La fuerte razón para estar juntos - Peter Sloterdijk - E-Book

La fuerte razón para estar juntos E-Book

Sloterdijk Peter

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Beschreibung

Este libro surge de la inversión de la pregunta que ordenaba un proyecto intelectual. En el lapso entre 1998 y 2004, Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) gesta, en el monumental proyecto Esferas, su apuesta más vasta para explicar la historia de la humanidad indagando en el carácter pneumático de toda comunidad. Guiaba su mano la siguiente hipótesis: los seres humanos, para estar en el mundo, no hacen sino crear e insuflar incesantemente un espacio para vivir juntos. La escena psicopolítica de constitución de una sociedad es una escena amorosa, afirmativa, que se basa en el armado de un mundo común: los textos épicos, después nacionales, los dioses a los que se venera, las geografías que se celan y cabalgan, la hermandad. Este libro surge entonces, casi paralelamente, de la pregunta inversa, es decir, no la que indaga sobre cómo los hombres construyen comunidad —o sociedad— sino sobre cómo evitar que la destruyan.

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Acerca de Peter Sloterdijk

Peter Sloterdijk nació en Karlsruhe, Alemania, el 26 de junio de 1947. Es filósofo y catedrático en la Escuela de Arte y Diseño de su ciudad natal. Comenzó su formación en 1968 y hasta 1974 estudió Filosofía, Historia y Filología Germánica en la Universidad de Munich.

Hacia 1975 se doctoró en Filosofía en la Universidad de Hamburgo. Entre 1978 y 1980 viajó a Pune, India, para estudiar con Ashram von Bhagwan Shree Rajneesh (luego conocido como Osho). En 2001 fue nombrado rector de la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe, puesto que ejerció hasta 2015.

En Ediciones Godot, publicó Estrés y libertad (2016), Las epidemias políticas (2020) y Fobocracia (2021).

Página de legales

Sloterdijk, Peter / La fuerte razón para estar juntos / Peter Sloterdijk. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: EGodot Argentina, 2021.Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y onlineTraducción de: Nicole Narbebury.ISBN 978-987-8413-75-4

1. Sociología de la Cultura. 2. Filosofía Política. 3. Filosofía. I. Narbebury, Nicole, trad. II. Título.

CDD 306.2

ISBN edición impresa: 978-987-8413-74-7

© Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main, 1998. All rights reserved by and controlled throughSuhrkamp Verlag, Berlin.© Palabras previas Margarita Martínez 2021

Título original Der starke Grund, zusammen zu seinTraducción Nicole NarbeburyCorrección Fabiana BlancoDiseño de tapa y guardas Martín BoDiseño de interiores Víctor MalumiánIlustración de Peter Sloterdijk Juan Pablo Martínez

© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, 2021

La fuerte razón para estar juntos

Memorias de la invención del pueblo

Peter Sloterdijk

Palabras previasMargarita MartínezTraducciónNicole Narbebury

Índice

Palabras previas

La fuerte razón para estar juntos

Damas y caballeros

Lista de páginas

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Hitos

Tapa

Página de copyright

Página de título

Índice de contenido

Contenido inicial

Colofón

Notas al pie

Palabras previas

Margarita Martínez

ESTE LIBRO SURGE DE la inversión de la pregunta que ordenaba un proyecto intelectual. En el lapso entre 1998 y 2004, Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) gesta, en el monumental proyecto Esferas, su apuesta más vasta para explicar la historia de la humanidad indagando en el carácter pneumático de toda comunidad. Guiaba su mano la siguiente hipótesis: los seres humanos, para estar en el mundo, no hacen sino crear e insuflar incesantemente un espacio para vivir juntos. La escena psicopolítica de constitución de una sociedad es una escena amorosa, afirmativa, que se basa en el armado de un mundo común: los textos épicos, después nacionales, los dioses a los que se venera, las geografías que se celan y cabalgan, la hermandad. Este libro surge entonces, casi paralelamente, de la pregunta inversa, es decir, no la que indaga sobre cómo los hombres construyen comunidad —o sociedad— sino sobre cómo evitar que la destruyan.

Era una pregunta lógica y crepuscular cuando la técnica consumaba la vuelta de página que coloca al ser humano como creador de soles y hacedor de vida, según otras de las palabras del filósofo. Lo que se cerraba era un proyecto de humanidad de dos mil quinientos años de historia. ¿Pero qué había pasado para que tuviéramos que pensar en “cómo evitar la destrucción”? ¿Qué había pasado para que la comunidad, que fue un tipo de amor de grupo que discurría sobre la autoimagen de cada pueblo, se disolviera en aras de que se rubrique y potencie la autoimagen de los individuos? ¿Por qué el oikos, el habitar, la morada, se reemplazaba por estancias en el mundo económicas cuya apuesta general se colocaba en los capitales y no en la descendencia —o en esta última, pero solo como proyecto individual?

