Nombre En Clave: Ranger - Heather Slade - E-Book

Nombre En Clave: Ranger E-Book

Heather Slade

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Beschreibung

Código: Ranger
Objetivo: Maisie Ann Jones
Misión:
Descubrir el paradero de una mujer inteligente, atractiva y luchadora.

Código: Ranger
Objetivo: Maisie Ann Jones Misión:
Descubrir el paradero de una mujer inteligente, atractiva y luchadora.

RANGER:
Encubierto, confidencial y peligroso, los nuevos agentes de K19 Shadow Ops acechan donde otros no lo harán, listos para actuar en cualquier momento. Cuando Maisie Ann Jones desaparece con un asesino en serie suelto, haré cualquier cosa para encontrarla. Ella posee mi corazón y estoy decidido a salvarla, derribando a cualquiera que se interponga en mi camino.

MAISIE ANN:
Un enamoramiento adolescente. Al menos eso es lo que pensaba que era. Pero cuando Ranger vuelve a irrumpir en mi vida, nada detiene lo que siento o lo que debería querer, solo lo quiero a él. Soy graduada de Dartmouth que se hizo cargo del negocio de mi familia antes de cumplir veinticinco años. No necesito un hombre. Nunca he sido una damisela en apuros. Hasta ahora. Pero me preocupa que haya encontrado su igual. ¿Destruirá este asesino en serie al único hombre que he amado?

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Seitenzahl: 248

Veröffentlichungsjahr: 2024

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NOMBRE EN CLAVE: RANGER

K19 SHADOW OPERATIONS EQUIPO UNO

HEATHER SLADE

Traducido porARTURO JUAN RODRÍGUEZ SEVILLA

Tektime

Nombre en clave: Ranger

Copyright © 2022 by Heather Slade

All rights reserved.

ÍNDICE

Nombre en clave: Ranger

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Nombre en clave: Diesel

Sobre la autora

Otras Obras de Heather Slade

NOMBRE EN CLAVE: RANGER

K19 SHADOW OPERATIONS EQUIPO UNO

Código: Ranger

Objetivo: Maisie Ann Jones Misión:

Descubrir el paradero de una mujer inteligente, atractiva y luchadora.

RANGER:

Encubierto, confidencial y peligroso, los nuevos agentes de K19 Shadow Ops acechan donde otros no lo harán, listos para actuar en cualquier momento. Cuando Maisie Ann Jones desaparece con un asesino en serie suelto, haré cualquier cosa para encontrarla. Ella posee mi corazón y estoy decidido a salvarla, derribando a cualquiera que se interponga en mi camino.

MAISIE ANN:

Un enamoramiento adolescente. Al menos eso es lo que pensaba que era. Pero cuando Ranger vuelve a irrumpir en mi vida, nada detiene lo que siento o lo que debería querer, solo lo quiero a él. Soy graduada de Dartmouth que se hizo cargo del negocio de mi familia antes de cumplir veinticinco años. No necesito un hombre. Nunca he sido una damisela en apuros. Hasta ahora. Pero me preocupa que haya encontrado su igual. ¿Destruirá este asesino en serie al único hombre que he amado?

PRÓLOGO

RANGER

En cuanto la persona que nos informó de nuestra próxima misión dijo que un asesino en serie tenía como objetivo a las hijas de las familias adineradas de la zona, pensé en Maisie. Ella encajaba mejor que nadie en el perfil de la víctima.

Desafiaba a la lógica, pero mi instinto me decía que fuera a la casa de al lado, donde la había dejado hacía menos de treinta minutos, y viera con mis propios ojos que estaba a salvo.

Tenía que estarlo. Mi hermano estaba con ella. Y la novia de mi compañero Onyx. ¿O era su prometida? En cualquier caso, Maisie, Jimmy y Blanca estaban bien. En cuanto lo confirmara, volvería y podríamos reanudar nuestra reunión.

Fui a la cocina y miré por la ventana. —¡No!— grité cuando vi que la puerta del campamento se abría de par en par. ¿Por qué estaba abierta la maldita puerta? Estábamos en pleno invierno.

Desenfundé mi pistola mientras corría al ver confirmados mis peores temores. Tanto Jimmy como Blanca estaban amordazados, con los ojos vendados y atados a sillas.

