La clave a tu verdadero YO - Silvia Kaufer - E-Book

La clave a tu verdadero YO E-Book

Silvia Kaufer

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Beschreibung

¿Acaso los nogales dan patatas? ¿Y los manzanos, rábanos? No, ¡claro que no! Es el granjero quien debe decidir con antelación si quiere cultivar patatas o manzanas. De la misma manera, somos nosotros quienes decidimos qué cultivamos en nuestras vidas. No todo lo que plantamos crece, y desde luego alguna cosecha quedará arruinada en el camino. La ley de la siembra y la cosecha también se aplica a nuestras vidas: lo que sembremos, será lo que cosecharemos Esta guía es adecuada para todos(-as), tanto para los(-as) que hayan alcanzado el éxito como para aquellos(-as) a los(-as) que se les resista. Correremos juntos esta pequeña aventura a través de nuestro propio YO. Podrá aprender las claves vitales más importantes y conocerá los cuatro pilares de la vida, el valle de los pensamientos y el profundo abismo del subconsciente. Además, obtendrá valiosos consejos y formas de conseguir sus objetivos, así como sencillos y efectivos ejercicios mentales que le ayudarán a relajarse y encontrar soluciones.

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La clave a tu verdadero YO

Aviso legalLa vida - tu vidaEjerciciosFuentesPie de Imprenta

Aviso legal

Ideas y texto: Silvia Kaufer

Diseño de la cubierta: Silvia Kaufer

Traducción: Alejandro del Rosario Urbín, Las Palmas

© 2018 Silvia Kaufer

Todos los derechos reservados. En caso de cualquier otro uso distinto de los establecidos por la ley, será necesario obtener el consentimiento previo por escrito de la autora.

La clave a tu verdadero YO

Prólogo

Buenos días,

Le deseo la bienvenida a esta edición y que disfruten de una buena lectura. Me alegro de que mi libro haya despertado su curiosidad y hayan sentido ganas de leerlo.

Antes de pasar directamente al tema, primero me gustaría presentarme brevemente. Me llamo Silvia Kaufer y nací en año 1962 en Alemania. Mi nacimiento fue una pequeña catástrofe para mis padres, ya que vine al mundo con una malformación física -con los brazos cortos y tres dedos en cada uno-, provocada por la sustancia Talidomida durante el embarazo; sus efectos desencadenaron un gran escándalo en la década de los sesenta. Evidentemente, en ese momento surgieron algunas dudas. Aunque la más inquietante fue: «¿Cómo va a poder superar los principales problemas de la vida y cómo va a desenvolverse en la sociedad?».

Sin embargo, yo, personalmente, no lo veía todo tan negativo. Conocí a mi marido cuando todavía era muy joven. Nos casamos cuando yo tenía 20 años y, todavía hoy, seguimos llevando una vida matrimonial muy alegre y armónica. Fruto de ella, nacieron nuestros dos hijos: la niña nació en 1982 y el niño, en 1983.

Según cuenta mi madre, yo siempre quería lograr lo imposible; para mí la frase «no puedo» no existía. A los 23 años tuve que someterme a una operación del corazón y, debido a algunas complicaciones, tuve que estar ingresada durante bastante tiempo en la unidad de cuidados intensivos. Sin embargo, tampoco en aquel momento quise abandonar. 

Aun así, es cierto que ese fue el momento en que empecé a afrontar mi vida de forma más consciente.

Debido a mi discapacidad, mi marido y yo decidimos intercambiar nuestros roles familiares. Él dejó su trabajo para convertirse en amo de casa y yo, en cambio, inicié mi vida profesional en el ámbito comercial y pasé a ocuparme del sustento económico familiar. Asistí a muchos cursos y, poco a poco, fui ascendiendo los escalones de mi carrera profesional, hasta que decidí abrirme camino por el pedregoso sendero del trabajo por cuenta propia y hacerme autónoma. En 1993, superé el examen para obtener el título de Asesora Fiscal y empecé a montar mi propio despacho paso a paso.