Volvamos al apogeo de los años setenta del pasado siglo. La intención de sostener la idea de “comunidad nacional” chocó contra el iceberg de lo imposible. Con la destrucción de la guerra a las espaldas y la certeza del carácter cíclico de las crisis estructurales en el porvenir, el último cuarto del siglo XX vio disolverse los argumentos acerca del “para qué” seguir unidos. Después fue la aparición paulatina de dispositivos que permitían a las personas tener una vida cada vez más autónoma respecto de sus comunidades. Más adelante todavía llegó la era de la multiplicación de los centros emisores, el estallido de las grandes esferas políticas centralizadas en una miríada de individuos reflectantes que, ante el black mirror de sus dispositivos, astillaban sus imágenes de mundo. Hasta las ciudades, de ser espacios de mercados y foros, también de placer y de riesgo, pasaron a ser agolpamientos de monoambientes en donde las personas podían entregarse a relaciones eróticas consigo mismas. Las razones son prístinas: con el cese del pacto de confianza entre gobernantes y gobernados por las crisis recurrentes y el debilitamiento global de la figura del Estado, por la necesidad de encontrar un contrapeso interno a los vapuleos cada vez más violentos de la vida laboral, los individuos se entregaron de pies y manos a cultivar relaciones consigo mismos o con otros que, al menos, dieran la satisfacción, aun si modesta, de un hedonismo saldado.

Este era el diagnóstico con el que se cerraba Esferas III y que ya está presente en La fuerte razón para estar juntos, una meditación sobre el amor a la vida común cuyo título evoca tal vez al Roland Barthes de Cómo vivir juntos. La figura del enamorado, que para Barthes marcaba al escritor prendado de su tema, es simétrica a la figura del humanista que construye conocimiento, según Sloterdijk, mediante el intercambio de una serie de cartas (textos) de amor (a un tema y al mundo). Lo había planteado en 1999: el resultado de esos envíos postales era la historia del pensamiento humanista, y su correlato político moderno, la figura del Estado. Pero la historia, se nos cuenta en este texto con un arte del relato magistral, tal vez no termine bien para estos pactos amorosos que son los pactos nacionales, con sus aniversarios y sus celebraciones, con sus efemérides y rituales donde se comulga de forma colectiva. Y la idea de comulgar no es una metáfora en la medida en que, como recuerda La fuerte razón para estar juntos, la existencia de la nación surge, en palabras de Fichte, “como un coro empírico provocado por un coro trascendente”.

Hay una fecha sacra por sobre todas que, en el calendario alemán, enlaza con la historia entera de la modernidad política: el 9 de noviembre, otra forma, observa Sloterdijk, de decir el 18 Brumario, o sea, el momento en el que Napoleón Bonaparte da el golpe de gracia a la última forma de gobierno de la Revolución Francesa. Napoleón trae de este modo a escena a la Realpolitik, es decir, consuma la traslación del ideario romántico-revolucionario de la libertad “a la prosa de los imperialismos nacionales de la economía”. En esta provocación anidaba lo que iba a refrendarse recién con la posmodernidad que, además, consagraría con sus formas técnicas al individuo atiborrado de prótesis, tal como anticipara (también) el propio Napoleón al dedicarle un monumento a los Inválidos. Abandonamos la figura del escritor enamorado: se trata de “terminar la novela de la revolución” para “empezar a redactar su historia” y, aun así, en el gran proyecto político moderno, Sloterdijk ve una vindicación erótica de la comunidad posible. Se trata del gobernante apasionado o, mejor, de la masa erotizada todavía presente en el siglo xx, cuando incluso los medios de comunicación colaboraron para que las comunidades se agitaran siguiendo mareas de amor y odio colectivos.

El último e infeliz episodio de esta historia de amor tiene lugar ahora y es el del hiperindividualismo neoliberal. El escritor de las páginas de gobierno no solo no está enamorado sino que, en contextos de envidia y rivalidad, debe escribir las páginas más pragmáticas de su historia para salvarse a sí mismo, al igual que todos los individuos de la masa. El amor quedó en el camino. Se cruzó el point of no return después del cual, dentro de una lucha por los bienes, los entrenadores de fitness reemplazan a los generales y las zapatillas pneumáticas hacen olvidar a las incómodas botas cuyo para qué nadie recuerda.