Hechos e interpretaciones - Mauricio Beuchot - E-Book

Hechos e interpretaciones E-Book

Mauricio Beuchot

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Beschreibung

La hermenéutica es tanto arte como ciencia en ella actualmente se encuentran dos posturas que se contraponen, el univocismo que se encuentra en el positivismo lógico, y el equivocismo, que está presente en la filosofía posmoderna. Como búsqueda para encontrar un equilibrio entre ambas propuestas, Mauricio Beuchot presenta a la hermenéutica analógica, la cual, tomando como referente la ética de Aristóteles, busca el punto medio entre ambas propuestas. La gran aportación que hace el autor no se limita al sentido intelectual, sino busca tener una aplicación práctica.

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MAURICIO BEUCHOT (Torreón, 1950) es doctor en filosofía por la Universidad Iberoamericana. Ha sido reconocido como uno de los principales filósofos de Latinoamérica, principalmente por sus aportaciones al estructuralismo y a la hermenéutica. Ha sido miembro de los consejos de redacción y editorial de diversas revistas filosóficas, entre las que se encuentra Diánoia. Actualmente es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y fue fundador y primer coordinador del Seminario de Hermenéutica del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

Hechos e interpretaciones

Mauricio Beuchot

Hechos e interpretaciones

Hacia una hermenéutica analógica

Primera edición, 2016Primera edición electrónica, 2016

Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

D. R. © 2016, Mauricio Beuchot

D. R. © 2016, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4244-8 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

Sumario

Introducción

Sobre la comprensión hermenéutica

Sentido de una hermenéutica inclusiva para la actualidad

Potencialidad y vigencia de una hermenéutica analógica

A la busca del hombre

La historia como hazaña de la interpretación

Hermenéutica y ética

La hermenéutica en la educación

Hermenéutica analógica y derecho

La hermenéutica analógica como política de la interpretación

La hermenéutica, la ontología y el realismo

Nihilismo y sentido del ser

Conclusiones

Bibliografía

Índice

Introducción

En el título de este libro aludo a la famosa frase de Nietzsche: «No hay hechos, sólo interpretaciones», que es innegable que ha sido muy mal interpretada. Si uno va al texto completo de los Nachgelassene encuentra que su autor dice que ésa es una interpretación más, con lo cual se burla de nosotros. Que no quiere decir que sólo existen las interpretaciones y que no corresponden a ningún hecho, nos lo hace ver una hermenéutica analógica, es decir, una que no se quede en la univocidad de la letra ni en la equivocidad de la alegoría. Los que sólo veían interpretaciones eran los románticos, como Schleiermacher; pero Nietzsche, que comenzó entre ellos adoptando la interpretación de Schlegel de la tragedia griega, y que había admirado tanto a ese romántico tardío que fue Wagner, los repudió, gracias a este último. Por eso no podía quedarse con las solas interpretaciones, sin los hechos. Pero, además, quería rechazar el endiosamiento de los hechos que habían realizado los positivistas, a los que él mismo se había pasado, en Humano, demasiado humano, pero por breve tiempo, y ya los había desterrado de su pensamiento. Por eso, a mi modo de ver, y desde una hermenéutica analógica, decía que hay hechos interpretados. Es decir, existen las dos cosas, los hechos y las interpretaciones que hacemos sobre ellos, sin desechar ni a unos ni a otras. Requerimos una hermenéutica incluyente.

En este trabajo intento hacer una presentación sucinta de la hermenéutica analógica y de algunas de sus aplicaciones. Por eso, en el primer capítulo me dedicaré a exponer esta rama de la filosofía y su desenlace como vertebrada por la analogía. Esto nos servirá de marco de referencia y clave para las explicaciones y las aplicaciones que se harán posteriormente.

Paso después a señalar cómo dicha hermenéutica analógica puede funcionar, para darnos una idea de los ámbitos en los que encuentra alguna aplicación. Asimismo, trato de indicar su ubicación dentro de la filosofía actual, el lugar que le es dado ocupar en el terreno de las hermenéuticas de hoy en día.

