El poema de los ojos - Salvador Rueda - E-Book

El poema de los ojos E-Book

Salvador Rueda

0,0

Beschreibung

El poema de los ojos es una obra teatral del autor Salvador Rueda. Desde su punto de vista arraigado en el costumbrismo andaluz y con su estilo modernista, el autor nos presenta una historia de amor entre el pueblo llano andaluz con la costa malagueña como telón de fondo.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 66

Veröffentlichungsjahr: 2021

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Salvador Rueda

El poema de los ojos

DRAMA EN DOS ACTOS, EN PROSA

Saga

El poema de los ojos

 

Copyright © 1908, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660319

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS

Rosalía, Tía Frasca, Juan, Pedro, El Señor Fachenda, Calamar, señor José, Vendedor de Romances, Hombres y mujeres.

La escena en Andalucía. Epoca actual. Derecha e izquierda, las del espectador. El traje de marengo consiste en sombrero de palma o fieltro, camisa sin abrochar, chaleco, faja, pantalón hasta la rodilla, ancho y oscuro, que deja asomar un trozo de calzón blanco interior. No usan calzado, pero en esta obra usarán alpargatas.—El traje de la tía Frasca es un mal vestido lleno de remiendos; el pelo lo tendrá enmarañado y bronco: es una vieja loba de mar con una gran pujanza física.—Traje de Rosalía: zapato primoroso sobre media fina; falda clara, toda llena de graciosos volantes; pañuelo breve de seda al cuello, y el peinado lleno materialmente de flores; ha de resultar una figura popular andaluza, sumamente artística.—Juan y Pedro, que durante esta obra no aparecen en ningún momento dedicados a tareas de mar, visten el traje andaluz corriente: zapato, pantalón largo, faja, chaqueta y sombrero cordobés.—Todas las personas hablan andaluz; pero en Rosalía puede ser correcta la pronunciación si gusta la actriz.

ACTO PRIMERO

La escena representa a playa; supónese que el mar es el público y que el agua llega hasta la concha. En el foro hay dos casas humildes de pescadores, juntas, blanqueadas, de frente al público y con en las ventanas. Ambos frentes tienen cada uno una puerta y al lado de ella una ventano. A la derecha vese la mitad de una barca grande, tapando la otra mitad el bastidor.

ESCENA I

Rosalía y Tía Frasca

 

(La segunda cose unas redes de pescar extendidas en la arena, y Rosalía riega las macetas de las ventanas.)

ROSAL. Buenos días, tía Frasca.

FRASC. Buenos nos los dé Dios, Rosalía.

ROSAL. Muy temprano se ha liao usté con las redes.

FRASC. No hay más remedio que coserlas. También madrugas tú pa hartar de agua las macetas.

ROSAL. Usté me enseñó a madrugar, y no sabe usté lo contenta que estoy de que, a falta de madre, usté me acostumbrara a levantarme con los pájaros. ¡No sabe la gente dormilona lo que se pierde con no ponerse de pie al romper el día!

FRASC. Na tienes que agraecerme con haberte enseñao a ser madrugaora; si en lugar de ser tú la que te queaste sin padre, sin madre y sin perro que te ladre, hubiera sío otra, lo mismo la hubiera enseñao a ser dura. ¡ Feliz tú que, por lo menos, tienes pa no estar a cara de nadie!

ROSAL. Lo poco que tengo, tía Frasca, sabe usté que es suyo también.

FRASC. Gracias, Rosalía; por ná del mundo tomaría yo una monea, si con mis puños no la hubiera ganao.

ROSAL. Pero como usté es mi segunda madre...

FRASC. Aunque sea. Vieja soy, pero tengo mis remos cabales y soy más dura que el bronce.

ROSAL. ¿Y qué tal? ¿Le sigue a usté dando trabajo el señor Fachenda?

FRASC. Más pretencioso y más pesao es que una losa de plomo; pero si no fuera por él, que desde que pasó lo de mi pobre Juan me tiene armitía en su barca como uno de tantos pescaores pa jacer las veces de mi hijo, ¡no sé lo que hubiera pasao!

ROSAL. ¡Qué hombre tan alabancioso! Pa salir el sol cada día, tiene que pedirle a él permiso. Se escucha al hablar, se suena el dinero cuando tiene la mano en el bolsillo, ¡y es el tío más cargante que ha nacío de mujer!

