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Curiosa antología que aúna tanto poemas como relatos cortos del autor Salvador Rueda. En ella apreciamos varios de los rasgos distintivos del autor: el gusto por el costumbrismo que retrata el ambiente rural andaluza de su época, las potentes imágenes sensoriales, un incipiente modernismo en el estilo y una plasticidad tan pictórica como musical en las metáforas.
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Seitenzahl: 118
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Salvador Rueda
BIBLIOTECA RUEDA.—III
Saga
Sinfonía callejera
Copyright © 1893, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660074
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
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Til maravilloso artista de la palabra
Excmo. Señor
Don Antonio Maura,
Ministro de Ultramar.
Su agradecido,
Salvador Rueda.
En un roto pedazo del alma
te escribo estos versos:
llorando te escribo, llorando entre ruinas
al pie de las torres que fueron mis sueños.
Sobre mi cabeza
desplomado el cielo;
estrellada en mi frente la bóveda
de mi sacro templo;
y entre tronos y altares caídos
que á mi diosa en las aras tuvieron,
triste Jeremías
exhalo mis trenos,
de mi Santa Ciudad contemplando
rodar por la tierra los firmes cimientos.
***
¡Babilonia idëal de mis ansias!
¡Estambul de mis locos anhelos!
¡Venecia brillante tendida en las ondas
de mi claro y feliz pensamiento!
¿Dónde están vuestros muros dorados?
¿Vuestro Bósforo azul qué se ha hecho
y las góndolas de oro en que iba
mi ilusión sobre fondos de cielos?
Arrasasteis mi alma en la fuga
de mi dios que ha dejado mi reino,
¡y, llorando, me siento en las rocas
de las playas que dan al Mar Muerto!
***
Has de oir el grito
que lanzan mis huesos,
tú que, infiel, has doblado la hoja
de mi grato amoroso Evangelio,
que has cegado la lámpara ardiente
con soplo de hielo,
que has deshecho las largas trompetas
del órgano inmenso,
que has volcado en el cáliz de oro
licores acerbos,
que heriste mi alma,
que ajaste mi pecho,
y á un impulso del brazo terrible
has roto las altas columnas del templo.
***
Has de ver mi sangre
en río de fuego
salpicar tu memoria, impasible
al dolor que traspasa mi cuerpo.
Un límite pones
al amor inmenso,
y no tiene el amor, cuando es grande,
barreras ni muros, espacios ni tiempo.
Detrás de unos astros
se ven otros nuevos,
y, detrás, la valiente pupila
descubre más soles y más hemisferios.
Por escalas de estrellas asciende
el amor, aspirando á lo eterno,
y sin límite brota y germina
en todas las formas y en todos los pechos.
Si á un impulso magnífico nace,
ya es grande, ya es bello,
y, Jordán de sí mismo, conduce
su propio bautismo que lava sus yerros.
***
Yo quise del mundo
traerte á mi seno,
y contigo volar, cual si ansiosas
su gloria robaran mis alas al suelo.
De mis hombros robustos en aras,
elevarte pensó mi deseo
á más altas y vivas esferas
bajo el palio idëal de mis sueños.
Ser tu amante quise
y tu hermano á un tiempo,
hijo tuyo que en tí se mirara
y tu ilota, y tu esclavo, y tu siervo.
Ya estaba idëando
mi ardiente cerebro,
nuevos ritmos, y nuevas canciones,
y más grandes libros, y más nobles versos.
Tú derramarías
pasión en mi estro,
y cual saltan las chispas del yunque
moldëando el pedazo de hierro,
del ritmo á los golpes haría mi pluma
estrofas triunfantes del odio y del tiempo.
***
Fué vana quimera,
fué inútil empeño;
ya del sol que alumbraba mi alma
la sierra distante su disco ha traspuesto.
Tú has echado la hiel en mi vino,
tú has volcado una noche en mi pecho,
y el océano de luz de mi frente
se ha vuelto un sudario que cubre mi cuerpo.
¡Oh! ¡Qué largas noches
las que pase sentado en el lecho
sin lograr que se pose en mis párpados
la fugaz mariposa del sueño!
Como en túnel medroso y sombrío
donde gotas de sones perpetuos
balbucean plegarias de muerte
con hilos de lágrimas que van descendiendo,
en mi senda de sombras sentado
sentiré con oído despierto
¡cuando suena el silbido, y las ruedas
despedazan mi mísero cuerpo!
***
Mientras, tú, que ningún sacrificio
por mi amor has hecho,
aunque has visto á mi ser de rodillas
llamar á tu alma confundido y trémulo,
que ni sólo una vez descorriste
á mis ojos el dulce misterio,
y no me has querido
ni misericordia me tuvo tu pecho,
mientras yo derrame
mi llanto en silencio,
¡gozarás de tus horas tranquilas
sin que turben mis penas tu sueño!
***
¡Babilonia idëal de mis ausias!
¡Estambul de mis locos anhelos!
