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En esta época de pandemia, el uso de ciertas palabras, como "presencial" o, tal vez, "presencialidad", se multiplica con un significado nuevo. De pronto, nos damos cuenta de que se trata de un hecho enorme, porque no cabe duda de que "encontrarse" con alguien había sido, hasta ahora, y sin necesidad de aclararlo, hacerlo "en presencia". Sin embargo, súbitamente, ha sucedido que una conducta que "siempre" fue normal se ha "convertido" en otra, peligrosa y antihigiénica, que es obligatorio evitar. Cuando un amigo muere, y solo "permanece" en la conmovedora pluralidad de aquello que recordamos acerca de nuestra convivencia con él, lo único de aquel ayer que hemos realmente perdido es su presencia material y concreta, la misma que hoy procuramos eludir. Así, lejos del contacto afectivo con todas aquellas personas (amigos, parientes, compañeros en el trabajo o el deporte) que no integran el ámbito reducido que ocupa la familia nuclear, pero que otorgan una "pertenencia", nos sucede que vamos perdiendo, poco a poco, la alegría que surge de una vida "en salud". El autor de este libro ha encontrado la oportunidad de establecer, con un conjunto heterogéneo de personas, un espacio fraterno en el cual uno puede descargar lo que tiene entre pecho y espalda. Así nacieron estos Apuntes de todos los días, que hoy conforman un volumen que, por primera vez, dado que puede ser leído en forma sucesiva, deja transparentar una historia.
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Seitenzahl: 123
Veröffentlichungsjahr: 2021
Luis Chiozza
Lo que nos hacela vida que hacemos
Apuntes de todos los días
Chiozza, Luis Antonio
Lo que nos hace la vida que hacemos : apuntes de todos los días / Luis Antonio Chiozza. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-599-751-6
1. Psicoanálisis. I. Título.
CDD 150.195
Diseño de tapa: Silvana Chiozza.
© 2021. Libros del Zorzal
Buenos Aires, Argentina
<www.delzorzal.com>
Comentarios y sugerencias: [email protected]
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
Hecho el depósito que marca la ley 11723
Índice
Prólogo Lo que nos hace la vida que hacemos | 9
1 ¿Debemos, podemos, queremos? | 11
2 Cuando la mar es muy dura, el objetivo es flotar | 12
3 El puerto de destino es una conjetura | 14
4 Hay que estimar la derrota y volvera trazar el rumbo cada día | 16
5 La relatividad de “lo propio” | 18
6 La población de riesgo | 19
7 No solo de pan vive el hombre | 21
8 Evitar la muerte | 23
9 Y yo… ¿qué? | 25
10 Un querido colega, de manera lúcida y conmovedora, escribió… | 27
11 Una pintura... | 29
12 El huevo proviene de una gallina,pero la gallina proviene de un huevo | 31
13 Contacto, conmoción y trascendencia | 33
14 El amor verdadero | 35
15 El odio “verdadero” | 37
16 Tres edades de la vida | 39
17 Una pintura... | 41
18 Solo se puede ser siendo con otros | 43
19 ¿Cómo Picasso pudo trasmitir tanto solo con tres líneas? | 45
20 La multiplicidad del sentido y el malentendido | 47
21 La costumbre no siempre nos ayuda | 49
22 Esto no es vida | 51
23 Un espíritu gemelo | 53
24 Usar la vida | 55
25 Una carencia oscura | 57
26 Influencers | 59
27 Tener razón | 61
28 Hombre con el dolor en un brazo | 63
29 La peste en la colmena | 65
30 ¿Un año positivo? | 67
31 Un soneto de Borges | 69
32 Hacia un encuentro entre la religión y la ciencia | 70
33 Joseph Campbell escribe… | 72
34 Borges y yo | 74
35 Cuando ganando se pierde | 76
36 La fuerza conmovedora de la fantasía | 77
37 Esculturas con dinámicas disímiles | 78
38 Uno para todos y todos para uno | 80
39 El alma no habita en el espacio… | 82
40 Un desvío inadecuado, un cilindro inaccesible | 84