En aquel momento, antes del examen, me invadió una sensación de miedo espantosa. Seguro que conoce la sensación de no lo voy a conseguir, ya no sé nada, todo esto es demasiado para mí, etc. Bueno, justo en esa situación me encontraba yo. Hacía poco que había abandonado mi trabajo, así que, a todo eso, se le añadían problemas financieros; además, mi salud estaba bastante delicada, para expresarlo de una forma suave.

Justo en esa época oí por primera vez algo acerca del «entrenamiento mental». Aprendí un ejercicio mental increíble, del que decían que, si lo practicaba intensivamente durante una semana, el éxito se consumaría por sí solo. Como no tenía nada que perder, practiqué aquel ejercicio y, al final, dio realmente resultado. Al cabo de unos días me había convertido tanto física como mentalmente en una persona nueva. Volvía a ser optimista, tenía una actitud positiva, de confianza y me sentía en plena forma, así que pasé el examen con los ojos cerrados. Aquella fue una experiencia tan increíble (más adelante volveré sobre ello) que, desde entonces, empecé a interesarme por temas como el subconsciente, la fuerza del Universo, la programación de metas, la fuerza de la mente, etc. Ahora me gustaría compartir este conocimiento y mis experiencias con otras personas. Ésta también es la razón por la que he escrito este libro.

Desde la experiencia del examen en 1992, he visitado muchos seminarios, he leído innumerables libros, he escuchado mucho material audiovisual, he investigado en Internet y he participado en algunos foros de discusión. Sin embargo, siempre ha sido muy importante hablar con otras personas de sus éxitos. Todo lo que percibía, leía, veía u oía, me lo anotaba al momento. Así es como llegué a recoger muchísima información, la analicé, la probé personalmente y, con todos estos ingredientes elaboré un «bufé de experiencias». Usted puede elegir de este bufé lo que más le guste y, evidentemente, probarlo. (Encontrará las fuentes en el anexo del libro.)

Yo misma me he dado cuenta en muchas situaciones de que hay cosas en nuestras vidas que se pueden cambiar, si lo deseamos realmente. La cuestión es, entonces: ¿cuándo empezamos a cambiar y cuánto estamos dispuestos a invertir? En ese caso, no me refiero a dinero, sino a la energía, al empeño y a la constancia. Justamente la constancia y la paciencia son dos valores relevantes actualmente, por ejemplo:

Si queremos dominar un idioma a la perfección, no será suficiente con ponernos a leer un sólo libro sobre ese idioma, ¿no es cierto?

Si queremos aprender a conducir, tampoco será suficiente con una sola hora de prácticas, ¿verdad?

Al igual que, si queremos organizar nuestra vida para que sea más fructífera, tampoco será suficiente con tan sólo leer un libro sobre el pensamiento positivo, ver un vídeo sobre el éxito o si vamos una sola vez a un entrenamiento mental.

Puede leer 100 libros, puede visitar un curso cada semana, pero no va a cambiar nada en su vida -excepto que su bolsillo pesará menos-, mientras en su interior no se encienda un fuerte deseo de cambiar algo. Sólo va a cambiar algo si lo desea realmente desde su interior.

Con esto, pasamos al núcleo de la cuestión: ¿qué es lo que quiero realmente?

Esta es una pregunta que voy a tratar con profundidad en el libro. Aprenderá distintos ejercicios, a través de los cuales llegará hasta los deseos más profundos ocultos en su interior. El origen de esos profundos deseos y ansiedades se encuentra en nuestro subconsciente. 

A través de mi libro, quiero invitarle a hacer un pequeño viaje, una expedición realmente excitante al interior de nuestro YO.

Así que emprenderemos un viaje de prospección a través de nuestro YO. Aunque, primero, deberemos cruzar las cuatro puertas de la seguridad y la confianza en uno mismo, de la autoestima y de la autorrealización.

Cada una de estas puertas está protegida con una clave; y, todas juntas, constituyen las cuatro claves de la personalidad. Es decir, que tenemos cuatro claves para el éxito. ¿Tiene Usted alguna idea de dónde podemos sacarlas?

