Nubes de tormenta - Allison Leigh - E-Book

Nubes de tormenta E-Book

ALLISON LEIGH

0,0
3,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

La tormenta estaba a punto de caer sobre Annie Hess... De hecho ya había comenzado con la llegada de su hija secreta, a la que años atrás había dejado al cuidado de su hermano y que ahora necesitaba respuestas. Pero las cosas no habían hecho más que empeorar con la aparición de Logan Drake. El hombre que la había rechazado en otro tiempo ahora pretendía llevarse a la muchacha. Ninguno de los dos esperaba que aquel reencuentro despertaría sus sentimientos del pasado. Lo que todavía no sabían era si las duras decisiones que habían tomado años atrás podrían ahora llevarlos hasta encontrar la felicidad.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 202

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2003 Allison Lee Davidson. Todos los derechos reservados.

NUBES DE TORMENTA, Nº 1949 - agosto 2012

Título original: Hard Choices

Publicada originalmente por Silhouette® Books

Publicado en español en 2004

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-0756-3

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Prólogo

BASTA.

Ella se sintió aliviada al reconocer la ronca voz que había surgido de la oscuridad. Aprovechó la momentánea sorpresa de Drago para liberarse y alejarse de la esquina del cobertizo donde la había arrinconado.

Sin embargo, Drago reaccionó enseguida, la agarró del pelo y tiró hacia él. Ella gritó de dolor y se torció un tobillo al retroceder.

—He dicho que basta —repitió la voz.

Se encontraba atrapada entre dos sensaciones: el dolor que le causaba Drago al tirarle del cabello y el alivio al comprobar que su estupidez no iba a suponer, como había pensado, su fin. De su salvador sólo podía ver la punta de un zapato. Pero no necesitaba nada más para recobrar la valentía.

—Suéltame, Drago. Te he dicho que me dejes en paz.

El hombre se rió suavemente.

—Pero si teníamos un trato, pequeña. ¿O es que ya no lo recuerdas?

—Lo teníamos, pero lo he roto. Así que…

Drago volvió a tirarla del pelo, esa vez con más fuerza, y ella tropezó y perdió el equilibrio. Intentó poner las manos para frenar la caída, pero no lo consiguió y el golpe fue tan duro que los ojos se le llenaron de lágrimas. Cuando reaccionó, observó que Drago también estaba en el suelo, intentando levantarse.

El hombre que había golpeado a su agresor era muy alto, más incluso que su hermano, Will, que sobrepasaba el metro ochenta. La tenue luz de la lámpara le permitió observar el color de su cabello, negro como el ébano, y el tono moreno de su piel. Sin embargo, no era un moreno de hombre con dinero y tiempo libre, como el que cultivaba su padre para contrastar con las prendas blancas de jugar al tenis, sino de un hombre que podía tumbar a un matón de un puñetazo sin hacerse una sola arruga en el esmoquin que llevaba.

—No te muevas.

A pesar del sonido de las risas y de la música que llegaba del muelle, donde seguía la fiesta de la boda, su voz se podía oír con toda claridad.

Observó a Drago con miedo, pero él se mantuvo en el suelo y se limitó a mirarla a su vez con gesto de reproche, como si todo aquello fuera culpa suya. Annie Hess pensó que tal vez tuviera razón; últimamente las cosas no le habían salido muy bien y por si fuera poco en ese momento tendría que vérselas con el hombre que la había salvado y al que ya había reconocido: Logan Drake, el amigo de su hermano mayor.

—¿Te encuentras bien?

Annie pensó que aquella situación resultaba muy irónica. Llevaba dos días intentando llamar su atención, pero no había imaginado que lo conseguiría de un modo tan extraño.

—¿Te encuentras bien? —repitió.

Ella asintió.

—Ve a llamar a la policía. Ah, y dile a tu padre o a tu hermano que venga.

—No.

—¿Cómo? —preguntó, sorprendido.

Drago sonrió con satisfacción.

—No quiero estropear la boda a Will.

—Si no querías estropeársela, no deberías haber invitado a tu novio.

—No lo invité. Además, no es mi novio.

—Ya —dijo Logan, con desconfianza.