—¿Dónde demonios está Maisie?— le grité a Jimmy mientras otro chico de nuestra unidad la desataba y Onyx hacía lo mismo con Blanca⁠—.

—Se la han llevado— gritó Blanca en cuanto le quitaron la mordaza de la boca.

—¿Quiénes?—.

—Dos hombres. Vestidos todos de negro. Pasamontañas— dijo Jimmy entre bocanadas de aire. —Usaron pistolas paralizantes⁠—.

—Le han dado—. Wasp, el hombre que lo había desatado, señaló la sangre que se filtraba por la tela de la camisa de mi hermano. Di un paso a un lado cuando mi jefe, Doc Butler, asistente médico, se acercó corriendo.

—¿Recuerda algo más?—. Podía oír las palabras de Onyx, pero estaban amortiguadas por el ruido de la sangre que recorría mi cuerpo. En cada centímetro de mi piel sentía como si me pincharan con mil alfileres mientras que mi cerebro se veía inundando por un estallido de adrenalina.

Lo había experimentado con anterioridad, más veces de las que podía contar, pero esto era diferente. No era miedo por mí mismo. Alguien se había llevado a Maisie, y dependía de mí encontrarla. Salvarla. Antes de que fuera demasiado tarde.

1

RANGER

CUATRO SEMANAS ANTES

Acababa de salir el sol cuando saqué una taza de café al porche cubierto del campamento junto al lago, como todo el mundo llamaba a las casas y cabañas en esta parte del mundo. Este lugar había pertenecido a mi familia durante generaciones y ahora era tan bueno como si fuera mío. Mis padres rara vez venían aquí una vez que hicieron de Florida su residencia permanente. Mi hermano mayor, Jimmy, se había separado hacía poco de su mujer y también vivía aquí, pero esperaba que pronto se reconciliaran. Como tenían hijos, creía que lo harían para Navidad, pero no había sido así.

Mirando hacia el lago helado, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Pero no eran las gélidas temperaturas las que lo provocaban. Más bien se debía a la omnipresente sensación de terror que se había instalado en la boca de mi estómago hacía tres semanas, cuando me enteré de que el equipo de agentes y operativos con los que trabajaba en K19 Security Solutions era el objetivo de un complot para cometer un asesinato en masa, incluido yo mismo.

Mientras los socios fundadores de la empresa trabajaban para neutralizar la amenaza, al resto se nos había ordenado refugiarnos en la pequeña ciudad hasta nuevo aviso.

Hacía años que no pasaba tanto tiempo sin recibir un encargo, y estaba inquieto. Sobre todo porque hacía poco me habían nombrado segundo al mando de la nueva unidad de K19, de Operaciones en la sombra.

Se encendió una luz en el campamento de al lado, donde se alojaba Montano «Onyx» Yáñez, el nuevo líder del equipo. El lugar era propiedad de Blanca Descanso, una mujer con la que mantenía una relación, pero que había sido puesta bajo custodia protectora en otro lugar, dada la amenaza que pesaba sobre nuestras vidas.

Para ayudar a pasar el tiempo, Onyx y mi hermano estaban renovando el lugar para ella, haciéndolo apto para vivir durante los largos inviernos de Adirondack.

Onyx y yo no éramos las únicas personas de Operaciones en la sombra que vivían en las orillas del lago Canada. Caleb «Diesel» Jacks, Garrison «Cowboy» Cassidy y Keaton «Buster» Ford estaban en una casa alquilada dos puertas más abajo. Wasp y Swan, ambos pilotos, se alojaban en un campamento contiguo.

Wasp, cuyo nombre de pila era Jasper Theron, había pertenecido a las Fuerzas Aéreas y había sido reclutado para trabajar para la CIA más o menos al mismo tiempo que yo. Aubrey «Swan» Lee había estado en la Real Fuerza Aérea del Reino Unido y en el MI6 antes de dimitir del Servicio Secreto de Inteligencia de Su Majestad y venir a trabajar para el K19.

Cada uno de los siete teníamos un área de especialización única. Tras licenciarme en el Instituto de Seguridad Nacional y Contraterrorismo de la Universidad de Siracusa, la mayoría de mis primeras misiones para la agencia fueron de extracción de activos.

Diesel, que fue mi compañero en nuestra primera misión para la CIA y en todas las siguientes, se había licenciado en Cornell y era un experto en idiomas. Lo último que supe es que hablaba doce con fluidez.