Enseguida entro al ámbito de la epistemología, o teoría del conocimiento, casi siempre la puerta de entrada a la filosofía, ya que es necesario saber qué podemos conocer, y hasta dónde, para poder avanzar en ese terreno tan lleno de obstáculos. Allí la hermenéutica analógica nos puede servir de llave.

En pos de Heidegger, me interesa la búsqueda de lo esencial del hombre, lo que la hermenéutica puede alcanzarnos de la ontología del ser humano. El pensador alemán prefería la ontología fundamental y relegaba la antropología filosófica (como se vio en su polémica con Cassirer), pero esta última disciplina ha renacido fuertemente en nuestros tiempos. A ella dedicaré su capítulo correspondiente.

La hermenéutica tiene que ver también con la historia, porque toda ella depende de la interpretación que hagamos de los acontecimientos que contiene. Por eso hablo de la historia como hazaña de la interpretación, parodiando la frase de Croce, quien decía que la historia es una hazaña de la libertad. Porque la misma libertad del hombre depende mucho de los instrumentos hermenéuticos de que disponga.

Una hermenéutica analógica tiene contenidos éticos, indudablemente. De esta carga de moralidad daremos cuenta, señalando algunas de sus derivaciones. De manera especial, nos conduce a una ética de virtudes, muy centrada en la frónesis o prudencia.

Esto se refleja, asimismo, en la pedagogía, donde la hermenéutica analógica encontrará una aplicación importante, como la ha tenido en otros terrenos. Ella nos abrirá a una educación más activa, en diálogo abierto, pero tensionada hacia la seriedad y la exigencia de rigor.

Igualmente, y no en menor medida, la hermenéutica de la facticidad humana afecta a la filosofía del derecho, sobre todo por la relación que va a propiciar entre el derecho y la ética. Es necesario conocer al hombre para saber qué derechos debe tener y qué leyes debe obedecer. Ya pasó el tiempo en que eso se consideraba un paso en falso; la famosa falacia naturalista.

Y, por supuesto, la hermenéutica analógica posee una carga política. La hermenéutica no tiene por qué ser considerada como indiferente hacia ella, cosa que se ha hecho en algunas ocasiones. Antes bien, así como Vattimo hablaba de una ética de la interpretación, nosotros hablaremos de una política de la interpretación, ya que ella se ejerce sobre los fenómenos sociales, y de ello se derivan consecuencias prácticas para la sociedad. Hasta esos dominios alcanza la hermenéutica.

A continuación se habla de la recuperación de realismo que está haciendo la hermenéutica. Va de la mano de la vuelta de la epistemología y la metafísica. Es el giro ontológico después del giro lingüístico, que ya ha durado muchos años y ya parece estar agotado. Ya dio de sí. Ahora se necesita un esfuerzo de reflexión filosófica para levantar de nuevo el realismo y la ontología.

Y completamos con un capítulo dedicado a esa vuelta al ser mismo, que es algo que nos hará salir del nihilismo en el que se ha hundido la filosofía reciente, según lo ha denunciado, por ejemplo, Franco Volpi, pensador clarividente, estudioso de Nietzsche y Heidegger, que trató de salir de ellos hacia el ser, antes de que lo devorara la nada, en su trágico y mortal accidente.

El libro se cierra con unas conclusiones, producto de nuestro recorrido por esos temas, y una bibliografía que pretende ser útil y orientadora para el lector.

Sobre la comprensión hermenéutica

Introducción

En este capítulo inicial haré una exposición general de la hermenéutica, para llegar a la conclusión de la necesidad que tenemos hoy de una hermenéutica analógica. Esta disciplina se emplea en las humanidades; por ejemplo, la filología ha estado vinculada a ella desde hace mucho tiempo. Es como su estructura cognoscitiva; incluso, hasta podríamos decir que es su metodología, si no fuera porque a muchos de sus cultores la palabra metodología les suena demasiado fuerte. En todo caso, es el modo natural de proceder que seguimos en la filología, ya que nuestro trabajo es con los textos, y ella es la que nos orienta en ese menester.

