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A los primeros años de la Revolución triunfante viajan estas páginas. En ellas sus autores muestran cúan alto es el grado de negatividad, insensatez y manipulación política en los estimados y reportes de Inteligencia de la CIA desde 1959, para fabricar la falacia de que la Revolución había abierto las puertas al comunismo; el peligro de subversión para América Latina y la consiguiente amenaza para la seguridad de EE.UU., tesis que sirvió de pretexto para la operación encubierta que sucumbió un año más tarde en Playa Girón, a manos del pueblo revolucionario dirigido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. De aquellos sucesos brinda testimonio un pequeño grupo de fundadores del G-2 que, junto al pueblo, enfrentaron aquel huracán de fuego desatado por la CIA, la contrarrevolución y los crímenes del bandidismo.
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Seitenzahl: 444
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición y corrección:
Olivia Diago Izquierdo
Diseño de cubierta e interior:
Francy Espinosa González
Realización:
Francy Espinosa González
© Manuel Hevia Frasquieri, 2022
Pedro Etcheverry Vázquez
© Sobre la presente edición: Editorial Capitán San Luis, 2022
ISBN: 9789592116160
Editorial Capitán San Luis. Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly, Playa, La Habana, Cuba.
Email: [email protected]
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Sin la autorización previa de esta Editorial queda terminantemente prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, incluido el diseño de cubierta, o trasmitirla de cualquier forma o por cualquier medio.
Para nuestro pueblo el G-2 no es solo una vieja nomenclatura militar. Es todo un símbolo surgido al calor de la lucha contra la subversión y el espionaje de los servicios especiales yanquis desde los primeros momentos del triunfo revolucionario de 1959. Sucesivos cambios de nombres y estructuras de los servicios de seguridad cubanos no olvidaron aquel calificativo que permaneció varias décadas en un cuño indeleble de color verde olivo sobre la carátula de los carnés de sus combatientes o en las puertas de los autos de patrulla de Villa Maristas, sedede los órganos de instrucción de los delitos contra la seguridad del Estado.
A pesar de los años transcurridos, la contrarrevolución en el extranjero identifica al G-2 como el servicio secreto cubano y lo incorpora a sus campañas subversivas acusándolo falsamente de cualquier patraña o injerencia foránea tan ridícula y disparatada que hace reír al más incrédulo en las redes sociales.
Este libro se inserta en un escenario histórico anterior a la invasión mercenaria por Playa Girón y ofrece una reseña del nacimiento de los Órganos de la Seguridad del Estado junto a un pueblo en revolución, frente a una guerra sucia encubierta tenaz e implacable perpetrada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra un empobrecido país que recién había derrotado una atroz dictadura.
La narración se mueve entre dos visiones contrapuestas ajenas a cualquier ficción, fundamentada en documentos desclasificados, materiales bibliográficos y testimonios de autores presentes en aquella conflagración.
Un primer capítulo muestra de manera sucinta la génesis de la confrontación y el sustento ético y moral de sus contendientes, la lucha de liberación en la Sierra Maestra y los intentos de Estados Unidos por impedir el triunfo revolucionario.
El segundo ofrece la mirada agraviosa de un enemigo ofuscado que agrede sin piedad a un adversario que se resiste a ser humillado, ante un horizonte que presagiaba, a juicio del imperio, el nacimiento de una amenaza a sus intereses económicos, dentro de una nación considerada históricamente su traspatio, que presuntamente había abierto una brecha al comunismo en América Latina. Tal asidero le despertó un pensamiento irreflexivo que justificó los crímenes más atroces contra una población indefensa a manos de mercenarios que actuaban dentro de organizaciones, grupos terroristas y bandas alzadas, provistos de armas y explosivos que entraban por las costas en lanchas V-20, surcando el mar veloz y silenciosamente en la noche, acortando la distancia que los separaba de los cayos floridanos o de los buques nodrizas de la CIA, estacionados a veinte millas.
¿En qué momentofloreció entre los estrategas yanquis la idea de liquidar una molesta Revolución que había surgido a solo noventa millas de sus puertas? Los historiadores de la Agencia Central de Inteligencia confirman que todo surgióantes del triunfo revolucionario, cuando a principios de 1958 laCIA estuvo tan «preocupada por la orientación pro comunista» de las fuerzas guerrilleras de Fidel Castro Ruz, que la penetración operativa del Partido Socialista Popular se hizouna prioridad en el terreno. El presidente Dwight Eisenhower y la Agencia asumieron erróneamente que el modelo sedicioso convertido en golpe de Estado en 1954 contra el gobierno popular de Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala, bautizado como Operación PBSUCCESS, tendría posibilidades también en la Cuba revolucionaria que se alzaría imponente frente al estrecho de la Florida a partir del 1.ode enero de 1959.
En este segundo capítulo intentamos razonarcómo la CIA logró convencer a su gobiernode que Cuba se había convertido en su principal amenaza en el hemisferio. Los estimados y reportes de Inteligencia sobre la naciente Revolución que la Agencia suministraba en secreto a su gobierno, permiten apreciar un alto grado de manipulación política y negatividad contra la Revolución, muy lejos del criterio equilibrado como podría esperarse en cualquier análisis de Inteligencia a tal nivel. Unasimple lectura de esos documentos lo demuestra; de ahí nuestro propósito en reproducir algunos fragmentos o al menos destacar sus ideas o enfoques más importantes, que inviten al lector a seguir más de cerca el pensamiento de sus autores, bebiendo del propio texto.
La CIA era la responsable del programa subversivo aprobado por el presidente D. Eisenhower el 17 de marzo de 1960 y su principal ejecutor, lo que implicó un compromiso histórico para la Agencia. Nada podría interponerse a esta misión.
Demostrar ante el gobierno yanqui y el mundo que Cuba era una nueva amenaza del comunismo en el continente y, en consecuencia, un peligro de subversión y poderío militar contra algunos de esos países y contra la seguridad nacional de Estados Unidos, se convirtió para la CIA en un objetivo trascendental en el diseño de la operación encubierta.