—Vamos, Annie, no le mientas —intervino Drago.

—Cierra la boca, Drago.

Annie intentó levantarse, pero el largo vestido ajustado que se había puesto no le facilitaba la labor. Logan suspiró con impaciencia, se acercó a ella y la levantó como si ella fuera una niña incapaz de caminar por sí misma.

Lo miró a la cara y casi se estremeció. Logan no sólo era amigo de su hermano, sino que también era su padrino. Lo había visto en infinidad de ocasiones y siempre se había sentido atraída por él. Era diferente a los demás. Más elegante, más peligroso.

—Márchate, Drago —dijo ella—. Si no lo haces, es posible que cambie de opinión y llame a la policía.

Hacía tiempo que Annie quería librarse de él. Le había dicho varias veces que la dejara en paz, que su relación había terminado, pero no hacía ningún caso. Incluso lo había amenazado con contárselo a su padre, el venerable juez George Hess, aunque sabía que la amenaza no podía ser más vana. Aquella misma noche, al ver a Drago en la fiesta, había intentado hablar con su padre; pero ni él ni la madre de Annie, Lucía, demostraron el menor interés por dejar de tomar champán con sus amigos y ayudarla.

Drago se levantó del suelo, se pasó una mano por su rubio cabello y sonrió.

—No vas a librarte de mí tan fácilmente. Tú y yo somos iguales.

—No somos iguales en nada.

—Annie, haz lo que te he dicho —insistió Logan.

Miró a los dos hombres y pensó que hablar con su padre sería inútil. En cuanto a Will, ya estaba bastante molesto con ella; siempre habían estado muy unidos, pero al haberse casado con Noelle, había iniciado una nueva vida y la problemática Annie no cabía en ella.

—Está bien, está bien… Ya me voy.

Ella se alejó, clavando los altos tacones de los zapatos en el suelo, aunque no le apetecía volver a la fiesta. Pero se dijo que la situación no era tan mala como podría haber sido; si hubiera aceptado la invitación de Noelle para ser una de las damas de honor, habría tenido que ponerse un vestido de color salmón como las demás.

Al oír que hablaban, Annie se volvió y los miró de nuevo.

—Será mejor que te mantengas alejado de ella — le advirtió Logan en ese instante.

Drago sonrió.

—¿Qué pasa? ¿Tú también quieres aprovecharte de una menor de edad?

Logan respondió dándole un fuerte puñetazo en la mandíbula. Drago retrocedió por el impacto, pero sorprendentemente, mantuvo el equilibrio y se alejó del lugar.

Como Logan parecía dispuesto a seguirlo, Annie decidió intervenir.

—Déjalo, es un idiota.

—¿Qué lo deje? ¿Para que vuelva a pegarte?

—No me ha pegado. En realidad…

Annie se detuvo un momento antes de terminar la frase. Aunque no había ido tan lejos, no sabía lo que podría haber sucedido si Logan no hubiera aparecido a tiempo. Pero hasta esa noche, Drago se había limitado a cumplir el trato: ella había conseguido que entrara en su instituto, para que él tuviera acceso como mecánico a los carísimos coches de sus compañeros, y él se comportaba en público como un novio socialmente inapropiado. En privado, en cambio, no le ponía las manos encima.

—Mira, te agradezco que aparecieras a tiempo. Pero hablaba en serio al decir que no quiero montar una escena en la fiesta.

—Qué curioso. No recuerdo que nunca te haya preocupado montar escenas. ¿Qué han hecho tus padres? ¿Es que te han amenazado con desheredarte si hoy ocurre algo malo?

—Mis padres me amenazan con eso todas las semanas —respondió ella—. En el fondo, creo que se sentirán decepcionados si al final del día no he hecho nada que los avergüence ante los invitados.

En realidad, Annie había sido sincera. No quería estropear la fiesta porque no quería que Will se enfadara aún más con ella.

—¿Y por eso no quieres pedirles ayuda?

—A decir verdad, ya lo he hecho.

Logan arqueó una ceja.

—¿Y qué dijeron?

Ella se encogió de hombros.