—¿Qué pasa hoy?—, preguntó Jimmy, dejándose caer en una de las sillas del porche.

—¿No deberías estar haciéndole esa pregunta a Onyx?—.

—Pensé en probar algo diferente esta mañana⁠—.

Me reí entre dientes. —¿Sí? Bueno, mi día se parece bastante al de ayer, que era exactamente igual al de anteayer—. La última vez que había hecho algo remotamente interesante había sido en Nochevieja, cuando el dueño del desaparecido parque de atracciones de la ciudad había abierto el salón de baile de encima de la casa de baños para una fiesta privada.

—No tenía ni idea de lo que me esperaba y fui solo, sin molestarme en invitar a Diesel. En consecuencia, con una sola excepción, todos los asistentes eran al menos treinta años mayores que yo⁠—.

Durante toda la noche intenté estar un minuto a solas con mi única coetánea, pero como la anfitriona era su familia, no lo conseguí.

Maisie Ann Jones era su nombre, y no había podido dejar de pensar en ella desde aquella noche. La conocí cuando éramos adolescentes, pero no la recordaba tan guapa como ahora. Tenía un vago recuerdo de haber asistido a su fiesta de cumpleaños de los dieciocho y de una ardiente sesión de besos.

Lo que daría ahora por tener mi boca en sus labios carnosos y sensuales. Entrelazaría los dedos en su cabello rubio platino despeinado, besaría su cuerpo prieto pero curvilíneo y me daría un festín con sus tetas más grandes que melones. Pensar en ello hizo que mi polla se tensara contra la cremallera de mis vaqueros.

Mi fantasía llegó a un abrupto final cuando oí cerrarse la puerta principal y vi a Jimmy echarse a un lado.

Podía acercarme y ayudar, pero cada vez que lo hacía acababa haciendo más daño que bien. —La construcción no es lo tuyo, ¿verdad, hermano?—. había dicho Onyx, sonriendo y dándome una palmada en la espalda cuando Jimmy estaba a punto de estrangularme. Era difícil entusiasmarse con algo que se me daba fatal.

Sin embargo, aparte de encontrar una manera de pasar las horas desnudo y en la cama con Maisie, no podía reunir entusiasmo para mucho más.

—Te has levantado temprano—, dijo Diesel cuando saqué el teléfono para responder a su llamada.

—Como siempre⁠—.

—¿Quieres llevar los trineos a dar una vuelta más tarde?»—.

La misma mierda, diferente día. Al menos conducir motos de nieve por el lago helado me sacaba del campamento durante unas horas. Probablemente podría contar con unas cervezas y un bocado para comer en algún lugar de la ciudad también. —Claro⁠—.

Cuando regresé varias horas después, mi hermano y Onyx estaban en la cocina, mirando una caja de música rota.

—Al Jones— oí decir a mi hermano.

—¿Qué pasa con él?— pregunté.

—Su familia es propietaria de la Jones Carousel Company desde hace tres generaciones. He oído que Maisie va a hacerse cargo. Ella sería la cuarta, o quinta, supongo⁠—.

Maisie. Mierda, ¿qué había pasado? ¿Un par de horas desde la última vez que pensé en ella?

—¿Estás diciendo que la familia de Al construyó el carrusel en el Parque de Atracciones Sherman?—. Preguntó Onyx.

Jimmy asintió. —No sólo eso, el abuelo de Al era Sherman Jones. Ya sabes, Sherman—. Mi hermano señaló la caja de música que pertenecía a Blanca y que Onyx, que la había roto, intentaba recomponer. —También las fabricaba. Aunque no muchas. Creo que solo sacaba una al año⁠—.

——No tenía ni idea— dije en voz baja.

—Tú no estabas tanto como yo cuando crecíamos. La mayoría de los chicos que veraneaban aquí conseguían trabajo en Sherman's o en la tienda Canada Lake—. Este -Jimmy se volvió hacia Onyx y me señaló- siempre practicaba algún deporte en el instituto. Era fútbol, béisbol o atletismo⁠—.

—Yo también jugué al baloncesto—, murmuré.

—Le vino muy bien. Entonces, ¿quién va a llamar a Al? ¿Yo?—.

