Historias de detectives - David Escamilla Imparato - E-Book

Historias de detectives E-Book

David Escamilla Imparato

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Infidelidades, espionaje, desapariciones, secuestros, coacciones, engaños, chantajes... Estos son algunos de los asuntos que tratan los detectives privados en su día a día, al margen de la actuación policial. ¿Pero son acaso los detectives lo que vemos en las series de televisión y en las películas? Este libro indaga en la profesión para ofrecernos una versión real de lo es la profesión de los detectives de carne y hueso, sus métodos, casos curiosos y anécdotas reales.

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Seitenzahl: 240

Veröffentlichungsjahr: 2022

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David Escamilla Imparato

Historias de detectives

 

Saga

Historias de detectives

 

Copyright © 2009, 2021 David Escamilla and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726988048

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Curiosidad: impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime.

Lleva a escuchar detrás de las puertas... o a descubrir América.

José María de Queiroz

Prólogo

He de confesar que cuando David Escamilla se puso en contacto conmigo para pedirme que escribiera este prólogo, en lo primero que pensé fue en su padre. Éste es el primer libro que David publica tras la muerte del hombre que marcó su referencia profesional y la de miles de hombres y mujeres que, como yo, somos incapaces de entender la vida sin la radio.

El gran Salvador Escamilla murió sin recordar su pasado, él que fue durante décadas la memoria de un país. Pero su esencia, más allá de la genética, está en David, y lo transmiten sus ojos transparentes y sinceros, como los de su progenitor.

Si Salvador marcó un camino propio e independiente a pesar de las dificultades de la época, David sorprende con cada documental, programa de radio o nuevo libro, porque a los dos les motiva lo mismo: la curiosidad.

David Escamilla pone imágenes a las palabras de la radio y tiene un olfato natural para descubrir las historias más interesantes. David y yo, además de la pasión por la comunicación, tenemos algo más en común: la bondad. Esta cualidad une a las personas que la tienen. Y es por ello por lo que otros hombres buenos como Paco Marco, director de la agencia de detectives Método 3, es amigo común sin ni siquiera saberlo nosotros.

Fue un anterior libro publicado a cuatro manos entre Paco y David, El control en la empresa, el que propició este libro de historias de detectives, el primero con tanto rigor que se publica en España y que también hace referencia a las agencias internacionales. Es casi un manual didáctico para el que trabaja en ello, una referencia para el cliente que quiera contratar sus servicios y una novela negra basada en hechos reales para el resto de los lectores. Un libro que será imprescindible en los cursos de Criminología de la facultad. Les descubrirá, ante todo, que los detectives son los únicos profesionales que en este país llaman a las cosas por su nombre.

Si el caso que hay que investigar es una supuesta infidelidad, al detective se le llama«huelebraguetas». Conocerán por qué el espionaje entre empresas es el más demandado en estos últimos años y cómo el detective privado hace fácil lo difícil, consiguiendo, en un tiempo récord, informaciones privadas que a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado les sería imposible recabar sin dedicar a ello todos sus efectivos.

Recientemente, presentando el programa«Los más buscados»en Antena 3, organizamos un equipo de exteriores que acabó convirtiendose, sin quererlo, en un grupo de aprendices de detectives especializados en la búsqueda de adolescentes fugadas de sus hogares. Desapariciones de meses, incluso de años, se resolvían tras pocos días de trabajo aplicando las técnicas de los detectives que la policía todavía no tiene capacidad para implementar.

La historia solía ir más o menos así: siempre era una amiga que se negaba a hablar con la policía, y mucho menos con la familia de la desaparecida, quien finalmente accedía a colaborar con un intermediario, ya fuera un periodista o bien un detective. Quizá precisamente por eso, unos y otros siempre nos hemos llevado tan bien, porque servimos al mismo cliente: el ciudadano.