—Imagínatelo. Si hubieran hecho algo, Drago no habría estado aquí. Pero vuelve a la fiesta… Supongo que Will estará cortando la liga de su flamante esposa o algo así.

—¿Y tú? ¿No piensas volver?

—Las bodas no son lo mío. No es mi estilo.

—Oh, vamos, sólo tienes diecisiete años. Todavía no tienes ningún estilo propio.

Ella estuvo a punto de reírse.

—En primer lugar, sólo faltan unos meses para que cumpla los dieciocho. Y en segundo, me conoces lo suficiente como para saber que mi estilo es causar problemas.

—¿Eso lo piensas en serio? ¿O te limitas a repetir las palabras de tus padres?

La sonrisa de Annie flaqueó.

—¿Hay alguna diferencia?

—Por supuesto. Y si hay algo que no te gusta en tu vida, debes recordar que eres la única que puede cambiarlo.

—Mis padres dicen que no cambiaré nunca, que siempre seré igual.

Annie se sintió un poco mareada. Había bebido demasiado e intentó concentrar la mirada en la botella que yacía en el suelo.

—Qué lástima de champán. La botella se rompió cuando intenté golpear con ella a Drago.

—De todas formas, ya has bebido bastante por esta noche.

—¿Yo? ¿Beber yo? —se burló—. Pero si soy menor de edad…

—No hace falta que me lo recuerdes. Ya lo sé. Sin embargo, no deberías beber sola. Algo me dice que viniste al cobertizo para hacer precisamente eso.

—Eres muy perceptivo.

—O tú muy evidente —declaró él—. Deberían atarte.

Logan era un hombre impresionante y muy seguro, pero Annie no se sentía incómoda cuando estaba con él. Bien al contrario, le agradaban aquellos intercambios. Y además, lo deseaba.

—Vamos, Logan… Estoy segura de que bajo esa apariencia seria y estirada late un corazón apasionado.

Annie se aproximó a él con la evidente intención de tentarlo. Gracias a sus zapatos de tacón alto, casi le llegaba a la barbilla.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —preguntó él.

—Dándote las gracias de forma apropiada.

Annie se puso de puntillas y lo besó en la cara.

—Ya, bueno… De nada —dijo él, nervioso.

Sin embargo, Logan no se movió. Permaneció allí, como hechizado; y ya estaba inclinándose sobre ella, a punto de dejarse llevar y de besarla, cuando se apartó súbitamente.

—Maldita sea, Annie… Comprendo que pretendas llamar la atención de tus padres, pero no es necesario que me utilices a mí.

—Me deseas, Logan, lo sé.

—Crece de una vez —dijo él, irritado—. Sólo eres una niña guapa y mimada que no piensa en nadie salvo en sí misma.

Annie estaba acostumbrada a que le dijeran cosas similares y nunca se molestaba por ello; pero oírlo de su boca resultó bien diferente.

—Di lo que quieras, pero sé que deseas besarme, tocarme… Créeme, Logan, sé reconocer a los hombres que se interesan por mí.

—¿Eso es lo que haces en ese instituto para niños ricos al que vas? ¿Convencerte de que provocar una reacción física es lo mismo que despertar el interés de un hombre? Espero que no, porque mi hermana es compañera tuya…

En realidad, Annie no era precisamente una devoradora de hombres. Todavía no había hecho el amor con nadie, y por lo demás, su imagen agresiva e independiente era simple y pura fachada.

—No te preocupes por Sara; sigue siendo tan pura como la nieve —dijo, refiriéndose a la hermana de Logan, con quien compartía habitación—. Pero dentro de unos meses terminaré los estudios y podré marcharme de esa prisión… Entonces ya tendré dieciocho años, y tú, ¿cuántos? ¿Veintitrés, veinticuatro? Venga, Logan, ya casi soy mayor de edad. Sólo faltan unas semanas.

Logan entrecerró los ojos.

—¿Qué me estás proponiendo exactamente? ¿Que hagamos el amor en el cobertizo? Mira, eres amiga de mi hermana pequeña y no me importa lo que pienses de mí. Si quieres acostarte con alguien, ve a buscar a ese cretino de Drago; seguramente estará escondido entre los árboles. A mí no me interesa.