—Yo puedo llamarle—. Salté ante la posibilidad de que Maisie cogiera el teléfono y yo pudiera añadir el sonido de su voz a mis continuas fantasías. En cambio, cuando contestó su abuela, Mary, le expliqué la situación de Onyx.

—Ven y trae a Onyx contigo. Sabes que siempre eres bienvenido⁠—.

—De hecho, si aún no has comido, tengo una gran olla de chile y pan de maíz con jalapeños en la estufa⁠—.

—Si no es molestia... Jimmy también está aquí⁠—.

—Owen Messick, sabes que tienes una invitación abierta. Siempre elegiré una mesa llena antes que una vacía⁠—.

Después de colgar, puse a Onyx y Jimmy al tanto de nuestra invitación a cenar. No es que se lo mencionara a ellos, pero estaba bastante seguro de haber oído otra voz femenina de fondo que esperaba que perteneciera a Maisie.

—Voy a cambiarme, y luego estaré listo para salir— dije, corriendo escaleras arriba, pero no antes de ver las cejas levantadas de mi hermano. Que le den. Yo había tomado la decisión; tenía tanto derecho como él a ir a cenar.

Unos minutos más tarde, nos plantamos ante la puerta de los Jones y llamamos. Cuando se abrió, el aire abandonó mis pulmones mientras miraba fijamente unos penetrantes ojos azules.

—Hola, soy Maisie Ann. Soy la nieta de Al— dijo. —Entra⁠—.

Antes de que pudiera decir una palabra, Onyx se puso delante de mí.

—Soy Montano, pero la mayoría de la gente me llama Onyx». Me tendió la mano y ella se la estrechó.

Me puse detrás de él. —Hola, Maisie. No sé si me recuerdas⁠—.

—Ranger Messick, ¿cómo podría olvidarte? No había una chica en el condado de Fulton que no estuviera enamorada de ti⁠—.

—Me alegro mucho de volver a verte— dije cuando Jimmy y Onyx fueron saludados por Al.

—Igualmente—. Su piel de alabastro se volvió rosada y bajó la mirada.

—Tengo que preguntar, Maisie Ann. Dijiste que no había ninguna chica en el condado de Fulton que no estuviera colada por mí. ¿Eso te incluye a ti?—.

Ella levantó la vista con una sonrisa que podría iluminar cualquier habitación y guiñó un ojo. —Lo sabes, Ranger⁠—.

—Eso sí que fue romántico lo que hiciste por Blanca— oí que Mary le decía a Onyx. —Le dije a mi marido que debería tomar lecciones de ti⁠—.

Maisie se puso una mano en la cadera. —Estoy confundida. Onyx, ¿estás con Blanca? Creía que Jimmy y ella eran pareja⁠—.

—Así es. Se la robó limpiamente— Onyx le dio un codazo a mi hermano.

—No sé por qué pensé que te habías casado con ella⁠—.

—Estoy casado -en realidad, separado-, pero en lo que respecta a Blanca, no la he visto desde que me gradué en el instituto⁠—.

—¿Cómo la conociste?— Maisie se volvió hacia Onyx y preguntó.

—Conocí a su hermana⁠—.

—Oh— La sonrisa abandonó su rostro. —Um, ¿cómo se llamaba?—.

—Sofía—.

Su ceño se frunció, no como la mayoría lo hacía cuando se mencionaba el nombre de Sofía Descanso. —Así es⁠—.

—Tenía mala reputación— dijo Al. —Pero te diré una cosa: un verano se dejó la piel por mí para ganar el dinero suficiente para comprarle a su hermana una de esas cajas de música de carrusel—. Al me miró, luego a Onyx. —Ranger dijo que le había pasado algo⁠—.

Cuando la sacó de la bolsa y la puso sobre la mesa, Mary jadeó.

—Oh, es peor de lo que imaginaba⁠—.

—No sabes ni la mitad, dijo él, dándole cuerda.

—Ya veo lo que quieres decir—. Al la cogió para apagar la música. Menos mal, ya que me hacía daño en los oídos.

—¿Algún consejo?—.

—Bueno, déjame ver—. Al se puso unas gafas y acercó el caballo a la luz. —Si te refieres a arreglarlo, no⁠—.

—¿Tengo alguna otra opción?—.