En contra de lo que muchos piensan, detectives y policías mantienen una estrecha colaboración. Recientemente, Paco Marco recibió una medalla de la policía nacional de Barcelona, en agradecimiento a su trabajo, así como también la recibió anteriormente el decano de los detectives españoles, Eugenio Vélez Troya, a quien conocí personalmente, ya que tuve el honor de estar en su casa a raíz del célebre caso del secuestro más largo de la historia de España, el de Maria Àngels Feliu, la farmacéutica de Olot. Él y yo eramos de los pocos que defendíamos la inocencia de Joan Casals y Xavier Bassa, encarcelados durante más de un año como culpables. El tiempo nos dio la razón. Hoy, Vélez-Troya sigue sus investigaciones desde el cielo, junto al periodista Enrique Rubio, que seguro le dedicará una de sus famosas caricaturas. Mientras tanto, Xavier Bassa, con el que conservo una buena amistad, me invitó recientemente a su boda, en la casa rural que dirige en Castellón y en la que intenta olvidar el calvario que sufrió durante aquellos largos meses.

Este magnífico libro presenta los casos paradigmáticos del detective Oliver descubriendo, a través de su insaciable sagacidad, falsos paralíticos que cobraban una pensión de invalidez, o el caso de la cerveza Águila Negra destapado por la agencia de Arias.

Si leen atentamente estas páginas, sabrán por qué Método 3 ha llegado hasta donde no ha llegado nadie y por qué motivos se ha convertido en la mejor agencia de detectives privados del mundo. También averiguaremos, a través de cada capítulo, los emblemáticos casos de Castellana Detectives, agencia que cuenta con una plantilla formada en un 60% por mujeres que, por cierto, cada vez son más en esta profesión (de un total de 2.400 licencias, 700 son mujeres). También nos adentraremos, buscando entre estas páginas, en el misterioso caso de los cazadores de sectas, capitaneados por el detective Toni Sánchez, y conoceremos bien de cerca en qué consiste la reconocida inteligencia de Jorge Colomar, hallando pruebas allí donde antes nadie las había visto (descubriendo asesinatos camuflados como accidentes).

Este libro también rinde un sincero homenaje a los que como Jose Maria Vilamajó dignificaron la profesión, creando el primer Colegio Oficial de Detectives Privados de Catalunya.

Historias de detectives repasa los casos de un destacado elenco de importantes agencias, tanto nacionales como internacionales. Es el caso de Cross Word, creada por un ex miembro de la Guardia Urbana de Barcelona, o la agencia Kroll, que muchos consideran el brazo civil de la CIA.

También conoceremos cómo opera en el ámbito internacional una de las agencias más prestigiosas de Europa, la Oslo Private, formada por un inspector de policía noruego con una lesión en la columna tras sufrir un fuerte golpe en el forcejeo con un criminal. Descubriremos los casos más secretos del SSI, expertos en espionaje político, o la misteriosa Moshe Buller, que trabajó para los servicios secretos israelíes y para Victoria Adams, investigando las supuestas infidelidades de su popularísimo marido David Beckham.

Cuando devoren este libro aprenderán en qué consiste exactamente la ética estricta con la que trabajan los mejores detectives privados en el mundo, como Paul J. Ciolino, el defensor de los condenados a muerte en los Estados Unidos. A través de un irrefutable conjunto de pruebas, ese gran maestro de la alta investigación acabó demostrando que, tras una investigación bien hecha, el 17% de los condenados a muerte acababan resultando inocentes. Pero es bueno saber, querido lector, que entre estas hojas también habita el más famoso de los detectives de Hollywood, el detective de las estrellas, Anthony Pellicano (su nombre parece extraído de un capítulo de la televisiva Miami Vice). Así pues, entre sus clientes, cabe destacar nombres tan mundialmente famosos como Elizabeth Taylor, Michael Jackson o Tom Cruise. Aunque el libro también subraya que, en estos precisos instantes, ese gran detective consume sus días y sus noches entre rejas... Si lo leen sabrán por qué.

A lo largo de estas intrépidas y fascinantes Historias de detectives desfilarán, ante los atónitos ojos de cada ávido lector, docenas de relatos reales que aportan el preciso perfil del modus operandi y del modus vivendi de los más sagaces detectives privados del mundo, a menudo profundamente alejados de los estereotipos que el universo del celuloide ha ido construyendo.

