Felicidad robada - Victoria Pade - E-Book

Felicidad robada E-Book

VICTORIA PADE

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Beschreibung

La belleza y la fuerza de esa mujer le incitaban a entregarle todo su amor. Marti Grayson tenía reservado un futuro de cuento de hadas, pero una terrible tragedia le arrebató la oportunidad de ser feliz. En su soledad, Marti encontró consuelo entre los brazos de un encantador forastero que no esperaba volver a ver. De pronto, embarazada y sola, regresó a su ciudad natal con la idea de tener al niño ella sola… hasta que el forastero apareció inesperadamente en su puerta. Por su mala cabeza, Noah Perry había perdido varias oportunidades de ser padre. Sin embargo, ahora que el destino le ofrecía la posibilidad de formar una familia con aquella maravillosa mujer y su hijo no iba a desaprovecharla.

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Seitenzahl: 227

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2009 Victoria Pade

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Felicidad robada, n.º 1827- septiembre 2021

Título original: A Baby for the Bachelor

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1375-697-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 1

 

 

 

 

 

DESPIERTA, Marti. Creo que estamos cerca, y necesito que me indiques el camino.

Marti Grayson abrió los ojos cuando oyó la voz de su hermano y se incorporó en el asiento del coche.

—Siento no haber sido buena compañía.

—Y que lo digas —respondió Ry en tono afable—. Te quedaste dormida a dos kilómetros de Missoula y desde entonces has estado fuera de combate.

—Últimamente me pasa mucho. Dicen que es normal, por las hormonas del embarazo y todo eso —respondió ella antes de fijarse en la carretera—. ¿Ésta es la carretera de Northbridge?

—Eso es lo que decía el cartel. Pero dímelo tú, que has estado aquí antes.

—Una noche, hace tres semanas. Llegué tarde, y me marché el martes por la mañana.

Pero cuando Ry avanzó por Main Street, Marti reconoció que era la misma adonde ella había llegado y de donde había salido.

—Gira a la derecha en South Street —le instruyó—. La casa de la abuela es la última antes de que la calle termine en una tierra de labranza.

A mediados de abril, su anciana abuela se había escapado del cuidado de su enfermera y sorprendido a todos marchándose a Northbridge. Theresa Hobbs Grayson había nacido y se había criado allí en Northbridge. Los tres nietos que se preocupaban de que su abuela, una persona algo inestable a nivel emocional, tuviera a alguien que cuidara de ella, no se habían enterado de la existencia de Northbridge hasta hacía bien poco. Pero como Theresa estaba empeñada en quedarse allí, sus nietos, Marti, Ry y el tercer mellizo, Wyatt, habían decidido complacerla.

Wyatt había sido el primero en ir a Northbridge, después de que encontraran a Theresa en la vieja casa abandonada.

Habían planeado turnarse para pasar temporadas con Theresa; pero cuando Marti había llegado para relevar a Wyatt, éste había decidido que no quería marcharse. Se había enamorado de la asistente social que se ocupaba de Theresa, y la pareja estaba a punto de casarse.

De modo que Marti había regresado rápidamente a Missoula a la central de Home Max, la cadena de almacenes de ferretería y electrodomésticos propiedad de los Grayson, para ocupar el puesto de Wyatt. Por eso sólo había visto Northbridge de pasada.

Wyatt estaba a punto de casarse con Neily Pratt, y por eso Marti y Ry habían viajado juntos a Northbridge. Ry siguió sus indicaciones, y poco después apareció una casa en la distancia.

—¿Es ésa? —preguntó Ry.

—Sí, ésa es —le confirmó Marti.

—Es mucho más grande de lo que pensaba —comentó Ry al contemplar la majestuosa casa de piedra de dos plantas.

—Te lo dije —dijo Marti—. Por dentro es enorme, pero aún no está acondicionada para vivir.

—¿Quién es ése? —dijo Ry cuando estaban más cerca—. Ése no es Wyatt.

Un amplio porche cubierto rodeaba toda la casa. Cerca de una de las esquinas de la veranda había un hombre colgando un banco de madera de unas cadenas.

Estaba de espaldas a ellos, pero Marti se fijó en su espalda ancha y fuerte. El hombre iba con vaqueros y llevaba una camiseta blanca tan pegada que le ceñía sus hombros musculosos y el torso en forma de uve.

