La libertad constitucional - Víctor Balaguer - E-Book

La libertad constitucional E-Book

Víctor Balaguer

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Beschreibung

Este ensayo es una recopilación de los estudios de Víctor Balaguer sobre el gobierno político de varios países y, sobre todo, el sistema político de Cataluña en la historia. Balaguer, un autor avanzado a su época, publicó estos apuntes sobre la libertad, la constitución y el progreso, analizando dichos conceptos a través de la historia de Cataluña. Un ensayo historiográfico sobre la política que imperaba en la época de Balaguer.

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Seitenzahl: 235

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Víctor Balaguer

La libertad constitucional

ESTUDIOS

SOBRE EL GOBIERNO POLITICO DE VARIOS PAISES Y EN PARTICULAR SOBRE EL SISTEMA POR EL QUE SE REGIA ANTIGUAMENTE CATALUÑA.

Saga

La libertad constitucional

 

Copyright © 1858, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726688047

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

EL AUTOR

dedica esta obra, hija de sus convicciones políticas

y del amor pe profesa á su patria.

AL EXCMO. SEÑOR DON PASCUAL MADOZ,

como homenaje al hombre de Estado

y como tributo de gratitud al que, hallándose de gobernador civil en Barcelona

cuando el terrible azote del cólera invadió esta ciudad

en julio, agosto y setiembre de 1854, prestó grandes é importantes servicios,

haciéndose acreedor

á que la capital del Principado le nombrase

su hijo adoptivo

y le regalase una corona cívica.

PRÓLOGO.

Al ofrecer este trabajo al público, estoy muy lejos de creer que le doy una obra acabada. Sé muy bien que no he pintado un cuadro, pues que solo me ha sido posible trazar un boceto.

Son unos breves apuntes, unos lijeros estudios hijos de convicciones políticas profundamente arraigadas en mi corazon.

Creo en la libertad constitucional, pero en la verdadera libertad constitucional practicada con toda pureza, con todo puritanismo, como en el único medio para asegurar el bienestar y la felicidad de nuestro pais, harto dividido en partidos, en bandos y en fracciones, para desgracia de todos.

En los tiempos que corremos, cuando con tanta facilidad se estravian los juicios de los hombres y tanta tortura se da á las ideas, llegando el arte de desnaturalizar los nombres mas sencillos á convertirse en una ciencia funesta y desconsoladora, llegando el afan de querer progresar rápidamente á admitir como realidades las utopias mas descabelladas, creo que no serán leidas con disgusto algunas breves observaciones sobre la libertad constitucional.

¿A qué arrojarse con desalado ímpetu y con descompuesta carrera en busca de teorías nuevas para labrar la dicha del pais, si á mano tenemos el remedio?

Al escribir esta obra, me he apoyado en la historia, testimonio irrecusable y patente, libro á todos abierto y el cual todos tienen el derecho de consultar. ¡Ojalá no prescindieran tan frecuentemente de él nuestros modernos estadistas! Algun mas fruto se sacaria entonces de sus teorías y de sus reformas.

La historia es el libro del pasado, y como tal el libro de la esperiencia.

La antigua Cataluña, en la época en que los reyes constitucionales de Aragon estaban considerados en primera línea entre los soberanos de Europa, ofrece al observador político un manantial inagotable de estudios. En ella, pues, —al propio tiempo que me apresuro á rendir un homenaje de adhesion á mi patria y á sus antiguas libertades, — en ella, pues, me he apoyado muy especialmente para trazar estos estudios, ya que en sus glorias municipales y en sus costumbres constitucionales y parlamentarias he hallado sobra de argumentos, tan lógicos como indestructibles, que aducir en favor de mis ideas.

Antes empero de entrar en materia, pláceme dejar clara y esplícitamente sentada mi pobre opinion sobre dos puntos capitales.

Partidario decidido y campeon entusiasta de la libertad constitucional, soy enemigo declarado del despotismo, como de toda idea que lleve en sí el gérmen del esclusivismo y de la intolerancia.