La otra visión de tan complejo escenario se introduce en el tercer capítulo; la brindan los jóvenes, hombres y mujeres del G-2, a quienes está dedicada esta obra, autores de extraordinarias proezas, más por instinto que por la experiencia que aún no contaban y, sobre todo por el permanente esfuerzo y tesón. Se trata de testimonios de vida de compañeros —muchos ya no están entre nosotros—, que en sus años precoces lucharon contra aquel huracán de fuego rindiendo honor a la lealtad y confianza en Fidel, dotados de inteligencia y habilidad innatas, y junto a su pueblo pusieron de rodillas el programa encubierto de D. Eisenhower, finalmente sepultado enlas arenas de Playa Girón por las balas del Ejército Rebelde, lasMilicias Revolucionarias y el batallón de aguerridos combatientes de la Policía Nacional Revolucionaria.
Sin embargo, esta memoria histórica no aborda el desarrollo de esa victoriosa batalla, cuya riqueza y grandeza rebasan el marco apretado de esta obra.
Muchos libros y documentos publicados en el exterior sobre este acontecimiento trascendente en el continente requieren de una adecuada refutación y precisión histórica. Sirva esta narración a ese necesario designio en estos tiempos.
Capítulo I
Entender las relaciones con Estados Unidos a la luz de las agresiones que mantiene contra Cuba por seis décadas impone acudir a elementos fundacionales como el desarrollo histórico y el contexto ideológico que preside la actuación del imperio por más de dos siglos. Los padres fundadores de esta nación, autotitulados «elegidos de Dios», intentaron justificar desde el sigloxixante la opinión pública un basamento legal que justificara sus pretensiones de adueñarse de Cuba. Los gobernantes que les sucedieron continuaron sedimentando esta idea, que con el paso del tiempo se ha convertido en la plataforma de una política hostil y enfermiza.1
El Gobierno de Estados Unidos ha esgrimido múltiples pretextos para agredir al país y acudido a mecanismos hemisféricos como instrumentos de agresión para influir en la opinión pública norteamericana e internacional y sumar apoyo a sus fines. Con ese objetivo concurrían subterfugios y doctrinas. Son conocidas la Doctrina Monroe, la Teoría de la Gravitación Política, el Destino Manifiesto o el Fatalismo Geográfico, además de la incorporación a finales del sigloxixdel Panamericanismo tutelado, para involucrar a otros gobiernos latinoamericanos en sus fechorías expansionistas. La historia registra otros pretextos esgrimidos por sucesivas administracionesnorteamericanas para frustrar los procesos independentistas y emancipadores en la Isla.
De esta forma fue utilizada en 1898 la explosión del acorazadoMainepara intervenir en la guerra librada por el Ejército Libertador cuando ya se avizoraba la victoria de los independentistas cubanos. En este largo camino, hasta mediados del sigloxxse produjeron cuatro ocupaciones militares, el decisivo apoyo a los golpes de facto y la imposición de políticos serviles a sus intereses.
El anticomunismo en el mundo fue el fundamento ideológico rector de la política exterior de Estados Unidos en la posguerra, materializada en la política de contención —término acuñado por el político George Kennan— que encontró su expresión en la Doctrina Truman de 1947. Más tarde, tuvo agudas manifestaciones en el interior de su propio país como la «cacería de brujas», que encabezó el entonces célebre senador Joseph R. McCarthy en el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes.
Existe un antecedente histórico de sumo interés para los que han estudiado la intensificación de la guerra fría inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, como fue la presencia de oficiales y agentes del servicio secreto nazi fascista en la actividad de Inteligencia contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los países socialistas en los primeros años de posguerra, dirigidos por el G-2 del Ejército norteamericano y más tarde por la CIA.
Académicos estadounidenses como Carl Oblesky acusan a Estados Unidos por haber comprado en los días finales de la Segunda Guerra Mundial los servicios de una organización de Inteligencia nazi creada a exprofeso por el general Reinhard Gehlen, exjefe de la sección de ejércitos extranjeros del este de Europa y de la Unión Soviética en el cuartel general del Ejército alemán durante la guerra.
El Ejército de Estados Unidos proporcionó un alto financiamiento al general nazi, el que empleó exoficiales alemanes SS y agentes que habían operado en Europa del Este, creando un servicio de Inteligencia conocido como Organización Gehlen, predecesora del BND, el Servicio Federal de Inteligencia de Alemania Occidental en 1955.2
Un peso importante de la información secreta sobre la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia sería suministrado durante años a la CIA por una red internacional totalmente reconstruida por agentes SS nazis. Todo aquello contribuyó a agudizar aún más la guerra fría desde sus inicios.
El anticomunismo marcó la guerra fría en América Latina mediante el respaldo a regímenes de extrema derecha, la creación de escuadrones de la muerte y la represión a los partidos comunistas, obreros y progresistas, según dictados de Washington. El dominio estadounidense sobre el continente se vio reforzado con los acuerdos militares amparados en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la creación en 1948, de la Organización de Estados Americanos (OEA). La CIA fue creada en 1947 como parte del esquema de dominación imperante.
La manipulación del fantasma del comunismo fue utilizada contra nuestro país con diferentes enfoques, como veremos más adelante en el contenido de los reportes y estimados de Inteligencia de la CIA dirigidos a sus órganos de poder, desde la temprana referencia sobre la supuesta presencia de comunistas en el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra y en el nuevo Gobierno Revolucionario, hasta la llamada amenaza comunista cubana en el Caribe y la exportación de sus ideas en el continente. Con esta arma intentaron justificar las acciones agresivas que el Gobierno de Estados Unidos realizaba contra un pequeño y empobrecido país vecino, que recién se había liberado de una cruenta dictadura.
La supuesta influencia comunista en el hemisferio marcó la preeminencia de la política yanqui desde antes de enero de 1959, encaminada a acusar a Cuba de su pretendida responsabilidad en «la inestabilidad en el Caribe», su «incompatibilidad» con el sistema regional, el «peligro» a la seguridad hemisférica, la «exportación» de la revolución y consecuentemente el peligro para la propia «seguridad nacional estadounidense».
Cuba fue presentada como una revolución que entregó el poder a los comunistas, fundamento al que llamaron «La revolución traicionada», como lema escogido entre otros, para justificar su política agresiva contra la Isla. No faltó el supuesto influjo de la Isla y de sus ideas marxista-leninistas en países latinoamericanos como una ideología ajena al sistema interamericano, argumento que fue utilizado para separarla de la OEA en 1962.