41 Morir | 86
42 En la melancolía se oculta una fobia | 88
43 Casi todo permanece oculto | 89
44 Fue sin querer | 90
45 covid-19: ¿fenómeno biológico o social? | 92
46 Autoridad e ignorancia | 94
47 Dos interpretaciones acerca de la pandemia | 96
48 Defender lo indefendible | 98
49 En el fondo, sabemos | 100
50 El valor de la esperanza | 102
51 La importancia de pertenecer | 104
52 Ver con otros ojoslo que estamos viviendo | 106
53 Para ver es necesario creer | 108
54 La confianza ciega | 110
55 El poder transformador del amor | 112
56 El ser y el proceder de los padres | 114
57 La sabiduría de un universo que funciona | 115
58 La vida trascurre en dirección opuesta a la ilusión de volver | 117
59 La tranquilidad ficticia es un refugio espurio | 119
60 Vivir es siempre comprometer la vida | 121
61 Los promedios no existen en la realidad material | 123
62 Predecir no es lo mismo que percibir lo que ya está ocurriendo | 125
63 Es necesario... | 127
64 La existencia “independiente” | 129
65 La “irrealidad” de los promedios | 131
66 Reconocer un error | 133
67 El que solo medicina sabe ni medicina sabe | 135
68 Secuelas de la pandemia | 137
69 El valor de la vergüenza | 139
70 Preguntas incómodas | 141
71 El actor y su público | 143
72 Un año largoen una condición extraña | 145
73 La vida | 147
74 La memoria selectiva | 149
75 Poder o no poder(That is the question) | 151
76 ¿Más poder para qué? | 153
77 Del dicho al hecho…hay mucho trecho | 155
78 El campesino y el burro | 157
79 La enfermera y el médico | 159
80 Las ideas “originales” | 161
81 La presencia y el recuerdo | 163
A Paula,coautora de nuestros hijos y de años que son inolvidables, con gratitud y cariño.
Prólogo Lo que nos hace la vida que hacemos
Decimos que la vida hace un bebé antes de que el bebé haga su vida. Sin embargo, cuando de pronto reparamos en lo que estamos viviendo, podemos llegar a “darnos cuenta” de que esa secuencia que “va y viene”, oscilando entre lo que nos sucede y lo que decidimos, suele trascurrir sin que nos detengamos a pensar en ella.
Cuando dirigimos nuestra atención hacia algo que sentimos que la vida “nos hace”, nos sentimos ineludiblemente determinados por ella. Cuando, en cambio, nos entregamos al sentimiento de que estamos “haciendo nuestra vida”, nos sentimos libres. ¿Cómo podemos resolver esa inevitable y contradictoria alternancia? Hasta donde sé, ha sido Erwin Schrödinger, distinguido con el Premio Nobel por sus trabajos en física cuántica, el único que nos ha ofrecido una solución del dilema.
Comencemos por decir que, por un lado, solo puede ser libre el universo entero, porque, dado que lo que llamamos “universo” incluye “todo lo que hay”, no existe “algo más” que pueda restringir su libertad. Por otro lado, las partes que, como cada uno de nosotros (cuando nos sentimos “yo”), lo constituyen, en la medida en que se relacionan entre sí, quedan inevitablemente determinadas por esas relaciones. Schrödinger se pregunta cómo resolver ese dilema, que coincide con la alternancia dentro de la cual pasamos de sentir que decidimos “haciendo nuestra vida” a la situación contraria, en la que todo lo que vivimos nos ocurre como algo “que nos hace la vida”.
La solución a la que llega consiste en afirmar (en coincidencia con algunos pensamientos que surgen del budismo) que, si hay momentos en que nos sentimos libres, es porque somos conformados de tal modo que, en esas conmovedoras ocasiones (en donde “mi ego” se diluye contigo y desaparece la distancia entre tú y yo), funcionamos, “sin saberlo”, de manera intuitiva, es decir, “sin darnos cuenta” siquiera, coparticipando en la libertad del universo que sentimos, entonces, como si fuera propia.
