El mañana viene… y viene a su manera - Luis Chiozza - E-Book

El mañana viene… y viene a su manera E-Book

Luis Chiozza

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Beschreibung

Este libro, que integra la serie Apuntes de todos los días, contiene las reflexiones —cotidianas, profesionales, existenciales— de un médico psicoanalista dotado de una amplia cultura y con muchos años de experiencia en el ejercicio de su profesión. Como señala el autor, no sabemos lo que nos depara la vida, el mañana viene, y viene a su manera. Es sólo a partir de aceptarlo que se vislumbra el resquicio que otorga la posibilidad y el motivo de hacer "lo que hace falta". El intelecto, sostiene, en lugar de facilitar, suele obstruir lo que Weizsaecker considera la esencia de la vitalidad: la ofrenda. Sostener que el sentido de la vida reside en la conservación de la vida es tan absurdo como decir que el sentido de la vida es la vida. El sentido de la vida surge cuando vivir constituye una ofrenda que, trascendiendo la propia existencia, le otorga un sentido. Pues la vida es un regalo maravilloso, y cuando comenzamos a recorrer sus últimos tramos, como sucede en lo que canta Sinatra, también nos damos cuenta de que estuvo bien así (¡como fue!) y que carece de sentido contabilizar un debe y un haber, en este mundo complejo en donde (como dice Porchia) "nadie está hecho de sí mismo". O como señala Campoamor: "Nada es verdad ni mentira. / Todo es según el color / del cristal con que se mira".

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Seitenzahl: 208

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Luis Chiozza

El mañana viene...y viene a su manera

Apuntes de todos los días

Chiozza, Luis

El mañana viene... y viene a su manera : apuntes de todos los días / Luis Chiozza. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-599-938-1

1. Psicoanálisis. I. Título.

CDD 150.195

Diseño de tapa: Silvana Chiozza.

© 2024. Libros del Zorzal

Buenos Aires, Argentina

<www.delzorzal.com>

ISBN 978-987-599-937-4

Comentarios y sugerencias: [email protected]

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Impreso en Argentina / Printed in Argentina

