La gatomaquia - Lope De Vega - E-Book

La gatomaquia E-Book

Лопе де Вега

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Beschreibung

La Gatomaquia, es un poema épico burlesco de Lope de Vega, que fue publicado un año antes de su fallecimiento, en 1634, bajo el pseudonimo de Tome de Burguillos. Se divide en siete silvas, y consta de unos 2.500 versos. Lope ya había tocado el tema epico desde diversas perspectivas, (Dragontea, Isidro, Jerusalén conquistada) aunque siempre bajo tono solemne.

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Veröffentlichungsjahr: 2017

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A DON LOPE FÉLIX DEL CARPIO,

SOLDADO EN LA ARMADA DE SU MAJESTAD.

DE DOÑA TERESA VERECUNDIA

AL LICENCIADO TOMÉ DE BURGUILLOS

SONETO

Con dulce voz y pluma diligente,

Y no vestida de confusos caos,

Cantáis, Tomé, las bodas, los saraos

De Zapaquilda y Mizifuf valiente.

Si a Homero coronó la ilustre frente

Cantar las armas de las griegas naos,

A vos de los insignes marramaos

Guerras de amor por súbito accidente.

Bien merecéis un gato de doblones,

Aunque ni Lope celebréis o el Taso,

Ricardos o Gofredos de Bullones.

Pues que por vos, segundo Gatilaso,

Quedarán para siempre de ratones

Libres las bibliotecas del Parnaso.

SILVA PRIMERA

 

Yo, aquel que en los pasados

Tiempos canté las selvas y los prados,

Éstos vestidos de árboles mayores

Y aquéllas de ganados y de flores,

Las armas y las leyes,

Que conservan los reinos y los reyes,

Agora, en instrumento menos grave,

Canto de amor suave

Las iras y desdenes,

Los males y los bienes,

No del todo olvidado

El fiero taratántara, templado

Con el silbo del pífaro sonoro.

Vosotras, musas del castalio coro,

Dadme favor en tanto

Que, con el genio que me distes, canto

La guerra, los amores y accidentes

De dos gatos valientes;

Que, como otros están dados a perros,

O por ajenos o por propios yerros,

También hay hombres que se dan a gatos,

Por olvidos de príncipes ingratos,

O porque los persigue la fortuna

Desde el columpio de la tierna cuna.

Tú, don Lope, si acaso

Te deja divertir por el Parnaso

El Holandés pirata,

Gato de nuestra plata,

Que infesta las marinas

Por donde con la armada peregrinas,

Suspende un rato aquel valiente acero

Con que al asalto llegas el primero,

Y escucha mi famosa Gatomaquia;

Así desde las Indias a Valaquia

Corra tu nombre y fama,

Que ya por nuestra patria se derrama,

Desde que viste la morisca puerta

De Túnez y Biserta,

Armado y niño, en forma de Cupido,

Con el Marqués famoso

De mejor apellido,

Como su padre por la mar dichoso.

No siempre has de atender a Marte airado,

Desde tu tierna edad ejercitado,

Vestido de diamante,

Coronado de plumas, arrogante;

Que alguna vez el ocio

Es de las armas cordial socrocio,

Y Venus en la paz, como Santelmo,

Con manos de marfil le quita el yelmo.

 

Estaba sobre un alto caballete

De un tejado sentada

La bella Zapaquilda al fresco viento,

Lamiéndose la cola y el copete,

Tan fruncida y mirlada

Como si fuera gata de convento.

Su mesmo pensamiento

De espejo le servía,

Puesto que un rofo casco le traía

Cierta urraca burlona

Que no dejaba toca ni valona

Que no escondía por aquel tejado,

Confín del corredor de un licenciado.

Ya que lavada estuvo,

Y con las manos, que lamidas tuvo,

De su ropa de martas aliñada,

Cantó un soneto en voz medio formada

En la arteria vocal, con tanta gracia

Como pudiera el Músico de Tracia;

De suerte, que cualquiera que la oyera,

Que era solfa gatuna conociera,

Con algunos cromáticos disones,

Que se daban al diablo los ratones.

Asomábase ya la Primavera

Por un balcón de rosas y alelíes,

Y Flora, con dorados borceguíes,

Alegraba risueña la ribera;

Tiestos de Talavera

Prevenía el verano,

Cuando Marramaquiz, gato romano,

Aviso tuvo cierto de Maulero,

Un gato de la Mancha, su escudero,

Que al sol salía Zapaquilda hermosa,

Cual suele amanecer purpúrea rosa

Entre las hojas de la verde cama,

Rubí tan vivo, que parece llama,

y que con una dulce cantilena

En el arte mayor de Juan de Mena

Enamoraba el viento.

