Llamas del pasado - Margaret Mayo - E-Book

Llamas del pasado E-Book

Margaret Mayo

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Beschreibung

Aquella herencia suponía que Leanne tendría que vivir y trabajar junto a Joshua Powers, su ex marido. La pasión que había habido entre ellos no había desaparecido, así que Leanne sabía que no tardaría mucho en volver a convertirse en su amante. Sin embargo, Joshua tenía otros planes. Sabía que había cometido un error dejándola marchar y ahora tenía la intención de corregir las equivocaciones del pasado y luchar por su esposa. Pero primero tendría que seducirla.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Margaret Mayo

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Llamas del pasado, n.º 1528 - febrero 2019

Título original: Reclaiming His Bride

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-463-4

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

 

HA SIDO una buena táctica dejarnos los viñedos a los dos –comentó Joshua observando las hileras de viñas perfectamente colocadas que se extendían ante ellos.

El valle estaba completamente cubierto de viñedos, eucaliptos y arbustos y el cielo estaba completamente despejado.

En otras condiciones, emprender una aventura así en un país situado en el otro lado del mundo hubiera sido un placer, pero ahora no lo era.

Leanne sacudió la cabeza y su pelo rubio se movió mecido por el viento mientras lo miraba irritada con sus enormes ojos verdes.

–No ha sido ninguna táctica. Simplemente, fueron justos.

Joshua no opinaba lo mismo. Estaba convencido de que la madre de Leanne y su padre hubieran hecho cualquier cosa en el mundo para que se reconciliaran. Cuando se divorciaron, les dieron un gran disgusto y siempre insistían en que se habían precipitado un poco.

Joshua no estaba de acuerdo en aquello tampoco. Le había dado a Leanne toda su confianza y ella se lo había pagado acostándose con su hermano.

–Los dos sabemos que querían que volviéramos a casarnos, pero eso no puede ser.

–Estoy de acuerdo –contestó Leanne mirándose en aquellos ojos del color de los zafiros–. ¿Cuándo vuelves a Inglaterra?

A Joshua le costaba reconocer en Leanne a aquella chica dulce y joven que había sido su esposa, aquella chica llena de vida y de alegría. En aquel momento, tenía la cara pálida y los ojos llenos de rencor.

–En cuanto pueda –contestó.

Sin embargo, sabía que había cosas que iba a tener que dejar arregladas antes de poder marcharse. Para empezar, aquel maldito asunto de los viñedos. Por él, se los podía quedar Leanne.

No podía dejar de pensar en el día en el que se habían conocido. El padre de Leanne había muerto y ella había ido a acompañar a su madre a Inglaterra para estar una temporada con unos parientes.

Se habían conocido en una fiesta cuando ella tenía tan sólo diecisiete años y Joshua se había enamorado completamente sin importarle la diferencia de ocho años que había entre ellos.

Aquella chica australiana de pelo rubio y ojos verdes lo había cambiado. Era tan fácil conectar con ella que pronto llegaron a conocerse perfectamente.

 

 

–¿Te quieres casar conmigo? –le preguntó Joshua a Leanne agarrándole las manos con fuerza y mirándola a los ojos.

Se conocían desde hacía diez meses y con sólo mirarla el nivel de testosterona se le subía por las nubes, pero en aquellos momentos no quería que las emociones físicas lo distrajeran.

Quería que Leanne le dijera que sí, que quería ser su esposa y, por eso, se le hizo una eternidad hasta que lo oyó de sus labios.

–Sí, Joshua, sí quiero –murmuró Leanne–. Te quiero.

–Yo también te quiero, amor mío. Nada ni nadie nos separará jamás. Para mí, el matrimonio es una cosa de por vida. ¿Y para ti?

Leanne asintió.

–Sé que jamás podría compartir mi vida con otro hombre que no fueras tú –dijo besándolo.

 

 

Pauline, la madre de Leanne, también se mostró encantada. Cuando su hija le dio la noticia, la abrazó con fuerza.

–Es un buen hombre, Leanne, jamás encontrarás a uno mejor.

–Lo sé, mamá.

Cuando Pauline conoció al padre de Joshua y se enamoró de él, a Leanne le pareció que el dolor que había dejado la muerte de su propio padre comenzaba a sanar.

–¿Te gustaría que hiciéramos una ceremonia doble? –le sugirió encantada a su madre.

–Cariño, no me gustaría estropearte ese día porque va a ser muy especial para ti.

–Mamá, si hiciéramos una ceremonia doble sería todavía más especial –le aseguró Leanne–. Por favor, di que sí.

