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Vaso de rocío es un drama teatral del dramaturgo Salvador Rueda. Ambientado en la Grecia clásica, cuenta una historia de amor frustrado en las coordenadas típicas de la obra del autor: el gusto por el costumbrismo, las potentes imágenes sensoriales, un incipiente modernismo en el estilo y una plasticidad tan pictórica como musical en las metáforas.
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Seitenzahl: 71
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Salvador Rueda
Saga
Vaso de rocío
Copyright © 1908, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660043
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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«Los versos del genial Salvador Rueda son rutilantes como soles y luminosos como cascadas. Es la constitución poética más resistente que tiene la España actual. Es un instrumentador formidable, maravilloso. Su prodígíoso genio lírico, es un don otorgado como gracia de Dios; hace versos como la fuente canta y como el ruiseñor trina.
¿Recordáis aquellas deliciosas y sencillas estrofas de Francisco Jammes:
Un poéte désait que, lorsqu’il etait jeune,
il fleurissant des vers comme un rosier de roses?
Pues así es Rueda. Más aún; se puede decir de él lo que Moreas dice de Verlaine: Poeta, no es más que eso; nada más que poeta, que da versos y rimas, como el rosal da rosas. El gran Salvador es una fuerza insustituible en nuestra poesía actual.
—Sin embargo, de esa admiración por Salvador Rueda ¿también admira V. á Ruben Darío?
—Sí; y compaginan muy bien ambas admiraciones. Uno, es un poeta sabio; y otro, un poeta natural.
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ANDRÉS GONZÁLEZ BLANCO
El Nuevo Mercurio, 907.
$lheroico y sublime Paraguay, digno de la eterna adoración humana, conmiagradecimientoinfinito.
Micorazón á suspoetas,susescritores sus políticos.Milira á sus mujeres bellisimas.
Salvador Rueda.
España, 1907.
Enviados griegos, doncellas eupátridas, bailarines, acompañamiento.
Derecha é izquierda, las del cspoctador. Epoca imaginaria; sin embargo, á posar de conscientes anacronismos, y para localizar trajes y decoraciones, hacia el siglo v antes de Cristo. (So dicon arbitrariamente las palabras Dios, alma y otras.)
Un paisaje á cuya derecha so ve el mar. Es al caer do una tarde de Mayo. Acaba do llover, y do las hojas do los árboles y de las cañas, están todavía pendientes las gotas. A la izquierda, en primer término, vése una colmena entre rosales.
Ariadna y Teseo, custodios de Gracia. Llegan sacudiéndose la lluvia.
Teseo. Estoy harto de correr.
Ariadna. De caminar estoy harta.
Teseo. Yocalado por la lluvia.
Ariadna. Yo por la lluvia calada.
Teseo. ¡Cielo que arroje más gotas!...
Ariadna. ¡Cielo que llore más agua!...
Teseo. ¿Y Gracia, dónde habrá ido,
á tí y á mí encomendada
por el Rey?
Ariadna. ¡Por nuestro Rey!,
que nos hizo custodiarla
por ser vida de su vida,
¡mira si fué confianza!
Teseo. ¿Pero cómo la dejaste?
Ariadna. Siendo la vuelta mañana
á Atenas, pues Gracia pudo
recobrar salud y gracia.
«Hoy quiero sola, me dijo,
á mi gusto abrir las alas,
y volar por esos campos
que ya no veré mañana.»
Teseo. ¡Dejar á la hija del Rey!
pues aunque quiere el Monarca
que ella ignore que es su hija
hasta hacerla ilustre y sabia,
si no hallamos á la joven
¡es cierta nuestra desgracia!
Ariadna. Con tu furia me encocoras.
Teseo. Con tu furia me arrebatas.
Ariadna. Siempre la contraria llevas.
Teseo. Siempre llevas la contraria.
Ariadna. Si tu no cambias de modos...
Teseo. Si tu de modos no cambias...
reñiremos.
Ariadna. Reñiremos.
Teseo. Vamos.
Ariadna. Vamos.
Teseo. Calla.
Ariadna. Calla.
(Vànse buscando á Gracia, derecha.)
Gracia y Andrónico. izquierda. El entra cautelosamente viendo alejarse á los servidores. Ella viene sosteniendo en ambas manos puestas en alto y con exquisito cuidado y equilibrio, un trozo de caña, que es una flauta pastoril, llena do gotas de lluvia, las cuales pueden imitarse colgando á lo largo de la flauta una hilera de cristales. Lleva Gracia la cabellera abrumada de flores. El trac los libros do lección poética de ambos, metidos en el lado izquierdo del pecho.