Aborrezco el despotismo de cualquier modo que aparezca y se disfrace. ¿Qué importa que el que tiene corazon de cieno se presente vestido con lujosos trajes y adornado con opulentas galas?

Es muy cierto que no existe despotismo en toda nacion regida por leyes hechas por los representantes del pais, leyes que el gefe del Estado el primero se ve obligado á observar y que no puede violar sin verse espuesto á justas y legítimas resistencias por parte de los pueblos; pero es despotismo hacer leyes por sí y ante sí, destruir las hechas en Córtes, desconocerlas, interpretarlas ó modificarlas á su antojo, convertirse en juez y colocar en lugar de la justicia la voluntad ó el capricho de un individuo ó de una fraccion.

Afortunadamente, y para valerme de una comparacion vulgar, el despotismo es el molde que se gasta mas pronto. Para ser destruido ni siquiera se necesita ilustracion en los que, mas ó menos pacientemente, se ven sometidos á él y cobijados por sus negras alas. El sentimiento íntimo de la justicia que existe en todos los corazones y que la opresion tiene el secreto de reanimar, es bastante para vencerle. Cuando la cuerda de un arco está demasiado tendida, se rompe: cuando un vaso está lleno, rebosa.

Voy ahora á otro punto.

He procurado en esta obra no mirar las cuestiones bajo el menguado punto de vista de partido, acordándome que he sido siempre demasiado independiente para encerrarme en un círculo vicioso y estrecho. Las cosas se ven tanto mas claras cuanto de mas alto se miran y de mas lejos.

El espíritu ciego de partido lo altera todo, lo desnaturaliza y lo desconoce todo; es el fruto amargo que produce la cosecha de las pasiones fogosas y violentas que estravian á los hombres; es el hijo que nace del funesto consorcio del fanatismo político y del deseo de venganza. Para esta pasion, cuando es ciega y cuando raya en estremo, la verdad se convierte en error, la razon en necedad, la lógica en sofisma, y la mentira y la bajeza llegan á tomar el carácter de la franqueza y del honor.

Ejemplos sobrados hay de ello en nuestro desgraciado pais. Ese ciego esclusivismo de partido ha hecho mas daño á la patria que todas las revueltas que se han sucedido, habiendo sido muchas de ellas hijas de aquel. Hombres hemos tenido, intolerantes y absolutos, que fanatizados por su partido han prestado al vicio los colores de la virtud y han vestido á la virtud con la misma librea del crímen.

Hay quien cree á Lamartine, al virtuoso y noble Lamartine, un villano y un infame porque es republicano; hay quien cree al regicida Ravaillac un mártir por haber hundido el puñal en el seno de su rey.

No pertenezco yo por cierto al número de estos hombres y aconsejo al que sea de este número que no se tome el trabajo de hojear siquiera este volúmen. Seria inútil porque de antemano le anuncio que no hallará en él lo que busca.

Nutrido en los estudios liberales, fuerte con la fé y las convicciones de los que á otra cosa no aspiran que á ver feliz á su pais, sigo en todo el impulso de mi corazon, que creo leal y síncero. El dia en que se pueda desterrar de los unos ese esclusivismo que les roe y de los otros ese indiferentismo que les mata, la patria ganará mucho porque verá entonces aumentarse sus fuerzas con un número respetable de ciudadanos leales y de buenos soldados.

Esto no quiere decir, como ya supondrá cualquier lector ilustrado, que condene los partidos. Yo amo los partidos nobles que agrupados bajo una bandera digna se presentan en el campo de la discusion á sostener sus principios con lealtad, con franqueza, sin falsía y sin torcidas intenciones. A estos partidos los respeto. Lo que aborrezco y anatematizo es el esclusivismo ciego de partido que destruye sin edificar.

Algunas palabras mas y concluyo.

No sé lo que puede valer esta obra. Quizá, y es lo mas probable, nada valga. Ello es que yo la doy por hija de unos estudios que á mí me han dado por fruto la conviccion íntima de que el gobierno que se apoya y se funda en la libertad constitucional, desarrollada y aplicada convenientemente á las necesidades del pais y del siglo, no debe temer ninguna otra forma de gobierno como mejor, como mas pura, como mas propia y conveniente para asegurar el bienestar de una nacion.

