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Poemario de Lope de Vega que recoge sus obras centradas en el tema del amor, sus consecuencias, su traición, su frustración y su florecimiento. En él apreciamos la sensibilidad de Lope de Vega en una amplia gama de registros siempre en torno al concepto del amor, tanto idealizado como frustrado.-
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Lope de Vega
Saga
Poesías líricas
Copyright © 1978, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726618716
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Gallardo pasea Zaide
puerta y calle de su dama,
que desea en gran manera
ver su imagen y adorarla,
porque se vido sin ella 5
en una ausencia muy larga,
que desdichas le sacaron
desterrado de Granada,
no por muerte de hombre alguno
ni por traidor a su dama, 10
mas por dar gusto a enemigos,
si es que en el moro se hallan,
porque es hidalgo en sus cosas
y tanto que al mundo espantan
sus larguezas, pues por ellas 15
el moro dejó su patria;
pero a Granada volvió
a pesar de vil canalla,
porque siendo un moro noble
enemigos nunca faltan. 20
Alzó la cabeza y vido
a su Zaida a la ventana,
tan bizarra y tan hermosa
que al sol quita su luz clara.
Zaida se huelga de ver 25
—10→
a quien ha entregado el alma,
tan turbada y tan alegre
y cuanto alegre turbada,
porque su grande desdicha
le dio nombre de casada, 30
aunque no por eso piensa
olvidar a quien bien ama.
El moro se regocija
y con dolor de su alma,
por no tener más lugar, 35
que el puesto no se le daba,
por ser el moro celoso
de quien es esposa Zaida,
en gozo, contento y penas
le envió aquestas palabras: 40
-¡Oh más hermosa y más bella
que la aurora aljofarada,
mora de los ojos míos,
que otra en beldad no te iguala!
Dime, ¿fáltate salud 45
después que el verme te falta?
Mas según la muestra has dado
amor es el que te falta.
Pues mira, diosa cruel,
lo que me cuestas del alma 50
y cuántas noches dormí
debajo de tus ventanas;
y mira que dos mil veces,
recreándome en tus faldas,
decías: -El firme amor 55
sólo entre los dos se halla.
Pues que por mí no ha quedado,
que cumplo, por mi desgracia,
lo que prometo una vez,
cúmplelo también, ingrata. 60
—11→
No pido más que te acuerdes,
mira mi humilde demanda,
pues en pensar sólo en ti
me ocupo tarde y mañana-.
Su prolijo razonar 65
creo el moro no acabara
si no faltara la lengua
que estaba medio turbada.
La mora tiene la suya
de tal suerte, que no acaba 70
de acabar de abrir la gloria
al moro con la palabra.
Vertiendo de entrambos ojos
perlas con que le aplacaba
al moro sus quejas tristes, 75
dijo la discreta Zaida:
-Zaide mío, a Alá prometo
de cumplirte la palabra
que es jamás no te olvidar,
pues no olvida quien bien ama; 80
pero yo no me aseguro
ni estoy de mí confiada,
que suele, el cuerpo presente,
ser la vigilia doblada,
y más que tú lisonjeas, 85
que ya lo tienes por gala,
de ser como aquí lo has dicho,
no habiendo en mí bueno nada.
Sé muy bien lo que te debo
y pluguiese a Alá quedara 90
hecho mi cuerpo pedazos
antes que yo me casara,
que no hay rato de contento
en mí, ni un punto se aparta
este mi moro enemigo 95
—12→
de mi lado y de mi cama,
y no me deja salir
ni asomarme a la ventana
ni hablar con mis amigas
ni hallarme en fiestas o zambras-. 100
No pudo escuchalla más
el moro, y así se aparta
hechos los ojos dos fuentes
de lágrimas que derrama.
Zaida, no menos que él, 105
se quita de la ventana,
y aunque apartaron los cuerpos,
juntas quedaron las almas.
-Mira, Zaide, que te aviso
que no pases por mi calle 110
ni hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
ni preguntes en qué entiendo
ni quién viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento 115
o qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe. 120
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo jinete, 125
que danzas, cantas y tañes,
—13→
gentil hombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo,
señalado por linaje, 130
el gallo de las bravatas,
la nata de los donaires,
y pierdo mucho en perderte
y gano mucho en amarte,
y que si nacieras mudo 135
fuera posible adorarte;
y por este inconveniente
determino de dejarte,
que eres pródigo de lengua
y amargan tus libertades 140
y habrá menester ponerte
quien quisiere sustentarte
un alcázar en el pecho
y en los labios un alcaide.
Mucho pueden con las damas 145
los galanes de tus partes,
porque los quieren briosos,
que rompan y que desgarren;
mas tras esto, Zaide amigo,
si algún convite te hacen, 150
al plato de [sus] favores
quiere[n] que coma[s] y calle[s].