Cualquier pretexto fue válido para agredir o justificar aquella política en todos los frentes bajo el principio de la «negación plausible», una forma de encubrir la responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos ante tales actos.
La manipulación del fantasma del comunismo alcanzó nueva dimensión al establecerse las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Unión Soviética el 8 de mayo de 1960, las que fueron calificadas como una amenaza para Estados Unidos. A partir de entonces se le calificó como un satélite soviético, propagador de sus ideas y encargado de instigar procesos transformadores en América Latina, lo que ha sido el basamento de una política agresiva que se extiende en el tiempo.
Entender a fondo cómo la CIA logró involucrar a Washington en un programa encubierto que promovió una guerra sucia a gran escala contra un pequeño país como Cuba, con el objetivo de cambiar en un año un gobierno por otro que fuera del agrado de Estados Unidos, requiere una explicación que solo la historia puede brindarnos.
Con anterioridad, la doctrina del presidente Harry Truman había sonado las alarmas del Congreso en 1947 ante la inminencia de una supuesta expansión soviética de consecuencias incalculables para la propia seguridad nacional. En esos momentos se estaba produciendo una crisis interna en Grecia, donde existía la supuesta amenaza de los comunistas de tomar el poder, también sucedió en otras regiones europeas y aquel presidente exageró el peligro ante el Congreso estadounidense, pues se dice que su objetivo era potenciar financieramente con fondos ilimitados una oposición interna en Grecia y otros países del continente para detener tal «amenaza».
El manido pretexto de «frenar el avance del comunismo» le permitió después a la CIA desarrollar con recursos millonarios una maquinaria colosal subversiva, en la que su principal fuerza motriz serían las acciones encubiertas y el espionaje, con el uso ilimitado de la penetración de agentes a escala global. La CIA había nacido al mundo en 1947 como un órgano recolector de inteligencia y elemento coordinador entre distintas agencias de actividades relacionadas con la seguridad nacional de Estados Unidos. Pero su capacidad expansionista requería de nuevos instrumentos al servicio de la guerra fría.
El momento más trascendente en el orden estructural llegó para la CIA cuando organizó sus operaciones encubiertas a cargo del veterano oficial del OSS Frank Wisner, bautizado con el nombre de Oficina de Coordinación Política, encargada del sabotaje, la propaganda negra y el apoyo a grupos de resistencia clandestinos y elementos anticomunistas.
Las denominadascovertactions incorporaron el complot y la guerra sucia, el sabotaje económico, el entrenamiento de terroristas, los secuestros, asesinatos de líderes políticos ylos golpes de Estado a su accionar en el mundo, lo que se convirtió en expresión de un verdadero terrorismo de Estado. En 1952 esta oficina era ya conocida como Directorio de Planes de la CIA con el control del 75 % del presupuesto de la Agencia.
Según Howard Hunt, oficial de alto rango de la CIA,«[…] la Oficina de Coordinación Política […] había sido proyectada para que fuera el brazo ejecutor de la actuación clandestina de nuestro gobierno […] El enemigo era, desde luego, el comunismo internacional en todas sus manifestaciones […] Formó equipos de operaciones paramilitares, guerra política y psicológica y guerra económica […]».
El año 1953 recoge una de las primeras operaciones encubiertas en «tiempo de paz», bajo el principio de la negación plausible. Trata del derrocamiento del primer ministro iraní Mohamed Mossadegh, a raíz de la nacionalización de yacimientos petroleros en esa nación. Los gobernantes incorporaron en su arsenal agresivo contra otros países «hostiles» a Estados Unidos una nueva variante de agresión, lo mismo en tiempos de paz o de guerra o cuando el surgimiento de esta última fuera considerado inminente.
Allen Dulles se convirtió en el primer director civil de la CIA, ya que hasta ese momento la jefatura había estado en manos de entorchados generales. La «era Dulles», según investigadores del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado (CIHSE), se caracterizó por el desenfreno de la CIA en realizar actividades encubiertas por doquier, con una enorme plantilla de operativos y analistas extraídos de la élite estadounidense, presupuestos ilimitados y bajo una débil supervisión legislativa y presidencial.3Estas operaciones serían una parte esencial de la política de seguridad nacional del presidente D. Eisenhower. Desde entonces, la CIA desarrolló ilegales operaciones ultra secretas dentro y fuera de Estados Unidos a espaldas del Congreso estadounidense.
En 1954 organizó el golpe de Estado contra el gobierno popular de Jacobo Arbenz Guzmán, bautizado como Operación PBSUCCESS. La sediciosa operación contra un pequeño país centroamericano marcó el inicio de un proceso de represión y torturas que llevó a la muerte a más de 200 mil guatemaltecos en los años siguientes. Según la revista norteamericanaNation, el Departamento de Estado yanqui exigió al gobierno golpista que limpiara de comunistas el país. Otras fuentes señalan que personal vinculado a la CIA había elaborado una lista de 75 mil «comunistas peligrosos» que debían ser eliminados. El golpe de Estado devenido en genocidio en Guatemala constituyó el punto de partida de una espiral ascendente de crímenes y atropellos.
Desde entonces, la CIA se vería asociada a los proyectos y operaciones secretas más insólitas y brutales: Pluto, Mangosta, Múltiple Vía, JMWAVE, Cuerpos de Paz, Camelot, MKultra, Mockingbird, Phoenix, Cynthia, Canal I y II, Operación Chile, Irán-Contras, entre otras. Pero no es propósito de este libro abordar estas operaciones, sino invitar al lector al conocimiento de esteinframundocreado por la CIA el pasado sigloxx.
La CIA identificó a Fidel Castro en uno de sus primeros informes secretos como «uno de los jóvenes estudiantes en Cuba que consigue involucrarse en muchas cosas que no le importan».4Según historiadores de la Agencia «[…] a inicios de 1948, las actividades de Fidel Castro llegaron a preocupar considerablemente a la Agencia Central de Inteligencia y al Gobierno de los Estados Unidos – USG [United States Goverment]. A principios de 1960 el USG oficialmente adoptó un programa de acción encubierta designado a derrocar el gobierno de Castro y eliminar su control de la Isla. La política del USG sería llevada a cabo por la CIA y culminaría en las operaciones de Bahía de Cochinos entre el 17 y 19 de abril de 1961 […]».5
De acuerdo con estas fuentes, desde inicios de 1958 y aún después de que Estados Unidos hubiera formulado su política oficial para tratar de sustituir a la Revolución, las principales preguntas a las que se enfrentaron la División del Hemisferio Occidental de la CIA, el Departamento de Estado y otros jefes preocupados en Estados Unidos fueron: ¿Qué es Fidel Castro? ¿Quién lo controla? ¿Qué representa? ¿Es o no comunista?