Acaso esta obra, en medio de lo mucho que deja que desear, pueda ser útil á los estudios de esa briosa juventud liberal que se agita en nuestra nacion y muy particularmente en Cataluña. Si tengo yo fé ciega en el porvenir feliz de una nacion á la que un gobierno justo y sabio encamine por el sendero de la verdadera libertad constitucional, no la tengo menos en esa juventud que nace para esperanza de la patria, que se despierta para gloria del porvenir, y que, nutrida en el estudio de la verdad filosófica, se prepara á luchar para honra de las buenas doctrinas.

Hé aqui porque pido permiso al lector para cometer la inmodestia de citarme á mí mismo y de terminar este prólogo con las palabras mismas con que hace apenas medio año concluia un discurso político en una reunion de electores

Decia entonces, y repito ahora:

«En medio de las luchas de los partidos, señores, en medio de las tormentas políticas, en medio de las nubes que oscurecen el horizonte político, en medio de todos esos grandes males que aquejan á nuestro infortunado pais, una cosa debe consolarnos, y es, que los principios verdaderamente liberales, verdaderamente de progreso, van formando una selecta y una estudiosa juventud.

«Yo que tanto quiero á mi patria, yo que tanto amo á Cataluña, veo con gozo á esa juventud catalana irse formando, ir creciendo, ir amamantándose con las buenas doctrinas constitucionales, ir bebiendo en las buenas fuentes, y confio en Dios que un dia llegará, quizá no muy lejano, en que una voz fuerte y vibrante, dominando el ruido de las pasiones, de los ódios, de los temores y de las venganzas, como la voz del Sinaí dominó el ruido del trueno y del terremoto, gritará: Plaza, plaza á la juventud!

«Y el dia que esta voz vibre en lo alto, la juventud, llena de esa sávia virginal que tienen los arbolitos en flor, impregnada de ese buen espíritu catalan hijo de un constitucionalismo de raza, se alineará gozosa bajo la bandera nueva que herirán tambien los rayos de un nuevo sol, y marchará solícita á la conquista del porvenir. No faltará entonces, señores, á esos nuevos cruzados de la fé, un Godofredo salido de entre sus mismas filas, en las cuales quizá duerme ahora ignorado de todos y hasta de sí mismo, un Godofredo que los lleve y los guie hasta al pié de los muros de su prometida Jerusalen.»

 

Octubre de 1857.

CAPÍTULO PRIMERO.

LA LIBERTAD Y EL ABSOLUTISMO.

Grandeza del espíritu liberal.—Triunfos del progreso en todos los siglos.—Mision civilizadora de la prensa.—Deberes del ciudadano.—Los tiranos son imposibles en la actualidad.—Sin libertad no hay derechos posibles.—Esfuerzos de los reaccionarios contra el sistema liberal.—Efectos y frutos del absolutismo.—Los tiempos feudales.—La luz y las tinieblas.—Recuerdos de otras épocas.—El absolutismo es rechazado por la opinion pública.

 

Dícese comunmente, y en lenguaje poético, que la libertad es hija del cielo. Así debe ser sin duda, porqué nada como ella mas bello, mas grande, ni mas noble. Estandarte de todas las causas justas, preside al nacimiento y desarrollo de los pueblos primitivos, acompaña en su escursion por el mundo los triunfantes pendones de la república romana, se coloca al pié de la cruz en que espira el Hombre-Dios, recorre con los apóstoles la estension de la tierra, se hunde en las catacumbas para inspirar valor y entusiasmo á los mártires, y volviendo por fin á salir á la luz del dia, vence en pugna abierta á la civilizacion oriental y la obliga á retirarse avergonzada ante la civilizacion de occidente, que se presenta jóven, vírgen, robusta, en su espíritu enemiga de privilegios, y proclamando la fraternidad cristiana.