Así fue cómo los dos matrimonios se celebraron a la vez y cómo su recién estrenado padrastro volvió a Australia con su madre para ocuparse de los viñedos.

Joshua se hizo cargo del negocio familiar, una empresa de consultoría, junto con Mark, su hermano pequeño.

A Leanne le encantaba vivir en Londres aunque, al principio, acostumbrada a las vastas extensiones del sur de Australia, se le hizo un poco pequeño, pero pronto aprendió a disfrutar de aquella ciudad.

Sin embargo, llegaron días espantosos en los que Joshua perdió la confianza en ella y se terminaron divorciando.

Hacía cinco años de aquello, cinco años desde la última vez que se habían visto, cinco años llevaba Leanne intentando olvidarse de él.

Al principio, se le había hecho muy duro porque lo amaba profundamente, pero gradualmente el dolor y el amor habían ido desapareciendo y llegó a convencerse de que había sido una loca por casarse tan joven dejándose llevar por el corazón y no por la cabeza.

Ahora, era mayor y más lista y, a pesar de que el corazón le había dado un vuelco al volver a verlo, eso no quería decir que sintiera algo por él.

Además, era obvio que él no quería estar con ella pues acababa de decir que iba a volver a Inglaterra en cuanto pudiera.

–¿Pretendes que me ocupe de los viñedos yo sola y que comparta contigo los beneficios? –le preguntó Leanne fríamente a Joshua deseando que su madre y Steve no la hubieran puesto jamás en aquella situación.

Deberían haberse dado cuenta de que no había motivo. Si Joshua y ella no habían solucionado sus diferencias después de aquellos años, ya era imposible que lo hicieran. Obligarlos a estar juntos era lo peor que podrían haber hecho.

–Por supuesto que no –contestó Joshua–. Por lo que a mí respecta, te lo puedes quedar todo tú.

–Bien –le espetó Leanne–. Me habrían ahorrado muchos problemas si te hubieran dejado dinero, como han hecho con Mark. No sé en qué estarían pensando.

–Por supuesto que lo sabes –sonrió Joshua–, pero no te preocupes, te transferiré mi mitad inmediatamente.

–No es eso lo que ellos querían –contestó Leanne de repente.

Durante el entierro y los días siguientes, había estado tan destrozada que apenas se había dado cuenta de que Joshua era su único consuelo. Él se había ocupado de todo y había estado a su lado para lo que hiciera falta.

Ahora que la confusión comenzaba disiparse, Leanne empezó a darse cuenta de lo mucho que le debía.

–Puede ser, pero es una situación intolerable para nosotros. Además, yo no sé nada sobre el proceso de fabricación del vino. Tú estás mucho más preparada que yo para hacerse cargo del negocio.

–No me parece bien que me cedas tu mitad –contestó Leanne sin saber por qué.

¿Qué le ocurría? No quería que Joshua se quedara, pero le acababa de sugerir que lo hiciera.

–Tal vez, debería quedarme –reflexionó Joshua frunciendo el ceño–. Al fin y al cabo, era lo que querían nuestros respectivos padres y yo llevo ya un tiempo pensando en que Mark podría hacerse cargo de la empresa de Londres y yo empezar a interesarme por el comercio del vino.

Dicho aquello, volvió a mirar a los viñedos, pero esta vez con mucho más interés.

–Se lo debo a mi padre. Era un enamorado de tu país. De hecho, me invitó varias veces a venir.

–Ambos sabemos que no aceptaste aquellas invitaciones por mí, así que, ¿por qué has cambiado de opinión ahora? No es necesario que tomes parte activa en el negocio.

–Creo que eso es exactamente lo que ellos querían.

–Por supuesto que sí, pero eso es porque eran un par de románticos empedernidos. Jamás aceptaron que nos divorciáramos.

–¿Ha habido otros hombres en tu vida desde entonces?

Leanne no estaba preparada para aquella pregunta y no la quería contestar. La traumática experiencia que había vivido con Joshua le había hecho huir de los hombres.

–Eres guapa y estoy seguro de que no te faltarán admiradores –insistió Joshua.

–Por supuesto que no –contestó Leanne.

–¿No me vas a decir si hay alguien especial?

–No.

–Entonces, doy por hecho que no lo hay. Bien. Al menos, ahora sé qué papel ocupo.

Leanne frunció el ceño.

–¿Qué quieres decir?

Joshua no tenía ningún papel en su vida porque no formaba ya parte de ella. La había defraudado cuando había creído a su hermano en lugar de creerla a ella y Leanne había tomado entonces la decisión de no volver a verlo.