Costoso fue el que te hice;
venturoso fuera[s], Zaide,
si conservarme supieras 155
como supisme obligarme.
Apenas fuiste salido
de los jardines de Tarfe
cuando hiciste de la tuya
y de mi desdicha alarde. 160
A un morito mal nacido
—14→
me dicen que le enseñaste
la trenza de los cabellos
que te puse en el turbante.
No quiero que me la vuelvas 165
ni quiero que me la guardes,
mas quiero que entiendas, moro,
que en mi desgracia la traes.
También me certificaron
cómo le desafiaste 170
por las verdades que dijo,
que nunca fueran verdades.
De mala gana me río;
¡qué donoso disparate!
No guardas tú tu secreto 175
¿y quieres que otro le guarde?
No quiero admitir disculpa;
otra vez vuelvo a avisarte
que ésta será la postrera
que me hables y te hable-. 180
Dijo la discreta Zaida
a un altivo bencerraje
y al despedirle repite:
«Quien tal hace, que tal pague».
-Di, Zaida, ¿de qué me avisas? 185
¿Quieres que muera y me calle?
No te fíes de mujeres
fundadas en disbarates.
Y si pregunté en qué entiendes
y quién viene a visitarte, 190
son fiestas de mis tormentos
ver qué colores te aplacen.
—15→
Dices que son por mi causa
las que en el rostro te salen;
por la tuya, con mis ojos, 195
tengo regada la calle.
Dícesme que estás corrida
de [que] Zaide poco sabe;
no sé poco, pues que supe
conocerte y adorarte. 200
Confiesas que soy valiente,
que tengo otras muchas partes;
pocas tengo pues no puedo
de una mentira vengarme;
mas ha querido mi suerte 205
que ya en quererme te canses;
no busques inconvenientes,
si no que quieres dejarme.
No entendí que eras mujer
a quien mentiras le placen, 210
mas tales son mis desdichas
que en mí lo imposible hacen;
hanme puesto en tal extremo
que el bien tengo por ultraje:
lóasme para hacerme 215
la nata de los galanes;
yo soy quien pierdo en perderte
y yo quien gano en amarte
y aunque hables en mi ofensa
no dexaré de adorarte. 220
Dices que si fuera mudo
fuera posible adorarme;
si en tu daño no lo he sido,
enmudezca en disculparme.
Si te ha ofendido mi vida 225
y si gustas de matarme,
—16→
basta decir que hablo mucho
para que el pesar me acabe.
Es mi pecho un fuerte muro
de tormentos inmortales 230
y mis labios son silencio,
que no han menester alcaide.
El hacer plato o banquete
es de hombres principales,
mas darles de sus favores 235
sólo pertenece a infantes.
Zaida cruel, que dijiste
que no supe conservarte:
mejor te supe obligar
que tú supiste pagarme. 240
Mienten las moras y moros
y miente el traidor de Zarque
que si yo le amenazara
bastara para matarle.
A ese perro mal nacido 245
a quien [yo] mostré el turbante
no fié yo del secreto;
en pecho bajo no cabe.
Yo le quitaré la vida
y escribiré con su sangre 250
lo que tú, Zaida, replicas:
«Quien tal hace, que tal pague».
El mayor Almoralife
de los buenos de Granada,
el de más seguro alfanje 255
y el de más temida lanza,
el sobrino de Zulema,
visorrey de la Alpujarra,
—17→
gran consejero en la paz,
fuerte y bravo en la batalla, 260
en socorro de su rey
se va a la mar desde Baza,
más animoso y galán
que el hijo del moro Audalla;
tanto que al mundo su nombre 265
seguras fianzas daba
que verdaderas saldrían
sus dichosas esperanzas.
Albornoz de seda verde
y de pajizo de gualda, 270
marlota de raso al uso,
de [verdes] lirios sembrada,
por mostrar que allá en la guerra
encubre con esperanzas
los lirios, que ya son verdes 275
y fueron flores moradas;
con cuatro moros detrás
solo en una yegua baya,
que quien quiere adelantarse
bien es que delante vaya, 280
recogiendo, pues la rienda
cesando el trote paraba
por no sentir por la posta
la ausencia de Felisalva.
Saca un retrato del pecho, 285
que aun a sacalle no basta,
porque salen tras la vista
las imágenes del alma.
-Amada mora -le dice-,
que parece que me hablas 290
con ceño porque te dejo
y dejándote me agravias,
¿cómo me miras alegre,
—18→
pues yo te vi esta mañana
tan enojada conmigo 295
que contigo te enojabas?
Si no lloras como peña
que está dura y echa un agua,
¡mucho me quieren tus ojos,
mucho debo a tus entrañas! 300
Si el arrancar tus cabellos
no es sentimiento que engaña,
¡muchos cabellos, amiga,
por mi respeto te faltan!