Más allá de lo que muchos opinan, los detectives privados acostumbran a cumplir y hacer cumplir la ley con un rigor extremo, a veces incluso tratando de utilizar las grietas que en ella aparecen... ¡Siempre, eso sí, en beneficio de sus clientes, claro! Pero a menudo son denunciados, amenazados e incluso coaccionados, aunque al final acaben saliendo airosos de todas las batallas demostrando, a través de sólidas pruebas y elaboradas hipótesis, de qué lado está la verdad.

Por todo ello han acabado convirtiéndose, aun sin ser del todo conscientes, en los nuevos héroes del siglo xxi , en esta inquietante y vertiginosa sociedad a la que cada día le faltan más benefactores y le sobran más villanos.

 

Albert Castillón

Periodista

1. INTRODUCCIÓN

Sólo con hacer una aproximación al cine, a la televisión o a la literatura, nos daremos cuenta de que, muy por encima de otros argumentos, las historias de detectives, de investigación o de espionaje —que al fin y al cabo son lo mismo— son las favoritas del público. Probablemente desde que sir Arthur Conan Doyle empezó a publicar las aventuras de Sherlock Holmes, la figura del detective privado, el investigador deductivo y extremadamente inteligente, empieza a crecer y a acaparar el universo del mito y de la aventura. Es un personaje de novela, desde luego, pero lo que a nadie se le escapa es que en la vida cotidiana suceden cosas, algunas veces terribles, que deben ser investigadas y, si hay culpables, llevados ante la justicia. Se dice que Conan Doyle se inspiró en la persona del doctor Joseph Bell, un eminente doctor y profesor universitario escocés, para crear a su personaje. Bell daba clases en el colegio médico de la Universidad de Edimburgo y sus clases eran un modelo de observación. Se dice que con sólo observar a una persona era capaz de hacer un diagnóstico, deduciendo cuál era su trabajo y sus actividades recientes. Sir Conan Doyle conoció a Bell en 1877 y su personaje de Holmes está vagamente basado en él y sus hábitos de observación. También usaba Bell la frase«era elemental»cuando diagnosticaba a un paciente. Elemental, querido Watson.

La primera novela de Holmes, Estudio en escarlata, fue publicada en 1887, y en 1888 se produjeron en Londres los terribles asesinatos de Jack el Destripador. Uno y otro, ficción y realidad, conformaron un universo de crimen, misterio e investigación que corrieron paralelos durante años. Entre los investigadores de los crímenes de Jack destacaron los agentes de Scotland Yard, Donald Swanson y Robert Anderson que finalmente fueron incapaces de determinar, sin ningún género de dudas, quién era Jack el Destripador, aunque en notas de Swanson se apunta a la autoría de un peluquero llamado Kominsky. Tal vez guiado por esta manifiesta incapacidad, Sir Conan Doyle pintó a su detective como un investigador privado, al margen de la policía y siempre con una relación de amor-odio con Scotland Yard, colaborando unas veces o dejándoles en ridículo otras. ¿Es ése el perfil del investigador privado?, ¿es un policía al que puedes contratar?, ¿es un profesional de la información tan cualificado como un agente de los cuerpos policiales?, ¿es un espía en toda la extensión de la palabra? Tanto Holmes como otro famoso detective privado de los primeros tiempos de ese tipo de novela, Hercules Poirot, de Agatha Christie, sientan las bases del saber popular que ve como eficaces y resolutivos a los detectives privados ante la pasividad y la torpeza de la policía.

Quiénes son los detectives

Para conocerlos mejor, tal vez habría que empezar por ver cómo se definen ellos mismos. Nadie mejor que Juan Carlos Arias, conocido como«el detective escritor». En su libro Confidencias de un detective privado hace una viva descripción de qué es y cómo se ve un detective privado.«¿Qué es un detective privado? —se pregunta Arias—. Es la primera cuestión que se planteará el lector, por lo que conviene contestarla cuanto antes. En los diccionarios encontraremos varias respuestas que, en opinión del autor, no se ajustan plenamente a la realidad de esta profesión en España. La Real Academia Española (RAE), en la 21.a edición de su diccionario, entiende por detective lo siguiente: “Policía particular que practica investigaciones reservadas y que, en ocasiones, interviene en procedimientos judiciales”. La edición 2004 del Espasa reduce la definición, aunque comparte las mismas palabras: “Policía particular que practica investigaciones reservadas”. Por último, el Larousse se muestra más sintético: “Persona que se ocupa de las investigaciones privadas”».