FRASC. Pues guarda el bulto.

ROSAL. ¿Yo? ¿Por qué?

FRASC. Porque me parece que está por tu persona y te va a tirar el apargate.

ROSAL. ¿Yo novia suya? ¡Jesús mil veces!

FRASC. Ya sabe él que de quien eres novia, desde hace años, es de mi Juan; pero me parece que quiere correr el temporal. Como es rico... querrá desbancar a mi hijo. ¡El demonio del viejo, que toavía quiere arrastrar el ala! Es bueno, hija, pero mu enamorao.

ROSAL. A propósito de su hijo de usté.

FRASC. ¿Qué?

ROSAL. Tiene usted que decirle una cosa de parte mía.

FRASC. (Soltando las redes y con gran interés.) ¿A mi hijo? ¿De ti? ¡Más conflanza que tienes tú con él!...

ROSAL. Es una cosa muy delicá, que yo estoy sin querer decirle hace tiempo.

FRASC. ¿Me vas a matar de curiosiá? ¡Habla, con mil demonios!

ROSAL. No, ahora no.

FRASC. ¿Cuándo?

ROSAL. Otra vez.

FRASC. (Agarrándola del vestido.) No; ahora, ahora.

ROSAL. Otra vez; viene alguien. (Frasca vase.)

ESCENA II

Rosalía y Primores

 

(Este es un mozo muy pinturero, que habla con mucha alegría; viene con los cenachos malagueños, uno dentro de otro y echados al hombro.)

PRIMO. Dichosos los ojos que te vuelven a ver.

ROSAL. ¡Primores! ¿Eres tú?

PRIMO. El mismo, aunque un poco más borroso, es decir, más viejo; le va a uno pasando lo que a las pesetas, que de tanto roar...

ROSAL. ¿Vienes de Fuengirola?

PRIMO. De allí vengo. Me habían dicho que estabas más bonita que antes, y he querío ver ese milagro.

ROSAL. Tú, como siempre, tan alegre.

PRIMO. El compás es lo que le va a uno queando.

ROSAL. ¿Como a los músicos viejos?

PRIMO. (Malicioso.) ¿Y no me preguntas por nadie de allá?

ROSAL. (Aparentando no entender.) ¿Por quién?...

PRIMO. Vamos, no disimules. En Fuengirola es donde tú tienes el corazón, aunque estés aquí.

ROSAL. No, Primores; aquello sabes que acabó; mí corazón está aquí comprometío.

PRIMO. Pues por allí se ha dicho que está libre, y con una papeleta del tamaño de una sábana, que dice: Se arquila.

ROSAL. ¡Echa lienzo! ¡Ni está desalquilao, ni tiene papeleta!

PRIMO. Yo no sé decirte más sino que como ha llegao ese rum-rum allá, hay quien a estas horas está en el pueblo arreglando a tó correr los cuatro chirimbolos de la barca pa trasladarse otra vez a estos sitios, como antiguamente.

ROSAL. ¡Qué! ¿Piensa venir Pedro?

PRIMO. Sí; a ser otra vez novio tuyo.

ROSAL. ¿Mío? ¿No sabe que yo tengo novio?

PRIMO. Entonces no has entendío lo que te he dicho antes. ¡Oído al parche, niña! Antes te he dicho que en Fuengirola se cree que tú has acabao con Juan, y en vista de eso, Pedro estará aquí mañana.

ROSAL. ¿Mañana?

PRIMO. Cuando el día amanezca.

ROSAL. Yo no he despedío a Juan.

PRIMO. Pues jazlo, porque el otro viene con más fuerza que un río. Ya sabes quién es, el hombre de más ímpetu de tos estos pueblos, y que sólo tuvo como rival a Juan. Cuando muchachos, una vez despachastes a Juan por admitir a Pedro, y eso vas a tener que volver a hacer ahora. Son los dos hombres más valientes que ha habío por mar y por tierra.

ROSAL. Y los que más se odian. Haría Pedro mal en venir. Yo no puedo abandonar a Juan encima de su desgracia.

PRIMO. ¡Pobre! La verdá es que es preferible que se hubiera muerto.

ROSAL. Yo no puedo matarlo de pronto con una palabra.