Andrónico. Ya se fueron; ven de prisa;
¿qué tiene dentro esa caña,
que la elevas, cual Minerva
alza el oro de su lanza?
Gracia. No es la lanza de los heroes,
es la música, es la flauta.
La solté sobre una piedra,
y al caer la lluvia clara,
á lo largo de las fibras
le colgó un renglón de lágrimas.
Andrónico. Es que fuera se han salido
las mil notas que encerraba,
como se salen las perlas
de la concha que las guarda.
Gracia. ¡Mira, mira cuántas tiene!
Andrónico. Son un collar, una sarta.
Gracia. ¿Y qué dicen los sonidos?
Andrónico. Lo que tú cuando me hablas.
Gracia. ¿Quieres que formemos música?
Andrónico. Lo que quieras tú, mi alma.
Gracia. (Dándole con cuidado un extremo de la caña.)
Pon tu boca en ese extremo
cual si fueses á tocarla.
Andrónico. ¿Así?
Gracia. Justo: con cuidado,
que las notas no se caigan.
Andrónico. Y tú coge la otra punta,
cual si fueses á besarla.
Gracia. Tú y yo somos corazones
por remates de una escala,
y las notas se persiguen
en un trenzado de plata;
Andrónico. ¿á ver? bebe.
Tú, mi vida,
y trinará tú garganta;
será un rodar de granizos
en una alegre campana.
Gracia. Beberé; vengan las notas.
Andrónico. Vacio en tu pecho la flauta.
(La inclina sobre los labios de ella,que canta una esca'a armoniosa, riéndose ambos à carcajadas. Los cristales colgados de la caña á modo de lluvia, resbalan d las manos de ella, simulando beberlos).
Gracia. ( Por la flauta) ¡Mira, se ha roto, no toca; ¿no aprendiste tú á cortarlas?
Andrónico. Aprendí, pero...
Gracia. ¿ Qué miras,
que á veces de pronto callas
y observas fijo las piedras
cual si las piedras hablaran?
Andrónico. ( Revelando con afán misterioso su vocación de artista.)
Sí, las miro; y es que creo
que las piedras tienen caras,
que las piedras tienen ojos,
que las piedras tienen almas.
Gracia. ¿Y qué ves en ellas?
Andrónico. Veo,
como tú has visto en la flauta,
un mundo entero de cosas
que de gozo me embriagan.
Para mí, un monte no es monte,
es una legión de estatuas,
que aún no son, mas lo serían
si algún poder las labrara.
Para mí una roca negra
de ese mar que brilla y brama,
no es la roca solamente,
es cabellera encrespada,
es cabeza de Medusa,
llena de serpientes trágicas,
es un cerebro que piensa, es una cabeza brava
que tiene ideas sublimes
si el cincel se las prestara.
Gracia. Hay algo grande en tus ojos
cuando así hablando te exaltas;
parece que en tí se esconde
un hombre extraño; habla, habla.
Andrónico. Yomiro un trozo de mármol,
no como una piedra blanca;
para mí allí dentro vive
una reina aprisionada,
ó un Apolo luminoso,
ó una diosa pura y mágica,
que de la prisión de piedra
por deshacerse trabajan,
luchando como titanes
en convulsiones que espantan;
y es porque nadie á la mole
con haz de cinceles llama,
y dice al ser no nacido:
«¡genio, levántate y anda!»
Gracia. No dejes de hablar, que escucho
aunque tenga la mirada
en esta ciudad grandiosa
de hormigas que se entrelazan.
Andrónico. Yopienso que en cada piedra
vive un hombre que odia y ama;
¡ya ves cuántos hombres presos
entre filos que desgarran!;
y me dá misericordia
no poder romper sus trabas
y hacerles salir del bloque
con luz, y vida, y palabra.
Cuando, cual ahora, anochece,
¿ves aquéllas cimas altas?
pues sus crestas me imagino
un desfile de fantasmas,
túnicas de héroes que ondulan,
rudos cíclopes que marchan;
y es lo más raro, que todas
las piedras de líneas varias
que voy mirando en la vida,
pienso escuchar que me hablan,
pienso entender que me miran
con pupilas alocadas,
y que las manos me tienden
sin poder desenredarlas,
para que yo con las mías
les dé vida, cuerpo, y alma.
Gracia. Irás á ser escultor;
las esculturas me encantan;
tomas un nombre que suene
como una música grata,
y en lugar del nombre tuyo,
lo llenas de gloria y fama.
Andrónico. ¡Quién pudiera! ¿Tú, qué miras?
Gracia. (Dando á su relato un tono de exquisita espiritualidad.)
Miro que Grecia marchara
mejor, si tomase ejemplo
de este hormiguero con alas.
Andrónico.