Arias no está de acuerdo con la definición de la RAE pero básicamente porque introduce el término«policía». «Parece impropio asociar, en sentido estricto, el concepto de detective con el de “policía particular”. La Policía, según el diccionario de la RAE, es un “cuerpo encargado de velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos”. Añadirle a estas características la de “particular” nos introduce en las muchas contradicciones y paradojas que arrastra la palabra “detective”. Y no resulta creíble que los policías puedan tener carácter privado, ya que, como todos sabemos, este cuerpo actúa por cuenta del Estado en casi todos los países del mundo. Parece más afinada la definición del Larousse, que evita este término (policía) y limita al ámbito privado el quehacer del detective». Arias considera que hay una confusión con el término detective que, amparado por la cultura norteamericana, lo identifica con policía, de manera que, incluso, unas veces puede ir de uniforme y otras de paisano y que, en el escalafón de la policía en Estados Unidos, el primer escalón es«detective», cuando el policía adquiere el derecho a ir de paisano. Arias entiende la dificultad de definir pues este oficio,«resulta complejo encontrar palabras que definan con precisión la actividad del detective en nuestro país. El autor entiende que esta labor es un híbrido entre la investigación privada y la colaboración con la justicia en los términos que establece la ley. La definición del Larousse parece, por lo tanto, la más ajustada a la realidad, si se vincula con la importancia jurídica que entrañan las pruebas que manejan estos investigadores». Así pues, en términos estrictos, cuando hablamos en España de detective, hablamos siempre de privado, aunque, al estar tan influenciados por el cine norteamericano, no está de más utilizar el privado para saber de qué estamos hablando.

A diferencia de lo que nos ha legado el cine proveniente de Estados Unidos, el detective privado ya no es el ex policía que vive, sobre todo, de las infidelidades matrimoniales. Sí es cierto que en España hay excelentes profesionales que provienen de los cuerpos de seguridad, como es el caso, por ejemplo, de Antonio Hernández, ex policía local que dirige Cross Word, una pequeña agencia especializada en el servicio a empresas. No obstante, las relaciones entre investigadores privados y la Policía no siempre son fluidas. El comisario Jesús Benavides, jefe de la Unidad de Seguridad Privada de la Policía, es muy claro:«Es una realidad la escasa colaboración que existe entre los detectives privados y el Cuerpo Nacional de Policía, pues el balance anual del número de colaboraciones así lo demuestra. Resulta cuando menos extraño que una función como la que desempeñan, que tiene más coincidencias que discrepancias con la función policial, no posibilite un flujo mayor y más continuo de información entre ambos. Se puede remediar aumentando los contactos entre ambas partes, haciéndolos más frecuentes y estableciendo una línea directa de comunicación entre el detective privado y el policía, pues resulta curioso que allí donde, por conocimiento personal, sí existe relación, también hay colaboración». La declaración fue hecha en una entrevista publicada en la revista de la Asociación Profesional de Detectives Privados.

En España son casi 3.000 las licencias de detective privado existentes, un número que puede parecer elevado pero que, quizá, no lo es tanto si se piensa en un país de más de cuarenta millones de habitantes, situado entre las potencias económicas del mundo y encrucijada de comunicaciones entre el norte de África, la América Latina y Europa y que, además, posee una característica peculiar: es el único país de Europa en el que los detectives privados pueden presumir de un título universitario que les acredita como tales.

La Universidad Camilo José Cela expide el título necesario para ejercer la profesión, el Título Superior de Detective Privado, en colaboración con la Asociación Profesional de Detectives Privados de España y la Asociación Española de Escoltas. En su página web anuncia que «está concebido para cubrir la cada vez más creciente demanda de estos técnicos con un perfil profesional que hace necesario un continuo reciclaje, una inmersión en las nuevas técnicas científicas desarrolladas en este ámbito, una apuesta permanente por la investigación, así como una visión global y de conjunto de las demandas sociales». También la Universidad de Alicante y la Complutense de Madrid expiden el título correspondiente, esta última a través del Instituto de Criminología. El plan de estudios del detective privado, concentrado en tres cursos, incluye asignaturas como Criminología y Derecho Penal y Procesal y también otras tan atractivas como Psicología en diferentes ámbitos que incluyen la Psicología Criminal, Sociología de la Desviación, Psiquiatría Forense o Victimiología. En la actualidad, con el plan de estudios aprobado en 2005, se incluye la tecnología en forma de Política Científica, Informática o Medios Tecnológicos. Al margen de estas enseñanzas regladas, los detectives suelen seguir cursos específicos de utilización de las modernas herramientas técnicas, como aparatos de grabación o de escucha, escáneres o artilugios diversos. También son corrientes los cursillos en el extranjero, cuando ello es posible, especialmente en Estados Unidos y, en casos especiales, en centros de formación de agentes de los servicios secretos.