Comenzaré, pues, aludiendo a los conceptos más importantes de la hermenéutica, como teoría de la interpretación. Pasaré luego a retomar algunos hitos de su historia, para que se vea la genealogía que ha tenido, así como su prolongada vida, no siempre con el nombre explícito, pero sí con las labores que desarrolla. Y terminaré señalando por dónde creo que debe seguir el rumbo de la hermenéutica en el futuro, en el camino de una hermenéutica analógica.

Hermenéutica de la hermenéutica

Comencemos con una breve noción de la hermenéutica misma. Ella es la disciplina de la interpretación de textos.1 Los textos no son sólo los escritos, sino también los hablados, los actuados y aun de otros tipos; un poema, una pintura y una pieza de teatro son ejemplos de textos. Van, pues, más allá de la palabra y el enunciado. Una característica peculiar que se requiere para que sean objeto de la hermenéutica es que en ellos no haya un solo sentido, es decir, que contengan excedente de sentido, significado múltiple o polisemia.

Eso ha hecho que la hermenéutica, para toda una tradición, haya estado asociada a la sutileza. Esta última consistía en la capacidad de traspasar el sentido superficial para llegar al sentido profundo, inclusive al oculto. También implicaba la facilidad de encontrar varios sentidos cuando parecía haber sólo uno; y, en especial, de hallar el sentido auténtico, vinculado con la intención del autor, plasmado en el texto, y que se resistía a ser reducido a la sola intención del lector.

Por lo tanto, tres son los elementos del acontecimiento hermenéutico o acto de interpretación: el texto (con el significado que encierra y vehicula), el autor y el intérprete. Hay un texto, que supone y exige un autor, y postula o pide un lector. Pues si es un texto es porque alguien lo produjo, y sabemos que es texto porque lo podemos leer o lo leemos. Hay, además, un lector o intérprete al que está dirigido, y un código o lenguaje en el que fue expresado. El lector o intérprete tiene que descifrar con ese código el contenido significativo que le dio el autor o escritor, sin perder la conciencia de que él le añade también algún significado o matiz subjetivo. Además, hay interferencias, intereses, etc.; pero podemos centrarnos en esos cuatro elementos principales: texto, código, autor y lector. Sin embargo, hemos de añadir un quinto elemento muy relevante: el contexto, pues, en definitiva, interpretar es poner un texto en su contexto. Cuando se ve un texto fuera de contexto, suele malentenderse. En buena medida la hermenéutica nos enseña a buscarle a un texto su contexto, para que en él adquiera su significado, se ilumine. La hermenéutica, pues, en cierta manera, descontextualiza para recontextualizar, llega a la contextuación después de una labor de elucidación y hasta de análisis. Le añade una síntesis o comprensión.

Hay, pues, dos intencionalidades básicas que están en juego en el acto hermenéutico: la del autor y la del lector, y a veces pelean a muerte en la arena del texto, tratan de destruirse; pues la intencionalidad del autor lucha por ser respetada (el autor quiere que su texto se entienda como él lo expresó), y la del lector por inscribir su creatividad (el lector no siempre entiende el texto según lo que pretendió su autor). Como diría Hegel, autor y lector pelean por su reconocimiento, es una dialéctica entre uno y otro.

En efecto, en la interpretación, el lector o intérprete trata de colocar el texto en su contexto, para encontrar de mejor manera la verdad textual, que es el objetivo de la hermenéutica. Claro que no siempre se puede (según diferentes grados de dificultad) alcanzar esa intencionalidad del autor, que constituye la verdad textual, y las más de las veces hemos de contentarnos con una aproximación aceptable a ella. El contexto del autor ya no es el del texto, y, por más que el lector se esfuerce por colocar el texto a la luz del contexto original, el significado cambia, se desliza; y, sin embargo, el lector tiene la obligación de recuperar el contexto del autor, el que éste quiso para su texto. Mas, a pesar de ese esfuerzo, sucede lo que Gadamer llama la aplicación del texto a nuestro contexto,2 esto es, la búsqueda de lo que el texto nos dice a nosotros ahora, y eso ya es redimensionar el texto mismo, llevarlo a un contexto diferente. Lucha atroz la de ambas intencionalidades: la del autor y la del lector, en el cuadrilátero del texto. Por eso hay una dialéctica semejante a la que exponía Hegel a propósito del amo y el esclavo, en la que cada uno lucha por ser reconocido. Así, el autor exige que se reconozca su intencionalidad en el texto que hizo, y el lector trata de reconocerse a sí mismo en el texto del otro, sabiendo, más que lo que aquél dijo, qué es lo que el texto le dice ahora a él.