Evidentemente, nadie nos dará sus códigos; cada una de estas claves está cifrada en nuestro interior y está condicionada por nosotros mismos. Es decir, nosotros mismos somos la clave del éxito. 

Hay personas que tienen una clave adecuada para cada puerta. En cambio, hay otras que no tienen clave para ninguna de las puertas. Como también hay personas que creen que tienen una clave para cada una de las puertas.

Sin embargo, es como en la vida real. La clave solamente puede descifrarse si la combinación coincide con su código. Si una de las combinaciones no coincide, el código no se corresponderá con la clave. De modo que tenemos que comprobar continuamente si nuestra clave todavía coincide, dado que sus códigos van variando, así como nosotros nos vamos desarrollando continuamente como personas. 

Ahora nos dedicaremos a nuestra primera clave, la seguridad en uno mismo.

Primera clave de la personalidad:

La seguridad en uno mismo

La primera clave, cuyo código tendremos que descifrar es la seguridad en uno mismo. Pero ¿qué significa realmente la «seguridad en uno mismo»? Vamos a descomponer esta expresión: uno está seguro de sí mismo.

Una persona segura de sí misma es una persona que se autoafirma y que está convencida de su propia calidad como persona. Por supuesto, también existe la otra cara de la moneda: las personas a las que les falta seguridad en sí mismas. Se nota en que no hacen nunca afirmaciones claras, no suelen dar el primer paso en las conversaciones y hablan en voz muy baja. Suelen ser personas pasivas que casi siempre evitan los conflictos. No obstante, se puede aprender a tener más seguridad en uno mismo. Para ello sólo hay que intentar superar los propios miedos más a menudo y de forma consciente. Si es Usted una de esas personas tímidas que nunca se atreve a dar el primer paso para dirigirse otra persona, puede hacer estos ejercicios de iniciación.

Ejercicio de iniciación – Grado de dificultad: 1

Cuando vaya a hacer la compra mañana, diríjase al menos a tres personas en la calle y pregúnteles la hora o cómo llegar a una dirección determinada.

Ejercicio de iniciación – Grado de dificultad: 2

Cuando vaya a hacer la compra mañana, entre en una tienda (pero no en un bar o similar) y pregunte (de forma educada, por supuesto) si podrían darle un vaso de agua, porque tiene sed; también puede decir que tiene que tomarse una pastilla. No importa si le dan el vaso de agua o no, Usted dé las gracias y después salga de la tienda.

Estos ejercicios les parecerán absolutamente ridículos a aquellos que jamás hayan tenido problema alguno en dirigirse a otras personas. Sin embargo, para quienes se hayan sentido aludidos, poner en práctica estos ejercicios de iniciación será un auténtico éxito. ¿Qué es entonces lo que alimenta la seguridad en nosotros mismos? Nuestra seguridad se alimenta sencillamente de experiencias positivas, que la van reforzando poco a poco, aunque sean pequeñas, pues no importa en este caso su magnitud. Un éxito, por pequeño que sea, refuerza la seguridad en nosotros mismos; y, si a éste le van siguiendo otros pequeños éxitos, nuestra seguridad, no parará de crecer.

Pongamos otro ejemplo de algo que me consta que supone un problema hasta para aquellos que en otros aspectos están muy seguros de sí mismos. Imaginemos que llamamos a algún sitio y responde una voz suave que nos dice: «Hola, está Usted hablando con el contestador automático. Puede dejar un mensaje después de escuchar la señal. ¡Muchas gracias por su llamada y buenos días! Piiiii...»

Yo misma tengo un contestador en mi oficina, y ¡cuántas veces he escuchado llamadas que no han dejado ningún mensaje! Esto quiere decir que ese temor a dejar mensajes está muy generalizado. A ver, seamos sinceros: ¿A Usted le gusta hablar con un contestador? Si ese aparatito le causa dolores de estómago, pruebe a hacer el siguiente ejercicio: llame un sábado o domingo o un día cualquiera por la tarde, a ser posible a una empresa. No le importe presentarse con otro nombre y diga: «Muy buenas tardes, me llamo Aurora García. Ustedes no me conocen, pero estoy intentando deshacerme de mis complejos hablando con un contestador automático. Muchas gracias al suyo por haberme escuchado y que tengan todos Ustedes un estupendo lunes cuando oigan esto. ¡Adiós!».

