La bruja del bosque de bambú - Luisa Villar Liébana - E-Book

La bruja del bosque de bambú E-Book

Luisa Villar Liébana

0,0

Beschreibung

Mu-lan ha caído enferma. Es una mujer mayor y pobre que cuida de los huérfanos en la aldea. Todos sus niños son especiales: Zou, Xian, Lixu, Yun, Lian y Yuga. Pero Zou, con 9 años, es la más mayor. Sabe que si Mu-lan no puede ir a vender sombreros al mercado de la ciudad, pasarán hambre. Así que se ofrece a llevarlos ella misma. Para hacerlo tendrá que atravesar el bosque sin perderse, conseguir vender los sombreros y regresar a casa antes de que anochezca. -

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 45

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Luisa Villar Liébana

La bruja del bosque de bambú

 

Saga

La bruja del bosque de bambú

 

Copyright © 2022, 2022 Luisa Villar Liébana and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728101155

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

INTELIGENTE

Zou se colocó la mochila a la espalda y dio los primeros pasos hacia el bosque, dispuesta a cruzarlo hasta el otro lado para vender los sombreros.

Mu-lan, su protectora, había confeccionado tres sombreros y nadie los compraría en la aldea, donde todos eran tan pobres como ellos. En la aldea solo se plantaban patatas, la tierra no daba para más.

Cuando Zou era pequeña, Mu-lan la sentaba en un jergón mientras llenaba el carro de patatas, y las llevaban a venderlas a la ciudad cruzando el bosque.

Luego llegaron a la casa las otras niñas: cuatro, más un niño cinco, con Zou seis en total. Niños de la calle que Mu-lan había acogido uno tras otro. Las niñas eran bonitas y graciosas, y el pequeño tan dulce y cariñoso que, a pesar de la edad avanzada de Mu-lan, les había abierto las puertas de su casa y de su corazón.

A cada uno le había puesto un nombre.

Zou era la mayor, acababa de cumplir nueve años y Mu-lan le había regalado dos cintas rojas que adornaban sus trenzas. Su nombre significaba inteligente. Zou era una niña muy inteligente.

Xian tenía cinco años y su nombre significaba fragancia. Siempre olía a jabón, y era sencilla, pequeña y dulce como las florecillas del jazmín.

Lixu tenía seis años y se llamaba Nieve por su piel blanca como la nieve. Y, como era cantarina y llenaba la casa de alegría, Mu-lan le había añadido algo al nombre: nieve blanca que corre como agua cristalina por la ladera tras el deshielo. Así se llamaba.

Yun tenía siete, y significaba la niña que siempre dice la verdad.

Y el nombre de Lian, que también tenía siete, significaba sauce elegante. Y lo era. Pues aún con el pantalón y la casaca gris que todos vestían, se movía con la elegancia de las ramas del sauce amarillo.

El pequeño y único varón, Yuga, tenía cuatro años y todas lo querían, no solo por ser el más pequeño, sino porque era cariñoso y siempre sonreía. Yuga significaba precisamente eso, el que siempre sonríe.

Los seis niños necesitaban cuidados y comida diaria, y Mu-lan apenas conseguía alimentarlos. Ya no bastaban las patatas que plantaba, recogía y vendía, se le había ocurrido confeccionar sombreros y tendrían que venderlos en el mercado de la ciudad. Pero su salud no era buena, una caída la había dejado postrada, y así llevaba un tiempo.

-¡Qué fastidio! –se lamentaba-. No podré ir al mercado de la ciudad, los sombreros tendrán que esperar.

-Yo iré al mercado, conozco el camino –se había ofrecido Zou.

Había acompañado a Mu-lan muchas veces, conocía el camino y necesitaban el dinero. Ella iría, estaba decidida.

-Aún eres pequeña para eso –Mu-lan se negaba a dejarla ir.

En aquel país muchos niños trabajaban, y Zou también. Había acompañado a Mu-lan a vender en el mercado muchas veces, y le había ayudado a confeccionar los sombreros. En realidad, era ella quien ideaba sus formas tan bonitas, podía ir al mercado a venderlos.

-Ya soy mayor –insistió.

A Mu-lan no le agradaba la idea, pero la necesidad era mucha. Lian y Yun necesitan zapatos, Lixu libros para el colegio, más el capítulo diario de la comida. Zou se mostraba tan segura de sí misma, que, finalmente, Mu-lan la dejó ir.

-Ve rápido y no te entretengas con nada –le recomendó-. Aunque conoces el camino es fácil equivocarse. ¡Ojalá alguien te compre los sombreros!

-¡Me los comprarán! –había respondido Zou alegremente.

-Regresa por el mismo camino y no te perderás –le recomendó Mu-lan exhalando un suspiro-: ¡Si yo me pudiera valer!

-Venderé los sombreros y regresaré.

Eran tres sombreros muy bonitos. Zou estaba segura de que los vendería.

Al entrar en el bosque sintió el frío de la mañana y la umbría humedad de la vegetación. Aún sonaban en sus oídos las últimas palabras de Mu-lan. Ten cuidado. Aunque conoces el camino es fácil equivocarse.

Caminó sin descanso dejando atrás los primeros arbustos. Debía llegar al mercado cuanto antes para situarse bien. Los vendedores madrugaban mucho para ocupar los mejores puestos.

Avanzaba tan a paso ligero que pronto se sintió cansada y se detuvo para respirar.

-¡Eh! ¿Qué ha sido eso? –exclamó.

El viento cimbreaba las ramas de bambú. Había plantas por todos lados. A su derecha una laguna llena de nenúfares, un poco más allá asomaba un claro con flores blancas de loto, y más adelante pasaría cerca de una gran piedra cubierta de musgo.

¡Qué bonito era todo! He de seguir, he de darme prisa, se decía. Y continuaba caminando, así hasta llegar a la ciudad. Mu-lan había confiado en ella y no la decepcionaría.

De la ciudad le gustaban las casas antiguas de colores amarillo y verde con el tejado negro y sus picos hacia arriba, tan distintas a las casas terrosas de la aldea.

Le encantaban las puertas abiertas de los comercios con linternas rojas colgadas en la entrada invocando la suerte.