—Ése debe de ser el tipo que Wyatt ha contratado para que se haga cargo de la obra de la casa —dijo Marti mientras disfrutada contemplando su cintura estrecha, su trasero prieto y sus muslos largos y fuertes—. ¿No se llamaba Noah Perry? —continuó Marti—. No tuve oportunidad de conocerlo cuando vine. Reconstruir y renovar esta casa no es empresa pequeña, y como la boda es este fin de semana, Wyatt me comentó que tenían prisa por dejar al menos la planta baja un poco presentable. Dijo que este tal Perry está echando un montón de horas.

—Desde aquí se ve bien.

Desde luego que se veía bien, pensó Marti, antes de darse cuenta de que su hermano se refería a la casa, y no al trasero del constructor. Desvió la mirada para centrarse un poco en la conversación.

—Aún no puedo creer que vaya a casarse otra vez —dijo Ry.

Pero dejar de mirarlo no fue suficiente para quitárselo de la cabeza; porque durante una décima de segundo había pensado que Ry estaba hablando de él. Pero enseguida cayó en la cuenta de que en realidad se refería a Wyatt.

—¿Te va a sentar muy mal esta boda? —le preguntó Ry mirándola de soslayo.

—No, estoy bien —le aseguró Marti, agradeciendo su preocupación—. He tomado esta importante decisión de seguir adelante, y eso es lo que voy a seguir haciendo. Wyatt va a empezar de nuevo, y yo también.

—Vaya, y yo que pensaba que ibas a tener un bebé —bromeó Ry mientras detenía el vehículo en el camino de entrada a la casa.

Apagó el motor, y Marti se estiró. Había sido un trayecto largo y cansado, y llevaba todo el camino sentada en la misma postura. Al estirarse sintió un ligero mareo. Por el momento, los síntomas del embarazo eran una fatiga extrema, visitas más frecuentes al cuarto de baño, náuseas de vez en cuando y algún que otro mareo.

Marti se sintió mejor después de respirar hondo un par de veces; entonces abrió la puerta del último juguete de Ry, mientras su hermano salía y daba la vuelta al vehículo.

El deportivo era tan bajo que Marti tuvo que agacharse un poco para salir antes de poder ponerse de pie y agitar la mano para saludar a Wyatt, que en ese momento salía a recibirlos.

De repente Marti empezó a marearse otra vez, pero fue más fuerte que el mareo del coche.

Todo empezó a darle vueltas, y Marti sintió náuseas y se tambaleó antes de desplomarse en el suelo, como un globo que se deshinchara.

Oyó las voces asustadas de sus hermanos, e inmediatamente quiso asegurarles que no era nada. Pero aparte de negar con la cabeza, no tuvo fuerzas para más.

Debía respirar hondo… respirar hondo… Se le pasaría…

Sus hermanos se acercaron inmediatamente para ocuparse de ella; pero sus voces sonaron muy lejanas, y sólo pudo agachar la cabeza con la esperanza de que se le pasara el mareo.

Entonces oyó la voz de otro hombre, una voz vagamente conocida, aunque Marti no supo identificarla en ese momento. El otro sugirió que llamaran a una ambulancia.

—¡No! —consiguió hacerse oír, mientras intentaba no vomitar el almuerzo.

—¡Mary Pat!

Ése fue Wyatt, que llamaba a la mujer que cuidaba de su abuela. Mary Pat debía de haber estado cerca, porque al momento la enfermera se arrodilló a su lado y le tomó el pulso.

—No es más que un simple mareo… —susurró Marti al notarse algo mejor—. Estoy bien, de verdad.

—A lo mejor lo de la inseminación artificial no ha sido tan buena idea —comentó Ry, totalmente fuera de tono—. No sé si el embarazo te está sentando muy bien.

—Ry… —le reprendió Wyatt—. Podrías callarte, ¿no?

—Sólo estaba diciendo…

—No hace falta decirlo. Sobre todo aquí fuera en el patio.

Delante de un extraño, pensaba Marti mientras hacía lo posible para recuperarse un poco.

Tragó saliva con fuerza, cerró los ojos un momento y aspiró hondo un par de veces.

—Estoy bien, estoy bien; se me va a pasar el mareo…

Entonces abrió los ojos y miró a su otro hermano, agradecida de que hubiera tenido el sentido común de reprocharle a Ry su indiscreción.

—Hola, Wyatt —dijo Marti con una sonrisa en los labios, como si no pasara nada.