La naturaleza del interés de la Agencia al responder estas preguntas se refleja en varios archivos para el periodo que se inicia a mediados de los años cincuenta cuando parecía que la CIA dependía en gran parte de lo que informaban las oficinas de la embajada norteamericana en La Habana.
Es de interés otro comentario de la CIA sobre el informe «Actividades y antecedentes antidemocráticos de Fidel Castro» preparado por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) del dictador Batista, supuestamente en respuesta a una solicitud del Buró para la Represión de Actividades Comunistas (BRAC).
El entonces consejero de la embajada norteamericana en La Habana, Lincoln Vinton Chapin, le dijo al representante de la CIA:«[…] el informe del SIM no es más que un resumen de las alegaciones y acusaciones hechas contra Fidel Castro durante el periodo 1948-1950. Este resumen aparentemente ha sido preparado en un esfuerzo por hacer aparecer a Castro como “rojo”, pero el resultado es bastante pobre».6Este funcionario «[…] refutó, párrafo por párrafo, todas las acusaciones que indicaban que Castro había estado vinculado con los comunistas, o simpatizantes de los comunistas, desde sus días universitarios; y al presentar el informe al jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, el jefe de Estación Habana indicó que él estaba trasmitiendo la información debido al renovado interés por el Departamento de Estado sobre Fidel Castro […]».7
Durante un encuentro de trabajo secreto celebrado en La Habana en 1956 en el que participóun numeroso grupo de jefes de estaciones de la CIA en países de América Latina, al mencionarse el nombre de Fidel Castro, el embajador yanqui en Cuba Arthur Gardner, invitado a la reunión de espías, preguntó al alto funcionario que presidía la reunión: «[…] ¿No estuvo Castro involucrado en las revueltas de Bogotá? […]». Aquel le respondió: «[…] Profundamente involucrado… El famoso Bogotazo […]».
Según fuentes de la CIA, el tono de los informes del Departamento de Estado relacionado con Fidel Castro continuó de forma similar en 1957, pero las acusaciones de que era comunista«no podían ser sustanciadas».8
Los informes de la embajada en La Habana también reflejaron otro de los problemas de continua preocupación para la comunidad de inteligencia de Estados Unidos: «[…] ¿Tendría Castro fuerza suficiente para derrocar a Batista y serían amistosos sus sentimientos básicos hacia los Estados Unidos? […]».9
El Gobierno norteamericano dependía entonces en gran medida de su embajada para trazar su política sobre un país sobre el que ejercía una tutela absoluta en lo económico y político a lo largo de ese siglo. Otros documentos desclasificados de la etapa 1951-1961, en especial los posteriores a 1959, indican una gran dependencia del Gobierno yanqui a la información cosechada por sus servicios especiales desde su Estación Habana de la CIA para la elaboración de la política contra un país al que consideró desde 1959 un peligro y consiguiente prioridad en el continente, ante la eventualidad de una penetración comunista.
Se trataba de evaluaciones o estimados de Inteligencia muy prejuiciados sobre la realidad social de un país cuya población en su mayoría era considerada inferior por los servicios estadounidenses. Dicha información estaba dirigida a una élite política visceralmente anticomunista en Washington que desempeñó un activo papel en el sostenimiento del régimen de Batista y después contribuyó de forma muy activa para derrocar la dirección de un gobierno revolucionario dirigido por Fidel Castro, del que desconfió de sus ideas emancipadoras desde que luchaba en la Sierra Maestra.
El propio Fidel recordó años después que, en los tiempos del bogotazo, él apoyaba la independencia de Puerto Rico, la recuperación de las Malvinas por Argentina, el derrocamiento del dictador Trujillo en SantoDomingo, entre otras luchas:«[…] Esos eran nuestros programas, más bien antimperialistas y antidictatoriales, no socialistas todavía […]».10
Refiriéndose a aquellas experiencias de lucha, Fidel ha expresado que las ideas marxistas, todavía muy incipientes, no tuvieron nada que ver con su conducta, y que la reacción espontánea procedía de ideas martianas, antimperialistas, prodemocráticas, que estaban presentes en muchos jóvenes de esos tiempos.
Fidel fue un profundo conocedor de la literatura marxista y después de culminar su carrera de Derecho descubrió que había adquirido una conciencia política más radical; que sabía cada vez más sobre Marx y Lenin, y leía a Engels y a otros autores en materia económica o filosófica, pero en especial las concepciones y teorías políticas de Carlos Marx. Reconoció que el marxismo le enseñó lo que era la sociedad. «[…] si Ud. no llega a entender realmente la historia de la lucha de clases, o por lo menos, que la sociedad está dividida entre ricos y pobres, y que unos someten y explotan a los otros, Ud. está en un bosque sin saber absolutamente nada […] Si Cristóbal Colón no tiene una brújula, no llega a ninguna parte. Pero existía la brújula, yo tenía una brújula: fue lo que encontré en Marx y en Lenin. Y la ética —vuelvo a repetir— que encontré en Martí […]».11
Fidel razonó que cuando se produjo el golpe de Estado de Batista ya él tenía elaborada una estrategia para el futuro basada en un programa revolucionario y en organizar un levantamiento popular, pues contaba con las ideas revolucionarias fundamentales que están presentes en su autodefensa por los sucesos del Moncada, reconocida comoLa historia me absolverá.
De acuerdo con documentos norteamericanos desclasificados, la CIA aportó significativos fondos financieros para sostener la labor subversiva de una organización anticomunista, secreta, dirigida contra las organizaciones revolucionarias y contra el movimiento obrero, conocida como Movimiento de Integración Democrática Americana (MIDA). No solo se trataba de apoyo material, también era utilizada en otras acciones clandestinas de apoyo a la CIA. Existen evidencias documentalesque demuestran que el MIDA reclutaba a sus miembros en diferentes sectores sociales. En 1954 su carné de identificación denominaba a sus integrantes como combatientes, los que juraban «defender la democracia y la libertad y luchar contra el comunismo». Pero, ¿qué era aquella agrupación tan secreta que los historiadores de entonces apenas mencionan?
