Flora - Salvador Rueda - E-Book

Flora E-Book

Salvador Rueda

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Beschreibung

Flora es un largo poema de corte religioso del autor Salvador Rueda. Estructurado en siete cantos, se articula en torno al personaje de Flora, mitad valenciana y mitad mora, en constante lucha con las dos sangres que alberga. En él apreciamos las potentes imágenes sensoriales a las que gusta de acudir Rueda, así como sus tendencias modernistas.

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Seitenzahl: 46

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Salvador Rueda

Flora

POEMA RELIGIOSO, EN SIETE CANTOS

Saga

Flora

 

Copyright © 1897, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660258

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Al Sr. D. Segundo Carrera.

Mi querido amigo Carrera: En recuerdo del tiempo aquel en que, juntos usted y yo, nos ocupábamos en las tareas de Fomento, en compañia del bondadoso D. Manuel Flores Calderón, dedico á usted este poema, el cual me sugirió una conversación, sobre historia, sostenida con el sabio profesor D. Benito Hernando. Dije en Fornos que yo era el primero en reconocer que en Madrid hay hermosuras de todas clases, y la prueba de ello es que en esta obra canto una de esas hermosuras.

Usted, que posee tan exquisito gusto artistieo, que tiene tan grande inteligencia y tan hermoso corazón hubiera sacado mejor partido que yo del asunto de este poema si lo hubiese escrito en su afiligranada prosa, Sal como yo he podido desarrollarlo, acéptelo la bondad de usted, y crea que le quiere mucho su antiguo y verdadero amigo.

Salvador.

Canto I.

¿No conocéis á la elegante Flora,

la rubia joven cuya sangre ardiente

es mitad valenciana, mitad mora?

Finge su cuerpo un mármol transparente

donde, azuladas víboras, las venas

se retuercen con giros de serpiente.

Sus pupilas son verdes y serenas,

verdes como los mares tormentosos,

dulces como el cantar de las sirenas.

Mueven sus pensamientos ambiciosos

la moda, el lujo, el oro que deslumbre,

los trenes esplendentes y ostentosos.

Y viéndose en la eterna pesadumbre

de la honrada pobreza, quiso alzarse

del esplendor á la elevada cumbre.

Para en ajenas alas remontarse,

puso en venta su amor y formas puras

y pudo con su precio engalanarse;

y así, el cuerpo en la luz y el alma á oscuras,

de alegre fiesta en bacanal sonora

va eclipsando rivales hermosuras.

Veinte abriles escasos tiene ahora,

y cada abril parece que en su cara

dejó los resplandores de una aurora;

tiene aspecto de estatua de Carrara

impasible y serena, que un Cleomenes

con arte primoroso cincelara;

y, dado al aire el seno alabastrino,

miradla allí en la orgía,

del incitante vaso cristalino

sorber la borrachera á bocanadas,

y repetir el tema peregrino

de ir echando unas perlas matizadas

como Cleopatra en el ardiente vino.

No hay en torno ni lunas biseladas

ni divanes de caro terciopelo;

de Los Viveros en estancia obscena,

sólo alumbrada por arañas frías,

quiso á Flora mirar su rico amante

con otras entregada á sus orgías,

¡y fué capricho por demás bizarro,

que era él un noble dado á los placeres,

de esos que honraran con uncir á un carro

y que se ocupan en perder mujeres!

Danzó la Macarrona, una gitana

reina del baile en toda Andalucía

y también en la corte castellana,

y después que el Marqués, dueño de Flora,

gozó viendo el girar de tanta vuelta,

—Que ahora baile mi rubia valenciana,

dijo, y que luzca su figura esbelta:

anda, baila el bolero ó la chacona

y retuerce del modo que tú sabes

las líneas de tu espléndida persona,

sube á la mesa para echar la danza

y ponte mi sombrero por corona. »

De cañas y de alegre manzanilla

la ancha mesa mirábase colmada,

y para verla desde orilla á orilla

de vino y de cristales despejada,

Flora arrancó de sus nevados hombros

un soberbio mantón lleno de rosas

que de una primavera se diría,

bordado con brillantes mariposas,

y tirándolo encima de la mesa

barrió con él las copas escanciadas,

y lo arrojó, rumbosa y sonriente,

con sus flores de vino salpicadas.

Subió luego arrogante

para bailar el andaluz bolero,

y en el supremo instante,

¡de andrajos lleno y lúgubre el semblante

apareció en la zambra un pordiosero!

—Una limosna, por amor, señores,

clamó con voz tristísima el anciano,

á quien el Cielo dió cuantos dolores

pueden caber en el linaje humano.

Giró los ojos para verlo Flora,

y quedó en su actitud petrificada,

no de dolor ante la voz que implora,

sino de ira que el pecho le devora

al conocer á la visión odiada.

Era su padre el tétrico mendigo,

su padre abandonado,

de labios sin color, manos entecas,

y mirada de triste moribundo,

¡que al suelo echado cual las hojas secas,

va pegando porrazos por el mundo!

¡Oh! ¡Quién dijera al infeliz anciano,

cuando tomaba á Flora en su rodilla,

ella niña inocente, y él ufano

de sostener tan grande maravilla,

que aquel capullo, al contemplarse abierto,

que aquellas manos, al crecer lozanas,

lo dejarían solo en el desierto

sin una piedra en que inclinar sus canas!

Muerta del viejo la adorada esposa,

él meció á Flora en la tranquila cuna,

él le sirvió de madre cariñosa

y le entregó su mísera fortuna.

Él desató su lengua balbuciente

y la adoró con exaltado anhelo,

y porque alzara hacia lo azul la frente

y echase á andar, la levantó del suelo.

Por él fué en los deberes instruída

y en santas oraciones ilustrada,

y millares de veces adormida

y millares de veces despertada.

Los cantos que las madres canturrean

al pequeñuelo rey de sus amores,

él entonó á la luz de sus entrañas

meciéndola con blando movimiento,

y al verla que entornaba las pestañas