Hecho el depósito que marca la ley 11723

Índice

1. El mañana viene…y viene a su manera | 9

2. La inmoralidad a la luz del psicoanálisis | 11

3. Acerca del lenguaje | 13

4. El lenguaje de la interpretación psicoanalítica | 15

5. La interpretación psicoanalítica | 17

6. Ser psicoanalista | 19

7. Acerca del quehacer y del qué hacer | 21

8. El crepúsculo y la aurora | 23

9. Desperdiciar la vida | 25

10. En horas infaustas | 27

11. La bicicleta y el monopatín | 28

12. Nuestra contribución al psicoanálisis | 30

13. La constitución del yo | 32

14. El motivo de la actividad psicoanalítica | 34

15. Algunos apuntes pretéritos | 36

16. A fin de cuentas y “dentro de todo” | 38

17. Más apuntes pretéritos | 40

18. Entre la verdad y la realidad | 42

19. La derrota “es” el rumbo | 44

20. Otros apuntes pretéritos | 46

21. Revisitación de algunos apuntes | 48

22. Sin querer queriendo | 50

23. La relación del psicoanálisis con la moral | 52

24. “La razón se pierde razonando” (Porchia) | 54

25. El sentimiento de soledad | 56

26. Acerca del vivir la vida | 58

27. Respirando en la colmena | 60

28. La hipótesis holográfica | 62

29. Cuando las palabras “sobran” | 64

30. Paradoja | 66

31. Doce ejercicios “porchianos” | 68

32. Dos “principios” | 70

33. Otra docena de ejercicios “porchianos” | 72

34. Sensibilidad microbiana | 74

35. La egolatría es soledad | 76

36. Pudiendo estaba la mosca en la tela de la araña | 78

37. La velocidad de la vida | 80

38. Dos clases de ejemplos | 82

39. Papá, mamá y el neneDesde un aspecto moralmente muy grande y desde otro muy pequeño… | 84

40. Pensamientos | 86

41. Cuando se elige negar | 88

42. La deuda | 90

43. Palabras de inspiración “porchiana” | 92

44. El que mucho abarca poco aprieta | 95

45. ¿Amabilidad o hipocresía? | 97

46. El dolor y los dolores | 99

47. ¿Quién es el propietario? | 101

48. Sobre el arte y la teoría del psicoanalizar | 103

49. Inteligencia artificial | 105

50. Otras “porchianas”Porchia es un hermano mayor Nos hermana una disconformidad “creativa” que nos “hace falta” | 107

51. Psicoanálisis de la inflación | 110

52. La separación de cuerpo presente | 112

53. Necesario y suficiente | 114

54. Recuerde el alma dormida | 116

55. Nadie es profeta en su tierra | 118

56. La bolsa | 120

57. Los dolores | 122

58. Psicoanalizar. Arte y teoría | 124

59. Psicoanalizar | 126

60. Sobrevivir | 128

61. Origen y futuro en el presente | 130

62. Protagonismo | 132

63. Iguales en la diversidad | 134

64. Perentorio y postergable | 136

65. Mi relación contigo | 138

66. El naufragio | 140

67. Un empeño oportuno | 142

68. Sherlock Holmes y Jules Maigret | 143

69. Obesidad de la economía | 145

70. Caminando | 147

71. Ser y estar | 149

72. Gracia y desgracia | 151

73. El dilema de las redes sociales (fragmentos del libro Psicoanalizar. Arte y teoría) | 153

74. Hacer tiempo | 155

75. El presente atemporal | 157

76. Con el diario del lunes | 159

77. El valor de los sueños | 161

78. Fidelidad y obsecuencia | 163

79. Estar vivo | 165

80. La discriminación y el aprecio | 167

81. Edipo, Prometeo y Narciso | 169

82. Corazón, hígado y cerebro | 171

83. Robots | 173

84. Mentir | 175

85. El dis-curso de la vida | 177

86. El regalo que llamamos vida | 179

87. Tres presentes… | 181

88. Biografías de Edipo, Prometeo y NarcisoEl malentendido, la falacia y la paradoja que se oculta en su tragedia | 183

89. Mañana | 185

90. Dos clases de sueños | 187

91. Tartamudez | 189

92. Psicoanálisis y biología | 191

93. Tres destinos | 193

94. El silencio de la mayoría | 195

95. Las dos adolescencias | 197

96. El lenguaje que se siente | 199

97. El lenguaje inclusivo | 201

98. Lo que el consenso siente | 204

99. En las actuales circunstancias | 206

100. La cara visible | 208

101. Un valor insuperable | 210

102. Cuando lo que está mal está bien | 212

103. La circunstancia | 214

104. La venganza y la justicia | 216

105. La hipocresía inconsciente | 218

106. Liderazgo | 220

107. Qué y cuándo psicoanalizar | 222

108. La mentira como sistema | 224

109. El escándalo fascina | 226

110. Lo que las edades traen | 228

111. Una expresión sintomática | 230

112. Asuntos irresueltos | 232

113. Amo a los que buscan lo imposible | 234

114. Penuria y tortura | 236

115. Orgullo y vanidad | 238

116. El carácter argentino | 240

117. Una desgracia a tiempo | 242

118. Presencia y existencia | 244

119. Donde el zapato aprieta | 246

120. Una formación | 248

1

El mañana viene…y viene a su manera

Hacia el mañana no voy, como con frecuencia creo. El mañana viene y, aunque viene hacia mí, su manera de venir no es mía. Tal como lo expresa el Maigret de Georges Simenon (en La ventana de enfrente): “A los trece o catorce años tienen el aspecto de esas muñecas de trapo, con ojos claros que no ven nada de la vida que se dirige a su encuentro”.

Nos encontramos aquí, de una manera conmovedora que el intelecto, en lugar de facilitar, obstruye, con lo que Weizsaecker considera la esencia de la vitalidad: la ofrenda.

Escribe (traducción de Dorrit Busch):

Conversando con uno de los más famosos fisiólogos, desembocamos en la pregunta por el sentido de la vida. Él opinaba que el sentido de la vida era […] la conservación de la vida. Yo […] que el sentido de la vida es la ofrenda de la vida. […] en aquel entonces yo no sabía qué difícil era comprenderlo y cuánto más difícil era actuar acorde con ello. […] Dado que […] no es posible establecer una diferencia sustancial entre lo vivo y lo no vivo, y que no tiene sentido plantear científicamente la cuestión acerca de la frontera entre vida y muerte, también comprendemos […] que la vida consista en realidad en un constante morir, en un ofrendar, en una transformación hacia nueva vida. Esta evidencia no le ofrece resistencia a la ciencia, […] se presta para obligarnos a tomar en serio este asunto. No existiría por lo tanto un concepto de vida, este coincidiría con el de naturaleza. […] Se [comprende] que, ya que existe tanto odio, el sentido de la vida se lo atribuyamos al amor, […] un amor confiado […] porque […] en realidad es un desafío […] un regalo, una pasión, también una esperanza. No es posible definir directamente el sentido de la vida, pero se lo puede experimentar y padecer con total claridad.

