
tienen el cuerpo de forma
que es a Lucifer igual.
Por esto, generalmente,
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las aborrezco y maltrato.
TRISTÁN
¿Tú eres hombre?
LUZMÁN
Sí.
TRISTÁN
¡Y qué ingrato!
Pero escucha atentamente,
direte de su valor
lo que no podrás negar.
LUZMÁN
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Yo no te quiero escuchar.
TRISTÁN
Pues ¡quién venciera tu error!
LUZMÁN
Por no oír decir bien dellas
no te escucho; pero advierte
que el tratallas desta suerte
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me está más bien que querellas;
que, como no me amartelo,
puedo engañar cuantas miro.
Ya finjo el «¡Ay!» del suspiro,
ya la lágrima, ya el celo,
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ya la desesperación,
y todo aquesto que ves
es por mi propio interés,
que mis tributarias son.
¿Ya no has visto que me dan
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todo lo que juego y visto?
TRISTÁN
Ya de sus joyas te he visto
rico, bizarro y galán.
LUZMÁN
Si de una me amartelara,
¿qué fuera de mí?
TRISTÁN
¡Detente!
Sale Otavia, dama
OTAVIA
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¡Con mujeres sois valiente!
¡Yo os haré cruzar la cara!
¡Volved acá, fanfarrón!
TRISTÁN
Otavia, señor, es esta.
OTAVIA
Yo os haré dar la respuesta
200
de tan infame razón.
¿Atrevimientos a mí
y presumir de lo bravo?
Pues aunque me dé a un esclavo…
LUZMÁN
Yo lo soy, y estoy aquí.
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¿Qué es esto, gentil Otavia?
¿Cómo o con quién has reñido?
¿Quien te agravia no ha sabido
que mi propia vida agravia?
Sosiega el sol alterado,
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si no es que quiere llover
sobre quien no pudo ser
la ocasión deste nublado;
que si la cierta esperanza
de vengarte no te anima,
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de lo que el mundo me estima
tomará el tiempo venganza.
¿Quién es ese medio muerto
que ha puesto lengua en tu fama?
OTAVIA
El que hoy a la tuya infama
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de tus hazañas incierto;
un hombre que ya se fue,
y con ello se acabó.
LUZMÁN
Luego, ¿no lo sabré yo?
OTAVIA
¿Tú, mi vida, para qué?
LUZMÁN
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Para sacalle la lengua
que movió para tu agravio.
OTAVIA
Menos valiente y más sabio.
LUZMÁN
Hablas en mi daño y mengua.
¿Quién te ha ofendido? ¿Quién era
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