¡Venecia brillante tendida en las ondas
de mi claro y feliz pensamiento!
¿Dónde están vuestros muros dorados?
¿Vuestro Bósforo azul qué se ha hecho,
y las góndolas de oro en que iba
mi ilusión sobre fondos de cielos?
Arrasasteis mi alma en la fuga
de mi dios que ha dejado mi templo,
¡y, llorando, me siento en las rocas
de las playas que dan al Mar Muerto!
___________
Tiene Almería el manto de sus paisajes,
Málaga en su Caleta música y zambra,
Córdoba su Mezquita llena de encajes,
y Granada, entre bosques, tiene la Alhambra.
__
Jaën alza su hermoso templo sonoro
de infinitas riquezas engalanado,
Huelva bajo su suelo tiene un tesoro,
y Cádiz la belleza que Dios le ha dado.
__
Pero tiene Sevilla no sé qué cosa,
no sé qué privilegios, ó gracia extraña,
que es, porque el cielo quiso, la más hermosa
de todas las provincias que hay en España.
__
Venid á contemplarla, ya que en su feria
muestra su españolismo, rumbo y donaire;
canta un himno la sangre por cada arteria
al sentir de su seno la luz y el aire.
__
Sus patios, sus cancelas, sus miradores,
su cháchara movible, su alegre trato,
brillan tan sugestivos y halagadores
como brilla lo regio de su böato.
__
No hay palabra que pinte con justo tono
el cuadro de su fiesta rico de lances,
la indolente molicie de su abandono,
sus amores, sus riñas y sus percances.
__
No en balde el vate egregio, Byron sublime,
de su Don Juan tomóla para escenario;
ella á cuanto posee su gracia imprime,
y mezcla con lo cierto lo imaginario.
__
Mirad cómo con arte va revolviendo,
en su feria, figuras, galas y flores;
cada escena parece que está diciendo:
«encerradme en un cuadro, diestros pintores.»
__
Gitanas, guarecidas bajo la lluvia
de flores, manipulan en las sartenes;
y va, engarzada en pompas, la masa rubia
del aceite flotando con los vaivenes.
__
Cruzan en las Casillas amantes lazos
los mozos decidores con las mozuelas,
y al son de la guitarra giran los brazos,
y en el aire repican las castañuelas.
__
Á veces, un amante que celos llora
si un bailador su novia lleva consigo,
canta una seguidilla que va traidora
á herir el duro pecho de su enemigo.
__
Y el rival otra copla da por respuesta
que la contraria deja rota en pedazos,
y está á punto, un instante, la alegre fiesta
de acabar sus cantares á guitarrazos.
__
Allá los ganaderos tratan las yuntas
revueltos con gitanos ennegrecidos,
y resuenan los ecos que dan las juntas
ovejas, implorando con sus balidos.
__
Los jinetes apuestos, cruzan airosos,
en caballos que lanzan fogosos ecos
y mueven el brillante tren de lujosos
caireles y bordados, randas y flecos.
__
Agitadas banderas de rojo y gualda
señalan á los puntos que el aire ordena,
y el cuadro desde arriba ve la Giralda
y los lances famosos de cada escena.
__
No hay rincón en la feria sin alegría,
ni boca que no ría, murmure ó cante,
y en los rayos de fuego que arroja el día
no hay uno que no lance chispa radiante.
__
Galanura y donaire, riqueza y brío,
junta en su noble suelo Sevilla sola;
y es que deja eclipsadas en señorío
á las demás provincias, por lo española.
__
Si á España no quedara pueblo ni villa,
y vivieras tú sola, ciudad extraña,
¡en teniendo tus glorias, bella Sevilla,
en ti estaban las glorias de toda España!
De tu sueño alcanforado
despierta, capa, despierta,
y de tus pliegues sacude
los granos de la pimienta.
Ya están pidiendo los hombros
tu gracia española y neta,
para llevarte terciada,
prieta de embozos, ó suelta.
Larga y pesada en el viejo,
corta en el mozo y ligera,
en el torero bordada,
y en el cesante hecha hebras,
tú eres el paño gallardo
que lleva á una raza presa,
fanfarrona cual tus pliegues
y alegre como tus vueltas.
Tú eres manto de secretos,
velo de ocultas tragedias,
y parapeto en que astutos
los amadores acechan.
Tú en el rústico casorio
sobre el padrino vas puesta,
aunque los cielos envíen
mares de fuego á la tierra.
Tras la imagen que en el pueblo
va saliendo de la iglesia,
te lucen los campesinos
como una bíblica prenda.
En el entierro destacas
tu grave clámide negra,
y avanzas en pos del cura
que entona el requiem eternam.
Tú eres el sol de los pobres
porque su sangre calientas,
y eres tapa de su lecho
y abrigo de su vivienda.
El rico pone en tu embozo
la policromia más bella
y tus brillantes colores
sobre su busto despliega.
En el calor eres toldo,
cama en la triste miseria,
y en el espada un prodigio
de deslumbrante belleza.
