El hijo de los leones - Lope de Vega - E-Book

El hijo de los leones E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

El hijo de los leones una comedia teatral del autor Lope de Vega. En la línea de las comedias palatinas del Siglo de Oro Español, narra un malentendido amoroso que acabará por provocar varias situaciones humorísticas y de enredo.

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Seitenzahl: 79

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Lope de Vega

El hijo de los leones

 

Saga

El hijo de los leonesCopyright © 1930, 2020 Lope de Vega and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726616736

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

FIGURAS DE LA COMEDIA

PERSEO TEBANDRO FENISA CLAVELA LISARDO UN CAPITÁN BATO RISELO FLORA UN CURA REY DE ALEJANDRÍA FAQUÍN LA PRINCESA DE TEBAS LEONIDO FILENO [MÚSICOS]

Acto I

Salen TEBANDRO y PERSEO.

TEBANDRO

Quitarme tengo la vida.

 

PERSEO

Quien la vida tiene en poco,

más que desdichado, es loco.

 

TEBANDRO

¿Pues cómo tan ofendida

5

queréis que a la muerte impida

quien tuvo siempre su nombre

que ya no hay mal que le asombre?

 

PERSEO

Porque es terrible locura,

vida que tan poco dura,

10

querer abrevialla un hombre.

Cuando tan mozo os quedara

mucha vida que vivir,

no pudiérades sufrir

la que después os faltara;

15

pero tanta edad, repara

en lo poco que le queda.

 

TEBANDRO

Cuando el cielo me conceda

menos, para tanto mal

no tiene el alma caudal

20

ni sufrimiento que pueda.

Espero en aquella nave

toda mi hacienda, Perseo,

conducirla, al puerto veo

próspero viento suave,

25

y la fortuna que sabe

deshacer en un instante

los cielos al caminante,

y al labrador flor y fruto

cubrió de funesto luto

30

el pabellón de diamante.

Con relámpagos y truenos

que asombran luces y sinos,

y entre horribles torbellinos

de balas de nieve llenos,

35

abre los celestes senos

y los ejes de oro rotos,

en tan fieros terremotos

parece que siembra estrellas,

y entre balas y centellas

40

junta los polos remotos.

Los tridentes encendidos,

parece que cuando caen

del sol fugitivo, traen

el mar y tierra atrevidos,

45

a quien defienden apenas

adargas de agua y arenas,

también quieren conquistar,

con los gigantes del mar,

las celestiales almenas.

50

Rompe, corta y despedaza

gúmenas, jarcias y velas,

que de aferravelas

desañuda y desenlaza,

y la marítima plaza,

55

sembrada de cuerdas y hombres,

hace, que por más te asombres,

que los que han de gobernar

con los peces de la mar,

truequen oficios y nombres.

60

Allí quedó mi riqueza

con mi dicha sepultada,

y la fortuna vengada

en mi hacienda y mi grandeza.

El lustre de mi nobleza

65

no me diera tal dolor,

mas es terrible rigor

que Fenisa por casar,

sin hacienda, no ha de hallar

marido igual a su honor.

70

Ya no es dote la virtud

ni el honrado nacimiento,

que es el oro el fundamento

de toda humana quietud.

Con mucha solicitud

75

quise casalla altamente;

pobre, ¿qué queréis que intente

que no me infame y ofenda,

pues no hay más dote que hacienda

en la opinión de la gente.

 

PERSEO

80

Y si yo os diese un marido

rico y del rey estimado,

que os quitase del cuidado

del sustento y del vestido,

en cuya casa servido

85

y regalado estaréis,

¿será arzón que os matéis?

 

TEBANDRO

Daría gracias al mar

si por él vengo a alcanzar

la vida que me ofrecéis.

 

PERSEO

90

Pues yo os quiero dar mi casa

y casarme con Fenisa.

 

TEBANDRO

Tierra que tal hombre pisa,

boca, a tus labios la pasa.

 

PERSEO

Tebandro, y por padre os quiere.

 

TEBANDRO

95

Quien tanta ventura adquiere,

no dirá que se ha perdido.

Perdona, cielo ofendido;

todo hombre que viva, espere.

Voy a decir a Fenisa

100

esta dicha, mi Perseo.

 

PERSEO

Dila, señor, mi deseo

y de las nuevas la avisa.

 

TEBANDRO

Tropiezo en la misma prisa.

¡Oh, navel!, no te has perdido,

105

antes, por la mar traído

dos venturas de una vez:

hijo para mi vejez,

para Fenisa marido.

 

Vase. Sale FAQUÍN.

FAQUÍN

Siempre que a la Corte vengo,

110

vengo de miedo temblando;

allí se está paseando,

ventura en hallarle tengo.

¡Ah, señor!

 

PERSEO

Faquín, amigo,

¿qué hay por acá?

 

FAQUÍN

Solo ver

115

a su merced, y traer

alguna cebada y trigo.

Trigo para el panadero

la cebada... ya lo ve.

 

PERSEO

¿Cómo?

 

FAQUÍN

Para su mercé,

120

que ayer me dijo el cochero

que no había en casa un grano.

 

PERSEO

El quererme persuadir

a tu inocencia, es decir,

que hay inocente villano.

125

¿Cómo va de labranza?

 

FAQUÍN

Puesto que tan rico sea

su merced y de esta aldea

no tenga mucha esperanza,

le juro que es buena hacienda:

130

el ganado, así vacuno

como ovejuno, a ninguno

da ventaja, que yo entienda.