La hermenéutica es ciencia y arte. En efecto, si entendemos, siguiendo a Aristóteles, la ciencia como un conjunto estructurado de conocimientos, en el que los principios dan la organización a los demás enunciados, podemos considerar como ciencia la hermenéutica; y si entendemos —igualmente con Aristóteles— el arte o técnica como el conjunto de reglas que rigen una actividad, también podemos ver la hermenéutica como arte, que enseña a aplicar correctamente la interpretación. Esto se ve a semejanza de la lógica, que también es ciencia y arte: construye ordenadamente el corpus de sus conocimientos, y los dispone en reglas de procedimiento que se aplican a los razonamientos concretos, a los silogismos.

En cuanto a la división de la hermenéutica en clases (y todavía no en partes), se han propuesto tres tipos de interpretación:31) la intransitiva, o meramente recognoscitiva, como la filológica y la historiográfica, cuya finalidad es el entender en sí mismo; 2) la transitiva, o reproductiva o representativa o traductiva, como la teatral y la musical, cuya finalidad es hacer entender, y 3) la normativa o dogmática, como la jurídica y la teológica, cuya finalidad es la regulación del obrar. Pero a ello se puede objetar que toda interpretación recognoscitiva y normativa es también reproductiva o traductiva. Y eso es cierto; por lo cual quizá haya que poner como clasificación tres tipos de traducción, según tres finalidades que se le pueden dar: comprensiva, reproductiva y aplicativa.

Además, podrían señalarse dos aspectos: uno en que se buscara la teoría del interpretar, y otro en el que se enseñara a hacer en concreto la interpretación; esto es, el aspecto teórico y el práctico. Con ello tendríamos la división interna de la hermenéutica, en dos partes: la hermenéutica docens y la hermenéutica utens, esto es, como doctrina y como utensilio, como teoría y como instrumento de la interpretación.

En efecto, así como en la escolástica se hablaba de lógica docens y lógica utens, es decir, la teoría lógica y la aplicación concreta de ésta en el razonamiento, así también se puede hablar de «hermenéutica docens» y «hermenéutica utens». Hay una hermenéutica docens, como teoría general de la interpretación, y una hermenéutica utens, viva, que va al caso concreto, adaptando de manera proporcional las reglas que ha derivado de su doctrina y de su práctica, según lo que tiene de prudencia o frónesis. Así, la hermenéutica es primordialmente teórica y derivativamente práctica, porque el que pueda ser práctica se sigue de su mismo ser teórica. Por eso he dicho antes que es ciencia y arte a la vez.

La hermenéutica se ha ganado un lugar entre los instrumentos cognoscitivos dentro de la filosofía de la ciencia, aun cuando se resiste a ser considerada como método —en el sentido fuerte que le daba el cientificismo positivista—, y sólo aspira a ser una episteme o forma de conocimiento. Se ha dicho que la hermenéutica es la koiné o lenguaje común de nuestro tiempo. Esto puede apreciarse en el hecho de que a la hermenéutica se la encuentra en muchos campos: la filología, la filosofía, la sociología, la historia, el psicoanálisis, la antropología, entre otros. Ha probado ser aplicable a muchas de las ciencias, sobre todo a las humanas o sociales, además de que se ha querido ver la universalidad y omnipresencia de la hermenéutica en las ciencias, como hizo Gadamer. Se ha hablado del «giro hermenéutico» de la filosofía reciente; en todo caso, es un paradigma de mucha actualidad.4 Recientemente se ha cobrado conciencia de ello con mucha fuerza. En la época actual, sus principales cultivadores, en cuanto a lo que concierne a su vertiente teórica o docens, pertenecen al ámbito de la filosofía y la filología, pero otros son también eminentes científicos sociales que han impulsado la investigación en humanidades. Ellos son los modelos o paradigmas del quehacer hermenéutico hoy.