—Hola, Marti —respondió Wyatt con cara de susto, aunque en tono sereno y comprensivo.

Marti miró a su hermano y a la cuidadora de su abuela.

—Hola, Mary Pat. ¿Podrías decirles a estos hombres que no pasa nada?

—Creo que Marti está bien —confirmó la enfermera—. ¿Quieres intentar levantarte, o nos sentamos un momento?

—Creo que es mejor que intente entrar en casa.

Habría preferido quedarse donde estaba si todos, incluido el apuesto forastero, no la miraran fijamente.

Pero sólo consiguieron que Marti se sintiera más cortada.

—Chicos, no soy una inválida, ¿sabéis?

De todos modos sus hermanos la ayudaron a ponerse de pie.

Fue entonces cuando Marti se fijó en el desconocido, el mismo que había estado colgando el banco en el porche; el que había bajado corriendo a auxiliarla.

—Éste es Noah Perry —dijo Wyatt—. Noah, éstos son mis hermanos, Ry y Marti.

Marti volvió a tragar saliva.

—Marti y yo nos conocimos en una Expo de Ferretería a finales de marzo.

Aunque Marti había esperado estar equivocada y que no fuera él, comprobó con horror que no se había equivocado.

—Es verdad —confirmó Marti en tono quedo, sin saber qué hacer ni qué decir, notando que empezaba a marearse otra vez.

Aunque de espaldas no le había reconocido, de frente no hacían falta presentaciones. Recordaba perfectamente aquel cabello castaño y ondulado, aquella nariz aguileña, aquellos labios sensuales y aquellos ojos marrón oscuro. Hacía seis semanas que no dejaba de pensar en él.

—Será mejor que entres en casa, tienes mala cara —le dijo Mary Pat mientras le agarraba del brazo—. Ven conmigo. Te daré un poco de agua y un dulce.

Como no sabía qué más decir, Marti se fue con Mary Pat pero no dejó de pensar en el hombre que había creído que no volvería a ver.

El padre de su futuro bebé.

 

 

Una hora después del emocionante encuentro con los Grayson, Noah Perry volvió a casa aquel viernes por la tarde con planes para arrancar el rodapié del salón y posiblemente empezar a pintar las paredes.

Antes de hacer nada de eso, sacó unas zanahorias y una botella de cerveza muy fría de la nevera y fue al porche trasero para disfrutar del cálido día de mediados de mayo y de paso saludar a Dilly.

La burrita de tres años se acercó a la barandilla del porche en cuanto vio a Noah.

—Ya sabes lo que tengo para ti, ¿verdad? —dijo Noah mientras le daba una de las zanahorias.

Tenía dos más, pero en lugar de dárselas a la burrita enseguida, se las guardó en el bolsillo y se apoyó en el poste que sujetaba el tejadillo del porche. Entonces se tomó la cerveza con aire pensativo, maravillándose de nuevo por el fortuito encuentro de esa tarde con Marti, y de que ella fuera Marti Grayson…

En la Expo no se habían dicho sus apellidos. Sabía que trabajaba en Home Max porque la había visto en las cajas y en la zona de espera; pero al verla con tantos empleados más de la conocida cadena de tiendas, la había tomado por una más. Ella no le había dicho que fuera uno de los dueños de las tiendas.

Y en las tres semanas que llevaba trabajando para los Grayson, nadie había mencionado a Marti. Cuando había hablado con Wyatt, o en las contadas ocasiones que había conversado con Theresa, se había mencionado a la hermana, o a la nieta, pero nunca habían dado un nombre; y él no había caído.

Lo que sí se le había pasado por la cabeza había sido preguntarle a Wyatt por la chica que trabajaba en Home-Max; sólo que no había terminado de decidirse.

Lo cierto era que no había dejado de pensar en ella en las últimas seis semanas. ¿Y quién no? Marti Grayson era un auténtico bombón. Tenía el pelo largo y rubio, matizado con mechones como rayos de sol, y la piel más suave y perfecta que había visto en su vida… o más bien tocado. Sus ojos eran del mismo azul plateado de su último coche, y sus labios los más rojos y carnosos que había besado en su vida. Marti tenía un cuerpo bien formado, turgente y redondeado en los sitios adecuados, y esbelto en los demás; aparte de un par de piernas largas y esbeltas, aunque no fuera demasiado alta.