La CIA declaró que a mediados de los años cincuenta, su Estación Habana dirigía siete proyectos de contrainteligencia, la mayoría dirigidos contra el Partido Socialista Popular (PSP); pero sus fondos también eran utilizados para apoyar los esfuerzos de una organización anticomunista encargada principalmente de actividades de propaganda, la que no identificaron en el documento.12Según nuestra apreciación la CIA se refería al MIDA.
La Estación Habana financiaba, además, a agentes encubiertos sembrados desde años anteriores en la sociedad civil de entonces. En contubernio con los órganos represivos batistianos, aplicaba modernos recursos técnicos secretos para labores de seguimiento, control telefónico y escucha microfónica ilegal contra ciudadanos que militaban en movimientos revolucionarios y progresistas del país. Fortaleció el asesoramiento al aparato policíaco-represivo de la dictadura, de conjunto con el Buró Federal de Investigaciones (FBI), sin excluir la estrecha colaboración con los cuerpos militares.13
La CIA recomendó a la tiranía crear un aparato represivo contra el movimiento comunista, incluidos los líderes de organizaciones políticas, estudiantiles o sociales a los que consideraba adversarios.
El Buró para la Represión de Actividades Comunistas fue fundado de manera oficial por Decreto Presidencial No. 1307 del 4 de mayo de 1955, adscrito al Ministerio de Gobernación y calificado como «instrumento idóneo para afrontar la terrible amenaza de la barbarie roja».14 Quedó constituido en una ceremonia presidida por el ministro de Gobernación Santiago Rey Pernas, a la que asistieron connotados esbirros como el general Martín Díaz Tamayo, Orlando Piedra Negueruela del Buró de Investigaciones, Antonio Blanco Rico del Servicio de Inteligencia Militar, Enrique Fernández Parajón de la Policía Secreta y otros altos oficiales de órganos represivos. Esta estructura paramilitar estaba subordinadapúblicamente al ministro de Gobernación, su presidente, y al teniente coronel Mariano Faget Díaz, como secretario general. Designado al cargo de segundo jefe fue el teniente José Castaño Quevedo, quien además fungía como agente de enlace con la Estación Habana, en la embajada yanqui de la capital cubana.
El 6 de mayo de 1955 el Partido Socialista Popular hizo declaraciones de protesta por la creación de este órgano represivo y denunció que reprimiría no a los comunistas, sino a toda la oposición al régimen.
Desde 1953 el gobierno de Batista dictaba leyes y decretos conforme a decisiones tomadas en reuniones internacionales lideradas por Estados Unidos, cuyo lema era «impedir la política injerencista del comunismo internacional». Ese mismo año se enunció ilícita la formación y existencia de organizacionesprogresistas y comunistas; más tarde sedeclaró incompatible con el servicio públicocualquier manifestación comunistay se prohibió la entrada al territorio nacional o expulsión de los extranjeros considerados propagadores del comunismo. De cada militante del Partido Comunista se elaboraba una ficha biográfica y se valoraban los disímiles actos que la organización realizaradentro del país. A partir de los años 1954 y 1955 el BRAC fue atendido directamente por el dictador Batista.
El 15 de julio de 1955 el director de la CIA escribió una carta a Fulgencio Batista en la que le sugería el envío de uno de los jefes del BRAC a Washington para «discutir con él algunas de las técnicas usadas para combatir las actividades del comunismo internacional». Eran evidentes los fuertes vínculos entre el jefe de la CIA y los jefes principales de dicho buró represivo.
[…] Faget y Castaño llegaron a perfeccionar a tal nivel el trabajo del BRAC, que lo convirtieron en el órgano de investigación más técnico de esa época. Ambos oficiales se jactaban públicamente de ser «especialistas anticomunistas».
[…] Después de la salida de la prisión de Fidel y sus compañeros de la generación del centenario, también pasaron a ser blanco predilecto de este órgano de investigación. Muchos comunistas y revolucionarios cubanos fueron torturados y masacrados en las mazmorras de estos aparatos policíacos […] sus cuerpos aparecían dispersos en lugares recónditos o a veces en plena vía, para que sirviera de escarmiento; otros eran enterrados en lugares clandestinos o arrojados al mar. Muchos de los asesinos fueron acogidos con beneplácito por el Gobierno de los Estados Unidos, posterior al triunfo de la Revolución […]».15
El Gobierno norteamericano, sus servicios de Inteligencia y las misiones militares dentro del país nunca condenaron los crímenes y la represión desatada por la dictadura. Los asesores yanquis se mantuvieron impasibles ante los asesinatos, la tortura y las violaciones a los derechos humanos del pueblo cubano.
La creación del BRAC y la visita a La Habana de Allen Dulles habían sucedido pocos días antes del 15 de mayo de 1955, cuando se produjo la excarcelación de los asaltantes al cuartel Moncada, dada la enorme presión popular que obligó a la dictadura a incluirlos en la Ley de Amnistía de inicios de aquel mes.16
La visita de Allen Dulles abrió las puertas a otras similares. Quizás, las del inspector general de la CIA Lyman Kirkpatrick tuvieron mayor importancia operativa. Sus tres visitas constituyeron la más completa comprensión de la directa intervención de la comunidad de inteligencia norteamericana en el apuntalamiento de la tiranía y el enfrentamiento a las acciones revolucionarias. Cada una de ellas trajo consigo un incremento de las acciones directas de la CIA contra el movimiento revolucionario.
Una sustancial entrevista en enero de 2006 al general de división Manuel Fernández Crespo, asesor del CIHSE, ya fallecido, evidencia la prioridad brindada por la CIA en el asesoramiento y control de los órganos represivos, en particular al BRAC. Sus reflexiones versaron sobre las acciones solapadas que en este sentido realizaban los servicios especiales norteamericanos, que no solo se limitaban a las visitas de Allen Dulleso J. C. King, sino, incluso, a las que anualmente hacía el inspector general Lyman Kirkpatrick.
