Estrés y libertad - Peter Sloterdijk - E-Book

Estrés y libertad E-Book

Sloterdijk Peter

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Beschreibung

Seguimos juntos, dice Peter Sloterdijk, porque somos sistemas de preocupaciones que se estresan a sí mismos y huyen permanentemente hacia adelante. Una sociedad no es más que eso: un campo de fuerzas constituido por el estrés, "que sólo existe en la medida en que logra conservar su tono específico de inquietud a lo largo de la sucesión de temas día a día, año a año". Nuevo nombre del malestar en la cultura freudiano, el estrés reemplaza aquí a la paranoia, factor de unión psicosocial muy enarbolado en la época (no tan arcaica) en que las comunidades postulaban enemigos exteriores para abroquelarse, y a su equivalente médico, la semántica inmunológica, que describía la sociedad como un sistema inmunitario enfrentado con toda clase de agentes externos microscópicos.

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Seitenzahl: 64

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Acerca de Peter Sloterdijk

Peter Sloterdijk nació en Karlsruhe (Alemania) el 26 de junio de 1947. Es filósofo y catedrático de la Escuela de Arte y Diseño de su ciudad natal. Comenzó su formación en 1968 y hasta 1974 estudió: Filosofía, Historia y Filología Germánica en la Universidad de Munich.

Hacia 1975 se doctoró en Filosofía en la Universidad de Hamburgo. Entre 1978 y 1980 viajó a Pune (India) para estudiar con Ashram von Bhagwan Shree Rajneesh (luego conocido como Osho). En 2001 fue nombrado rector de la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe, puesto que ejerció hasta 2015.

De su extensa obra pueden destacarse, entre otros, El pensador en escena, Eurotaoísmo, Extrañamiento del mundo (Premio Ernst Robert Curtius 1993), El desprecio de las masas, En el mismo barco (1994) y Normas para el parque humano (2000).

Página de legales

Sloterdijk, Peter / Estrés y libertad / Peter Sloterdijk. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2017. Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online Traducción de: Paula Kuffer. ISBN 978-987-4086-20-4

1. Filosofía. I. Kuffer, Paula, trad. II. Título.CDD 190

ISBN edición impresa: 978-987-4086-18-1

© Streß und Freiheit por Peter Sloterdijk© Suhrkamp Verlag Berlin, 2011. Todos los derechos reservados y controlados por Suhrkamp Verlag Berlin© Ediciones Godot, de esta edición

Traducción Paula KufferCorrección Álvaro López IthurbideIlustración Juan Pablo MartínezDiseño de tapa e interiores Víctor Malumián

© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, 2023

Estrés y libertad

Peter Sloterdijk

TraducciónPaula Kuffer

Índice

1. Los grandes cuerpos políticos como comunidades de estrés

2. La revuelta de Lucrecia, la evasión de Rousseau

3. Estrés y libertad

4. La reacción de lo real

5. De la fuente de la libertad comprometida

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Hitos

Tapa

Índice de contenido

Página de copyright

Página de título

Contenido principal

Colofón

Notas al pie

1. Los grandes cuerpos políticos como comunidades de estrés

DECIR QUE LA FILOSOFÍA y la ciencia surgen del asombro es un lugar común. Platón, en boca de Sócrates, manifiesta que la admiración o el asombro es el único origen de la filosofía1. Aristóteles le responde con un conocido fragmento: “Los hombres —ahora y desde el principio— comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo”2. Debo confesar que estas frases grandilocuentes siempre me han parecido un poco sospechosas. Aunque ya hace casi cincuenta años que trato con literatura filosófica y científica, y he conocido, en todo este tiempo —ya sea como lector o en persona— a un gran número de autores de diversos campos científicos, nunca me he topado (salvo alguna excepción) con una persona de quien se pudiera decir en rigor que el origen de su labor intelectual fuera el asombro. Al contrario, más bien daría la impresión de que la ciencia organizada y la filosofía convertida en institución han emprendido una campaña contra el asombro. El personal sabio, los actores de la campaña, se esconden desde hace mucho tiempo tras la máscara de la impasibilidad, que en alguna ocasión también se denominó “resistencia a la perplejidad”. A grandes rasgos, la cultura científica contemporánea se ha apropiado, sin excepción, de la postura estoica del nihil admirari, pero a pesar de que la antigua doctrina inculcaba a sus adeptos que no debían asombrarse de nada, esta máxima no llegó a su punto álgido sino hasta en la época moderna. En el siglo XVII, Descartes caracterizó el étonnement como un afecto negativo del alma, como un desconcierto de lo más desagradable e inoportuno, que debía superarse mediante un gran esfuerzo espiritual3. El desarrollo de nuestra cultura de la racionalidad secunda en este punto a uno de sus fundadores. Si en la actualidad se llega a detectar el menor rastro del supuesto thaumazein, de la interrupción ante la sorpresa que provoca un tema desatendido, debemos asegurarnos de que se atribuya a una voz marginal o a la palabra de un lego: los expertos se encogen de hombros y siguen con el orden del día.

Esto vale sobre todo para las ciencias sociales. Según sus criterios internos, estas deben remitirse a un terreno absolutamente libre de asombro. Pensándolo bien, se trata de una premisa extraña, ya que si hay algo que puede despertar sin condiciones el asombro del lego y la admiración del erudito es la existencia de grandes cuerpos políticos, que en el pasado se denominaban “pueblos”, y que hoy en día, como consecuencia de una convención semántica sospechosa, reciben el nombre de “sociedades”. Este término suele referirse a las poblaciones de los Estados-nación modernos, es decir, a unidades políticas ingentes, con un volumen demográfico que oscila entre los varios millones y los miles de millones de miembros. Nada debería sorprendernos más que la existencia de estos conjuntos de millones y miles de millones de personas envueltos en capas culturales nacionales y múltiples divisiones internas.

Deberíamos estar perplejos ante estos ejércitos de grupos políticos que siempre consiguen convencer a sus miembros —sin que nunca sepamos cómo— de que, en virtud de un emplazamiento común y una prehistoria en común, forman parte, en la actualidad e inevitablemente, de una misma sociedad, que disfrutan de los mismos derechos y que participan en proyectos locales de supervivencia. Aquello que sorprende de estos objetos sobrepasa el límite de lo concebible cuando advertimos que no pocos de los grandes cuerpos políticos se constituyeron en la época moderna —podríamos decir que con el comienzo de las culturas liberales occidentales en el siglo XVII— con poblaciones de tendencias individualistas cada vez más marcadas. Entiendo por individualismo la forma de vida que relaja la inserción de cada persona en lo colectivo y cuestiona el absolutismo de lo común, algo aparentemente impensable hasta entonces, al atribuir a cada ser particular la categoría de un absoluto sui generis. No hay nada más sorprendente que la perpetuación de civilizaciones, la mayoría de cuyos miembros están cabalmente convencidos de que su existencia propia es en cierta medida más auténtica que todo aquello que envuelve a lo colectivo.

Aquí me gustaría —en contra de la corriente predominante de la politología y la sociología, sumidas en el no-asombro— llevar a cabo un ejercicio de admiración para poder entender un poco mejor el asombro inconmensurable frente a las formas de vida contemporáneas. Una civilización como la nuestra, que se basa en la integración de poblaciones individualistas en grandes cuerpos políticos, es una realidad existente muy improbable. Relegamos la existencia de los unicornios al ámbito de la fábula, pero damos por sentada a la “sociedad”, un animal fantástico de mil cabezas, aunque real. Al menos hemos comprendido que la estabilidad de estas grandes formaciones no está garantizada. Los propios integrantes son cada vez más conscientes de que la perdurabilidad de su forma de vida resulta problemática; si no fuera así, las élites de los subsistemas sociales no estarían discutiendo constantemente desde hace tiempo sobre la sostenibilidad de su modus vivendi