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Tomada de un hecho histórico, la trama se desarrolla en el pueblo cordobés de Fuente Obejuna en tiempos de los Reyes Católicos (1474-1516). El drama se presenta con un protagonista colectivo (los habitantes del pueblo), como en la Numancia (1585) cervantina o en Los persas de Esquilo. Como ocurre con gran parte de los dramas de Shakespeare, el Fuenteovejuna de Lope ha llegado a conseguir categoría de símbolo, el del prototipo iconográfico-teatral de "la unión del pueblo contra la opresión y el atropello"
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Veröffentlichungsjahr: 2020
Lope de Vega
FUENTE OVEJUNA
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 978-88-3295-899-7
Greenbooks editore
Edición digital
Noviembre 2020
www.greenbooks-editore.com
I
II
Hablan en ella las personas siguientes: FERNÁN GÓMEZ [ comendador].
ORTUÑO. FLORES.
El MAESTRE DE CALATRAVA. PASCUALA.
LAURENCIA. MENGO. BARRILDO. FRONDOSO. JUAN ROJO.
ESTEBAN, ALONSO, alcaldes. REY DON FERNANDO.
REINA DOÑA ISABEL.
Un REGIDOR.
CIMBRANOS, soldado. JACINTA, labradora. Un MUCHACHO.
Algunos LABRADORES.
Un JUEZ.
La MÚSICA.
[DON MANRIQUE]. [LEONELO].
( Salen el COMENDADOR , FLORES y ORTUÑO ,
criados.)
COMENDADOR
¿Sabe el maestre que estoy en la villa?
FLORES
Ya lo sabe.
ORTUÑO
Está, con la edad, más grave.
COMENDADOR
Y ¿sabe también que soy Fernán Gómez de Guzmán?
FLORES
Es muchacho, no te asombre.
COMENDADOR
Cuando no sepa mi nombre,
¿no le sabrá el que me dan de comendador mayor?
ORTUÑO
No falta quien le aconseje que de ser cortés se aleje.
COMENDADOR
Conquistará poco amor.
Es llave la cortesía para abrir la voluntad; y para la enemistad
la necia descortesía.
ORTUÑO
Si supiese un descortés cómo lo aborrecen todos
—y querrían de mil modos poner la boca a sus pies—, antes que serlo ninguno,
se dejaría morir.
FLORES
¡Qué cansado es de sufrir!
¡Qué áspero y qué importuno!
Llaman la descortesía necedad en los iguales, porque es entre desiguales linaje de tiranía.
Aquí no te toca nada:
que un muchacho aun no ha llegado a saber qué es ser amado.
COMENDADOR
La obligación de la espada que se ciñó, el mismo día
que la cruz de Calatrava
le cubrió el pecho, bastaba para aprender cortesía.
FLORES
Si te han puesto mal con él, presto le conocerás.
ORTUÑO
Vuélvete, si en duda estás.
COMENDADOR
Quiero ver lo que hay en él.
( Sale el MAESTRE DE CALATRAVA y
acompañamiento.)
MAESTRE
Perdonad, por vida mía, Fernán Gómez de Guzmán; que agora nueva me dan que en la villa estáis.
COMENDADOR
Tenía muy justa queja de vos; que el amor y la crianza me daban más confianza, por ser, cual somos los dos,
vos maestre en Calatrava, yo vuestro comendador
y muy vuestro servidor.
MAESTRE
Seguro [1], Fernando, estaba de vuestra buena venida.
Quiero volveros a dar los brazos.
COMENDADOR
Debéisme honrar; que he puesto por vos la vida
entre diferencias tantas, hasta suplir vuestra edad el pontífice.
MAESTRE
Es verdad,
Y por las señales santas
que a los dos cruzan el pecho, que os lo pago en estimaros,
y como a mi padre honraros.
COMENDADOR
De vos estoy satisfecho.
MAESTRE
¿Qué hay de guerra por allá?
COMENDADOR
Estad atento, y sabréis, la obligación que tenéis.
MAESTRE
Decid que ya lo estoy, ya.
COMENDADOR
Gran maestre don Rodrigo Téllez Girón, que a tan alto lugar os trajo el valor
de aquel vuestro padre claro, que, de ocho años, en vos renunció su maestrazgo,
que después por más seguro juraron y confirmaron
reyes y comendadores, dando el pontífice santo Pío segundo sus bulas,
y después las suyas Paulo para que don Juan Pacheco, gran maestre de Santiago, fuese vuestro coadjutor:
ya que es muerto, y que os han dado el gobierno sólo a vos,
aunque de tan pocos años, advertid que es honra vuestra seguir en aqueste caso
la parte de vuestros deudos; porque muerto Enrique cuarto, quieren que al rey don Alonso de Portugal, que ha heredado, por su mujer, a Castilla, obedezcan sus vasallos;
que aunque pretend [2] lo mismo, por Isabel, don Fernando,
gran príncipe de Aragón, no con derecho tan claro
a vuestros deudos; que, en fin,
no presumen que hay engaño en la sucesión de Juan [3],
a quien vuestro primo hermano tiene agora en su poder.