Así que, cosa lógica, le había resultado muy difícil no pensar en ella; e incluso había soñado con ella un par de veces.

Sin embargo, Noah no había querido preguntar por una empleada de Home Max llamada Marti porque había estado dudando de cómo acabaría si averiguaba su nombre completo y dónde localizarla. Ella le había dicho que trabajaba y vivía en Missoula. Él vivía y trabajaba en Northbridge; y Missoula estaba al otro lado del estado. Y un ligue de una noche en una feria de maquinaria no era una base demasiado sólida para iniciar nada. Le había dado la impresión de que la única intención de Marti había sido vivir una aventura de una noche del modo más anónimo posible. El detalle de marcharse por la mañana sin despertarlo y sin dejarle ni siquiera una nota no podría haber sido más indicativo.

¡Pero qué noche!

La Expo había sido su oportunidad para salir un fin de semana y ponerse al día con los nuevos productos que había en el mercado en herramientas y maquinaria de construcción, que pudieran facilitarle su trabajo. Pero en ningún momento había ido en busca de algo más; desde luego no había ido allí a ligar.

Tenía que reconocer que se había fijado en Marti en más de una ocasión. ¡Cómo no hacerlo, siendo tan impresionante como era! Habían charlado de algunos temas de trabajo de pasada, junto a los expositores de Home Max. Luego habían charlado un poco más cuando él había ido al salón de exposición de la tienda; y tenía que reconocer que entonces le había picado un poco la curiosidad. Pero ella había estado muy ocupada, y él a su vez interesado en un montón de cosas que había en la convención, y por eso no había pasado nada.

Finalmente, la última noche de la exposición, se habían encontrado en la cafetería del recinto. Al verla, él la había saludado con la cabeza, a lo que ella había respondido del mismo modo. Entonces él le había dicho hola y ella también. Y como estaban solos en la cafetería, aparte de los camareros, Noah la había invitado a su mesa a cenar con él, y ella había aceptado.

Se habían tomado unos sándwiches mientras charlaban sobre la exposición, y a pesar de estar hablando de trabajo, había habido cierto coqueteo entre los dos. Cuando habían terminado de cenar, Noah no había tenido ganas de despedirse de ella; por eso le había preguntado si le apetecía tomar algo con él en el bar del hotel.

Ella había vacilado, dándole a entender que quería rechazarlo y no sabía cómo. Pero justo cuando él había pensado que ella le iba a decir que no, ella había aceptado su invitación.

Cuando habían llegado al bar del hotel, había un grupo de música en vivo; como no habían podido charlar habían terminado bailando y bebiendo; bebiendo bastante. De modo que cuando el bar había cerrado, a ninguno de los dos le había importado ya que apenas se conocieran. Él se había sentido a gusto en su compañía, y la chica era una monada. Se habían divertido muchísimo, y un beso juguetón en el ascensor había sido suficiente para que ella accediera a acompañarlo hasta su dormitorio al llegar a su piso.

El beso de buenas noches a la puerta había dado paso a un montón de besos más; un montón de besos que les habían llevado hasta la cama, donde habían continuado besándose…

Noah le dio a Dilly otra zanahoria.

—Si quieres que te diga la verdad —le dijo a la burra—, me gustaría acordarme mejor de lo que pasó, porque casi ni me acuerdo. Me refiero a los detalles, ya me entiendes; es que estaba bastante borracho…

Los dos lo habían estado.

Tan borracho que cuando él le había dicho que no tenía preservativos, habían decidido arriesgarse…

Hasta ese momento, Noah se había olvidado totalmente de aquel detalle. Pero de pronto pensó en algo; algo que le dejó helado. Él no había utilizado nada… y seis semanas después aparecía ella, embarazada…

—¡Ay, Dios mío! —exclamó con tanta fuerza que la burra sacudió las orejas.

¡Marti estaba embarazada! Le dio tantas vueltas al asunto que empezó a marearse del nerviosismo, se le quedó la garganta seca y empezó a sudar.

Su hermano había dicho que había sido por inseminación artificial, y a lo mejor incluso era cierto…

Pero por mucho que quisiera creerlo, le resultaba poco probable. No era lógico que hubiera pasado la noche con él sin utilizar protección, y que luego se hubiera hecho una inseminación artificial. A Noah le costaba creerlo.

¿Claro que, y si en la feria hubiera estado ya embarazada? A lo mejor por esa razón no le había importado no utilizar preservativo.