¿Qué es lo que habrá logrado con esa llamada? Por un lado, hacer el esfuerzo que le suponía dejar un mensaje en un contestador, y lo que es mejor: admitir por otro lado sus debilidades al decir que quería deshacerse de sus problemas con los contestadores. ¿Qué más? Con esta actividad, habrá experimentado también una sensación positiva, porque ha superado de una vez la aversión por hablar con esa maquinita; y porque además le ha deseado algo bueno a otra persona: un estupendo lunes.

¿Qué sensación le invade tras un ejercicio como este? La de satisfacción, de orgullo. ¿Por qué? Porque su subconsciente recibe una señal que dice: me he atrevido a ello, estoy contento, estoy orgulloso. ¿Qué viene después? Pues, evidentemente, la sensación de éxito, que significa un aumento de la seguridad en nosotros mismos. 

Mi consejo es que haga regularmente pequeños ejercicios, principalmente, en las cuestiones en que suele pensar «no puedo hacerlo». Otro consejo: no le dé tantas vueltas a lo que los demás puedan pensar de Usted en ese momento. Es de Usted de quien se trata en ese instante. Por una vez, lo que piensen los demás debería darle igual.

¿En qué otros aspectos se refleja la seguridad en nosotros mismos? Pues, aunque normalmente no le prestamos mucha atención, en nuestra postura y en las señales que enviamos con el lenguaje corporal. ¿Cómo emitimos en realidad estas señales? Muy sencillo: con los ojos, la boca, los brazos, las piernas, etc. Durante los próximos días, pruebe a fijarse en los gestos de las personas con las que hable y en qué efecto tienen sobre Usted mismo. Vamos a pararnos un poco a pensar sobre nuestra postura corporal. Si iniciamos, por ejemplo, una negociación o una conversación y lo hacemos con sensación de seguridad y con el convencimiento de que «soy capaz, soy alguien y tengo algo que ofrecer», el resultado es que nuestra postura será recta y erguida. Y con ello, la posición de la que partimos para negociar será mejor que si entramos apocados, ¿no es verdad?

Seguro que Usted también conoce el póker, juego en el que se echan faroles. En el póker hay que dar al contrario la impresión de que tenemos mejores cartas. El juego consiste únicamente en actuar como ganador. No importa en absoluto si realmente tiene buenas cartas o no. Son su cara, sus gestos, los que señalan al ganador. No puede quedar ninguna duda de que Usted ha venido como ganador y de que como tal se irá. Veni, vidi, vici. El que mejor actúe será el que tenga más posibilidades de ganar.

Lo mismo sucede en muchos aspectos de nuestra vida. La diferencia es que, en el póker, la postura y los gestos son fingidos; y, en la realidad, cuando algo se finge, suele resultar poco creíble. Nuestra postura debería ser siempre acorde con lo que de verdad sentimos. Cuanto más acordes o más auténticos sean los gestos y la postura, más aceptación y credibilidad nos dará la sociedad.

Ahora me gustaría demostrarle que esto realmente se cumple. ¿Qué le parece si hacemos un pequeño ejercicio? Siéntese en una silla e inclínese hacia delante, con los codos sobre las rodillas y apoyando la cara en las manos.

Dará la impresión de que está muy triste. Y ahora intente decir: «¡Pero qué bien me va!», de manera que suene convincente.

Ahora al revés: póngase de pie y mire hacia arriba; se siente totalmente feliz y contento. Estire los brazos hacia el cielo y diga, también muy convincente: «¡Me siento fatal!»

El primer ejercicio ha sido igual de paradójico que el segundo, ¿no es cierto? 