Sirves de asiento en el campo,
de sombrajo en la arboleda,
en el chubasco de escudo
y en la riña de defensa.
Es más preclara tu historia
que la de dioses y reinas,
y es tu paño tan sagrado
como la patria bandera.
Te han ostentado los reyes,
te ha recamado la Iglesia,
y han imitado tu estilo
prendas de formas diversas.
En las guerras de otro tiempo
tú fuiste túnica egregia
que aprendiste á ir ondulando
al choque de las espuelas.
Todos los vivos colores
han pasado por tu tela,
desde la nota azulada
hasta la tinta bermeja.
Con el pordiosero, gimes;
con el chulo, bravuqueas,
y con el actor, declamas
dramas de amor y pendencia.
Como á Dios, debe mirarte
la raza que en ti va envuelta,
y dedicarte esta copla
que yo punteo en las cuerdas:
«No hay amigo que nos ame,
y son por eso tus vueltas
¡confesonario en que el alma
cuenta sus íntimas penas!»
___________
Sobre si tú el vino pones,
sobre si yo lo avïado,
sobre si el postre la novia,
sobre si el novio los platos,
en la taberna de Sánchez
ayer estaban hablando
Leuterio, Juan y Camilo,
el pastelero del barrio.
—Vamos, lo que es esta tarde
ni por un Vizrrey me cambio,
dice, mirando las cestas
Manuel, con ojos de gato.
—Ha de haber en el ventorro
su mïaja de guitarro,
y su chispa de jaleo,
y su poquito de canto.
—Que sí, y además guarachas
por Pedro el de los guiñapos,
y alegría por el cuerpo,
y bronca, si viene al caso.
—¡Eh, mayoral, una copa,
y pare usted esos jacos!
dice un hombre trasmitiendo
las cestas al carromato.
Primero sube la novia
vestida de tiros largos,
y sigue tras ella el novio,
que es de lo fino del barrio.
Entran después los padrinos
y todos los convidados,
y el mayoral en su puesto
chasca y ondula el zurriago.
—¡A las ventas! vocifera
un mozo medio borracho,
un mozo que dió á la bota
más besos de los tratados,
y allá va la boda alegre
dando rudos barquinazos,
de La canción de la Lola
coplas á coro cantando.
Desciende el loco bullicio
en la venta del Zanguango,
donde «ay zalón para vodas
y karacoles y kayos».
Está la sala vestida
de telas, flores y lazos,
y un organillo inconsciente
alza su túmulo á un lado.
—Vengan sartenes, nostrama,
á ver si endesengrasamos
y calienta lo que viene
metido en esos cenachos.
—Inter, traiga una vasija
con pita, azúcar y el cántaro,
pa hacer un zurracapote
en menos que lo nombramos.
La bota suelta su vena
regando dientes y labios,
y empieza á bullir la boda
al son del tirso de Baco.
¡Qué confusión, qué bullicio!
Del fuego sobre el penacho,
cacerolas y pucheros
cuecen diversos guisados.
Sintiendo el olor á boda
desde una legua de largo,
los ciegos con las guitarras
corren á ver si ven algo.
No hubo esplendor más brillante
en las bodas de Camacho:
corderos, peces, capones
llenan y colman los platos.
La bota va en tren expreso
de una mano en otra mano,
y una fuente de alegría
salta entre cada dos labios.
Todo se entrelaza y bulle
en el vivísimo cuadro,
y se dispersa y se junta,
y gira por todos lados.
Envueltos por el misterio
susurran dos en un ángulo,
y dice la novia:—Vete,
que ya estarán murmurando.
—Déjame que en tí me mire,
Manuela de mis piazos;
manque digan lo que digan
de ti no me deseparo.
—Pues vamos á echar un chotis.
Y al salón van enlazados,
donde ya veinte parejas
ondulan caderëando.
¡Qué abigarrada armonía!
Mueve un granuja la mano
dándole al docil manubrio,
que va los ritmos marcando,
y á su son, el baile adquiere
languideces de remanso,
sacudidas de deseo
y somnolencias de lago.
Para Terpsícore un punto,
y liba un momento Baco,
y después el baile sigue,
y después siguen los tragos.
Hasta que, ya en el delirio
del más furioso entusiasmo,
parece el salón ruidoso
jaula de locos saltando.
***
Ayer, domingo, á esta boda
asistí de convidado,
acordándome de Silva,
rey en trazar esos cuadros;
y me presentó en la fiesta
donde ocurrió lo pintado,
mi amigo Juan el Manchego,
que vende un vino muy majo.
Nuestros labios, unidos como las rimas
que se buscan y encajan unas con otras,
se han juntado en un beso, y han esculpido
del amor la encendida sonora estrofa.
__
Nuestras manos, cruzadas como las rimas,
han mezclado sus dedos como las rosas,
y han compuesto en instantes de afán sublime
del amor la apretada sentida estrofa.
__