Tal es el estado de la hermenéutica en la actualidad, es lo que ha decantado toda su historia. Es una historia muy rica, y que nos enseña profundas lecciones sobre la teoría del conocimiento actual, especialmente que el estatus epistemológico o la episteme de las ciencias humanas o sociales, es decir, de las humanidades, es de tipo hermenéutico. Por eso creo que la hermenéutica pertenece a las humanidades, y las puede favorecer, sobre todo a la filología, pero también a todas las demás. Algunos teóricos de la hermenéutica han sido, además de consumados filósofos, eminentes filólogos, como el propio Hans-Georg Gadamer. De ahí la importancia de la hermenéutica para la filología y, en general, para las humanidades.

Algo de la hermenéutica en la historia

La hermenéutica tiene una larga historia.5 Fue, en un principio, la técnica o arte de la interpretación. Inclusive se hacía al término «hermenéutica» derivar de «Hermes», nombre del diosecillo griego (el romano Mercurio) que fungía como mensajero entre los dioses y los hombres, pues el intérprete siempre es mediador, el que comunica, el que traduce. Lo que la hermenéutica interpreta son textos, es decir, llega a su comprensión, la cual suele ser progresiva; no se da de un solo golpe, sino como un proceso de profundización. Por lo demás, la noción de texto ha ido evolucionando. Comenzó designando el escrito, que es el tradicional, pero también, con Gadamer, ha pasado a designar el texto hablado, el diálogo o la conversación, y, con Ricoeur, la acción significativa. (E incluso algunos, como los medievales, veían la realidad como un texto).

Así, pues, en un principio la hermenéutica era una técnica interpretativa, para la comprensión de textos. Así fue entendida por los filósofos griegos, por ejemplo por Platón y Aristóteles, pero también en las escuelas de filología, como las de Alejandría y Pérgamo. Los editores de la literatura griega, que descollaron en esos centros culturales, hicieron una verdadera labor interpretativa para llegar a una crítica textual de los poetas, por ejemplo Homero y Hesíodo. Desde entonces la hermenéutica se mostró como instrumento de la filología. Durante el tiempo del helenismo fue célebre la lucha entre los que defendían el sentido literal de los documentos y los que favorecían más el sentido alegórico. Por ejemplo, entre los filósofos estoicos y neoplatónicos se practicó la lectura alegórica de los mitos griegos, resaltando su aspecto ético.

Ese tipo de hermenéutica continuó en la Edad Media, en la que siguió la pugna entre literalistas y alegoristas, es decir, los que privilegiaban el sentido literal de los textos bíblicos y los que subrayaban el alegórico.6 Pero hubo autores que llegaron a una mediación entre ambos sentidos, sosteniendo que debía atenderse a los dos, según el contexto. En esta labor se distinguió San Agustín, seguido por Santo Tomás de Aquino. Ellos aceptaban la legitimidad de la lectura alegórica de las Sagradas Escrituras, pero siempre atemperada por el esfuerzo de alcanzar el sentido literal. Y todo según su contexto; por ejemplo, los documentos jurídicos, o históricos, no podían leerse en un sentido simbólico, sino tratando de llegar lo más posible a su literalidad.

En el Renacimiento, la hermenéutica estuvo afiliada a la filología, aplicada al estudio de los clásicos, de los cuales se hicieron ediciones y traducciones célebres. Erasmo de Rotterdam fue el más connotado en esas labores, pero hubo muchos más. Por ejemplo Stephanus, el editor de Platón, cuya paginación sigue usándose hasta ahora. Fue el tiempo de las ediciones críticas, de las traducciones cuidadosas y tendentes a la literalidad. Es una hermenéutica que marcó la filología posterior.

En el Barroco del siglo XVII la hermenéutica fue muy usada para los simbolismos, a los que fueron muy dados los pensadores de esa época; por ejemplo, se empleó en la literatura emblemática y en el teatro (Calderón y Shakespeare). Fue el tiempo del hermetismo, en el que un autor como Filippo Picinelli escribía una extensa obra intitulada Mundus Simbolicus y Athanasius Kircher otra llamada Iter Exstaticum. Resultaba una teoría de la interpretación muy compleja, pero que hizo aportaciones, pues obligó a leer con cuidado los textos que se tenían entre manos, en vista de lo recargados que estaban de metáforas.