Al negó con la cabeza. —Se han convertido en piezas de coleccionista. No hay dos iguales. Podrías probar a entrar en uno de esos sitios de subastas y ver si alguien tiene uno en venta⁠—.

—Me temía que ibas a decir eso⁠—.

—¿Sí? ¿Ya has mirado?—.

Maisie se acercó a su abuelo; Mary hizo lo mismo. Cada una pasó su brazo por uno de los suyos.

—Abuelo, por favor— suplicó ella.

—Al, sabes que tienes que ayudarle— añadió Mary.

Al negó con la cabeza. —Aunque quisiera, no podría hacer otro—. Levantó las manos. —La artritis es demasiado mala⁠—.

—Quizá Onyx pueda ayudarnos— sugirió mi hermano.

Al tardó un par de minutos en contestar y, mientras tanto, observé cómo Maisie miraba implorante a su abuelo.

Finalmente, Al hizo un gesto a Onyx para que le siguiera por el pasillo. No pude alegrarme más cuando Jimmy le siguió y Mary entró en la cocina, dejándonos solos a Maisie y a mí.

—¿Puedo traerte algo de beber?— me ofreció.

—Tomaré una cerveza si tienes⁠—.

—¿Cuándo alguien en el lago no tiene cerveza?—. Puso los ojos en blanco y sacó dos de la nevera. —¿Vaso?—.

—En botella está bien⁠—.

—Pueden tardar un rato, si queréis ir a sentaros en el porche y charlar mientras termino de cenar— sugirió Mary.

Maisie encabezó la marcha, y yo la seguí, observando su culo alto y prieto que estaba cubierto por unos vaqueros pero que recordaba haber visto una o dos veces en bikini. Tío, ojalá fuera verano y pudiera volver a echar un vistazo a esa calentura.

—Así que, Ranger, la última vez que te vi debía de tener catorce o quince años⁠—.

Me acerqué un paso más y miré sus profundos ojos azules. —Los dos sabemos que eso no es cierto, preciosa. Nos vimos mucho después de nuestro primer encuentro. La última vez que hablaste conmigo tenías catorce años⁠—.

—No recuerdo que entablaras conversación⁠—.

Di un sorbo a mi cerveza. —Corrígeme si me equivoco, pero creo que hicimos algo más que conversar la noche de tu decimoctavo cumpleaños⁠—.

—Oh. ¿Estabas allí esa noche?—. Sus ojos se desviaron hacia la izquierda y sus mejillas se encendieron por segunda vez.

Me incliné aún más para acercar mi boca a su oído. —Me rompe el corazón que no te acuerdes⁠—.

Dio un paso atrás. —¿Quién miente ahora?—.

Me gustó que admitiera que lo había hecho, al menos con tantas palabras. —Puedo decirte que nunca lo he olvidado. Me quedé prendado de ti⁠—.

Tenía los ojos muy abiertos y estudiaba mi boca. —¿Y por qué no me pediste salir?—.

—Creo que lo hice, pero te ibas a la universidad al día siguiente⁠—.

—¿Te acuerdas de eso?—.

—Hay muchas cosas que recuerdo de ti⁠—.

—Dudo que eso incluya la primera vez que nos vimos⁠—.

—Te equivocas. Fue en los muelles de Canada Lake Store, y fue el día antes de empezar a trabajar allí ese verano⁠—.

—Fue el único verano que lo hiciste⁠—.

—Hice suplencias de vez en cuando, pero no tanto como me hubiera gustado. Aunque venía todos los fines de semana que podía⁠—.

—La cena está lista— oí decir a Mary desde la cocina.

—Espera— dijo Maisie cuando me volví para caminar en esa dirección. —¿Qué habría pasado si no me hubiera ido al día siguiente?—.

—No puedo asegurarlo, pero puedo decirte por qué aparecí en tu fiesta⁠—.

—¿Por qué?—.

Giré mi cuerpo y apiñé el suyo en la puerta. —Para reclamarte como mía, dulce Maisie Ann Jones—. Esperé a que se riera o se enfadara o tuviera algún tipo de reacción a mi proclamación neandertal. No tuvo ninguna, aparte de que su respiración se aceleró y sus pupilas se dilataron, que era exactamente lo que yo buscaba.

—Así que, Ranger, ¿qué has estado haciendo estos últimos años?— preguntó Mary a mitad de la comida.