Puercos, como su mercé

ha visto muchos, no quiero

135

encarecellos, que espero

que se admire si los ve.

Traigo un carro de carbón

y unos quesos; él es pez

y ellos nieve; pera y nuez

140

para después del jamón.

Los que llaman cuerdas de uvas

en la corte y la aldea

colgajos, y porque vea

en qué estado están las cubas,

145

un cuero de ojo de gallo,

que, si no lo ha por enojo,

puede el Rey sacalle un ojo

y, a falta de él, un vasallo.

El clarete es cosa rara,

150

de quien decirse podía

que parece a la poesía,

porque ha de ser dulce y clara.

En cuerdas, melones bellos,

del tiempo, invernizos, albos,

155

que parecen a los calvos

cuando se atan los cabellos.

Yo le juro que pudiera

envidiar su hacienda el Rey,

desde la cabra hasta el buey,

160

desde el pollo a la ternera,

si un demoño de un salvaje,

un monstruo, o no sé quién sea,

no destruyera la aldea

en un espantoso traje.

 

PERSEO

165

¿Monstruo? ¿Cómo?

 

FAQUÍN

De la sierra

ha bajado aquestos días

tembrando las caserías

y destruyendo la tierra.

 

PERSEO

¿Pues quién a esta tierra trujo

170

monstruos, si ese es su nombre?

 

FAQUÍN

No sé, ¡pardiós!

 

PERSEO

¿Él es hombre?

 

FAQUÍN

Es medio hombre y medio brujo.

 

PERSEO

Codicia de ver me pones,

Faquín, cosas tan extrañas.

 

FAQUÍN

175

Es hombre que en las montañas

le obedecen los leones.

Solían la mozas ir

a coger hongos y setas,

y las trae tan inquietas,

180

después que las hace huir,

que no se halla en el lugar

un hongo, aunque den por él

un ojo.

 

PERSEO

Cosa cruel

y digna de remediar.

185

Nunca supe que criase

salvajes de Alejandría.

 

FAQUÍN

Señor, agora los cría.

 

PERSEO

¡Y que esto en silencio pase!

 

FAQUÍN

Siempre pienso yo que ha habido

190

salvajes, mas no tan grandes

como ahora.

 

PERSEO

Puesto que andes,

Faquín, en tosco vestido,

tienes buen entendimiento.

Hoy has de hablar con el Rey.

 

FAQUÍN

195

¡Arre allá!

 

PERSEO

Tú le has de hablar.

 

FAQUÍN

Quien en su pobre lugar

habra con la oveja y buey,

¿quiere que tenga atrevencia

para hablar con rey?

 

PERSEO

Yo sé

200

que sabrás.

 

FAQUÍN

Yo le diré

de ese monstruo de insolencia.

 

PERSEO

Pues ven conmigo.

 

FAQUÍN

Los bueyes

de aquesta vez dejo allá,

que dicen que todo está

205

solo en hablar con los reyes.

 

Vanse y salen CLAVELA y FENISA.

CLAVELA

Del casamiento te doy

el parabién, por lo menos.

 

FENISA

Con los ojos de agua llenos,

Clavela, diciendo estoy

210

que menos dichosa soy

de lo que tú me imaginas.

 

CLAVELA

Si a Perseo no te inclinas,

y más en esta ocasión,

más me encubres que es razón.

 

FENISA

215

Mi mal, Clavela, adivinas.

Yo no me puedo casar.

 

CLAVELA

¿Es la causa ajeno amor?

 

FENISA

No es amor, que aún es mayor

la ocasión de mi pesar.

 

CLAVELA

220

Si se puede declarar,

remedio conmigo intenta.

 

FENISA

Ahora te daré cuenta

de las desdichas y engaños

que he callado tantos años.

 

CLAVELA

225

Ya te escucho.

 

FENISA

Estame atenta.

El año doce de mi edad, advierte

tal desdicha, Clavela, en años doce,

y que quien tiene tan contraria suerte

ni tiene bien sin mal ni edad que goce,

230

el príncipe Lisardo, de mi muerte

ilustre autor; Lisardo, a quien conoce

por sucesor del Rey Alejandría,

me vio, para mi mal, un cierto día.

En esta playa de la mar que piso

235

agora refiriéndote mi historia,

con más belleza y con menor aviso,

sus ondas ocupaban mi memoria.

No era la fuente en que se vio Narciso

ni el líquido cristal mi vanagloria,

240

porque solo miraba sus arenas

sembradas de coral, de conchas llenas.

Huyendo de las ondas, que volaban,

Lisardo, de improviso, me detiene

con otros mozos que con él andaban;

245

así la edad primera se entretiene.

Olas de amor sus brazos imitaban,

que, huyendo al mar que a las espaldas viene,

daba en mayor; de suerte que temía

más que al mar que dejaba al que venía.

250

Llegó su libertad, Clavela, a asirme,

cuando fuera mejor aventurarme

al mar, que me anegara, honesta y firme,

que no en el de sus brazos enredarme.

Por desasirme yo, por dividirme,

255

y él por no dejar y por matarme,

llegamos a los brazos, cuyo juego,

tan cerca de las llamas, eran fuego.

‟Déjeme vuestra Alteza”, le decía.

Y él: ‟mi bien, mi señora” me llamaba.

260

‟¿Esto es gala, es razón, es cortesía?”,

con vergüenza y temor le replicaba.