Y no es estraño á fé que en todas épocas y en todos tiempos haya la libertad tenido sus apóstoles, sus tribunos, sus ejércitos, sus mártires. ¿Hay algo mas poéticamente sublime ó mas admirablemente bello? ¿Hay doctrinas mas puras, mas sanas, mas hidalgas que las suyas?.... Apoyándose en la tolerancia, predicando el perdon y el olvido, y asegurando la igualdad ante la ley, marcha de frente contra la violencia y contra la fuerza. Son sus hermanas la fé y la justicia; son sus eternas enemigas la hipocresía y la maldad.

Sin embargo, como siempre desgraciadamente ha habido en el mundo corazones perversos, séres con el alma henchida de pasiones violentas, hombres que se han opuesto á toda reforma y á toda aspiracion de las clases y de las razas hácia su perfeccionamiento, fué necesaria la doctrina del que quiso morir mártir en el Gólgota, predicada y esparcida por todos los ámbitos del mundo, para que entre los nombres pudiesen proclamarse la igualdad de derechos, la igualdad de participacion, la igualdad de opcion á todos los rangos sociales segun el mérito y la capacidad, que forman la verdadera y única aristocrácia.

En vano entonces los partidos, los hombres, los déspotas y los mismos paises se opusieron á esa santa doctrina. Vanos fueron los esfuerzos, vanos los calabozos, vanos hasta los tormentos y los suplicios: el progreso moral, intelectual y material es una condicion de la humanidad, una ley de la naturaleza, y, ábrase el libro de la historia, ni persecuciones, ni hogueras, ni torturas, ni continuas y humanas hecatombes han conseguido jamas detenerle. Ha salido incólume de las arenas de los circos, ha salido intacto de las llamas de las hogueras, ha salido triunfante de las persecuciones y de los destierros.

En el dia la prensa, y la prensa periódica sobre todo, esa gran palanca del pensamiento y ese gran ariete de los principios, tiene mas que nunca una mision importante que llenar. Cada dia los periódicos son mas buscados y mas leidos; cada dia pues tiene la prensa nuevo público, nuevos lectores en quienes poder inculcar sanas doctrinas, máximas constitucionales, y el amor á la patria, ese amor tan santo y tan puro y que tanto sin embargo se ha tratado de ridiculizar.

En otro tiempo los hombres se batian mas por la grandeza de un monarca, que por el interés del Estado; mas por el esplendor de una bandera señorial, que por la salud del pais. El rey era entonces demasiado, y la patria demasiado poco. Por fortuna, y gracias á las buenas doctrinas, esto ha cambiado, y los hombres, mas ilustrados ya sobre sus derechos, han ido poco á poco tomando mas interés por todo lo que afecta al Estado. Son muchos ya los que comprenden que el pais es el hogar comun y que es preciso mezclarse en sus negocios dando su voto ó tratando de hacer prevalecer su dictámen para que las cosas vayan mejor, para que se hagan reformas, economías, mejoras y todo lo que pueda redundar en bien general. Asi pues, si hay aun la clase de los indiferentes y de los egoistas, la de los ciudadanos se ha estendido mucho. La patria ya significa algo.

Por la elaboracion lenta pero incesante de las máximas constitucionales y de sus prácticas en los intérvalos que las naciones han sido regidas por leyes que el pais ha hecho de acuerdo con el trono, los pueblos han ido adquiriendo las nociones del derecho; la industria, el arte, la ciencia, trilogio intelectual que mas que nada necesita libertad y esferas ilimitadas donde esplayarse, han ido progresando y desarrollándose; la idea de fuerza y de violencia se ha ido apagando para ceder su paso á la de tolerancia y de equidad; y si hubo un tiempo, por ejemplo, en que un Felipe II para encadenar á la libertad, trató de reanudar menguados planes centralizadores dió nueva fuerza al sangriento tribunal de la inquisicion, odiosa importacion estranjera, para ejercer una tiranía horrible sobre el pensamiento y sobre las conciencias, tambien es cierto que en la época actual se han hecho ya imposibles esos sueños de los tiranos, y el mundo todo rechaza la idea descarnada del absolutismo.