—Define los últimos, o estaremos aquí toda la noche— dijo Jimmy, sonriéndome desde el otro lado de la mesa.

—Fuiste a la universidad. ¿Verdad?— añadió Mary, ignorando a mi hermano. —¿Dónde?—.

—Empecé en la Escuela de Guardabosques de Wanakena, pero luego me cambié a Siracusa⁠—.

—¿Qué te hizo cambiarte a Siracusa?— preguntó Maisie.

Me eché a reír. —Sinceramente, me aburría como una ostra⁠—.

—¿Qué estudiaste allí?—.

Había demasiadas cosas que no podía divulgar ni a Maisie ni a sus abuelos como para seguir dando detalles. —«Seguridad» y «Derecho». ¿Qué hay de ti? ¿Escuché que fuiste a Dartmouth?»—.

—«Graduado summa cum laude»—. Eran las primeras palabras que Al pronunciaba desde que nos sentamos a comer.

—Impresionante—, dije, inclinándome lo suficiente para que mi brazo tocara el suyo.

——Siempre fui un poco friki⁠—.

—¿Qué estudiaste?— pregunté aunque sabía la respuesta, igual que sabía que se había graduado con matrícula de honor.

—Economía, y luego hice un máster en Administración de Empresas en Tuck⁠—.

Estaba clasificado como el quinto mejor programa de MBA del país y el décimo mejor del mundo.

—Y volviste para salvar el negocio de los carruseles—, dijo Al, radiante.

—Algo más que eso—, murmuró ella, solo lo bastante alto para que yo la oyera.

Me moría de ganas de preguntarle qué era eso. Dada su educación, el cielo era el límite para la señorita Jones. Pero no se lo preguntaría ahora. Quería que Maisie se perdiera en su respuesta, que me contara todos sus sueños y esperanzas, mientras yo, al mismo tiempo, la seducía para que se metiera en mi cama. En lugar de eso, cambié de tema.

—Entonces, ¿cuál es el plan para la caja de música?—. Pregunté, dejando caer mi brazo debajo de la mesa. Cuando Maisie hizo lo mismo, tomé su mano entre las mías y la apreté. Me incliné hacia ella y le susurré al oído. —Mañana por la noche, solos tú y yo. ¿Te parece bien?—.

Me devolvió el apretón y asintió.

—Te recojo a las siete⁠—.

2

MAISIE

Como si tuviera alguna posibilidad de dormir esta noche. No, eso no sucedería. Era como si hubiera retrocedido en el tiempo a cuando era una adolescente, loca por Owen «Ranger» Messick y absolutamente segura de que no tenía ni idea de que yo estaba viva.

¿De verdad recordaba haber venido a mi fiesta de cumpleaños? Dios, juro que casi se me caen las bragas del cuerpo cada vez que pensaba en besarle aquella noche y en cómo deseaba no haber tenido que irme a la mañana siguiente. Nunca me habían besado así, ni antes ni después.

Había algo que me transportaba a aquella época de mi vida en la que el mundo ofrecía infinitas posibilidades, en la que enamorarse en el lago era el sueño de cualquier adolescente y en la que nada importaba más allá de con quién te sentabas al lado en la hoguera, sobre todo si te llevaban a casa en su barca.

No podía evitar preguntarme qué habría pasado entre nosotros si no me hubiera ido a la universidad. ¿De verdad me habría pedido salir? ¿Me habría quitado Ranger la virginidad en lugar del gilipollas de la fraternidad cuyo nombre deseaba olvidar?

¿Me habría enamorado perdidamente y le habría seguido a Siracusa en lugar de perseguir mis propios sueños?

Dios, esperaba que no. Había visto a demasiadas de mis amigas elegir casarse en lugar de ir a la universidad, como si las dos cosas fueran mutuamente excluyentes. Luego, con dos o tres hijos, se daban cuenta de que les molestaba haberse perdido todas las cosas que la mayoría de la gente experimenta a los veinte años. Invariablemente, los que se casaban nada más salir del instituto se divorciaban a los veinticinco años. Claro que había excepciones, pero estadísticamente eran raras.

Dudaba que Ranger fuera el tipo de hombre que hubiera querido eso. No es que supiera mucho de él. Pero cuando mencionó que yo había ido a Dartmouth, él sonó impresionado. Más aún cuando añadí que había obtenido mi MBA en Tuck. Entonces levantó las cejas y sonrió.