Era una posibilidad, se decía Noah mientras volvía a respirar algo más aliviado.

—Tal vez no sea mío —dijo en voz alta.

Pero la burra se había apartado un poco de él, como si pensara que su amo se hubiera vuelto loco.

Claro que, pensándolo bien, Marti había estado tan bebida como él; y de haber estado ya embarazada, no habría tocado el alcohol…

—¡Ay, Dios mío! —volvió a exclamar.

Marti Grayson no era sólo un bello y nebuloso recuerdo de una noche de pasión en la habitación de un hotel durante una feria de herramientas y maquinaria; Marti era una persona de carne y hueso, con hermanos y una abuela y quién sabía quién más a quien poner cara diciendo que había ido a un banco de semen, en lugar de reconocer que se había quedado embarazada después de pasar una noche de pasión en brazos de un extraño.

Pero si él era el padre de su hijo, ¿por qué ella no le había buscado para decírselo?

—¿Le dije que era de Northbridge? —le preguntó a Dilly, como si la burra entendiera.

Lo cierto era que no lo recordaba. Y si sólo le había dicho que era de una pequeña localidad al sur de Montana, y teniendo en cuenta que ella no sabía su apellido, seguramente no habría podido encontrarlo, en el supuesto de que lo hubiera buscado. A lo mejor el destino los había vuelto a juntar.

Se le ocurrió que a lo mejor ella no había querido que él supiera que iba a tener un hijo de él, y por eso no se había molestado en buscarlo.

La mera idea le revolvió un poco el estómago. Pero si Marti Grayson pensaba que tenía derecho a no darle opción de elegir, no podía haberse equivocado más.

La burra percibió su rabia y retrocedió unos pasos más.

—No pasa nada Dilly, no eres tú —dijo para consolar al animal, mientras la consolaba dándole la tercera zanahoria.

La burra avanzó con cautela, sin apartar sus grandes ojos negros de Noah, acercándose lo suficiente para atrapar la zanahoria con los labios y los dientes.

—A lo mejor no es mío —volvió a decir Noah, intentando calmarse un poco—, pero voy a hacer lo posible para averiguarlo.

Porque si el bebé era suyo, tendría que hacer algo al respecto.

Algo para que la historia no se repitiera…

Capítulo 2

 

 

 

 

 

ESA misma noche, cuando Marti oyó que Theresa cerraba la puerta de su habitación, se volvió hacia Wyatt.

—¿Cómo está?

—¿La abuela? —Wyatt se encogió de hombros—. Ni mejor ni peor. Ayer pasó mala noche. Últimamente tiene pesadillas a menudo, y siempre son las mismas; ella dice que llora por ella, que no deja de llorar, y que tiene que recuperarlo.

—Y por eso pensamos que no se refiere a la tierra —comentó Ry.

Desde que Theresa se había escapado a Northbridge, Wyatt había estado investigando el pasado de su abuela allí. De momento se había enterado de que los padres de Theresa habían fallecido cuando ella era adolescente, y que Theresa había heredado la casa y muchos acres de terreno en el corazón de Northbridge. Como su único pariente vivo entonces era una tía que había estado enferma y no había podido acogerla en esa época, tras la muerte de sus padres, Theresa había pasado once meses de huésped en casa del dueño del aserradero local, un hombre llamado Hector Tyson, y su mujer, Gloria.

En esos once meses apenas había tenido contacto con ninguno de sus amigos, y al final, tres meses antes de cumplir dieciocho años, se había marchado definitivamente de Northbridge para irse a vivir a Missoula con su tía. Antes de marcharse, Theresa le había vendido a Hector Tyson su tierra por la cuarta parte de su valor. Hector Tyson se había hecho rico y había dividido la tierra en parcelas, las cuales había ido vendiendo, además de vender también todos los materiales para construir las casas que en el presente ocupaban dichas parcelas.

Cuando hacía tres semanas habían encontrado por fin a Theresa en la casa donde la mujer se había criado, ella estaba pidiendo que le devolvieran lo que le habían quitado. En un principio Wyatt había pensado que se refería a la tierra. Pero Theresa había empezado a tener pesadillas, que según ella no tenían nada que ver con la tierra perdida; y por eso sus nietos habían empezado a preguntarse de qué otra cosa podría tratarse. Solamente se les ocurrió pensar que su abuela hubiera podido tener un hijo de Hector Tyson.