Marramaquiz, atento

A las nuevas del paje

(Que la fama enamora desde lejos),

Que, fuera de las naguas de pellejos

Del campanudo traje,

Introdución de sastres y roperos,

Doctos maestros de sacar dineros,

Alababa su gracia y hermosura,

Con tanta melindrífera mesura,

Pidió caballo, y luego fué traída

Una mona vestida

Al uso de su tierra,

Cautiva en una guerra

Que tuvieron las monas y los gatos;

Púsose borceguíes y zapatos,

De dos dediles de segar abiertos,

Que con pena calzó, por estar tuertos;

Una cuchara de plata por espada;

La capa, colorada,

A la francesa, de una calza vieja,

Tan igual, tan lucida y tan pareja,

Que no será lisonja

Decir que Adonis en limpieza y gala,

Aunque perdone Venus, no le iguala.

Por gorra de Milán, media toronja,

Con un penacho rojo, verde y bayo,

De un muerto por sus uñas papagayo,

Que diciendo: “¿ Quién pasa?” cierto día,

Pensó que el Rey venía,

Y era Marramaquiz, que andaba a caza,

Y halló para romper la jaula traza;

Por cuera, dos mitades que de un guante

Le ataron por detrás y por delante,

Y un puño de una niña por valona.

Era el gatazo de gentil persona

y no menos galán que enamorado:

Bigote blanco y rostro despejado,

Ojos alegres, niñas mesuradas

De color de esmeraldas diamantadas,

Ya caballo en la mona, parecía

El paladín Orlando, que venía

A visitar a Angélica la bella.

La recatada ninfa, la doncella,

En viendo el gato, se mirló de forma,

Que en una grave dama se transforma,

Lamiéndose, a manera de manteca,

La superficie de los labios seca,

y con temor de alguna carambola,

Tapó las indecencias con la cola,

y bajando los ojos hasta el suelo,

Su mirlo propio le sirvió de velo;

Que ha de ser la doncella virtuosa

Más recatada mientras más hermosa.

Marramaquiz entonces, con ligeras

Plantas batiendo el tetuán caballo,

Que no era Piedehierro, o Piedegallo,

Le dió cuatro carreras,

Con otras gentilezas y escarceos,

Alta demostración de sus deseos,

Y, la gorra en la mano,

Acercóse galán y cortesano,

Donde le dijo amores.

Ella, con las colores

Que imprime la vergüenza,

Le dió de sus guedejas una trenza;

y al tiempo que los dos marramizaban

y con tiernos singultos relamidos

Alternaban sentidos,

Desde unas claraboyas que adornaban

La azutea de un clérigo vecino,

Un bodocazo vino,

Disparado de súbita ballesta

Más que la vista de los ojos presta,

Que, dándole a la mona en la almohada,

Por de dentro morada,

Por de fuera pelosa,

Dejó caer la carga, y presurosa

Corrió por los tejados,

Sin poder los lacayos y criados

Detener el furor con que corría.

No de otra suerte que en sereno día

Balas de nieve escupe y, de los senos

De las nubes, relámpagos y truenos

Súbita tempestad en monte o prado,

Obligando que el tímido ganado

Atónito se esparza,

Ya dejando en la zarza

De sus pungentes laberintos vana,

La blanca, o negra lana

(Que alguna vez la lana ha de ser negra),

y hasta que el Sol en arco verde alegra

Los campos, que reduce a sus colores,

No vuelven a los prados ni a las flores,

Así los gatos iban alterados

Por corredores, puertas y terrados,

Con trágicos maúllos,

No dando, como tórtolas, arrullos,

y la mona, la mano en la almohada,

La parte occidental descalabrada,

y los húmidos polos circunstantes

Bañados de medio ámbar, como guantes.

En tanto que pasaban estas cosas,

y el gato en sus amores discurría

Con ansias amorosas

(Porque no hay alma tan helada y fría,

Que Amor no agarre, prenda y engarrafe),

Y el más alto tejado enternecía,

Aunque fuesen las tejas de Getafe,

Y ella, con ñifiñafe,

Se defendía con semblante airado,

Aquel de cielo y tierra monstro alado

Que, vestido de lenguas y de ojos,

Ya decrépito viejo con antojos,

Ya lince penetrante,

Por los tres elementos se pasea

Sin que nadie le vea,

Con la forma elegante

De Zapaquilda discurrió ligero

Uno y otro emisfero,

Aunque con las verdades lisonjera,

Y en cuanto baña en la terrestre esfera,

Sin excepción de promontorio alguno,

El cerúleo Neptuno,

Plasmante universal de toda fuente,

Desde Bootes a la Austral Corona

y de la zona frígida a la ardiente ... ... ...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Esto dijo la Fama, que pregona

El bien y el mal; y en viendo su retrato,

Se erizó todo gato

Y dispuso venir, con esperanza

Del galardón que un firme amor alcanza.

Los que vinieron por la tierra en postas,

Trajeron, por llegar a la ligera,

Sólo plumas y banda, calza y cuera;

Los que habitaban de la mar las costas

(Tanto pueden de amor dulces empresas)

Vinieron en artesas,

Mas no por eso menos

Hasta la cola de riquezas llenos;

y otros, por bizarría,

Para mostrar después la gallardía,

En cofres y baúles,

Sulcando las azules