Logan se alejó entonces y Annie pensó que había acertado al decir que era una egoísta que sólo pensaba en sí misma.

Miró hacia el muelle, donde continuaba la fiesta, y una vez más se sintió agradecida. Logan la había salvado de una situación muy comprometida. Además, era el único que había advertido su ausencia, el único que se había preocupado por ella y el único que había decidido ir a buscarla.

Algo angustiada, se quitó los zapatos y desapareció en la noche, caminando por el césped. Sabía dónde habían guardado las cajas de champán, así que pensó que nadie echaría de menos una botella.

Capítulo 1

OYÓ claramente el sonido de un cristal roto.

Annie cerró los ojos e intentó tranquilizarse, pero no necesitaba tenerlos abiertos para saber que el ruido procedía de la parte posterior de la tienda; conocía cada centímetro de Island Botanica.

Abrió la puerta que separaba el almacén y su despacho de la zona de venta al público y echó un vistazo a su alrededor. Ramos de espliego, romero y amapolas decoraban la sala, y al fondo pudo ver a una adolescente junto a los restos de un florero.

—¿Te encuentras bien?

—Es el tercer florero que rompo —dijo Riley, a punto de llorar.

Annie se relajó al comprobar que no se había cortado.

—Bueno, son cosas que pasan cuando se tiene un suelo de cemento; todo se rompe cuando se cae. Sara y yo solíamos bromear con ello y decíamos que sería mucho más conveniente un suelo de espuma.

—Lo siento, Annie. Mi padre pagará los desperfectos.

Annie sintió una punzada en el corazón. Desde que Riley había aparecido en la puerta de la tienda, dos días antes, aquélla era la primera mención que hacía de sus padres. De hecho, había tenido que insistir en que llamara a Will y a Noelle para que supieran dónde se encontraba su hija.

—No seas tonta, no hace falta —dijo ella.

—Claro que sí. Papá siempre dice que Sara y tú apenas lográis sobrevivir con el negocio, y no quiero empeorar tu situación con este tipo de cosas.

—Un florero más o menos no cambia nada —comentó con ironía—. En serio, no pasa nada… ¿por qué no vas a descargar las cajas que ha traído el proveedor? Luego podríamos tomarnos un descanso y comer algo.

Annie limpió los restos del florero con una escoba y un recogedor y los tiró a la basura antes de añadir:

—Una de las ventajas de ser tu propia jefa es que puedes comer a la hora que quieras. Podríamos ir al local de Maisy. La comida es magnífica y tal vez podamos sentarnos afuera si deja de llover. Venga, descarga esas cajas y llámame cuando hayas terminado.

Más animada, Riley asintió y se dispuso a cumplir el encargo mientras Annie regresaba a la parte delantera.

Era una mañana bastante tranquila, como casi siempre entre semana. Island Botanica era una tienda de hierbas y flores y sólo funcionaba bien los fines de semana, cuando llegaban los turistas. Por fortuna, tenían bastantes clientes que hacían encargos por teléfono o correo electrónico. De lo contrario la opinión de Will se habría impuesto, dado que poseía parte del negocio, y el establecimiento que compartía con su amiga Sara Drake ya habría cerrado.

Comenzó a limpiar los estantes, corrigió la posición de algunos objetos y luego miró a la calle; se alegró al observar que la acera estaba seca, aunque el cielo, cubierto, amenazaba tormenta.

En la isla Turnabout lloviznaba con frecuencia, pero las nubes que cubrían la zona durante los últimos días no eran tan habituales; habían aparecido justo cuando llegó Riley, como queriendo compartir la turbación que sintió Annie al ver a su sobrina. Se había escapado de casa y había decidido ir con ella a la tienda, aunque todavía no sabía por qué.

Unos segundos después, sonó la campanilla de la puerta, una señal inequívoca de que había entrado un cliente. Y casi al mismo tiempo, Riley salió del almacén y dijo:

—Tía Annie, ya he terminado. Si quieres que…

Riley no terminó la frase.

—Magnífico, Riley. Espera un momento mientras termino lo que estoy haciendo y enseguida…

Annie también se detuvo en seco al ver al hombre que acababa de entrar. Se llevó tal sorpresa que a punto estuvo de tirarlo todo.