Me había apretado la mano para tranquilizarme cuando mi abuelo dijo que había vuelto para salvar el negocio del carrusel, y luego me susurró que quería quedar conmigo mañana por la noche, a solas.

Yo no podía esperar.

Un poco antes de las siete de la tarde del día siguiente, mi abuela gritó por la escalera: —Maisie Ann Jones, deja de pasearte o harás un agujero en el suelo⁠—.

—Lo siento, abuela— le contesté, dejándome caer en la cama, que no hacía precisamente menos ruido. ¿Alguna vez había estado tan nerviosa por una cita? No que yo recordara.

Como no tenía ni idea de adónde íbamos, opté por un maxi vestido boho-chic que no me hiciera parecer que estaba esforzándome demasiado. Lo combiné con botas altas hasta la rodilla con tacón, unas que normalmente no me pondría en una cita, dado que la altura añadida me hacía medir casi dos metros. Ranger, sin embargo, medía al menos 1,80, así que podía salirme con la mía.

—Baja y tómate una copa de jerez antes de irte— dijo mi abuela desde el final de la escalera.

El jerez era su respuesta a cualquier situación tensa. Algunos decían que un día en el lago quitaba cualquier malestar. Para ella, era el jerez. Verano, otoño, invierno o primavera, siempre era la respuesta.

Unos minutos después de haberme bebido la copa prescrita, llamaron a la puerta. Me limpié las manos sudorosas en el vestido, pero antes de que pudiera levantarme a abrir, el abuelo Al la abrió de un tirón e invitó a Ranger a pasar.

No importaba que lo hubiera visto la noche anterior; seguía haciendo que se me parara el corazón. Tenía el pelo castaño oscuro más corto de lo que solía llevarlo, pero sus ojos seguían siendo enormes charcos de calidez en los que podía perderme fácilmente. Sus pantalones y su camisa de vestir estaban perfectamente entallados, abrazando su duro cuerpo y haciéndome desear recorrer cada centímetro con mis manos.

—Vaya—, dijo, mirándome de arriba abajo como yo hacía con él. —Estás guapísima⁠—.

—Gracias—. Cogí mi abrigo del armario.

—Permíteme»—. Me lo sujetó para que pudiera meter los brazos en las mangas y se inclinó hacia delante lo suficiente para que pudiera sentir su aliento en mi mejilla. —Y hueles increíble⁠—.

—Yowza— Onyx, que no me había dado cuenta de que estaba allí, exclamó con un silbido. —Estás preciosa, hermanita⁠—.

Solté una risita. ¿Fue mi imaginación, o escuché a Ranger gruñir?

—Las carreteras están muy resbaladizas ahí fuera. Ten cuidado— dijo mi abuelo.

—Seguro que lo tendré. Sé exactamente lo valiosa que es mi carga⁠—.

Ranger guiñó un ojo. —¿Preparada?—.

Besé las mejillas de mis dos abuelos, les dije que los quería y me despedí de Onyx con la mano.

—Pasadlo bien, niños—, dijo mientras salíamos.

—Es un alma vieja⁠—.

Ranger se rió. —O un niño gigante de cinco años⁠—.

—Estáis muy unidos⁠—.

Asintió. —Lo seguiría a cualquier batalla, en cualquier lugar, en cualquier momento».

—Poderosas palabras⁠—.

—Ciertas también⁠—.

Sentí que Ranger dejaba mucho sin decir, pero con toda la noche por delante, habría tiempo de sobra para profundizar.

—Dime qué vas a salvar además de la empresa del carrusel— dijo Ranger antes de que saliéramos de la entrada.

Me eché a reír. —Espera, primero tengo que hacer mis preguntas⁠—.

—Si te duermes, pierdes Maisie Ann. Ahora tendrás que esperar tu turno⁠—.

—¿Quién es el niño de cinco años? ¿Onyx o tú?—.

Ranger se acercó y apretó mi mano. —Quiero saber todo lo que hay que saber sobre ti, preciosa. No puedes culparme por eso, ¿verdad?—.

—Me encanta este sitio— dije con una sonrisa cuando él entró en Dick and Peg's Northwoods Inn varios minutos después. Peg, ya octogenaria, seguía encargándose de toda la cocina e insistía en continuar con la tradición de que todo estuviera hecho desde cero.