Aquella «cooperación» fue diaria y sistemática por parte de los oficiales de la Estación Habana en la capital cubana, así como los representantes del FBI y de otros servicios como el de Inteligencia Naval. El 12 de enero de 1959, en uno de los archivos de las oficinas del Servicio de Inteligencia Militar batistiano, las fuerzas revolucionarias ocuparon un listado donde se encontraba el teléfono privado 30-3151 correspondiente a la embajada de Estados Unidos en La Habana, y los nombres de cinco funcionarios diplomáticos con sus respectivos carnés del SIM: Charles Edward Wilson (oficial CIA con manto de primer secretario), John Joseph Wachter (agente especial FBI con manto de agregado legal), Elton T. Prather (oficial de Inmigración), Albert George Vaughan (agregado diplomático) y David S. Morales (oficial CIA con manto de agregado diplomático.17
Fernández Crespo consideraba que el estado mayor de la lucha contra el movimiento comunista y obrero y los movimientos revolucionarios radicaba sin dudas en la Estación dentro de la sede diplomática norteamericana. «No era un asesoramiento desinteresado», añadió el actor histórico, estudioso de estos temas durante gran parte de su vida. «Se incrementaba la eficiencia de los aparatos policíacos de la dictadura como una vía para elevar la disponibilidad y calidad de la información que la misma CIA requería. Aunque pueda resultar increíble, hasta las informaciones de las personas que solicitaban licencias de conducción se remitían para los bancos de datos de la comunidad de inteligencia norteamericana, a través de los mecanismos de coordinación existentes. Qué decir entonces de la información acerca de los militantes comunistas que se procesaban. Esos tenían la máxima prioridad».18
Después del incruento golpe de Estado encabezado por Fulgencio Batista Zaldívar el 10 de marzo de 1952, Fidel Castro concibió la lucha armada para movilizar a las masas oprimidas y derrocar a un régimen tiránico y antipopular apoyado por el Gobierno de Estados Unidos.
En el verano de ese año —bajo su dirección junto a Abel Santamaría Cuadrado—, una vanguardia de jóvenes que procedían de la ortodoxia19comenzó a organizar en los límites de La Habana un movimiento de naturaleza secreta y estructura celular compartimentada, sobre la base de pequeños grupos vinculados solo por medio de sus jefes, para cumplir importantes misiones mediante un comité militar y otro civil. Pronto lograron evadir el accionar de aparatos represivos como el Servicio de Inteligencia Militar y el Buró de Investigaciones de la Policía Nacional, comandados por esbirros policiales como Rafael Salas Cañizares, Esteban Ventura Novo y Conrado Carratalá Ugalde, quienes despuntaban ya como principales represores de la tiranía en las ciudades.
Las juiciosas medidas de seguridad y compartimentación de los jóvenes contribuyeron de manera decisiva a su principal objetivo en la provincia oriental. En la madrugada del 26 de julio de 1953 se produjeron los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. Solo cinco compañeros cayeron en combate, pero cincuenta y cinco fueron asesinados a mansalva por órdenes directas del dictador Batista.
Durante todo el año 1954 y la primera parte de 1955, los moncadistas permanecieron encerrados en el Reclusorio Nacional para Hombres en Isla de Pinos, tiempo que aprovecharon para fundar la Academia Ideológica Abel Santamaría y la biblioteca Raúl Gómez García, a través de las cuales profundizaban sus conocimientos culturales mientras se superaban en el terreno político e ideológico.20Dentro de la prisión Fidel fue capaz de reescribir el texto de su autodefensa «La historiameabsolverá» que poco a poco fue extraído clandestinamente y distribuido por toda la nación. En aquellos momentos en que habían sucedido los asaltos a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, la CIA trabajaba para evaluar y contrarrestar la creciente efervescencia revolucionaria dentro del país.
Estados Unidos reforzó su presencia en Cuba mediante la asistencia militar y el establecimiento de misiones dentro del Ejército, la Marina de Guerra y la Aviación. Estos convenios de cooperación sirvieron para el adiestramiento del ejército batistiano en su lucha contra las guerrillas, el suministro de grandes cantidades de armamento, felicitaciones y condecoraciones por el presidente D. Eisenhower a altos oficiales, entre ellos, al jefe del Estado Mayor Conjunto, general Francisco Tabernilla y Dolz, y a un hijo de este, jefe de la Aviación, Marcelo Tabernilla Palmero, culpable del bombardeo indiscriminado a numerosas poblaciones en la zona de conflicto.
En mayo de 1954 el presidente D. Eisenhower concedió a Tabernilla la Legión del Mérito con rango de «Commander por sus servicios extraordinariamente meritorios desde el 10 de marzo de 1952 al 20 de mayo de 1954». Explica la proclama del presidente norteamericano:
Después de ser designado jefe de Estado Mayor, el general Tabernilla inició un vigoroso programa de reorganización y modernización del Ejército de Cuba, siempre con lavista fija en una completa coordinación y cooperación con las fuerzas armadas de Estados Unidos de América en la defensa común del Hemisferio Occidental […] El general Tabernilla ha puesto siempre su desinterés e integridad de carácter al servicio de su patria y de la coordinación y cooperación entre el Ejército de Cuba y los Estados Unidos de América, aun en detrimento de sus intereses personales. En este distinguido soldado tiene los Estados Unidos un capaz y distinguido amigo […].21
Literalmente, de un plumazo el presidente exculpaba y daba su espaldarazo a los perpetradores del golpe militar del 10 de marzo.
El 15 de mayo de 1955 la enorme presión popular ejercida por diversos medios obligó al gobierno batistiano a declarar una amnistía que les concedía la libertad a los moncadistas; aunque los forzó a abandonar el territorio nacional de inmediato. La CIA priorizó sus intereses informativos sobre la filiación política e ideológica de Fidel y de otras importantes figuras del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), la actividad solidaria de emigrados cubanos en el extranjero y los vínculos con el Partido Socialista Popular. Durante los primeros meses de 1956, los combatientes exiliados en México eran vigilados por la Policía Federal de ese país, por individuos a sueldo de los aparatos represivos batistianos y por la CIA. También estuvieron bajo la mirada de otros agentes yanquis encubiertos.
Uno de los espías utilizados por la CIA para esta vigilancia fue John Meckpless Espírito, quien reveló una larga historia como agente de los servicios de Inteligencia de su país, años después, cuando fue detenido en Cuba en diciembre de 1962 por sus actividades terroristas.