Sólo siento bien lo que viene, cuando ahora, de la ofrenda del ayer, me voy.

2

La inmoralidad a la luz del psicoanálisis

A partir de comprender que enfermar es una forma de arruinarse, en cuerpo y alma, una parte de la vida, se comprende también una inevitable consecuencia que la experiencia confirma. Ingresamos, cuando nos enfermamos, en una forma de “estar mal” que, en el particular sector deteriorado, nos conduce a ser y proceder de una manera errónea y mala que, en íntimo acuerdo con lo que señala el diccionario, puede denominarse “ruin”.

Dado que las “mores” son costumbres que distinguen entre las buenas y malas acciones, determinan la moralidad de cada uno. Y dado, también, que la presencia de la enfermedad, en sus innumerables formas y episodios, constituye una inevitable condición del ser humano, entramos ineludiblemente tanto en una ruindad como en una inmoralidad (de las cuales con mayor o menor frecuencia salimos), porque ambas, en última instancia, constituyen aquello que, registrado “desde” el cuerpo, se llama enfermedad.

Sin embargo, es importante comprender que hay formas leves y graves de la inmoralidad y que lo que las diferencia es que, en las graves, la luz de un psicoanálisis auténtico nos permite “descubrir realidades encubiertas” que siguen un curso progresivo que “no tiene vuelta atrás”.

Cuando, en el ejercicio de su profesión, un psicoanalista se encuentra con inmoralidades graves, la conducta que asume durante el tratamiento nos permite distinguir tres variantes iluminadoras.

En una de ellas, convencido de la imposibilidad de psicoanalizar a ese paciente con resultados fructíferos, elige trabajar con otro que le permita ejercer su labor con mayor eficacia. En otra, encuentra, en la posibilidad de investigar y aprender, el estímulo necesario para dedicarse a una tarea frente a la cual cabe tener muy pocas esperanzas. Y en la tercera, desgraciadamente demasiado frecuente, un psicoanalista que no merece ese nombre, de un modo gravemente inmoral, incurre, sin escrúpulos, en un pacto neurótico, substituyendo la verdadera finalidad del tratamiento por la motivación, espuria, de “no perder” a un paciente que, aunque no progresa, le paga “puntualmente” y lo convierte, de manera ficticia, en un profesional exitoso.

3

Acerca del lenguaje

Lewis Thomas (The Fragile Species) distingue, en la comunicación que establecemos por medio del lenguaje, cuatro categorías.

La primera se constituye con pequeños enunciados dedicados a indicar una presencia, marcar un territorio o demandar una acción.

La segunda, producto de una misteriosa mutación de la consciencia humana que evoluciona hacia diferentes idiomas, es el lenguaje “ordinario”, lleno de sentido (inseparable de una manera de concebir al mundo), que logra una cooperación y un intercambio de pensamiento mediante un conjunto de palabras que funcionan como una metáfora que procura trasmitir lo esencial de la experiencia que trascurre en la actualidad de lo enunciado.

La tercera es una forma “nueva”, proveniente de recientes milenios, que “ensambla piezas de lógica” en un lenguaje “científico” y universal que alcanza, en las matemáticas, su mejor paradigma y, en la mecánica cuántica, una formulación accesible para unas pocas personas.

La cuarta es la poesía, o poiesis (creación) que, lejos de lo que llamamos “versos” y libre de condicionamientos como la rima o la cadencia (y tan difícil de explicar como la música), se diferencia, como las matemáticas, del lenguaje ordinario y nace, como las canciones de cuna, de la necesidad de trasmitir un estado afectivo.

Sabemos que durante la sesión psicoanalítica el lenguaje 1 sólo se utiliza para comunicar asuntos tan “concretos” como saludar o despedirse, que el lenguaje 2 es el que, deliberadamente, “siempre” se ha usado como “centro” de la actividad interpretativa que constituye nuestra labor, que el lenguaje 3 ha intervenido, de un modo subyacente (y en forma de teoría), en el background de la interpretación, y que el lenguaje 4, que debería ser “nuestro objetivo”, sólo ha sucedido, algunas veces, sin haber sido un producto que procurábamos lograr.