En la Ilustración, es decir, en el siglo XVIII, Johann Martin Chladenius, en seguimiento de Johann Dannhauer, aplica la hermenéutica a la filología para excluir las oscuridades de los textos clásicos.7 Por su parte, Immanuel Kant dio un impulso a nuestra disciplina interpretativa desde la filosofía, en su obra Crítica de la facultad de juzgar, donde habló del juicio reflexionante, distinto del determinante. Este último es claro y muestra su sentido, mientras que el otro necesita interpretación, pero es de la mayor importancia para la ética y la estética.

Poco a poco la hermenéutica fue llegando a ser toda una postura filosófica, como lo vemos en Friedrich Schleiermacher, filósofo y filólogo del Romanticismo, que en el siglo XIX tiene ya una filosofía hermenéutica. Otro filósofo y filólogo que ocupó un sitio importante en la historia de nuestra disciplina es Friedrich Nietzsche. Su célebre frase: «No hay hechos, sólo interpretaciones»,8 deja de ser peligrosa si se la entiende no como que no hay realidad, sino que todo pasa por nuestra comprensión, es decir, lo que hay son hechos interpretados. Esto se ve de manera especial en Wilhelm Dilthey, quien fue uno de los que en ese siglo potenciaron más la hermenéutica. La recuperó a través de sus estudios sobre Schleiermacher, al que dedicó un erudito libro.9 Pero no se quedó allí, sino que orientó su filosofar estructurándolo desde la hermenéutica y la puso como fundamento (en lugar de la ontología o la metafísica) de las ciencias del espíritu, es decir, las ciencias sociales o humanidades, sobre todo la historia.

La hermenéutica reciente

Ya en el siglo XX, Martin Heidegger retomó la hermenéutica. Su famoso libro El ser y el tiempo (1927) conjuntó la fenomenología de su maestro Husserl y la disciplina interpretativa, gracias a Dilthey, al que estudió mucho, a sugerencia de su amigo el teólogo Rudolf Bultmann. Heidegger llegó a poner la hermenéutica como la manera de hacer filosofía, junto con la fenomenología, que habría de conducir a la ontología fundamental, entendida como hermenéutica de la facticidad. Dentro de ella, el conocer y el comprender son el modo de existir del ser humano y, por lo tanto, el interpretar (la hermenéutica) es un «existenciario» suyo, es decir, una característica esencial.10

Discípulo de Heidegger, Hans-Georg Gadamer siguió en la línea de su maestro, pero desarrolló la hermenéutica más allá de él. La elaboró como toda una disciplina filosófica, que recuperaba la metafísica, pues era altamente ontológica. La vinculó con la noción de tradición, en el sentido de que toda interpretación se hace en el seno de una corriente de estudio, dentro de un grupo de hermeneutas que condicionan la comprensión de los textos. Precisamente se tiene que dialogar con los clásicos de la tradición, a través de los documentos que nos han dejado. Pero no quiere decir que estemos atrapados en ella, esclavizados, sino que el hermeneuta tiene la obligación no sólo de asimilar sus clásicos, sino de ir más allá de ellos, llegar a la innovación, o por lo menos a la aportación de algo que haga avanzar en ese diálogo. Además de filósofo, Gadamer fue un eminente filólogo clásico, con importantes estudios sobre la frónesis o prudencia en Platón y Aristóteles.11 En varias partes indica que la hermenéutica es, por excelencia, el instrumento de la filología, no sólo de la clásica, sino tomada en general. Además, en su magna obra, Verdad y método, establece los principios fundamentales de toda interpretación.