—Vaya, pero si es la pequeña Maisie Ann— dijo Dick, el hijo de Peg, que había sido camarero del Northwoods desde que tenía edad suficiente para ver por encima de la barra.

Cuando se acercó a la barra, le di un beso en la mejilla.

—¿Quién es el que te acompaña?— preguntó.

Ranger se adelantó para estrechar la mano de Dick. —Me ha visto antes, señor. Soy Ranger Messick⁠—.

—Así es— le dio un codazo Dick. —Querías que te guardara la mesa junto al fuego—. Hizo una seña con la mano a los dos camareros que nos esperaban. —Ven a tomar una copa en el bar primero⁠—.

Así era en la posada Northwoods. Para que Peg no se agobiara demasiado en la cocina, las reservas eran obligatorias. Todos los clientes eran invitados a sentarse en la barra cuando llegaban. Allí miraban el menú y hacían su pedido. Cuando el primer plato estaba listo, Dick les acompañaba a su mesa.

Enarqué una ceja cuando Dick abrió una botella de vino, sirvió dos copas y puso una delante de cada uno. Me sorprendí más cuando pregunté por los platos especiales y me dijo que Peg ya tenía nuestro pedido y que los aperitivos se servirían en unos minutos.

Ranger levantó su copa. —Por Maisie Ann, salvadora de la compañía de carruseles entre otras cosas que se divulgarán durante la cena de esta noche⁠—.

—Por Maisie Ann— dijo Dick, levantando su vaso de agua.

Acerqué mi copa a la suya y bebí un sorbo de uno de mis vinos favoritos, que hasta esta noche no sabía que Dick llevaba.

—Por si mi brindis no te ha delatado, voy a seguir dándote la lata hasta que me lo digas⁠—.

Tomé otro sorbo y dejé la copa sobre la barra. —Me sorprende que no te hayas dado cuenta. Es bastante obvio⁠—.

—Sígueme la corriente⁠—.

—Canada Lake, por supuesto⁠—.

Ranger sonrió y asintió. —¿Restaurar el pueblo a su antigua gloria?—.

—Ese es el plan⁠—.

—Estoy impaciente por conocer todos los detalles⁠—.

Ladeé la cabeza. —No sé si hablas en serio o en broma⁠—.

Ranger giró el taburete para quedar frente a mí, se inclinó hacia delante y apoyó el brazo en el respaldo de mi asiento.

—Completamente en serio. Dime cómo⁠—.

Le expliqué que, para poner a prueba la teoría de que yo no era el único que anhelaba que las cosas volvieran a ser como cuando era niño, había abierto la sala de baile del Parque de Atracciones de Sherman en Nochevieja. Las entradas se agotaron en quince minutos.

—Sé que lo hicieron. Sólo pude conseguir una⁠—.

—Deberías haberme llamado. Me quedé con un par para amigos cercanos⁠—.

—¿Habría puntuado lo suficiente para conseguir una extra? ¿Como amigo íntimo?—.

Puse los ojos en blanco. —Claro que lo habrías hecho. Jimmy también⁠—.

Ranger se puso la mano en el corazón. —¿Tengo el mismo rango que mi hermano mayor? Ouch⁠—.

—Se mantuvo en contacto mejor que tú⁠—.

—En eso me has pillado. Sin embargo, pienso remediarlo, aquí y ahora—. Acercó su taburete al mío.

Miré hacia abajo, donde nuestras piernas se tocaban. —Es un buen comienzo⁠—.

—Me gusta cómo piensa, señorita Jones—. Apoyó la mano en mi rodilla y una sacudida de deseo recorrió mi cuerpo.

—¿Sí?— Me incliné hacia delante. Unos centímetros más y estaríamos tan cerca como para besarnos.

—Su mesa está lista— dijo Dick, acercándose por detrás. Me cogió la copa de vino. —Síganme⁠—.

Casi jadeé cuando vi dos cuencos humeantes de sopa de cebolla francesa esperándonos. —¿Cómo sabías que ésta era mi favorita?—.

—Nunca lo diré— dijo Ranger, guiñando un ojo. —Y Dick tampoco⁠—.

—No, yo no. No lo había visto en mi vida⁠—.