Otros delatores a sueldo fueron Nicolás Cartaya Gómez, agregado Naval de la sede diplomática batistiana en Ciudad de México, el cual dirigía la labor de seguimiento de los moncadistas, e individuos como Rafael del Pino Siero y el policía batistiano Evaristo Venereo González; ambos buscaban afanosamente cualquier información sobre la estancia de Fidel y sus compañeros en México. De acuerdo a investigaciones históricas, los aparatos represivos batistianos en ese país poseían información biográfica sobre Fidel y sus intenciones de regresar a Cuba para fomentar la lucha insurreccional.
En horas de la noche del 25 de noviembre, desde el puerto de Tuxpan, y a pesar de algunas detenciones, ochenta y dos expedicionarios al mando de Fidel Castro y Juan Manuel Márquez partieron rumbo a Cuba en el yateGranma. Pasada una semana, luego de una azarosa travesía a causa del mal tiempo, avistaron las costas de la Isla.
En horas de la madrugada del 2 de diciembre de 1956, los expedicionarios desembarcaron en Los Cayuelos, a unos dos kilómetros de la playa Las Coloradas, al noroeste de Cabo Cruz, en la costa sur de la provincia de Oriente. Tras el revés de Alegría de Pío, el 5 de diciembre, y la reagrupación posterior de Fidel y Raúl Castro en Cinco Palmas el 18 del propio mes, el reducido grupo de expedicionarios y campesinos se adentraron en la Sierra Maestra para fomentar la lucha guerrillera.
Muy importante en aquellas difíciles circunstancias fue la protección de la vida del Comandante Fidel Castro Ruz,22dicha misión la asumieron inicialmente los combatientes Juan Almeida Bosque, Ernesto Guevara de la Serna, Universo Sánchez Álvarez, Faustino Pérez Hernández y sus máscercanos compañeros, como parte del incipiente núcleo guerrillero que contaba con el apoyo de campesinos como Guillermo García Frías, su padre y hermanos; Crescencio Pérez Montano, su hermano Ramón (Mongo) Pérez y sus hijos; y familias campesinas como los Pardo-Guerra y los Sotomayor, entre otras.
La tiranía de Batista utilizó muy temprano el anticomunismo contra los guerrilleros y el movimiento insurreccional para desacreditar a las fuerzas revolucionarias. Documentos desclasificados norteamericanos muestran los frenéticos esfuerzos por descifrar las posiciones comunistas dentro y fuera de las montañas y el minucioso rastreo sobre cualquier antecedente de este carácter en sus principales líderes. Los primeros hombres reclutados por la CIA tenían este objetivo entre sus misiones.
Durante las primeras semanas del año 1957 los rebeldes concentraron parte de sus esfuerzos en la creación de una base logística campesina que asegurara el abastecimiento de víveres, el dominio de la situación en el terreno y el conocimiento de las personas residentes en la zona. Esto conllevó a buscar contactos con quienes estuvieran dispuestos a apoyarlos para crear redes de colaboradores y fijar los puntos de enlace con el llano.
La labor se fue consolidando hasta convertirse en un efectivo sistema de aviso capaz de alertar a la pequeña tropa rebelde sobre la presencia del ejército batistiano en la zona de operaciones y mantener relación con el movimiento clandestino en poblados y ciudades cercanas como Manzanillo, Bayamo y Santiago de Cuba, hasta alcanzar similar nivel de correspondencia con La Habana y el resto de las provincias. Esas fuentes, entre otras misiones, debían conocer los desplazamientos del enemigo en el teatro de operaciones y su moral combativa, así como la presencia dentro de los cuerpos armados de militares inconformes y opuestos a los métodos represivos, los que podrían estar dispuestos a colaborar o a unirse a las fuerzas revolucionarias. El accionar de seguridad se fue instrumentando gradualmente según las circunstancias y aprovechando las posibilidades que iban surgiendo en las complejas condiciones en que se movía la guerrilla en el monte.
A principios de 1958 el Comandante Fidel Castro designó al expedicionario delGranmaHoracio Rodríguez Hernández para que sirviera de enlace con campesinos y obreros agrícolas que residían en el territorio del Primer Frente José Martí. Estos, al pernoctar diariamente en el teatro de operaciones, recogían importantes informaciones sobre la composición y armamento de las fuerzas batistianas y sus desplazamientos en el terreno.
En el mes de abril el comandante Raúl Castro Ruz creó el Cuerpo de Oficiales de Inteligencia Rebelde (IR), una decisión que marcaría un hito en la historia de los futuros órganos de Seguridad cubanos.23El teniente Arturo Lince González, desde la Comandancia Central del Segundo Frente Oriental Frank País, fungía como jefe del naciente servicio de Inteligencia, que buscaba conocer sobre la ubicación, armamento, planes y moral de las hordas batistianas.
En múltiples ocasiones los colaboradores del Ejército Rebelde en las zonas rurales y sus redes clandestinas en las ciudades lograron obtener valiosas indagaciones sobre las capacidades del ejército batistiano y las operaciones de sus aparatos represivos. Algunas veces este conocimiento permitió evadir al adversario o facilitó hostigarlo a pesar de su superioridad en fuerzas y medios.
Documentos norteamericanos demuestran los frenéticos esfuerzos por descifrar las posiciones comunistas en el movimiento revolucionario. Una petición del Departamento de Estado en enero de 1958 a sus embajadas en La Habana, Bogotá, Buenos Aires, Ciudad Guatemala, Ciudad de México, San Salvador, San José de Costa Rica y el consulado en Santiago de Cuba, solicitaba una caracterización política de Fidel Castro.24 En el mes de febrero de ese año se produjo otra solicitud sobre el comandante Ernesto Che Guevara.
Un documento del secretario de Estado, John Foster Dulles, dirigido a la embajada norteamericana en La Habana el 2de juliode 1958, demandaba un estudio especial25sobre la influencia comunista en líderes potenciales del movimiento revolucionario, partidos políticos, círculos estudiantiles e intelectuales, movimiento obrero y medios de comunicación; lo debía realizar «en consulta con las agencias norteamericanas apropiadas» [léase CIA].26Otro memorando dirigido al secretario asistente de Estado, elaborado a finales de septiembrede 1958, se refería también a la «penetración comunista» en el Movimiento 26 de Julio.27
La obsesión de la CIA y el Gobierno norteamericano sobre los supuestos vínculos del movimiento revolucionario de Fidel Castro con el comunismo se hizo creciente. Según informes de la propia Agencia a principios de 1958, estuvo tan preocupada por la orientación pro-comunista de Castro, y particularmente las proclividades de sus dos principales sustitutos: Ernesto Che Guevara y Raúl Castro Ruz, que la penetración del Partido Socialista Popular se tornó una prioridad en el terreno; según la CIA, al menos dos agentes fueron colocados dentro de las filas del PSP y, en marzo de 1958,un oficial de la Agencia logró unirse a las de Castro en las montañas por un periodo de dos semanas y observar sus tácticas en el combate.