—¿Logan?

—Se lo advertí, les advertí que no vinieran a buscarme —intervino Riley, nerviosa—. Así que han decidido enviarte a ti… No soy tonta, ¿sabes? Sé quién eres porque te he visto muchas veces en las fotografías de la boda de mis padres.

Logan arqueó una ceja, como si no supiera a qué se refería.

—¿Logan? ¿Logan Drake? —preguntó a su vez Annie, sin poder creer que estuviera allí.

Habían pasado años desde la última vez que lo había visto. Había perdido el contacto con Will después de que se casara y lo único que había sabido de él era lo que le contaba Sara de vez en cuando.

—Hola, Annie. Ha pasado mucho tiempo —dijo, con una sonrisa.

—Sí, mucho tiempo.

Annie intentó mantener la calma, aunque aquellos ojos azules y aquellas largas pestañas apenas se lo permitieran.

—Tú eres amigo de mi padre —insistió Riley.

—¿Quién es tu padre?

La adolescente se cruzó de brazos con desconfianza y Annie decidió intervenir para aclarar la situación.

—Logan, te presento a mi sobrina, Riley.

—¿La hija de Will? —preguntó—. Sí, claro, se parece mucho a él… ¿Está en la isla?

—No. Noelle y él siguen viviendo en Washington —respondió Annie—. Riley, te presento a Logan Drake. Ciertamente, es un viejo amigo de tu padre, pero también es el hermano de Sara y estoy segura de que ha venido a verla a ella y al doctor Hugo, no a buscarte a ti. A fin de cuentas, es de Turnabout. ¿Verdad, Logan?

—Por supuesto. Crecí en la isla —respondió él, sin dejar de sonreír.

—Pero seguro que estabas deseando marcharte. Aquí no hay nada que hacer, aunque nos encontremos en California. Si en toda la isla no hay más que cinco coches… Es muy aburrida.

—Riley… —protestó su tía.

Sin embargo, Annie miró a Logan y sonrió. Riley tenía razón. La isla era muy pequeña, tanto que nadie necesitaba coches para ir de un lado a otro.

—Me temo que Sara se ha marchado a pasar unos días en San Diego —continuó Annie—. No me dijo que te esperara…

Logan la miró con aquella sonrisa permanentemente fija en sus labios. Por alguna razón, la ponía nerviosa.

—Porque no esperaba mi visita —observó él.

A Annie le extrañó un poco su puntualización. Había querido decir que estaba de visita para dejar claro que no tenía intención de quedarse, pero no era necesario en absoluto. A fin de cuentas había ido a ver a su hermana, no a ver a su socia. Aunque habían pasado dieciséis años desde su último encuentro, todavía recordaba que no tenía muy buena opinión de ella.

—Riley y yo estábamos a punto de salir para tomar algo en la taberna de Maisy. Si quieres venir con nosotras…

Logan la miró con gesto pensativo y Annie se preguntó qué diablos estaba haciendo. No tenía la costumbre de invitar a comer así como así a ningún hombre. Aunque fuera uno del que había estado total y locamente enamorada. Aunque fuese el hermano de su mejor amiga.

—Sin embargo, supongo que tendrás prisa por ir a ver a tu padre —continuó ella—. Vi al doctor Hugo esta mañana, cuando abrí la tienda. Su consulta está… Qué tontería, sabes de sobra dónde está.

—No, no hay prisa. Te acepto la invitación a comer.

El corazón de Annie se detuvo durante una milésima de segundo. Al parecer, su presencia seguía afectándola de igual modo.

—Excelente.

Riley suspiró, evidentemente molesta con la invitación a Logan, y Annie pensó que debía mejorar sus modales. Pero acto seguido se dijo que ella había sido aún peor a su edad y recordó las palabras que solía dedicarle su madre, Lucía, para condenar su supuestamente atroz comportamiento.

En realidad, la actitud de Riley no era atroz en absoluto. Simplemente era una adolescente con problemas que se había marchado de casa para ir a ver a una tía a la que apenas conocía. Debía encontrar la forma de convencerla para que volviera con sus padres, tan pronto como fuera posible, pero sin presionarla.