Si bien en la vida cotidiana el lenguaje 4 suele utilizarse de una manera involuntaria y “casual”, en algunas ocasiones, hay personas, entre las cuales se cuentan los grandes oradores, que pueden disponer de esa capacidad en una forma deliberada que ingresa, a veces, en la psicopatía.

4

El lenguaje de la interpretación psicoanalítica

Si realizamos un periplo sobre la evolución que ha recorrido la técnica y el arte de la interpretación en la sesión psicoanalítica, podemos establecer dos conclusiones.

Una tiene que ver con la necesidad de reparar en que el psicoanálisis se ha dedicado deliberadamente a interpretar los derivados de lo inconsciente, desde un proceso secundario que culmina en interpretaciones explicativas y racionales.

Los jalones de su evolución son conocidos: la hipnosis; la sugestión en estado de vigilia; la asociación libre y la atención flotante; la interpretación de la transferencia como resistencia; su interpretación permanente desde el comienzo; la utilización de la contratransferencia cuando perturbaba la tarea; su posterior utilización permanente; la interpretación indirecta de la transferencia (para lograr un afecto suficiente y tolerable), y la interpretación “nominativa”, que evade la cronología. Reconocer que la contratransferencia (dado que el paciente la “percibe antes” de que el analista hable) es el verdadero agente terapéutico condujo a comprender que constituye lo esencial de un proceso que sólo puede ser auténtico a través de un crecimiento compartido.

La otra conclusión es que interpretar con la participación del proceso primario (desde el lenguaje 4) se convierte, desde una nueva consciencia, en algo deliberado que no debe ser abandonado a la casualidad y puede ser “facilitado” por algunos lineamientos.

Es necesario dejar de transformar los derivados conscientes del proceso primario, con interpretaciones que explican (como causas y efectos) lo que sucede en los términos racionales del proceso secundario, para “cortar camino”, procurando una interpretación inclusiva que (en lugar de utilizar un tiempo cronológico, que desestima el presente atemporal) se refiere a lo que acontece de una manera ubicua.

Cuando el psicoanalista, luego de una interpretación inclusiva, guarda un silencio atento y cordial hasta el final de la sesión (en lugar de interferir con sucesivas interpretaciones que provienen de “ocurrencias propias”, que trasgreden la regla fundamental), permitirá que lo dicho conmueva, reverbere y decante para volver en el próximo encuentro.

5

La interpretación psicoanalítica

En su artículo “Mi contribución al psicoanálisis”, Fidias Cesio preanuncia la llegada de la interpretación inclusiva, que apunta a la ubicuidad del presente atemporal (ucrónico), con las siguientes palabras:

Las características que posee la transferencia tal como se presenta en la clínica nos señalan el objeto de la interpretación y las “reglas” de la formación de la misma. [Se] ha difundido entre nosotros la idea de que la interpretación debe hacerse en el “aquí y ahora” [en el presente de la situación analítica]. Sin embargo, la idea del aquí y ahora implica temporalidad, mientras que la transferencia-contratransferencia es en parte inconsciente y por ello atemporal. ¿Cómo resolver entonces este problema? Habría que pensar en una formulación conceptual que pudiera incluir este carácter atemporal de la transferencia-contratransferencia, ya que la interpretación en términos del “aquí y ahora”, al suponer un tiempo muy definido, implica una negación parcial de la atemporalidad de lo inconsciente que buscamos hacer consciente. Por esto creo valioso sustituir la formulación conceptual en términos del “aquí y ahora” por otra que integre de alguna manera la idea de la atemporalidad de lo inconsciente que se manifiesta en la transferencia-contratransferencia. Para expresar esta conceptualización considero útil el empleo del tiempo “presente”, ya no con el valor del presente temporal del aquí y ahora, sino con el valor del presente atemporal, que atenúa los límites entre los “tiempos” y entre “el tiempo” y lo atemporal inconsciente.

La atemporalidad es una de las características de lo inconsciente más estudiada por Freud. Por otra parte, consideró que el “tiempo” es el resultado del modo discontinuo del funcionamiento del aparato perceptivo-consciente. Una conclusión que surge de estas consideraciones es que los diversos tiempos marcan cualidades propias de los contenidos disociados. En la clínica lo atemporal inconsciente se manifiesta en la comunicación de inconsciente a inconsciente que Freud describe en la base de la transferencia-contratransferencia. La participación preconsciente de la transferencia ocurre en un tiempo, el presente, que asociado a la connotación atemporal, propia del sistema inconsciente, da el presente atemporal en el que hacemos la interpretación.