—Por eso sabemos ya que no es la tierra lo que quiere que Hector le devuelva —Wyatt repitió lo que había dicho Ry.

—Entonces podría ser un bebé —dijo Marti, resumiendo lo que todos habían hablado por teléfono recientemente—. ¿Todavía no le has preguntado a ella si fue eso lo que le arrebataron?

Wyatt negó con la cabeza.

—No me parecía buena idea. Últimamente está pasando una mala racha; está llorosa, triste y desorientada. La memoria empieza a fallarle; la semana pasada se olvidó de quién era Mary Pat. Hoy, sabiendo que veníais vosotros dos, es el primer día bueno que ha tenido desde las pesadillas.

—¿Y aún no has hablado con el tal Hector Tyson? —preguntó Ry.

—Lleva todo este tiempo ausente del pueblo, pero tengo entendido que regresa el lunes; así que vas a tener que hacerlo tú, Marti. Ry vuelve a Missoula justo después de la boda para hacerse cargo del negocio allí, y yo estaré de luna de miel. ¿Crees que vas a poder tú sola?

Marti sabía que el mareo de esa tarde les tenía preocupados pensando que no podría, pero ella no estaba dispuesta a echarse atrás.

—Por supuesto que puedo yo sola —dijo ella, como si la ocurrencia fuera ridícula—. Y Ry —dijo, volviendo al tema de su abuela—, tú tienes una cita con los abogados para saber si legalmente hay posibilidad de que se le restituya el valor de la tierra, ¿no?

—Eso es —respondió Ry.

—Luego, tú y yo podremos partir de ahí, mientras Wyatt está tumbado en la playa —concluyó.

Sus hermanos se miraron, y aunque no hubieran sido mellizos, Marti habría adivinado lo que pensaban.

—Dejadlo ya —dijo en tono firme.

—¿Dejar el qué?

—De miraros como si pensarais que no voy a poder. Porque estoy bien, que lo sepáis. Es cierto que la muerte de Jack fue un golpe muy duro para mí; y comprendo que la idea de tener un hijo yo sola sea un poco alocada. Pero, creedme, estoy bien.

—Pues esta tarde cuando te he visto sentada en el suelo no me ha parecido que estuvieras tan bien —dijo Ry, a quien le gustaba hablar claro.

—Un mareo no es algo tan raro. A veces vomito si en el desayuno me viene algún olor fuerte; es algo muy normal cuando estás embarazada; sobre todo al principio.

Pensó que Wyatt sabría eso, ya que su primera esposa había estado embarazada cuando un accidente doméstico la había matado a ella y a su bebé. Pero no dijo nada.

—He ido al médico, y estoy sana como una manzana; el bebé también está bien. El hecho de querer tener un hijo es señal de que estoy mejor y quiero seguir adelante; de que estoy empezando a olvidar la muerte de Jack.

—A Wyatt le costó dos años después de la muerte de Mikayla ceder a sus sentimientos por Neily —dijo Ry, claramente preocupado—. Sólo han pasado nueve meses desde que murió Jack…

—Nueve y medio —corrigió Marti.

—De acuerdo, nueve meses y medio desde que perdiste para siempre al hombre de quien estabas enamorada desde que erais niños —insistió Ry—. El amor de tu vida, Marti. El hombre que todos veíamos como tu otra mitad. ¿Vamos, si estuvieras en nuestra piel, no te preocuparía que el dolor te hubiera afectado tu capacidad para razonar?

—Entiendo que os parezca así —respondió Marti con calma—; que creáis que me he vuelto un poco loca. Pero os aseguro que nada más lejos. A pesar de los mareos y demás calamidades del embarazo, me siento bien y animada. Desde que murió Jack no me había sentido tan bien, y sólo lo veo como algo positivo; así que es así como voy a seguir viéndolo. Y si tenéis dudas…

—Nos las callamos —recomendó Wyatt.

—Iba a deciros que tratarais de superarlas; pero eso que dices también está bien —añadió Marti—. Y de lo de quedarme en Northbridge una temporada para estar con la abuela y para ver el nuevo solar que Wyatt ha encontrado para construir la nueva tienda, soy tan capaz de hacerlo ahora como antes de quedarme embarazada; mis facultades no han mermado en absoluto. ¡Y se acabó la discusión!

Los dos hermanos siguieron allí sentados, con caras largas y gestos tensos; no parecían muy convencidos.