–A los hombres no les gusta que aparezca el ex marido de repente –comentó Joshua.

–¿Ni siquiera cuando no son una amenaza? –le espetó Leanne.

–Ni siquiera entonces. Se ponen celosos y las cosas se pueden poner feas.

–¿Como ocurrió cuando Mark fue contando esas mentiras por ahí de mí? –dijo Leanne con odio–. Por cierto, ¿cuándo se va tu hermano?

Mark había acudido al entierro de su padre un día antes de que llegara Joshua y se había comportado como si no hubiera ocurrido nada. Si no hubiera sido por respeto a la memoria de su madre y de Steve, Leanne le habría dicho que era un caradura.

–Creo que mañana –contestó Joshua–. A no ser que a ti te apetezca que se quede, claro.

Leanne ni se molestó en contestar a aquella pregunta. Se giró y comenzó a avanzar hacia la casa. Le molestaba sobremanera que Joshua se fuera a quedar porque iba a ser una situación insostenible.

Hasta aquel momento, no había decidido qué iba a hacer con los viñedos. No sabía si venderlos o no. Desde luego, no había esperado en ningún momento que le dejaran a Joshua la mitad de ellos y, menos todavía, que su ex marido decidiera aprender el negocio del vino.

Supuso que había sido culpa suya por decirle que a sus padres no les parecería bien que se deshiciera de su mitad. A ver si, de ahora en adelante, aprendía a mantener la boca cerrada.

Con un poco de suerte, a Joshua no le gustaría aquello. Con un poco de suerte, echaría de menos Londres y acabaría volviendo a su ciudad.

Leanne se paró en seco al encontrarse con Mark.

–¿Te ha dicho Joshua que me voy mañana? –le preguntó.

Leanne asintió.

–¿Y te ha dicho si él se va a venir conmigo o no?

–No, así que pregúntaselo tú –le espetó Leanne.

Mark, que era más bajito que su hermano pero tenía el mismo color de pelo negro y los mismos ojos azules, enarcó las cejas.

–Parece que mi hermano te ha puesto de mal humor. Os he visto hablando y tenía la esperanza de que os besarais e hicierais las paces.

–¿De verdad? –se burló Leanne.

–Hace mucho tiempo de todo aquello y no sé por qué te empeñas en seguir enfadada. En cualquier caso, estás muy guapa cuando te enfadas –sonrió Mark poniéndole la mano en el brazo–. ¿Me perdonarás algún día?

–¡Jamás! –contestó Leanne apartándose de él–. ¿Cómo te voy a perdonar después de que le dijeses a Joshua que me había acostado contigo? ¿Cómo lo voy a perdonar a él por haberte creído?

–Es una pena –contestó Mark en absoluto compungido–. Mi hermano sigue enamorado de ti, ¿sabes?

–Muy gracioso –contestó Leanne–. ¿Por eso se divorció de mí? ¿Por eso no ha querido verme en todos estos años?

–Estaba enfadado.

–Supongo que no le habrás contado nunca la verdad.

–Le diste en lo más profundo de su orgullo –añadió evitando la pregunta.

Aquello quería decir que Mark no había dicho nada. Tampoco era que Leanne lo hubiera esperado porque sabía que aquel hombre no tenía ninguna intención de cargar con las culpas de lo que había hecho.

Desde el mismo momento en el que se habían conocido, Mark había ido detrás de ella sin importarle que fuera la novia de su hermano.

Al principio, Leanne se había mostrado educada con él pues no quería que hubiera ningún problema por su culpa, pero a medida que fue pasando el tiempo y viendo que su cuñado no perdía el interés, ni siquiera cuando la vio casada, decidió darle la espalda.

Ni siquiera aquello funcionó. De hecho, Mark parecía más interesado que nunca.

Podría habérselo dicho a su marido para que hablara con su hermano, pero creyó que podría ella sola con él a pesar de lo insistente que era.

La cierto era que era un hombre muy agradable que le caía bien a todo el mundo, era guapo y divertido y Leanne sabía que nadie la creería si dijera que estaba intentando ligar con ella constantemente. Hubieran creído que era ella la que le daba pie.

–¿Qué tal está Sandra? –le preguntó.

Sandra era la esposa de Mark, a cuya boda ella había preferido no ir a pesar de que, por supuesto, su madre y Steve sí lo habían hecho. Había decidido no estar presente porque no se sentía con fuerzas para ver a ninguno de los dos hermanos Power.

–Está bien. A punto de dar a luz.

–Entonces, espero que llegues a tiempo. Es una pena que tu padre no haya conocido a su primer nieto.