6

Ser psicoanalista

“La abuelita” es una abuela contemplada por un nieto que se siente querido y que la quiere. Señalemos que, por ejemplo, cuando visita a su nieto y lo encuentra con algún amigo, se da cuenta, sin necesidad de pensar en la puericultura, de que tiene que partir el chocolate que traía.

Lejos de ser un invento, el psicoanálisis fue un descubrimiento de esa capacidad de una abuelita, y su desarrollo ha derivado de indagar de qué manera se podía facilitar que aconteciera. El trípode que postuló Freud para la formación del candidato fue psicoanalizarse en el diván de otro colega, supervisar el trabajo realizado con pacientes y aprender la teoría con colegas de mayor experiencia.

Surgen de inmediato dos cuestiones. La primera radica en reconocer que hay candidatos que disponen de esa capacidad ya desde el comienzo de su formación. La segunda es tratar de establecer de qué manera pueden “adquirirla” aquellos en los cuales permanece reprimida y sustituida por las actitudes racionales que, con frecuencia, la encubren.

La cuestión no se detiene allí, porque en el contacto que durante una sesión mantenemos con aquello que nuestro paciente está sintiendo siempre recorremos una misma secuencia que sucede en dos tiempos. En el primero, no logramos entender dónde reside el meollo de aquello que tortura al paciente, y la situación que convivimos con él nos conduce a explicaciones racionales que procuran esclarecer cómo las cosas que relata llegaron a que no encuentre una salida. En el segundo, cuando por fin logramos comprender (gracias o más allá de la explicación que construimos), y estamos en condiciones de hacerle consciente que algo reprimido, en lugar de aliviarlo, lo conduce a permanecer en la tortura, nos surge naturalmente una pregunta: ¿de qué manera podríamos “cortar camino” logrando “ponernos en la piel” del paciente y de las personas significativas que forman parte de su vida?

En el comisario Maigret (genial construcción de Simenon), que manifiesta haberse convertido en policía porque la profesión de psicoanalista no existía en su época, encontramos la actitud con la que debemos intentarlo.

7

Acerca del quehacer y del qué hacer

Lo que pasa está pasando ahora… y si sucede que “pasa” es porque se va… Dure lo que dure, pasará otra vez para volver a irse y nunca será completamente igual a como fue una vez.

Hacer consciente lo inconsciente es eso y nada más. No hay “otra cosa” que se pudiera “interpretar”. Sentir y comprender que lo que nos sucede tiene algo invariable y ubicuo, algo que ocurre “en todo tiempo y lugar”. Procedemos y somos, de una manera u otra, “en relación” con lo que fuimos, y lo que tenga de “nuevo”, lo que hoy acontece, es algo que sólo comprenderemos después.

Sabemos que la función del pensamiento es anticipar las consecuencias de una determinada acción. Sin embargo, cuando hablamos de nuestras dudas y contradicciones, no solemos tener plena consciencia de que tales ambigüedades en nuestros pensamientos, que constituyen, en sí mismas, el manantial de una insospechada riqueza, sólo duelen, generando un conflicto, frente a la necesidad de acometer una acción. Aunque diga que, cuando pienso, “esto no quita aquello”, y que hay momentos en que veo un árbol y otros en que veo un bosque, sólo cuando haga deberé elegir. Prestar atención a un pensamiento u otro ya es una forma de hacer algo con él.

También sabemos que de nada vale pensar en cómo se vive si, al mismo tiempo, no nos proponemos vivir de acuerdo con lo que pensamos. Se trata de una autenticidad cuya carencia, frecuente, conduce a un infortunio progresivo que revela (a pesar de las distracciones con las cuales se pretende ignorar las angustiosas premoniciones que la intuición agrega), tarde o temprano, sus lamentables consecuencias.

Cuando los psicoanalistas procedemos de manera acorde con lo que constituye la esencia de nuestro menester auténtico, nos mantenemos lejos de la tentación de aconsejar, sin que nos importe la urgencia con la cual nuestro paciente suele reclamarlo, desde su “no saber qué hacer”, porque tenemos presente que sólo podemos auxiliarlo llevando a su consciencia algo de aquello que reprime y necesita saber.

8

El crepúsculo y la aurora

El primer cuadro expuesto lo pintó mi padre. El segundo es una reconstrucción en Photoshop que, hasta donde fue posible, realizó su nieta, de otro que mostraba el mismo paisaje, en tonos amarillos, cuyo original “se llevó” algún amigo que fue a visitarlo mientras estaba enfermo… y cabe suponer que, si lo sustrajo, fue porque en verdad lo había apreciado.