Este para presentarse y hacerse aceptable hasta para su partido, tiene ya ahora que tomar una forma mas acomodada á las tendencias y aspiraciones de la humanidad. Un Neron, un Caligula, un Luis XI, un Felipe II no son ya posibles. El partido absolutista mismo rechaza ya toda idea de inquisicion y una gran parte hasta admite, mas ó menos lata, la prensa periódica. Algo se ha adelantado pues, algo se debe á la predicacion de las buenas doctrinas y á la propaganda de las sanas máximas.

Y lo que falta aun se conseguirá porque no puede menos, porque estamos ya en la pendiente, porque la marcha de los siglos, siempre progresiva, arrastra tras sí á la pobre humanidad que en vano lucharia para oponérsele.

¿Y cómo no ha de ser asi, si es la libertad el bautismo que reciben al nacer las generaciones y las sociedades?

La opcion de la inteligencia á los empleos y altos destinos del pais, la participacion de derechos de todo ciudadano, la oposicion de cada individuo á los estúpidos privilegios de raza, el derecho civil, el derecho político, la aspiracion á las reformas y mejoras que necesita la humanidad, el desarrollo de las ciencias y de las artes, los adelantos de la industria, los inventos humanos la civilizacion, en fin, no se comprenden sin libertad. ¿Sin esta pudiera subsistir nada de aquello?

La libertad acabará pues por arraigarse y consolidarse. Ella inspira ideas de paz, de union, de caridad, de tolerancia y de justicia, mientrás que el despotismo solo recuerda ideas de luto, de violencia, de hipocresía y de opresion. ¿Quién no prefiere á una noche tenebrosa y lóbrega en que brama el huracan desencadenado y cae la lluvia á torrentes, un dia puro y sereno, en que el sol paseando su globo de fuego por el vacío da vida á las plantas y á los hombres?

Nó, la libertad no sucumbirá; es imperecedera é inmortal, y su destino es el de cernerse en el espacio radiante y espléndida, como un sol regenerador, dando luz y con la luz la vida á todos los paises civilizados.

Y, cuidado, que nunca quizá se ha llegado á trabajar tanto contra la propaganda liberal como en la actualidad.

Tanto es lo que en el dia se habla de absolutismo, de cesarismo y de imperialismo; de tal manera tratan algunos de estraviar la opinion pública con falsas ideas; con tanto descaro se lanzan ciertos periódicos, que en pleno siglo XIX no se averguenzan de llamarse absolutistas, á proclamar doctrinas absurdas vencidas siempre en el campo de batalla y en el terreno de la discusion; con tan hipócrita candidez apoyan el régimen absoluto, que llaman tradicional é histórico, y que dicen ser el único que puede dar estabilidad á los gobiernos y órden, paz y ventura á los pueblos; con tal afan, en fin, se burlan del sistema parlamentario, que creo muy del caso detenerme á hacer, si bien sean rápidas y breves, algunas consideraciones que podrán advertir á los incautos para que no se dejen cojer en un lazo ridículo, armado por los eternos enemigos de la libertad y de la dignidad del hombre.

Afortunamente, las naciones en general son ya demasiado ilustradas para que puedan hacerles efecto los soñados planes de felicidad y de ventura que les ofrecen, en nombre de virtudes que jamas han conocido, esos en el dia entusiastas amantes de la dictadura y del cesarismo.

¿Qué nacion ha sido jamás feliz por el régimen absoluto? ¿En qué pais del globo han podido los hombres, ni en qué época, respirar siquiera, cuando ha pesado sobre ellos como una mortaja la tiranía, la dictadura, el poder absoluto? Cuando este ha dominado ¿han existido otras cosas que cárceles, tormentos, hogueras, suplicios, cadalsos y deportaciones?

Quereis, decís, cerrar la puerta á las ambiciones y estinguir las luchas de partido; quereis acabar con nuestras discordias y dar estabilidad al poder; quereis, segun vosotros, asegurar al pueblo reposo y calma, al pais riqueza y esplendor, y ¿qué le proponeis para conseguir esto?... Una dictadura, un cesarismo, un poder absoluto. ¡Insensatos! ó mejor, hipócritas! Tanto valdria que propusieseis al hombre de bien un consorcio con el verdugo.