1 ¿Debemos, podemos, queremos?
Deber, poder y querer son tres verbos auxiliares que se relacionan entre sí configurando categorías que habitan nuestro mundo psíquico y que se influencian recíprocamente. Los ejemplos abundan. “Si quisiera podría”, o, también, “aunque quiera no podré”. ¿Quiero hacer lo que hago? Si me da culpa querer, podré creer que me obligan. ¿Puedo lo que quiero? Si me avergüenza mi impotencia, podré creer que no me dejan, que no me dan permiso. “¿Puedo hacer lo que debo?”. Si creo que no puedo, podré pretender que no debo. Si no quiero hacer lo que debo, también podré creer que no me dan permiso. Si siento que “no debo querer hacer lo que no puedo” y siento que “no puedo dejar de quererlo”, puedo creer que no me dan permiso; también, que “no quiero, pero me obligan a hacer lo que no puedo”.
2 Cuando la mar es muy dura, el objetivo es flotar
Hay épocas apacibles en las cuales es más fácil conjeturar el futuro y edificar proyectos para un plazo largo. Hay otras en que todo se vuelve contingente y la inseguridad aumenta. No solo el pronóstico se acorta hasta alcanzar apenas el futuro inmediato, sino que, al mismo tiempo, se pierde, o se confunde, la significación del pasado, hasta el extremo de desdibujar los rasgos de nuestra identidad. Cuando en la oscuridad de la tormenta el horizonte se cierra, el objetivo es flotar. Es inútil entonces apurar la marcha y pretender que la seguridad retorne bajo la forma de un proyecto forzado en el cual se vuelca, con terquedad, la vida. Es necesario, en cambio, mantener el impulso hacia delante en el mínimo imprescindible para conservar el gobierno y aferrarse al timón.
Experimentamos la necesidad de proporcionarle un sentido a nuestra vida apuntándola en alguna dirección. Navegar es lo contrario de flotar al garete, abandonados a los caprichos del destino.
Navegar es elegir un rumbo y encaminar la proa, realizando cada día la tarea imprescindible para mantener el curso. Esa tarea implica el esfuerzo de un trabajo y una responsabilidad, pero cuando el temporal amaina hace falta también un lugar para el ocio, porque el ocio, que abre un espacio creativo, no se opone al trabajo, sino al negocio. Al trabajo se opone la molicie, que es la blandura irresponsable del pusilánime que se deja estar y vive “al garete”, sin conservar el impulso necesario para gobernar el timón.
3 El puerto de destino es una conjetura
Nuestra capacidad para adelantarnos al futuro no alcanza, sin embargo, para justificar el que nos pre-ocupemos por aquello de lo que todavía no podemos ocuparnos. Nuestros deseos y temores son recuerdos, pero es verdad que nunca se vuelve al lugar de donde se ha salido, porque lo que “vuelve” no es igual a lo que fue. La mayor parte de lo que deseamos o tememos no ocurre del modo en que lo habíamos imaginado. Posible es lo no realizado; lo que ya se ha realizado es ahora imposible. No se puede ir dos veces a París por vez primera.
Un puerto de destino otorga sentido y dirección a nuestra vida, pero si reflexionamos en lo que el pasado nos ha dado, vemos que el logro se acumula en la ruta, no se obtiene “todo junto” en la meta, y en algo difiere, además, del propósito inicial.
Aprendemos muy pronto que los logros que obtenemos, al llegar, ya no son fines, sino medios necesarios para alcanzar otro fin. Una razón más para sostener que el fin no siempre puede justificar los medios. Permanecer sin cambiar es también imposible. La experiencia nos muestra que lo que no avanza retrocede y que lo que no progresa se arruina. Podemos comprobar que cuando el descanso se prolonga más allá de restaurar las fuerzas se pierde agilidad. Si aceptamos que cumplido un período de tiempo es necesario nacer, debemos también admitir que el cambio que hoy tememos es un proceso que se ha iniciado ayer. Si es cierto que, como dijimos antes, una vez que se ha partido es imposible volver, no es menos cierto que una vez que se ha llegado es necesario partir. La importancia no reside, entonces, en llegar, sino en la manera como se recorre el camino.