Entonces notó que los dos la estaban observando con atención y sonrió. Resultaba evidente que esperaban que dijera algo.

—Sí, claro, la comida… Esperad un momento.

Annie fue al almacén a recoger el bolso y las llaves del local y regresó en cuestión de segundos. Riley y Logan se miraban el uno al otro con incomodidad y pensó que tenerlos juntos en la misma mesa no iba a ser precisamente fácil.

Riley la miró con ironía, como si fuera perfectamente consciente de lo que estaba pensando, y Annie se estremeció. Por mucho que quisiera negarlo, no había duda alguna de que todavía lo deseaba.

Acababan de salir a la calle, cuando Riley aprovechó que Logan se había adelantado para comentar a su tía, en voz baja:

—No me importa de quién sea hermano. Te apuesto un millón de dólares a que lo ha enviado mi padre para que me lleve de vuelta a casa.

Annie alzó los ojos al cielo. Seguía totalmente cubierto y pensó que no habría sido extraño que un rayo cayera sobre ella en aquel instante; la presencia de su sobrina y de su antiguo amor ya había complicado bastante las cosas.

—No tienes un millón de dólares —le recordó—. Pero sí, es posible que haya venido por tu padre.

—Pues no pienso volver.

A pesar de que Annie había intentado tranquilizarla por la presencia de Logan, nunca había creído en las coincidencias. Resultaba muy extraño que apareciera en la isla en aquel momento, así que supuso que la hipótesis de Riley podía ser correcta.

Pensó que su sobrina volvería a casa por mucho que se empeñara en lo contrario y volvió a mirar al cielo. Acababa de oír un trueno y el ambiente se había cargado de electricidad.

—La tormenta está a punto de alcanzarnos —dijo Logan, que seguía unos metros más adelante.

Annie aceleró el paso hacia el establecimiento de Maisy Fielding. En lo relativo a ella, la tormenta ya había llegado.

Capítulo 2

SERÁ posible? ¿Me engañan los ojos o eres mi sobrino Logan Drake? —preguntó Maisy Fielding, con los brazos en jarras.

Logan sonrió. Maisy era ciertamente tía suya, aunque por los pelos; el marido de la mujer, ya fallecido, era primo de su madre. Pero en cualquier caso, le sorprendió que siguiera tal y como estaba la última vez que la había visto. Tenía los mismos rizos rojizos, llevaba la misma ropa de colores brillantes y seguía siendo una mujer algo exagerada y de fuerte carácter.

—Bueno, creo que eso es lo que dice mi carnet de conducir.

Maisy se rió, se acercó a él y lo abrazó.

—Por lo visto, no perdiste tu sentido del humor cuando te marchaste de Turnabout. Pero me asombra que te permitan tener carnet de conducir. Los árboles contra los que estrellaste tu coche aquel día han tardado diez años en recuperarse.

Logan y Riley se rieron.

—No esperaba que me fallaran los frenos, Maisy —se defendió—. Al menos lo estrellé contra los árboles y no contra tu local.

Maisy volvió a reírse y al hacerlo dejó bien claro que había olvidado el asunto. Ya habían pasado veintitrés años desde el día en que Logan, entonces un adolescente de dieciséis, perdió el control del vehículo que su padre le había prohibido que se comprara. Maisy se enfadó mucho y le obligó a pagar los daños con su trabajo, así que se pasó todo el verano pintando muebles y paredes, limpiando e incluso cuidando a la hija de su tía, Tessa; pero prefería cualquier cosa antes que cuidar de la niña.

Logan se sintió súbitamente culpable por no haber estado en la isla cuando Tessa falleció. Pero ni siquiera se había enterado; lo había sabido tiempo después gracias a un comentario de Sara en una carta.

—Pero bueno, entrad… Supongo que habréis venido a comer —dijo la dueña del establecimiento—. Me extraña que te hayas presentado así, de sopetón. Hugo no me dijo que estuviera esperando tu visita.

Logan se apartó de la entrada para dejar entrar antes a las mujeres, hizo caso omiso del comentario de Maisy y cambió de conversación.