Como dato interesante y revelador, en los últimos años, además, se están concediendo más licencias de detective privado a mujeres que a hombres, un vuelco en una profesión tradicionalmente masculina. Expertos como José Luis López, de la revista El Detective, afirman que las mujeres, por regla general, aportan una mayor sensibilidad y percepción, sobre todo, dice, para detectar la mentira y la ocultación. Una de estas profesionales, Eva Grueso, mantiene en la misma revista que no hay diferencia básica entre el trabajo de una mujer o de un hombre en la profesión:«La visión que de nosotras tienen los clientes ha cambiado, pero ha sido un cambio generalizado en la sociedad, aunque siempre hay alguno que te confunde con la secretaria».

Los detectives privados españoles rompen los tópicos del cine y de las novelas. Nada que ver con Philip Marlowe o Charlie Parker; ni siquiera con el Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán. Bien, no exactamente, porque aún hay sabuesos o«huelebraguetas» como Jorge Colomar, o Detectives Oliver que se apartan de la línea más actual.

Las pocas empresas de investigación privada existentes hoy en día se dedican al asunto estrella de estos tiempos: la averiguación empresarial. Asuntos que podríamos llamar menores, como bajas laborales fraudulentas, negligencias o infidelidades profesionales, llenan las agendas de los detectives, y más raramente asuntos de gran calado como el espionaje industrial o la competencia desleal, todo ello con unas connotaciones especiales.«La crónica reciente de este oficio —escribe Juan Carlos Arias—, en ocasiones, introduce aspectos ideológicos, empresariales o políticos que afectan a las personas que ejercen la profesión. Y es que no se puede comprender al detective español alejado de la sociedad en la que vive, a la que sirve y en cuyo seno desarrolla su función. En la piel de toro, este oficio es muy diferente al que se desarrolla en otros países europeos y del resto del mundo». La diferencia está básicamente en el contexto, un país y unas profesiones educadas en la dictadura de cuarenta años, y en el resultado práctico que hace estar a los detectives privados muy condicionados y controlados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero también por el hecho de que el desarrollo económico ha convertido a España en destino de capitales de dudosa procedencia y en centro internacional de negocios.

Arias lo explica así:«El régimen, en su afán por controlar cualquier institución que pudiera transmitir información a los ciudadanos, dictó el 17 de enero de 1951 la primera norma destinada a regular las llamadas “agencias de investigación privada”. El entonces Ministerio de la Gobernación (antiguo Ministerio del Interior) publicó en el BOE del 11 de febrero de ese año la orden destinada a fiscalizar, más que a regular, las actividades del colectivo. La profesión estaba aún en fase embrionaria: se calcula que no más de ciento cincuenta personas se dedicaban a ello en el país, incluyendo auxiliares y colaboradores».

Empresa y vida privada son, pues, los grandes ejes del trabajo de estos profesionales, y en este entramado variopinto y profesional cabría destacar, ya lo verá el lector, a Método 3, famosa agencia que descubrió a espías que simularon su muerte o el escondrijo en la isla de Man donde se ocultaba el dinero del cabecilla de la operación Malaya.«No somos tipos sin afeitar —asegura uno de estos profesionales—, que duermen en sus oficinas con puertas de cristales traslúcidos o que conducen Ferraris, como Magnum, o viven despiertos a base de whisky». Todo eso es cine, claro, aunque si rebuscamos un poco aún encontraremos a individuos como José María Castro que nos hacen pensar que el verdadero detective todavía no ha muerto.