Tanto dentro como fuera del Departamento de Estado, continuaron reflejando su preocupación sobre las vías posibles para combatir la progresiva fuerza del movimiento de Fidel Castro en Cuba. En documentos históricos de la CIA se aprecia, en momentos en que sus temores sobre el movimiento iban creciendo, cómo se produce una propuesta un tanto diferente, que reflejaba el desconocimiento de la CIA sobre la verdadera personalidad y postura de principios del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. El plan fue presentado por el jefe del Servicio Clandestino del Equipo Psicológico y Político de la División Paramilitar de la Agencia.
El funcionario de la CIA Alfred Cox, en lugar de tratar de azotar a Castro, propuso que quizás la acción más inteligente para la CIA sería unirse a Castro y tratar de remediar su actitud hostil hacia Estados Unidos debido a los esfuerzos de este último por mantener a Batista. Entonces sugirió: «[…] una forma práctica de proteger los intereses de los Estados Unidos en este asunto sería hacer un contacto secreto con Castro paraasegurar la simpatía de los Estados Unidos con algunos de sus objetivos y ofrecerle apoyo. […] El medio más seguro de ayuda sería darle dinero a Castro, quien entonces compraría sus propias armas. Una combinación de armas y dinero probablemente sería lo mejor […]».28Cualquier aclaración sobre esta propuesta es innecesaria, pues no tenían la más remota idea de quién era Fidel Castro.
La historia recoge otros intentos mediadores en 1958 para resolver un asunto de vital importancia que se les iba de las manos, en momentos de una gran ofensiva del Ejército Rebelde y de inminente desplome de la tiranía batistiana.
Otra propuesta de la División del Hemisferio Occidental de la CIA en diciembre de 1958 solicitaba a su División Paramilitar (PMD) que estableciera una pequeña fuerza de tarea de contingencia, capaz de hacer lanzamientos aéreos en Cuba. Dos representantes fueron enviados a La Habana con el objetivo de localizar y valorar las posibles zonas para esa acción y seleccionar individuos disidentes que fueran tanto anti-Castro como anti-Batista. La CIA confiaba en organizarlos y armarlos a tiempo, de forma tal que pudieran evitar que Castro tomara el control del gobierno si Batista renunciaba de repente o si decidía abandonar el país.29 «[…] El 31 de diciembre de 1958, la División Paramilitar reportó a la CIA que se había solicitado un C-54 “estéril” a Europa y la Oficina de Logística tendría una carga de armas lista para hacer un lanzamiento el 2 de enero de 1959 […]».30Obviamente, esto no se produjo.
Según los historiadores de la Agencia, para fines del otoño de 1958, cuando era aparente que el régimen de Batista en Cuba estaba a punto de colapsar, la Agencia y el Departamento de Estado acordaron un plan para sacar a Batista «de forma elegante» y lograr que un gobierno nuevo asumiera la dirección del país, no mediante el candidato presidencial que había sido electo en las amañadas elecciones, sino «por una Junta pendiente a posteriores elecciones libres y democráticas».
[…]El coronel J. C. King, jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, se reunió con William D.Pawley el ١٨-١٩ de noviembre de ١٩٥٨ para discutir un plan mediante el cual Pawley viajaría a Cuba para reunirse con Batista en un intento por convencerlo de que se fuera sin ruidos […] Pawley era un viejo conocido y amigo de Batista desde los díasen que había estado dirigiendo la aerolínea cubana. […] Como pago al apoyo de Batista a una Junta Militar amistosa —que nominalmente sería responsable de su derrocamiento—, los representantes del Departamento de Estado y la CIA acordaron que a Batista había que concederle toda la seguridad, así como para sus amigos y aliados más cercanos, cuyas vidas correrían peligro si se producía un derrocamientoviolento de su gobierno. A Batista también se le protegerían sus propiedades personales en Cuba […]».31
De acuerdo al relato histórico, el enviado Pawley cumplió su misión y presentó su plan a Batista sin golpe de Estado. Batista lo aceptó de forma calmada y estuvo de acuerdo con gran parte de su análisis sobre la situación; pero dijo que él no podía aceptar la Junta […]».32 El jefe de la Estación Habana reflejó la evaluación que hiciera Pawley de la reunión: «[…] Batista no aceptará el plan y hará todo lo posible por entregar el gobierno a Rivero Agüero (el candidato de Batista que había sido nombrado candidato presidencial en unas elecciones amañadas). Sin embargo, desarrollos no favorables pueden provocar un cambio de actitud por parte de Batista […]».33
La CIA registra que, luego de la visita de Pawley, la situación en Cuba se deterioró con prontitud y las políticas del Gobierno de Estados Unidos con respecto a Cuba fueron ambivalentes.
En una reunión del Consejo de Seguridad, en los días finales de diciembre de 1958, el presidente Dwight D. Eisenhower consideró que la «tercera fuerza» podría crecer en influencia y fortaleza si se seleccionaba a la persona capaz y se le garantizaba el dinero y el armamento necesarios. La posible «identificación»y «apoyo» a una tercera fuerza capaz de oponerse al Ejército Rebelde había constituido hasta ese momento una línea de acción de la CIA y otros servicios especialesnorteamericanos. Con igual propósito había trabajado de forma encubierta sobre los principales jefes del grupo guerrillero II Frente Nacional del Escambray para lograr su traición.
La CIA no escatimó otros esfuerzos para apoyar posibles planes golpistas entre la cúpula militar y tratar de impedir la cercana victoria del Ejército Rebelde. Pero no fue hasta la última semana de diciembre de 1958 que el presidente D. Eisenhower participó de forma más activa en las discusiones y decisiones que afectaban la política de Estados Unidos hacia Cuba.
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