¿Qué, sino males, ha traido jamás al mundo lo que os atreveis á proponer, y aun mas, lo que os dejan proponer existiendo un trono constitucional que debe á la libertad su fuerza, su esplendor y sus dias de gloria?

Abramos ese gran libro que se llama Historia y que por desgracia es mirado con tanto desprecio y, todo lo mas, leido con repugnancia y ligeramente por algunos hombres del dia, por los que sin embargo aspiran á ser gobierno y hablan de labrar con sus sistemas la felicidad del pais.

Allí donde encontreis víctimas, allí donde veais ruinas, allí donde halleis dolores, allí, en fin, donde oigais quejas y lamentos, lloros y suspiros, allí está el absolutismo. ¿Veis unos campos yertos, unas chozas miserables, un pueblo embrutecido y salvage? Pues estad seguros que imperan allí vuestras ideas.

Hay una época en la historia del mundo en que el feudalismo, hijo bastardo de la conquista y de la fuerza, lo invadió todo: pueblos y tierras, todo se lo partieron los señores. El vencido era propiedad del vencedor, el hombre se convertia en siervo ó al menos era tratado como tal. Los mismos que habian conservado una sombra de libertad se veian espuestos á tantos ultrajes, que acababan por hacer renuncia de su independencia, con la esperanza de ser mas considerados por los tiranos desde el momento que accedian á ser propiedad suya. Entonces las leyes retiraron su apoyo á los esclavos, las artes huyeron de ellos, las letras se escondieron avergonzadas, todo lo que podia recordarles la civilizacion les abandonó. El dominio feudal, —llamémosle en lenguaje moderno y despojándole de su efecto múltiple dominio cesareo,—corrompió á los nobles por el abuso de un poder sin límites y envileció al pueblo bajo el peso de la esclavitud.

La libertad, hija del cielo, iba ya entonces á abandonar la tierra, si afortunadamente no hubiese nacido el municipio moderno que la acogió en su seno, dándole al propio tiempo el triple ausilio de un templo, de un altar y de una tribuna.

Pues bien, ¿quereis que retrocedamos á aquellos tiempos? Es á esos resultados á los que deseais conducirnos?.... De un pueblo libre, robusto y fuerte, con condiciones varoniles y con todo el sentimiento de su dignidad, quereis hacer un siervo como en tiempo del feudalismo. A otra cosa no aspirais con esas absurdas ideas, rechazadas por todo lo que hay de noble y de caballeresco en el espíritu humano, y que vestis con un falso color de actualidad para hacerlas pasar como nuevas y como las únicas capaces de labrar la dicha comun.

El siglo os conoce y os rechaza, el sentido comun y la opinion pública, que es la reina de la sociedad, se alzan contra vosotros. Apóstoles de ideas insensatas, no vengais á decirnos que con vuestro cesarismo, con vuestro imperialismo, con vuestro.... llámese como se quiera, que al fin y al cabo estos nombres no son sino fórmulas mas ó menos poéticas con que disfrazais el régimen absoluto, no vengais á decirnos con esto que intentais cerrar la puerta á las ambiciones bastardas, á los ódios de partido, á las luchas civiles, á la empleomanía, á la fiebre de la demamogia. Lo que hariais seria cerrarla á las aspiraciones leales y á las ambiciones nobles, al mérito y al estudio, á la constancia y á la probidad, abriéndola de par en par á las intrigas secretas, á los manejos tenebrosos, á las traiciones y á la perfidia.

Los liberales por lo mismo que asi se titulan, quieren la publicidad en todo; vosotros todo lo quereis misterio y silencio. Con ellos va la luz, con vosotros las tinieblas.

Y es en vano que á cada paso nos presenteis el espectáculo, harto lamentable por cierto, de nuestras disensiones, si pasais en silencio los crímenes y las orgías de las épocas en que los vuestros han imperado. En vano prometeis bienandanza, seguridad, paz, órden, riqueza y poderío. Ahí estamos los que hemos leido la historia para recordar al pueblo los frutos del absolutismo en la sangre derramada en Valencia cuando las Germanias, en los cadalsos levantados en Aragon cuando Lanuza, en los pueblos destruidos en Caluña cuando la guerra de sucesion.