Hablamos, pues, del mundo real, un mundo donde según la ley está prohibido que un detective privado investigue delitos de sangre. No hay tipos con gabardina que persigan criminales, pero en otros países del mundo donde sí está permitido, como Estados Unidos, hay agencias como Paul Ciolino que sí lo hacen y mantienen un alto nivel de prestigio. En España, Antonio Hernández Gracia, director de Cross Word, opina, siguiendo a Fermín Morales, catedrático de Derecho Penal de la Universidad Autónoma de Barcelona, que la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal que se está gestando debería incluir a los detectives privados como parte integrante del sistema judicial y ampliar de paso su ámbito de competencias.«Los detectives privados legalmente habilitados —dice— deberían poder desarrollar su labor respecto a delitos perseguibles de oficio». Y añade que las pruebas presentadas«podrían tener la condición de testificales, documentales o incluso periciales, dados los conocimientos técnicos y la formación universitaria del detective privado». A juicio de Hernández esta nueva visión«contribuiría a una mayor plenitud del derecho de defensa, completarían los instrumentos procesales de la acusación particular, facilitarían, descongestionarían y complementarían la labor investigadora de la Policía Judicial».

Cuando se habla de agencias de investigación o de detectives no hay más remedio que hablar de Pinkerton, la primera agencia mundial de detectives privados. Allan Pinkerton nació en Glasgow, Escocia, en 1819 y emigró a Estados Unidos en 1842, en parte debido a su militancia política revolucionaria. Siete años después, Pinkerton, tonelero de profesión en su juventud, era ya el primer detective privado conocido y establecido en Chicago. Poco después se asoció con el abogado Edward Rucker para fundar la North-Western Police Agency, primera agencia de detectives privados de la que se tiene noticia y que poco después se llamaría Agencia Pinkerton. El invento de Allan Pinkerton funcionó, primero durante la Guerra Civil y luego al mismo tiempo que la expansión hacia el oeste en Estados Unidos tras el conflicto y sobre todo estuvo ligada al enorme desarrollo del ferrocarril. La Agencia Pinkerton se especializó en proteger a las empresas ferroviarias de los bandoleros —como Jessy James— y de sus propios trabajadores a los que Pinkerton reprimía sin piedad ante cualquier conflicto. Pinkerton desarrolló las modernas técnicas de investigación y de espionaje para favorecer a los estados del Norte en la guerra. Tras su muerte, en 1884, la Agencia Pinkerton siguió desenvolviéndose cada vez más como un instrumento en manos de las grandes empresas norteamericanas para perseguir el sindicalismo y los movimientos obreros, con métodos expeditivos como el asesinato, las palizas o las «desapariciones»de dirigentes obreros.

Pinkerton sigue funcionando hoy en día como agencia de seguridad e investigación y es una de las más grandes del mundo. En 1999 fue adquirida por la empresa sueca Securitas AB y sigue manteniendo una división de investigación y asesoramiento aunque, probablemente, con métodos menos agresivos que los que la hicieron famosa. Afirma Juan Carlos Arias que Pinkerton también actuó en España.«No hay dudas, en cambio, acerca de la presencia de la Agencia Pinkerton en España, antes y después del período republicano... Baste decir, por el momento, lo siguiente: parece ser que esta agencia disponía de colaboradores que fingían ser representantes de empresas extranjeras; y, a su vez, la labor detectivesca servía de cobertura a la actividad de espías norteamericanos (adscritos a la OSS antecesora de la CIA) en una España que tenía un elevado interés estratégico para Estados Unidos».

La profesión en la actualidad

Pero esas grandes agencias con grandes casos pertenecen prácticamente al pasado y han quedado reducidas a un puñado como HAS, Mira Detectives o la mencionada Método 3. La gran mayoría de profesionales dedicados a la investigación lo forman pequeñas agencias multidisciplinares a las que se puede recurrir para casi cualquier cosa y un importante grupo de detectives autónomos que suelen trabajar para grandes agencias. Hoy siguen a un infiel, mañana a un trabajador que finge una baja por enfermedad para trabajar en otro sitio, o a un supuesto cojo que pretende engañar a su Mutua. Para encontrar a detectives realmente especializados hay que buscar más y sumergirse en los entresijos de la profesión. Los hay altamente especializados como Tony Sánchez, de Downer Detectives, un experto en criminalística, un auténtico CSI capaz de encontrar pruebas donde parece que no las hay.