Y así vengo a aconsejaros que juntéis los caballeros de Calatrava en Almagro, y a Ciudad Real toméis, que divide como paso
a Andalucía y Castilla,
para mirarlas a entramba [4]. Poca gente es menester, porque tienen por soldados solamente sus vecinos
y algunos pocos hidalgos, que defienden a Isabel
y llaman rey a Fernando. Será bien que deis asombro,
Rodrigo, aunque niño, a cuantos dicen que es grande esa cruz para vuestros hombros flacos.
Mirad los condes de Urueña, de quien venís, que mostrando os están desde la fama
los laureles que ganaron; los marqueses de Villena, y otros capitanes, tantos, que las alas de la fama apenas pueden llevarlos. Sacad esa blanca espada,
que habéis de hacer, peleando, tan roja como la cruz;
porque no podré llamaros maestre de la cruz roja
que tenéis al pecho, en tanto que tenéis la blanca espada;
que una al pecho y otra al lado, entrambas han de ser rojas;
y vos, Girón soberano, capa del templo inmortal de vuestros claros pasados.
MAESTRE
Fernán Gómez, estad cierto que en esta parcialidad, porque veo que es verdad, con mis deudos me concierto. Y si importa, como paso,
a Ciudad Real mi intento, veréis que como violento rayo sus muros abraso.
No porque es muerto mi tío, piensen de mis pocos años
los propios y los extraños que murió con él mi brío.
Sacaré la blanca espada, para que quede su luz
de la color de la cruz, de roja sangre bañada.
Vos, ¿adónde residís?
¿Tenéis algunos soldados?
COMENDADOR
Poco, pero mis criados; que si dellos os servís,
pelearán como leones.
Ya veis que en Fuente Ovejuna
hay gente humilde, y alguna no enseñada en escuadrones,
sino en campos y labranzas.
MAESTRE
¿Allí residís?
COMENDADOR
Allí
de mi encomienda escogí casa entre aquestas mudanzas.
Vuestra gente se registre; que no quedará vasallo.
MAESTRE
Hoy me veréis a caballo, poner la lanza en el ristre.
( Vanse, y salen PASCUALA y LAURENCIA . ) LAURENCIA
¡Mas que nunca acá volviera!
PASCUALA
Pues a la he que pensé que cuando te lo conté,
más pesadumbre te diera.
LAURENCIA
¡Plega al cielo que jamás le vea en Fuente Ovejuna!
PASCUALA
Yo, Laurencia, he visto alguna tan brava, y pienso que más;
y tenía el corazón brando como una manteca.
LAURENCIA
Pues ¿hay encina tan seca como esta mi condición?
PASCUALA
Anda ya; que nadie diga: de esta agua no beberé.
LAURENCIA
¡Voto al sol que lo diré, aunque el mundo me desdiga!
¿A qué efeto fuera bueno querer a Fernando yo?
¿Casarme con él?
PASCUALA
No.
LAURENCIA
Luego la infamia condeno.
¡Cuántas mozas en la villa, del comendador fiadas, andan ya descalabradas!
PASCUALA
Tendré yo por maravilla
que te escapes de su mano.
LAURENCIA
Pues en vano es lo que ves, porque ha que me sigue un mes, y todo, Pascuala, en vano.
Aquel Flores, su alcahuete, y Ortuño, aquel socarrón,
me mostraron un jubón, una sarta y un copete.
Dijéronme tantas cosas de Fernando, su señor, que me pusieron temor; mas no serán poderosas
para contrastar mi pecho.
PASCUALA
¿Dónde te hablaron?
LAURENCIA
Allá
en el arroyo, y habrá seis días.
PASCUALA
Y yo sospecho
que te han de engañar, Laurencia.
LAURENCIA
¿A mí?
PASCUALA
Que no, sino al cura.
LAURENCIA
Soy, aunque polla, muy dura yo para su reverencia.
Pardiez, más precio poner,
Pascuala de madrugada, un pedazo de lunad [5] al huego para comer,
con tanto zalacatón [6]
de una rosca que yo amaso, y hurtar a mi madre un vaso del pegado canjilón [7];
y más precio al mediodía ver la vaca entre las coles, haciendo mil caracoles
con espumosa armonía;
y concertar, si el camino me ha llegado a causar pena, casar una berenjena
con otro tanto tocino;
y después un pasa-tarde, mientras la cena se aliña, de una cuerda de mi viña,
que Dios de pedrisco guarde; y cenar un salpicón
con su aceite y su pimienta, y irme a la cama contenta, y al «inducas tentación»
rezalle mis devociones, que cuantas raposerías, con su amor y sus porfías, tienen estos bellacones;
porque todo su cuidado, después de darnos disgusto, es anochecer con gusto
y amanecer con enfado.
PASCUALA
Tienes, Laurencia, razón;
que en dejando de querer, más ingratos suelen ser que al villano el gorrión.
En el invierno, que el frío tiene los campos helados, decienden de los tejados, diciéndole «tío, tío»,
hasta llegar a comer las migajas de la mesa;
mas luego que el frío cesa, y el campo ven florecer,