Paul Ricoeur aplicó la hermenéutica al tema del símbolo. Éste es el signo más rico que se puede pensar, pues tiene varios significados, nunca uno solo. Asimismo, es lo más constitutivo de la cultura, sobre todo en forma de arte, mito y rito. Es lo que de mejor manera nos muestra la condición humana, encarnada en las diversas culturas a través de la historia. Cuando todos estudiaban la razón, Ricoeur estudió la voluntad. A través de esas investigaciones llegó al tema de lo involuntario. Allí se topó con el problema del mal y del dolor, y encontró que nunca se mencionan directamente, siempre a través de mitos. Así escribió La simbólica del mal. Ese lenguaje es indirecto, habla de lo inefable e incluso nefando. Para eso le sirvió mucho la hermenéutica, pues el mito y los demás símbolos tienen una sobrecarga de sentido. Además, el estudio de lo involuntario lo llevó al del inconsciente. De ese modo llegó al psicoanálisis, y escribió Freud, una interpretación de la cultura. En esa obra asentó que no nos libramos de la hermenéutica, no sólo en la psicología, sino en las demás ciencias humanas y sociales, esto es, las humanidades. Ellas tienen un estatuto epistemológico eminentemente hermenéutico. Así lo hizo ver en sus trabajos sobre la epistemología de la historia. Igualmente en su libro La metáfora viva, donde señala que los estudios literarios requieren de la hermenéutica, pues además del sentido literal se da un sentido alegórico o simbólico o metafórico, y se tiene que llegar a él por un trabajo de interpretación muy laborioso y sutil.12

Karl-Otto Apel y Jürgen Habermas desarrollan una hermenéutica crítica. Interpretar es sobre todo enjuiciar las instituciones culturales. Según ellos, Marx, Nietzsche y Freud (a quienes Ricoeur llamaba «los maestros de la sospecha») enseñaron esa actitud de desconfianza. Marx lo hizo en forma de crítica de las ideologías; Nietzsche y Freud como crítica de la cultura en sentido más amplio. Se trata, pues, de una hermenéutica de la sospecha, que tiene que ayudarnos a descubrir los intereses que se mueven en la sociedad, disfrazados de ciencia y conocimiento.

En esto se les aproxima el filósofo e historiador Michel Foucault, para quien la hermenéutica también debe ser crítica, referida a las relaciones de poder, que se enmascaran en las de saber, y condicionan las interpretaciones. Se ve, por ejemplo, en sus estudios sobre la locura, que siempre ha sido determinada y definida por los que tienen el mando. Igualmente, habló de una «hermenéutica de sí», con la que analizaba las formas de subjetivación, es decir, cómo en nuestra cultura accedemos a la subjetividad, a ser sujetos (pero no niega completamente la idea de sujeto, como algunos se lo han adjudicado).13

Por su parte, Richard Rorty sostiene, en contra de Umberto Eco, que no hay sentido literal, sino solamente sentido alegórico en los textos.14 Llega a decir que en verdad no interpretamos los textos, sino que los usamos (cayendo en un pragmatismo excesivo). Y es que este pensador, después de haber sido un prominente filósofo analítico, se autonombró neo-pragmatista. Se colocó en la línea de William James y de John Dewey, pero también de Heidegger y de Jacques Derrida. Enseñó que no hay verdad ni objetividad en las interpretaciones, o que no debemos preocuparnos por ellas. Se hizo célebre por sostener que la filosofía no se distingue de la literatura, ya que no hay verdad filosófica, sino solamente discursos que dicen algo a la gente, en la medida en que respondan a la época en la que son pronunciados. Es una hermenéutica demasiado relativista.

Gianni Vattimo es otro cultivador actual de nuestra disciplina. Alumno de Gadamer, habla de una ontología hermenéutica, esto es, debilitada por la interpretación, y se adhiere a la postura de Rorty, sosteniendo que no hay objetividad en este ámbito, sino que se debe buscar que la interpretación sea creativa, abierta y fecunda.15 Esto sería cierto si no fuera porque defiende un relativismo bastante extremo, argumentando que los absolutismos siempre han quitado la libertad de interpretación, e imponen la lectura o comprensión que desean que se dé a los documentos que leemos.