Mark asintió y fue a decir algo, pero justo en ese momento llegó Joshua.

–¿Hablando tête-á-tête? –se burló.

Leanne supuso que había visto que Mark le acariciaba el brazo y había dado por hecho que estaban recordando viejos tiempos.

–No sabía que hablar con tu hermano fuera pecado –le espetó con frialdad–. Perdonadme, pero tengo cosas que hacer.

Cuando entró en casa, Courtney corrió hacia ella.

–No te encontraba.

Leanne abrazó a su hermana de tres años.

–Estaba hablando con Joshua –le explicó.

Había sido toda una sorpresa cuando su madre había anunciado con cuarenta años que estaba embarazada y ahora resultaba que Courtney estaba agarrada de su mano.

–Ven a jugar conmigo, Leanne.

Leanne no volvió a ver a Joshua hasta la hora de la cena. Para entonces, ya había bañado y acostado a Courtney.

Joshua estaba sentado en el porche donde las buganvillas trepaban por las paredes. El calor había amainado y se estaba agusto. Era el momento del día que más le gustaba Leanne, cuando se sentaba tranquilamente a pensar o a leer.

Así lo había hecho hasta el trágico accidente porque, desde entonces, no había tenido ni un momento de tranquilidad.

Su vida se había puesto patas arriba de repente. La muerte de su padre había sido espantosa, pero la de su madre y su padrastro le había hecho ver que su existencia nunca volvería a ser normal.

Y lo peor era que no tenía una pareja con la que compartir aquellos pensamientos.

No le gustaba apiadarse de sí misma, así que se dijo una y otra vez que la vida volvería a la normalidad, que con el tiempo el pasado quedaría atrás.

Lo peor era que, si Joshua decidía quedarse, todo se iba a complicar. ¿Se quedaría a vivir en su casa o se compraría otra para él? Leanne esperaba que Joshua se decidiera por la última posibilidad.

–Has estado mucho tiempo acostando a Courtney –le dijo Joshua mirándola con aquellos ojos que la ponían tan nerviosa.

Aquellos ojos siempre la habían derretido y habían hecho que se apretara contra su cuerpo invitándolo a hacer el amor, pero ahora las cosas eran diferentes.

Aquellos ojos seguían inspirando emociones en ella, sí, pero ahora era el odio el que las movía. Leanne rezó para que Joshua hubiera decidido irse al día siguiente a Inglaterra con su hermano.

–Estaba a punto de entrar a ayudarte –dijo Joshua.

–Le da miedo quedarse sola –explicó Leanne con una sonrisa triste–. Su mundo ha saltado por los aires y cree que, si me pierde a mí de vista, yo también desapareceré.

Joshua asintió.

–Entonces, razón de más para que me quede. No vas a poder tu sola con todo.

Leanne sabía que no lo decía por ella sino por Courtney, a la que adoraba.

–Estaba pensando en vender la bodega.

–¿Cómo se te ha ocurrido eso? –contestó Joshua sorprendido.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

 

NO LO SÉ –contestó Leanne sinceramente.

Lo cierto era que todavía no había decidido nada, pero no estaba tan interesada en la bodega como sus padres y además, ella ya tenía su trabajo. Claro que, ahora que se tenía que hacer cargo de Courtney, lo iba a tener que dejar.

Si vendía la bodega, ¿de qué iba a vivir? Su parte de la herencia no duraría para siempre. Sus padres habían dejado un fideicomiso para la niña, pero no iba a poder tocar ese dinero hasta que cumpliera veintiún años, así que Leanne debía hacerse cargo de ella hasta entonces.

Necesitaba la seguridad de la bodega y, tal vez, si Joshua se encargara de la gestión, ella tendría tiempo para ocuparse de Courtney. Siempre y cuando Joshua no viviera en la misma casa que ellas.

Comparada con su casa de Londres, no era muy grande, pero tenía cinco dormitorios, aunque sólo uno tenía baño incorporado, y piscina.

Viéndola con los ojos de un desconocido, Leanne se dio cuenta de que no era gran cosa, pero era su hogar. Allí había nacido y había pasado toda su vida excepto aquellos dos desastrosos años en Inglaterra.

En contraste, los edificios de la bodega eran de última generación y el vino de Hugh Lindsay Wines se estaba haciendo muy famoso. Leanne estaba orgullosa de lo que su padre había hecho y sabía que no haría bien vendiendo el negocio familiar.

–Creo que deberíamos intentarlo –la animó Joshua–. Quiero que me enseñes todo lo que sabes, desde la poda de las viñas hasta la fase de embotellado pasando por la vendimia.