Para el neófito, poco informado, la problemática que pueda existir en el seno de la profesión es algo ajeno, pero además de las tensiones y tira y afloja con la Policía, existe un enfrentamiento larvado en la profesión entre las agencias —o despachos— y los investigadores independientes. Arias dice en un pasaje de su libro:«Resulta especialmente meritorio ejercer esta actividad en nuestro país, por los obstáculos que encuentra cualquier investigación y por la incomprensión que padecen quienes viven de tan noble oficio (aunque algunos detectives también han contribuido a devaluar la imagen de esta profesión con su incompetencia y su devoción por acercarse a un supuesto mito detectivesco)». De un modo elegante toca muy sutilmente dos cuestiones que afectan a la profesión: una es la del intrusismo y la otra la de la existencia de«algunos detectives... y su devoción por acercarse a un supuesto mito detectivesco». Agustín Ruiz, secretario de la Asociación Profesional de Detectives y director de una agencia, es más directo y mete el dedo en el ojo cuando dice:«Quizá haya descubierto que me produce reparo tanto la altanería con la que puede llegar a pronunciarse una denominación, como la autovictimización con la que puede llegar a producirse la otra. Hablemos entonces de los detectives (con mayúsculas), tanto en el caso de los detectives que dirigen y coordinan la investigación, como en el caso de los que la desarrollan sobre el terreno». Ruiz sabe de qué está hablando, pues existe también en esta profesión una especie de síndrome de subcontratación, en la que las grandes agencias, gestionadas evidentemente por detectives, tienen que subcontratar a otros profesionales para hacer el trabajo de campo, porque, como afirma el dicho popular, no se puede estar en misa y repicando. Unos y otros, al parecer, presumen de quién es más profesional en una discusión que parece baldía.«Sobre el terreno —afirma Ruiz— es habitual que el profesional subcontratado supere en pericia, dada por la práctica diaria, al profesional contratante, obligado a dedicar gran parte de su tiempo a la búsqueda de mercado, a la gestión del despacho y a coordinar la investigación desde la privilegiada posición que para ello le da el ser conocedor de los objetivos que se pretenden con la investigación desde la particular óptica de cada cliente».

Los empresarios de la profesión decidieron el pasado año dar un paso importante y formar una patronal que les agrupara y defendiera sus derechos. Varias de las principales agencias presentaron en febrero de 2007 ante el Ministerio del Interior los estatutos de la primera patronal del sector de la investigación privada, bajo la denominación de Asociación de Empresas de Detectives Privados. Entre los impulsores de la nueva patronal se encontraban varias de las principales agencias, como Winterman, Detectives Oliver o Cross Word. Una iniciativa, dijeron,«ante la necesidad de resolver algunos problemas empresariales y después de que los colegios de detectives recibieran docenas de cartas de quejas sobre las obligaciones y los derechos de los detectives privados».

En lo que podríamos llamar el otro lado de la trinchera, un joven detective, recién salido de la universidad y con una nefasta experiencia en una gran agencia barcelonesa, se quejaba de la precariedad, del mal trato y de la escasa consideración y escribía lo siguiente en la revista de la asociación:«Gracias por enseñarme a autoformarme, por enseñarme España en tan poco tiempo, por enseñarme a hacer malabares para llegar a fin de mes, por enseñarme a cómo no se debe tratar a las personas y sobre todo, gracias por hacer que me marchara de allí. Siempre os tendré en mi corazón».

Filosofía de un oficio singular

Desde los años treinta del siglo pasado, la figura del detective, creada para la novela en Norteamérica y en Francia, fue una imagen de ficción que hace sólo algunos años empezó a tener una presencia real en la sociedad. Ahora, esta profesión pretende también tener un reconocimiento social que películas como Mataharis, de Izíar Bollaín, o este libro, Historias de Detectives, pretenden sacar del limbo del mito y llevarlo al conocimiento. En España, Arias ha rastreado la historia de la profesión de detective. Para él«la historia de la profesión podría arrancar en los siglos xviii y xix