Locos están esos hombres cuando sueñan de tal modo en mitad de este siglo. El solo recuerdo de sus ideas vierte sangre.

___________

CAPÍTULO II.

LA LIBERTAD ES ANTIGUA Y EL DESPOTISMO MODERNO.

Los tiempos antehistóricos.—Los fenicios.—Los helenos.— Atenas tuvo la primera democr á cia.—Los cretenses. — Esparta. — Atenas. — Roma — Cartago.— La doctrina liberal es predicada por los apóstoles.—El despotismo no fué conocido en Cataluña.—Palabras de Jaime el conquistador á los navarros.

 

La libertad es antigua y el despotismo moderno, se ha dicho, y se ha dicho bien. Pocos esfuerzos hay que hacer para probar esta verdad. Basta con hojear la historia.

Cuando nos hacemos luz en la noche de los tiempos, siglos antes de Jesucristo, siglos antes de Roma; cuando aun las tinieblas envuelven con su misterio al mundo permitiendo apenas á la ciencia y á la historia arrancarles algunos de sus secretos, encontramos á los fenicios, inventores de la púrpura, del vidrio, de la moneda y de las letras del alfabeto, regidos por leyes populares hechas en asambleas generales y ampliamente discutidas por los ancianos del pais.

Los helenos ó pueblos griegos, en su primitivo orígen, tenian en el desfiladero de las Termopilas, en el sitio mismo que tan célebre habia de hacer por una muerte heróica un arrojado capitan, una asamblea periódica de diputados de once ó doce tribus, cada una de las cuales tenia dos votos. Cada tribu daba á sus diputados las instrucciones que le parecian mas oportunas, y la asamblea de las Termopilas legislaba, mandaba, tomaba disposiciones y medidas que eran fiel y escrupulosamente obedecidas.

Cuando Atenas empezó á figurar en el mundo, jactábase de haber establecido la primera democrácia. Sus reyes primitivos no eran mas que fundadores de colonias, y cuando Teseo reunió los doce pueblos del Africa en una sola ciudad, reunió tambien en uno á los doce consejos y á los ciudadanos en una sola comunidad á la que dió el poder y la facultad de nombrar reyes por medio de eleccion.

Los cretenses nombraban sus Cosmes, los cuales tenian para ellos el triple carácter de magistrados, de sacerdotes y de caudillos. Eran elegidos en asamblea general para un tiempo limitado reservándose el pueblo el derecho de deponerles si no cumplian y no hacian cumplir las leyes y costumbres del pais.

No hablemos de Esparta. Nadie hay que ignore que culto se prestaba alli á las leyes y de que modo intervenia el pueblo en las cosas públicas. Aun hoy mismo, despues de veinte y seis siglos, el instinto de la libertad no está aun estinguido en los míseros restos de los antiguos y fieros lacedemonios, de aquellos ciudadanos compatricios de Licurgo tan elocuentes en otro tiempo con su laconismo y tan sublimes con su silencio.

La historia es mas conocida y mas clara desde Esparta acá. Atenas, con todo su poderío y esplendor, se presenta á ocupar su rango en primera línea de las naciones. La soberanía del pais residia en la asamblea general de los atenienses libres, y los ciudadanos al jurar las leyes juraban por primera á la que privaba de la proteccion social á cualquiera que tratase de abolir el gobierno popular, otorgando la mitad de sus bienes al que le quitase la vida: de este modo colocaban siempre la libertad de las generaciones venideras bajo la garantía y salvaguardia de la generacion presente.

Aparece luego Roma, la omnipotente Roma á ofuscar el brillo de Atenas. Los primeros caudillos con que Roma cuenta se llamaban reyes, es verdad, pero no tenian mas poder que el de ejecutar las leyes. Era el senado el que elegia el rey; era el pueblo el que confirmaba su eleccion.