Otros hermeneutas recientes son, por ejemplo, Jean Grondin, que estudió con Gadamer pero que tiene de él una comprensión muy distinta de la de Vattimo, ya que encuentra en el común maestro un realismo de la interpretación, según el cual se debe procurar el significado verdadero y objetivo del texto. Grondin es un filósofo muy serio, que ha tratado de evitar las lecturas posmodernas demasiado relativistas que se han hecho de su mentor y está estructurando una teoría de la interpretación muy consistente. Lo más notable es que ha tratado de vincular estrechamente la hermenéutica con la ontología, con lo cual se garantiza la objetividad y la verdad de las interpretaciones, por su correspondencia o adecuación con lo significado por los textos.16 En esa línea de recuperación del realismo se encuentra Maurizio Ferraris.17

En el ámbito hispano tenemos algunos exponentes connotados de nuestra disciplina. Andrés Ortiz-Osés cultiva una hermenéutica del símbolo, y la ha aplicado al estudio antropológico de las culturas, llegando a una postura intermedia entre los patriarcalismos y los matriarcalismos, a saber, a un fratriarcalismo cultural. Igualmente, Adela Cortina y Jesús Conill han desarrollado la hermenéutica crítica de sus maestros Apel y Habermas, aplicándola a la ética y la filosofía política. En esos campos han propuesto una ética de mínimos y máximos, siendo los primeros los elementos de justicia acerca de los cuales resulta fácil conseguir el consenso (como la igualdad ante la ley, la de oportunidades, etc.), y los segundos, las ideas de vida buena o de calidad de vida que se profesan en los diversos grupos culturales, y sobre los que va a ser difícil lograr el acuerdo. Se va a dar la discusión sobre esas ideas de realización humana, pero es el diálogo el que forma a la ciudadanía.

En la Universidad de Valencia, ha recalcado la vigencia y oportunidad de una hermenéutica analógica para hoy el profesor Francisco Arenas-Dolz. Dado que la hermenéutica, por crítica que sea, puede caer en los desvíos del univocismo y el equivocismo, él ha desarrollado una hermenéutica analógico-crítica.18 Con ella se preserva el intento hermenéutico-crítico de Cortina y Conill, pero evitando esos extremos que se encuentran en la hermenéutica de hoy en día, sobre todo del equivocismo o relativismo extremo.19

En América Latina se ha dado también un florecimiento de la hermenéutica. En Chile encontramos a Ricardo Salas Astrain, que ha usado las teorías de Ricoeur para interpretar los símbolos y, sobre todo, para construir una ética intercultural.20 En Argentina, Carlos Emilio Gende se ha aplicado a tareas teóricas muy elevadas.21 En México tenemos a Mariflor Aguilar, que combina a Gadamer con Habermas;22 a Ambrosio Velasco, que usa la hermenéutica para la filosofía política, sobre todo para el republicanismo,23 y a Raúl Alcalá, que profundiza en Ricoeur y lo aprovecha para varias cuestiones filosóficas.24 Todo indica un desarrollo muy aceptable a futuro.

Conclusión: necesidad de una mediación por la analogía

Dado que en los últimos tiempos se ha visto esa polarización excesiva entre hermenéuticas rígidas o unívocas y hermenéuticas demasiado relativistas o equívocas, ha surgido la propuesta, que llevo desarrollando mucho tiempo, de una hermenéutica analógica,25 la cual busca la mediación. Aplica la idea de frónesis de Aristóteles, como equilibrio proporcional (que es lo que significa analogía), y que es lo que pidieron tanto Gadamer (al decir que la frónesis es el modelo de la interpretación) y Paul Ricoeur, para el que el símbolo (en seguimiento de Kant) sólo se puede comprender por analogía, es decir, por un razonamiento analógico. Esta hermenéutica analógica ya está siendo cultivada, no únicamente en México, sino en otros países, como España, Italia, Argentina y Colombia, donde se han escrito numerosos ensayos sobre ella.

La hermenéutica es un instrumento conceptual valioso para todas las humanidades y, en especial, para la filosofía. Pero tiene que salir de la crisis en la que ha dejado al conocimiento aquel positivismo univocista del cual se ha querido huir, para caer en las fauces de un relativismo equivocista que nos hunde cada día más en el escepticismo. Por eso hace falta una hermenéutica de la mediación, una interpretación que guarde el equilibrio proporcional. Y proporción se decía en griego analogía; por lo tanto, necesitamos una interpretación basada en la analogía, una hermenéutica analógica, que nos saque del impasse en el que nos ha puesto la crisis actual.

Sentido de una hermenéutica inclusiva para la actualidad

Introducción