El crepúsculo y la aurora, de raigambre ancestral, representan la llegada de la noche y el nacimiento del día, la oscuridad y la luz, orígenes de los dos colores, el azul y el amarillo, que son complementarios y con los cuales Goethe sustituyó los tres primarios de Newton (rojo, amarillo y azul, con sus complementarios, verde, violeta y naranja). Goethe sabía que su teoría, opacada por el merecido prestigio de Newton, debía esperar muchos años para ser justipreciada y, sin embargo, sostuvo que poetas como él había muchos y que, si algún día iba a ser recordado, sería por su teoría de los colores.

Es precisamente a partir de Goethe y de la raigambre ancestral que posee su teoría de los colores que la complementariedad surge, de manera natural, desde fuentes inconscientes. Una complementariedad cuyo “recuerdo” intuitivo nos conduce a comprender en forma vivencial que lo mismo no es lo mismo desde aquí que desde allí, ni tampoco (y es esto lo más conmovedor) es lo mismo antes que después. No todos tenemos la suerte de envejecer y ver lo mismo desde un distinto ángulo.

Para nuestras antípodas, es noche cuando aquí es día, y mi contribución a que la paz y la amistad perduren lleva implícito respetar y aceptar que existe un punto, complementario, desde el cual no rige la razón con la que pienso y digo. Deberé decidir, entonces, tanto en el ejercicio de mi tarea psicoanalítica como en mi convivencia cotidiana, hasta qué punto se justifica cuestionar mis convicciones procurando preservar la paz o, por el contrario, deberé arriesgar la preservación del clima amistoso (con mi familia, mi grupo de pertenencia o mis pacientes) procurando valores trascendentes.

9

Desperdiciar la vida

Nos hemos referido muchas veces a que si en búsqueda de los placeres saludables preguntáramos a alguien si come para vivir o vive para comer, la respuesta sería que come para vivir. Sin embargo, es evidente que nadie come sólo para alimentarse, sino que encontramos en el comer una reiterada fuente de placer, que utilizamos, con frecuencia, para disimular otras frustraciones. Los festejos constituyen un testimonio, pero, además, casi no existen reuniones en las que no se ingieran comidas o bebidas, y aun en situaciones de soledad o aburrimiento solemos aliviar un cierto desasosiego (producto de una excitación insaciada) comiendo, bebiendo, fumando o masticando algo que ni siquiera ingerimos.

Si aceptamos como respuesta que se come para vivir, surge la pregunta inevitable: ¿para qué se vive? Una vez encarada la cuestión que atañe a las satisfacciones materiales orales, se hacen presentes los otros dos apetitos principales: copular y descansar, y las cuestiones que plantean los distintos derivados de los tres. También surgen, como metas indirectas, la necesidad de trabajar y la de obtener o acumular dinero para producir y adquirir los bienes consumidos. Pero el trabajo (derivado etimológicamente de tortura), cuando carece del carácter trascendente que acompaña a una creación elaborada, se realiza como una especie de condena.

No cabe duda de que limitarse al placer obtenido en la satisfacción de los mencionados apetitos, en sí mismos, conduce hacia una vida desperdiciada, intrascendente, banal y destructiva, que obliga a tratar de equilibrarla con innumerables “distracciones”. Cuando la opinión pública trascurre, como sucede hoy, carcomida por la predominancia de sustitutos espurios de los verdaderos valores, es más difícil sustraerse al influjo de tales tentaciones.

Vale la pena aclarar que cuando nos referimos a labores trascendentes no sólo nos referimos a la obra de un Einstein o de un Favaloro, sino que allí también incluimos a la abuela que, cada vez que cocina, lo hace con un entusiasmo amoroso y creativo.

Todo queda expresado, finalmente, en los versos de santa Teresa de Jesús: “Vivir se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”.

10

En horas infaustas

Llega un año nuevo… y nuestra querida Argentina nos inspira algunas reflexiones que ya, en otras circunstancias, una vez escribimos, y nuestros colegas del ceap hoy recuerdan.

Cuando las esperanzas, distantes, se nos muestran descoloridas y tenues, la experiencia nos muestra que una pequeña luz que en el horizonte titila todavía nos guía con los hilos sutiles con los que se tejen las intrigas. ¿Qué es lo que pasa ahora? ¿Cómo llegué a este punto? ¿Qué me sucederá enseguida? Esas son las preguntas que esa lucecita que tiembla nos expresa en su lenguaje morse.