Las posturas deberían ser acordes para que a los demás les resulte convincente y creíble.

Tratando el tema de la postura corporal para preparar nuestro viaje, descubrí un cuento muy acertado. Se trata del Templo de los mil espejos (de los Fundamentos del éxito del optimista de Nikolaus B. Engelmann - recontado).

Había en la India un templo con mil espejos. Estaba situado en lo alto de una montaña y resultaba imponente. Un día llegó un perro y escaló la montaña. Subió por los escalones y entró en el templo de los mil espejos. Cuando llegó al salón de los mil espejos, vio mil perros. Le entró miedo y se le erizaron los pelos de la nuca; metió el rabo entre las patas, gruñó asustado y le rechinaron los dientes. Aterrorizado, salió corriendo del templo y a partir de entonces, creyó que el mundo entero estaba lleno de perros peligrosos que sólo gruñían y amenazaban. Pasado un tiempo vino otro perro que había escalado la montaña. Subió también los escalones y entró en el templo de los mil espejos. Cuando entró en el salón de los mil espejos, también vio mil perros. Este perro, en cambio, se alegró. Meneaba la cola contento, saltando de un lado a otro y animando a los perros a jugar. Salió del templo convencido de que el mundo estaba lleno de perros simpáticos y juguetones que tenían buenas intenciones con él.

En la lengua popular, se diría «Como canta el abad responde el sacristán». Y estoy convencida de que Usted también habrá experimentado alguna vez cómo su comportamiento se reflejaba en el comportamiento de otras personas. Haga memoria. Quizá en una situación tensa haya empezado a reírse (sin motivo aparente) y no pudiera parar. Y los que estaban a su alrededor también se rieron, así sin más. ¿Por qué? Porque la risa es contagiosa. Y con ella pudo comprobar cómo su comportamiento se reflejaba en el de los demás. Tan posible es contagiar a los demás nerviosismo, como calma. Si habla en voz baja, los demás, de repente, le prestarán más atención. Si dice lo que siente, con sinceridad, tanto más cálida será la reacción que reciba. Si ayuda a otras personas, con más motivo le ayudarán cuando lo necesite. Vemos entonces que un gesto alegre es tan contagioso como uno sombrío, lo cual significa también que si adapto mi comportamiento de forma conveniente, en muchos casos podré provocar la reacción que deseaba a mi alrededor.

Pruébelo y verá. ¿Cómo? Muy fácil: pruebe a sonreír al prójimo; es aún más interesante si le sonríe precisamente a una persona que no conozca. ¿Qué cree que pasará? Seguro que ya conoce la respuesta, pero búsquela en la práctica. Así que ríase más a menudo, que la risa es contagiosa y además hace que de repente veamos las cosas de otra forma. 

Volvamos ahora a nuestro relato de los dos perros. Al ver cómo nuestro comportamiento se refleja de tal forma en el comportamiento de los demás, nos viene a la mente el concepto de «halago». Un halago es como un búmeran. Pruebe a halagar a alguien, pero de forma realmente sincera, y observe qué sucede. Puedo asegurarle que cuanto más halague a los demás, más halagos cosechará. Cuantos más cumplidos haga, más recibirá.

Pongamos que a Usted y a su pareja les han invitado a una fiesta. Su pareja se ha puesto realmente elegante. Pues, por una vez, dígaselo. Dígale: «Guau, cariño, estás arrebatador/a».

Si es al revés, es Usted el que recibe el cumplido, pues trate de reaccionar de forma positiva ante el cumplido. Basta con un simple gracias, o una mera sonrisa. No hace falta que empiece a preguntar: «Pues nunca me habías dicho que estoy guapo/a. ¿Es que pasa algo?».

Tanto si es un halago como un cumplido, deberíamos dar también algo a cambio, pero no queramos devolverlo inmediatamente. Deberíamos aprender a aceptar sin más un halago o un cumplido, tal cual lo recibimos, sin que tengamos enseguida la sensación de que deberíamos devolverlo. Ya ve, no se trata sólo de dar, también hay que aprender a recibir.