4 Hay que estimar la derrota y volvera trazar el rumbo cada día
Dado que la confianza en el porvenir surge del bienestar actual, se nos impone como conclusión que solo si estamos dispuestos a ocuparnos ahora del futuro, sin demorarnos con preocupaciones, y a responder hoy sobre el pasado, sin escudarnos en arrepentimientos que nada reparan, podemos vivir plenamente el presente, atrapando, entre la nostalgia y el anhelo, la magia del instante. La utilidad material, cuantificable, racionalmente concebida en la teoría o en la práctica, no es el único valor. Al bienestar también nos acercan otros desarrollos, que son afectivos o espirituales. El equilibrio de nuestra salud no solo depende, por lo tanto, de la lucidez de nuestro cerebro o de la capacidad de nuestro hígado, sino también de la sensibilidad de nuestro corazón.
Probablemente, el panorama de mañana será tan distinto del que hoy prevemos como difiere el mundo de hoy del que imaginábamos ayer. Sabemos que nada permanece igual y que los valores que adquieren consenso cambian según el signo de los tiempos. Nos asombra, sin embargo, no encontrar lo que hoy buscamos en el lugar donde estaba ayer. Aprendimos que, en un mundo complejo que rápidamente se transforma, los proyectos lineales son inadecuados, y que aquello que nos proponemos “entre ceja y ceja” cobrará de nuestra vida un alto precio. El curso de una vida no se presenta como un camino recto; se parece más a un laberinto con calles sin salida y senderos que solo se abren al pasar por ellos. Solo podemos encontrarnos en algún punto deseado si adquirimos la capacidad de recorrer trayectorias curvas, quebradas y complejas, buscándole las vueltas al camino.
Así vemos crecer la rama en el lugar que le permite el muro, sin resignar por completo sus proyectos y sin mantenerlos, a todo trance, con absurda terquedad, fracasadamente invariantes.
Comprobamos, una y otra vez, que no llegamos a la meta que apuntamos y que la vida nos impone siempre un cierto grado de derrota. Aunque esta inevitable imposición no es penosa en todos los casos, porque a veces llegamos a lugares mejores que los que habíamos soñado, la experiencia nos enseña que debemos apuntar nuestro propósito calculando el “ángulo de la deriva”, el desvío que la realidad impone a nuestro rumbo.
Es necesario, entonces, replantear continuamente nuestros fines y adaptar nuestros intentos a conjeturas siempre actualizadas.
5 La relatividad de “lo propio”
Hace unos años, escribí un párrafo que me parece interesante ver ahora, cuando es más importante que nunca comprender que la vida de cada uno se sostiene en los vínculos afectivos que nos unen con los seres queridos y con las personas que forman parte de nuestra vida.
“Es necesario y saludable que más tarde o más temprano admitamos, pacíficamente, la idea de que somos, y hemos sido siempre, como una gota de agua que afirma su existencia y contempla embelesada, creyendo que son propias, las luces que refleja mientras se dirige, saltarina, hacia la inmensidad del mar.”
6 La población de riesgo
El conjunto de disposiciones gubernamentales que hoy constituyen en el mundo lo que denominamos cuarentena establece que los ancianos conformamos, junto con aquellos que padecen enfermedades que disminuyen su vitalidad, una población en riesgo.
Dado que los ancianos habitamos una época de la vida dentro de la cual, según nos revela la estadística, nos morimos en unos pocos años, y aunque alguna otra persona, joven y sana, puede morirse antes, es cierto que, en la medida en que aumenta lo que hemos vivido, nuestro “riesgo” de morir también aumenta. Pero, precisamente por eso, nuestra ancianidad determina que nuestro riesgo mayor ya no consista en la posibilidad de morirnos muy pronto, sino en el desperdicio de muchos meses de nuestros últimos años.