Habla ya que a tu pintura 305
le darán vida mis ansias
dejando mi cuerpo triste
vacío y con fuerzas flacas.
Felisalva, no te entiendo,
las suertes están trocadas, 310
hoy callas tú y hablo yo,
ayer hablaste y callaba.
¡Malhaya aquel amador
que al retrato de su dama
le dice sus sentimientos, 315
pues que no sienten las tablas!
¡Malhaya aquel que la mira
en retrato mesurada,
él llorando, flaco y triste,
y ella compuesta y ufana! 320
¡ Ay pundonor que me llevas
a meterme en una barca
y entre las ondas y el cielo
cargado de acero y malla!
¡Ay mis baños y jardines 325
que el mejor tiempo os dejara!
Mas si dejo mi contento
¿qué hago en dejar mi casa?
—19→
Amiga, por nuestro amor
que si vives en mi alma 330
suspirando me la envíes,
que no venceré sin alma-.
Con esto los cuatro moros
a media rienda le alcanzan;
esconde el retrato y pica 335
hablando de guerra y armas.
De la armada de su rey
a Baza daba la vuelta
el mejor Almoralife,
sobrino del gran Zulema, 340
y aunque llegó a medianoche,
a pesar de las tinieblas
desde lejos divisaba
de su ciudad las almenas.
-Aquel chapitel es mío 345
con las águilas de César,
insignia de los romanos
que usurparon esta tierra.
La torre de Felisalva
apostaré que es aquélla, 350
que en fe de su dueño altivo
compite con las estrellas.
¡Oh gloria de mi esperanza
y esperanza de mi ausencia,
compañía de mi gusto, 355
soledad de mis querellas!
Si de mi alma quitares
los recelos que la quedan,
y algunas facilidades
—20→
que de tus gustos me cuentan, 360
si tu belleza estimaras
como estimo tu belleza
fueras ídolo de España
y fama de ajenas tierras-.
Dijo, y entrándose en Baza 365
a sus moros dio la yegua
y del barrio de su dama
las blancas paredes besa.
Hizo la seña que usaba
y al ruido de la seña 370
durmieron sus ansias vivas
y Felisalva despierta.
Salió luego a su balcón
y de pechos en las verjas
a su moro envía el alma, 375
que le abrazase por ella.
Apenas pueden hablarse
que la gloria de su pena
les hurtaba las palabras,
que en tal trance no son buenas. 380
Al fin la fuerza de amor
rompió al silencio la fuerza
porque sus querellas mudas
por declarar se revientan,
y la bella Felisalva 385
tan turbada cuanto bella,
estando atento su moro
a preguntalle comienza:
-Almoralife galán
¿cómo venís de la guerra? 390
¿Mataste tantos cristianos
como damas os esperan?
¿Mi retrato viene vivo
o murió de las sospechas
—21→
que a su triste original 395
le dan soledades vuestras?
Del vuestro sabré deciros
que parece que le pesa
de que faltándole el ver
vivir y mirarle pueda-. 400
En la prisión está Adulce
alegre porque se sabe
que está preso sin razón
y le quieren mal de balde.
Esto es causa que en el moro 405
es la pena menos grave,
pues no quiere libertad
si con ella han de culpalle.
Piensan que ha de hacer por fuerza
lo que de agrado no hace, 410
enmudeciendo las leyes
para que los mudos hablen.
Arrimado está a una reja
que hace más fuerte la cárcel,
pena un tiempo de traidores 415
castigo ya de leales.
Alzó los ojos al cielo
temiendo que se le cae
y dijo: -Siempre padezco
por leal y por amante. 420
¡ Ay Aja ingrata! ¿Qué es esto,
que en medio de mis pesares
hallo viva la memoria
de mis bienes y mis males?
Y todo porque no pueda, 425
—22→
ingrata, desengañarme,
pues con quererte en naciendo
pienso que te quise tarde.
A otra reja me vi asido,
más baja, porque alcanzase 430
las promesas de tu boca,
puesto que ya no se guarden.
¿Cómo quieres, di, que crea
que el aire se las llevase,
estando los dos tan cerca 435
que apenas pasaba el aire?
¿Cómo no te desengañas
de que así quise engañarte
si en medio de los favores
siempre me viste cobarde? 440
¡Agora, ingrata, te pesa
de que te sirva y te ame
y no quieres ser querida
quizá por desobligarte!
¿Quién derribo por el suelo 445
el edificio admirable
que alzó amor a las estrellas,
de que apenas hay señales?
Déjanse sus ruinas
una piedra que declare 450
la mudanza que hizo el tiempo
sin poder jamás mudarme.
Mucho debo a sus amigos,
todos dicen que me guarde,
mas ¿de qué sirve, cruel, 455
si viene el consejo tarde?
¿De qué aprovecha el socorro